"buenos días, Ariel", saludó David al llegar tan tempranito a la empresa.

"señor, buenos días", había trabajado en la empresa desde que era una adolescente, el papá de David le dio un empleo y ella supo aprovechar la oportunidad que el señor le estaba dando.

"¿Regina?", cuestionó, siempre que llegaba la encontraba conversando con la secretaria y podía admirar su belleza, por eso le causó curiosidad no verla.

"todavía no llega", esa sí que era una noticia alarmante, Regina Mills detestaba la impuntualidad, diariamente era la primera en llegar.

"¿estás segura de eso?", quizás estaba encerrada en su oficina.

"muy segura", respondió con firmeza.

"supongo que luego sabré de ella", fingió conformarse, estaba siendo demasiado evidente, no podía quedar en evidencia así de fácil.

"la reunión de la junta directiva se ha cancelado", le informó, la miró extrañado, ni enterado de ese cambio de última hora, "ayer cuando la señora Mills salió de la empresa me lo notificó", se quedó calladito, ni protestó, si había sido una decisión de su socia, quién era él para cuestionarla y menos en su ausencia.

"¿algo más que deba saber para el día de hoy?", preguntó, era costumbre que le informara sobre el plan de trabajo de la jornada.

"eso es todo por ahora", se cercioró de su respuesta en la agenda encima de su buró, "¿desea un café?", para ella era un placer servirles a sus jefes, la trataban muy bien, se sentía agradecida por eso.

"gracias, Ariel, desayuné en el departamento", como se levantó antes del amanecer, tuvo tiempo suficiente para preparase algo de comer.

Se dirigió a su oficina, se dispuso a comenzar con su trabajo, pero, la falta de concentración lo traicionó, que Regina no hubiera llegado aún, lo desorientó, se moría de ganas de llamarla, saber de ella, preguntarle, le aterraba el hecho de pensar que pudiera sentirse mal, todavía esa sensación de haberla visto sin vida en sus brazos lo atormentaba, solo que no podía seguir con esa paranoia, por eso, salió de la oficina, quizás lo despejaría una pequeña caminata, "daré un recorrido por la empresa", avisó a la joven secretaria, lo hizo con doble sentido, por si llegaba Regina tuviera una respuesta para darle, en caso que preguntara por él.

A sus empleados les encantaba que les hiciera una visita matutina, muchos de ellos aprovechaban la oportunidad para comentarle sus inquietudes, de esa manera podía buscar soluciones para que los problemas no se hicieran más grandes, además, el contacto con ellos, les daba confianza para continuar prestándole servicios.

Al llegar al departamento de diseño, las chicas trabajaban arduamente, tuvo un intercambio con ellas, les enseñaron sus proyectos con entusiasmo, lo contagiaron, tanto, que salió de allí con cualquier pretexto para ir a su oficina y plasmar en un papel toda la inspiración que de repente inundó sus sentidos, no pudo evitar pensar en Regina, ella siempre era su musa, en su mente podía verla radiante con su cabello largo ondeado por el aire, sus rizos sin iguales cayendo libremente cubriendo sus espaldas, su cuerpo tan perfecto, con sus curvas justo en el lugar indicado, sus finas manos adornadas por unos sencillos anillos de oro blanco agregándole una elegancia característica que solo ella era capaz de lucir, sus perfectas y estilizadas piernas creando la exacta combinación con su reducido tamaño, el que amaba demasiado, verla tan pequeña le daban deseos de cuidarla, mimarla como solo ella se lo merecía, su piel, de esa casi no hablaba, porque era su parte favorita, su tersa suavidad lo enloquecía al punto de querer embriagarse de su olor hasta el hastío, y qué hablar de sus bellos ojos café, esos que con solo mirarlos lo hacían recordar a la luna, eso, los ojos de la luna , así llamaría a la obra de arte que terminaba de diseñar, una fina cadenita de plata con un pequeño pero llamativo pendiente en forma de luna del mismo metal, adornado con dos zafiros negros simbolizando elegancia y autonomía, propias de la persona en que se había inspirado para diseñarla, estaba seguro de que cuando le diera vida a esa preciosura, sería una de sus más inolvidables piezas, la cual, sin dudas, arrasaría en la feria.

"señor, Nolan, la señorita Blanchard quiere verlo", de pronto, el altavoz del teléfono de su oficina, lo sacó de su tan bonito sueño, los pensamientos se desvanecieron como el agua al escuchar el nombre de la persona que inesperadamente llegaba para hacerle la visita.

"hazla pasar", otro remedio no le quedó, guardó el diseño en su gaveta secreta, allí lo protegería.

"tengo que hacerte la visita porque si es por ti, nunca te veo, te la pasas encerrado en este gran edificio y ni tiempo para ti tienes", entró haciendo ese comentario, le sonrió, era su amiga, la quería mucho.

"amo mi trabajo", la calló con su respuesta, "siéntate", la invitó a que se pusiera cómoda, "¿deseas algo de tomar?", la vio negar con la cabeza, "¿a qué debo el honor de tu presencia?", se escuchó sarcástico, definitivamente, tanto roce con la familia Mills, comenzaba a dejar sus huellas.

"primeramente, verte", se quedó en silencio, lo observaba con admiración, podía sentir el acelerado palpitar de su corazón comprobando los insistentes comentarios de Regina, quien afirmaba con absoluta certeza, que Mary Margaret lo había amado en silencio desde siempre.

"me gusta tenerte aquí, hace días no compartimos como en los viejos tiempos", decidió interrumpir el incómodo silencio.

"en ese caso, aceptaré tu ofrecimiento", cambió de opinión, "para esta ocasión entre los dos, un cóctel acompañaría nuestra conversación", su asentimiento fue un rápido llamado a la secretaria, quien a los diez minutos se apareció en la oficina, cargando en sus manos una bandejita con unas refrescantes piñas coladas, la eficiencia de la muchacha era de resaltar, "tan eficiente y profesional como siempre", elogió, le gustaba darle ánimo a los demás, con su discurso de buena voluntad.

