Galletas de Navidad

II


diciembre, 2000

Draco se dejó caer sobre la almohada, apenas recobrando el aliento en una exquisita sensación de mareo y placer. Estaba sudoroso y deliciosamente entumecido en las partes correctas. Es decir, no sentía frío, el corazón no le dolía y sólo podía dejarse enredar en la sensación de beneplácito aturdimiento que lo hacía apagar sus pensamientos por unas horas.

La chica a su lado miró su reloj y maldijo algo, poniéndose de pie. Draco cerró los ojos, quizá, con suerte, hoy podría dormir unas horas.

—Lo siento, tengo que irme. —dijo la chica de cabellos oscuros mientras se pasaba el vestido por la cabeza. Draco la empujó de regreso a la cama, apenas sosteniéndose él mismo mientras todo daba vueltas a su alrededor. La chica se puso de pie y sonrió—. Tengo que salir corriendo, no me había dado cuenta de la hora que es... O el día.

Draco hizo un sonido y se hundió en las almohadas, demasiado cansado e indiferente para responderle o interesarse. La chica lo miró contemplativamente.

—Puedes quedarte, pero es un gran peligro, ¿no crees? Ni siquiera te conozco —Él le arqueó una ceja y ella se echó a reír—. Vamos, sabes de qué estoy hablando.

Ella se tambaleó un poco hacia su buró, sacó algo de él y lo bebió. Sus ojos se enfocaron y sus mejillas adquirieron un color saludable, como si no hubiesen pasado dos noches entre alcohol y pócimas de dudosa procedencia. Le tendió el frasco a Draco.

—¿Quieres? Te haría bien estar sobrio, este pequeño frasco vale una fortuna.

Él negó con la cabeza.

—¿Por qué no me acompañas? —Ella lo miró pensativamente—. Les puedo decir que eres un antiguo compañero de Ilvermony, no te preocupes. Será agradable tener comida de verdad en el estómago —Trepó hasta sus brazos y lo besó, demasiado húmeda y pegajosa. Las paredes se cerraron a su alrededor, asfixiándolo—. Y luego podemos seguir la fiesta en la casa de Diane, si quieres. —Ella le mordió el cuello y lo miró juguetonamente, ajena a la forma en que dejó de respirar. Se puso de pie y le arrojó sus pantalones—. Mamá hace un estupendo puré de patatas...

Draco se desconectó de la conversación mientras se ponía los pantalones, su abrigo y tomaba su mochila, ni siquiera se molestó en lanzarse un hechizo de calentamiento mientras abría la puerta de ese horrible y sofocante departamento lo más rápido posible.

—¡Oye Daniel! ¿A dónde vas? —lo llamó la chica cuyo nombre no podía ni le interesaba recordar.

Dando tumbos, salió por la puerta del horrible edificio y se desapareció.

Fue un milagro aparecer en un callejón que vagamente recordaba sin desparticionarse mientras sostenía su mochila con una mano y una botella con la otra. Miró a su alrededor y caminó hacia la avenida principal.

Estaba en algo llamada la Quinta Avenida si su visión borrosa era algo en lo que confiar. Se paró de golpe cuando vio un enorme árbol decorado exageradamente y cientos de luces por todos lado.

Su estómago se revolvió cuando fue consciente de los escaparates, los árboles y las luces multicolores que parecían pulular por toda la enorme avenida a cada paso que daba. Estaba cubierto de nieve, ¿desde cuándo no veía la nieve caer? Había luces y risas y mucha gente corriendo de un lado al otro.

Familias enteras.

... Porque hoy era nochebuena.

Hoy, las familias se reunían. Potter estaría en Grimmauld Place con esa novia suya y sus amigos, no era una suposición, él mismo lo había invitado antes de que Draco saliera huyendo de Inglaterra. Y si Potter estaba ahí, también lo estaría ella.

Le dio otro trago a su botella mientras la bilis subía por su garganta. Ni un continente entero parecía suficiente para poner distancia entre ellos. ¿Pero qué distancia necesitaba en realidad, de alguien que era una completa desconocida?

No era nada para ella.

Tuvo arcadas y de repente quiso romper algo. Quizá ese horrible árbol enorme o esos escaparates asquerosos...

Sin pensarlo, arrojó su botella. Hizo un ruido delicioso mientras se rompía en la pared de piedra. Desafortunadamente estaba tan aturdido que no pudo apuntar correctamente. Qué desperdicio.

Una familia lo miró desde un lado; un matrimonio de altos y delgados rubios con un niño pequeño que bien pudieron ser él y sus padres cuando tenía esa edad.

