EPÍLOGO
Sasuke, Sakura y Itachi miraron hacia la puerta del dormitorio de Hanare cuando Tamae, la anciana que había sido la curandera del clan Hatake antes de que Hanare se casara con Kakashi, la abriera con una sonrisa cansada en el rostro. Había sido una casualidad que se encontraran allí cuando Hanare se puso de parto, el cual se había adelantado unas semanas. De hecho, Shizune e Yamato habían ido a ver a los Katō para poder volver antes de que el pequeño naciera.
Las horas de la noche en que los tres estuvieron esperando alguna noticia, mientras escuchaban tras la puerta los gemidos de dolor de Hanare, se les habían hecho eternas, pero todo pareció quedar atrás cuando Tamae los miró y se acercó a ellos con los ojos brillantes de felicidad.
—Están todos bien. Ahora necesitan descansar, pero Hanare y Kakashi quieren que entréis.
Sasuke miró a Tamae fijamente.
—Sé lo importante que es este momento para ellos. Nosotros podemos esperar. Solo necesitaba saber que estaban bien —dijo Sasuke con voz grave.
Los ojos de Tamae brillaron con una cálida emoción.
—Ellos quieren que entréis. Sois su familia, Sasuke —dijo Tamae, y Uchiha asintió, dirigiéndose un momento después, cogido de la mano de Sakura y con Itachi detrás de ellos, hasta la puerta del dormitorio y entrando en él con los ojos fijos en el pequeño bebé que Kakashi acunaba contra su pecho.
La mirada que Kakashi cruzó con Sasuke lo dijo todo. La emoción de Hatake, latente en el brillo de unas lágrimas que contenía a duras penas, y su enorme sonrisa hicieron que los ojos de Sasuke mostraran sin ninguna contención todo lo que Kakashi, Hanare y ahora el hijo de ambos significaban para él, porque como bien le había dicho Tamae, ellos eran su familia.
—Os presento a Obito Hatake —dijo Kakashi con orgullo, y Sasuke sonrió con emoción.
—Es el nombre perfecto —contestó Sasuke cogiendo a su amigo del cuello, juntando su frente con la de él en un gesto de aprecio entre hermanos. Unos segundos después, se separó de su amigo, mirando por encima del hombro de Kakashi, buscando con sus ojos a Hanare. Necesitaba ver por sí mismo que ella también estaba bien.
La risa de Sakura y Itachi al felicitar a Kakashi lo detuvieron un momento, sintiendo que aquel era un día magnífico para recordar.
La sonrisa que encontró en labios de Hanare cuando por fin sorteó a Kakashi y la vio, sentada en la cama con... ¿otro bebé entre sus brazos?
—Espero que tu promesa se extienda a mis dos hijos —dijo Hanare mirando a Sasuke, riendo un poco cuando vio la cara de sorpresa de Uchiha. Sasuke jamás podría olvidar la promesa de la que le hablaba Hanare, cuando ella le pidió que si alguna vez les pasaba algo a Kakashi y a ella, Sasuke protegiera y guiara a sus hijos. Esa promesa se le clavó a Sasuke en el corazón y echó raíces, unas profundas que le hicieron amar a Hanare Hatake aún más de lo que ya lo hacía. Era la hermana que nunca tuvo.
Sasuke sintió a Sakura y a Itachi a su lado cuando Hanare pronunció unas palabras que, por primera vez, lo dejaron sin saber qué decir.
—Os presento a Sasuke Hatake —dijo Hanare mirando a su hijo para acto seguido desviar sus ojos hacia los de Sasuke.
Sasuke parpadeó sospechosamente antes de mirar a Kakashi.
—Mis hijos no podían llevar otros nombres que no fueran los de mis dos hermanos.
Sasuke tragó con fuerza.
—Es un honor —contestó con voz entrecortada.
El carraspeo que escuchó a su lado hizo que mirara a Itachi, que intentaba infructuosamente contener la emoción que se había adueñado también de él.
—¿Quieres cogerlo? —preguntó Hanare a Sasuke.
—Claro, por supuesto —contestó Sasuke acercándose a Hanare y dándole un beso en el cabello, antes de tomar con sumo cuidado al bebe sonrosado y precioso que Hanare le dejó en sus brazos.
Sasuke sintió tanta ternura, y un amor tan puro en ese instante, que buscó los ojos de la persona que se había convertido en su otra mitad, queriendo compartir con ella aquel sentimiento.
Sasuke vio asentir a Sakura a su lado. Sus ojos le trasmitieron orgullo, emoción y tanto amor que fue incapaz de decir absolutamente nada. Solo pudo sentir... Solo pudo pensar en todo lo que la vida le había dado. Un clan al que proteger y querer, una familia a la que amar, y a su pelirosa: su esposa, su vida, su todo.
FIN