"gracias, señorita, es un placer tenerla por aquí", contribuyó con dulzura, "señor, ¿desea algo más?", se dirigió a David, quien casi le pregunta si tenía alguna noticia de Regina, pero se detuvo a tiempo, esperaría a estar a solas con ella para preguntarle con absoluta confianza.

"es todo por ahora", Ariel se retiró dejándolo a solas con quien menos quería estar en ese momento, pero, afortunadamente, su conversación resultó ser muy amena, distrayéndolo de sus pensamientos y de sus impulsos, después de todo, pasó un buen rato acompañado de su amiga.

"bueno, creo que ya es hora de irme", comenzó su despedida, "te he importunado demasiado", se dispuso a retirarse, cuando David intervino.

"te vas porque quieres, te invité a que almorzáramos juntos y te negaste", le abrió la puerta de la oficina, "y no vuelvas a decir que molestas, las puertas de mi vida están abiertas para mi vieja amiga", la luz de sus ojos se apagó de inmediato escuchó esa palabra.

"me gustaría tanto no ser tu amiga", dijo entre dientes resaltando la última palabra.

David fingió no haber escuchado el comentario, le extendió la mano y caminaron hasta el recibidor de la empresa.

"hasta luego, Ariel", Mary Margaret se despidió de la chica que tan bien la había recibido.

"hasta luego", la chica levantó la cabeza para también despedirse.

"la charla fue excelente, no me he ido y ya quiero repetirla", comentó con pesar.

"también disfruté mucho tu visita", no decía mentiras.

"mi celular", recordó que lo había dejado en el buró de la oficina de David, "iré a buscarlo", anunció.

"te espero aquí", pretexto perfecto para quedarse a solas con Ariel.

"regreso enseguida", se perdió entre las amplias paredes del edificio.

"¿alguna noticia de Reg…?", el "ping" del ascensor interrumpió la pregunta, tuvo que mirar hacia el lugar de donde provenía el sonido, las puertas se abrieron para darle paso a la imponente figura de Regina, quien caminaba hacia él, ondulando sus caderas en un vaivén sincronizado, lucía un pantalón negro de cuero extremadamente ajustado a su cuerpo, unos botines a medio tobillo, con una blusa roja strapless dejando al descubierto sus hombros y su cuello el que exhibía la cadenita que él mismo le había regalado en su cumpleaños, su cabello laceado en un medio recogido iba y venía al mismo ritmo de su caminar, de solo verla, el aire se le fue de los pulmones, el corazón corrió aceleradamente, sus ojos se nublaron, la boca se le hizo agua, su garganta se cerró, pero eso no fue la peor parte, su cuerpo se quedó sin vida, cuando lo vio y le dedicó la más amplia sonrisa, esa que mostraba su hermosa dentadura y la gran alegría por verlo.

"ya sé lo que haremos", sintió el cuerpo de Mary Margaret estrellarlo en un abrazo completamente fuera de lugar, "¿salgamos esta noche?", continuaba observando a Regina, su atención no se desviaba, pero ahora la alegría de sus labios se había disipado por ese abrazo tan inoportuno, maldición, a veces quería hacerla desaparecer.

"sí", tarde para retractarse, no era eso lo que realmente quería.

"¡saldremos esta noche!", exclamó con efusividad prendiéndose de su cuello, besando sus mejillas como quien recibe la mejor noticia de su vida.

"los veo celebrando, ¿de qué me perdí?", subió las cejas, al mismo tiempo que se remordía por los celos.

"David y yo tenemos una cita", era una noticia que merecía ser divulgada a los cuatro vientos.

"estaré en mi oficina", los celos la manipularon haciéndola evadir un agrio comentario.

"de eso nada, irás conmigo de compras ahora mismo", la detuvo, "llamaremos a Zelina, me ayudan a escoger un vestido hermoso para la noche y por último, almorzaremos juntas, es lo que hacen las mejores amigas", estuvo a punto de negarse, pero así saldría de ahí, de lo contrario le apretaría el cuello a David con tanta fuerza hasta dejarlo sin vida, se lo merecía por mentiroso, le había asegurado que esa cita jamás ocurriría.

"Ariel, cancela todos mis compromisos de la tarde, tengo que ayudar a mi querida amiga para que luzca deslumbrante para su noche tan especial, tiene que impresionar a su apuesto galán", por cada palabra que pronunciaba, un pedazo de su corazón se le quebraba, por eso decidió disfrazar su tristeza con ironía y sarcasmo.

"¿escuchaste?, tendré la ayuda de la mujer más elegante de todo Maine", se soltó del cuello de David, la aduló, y ambas caminaron hasta el ascensor, el que no tardó en llegar.

Se quedó con el alma prendida de un hilo, toda la mañana se la pasó esperando ansiosamente que Regina apareciera y justo cuando tiene el placer de verla, se le desaparece tal como llegó, dejándolo sumido en la confusión, la desesperación, con deseos de abrir su celular, marcarle para explicarle, estaba seguro de que con solo escuchar su voz, se aliviaría su preocupación, pero también la conocía, si la llamaba podría apagarle el celular para que ni se atreviera a molestarla de nuevo, le daría espacio, era fin de semana, pensaría con la cabeza fría, así resolvería mejor esa encrucijada en la que se encontraba.

Las dos amigas condujeron el auto de Regina, llegaron a la mansión y Zelina las recibió llena de preguntas, su hermana acababa de salir para la empresa, ¿cómo era posible que ya estuviera de regreso?, quizás luego lo sabría, tampoco entendía la presencia de su rival y venían tan tomaditas de las manos, algo estaba muy mal, "¿dónde es la fiesta?", cuestionó llamando la atención de las recién llegadas.

"¡a ti misma queríamos ver!", ahora se quedó peor que al principio, "veníamos a invitarte a una tarde de chicas", le encantó la propuesta.

"¿quién se casa?", Mary Margaret sonrió por la pregunta.

"nadie, pero no falta mucho", intervino Regina con fingida naturalidad, conocía a su hermana.

"¿no me digas que se te hizo el milagrito con David?", ni remotamente se imaginó lo que venía detrás.