El hombre tomó al niño y lo colocó detrás suyo, mirando a Draco desafiantemente.

—No tienes nada que hacer aquí, hijo —arrastró las palabras el hombre mientras lo miraba desde lo alto—. Estás asustando a mi niño.

El vértigo se apoderó de sus sentidos mientras escuchaba a la mujer tranquilizar a su hijo.

Seguramente se veía tan horrible como se sentía, sin camisa, un abrigo largo y raído sobre unos pantalones sucios, apestando como vagabundo.

Él los miró fijamente y el niño comenzó a llorar mientras el hombre se erguía frente a su familia, protegiéndolos.

Un dolor hueco se asentó en su estómago.

Draco se vomitó los zapatos.

Porque hoy, era Navidad.

.

.

Ni siquiera fue consciente de cómo se quedó dormido en una banca de un parque, o si habían pasado dos horas o cinco días, ni le importaba. Fue el doloroso picotazo en su mano lo que lo hizo abrir los ojos finalmente.

Una hermosa lechuza estaba parada sobre su mochila, mirándolo con altivez y su pata extendida con impaciencia. Mientras el mundo giraba a su alrededor, tomó el paquete y la lechuza despegó, no sin antes morderle la cabeza.

Era una pequeña caja rectangular con una simple nota en la parte superior. «Draco». Sin remitente.

Con dedos temblorosos a causa del frío y todo el alcohol que había ingerido, abrió la sencilla caja y se tragó el dolor de su corazón mientras una alegre galleta extraordinariamente decorada con anémonas lo esperaba. Pasó sus dedos por los pétalos de la flor y la tomó con cuidado entre sus dedos. Era una galleta pequeña y más oscura de las que había comido por años. Probó una esquina y tosió; sabía horrible.

Demasiado dura y quemada para su gusto, demasiado... inexperta.

Tosiendo, escupió el pedazo de galleta y buscó una señal, cualquiera, de quién le había enviado eso.

Su estómago se retorció ante la posibilidad. ¿Una anémona en forma de galleta? No, ridículo.

Sus dedos estaban temblando demasiado, ya fuera por la falta de pócimas en su sistema, el frío o la posibilidad de que ella hubiese... La galleta se rompió entre sus dedos, deshaciéndose por completo. Se miró las manos un momento más mientras una decena de palomas se abalanzaban sobre las migajas.

Un corredor pasó frente a él y se rio por lo bajo. Qué escena debió de hacer con las palomas y su ropa sucia. Si tan sólo supiera.

Pero nada de eso le importó, porque sus pensamientos se descarrilaron, como todos los días, a todas horas, hacia ella.

¿Anémonas?


diciembre, 2001

Un año no era suficiente, quizá haría falta una vida completa en realidad, para superar los horrores de la guerra, se dijo Draco mientras miraba hacia el mar de Mármara desde su habitación de hotel. Al menos, hoy no estaba borracho ni durmiendo en la banca de algún parque y eso fue un logro.


enero, 2000

Estar sobrio era una ganancia mientras su mente seguía atormentándolo con imágenes y sonidos cada vez más persistentes. Todo empezó el día que la orden abandonó Grimmauld Place. Kingsley lo había detenido apenas regresó de Escocia, y lo miró largamente mientras la resistencia tomaba los alimentos de los estantes, sus pertenencias y desaparecían.

—Lo siento chico, alguien tiene que quedarse.

Draco miró el piso y asintió. Así que al final, los esfuerzos de sus padres terminarían en él siendo asesinado mientras dormía, utilizado como señuelo para los mortífagos que, al parecer, ahora conocían la ubicación de la casa. Kingsely dijo algo más sobre ser un soldado ideal, pero Draco apenas pudo escuchar algo mientras se daba la vuelta y subía a su habitación.

Todos tenían algo que perder, familia, hermanos, sueños, excepto él.

Subió y se detuvo frente a una puerta familiar, pero alejó esos pensamientos y subió un tramo extra, se acurrucó en una cama que ahora le parecía extraña y esperó.

El frío que empezó en las puntas de sus dedos cuando su padre murió, ahora se había asentado perpetuamente en su corazón, robando el calor de los rayos del sol o el fuego mágico. Era una especie de dementor que no podía mantenerse cálido por más capas de ropa y hechizos cálidos que practicara. Sus manos temblaban mientras apuntaba con su varita a la vela de su habitación, pero nada fue suficiente para mantenerlo caliente, cómodo en un lugar tétrico y solitario.

Los murmullos amenazaron con aturdirlo después de una noche donde no pudo encontrar consuelo. Se puso de pie y bajó el tramo de escaleras, abrió esa puerta y se dejó caer en esa horrible cama, enterró su nariz en esa horrible almohada y Merlín lo ayudara, pero pudo dormir sin sentir frío o soledad.

