Hola, hola, creo que... Creo que voy a hacer otro lemon. Sí, de este fic... Porque, pues, ¿Por qué no?

Sirve que práctico más XD

Resúmen: Te seré honesto, Lisa, no hay resumen.


La anciana fue recolectando las hierbas, mirando de reojo a la chica frente al mostrador. Se veía joven, edad casadera, buenas caderas para tener hijos, pero lo que más llamaba su atención, era que no llevaba el cabello como una mujer casada. Lo que apuntaba a dos cosas: esto era un encargo, o ella no era... Una chica decente.

Tampoco es que le importara demasiado, la chica tenía suficientes monedas para pagarle. Colocó todo en una bolsita de tela y la anudó con un trozo de cuerda, tomó un pergamino y en él empezó a garabatear las instrucciones, igual, dudaba que la chica las necesitara, es decir, seguro que si era de esas damas de la noche ya se las sabía al derecho y al revés. Volvió al mostrador, y arrastró la bolsa hacia adelante; las manos delicadas de la joven la tomaron para después buscar en su bolso las monedas para el pago.

— ¿Son tres monedas, cierto?— se aseguró la rubia, la mujer asintió, todavía mirándola con digo de recelo, Astrid sabía bien porque. Esas miradas habían aparecido conforme estos dos años pasaban, puede que vivir con Hiccup sea sigo parecido a un matrimonio, sin embargo, por mucho que se le pareciera, no lo era, por lo que ella no tenía que cambiar nada.

Pagó, depositando las monedas en la mano de la anciana. Ni bien estás cayeron, con la otra mano la mujer jaló su brazo para ver mejor la piel de este, Astrid soltó una exclamación, molesta por él atrevimiento; la anciana observó entonces, las marcas de mordidas y otras marcas rojizas.

Astrid sintió las mejillas arder. Ah, eso. Sí, a Hiccup le gustaba morderla a veces, nunca le llegaba a abrir la carne, era muy cuidadoso en ese aspecto, y siempre preguntaba antes de hacerlo... Si es que recuperaba el juicio a tiempo, cosa que pasaba la mayoría de las veces. Le explicó que, las marcas en los dragones eran importantes, alejaban a los enemigos o a pretendientes indeseables; Astrid no creía que fuera muy efectivo en los humanos, pero era placentero que él las hiciera. Le gustaba mirarlas de vez en cuando y recordar cómo se las había hecho. Siempre iba a negarlo, nunca iba a admitirlo en voz alta, ni aunque Hiccup se lo preguntara, no iba a decir que adoraba su posesividad... Por lo menos, en ese sentido.

La mujer examinaba las marcas. Había algo raro en ellas, los dientes parecían de un humano, ¿Qué clase de sujeto mordía? ¿Qué tan lujurioso y pecaminoso tenía que ser ese hombre como para tratar de comerse a esa joven? Porque eso parecía, que había intentado comérsela.

—¿Me devuelve mi brazo?— Astrid se apartó con brusquedad.— Gracias.— dijo de forma sarcástica antes de tomar la bolsa de hierbas y hacer un amago de irse.

— Kannibal!*— gritó la anciana mientras Astrid se alejaba.— Pass på!

Sí, sí. Ella no necesitaba cuidarse, con Hiccup cubriéndole las espaldas y con su hacha sobre su hombro, realmente no había nada que pudiera hacerle daño. Y no, Hiccup no era un caníbal. Por lo que siguió su camino sin mirar por encima del hombro; pasó por algunos puestos, viendo si valía la pena conseguir algunas cosas extra, como manteca o frutas que no había en el bosque de Berk. Compró algunas cosas. Lo bueno del Mercado del Norte era que nadie la reconocía, bajar a Berk es arriesgado, especialmente porque todos la daban por muerta, o eso creía... Igual no es como que quisiera volver.