"¡acertaste!, exclamó Regina, "hoy la señorita Blanchard tendrá su primera cita con el galán, David Nolan, nada más y nada menos", el orgullo de Mary Margaret no la dejó darse cuenta del intercambio de miradas entre las hermanas, "esperemos no ser tías antes de la boda", le puso la tapa al pomo, sus ojos no aguantaron más, la vista se le nubló.

"acepto, por nada del mundo me perdería salir de compras con ustedes", se dio cuenta del estado de su hermana e intervino para darle tiempo a que se recuperara, "vamos a mi habitación", debía buscar su monedero, quizás también se animara a comprarse algo hermoso.

Regina las vio subir las escaleras, fue hasta el estudio de su padre a dejar su portafolios y a estar a solas por un instante.

"¿hijita?", la suerte estaba poco cooperativa esa tarde, "¿qué haces aquí?", normalmente se enclaustraba en la empresa, su hija era una adicta al trabajo.

"decidí tomarme la tarde libre", alguna explicación debía encontrar para justificar su ausencia a la empresa, "no sabía que estabas aquí", limpiaba los libreros y las cortinas no estaban en su sitio.

"este lugar no está bajo un hechizo mágico para evitar la suciedad", no hallaba equivocaciones en su lógica, "mejor dime tú el motivo de tus lágrimas", era su hija, imposible ocultarle algo como eso.

"¿qué lágrimas, mamá?", quedó al descubierto cuando se tocó los ojos y los sintió húmedos.

"podemos marcharnos", en ese momento, llegaban Zelina y Mary Margaret.

"¿reunión de amigas?, ahora lo entiendo todo", comentó Cora.

"y no es cualquier reunión, madrina, esta tiene un motivo muy especial", aclaró, "esta noche tendré una cita con David", explicó para que supiera, no era un secreto.

"me alegra escuchar eso, vayan y disfruten", eran jóvenes, debían aprovechar el tiempo.

"vendrán tarde", pensaba llevarlas a su casa para que la ayudaran en todo, esa noche nada podía salir mal.

"iremos en el auto de mi hermanita, ¿verdad?", era obvio, el auto de Mary Margaret aún estaba roto, a ella no le gustaba manejar, entonces, la única que podía llevarlas era ella.

"dame las llaves, manejaré yo", Regina le entregó las llaves y se fue acompañada de la pelirroja de su hermana.

"no tardes", dijo Zelina, antes de cerrar la puerta del estudio.

La mejor idea que había tenido Mary Margaret en su vida, fue ofrecerse a manejar, no creía ser capaz de hacerlo, con los nervios de punta, se dispuso a dejar el portafolios donde acostumbraba guardarlo, su madre lanzó un comentario que la sacó de su letargo, le parecía estar flotando en una burbuja.

"la vida da una sola oportunidad para ser feliz", sin tapujos, fue directo al grano.

"mam…", la actitud amenazante de su madre la detuvo.

"no quiero explicaciones ni justificaciones, sé perfectamente lo que ocurre aquí", se acercó a ella y tocó su corazón, "este no miente, escúchalo", le dio tal abrazo de comprensión, de entendimiento, de compasión, que las lágrimas salieron haciéndola sollozar, "límpiese esos ojos, levante la frente y luche por lo que más quiere", asintió dándole la razón, le dio un beso en la frente, se recompuso y salió de la mansión, su hermana estaba a punto de tocar la bocina del auto para llamarla, se estaba tardando demasiado.

"el tiempo apremia, hermanita", se subió al auto, cerró la puerta y en unos minutos, estaban entrando a la tienda de Ruby y su abuela.

"cuando las tres se unen, nada bueno ocurrirá", bromeó Granny.

"pues algo muy bueno ocurrirá", sabía que la abuela bromeaba.

"lo único bueno que puede ocurrir es que Regina y David se casen", salió Ruby de debajo de la vidriera con ese comentario fulminante, la abuela la golpeó con el codo por su imprudencia, "¡auch!", exclamó adolorida.

"iré a ver los zapatos", Regina salió de ahí, no había acabado de llegar y ya quería marcharse.

"tengo unos nuevos que te encantarán", Ruby decidió dejar la escena incendiada en llamas.

"buscamos un vestido para Mary Margaret", después de ese golpe mortal, Zelina se quedó con la mente en blanco, reaccionó para que el ambiente se aligerara.

"tengo algo que puede encantarles, espérenme aquí", las dejó solas, ninguna se animó a mencionar palabra, solo observaban que Regina y Ruby se reían a carcajadas, "aquí estoy", la abuela, traía una cajita negra en sus manos.

"ábrelo, Mary, quiero verlo ya", insistió Zelina con una sonrisa.

Destapó la cajita para dejar frente a sus ojos, la pieza de ropa más hermosa que hubiese visto en la tienda de la abuela.

"imaginé esa reacción", la señora mayor se jactó de haber estado en lo cierto, "mientras te lo pruebas iré a buscar los zapatos que le hagan honor a su belleza", Zelina acompañó a Mary Margaret hasta los probadores, la esperó afuera para ayudarla.

Por su parte, Regina se divertía con los chistes de Ruby", hacía rato que no me reía tanto", le hizo la historia de cuando se cayó de un caballo una vez que quiso aprender a cabalgar.

"el caballo no me conocía y me castigó", era como si le estuvieran haciendo cosquillas, "así mismo se burlaba de mí el animal", seguía rebatiendo.

"un instructor de equitación te hubiera ayudado mucho", recordó la vez que su padre contrató a un muchacho muy educado para que perfeccionara sus técnicas, al darse cuenta de que la miraba con otros ojos, lo despidió sin dar explicaciones de ningún tipo.

"no todos somos tan afortunados como tú que te diste el lujo de despedir a tu profesor y nadie supo el motivo", rodó los ojos, su amiga conocía la historia, ella misma se la había contado, "con un profesor tan guapo, aprendo sin esfuerzos", comentó con un tono provocador.

"si tanto interés tenías en él me lo hubieras dicho", agregó

"es que solo tenía ojos para ti mi reina, cuando apareces, las miradas se desvían en tu dirección, así es la vida de los pobres de esta tierra", su comentario aumentó las ganas de continuar riendo hasta el cansancio.