Excepto que no duró demasiado. El olor se desvaneció y el ruido regresó junto con el frío en una casa donde sólo existía él.

Al inicio pudo reducirlos a un suave murmullo con un filtro de paz, cuando se volvieron un molesto zumbido, se tomó un vial de filtro de muertos en vida y cuando ya no fue suficiente, tomó dos, luego tres hasta que su cuerpo los vomitó, intoxicado e inmune. Ahí descubrió que el alcohol era un buen compañero en las noches donde las imágenes se volvían demasiado reales, donde las pesadillas adquirían un volumen demasiado alto y la sangre se sentía tan caliente y espesa en sus manos, entonces media botella de alcohol sería suficiente.

Pero cada vez, necesitó agregar un poco más.

Fue mucho más barato mantener una reserva de alcohol corriente que tener la disposición, energía y estabilidad para preparar un filtro de muertos en vida. Así que Draco comenzó a beber mucho.

En la deliciosa bruma inducida por el alcohol, pudo sentarse tranquilamente en Grimmauld Place mientras veía a George aparecer en el vestíbulo, ensangrentado y cargando el cuerpo inerte de su hermano.

Apenas se tambaleó mientras lo enterraban en algún lugar cerca de y George lloraba y luchaba contra sus propios hermanos mientras Fred se convertía en una lápida más.

No pestañeó cuando tuvo una misión de reconocimiento con Ginny Weasley salió mal y fueron atrapados por una pareja de mortífagos. Apenas cerró los ojos mientras la sangre salpicaba su rostro cuando un carroñero comenzó a pelearse con los mortífagos, hiriendo a uno. Sólo contuvo el aliento cuando el otro mortífago mató implacablemente al carroñero y tiró su máscara a un lado, revelando a Pansy que gritaba histérica mientras Theodore Nott se desangraba al lado de Draco.

Draco intentó contener la sangre que salía por todos los orificios de Theo mientras Ginny aseguraba el perímetro. No había nada que pudieran hacer y lo sabía, pero lo intentó de todos modos. La ironía de ayudar a quiénes iban a terminar con él no se le escapó, pero no dudó mientras Theo sostenía su mano y la vida abandonaba sus ojos.

Fue desconcertante cómo pudo sentir la calidez del chico ser absorbida por sus propias manos mientras se bañaba en su sangre, sin embargo, el sentimiento de calidez no duró lo suficiente, no fue reconfortante mientras se ponía de pie y sujetaba a una catatónica Pansy para que Ginny la olvidara.

Regresaron a Grimmauld y la pelirroja se bebió media botella sin pensarlo. Él le igualó el paso y de pronto, se estaban besando desordenadamente y las manos de Draco buscaron su suave piel, que estaba tan congelada como él mismo, antes de que ella le vomitara el regazo.

Esa noche, se terminó tres botellas mientras Ginny lloraba a su lado; por los chicos que se volvieron mortífagos, por Potter, por la infancia y la juventud que se les arrebató, por la soledad en la que obligaban a Draco a vivir, por el dolor de su madre, por su hermano muerto.

Casi, en su ingenuidad borracha, pensó que tres botellas podrían reducirse a dos y luego a una, conforme pasara el tiempo y los horribles recuerdos se desdibujaran.


abril, 2000

Pero el alcohol dejó de ser suficiente aquella noche que entró a trompicones a su habitación y la encontró sentada en su cama después de una horrible misión donde habían perdido a Ted Tonks.

Y entonces la guerra, lo perdido y lo obtenido cayó sobre sus hombros sin previo aviso, asfixiándolo, mientras la veía darle una sonrisa tentativa con su cabello trenzado y una enorme camisa deslizándose por su hombro; su vieja camisa de quidditch, si tenía que ser preciso y nada más.

El aire abandonó sus pulmones mientras ella permanecía estática en su sitio, mirándolo con sus enormes ojos castaños.

—Hola, Draco.

Había tantas cosas que quería decirle, tantas otras que podría gritarle, incluso una maldición o dos, y muchas más que sólo lograrían romper los objetos a su alrededor, pero Draco hacía mucho tiempo que había perdido su voz.

—Sé que esto es abrupto —dijo ella poniéndose de pie y paseando por la habitación como si no estuviese vistiendo una sola camisa y bragas—, pero... necesitamos tu ayuda.

Se dio la vuelta para salir huyendo, pero ella fue más rápida en arrinconarlo y de pronto, se estaban besando y él la tenía presionada contra la puerta, con las piernas enredadas en su cintura y sus bocas luchando su propia batalla personal mientras tiraban de sus ropas y caían en la cama.

—¿Tienes tu sello familiar?

Asintió y se distrajo cuando las manos de ella tiraron de su bragueta y apenas tuvo tiempo de admirarla en su antigua camisa antes de que sus bocas volvieran a chocar.

—¿Nos ayudarás a entrar a Gringotts? —susurró Hermione mientras dejaba que sus dedos se deslizaran por el borde de sus bragas.

Dio un cabezazo mientras ella se abría más para él y se estiraba para acariciarlo.

—Tenemos que robar algo de la bóveda de los Lestrange y eres el único familiar cercano, lo he comprobado.

Draco se congeló.

Hubo un ruido fuera de la habitación y la realidad cayó mientras se ponía de pie; sólo fue un medio más para que ella obtuviera lo que deseaba.

Como lo fue para todos los demás.

Milagrosamente, el poder de hablar regresó a él.

—Vete a la mierda.

Aturdido, salió sin mirar atrás y chocó contra Potter en su afán por huir lo más lejos posible.

—¿Y bien? —espetó Weasley.

Draco parpadeó, confundido y con una creciente sensación de haber sido usado que lo asqueaba. Quiso vomitar, emborracharse, enfurecerse, llorar mientras sus manos quemaban por la calidez de su piel, por el vacío que ella llenó con un simple beso.

—¿Nos ayudarás? —preguntó Potter, empujando ligeramente a Weasley detrás. Sus idiotas ojos verdes lo perforaron y Draco se aclaró la garganta.

—¿De qué hablas?

—No te hagas el chistoso con nosotros, Malfoy —chilló Weasley—, te vimos salir de la habitación de Hermione.

Draco se recostó en la pared y asintió, de pronto la ira y la traición fluyeron en su sistema como un segundo combustible que se convirtió en veneno.

—Bueno, no estaba hablando mucho mientras la tenía arrodillada, ¿sabes?

Fue tan fácil evadir el golpe de Weasley mientras la ira fluía en su sistema.

—¿Pensaron que enviando a su puta a MI habitación, los ayudaría con qué? ¿Asaltar una bóveda en Gringotts?

Evadió otro golpe y bostezó mientras petrificaba a Weasley.

—Váyanse a la mierda —siseó, empujando a Potter. Potter sólo lo miró un momento y luego a algo, o alguien, a sus espaldas.

—Dijiste que sería fácil convencerlo.

Draco se rio, hirviendo a fuego lento.

—No me van las mujeres insípidas —sonrió mientras Hermione se interponía entre Potter y él. Todavía llevaba su camisa de Quidditch, pero también jeans y el ácido hizo un hueco en su estómago. Todo el veneno, la ira, la desilusión que acumuló desde que se había marchado, se vertió en esos ojos castaños—. Entiendo que incluso una escoba con patas te parezca deseable después de meses de sequía, Potter. Pero a mí no. —Recordó las noches de extremo frío cuando lo único que pudo mantenerlo sensato fue el recuerdo de ella acurrucada a su lado y se enfureció contra sí mismo por ser tan idiota y blando, por albergar una esperanza infantil—. Me van más las pelirrojas.

Potter y Granger se quedaron estupefactos mientras él se abría camino.

Como último pensamiento, le arrojó su anillo a los pies y se marchó sin mirar atrás.

—Seguramente ya recolectaste mi cabello en caso de que dijera que no. No me sorprendería de ti, Granger.


mayo, 2000

Los tres irrumpieron en Gringotts, se perdió los detalles mientras se preparaba junto a todos los demás para recuperar Hogwarts, como los peatones que eran.

El sentimiento de entumecimiento prevaleció desde que Granger se marchó. Era curiosa la manera en que veía el mundo como si fuera sólo un espectador cuando entraron a Hogwarts y todo se puso de cabeza.

No hubo sensación de éxito mientras tomaban a los niños pequeños y evacuaban el castillo, su garganta quemó anhelando alcohol mientras la chica Brown se desangraba en los brazos de una gemela Patil. Ansió una botella entera cuando Tonks y Lupin morían poéticamente uno al lado del otro.

El entumecimiento gélido lo mantuvo adormilado pero funcional cuando tomó a Blaise y lo empujó lejos del cuerpo inerte de Millicent antes que los inferis la arrastraran al lago negro. Apenas suspiró de alivio mientras empujaban juntos a Rabastan y Rodolphus varios pisos debajo.

Su varita nunca dudó, aunque sus manos se sentían frías y su pecho estaba vacío.