"las veo muy contentas", la llegada de la abuela acabó con la diversión.

"le decía a Regina que todos se mueren por ella", Granny asintió mentalmente, tenía que darle la razón a su nieta, pero no lo haría abiertamente, todavía no olvidaba el comentario de hacía solo unos minuticos.

"¿cómo me veo?", salió Mary Margaret del probador, traía un vestido lila a medio muslo, corte de princesa, escote asimétrico todo de encaje y un lazo ajustaba su cintura.

"wow, deslumbras, Mary", comentó Regina.

"le falta el toque especial, cortesía de Ruby, la más conocedora de moda de esta tienda", presumió de sus conocimientos, los que le debía a Henry Mills, ese señor estaba lejos de tener algún lazo sanguíneo con ella, pero había sido la única persona que creyó en ella, cuando nadie más lo hizo.

"sorpréndenos", la retó Zelina.

"estos zapatos color beige son los elegidos", seleccionó un par de tacones altos, sencillos, definían la personalidad de Mary Margaret.

"hemos llegado a la conclusión de que Ruby es la mejor y más capaz", elogió Mary Margaret, sentándose en un banquito cerca del gran espejo de la tienda, para probarse los tacones, "a partir de ahora, seguiré todos tus consejos", eso significaba su aprobación a los zapatos que la chica le había ofrecido.

"ahora solo faltan las joyas que lucirás", todas miraron a Regina, como una acción inmediata, "en ese tema, la experta es una trigueña de cabellera muy larga y ojos café", la afinidad de Ruby por Regina era evidente.

"creo que sé exactamente lo que puedes usar", de solo mirar el vestido, su mente se hizo una imagen de las joyas adecuadas, "vamos a la tienda de la empresa, ahí podemos hallar lo que buscamos", su intención era pasar una tarde agradable, no había necesidad de amargarse la vida, solo por saber que David saldría con su amiga en la noche, le dolía en lo más profundo, pero tendría que comportarse como una mujer, no le quedaba de otra.

"primero almorcemos, tengo hambre", comentó su hermana, siempre quería comer.

"yo invito", se adelantó Mary Margaret, "espérenme", entró al probador mientras que Regina y Zelina se despedían de las dueñas de la tienda, lo único que les quedaba era pagar el costo de lo que habían comprado, una vez hecha la transacción, se marcharon, directo a la cafetería más frecuentada de Maine.

"lo de siempre, Emma", dijo la pelirroja.

"no te puedes quejar, el vestido es hermoso", Mary Margaret se había sumido en un silencio inquebrantable, ella intentó ser la afortunada de romperlo.

"¿tú sabes algo sobre el comentario de muy mal gusto de Ruby?", la inquisición había llegado, esta vez quien hizo silencio fue ella, "varias personas me han comentado que entre ustedes sucede algo", seguía callada, "Graham intentó besarte el otro día, David lo impidió y cuando quiso hacerle ver que no era su asunto, le saliste como una fiera a defenderlo", Zelina escuchaba atenta, se llenó de orgullo al escuchar la reacción de su hermana, "¿es que existe una explicación para todo esto?", ella misma notaba su cambio de actitud al acercarse al rubio.

"mejor dejemos ese tema", evitaba darle una mala respuesta, lo que hubiese entre David y ella, era solo asunto de los dos, nadie más tenía que inmiscuirse en el asunto.

"hablemos ahora", se equivocó al querer desafiarla.

"mi relación con David no es de tu incumbencia, si quieres saber algo, pregúntaselo a él, después de todo, es a él a quien amas, ¿o me equivoco?", se levantó de la mesa, "Zelina, regresas en taxi", ordenó, viró la espalda y se fue, solo que no quería llegar a la mansión con ese mal humor, condujo hasta el mirador, ese lugar le traía buenos recuerdos, allí se le fue el tiempo, cuando menos lo imaginó, el sol se ponía en el horizonte, dejando ante sus ojos, un espectáculo natural muy asombroso.

"llegar a la mansión sin ti ocasionaría una sesión de preguntas a las que no estoy segura de tener las respuestas correctas", su hermana la esperaba recostada al auto, cuando decidió que ya era hora de regresar, "Mary Margaret me dijo que luego se disculpará contigo", habló antes de que agregara sus conclusiones tan determinantes.

"vamos", abrió la puerta para entrar.

"estoy de tu lado", aclaró su bandera de rendición.

"eso lo dudo", al fin se le rebeló, se había cansado de la actitud de su hermana.

"¿lo dices por mis comentarios con respecto a David?", una vez sentada en el asiento del copiloto, comenzó la conversación, "si te molesta mi intromisión en tus asuntos, prometo no insistir", tenía que enojarse más seguido para avivar la cordura de la cabeza de chorlito de su hermana, "lo hago porque te quiero ver feliz", la miraba, ignorando sus comentarios, dejaría que ella solita se enredara en la soga, "creo totalmente inconcebible esa actitud tuya tan infantil", cada vez se enredaba más, "si le confesaras a David tus sentimientos, no tendrías que exponerte a situaciones como la de hoy", si a ella le resultó bastante incómodo haber estado ayudando a Mary Margaret para que saliera a una cita con el hombre que su hermana amaba, no quería ni imaginarse estar en su lugar, "¿cuánto tiempo más me castigarás con la ley del hielo?", preguntaba para saber, era simple curiosidad.

"me molesta bastante que cuestionen mis actos, eso lo deberías saber mejor que nadie", habló pausadamente, la paciencia con su hermana se había escondido.

"estoy consciente de eso", interrumpió su intervención.

"necesito, si no es mucho pedir, que utilices todos esos conocimientos que, según tú, tienes sobre mí y te comportes como la mujer adulta que eres", ya se imaginaba una reacción como esa, cuando su hermana se ponía seria, hasta su padre temblaba del miedo.

"te amo, hermanita", con esa confesión le anunciaba que, a partir de ese momento, le demostraría su apoyo incondicional.

"yo también te amo, cabeza hueca, ven aquí", cambió su actitud para calmar los ánimos y atraerla a un abrazo de dos hermanas que se amaban demasiado.

"¿quieres ir a comer algo?, debes tener hambre", propuso, por la molestia con Mary Margaret ni esperó a que trajeran las hamburguesas en el restaurante, aunque ella se aprovechó para comerse dos.

"papá y mamá deben estar esperándonos para la cena", realmente lo que ella quería decir, era que estaba tratando de no ver a David con Mary Margaret.

"es cierto", puso un punto a la conversación, otro comentario no salió de sus labios durante todo el camino, llegaron a la mansión y como si hubiesen adivinado, sus padres tenían la mesa servida, esperaban por ellas para sentarse a comer.

"hijas, ¿cómo les fue?", Henry leía un libro sentado en la sala frente a la chimenea.

"de maravilla, papá", contestó Zelina mirando a Regina, pero su intento de advertencia salió mal.

"tan bien que tuve un pequeño encuentro con Mary", Henry se acomodó en el espaldar del sofá, eso significaba que debía seguir con la historia, "por un comentario de Ruby sacó toda la molestia que ha escondido durante años con respecto a mi relación con David, misma que ella nunca tendrá", de la cocina salió Cora al escucharla con esa seguridad, hacía falta un pequeño empujoncito para conseguir esa actitud.

"digna hija de tu madre", aún con el delantal puesto se metió en la conversación, "pregúntale a tu padre, él no me dejará mentir", apuntó con el dedo para que Henry la apoyara.

"esas malas enseñanzas no debemos dárselas a las muchachas", fingió dignidad, "pero sí les diré que cuando éramos jovencitos, hubo una chica, salimos par de veces, rompimos al llegar tu madre a mi vida porque me enamoré de ella a primera vista, la chica quiso interferir en nuestra relación", ambas se habían sentado a cada lado de su padre a escuchar la historia.

"¿entonces?", Zelina quería saber más.

"me enfrenté a ella y le puse los puntos sobre las íes", intervino Cora desde la cocina.

"así mismo fue, si la hubiesen visto, parecía una gallina fina", verla defender lo que comenzaban a construir entre los dos, borró las dudas que tenía sobre sus sentimientos.

"sin necesidad de usar la violencia, solo le dejé claro, que Henry era mío", los cuatro rieron por sus últimas palabras.

"eres una super poderosa, mamá", aduló la pelirroja, ella era la más parecida a su madre.

"mi esposa es un monumento de mujer", desde su lugar lanzó un beso con sus labios, intercambio común entre ellos.

"en mi caso, estoy segura de que Mary Margaret jamás se atreverá a cuestionar algo parecido", Zelina quería hacer su típica intervención, lo pensó dos veces, era más importante mantener la relación con su hermana que decir algo sin tanta importancia.

"por fin, ¿cuál fue el famosos comentario?", la curiosidad inquietó a Cora.

"¿puedo hablar, hermanita?", le picaba la lengua, si no hablaba, reventaría, Regina sabía el esfuerzo que hacía para contenerse, asintió dándole la autorización, "Ruby dijo que lo único bueno que podía ocurrir era la boda de Regina y David", tuvieron que taparse la boca, de lo contrario, donde quiera que estuviera Mary Margaret, escucharía sus carcajadas.

"por eso quiero tanto a esa jovencita", comentó Henry, siguieron riendo por lo que su comentario implicaba.

"basta, pasemos a la mesa, se nos enfriará la comida si seguimos así", se sentaron a la mesa, comieron en armonía, luego continuaron con la charla, hasta que Zelina hizo un anuncio de gran importancia.

"me postularé como alcaldesa de Maine", un silencio absoluto se escuchó en la mansión, "esta mañana me aprobaron las credenciales para lanzar mi candidatura", desde su último año de la carrera de derecho se propuso lograr esa meta, por fin podría cumplirla.

"esa es una de las mejores noticias, mi hija la alcaldesa de Maine, ¡qué orgullo!", Henry fue quien primero habló.

"te ayudaremos en todo, hijita, estamos felices por ti", Cora la apoyó.

"conmigo ni cuentes, la política no es lo mío", habló con doble intención, la expresión de alegría de Zelina se transformó, era su turno de molestarla y lo estaba disfrutando demasiado, "cuentas conmigo, tonta, ¿cómo crees que no te ayudaría?", le temblaba el corazón de solo verla así.

"cada vez nuestra familia se vuelve más ilustre, ahora hasta en la política aparecerá nuestro nombre", razonó Henry.

"te dije que nuestras hijas nos harían los padres más orgullosos del mundo", Cora recordó lo que una vez le comentó al darse cuenta de la inteligencia de Zelina y Regina.

"tú siempre tienes la razón, por eso te amo", le tomó la mano en un gesto de inmenso cariño.

"por eso nos amamos", parecían dos jovencitos recién comprometidos.

"te ayudaremos a lavar los platos", aprovecharon su intercambio de cariño, nunca las dejaba intervenir en las labores de la mansión.

"estás lenta", Regina ya había recogido la mayoría de los platos y los llevaba para la cocina.

"trato de apresurarme", llegó con el resto de la loza sucia, entre las dos terminaron más rápido.

Al salir de la cocina, se dieron cuenta de que las luces ya estaban apagadas, subieron las escaleras silenciosamente, entraron a sus habitaciones, se prepararon para dormir y descansar, aunque eso no se cumplió mucho para Regina, a mitad de la madrugada, su hermana se acurrucó con ella en la cama, tal pareciera que ese día se sentía ávida de cariño.

"despierta dormilona", sacudió el cuerpo de Zelina, se tuvo que despertar porque sentía una desesperante falta de aire, era ella apretando su cuello, "¡Zelina!", exclamó, parecía una piedra, luchó con todas sus fuerzas, hasta que por fin, logró liberarse de sus garras, entró al baño, salió con una ropita de andar en la casa, un pulóver muy ancho, unos leggings negros con un par de zapatillas cómodas, pretendía trabajar un rato en el estudio de su padre, bajó las escaleras, Cora ya tenía servida la mesa con un apetitoso desayuno.

"buen día hijita", saludó su madre con una amplia sonrisa, le resultó extraño el recibimiento, se dispuso a sentarse a la mesa y pudo darse cuenta de que había un lugar de más.