Ni siquiera cuando Potter parecía muerto, dejó que sus sentidos lo aturdieran. Había tomado a Ginny del codo y la mantuvo de pie sin titubear. No se disculpó con Goldstein cuando pasó sus manos por su brazo roto, encajándolo en su lugar de un golpe.

Sus manos estaban cubiertas de sangre cuando fue derribado por una dolorosa maldición que deshizo los huesos de su mano derecha. No se pudo defender cuando Dolohov lo empujó de rodillas y lo mantuvo en su sitio mientras Bellatrix torturaba a Granger.

Weasley estaba sangrando demasiado, Potter no estaba a la vista y Draco sentía cómo un ácido lo carcomía desde lo profundo de sus órganos mientras Bellatrix empujaba una y otra vez a Granger contra el suelo.

Draco gritó, luchó, fue golpeado, sometido, empujado lejos mientras Granger gritaba y Weasley se desangraba a su lado.

Moody le había dicho en una ocasión que era el soldado ideal; le habían robado su libre albedrío, las posesiones de su familia, su casa ancestral, sus seres amados. Ninguno se detuvo, del bando que fuera, mientras le arrebataban y lo empujaban a su conveniencia. Nadie le dedicó dos pensamientos mientras lo convertían en un huérfano que no tenía nada que ganar, pero tampoco nada que perder.

Pero todos se equivocaron, porque mientras Granger gritaba y se retorcía, él sintió que le estaban arrebatando lo último que podían quitarle; una ínfima esperanza de ganar.

Entonces hubo un estruendo y Molly Weasley gritó y se enfrentó a Bellatrix, borrándole esa insidiosa sonrisa de suficiencia. La mujer que le había tejido sinnúmero de jerseys cuando lo vio temblando de frío en una esquina cuando el alcohol se terminó, los defendió como si fueran sus propios hijos. Luchó con absoluta fiereza, blandiendo su varita una y otra vez, poniéndose de pie y gritando mientras Bellatrix atacaba.

—¡Ellos no, perra! —Y con eso, Bellatrix cayó.

De algún lugar, como un deux machina, Potter había vencido a Voldemort y así como un día empezó la guerra, terminó.

Pero no había triunfo, ninguna sensación pletórica en su pecho mientras se dejaba caer exhausto contra una pared.

Todos se abrazaban y reían, alguien comenzó a tocar una melodía, alguna gesta sobre Potter. Otros lloraron, otros rieron y muchos más se mantuvieron apenas de pie.

El amanecer llegó y un nuevo mundo con él. A lo lejos, vio cómo Weasley ayudaba a ponerse de pie a Granger. Abrazaron a Potter, rieron, lloraron, volvieron a reír.

Se sentía como volver a respirar después de haber pasado mucho tiempo debajo del agua. Molly estaba abrazando a su esposo y alguno otro de sus muchos hijos. Las hermanas Patil lloraban junto a la profesora Trelawney. Pansy se aferraba a Longbottom como si la vida le fuese en ello. Ginny corrió a Potter y lo alejó de sus amigos.

Entonces Granger lo encontró entre la multitud. Apenas una sonrisa tentativa, llena de dolor, se veía horrible con su ropa destrozada y la varita en su mano, pero a él nunca le pareció más como una diosa. Ella se encogió de hombros, Draco intentó hacer lo mismo, pero pronto su atención fue capitalizada por un ensangrentado Weasley, quien la giró y la besó en medio del Gran Vestíbulo.

Draco se puso de pie y dio la media vuelta. Se estrelló contra una armadura en su prisa por correr. Alguien lo llamó pero él no se giró. Le robó un vial de crecehuesos a Pomfrey y se desapareció, apenas tuvo tiempo de tomar su mochila de Grimmauld Place antes de huir.

La guerra se acabó, los mortífagos se rindieron, el polvo se asentó y Draco nunca tuvo más la sensación de asfixia que en ese momento.


diciembre, 2001

Así que no, todavía no era demasiado pronto para regresar, se dijo Draco mientras miraba la botella de alcohol en sus manos y una bolsa con drogas muggles.

Puede que al principio podía sobrevivir con alcohol, pero con la guerra finalizada, el horror no sólo lo acechaba en la noche.

Una lechuza tocó a su ventana. Con dedos temblorosos, recibió un paquete muy familiar.

Porque de nuevo, era navidad.


¡Hola! ¡Gracias por leer!

Tenía mucho tiempo pensando en un Draco oscuro y triste, lo sé, todos dicen, pero es una historia tardía de navidad, ¿cómo puedes ser tan cruel? Bueno... ¿por que técnicamente ya no es Navidad?

*Se va*