"¿sucede alg…?", las risas de su padre y de otra persona se escucharon en el comedor.

"mi ahijado desayunará con nosotros", introdujo como un mandato, el que no podía rebatir, "buenos días, amor", la saludó con un beso en la cabeza.

"buenos días papá", se acomodó en su lugar, "David, buenos días", pensó en ignorarlo, no valía la pena.

"Regina", se quedó parado sin moverse, la miraba como pidiendo su autorización, asintió con la cabeza y fue hasta ese entonces que lo vio ocupar la silla junto a la suya.

"preparé tu ensalada de frutas", se sentía consentida, tal vez era por la presencia de David.

"gracias mamá, de hecho, será lo único que desayunaré quiero terminar con unos documentos pendientes de la oficina", les demostró que le daba totalmente igual que estuviera o no allí.

Por debajo de la mesa, sintió una mano escurrirse sigilosamente para tocar la suya, que aún permanecía encima de sus muslos, su piel se erizó al sentirlo, la acariciaba con tanta ternura, que su cordura amenazaba con volverse invisible.

"David y yo acabamos de solucionar el asunto de la instalación eléctrica de la mansión", era un tema preocupante, el que se debía solucionar cuanto antes, "mi ahijado resultó ser un genio en la materia", lo elogió.

"tampoco para tanto, padrino, para mí es todo un placer ayudarlo con algo, bastante lo ha hecho usted conmigo", seguía tocando a Regina, sin levantar sospechas de lo que ocurría debajo de la mesa.

"y tú hija, ¿qué son esos documentos pendientes que no pueden esperar?", Cora curiosa como siempre.

"debo terminar un diseño en el que trabajo, quiero mostrarlo en la feria", debía ser el mejor de todos sus trabajos, además, se había inspirado en David para hacerlo.

"¿puedo saber de qué se trata?", la miró intensamente, ese brillo en el azul de sus ojos, la embriagaba, por eso quiso hacerle honor a esa belleza creando una obra de arte que le recordara a él.

"por supuesto", antes de intentar levantarse, entrelazaron sus dedos con mucha fuerza, era como si no quisieran dejarse ir, "traje los diseños en mi portafolios, están en el estudio", con trabajo se soltaron de su abrazo escondido y fueron hasta el lugar en cuestión, donde la vio sentarse como toda una reina en el buró de su padre, esa ropa tan informal aumentaba sus deseos de tenerla en toda la extensión, estar con ella, levantarla con un beso de buenos días, hacerle el desayuno, llevárselo a la cama, compartir juntos los fines de semana, hacer cosas locas y divertidas, hacerla reír por un ataque de cosquillas y luego hacerle el amor tan deliciosamente que se quedara pidiéndole más, estaría dispuesto a todo por una vida a su lado, era capaz de pasarse el resto de su existencia diciéndole lo mucho que la amaba, "DAVID", el grito de Regina llamó su atención, estaba completamente perdido en sus deseos.

"perdón", se disculpó y tomó asiento frente a ella.

"mira, este es solo el borrador", le entregó una hoja blanca con el diseño de una pieza sin precedentes, la asombrosa belleza lo dejó sin palabras, una cadenita dorada con un zafiro azul verde en forma de corazón como pendiente, "¿qué tal?", cuestionó, su silencio la tenía intrigada.

"esto es perfecto, Regina", tenía toda la razón, sabía que lo sorprendería, pero no de esa manera, incluso el hecho de que ambos hubiesen coincido en utilizar zafiros de diferentes colores, lo sorprendía aún más.

"ahora mira esto", le dio otra hoja con el diseño completamente terminado, hasta nombre tenía, " El corazón del océano ", leyó el título en alta voz y no pudo evitar quedarse mirándola, cada día la amaba con mayor intensidad.

"título digno de su significado", el zafiro azul verde, era símbolo de integridad, sabiduría, fidelidad, lealtad y confianza, todas estas, cualidades propias de él, también se inspiró en la inmensidad de sus ojos azul verde para darle a la pieza el toque final, por eso la llamó de esa manera, sus ojos eran más bellos que el océano, y él era dueño absoluto de su corazón, no había ocasión más propicia que esa, para hacerle una confesión de amor aunque fuera en total silencio y discreción.

"esto será una bomba en la feria, definitivamente la llevaremos, solo falta que te guste la que diseñé", estaba sentado frente a ella, pero quería saltarse la mesa para ir y envolverla en sus brazos, la alegría que sentía era infinita.

"cuenta con eso", le aseguró, es que, de él, lo amaba todo.

"se me ocurre que podemos pasar un rato divertido solos los dos, como niños pequeños", ¿por qué esperar a vivir juntos para hacer locuras si podían hacerlas ahora?

"conozco esa mirada", dijo apuntándole con el dedo.

"te gustará", cada vez que se dejaba llevar por sus locuras, terminaba pasándola muy bien.

"me cambio de ropa y nos vamos", cayó en sus redes.

"de ninguna manera, así estás perfecta", para lo que tenía planeado, ese atuendo era el ideal.

"está bien, me convenciste", se prendió de su brazo, así salieron del estudio, "mamá, papá, saldré con David", sus padres estaban sentados en la sala, anunció su partida y salieron caminando, le pasaron por la orilla a los autos sin intenciones algunas de utilizarlos, "¿no iremos en auto?", cuestionó con asombro.

"tampoco utilizaremos celular", mostró sus bolsillos vacíos, ella ni bolsillos tenía.

"muy bien David Nolan, ¿cuáles son sus planes?", para no querer llevarse ni el auto ni el celular, debía ser algo fuera de lo normal.

"ya te dije, recordaremos nuestra niñez", le agradó la idea y no abrió nuevamente la boca hasta que llegaron al parque de la ciudad, su compañía era suficiente para hacerla sentir una mujer completa, "¿ves aquel señor de allá?", señaló para un señor canoso que estaba a lo lejos.

"sí", los niños corriendo de un lugar a otro montados en patinetas, bicicletas y patines, inundaban el lugar con sus contagiosas sonrisas.

"montaremos bicicleta", comenzaba a sacar sus propias conclusiones, solo que no pudo pensar, cuando lo vio comenzar a correr delante de ella invitándola a que lo siguiera, su comportamiento era increíble, pero el suyo lo era más, al sorprenderse persiguiéndolo como si estuvieran reviviendo sus años de adolescencia, "¡SOY INVENCIBLE!", exclamó a todo volumen, su emoción la animó a correr con mayor velocidad hasta estar cerca de él, lanzársele encima para caer al suelo y rodar en la hierba, sus carcajadas detuvieron sus movimientos, quedó justo debajo de su cuerpo, con sus manos a la orilla de su cabeza, respirando pesado, pero tan cerquita de sus labios que su cuerpo tembló por lo que podía ocurrir, "¿puedo hacerte una pregunta?", asintió, las palabras no salían de su garganta, "¿por qué eres tan hermosa?", se quedaron mirando fijamente, ninguno queriendo apartarse del rango de visión del otro, era demasiado intoxicante estar en esa situación, sus corazones latiendo al mismo compás, sus cuerpos temblando de la emoción, el aire amenazado con extinguirse de la faz de la tierra y sus almas suplicando a gritos lo evidente, "continuemos, la aventura recién comienza", si ese era el inicio, no quería ver el final, David se levantó primero, extendiéndole la mano para ayudarla a ponerse de pie también.

Caminaron un largo tramo sin hablar, debían recomponerse.

"si no tenemos dinero, ¿cómo rentremos las bicicletas?", era lógico.

"porque el señor nos conoce", ¿solo por eso?, debía haber más.

"no me digas que es el señor de aquel…", se acordó de una vez cuando eran pequeños que rentaron un par de bicicletas y quisieron viajar por el mundo en ellas, en medio de su inocencia, se perdieron en el bosque, cuando los encontraron, el señor juró nunca más volver a rentarle una bicicleta.

"ese mismo", su silencio le dio a entender que su memoria se había refrescado.

"¿crees que nos ayude aún en contra de su promesa?", razonó.

"no las rentará", lo miró confundida, "las robaremos", propuso otra de sus locuras.

"estás completamente loco", lanzó su ofensa y le dio un ligero golpe en el pecho.

"busca un pretexto para distraerlo mientras yo me encargo del trabajo sucio", la miró dudar de su propuesta, "nadie sabrá sobre esto", le aseguró con toda certeza, lo que ocurriría ese día permanecería guardado para siempre en sus recuerdos.

"sigo diciéndolo, loco", lo dejó escondido detrás de un árbol, "buenos días, señor", llegó hasta el hombre que rentaba las bicicletas.

"buenos días", correspondió a su saludo, "¿en qué le puedo servir?", bien, no la había reconocido.

"busco a mi pequeño hijo, le rentó una bicicleta hace un rato, ahora no lo puedo hallar, me preguntaba si lo había visto", se quedó en las nubes, por delante de él pasaban muchas personas diariamente, imposible recordarlos uno por uno.

"no le pudiera decir, pero la ayudaría a buscarlo encantado", ligeramente lo alejó de las bicicletas, dándole vía libre a David.

"la última vez que lo vi estaba allá", apuntó con el dedo.

"si me diera una descripción del niño, sería más fácil", de reojo podía ver cada movimiento de David, quien estaba a mitad de misión.

"sí, mire, es rubio de ojos azules, como de este tamaño más o menos", ejemplificó el supuesto tamaño del niño con su mano derecha, y es que acababa de describir al niño que tanto deseaba tener con David, sería tan hermoso formar una familia con él.

"y rubio, debe darle mucha guerra, los rubios son los peores", su charla fue el entretenimiento perfecto.

"es tan travieso como su padre", diciendo esto, David le daba la señal de luz verde, "mire, es aquel que está allá", con tanta casualidad aparecía un niño con las características que acababa de decir, "gracias por su colaboración", lo dejó para ir al encuentro de David quien la esperaba con la sonrisa más linda que pudo haber recibido en su vida.

"esta es la tuya", le dio una de color rosado, si quería revivir su niñez, qué mejor oportunidad para recordarle la época cuando el único color que le gustaba era ese.

"el último cocinará esta noche", se montó y comenzó a pedalear con toda su fuerza.

"¡REGINA MILLS, ME ENLOQUECES!", lo escuchó gritar, de inmediato detuvo su paso, se aprovechó de eso para adelantarse.

"¡tramposo!", exclamó con fingida molestia e intentó alcanzarlo, fue imposible, aceptó su derrota.

"¡he ganado!, ¡le he ganado a la invencible!", exclamó con jactancia.

"con trampas hasta yo hubiera ganado", se encontraban en un terreno del bosque casi inhabitado e intransitado.

"tendrás que cocinarme esta noche", se bajó de la bicicleta y la dejó en medio del camino, ella lo siguió.

"no me retes, David Nolan", advirtió amenazante.

"te reto, pero a que me sigas sin cuestionamientos, sin cordura, sin sensatez, revivamos el niño que tenemos dormido", era capaz de todo por él.

"reto aceptado", exactamente lo que quería escuchar, sostuvo sus dos manos con mucha fuerza y ambos comenzaron a dar vueltas a toda velocidad, las carcajadas de Regina le dieron más deseos aún, escucharla ser tan feliz de esa manera llenaba su corazón de una inmensa felicidad.

"¡deseo que la vida jamás me prive de tu alegría!", seguían dando vueltas como un carrusel.

"¡deseo estar a tu lado para el resto de mi vida!", era lo que estaba pensando, lo exclamó en alta voz, ambos se detuvieron, la atrajo a su cuerpo, unió sus frentes, tenía que leer la expresión de sus ojos, la estudió con detenimiento, pero desafortunadamente, comenzó a llover a cántaros, el momento quedó para el recuerdo, uno más para la gran colección, "¿qué haces?", se montó en la bicicleta e ir en dirección contraria.

"no podemos regresar", el sonido de la lluvia no los dejaba escuchar sus propias voces.

"NO TE ECUCHO", le gritó.

"CERCA DE AQUÍ ESTÁ LA CABAÑA DE CAZA DE MI PADRE", sin otra palabra, condujeron hasta llegar a la cabaña totalmente empapados, "entremos", dejaron las bicicletas recostadas a las barandas del portal y entraron a la pequeña casita prácticamente sola en medio de la nada, "buscaré algo para secarnos y cambiarnos", se quitó los zapatos, ella lo siguió, entonces, la dejó a la entrada, si caminaba regaría agua por todo el lugar, pasaron unos minutos en los que la sangre se le enfrió, su cuerpo comenzó a temblar incontrolablemente, sus dientes tiritaban de tanto frío, "esto fue lo que encontré", mostró un camisón que traía en sus manos junto con dos toallas grandes.

"¿y tú?", cuestionó, si se quedaba con la ropa mojada podía resfriarse.

"no te preocupes por mí", con que ella estuviera fuera de riesgo de enfermarse, él estaba satisfecho, "cúbrete con esta toalla, mientras, intentaré encender la chimenea", se cubrió lo mejor que pudo, y se dedicó a observarlo atentamente, de su cuerpo se escurría el agua como una cascada, su pulóver estaba pegado a su piel como una calcomanía por lo empapado que estaba, se podía distinguir la musculatura de su pecho con facilidad, aunque era lo único, protestó al darse cuenta de que sus jeans caprichosos tenían una tela diferente, imposible distinguir algo a través de ellos, "listo, ven aquí", la llamó a su encuentro, de seguro su frío pasaría estando frente al calor del fuego, "tenemos que quitarnos la ropa, para mañana de seguro estará seca si la ponemos en la reja de la chimenea", le indicó para que supiera de lo que hablaba, "¿me permites?", le pidió permiso, se lo concedió cerrando los ojos para dejarse llevar, respiró para ganar fuerza, se acercó a ella demasiado, tomó la toalla en sus manos, se la quitó de encima, sus respiraciones se aceleraban lentamente, sacó el pulóver por encima de su cabeza y comenzó a secarla con cuidado de no ser muy brusco, "ponte esto", le dio la bata, enseguida cubrió su desnudez parcial, "¿pasó el frío?", amarró la cinta de la bata a su cintura.

"sí, gracias", lo vio ponerse detrás de ella para secarle el cabello también suavemente.

"quítate los leggins", le pareció que su tono implicaba algo más, pestañó varias veces y al darse cuenta de que era solo un juego de su imaginación, se dispuso a quitarse la empapada pieza que aún permanecía en su cuerpo, "¿puedo secar tus piernas?", se quedó tranquila, esperaba que no quisiera una repuesta de su boca, eso era pedirle demasiado, intentaba manejar su falta de autocontrol, "no quiero molestarte", pues sí, esperaba una repuesta de su boca.

"por favor", autorizó su siguiente movimiento, se arrodilló ante ella y comenzó a secar sus piernas, "gracias", le dijo cuando se levantó y fue a colocar la ropa frente al calor de la chimenea, rezaba para que no se incinerara, "es tu turno", buscó la otra toalla, él también debía secarse.

"debo quedarme en ropa interior, ¿te incomodaría?", de solo imaginarlo sin ropa delante de ella, un cosquilleo recorría su cuerpo.

"somos grandes, David", fingió desinterés, fue hasta él y repitió el mismo procedimiento que había hecho con ella, cuando lo despojó de su ropa, comenzó a secarlo delicadamente, comenzó por su cabeza, por su rostro, luego sus manos, su pecho, sus espaldas, cuando fue el turno de sus piernas, se agachó frente a él, no sabía cómo se estaba conteniendo tanto para que sus ojos no miraran para lugares indebidos, se levantó nuevamente, soltó la toalla, tenía que hacer algo que llevaba años, añorando hacer, acarició su pecho sintiendo la fortaleza de sus músculos, dejó un beso encima de su corazón, pasó sus manos por sus espaldas y se abrazó a él, de inmediato, ese gesto se hizo recíproco, se sintió tan segura y protegida entre sus brazos, que hasta el frío se desvaneció.

"por suerte encontré sábanas y colchas para abrigarnos durante la noche, con semejante temporal, dudo que escampe hoy", tuvo que romper la magia del momento, tenerla tan cerca y a la vez tan intocable, tan lejos, conteniendo sus más escondidos deseos por ella, lo tenían al borde de la desesperación, por eso propuso distraerse un poco, estaban atrapados en aquella cabaña en medio de la nada, sin comunicación, solos los dos, ante eso, no podía hacer nada, "también encontré comida en la despensa", no podían morirse de hambre, "armaré la cama frente al fuego, así descansas mientras yo cocino", casi no decía nada, solo aceptaba cada una de sus propuestas, quería aprovechar cada instante del calor que le proporcionaba su cuerpo pegado al suyo, antes de que se separara de ella, lo que ocurrió más pronto de lo imaginado.

Organizó los pocos muebles que habían en la cabaña, hizo una acogedora cama frente a la chimenea, la invitó a que se acostara, la tapó con un montón de sábanas, le dio un beso en la frente y fue para la cocina.

Tres horas transcurrieron, tuvo tiempo suficiente para que la comida estuviera lista, regresó a la sala, debía avisarle a Regina, de seguro, tenía hambre, pero al encontrarla profundamente dormida, no tuvo corazón para despertarla, se arrodilló a su lado, admiró cada detalle, la guardó en su memoria, enredó sus dedos en la larga cabellera oscura, le dieron muchos deseos de acurrucarse con ella, estrecharla en su pecho, darle calor para que el frío y el malestar ocasionado por la fría lluvia desapareciera, pero no lo hizo, en su lugar, se inclinó detrás de su cuerpo para susurrarle al oído, "quiero despertar contigo cada mañana, mirarte y besarte lentamente para decirte con cada uno de esos besos…te amo", se quedó allí embriagando todos sus sentidos de su perfume tan exquisito, hasta que se movió, no quería que se diera cuenta de lo que hacía, y suplicaba para que no hubiese escuchado ninguna de sus palabras, si no, le pediría explicaciones, esas a las que tato miedo les tenía, suavemente, fue incorporándose, se sentó junto a ella, y ahí se quedó, velando sus sueños como un guardián protegiendo el tesoro más preciado.