Lo malo, eran los ladrones y los abusivos, quienes, al ver una mujer sola, caminando hacia el bosque, veían un blanco fácil. No sabían que, de hecho, Astrid era el blanco más difícil de toda la isla, tanto por el hacha que llevaba en la espalda como por el Furia Nocturna que la estaba esperando. Así que, tomándola desprevenida, la atacaron por la espalda.

Eran tres, Astrid pudo con el que tenía más cerca, sin embargo, el líder, que era el más alto y fornido de la banda, la atrapó en sus brazos. Astrid le golpeó repetidamente en el abdomen con su codo, en un intento de liberarse de su agarre. Viendo que era inútil, se decidió a darle un pisotón tan fuerte, que esperó haberle roto el pie, volvió a tomar su hacha y los amenazó con ella, forcejearon un poco más, hasta que entre los tres lograron tumbarla en el suelo.

Iba a levantarse cuando una de las botas de los hombres presionó contra su pecho, impidiéndole moverse. Bien, tiempo de preocuparse. Le hicieron comentarios asquerosos hasta que, un sonido, parecido a un silbido, los hizo callarse un momento, esperaron a que pasara algo en consecuencia, sin embargo, nada ocurrió en un principio.

Hasta que a uno de ellos, lo golpeó una bola de plasma de color morado, destruyéndole el torso. Los otros hombres se volvieron asustados, viendo al mortífero dragón detrás de ellos; de su hocico manaba humo y sus pupilas, estrechas, viéndose como líneas verticales, les observaba amenazantes. Enseñaba los enormes y afiliados dientes, molesto porque estaban molestando a su pareja. A su Astrid.

Rugió con fuerza antes de correr en su dirección, se abalanzo sobre uno, sus garras clavándose en la piel del ladrón. Rugió de nuevo, antes de morder su cuello y desgarrarlo, acabando con los gritos del sujeto de golpe. Astrid hizo una mueca de asco al sentir unas gotas de sangre del tipo cayendo sobre su cara.

El otro solo corrió despavorido a la aldea, asegurando que Astrid era una bruja. Ella hubiera ido a por él de no ser porque el dragón seguía destrozando el cadáver del hombre, con auténtica injuria. Decidió que ya era suficiente.

— Hiccup, ya está muerto...— avisó, tratando de llamar su atención. Él no se detuvo.— Hiccup, basta, ¡Ya está bien!— se levantó, elevando un poco el tono de voz. Recibió un gruñido en respuesta, Hiccup alzó la cabeza, antes de volver a disparar en dirección al otro hombre, que estaba a punto de perderse entre los árboles. El plasma le golpeó en la cabeza y la reventó como a una uva. Astrid hizo una mueca.

Hiccup volvió a destazar el cadáver con sus dientes.

— ¡DIJE QUE BASTA!— le empujó, este volvió a gruñir, molesto. Se giró, enseñando los dientes, para Astrid, eso no fue para nada aterrador. Le regresó la mirada, con fiereza, retando al enorme dragón frente a ella.— Basta. Ya.— repitió, dando un paso en su dirección.

Al verla, las pupilas del dragón se dilataron; bajó las orejas acercándose, olfateando. Con su hocico recorrió todas las áreas, buscado heridas. — Ya, ya, estoy bien... No tienes que... Ouch...— bueno, en realidad sí le habían hecho un rasguño. En un momento de la pelea, uno de ellos intentó apuñalarla, como ella logró esquivarlo, solo le hizo un corte poco profundo en el costado, cerca de sus costillas. Hiccup resopló.— No es nada, estoy bien...— aseguró, Hiccup se veía sigo molesto.— Me curare en casa, ahora vámonos antes de que nos encuentren aquí.— con digo de pesar, por el dolor, tomó las cosas que se le habían caído y con gracia, se montó sobre el lomo de él. Hiccup soltó aire por la nariz antes de emprender el vuelo de vuelta a Berk.

No volverían a ese lugar en un buen tiempo. Tenían que buscar otro sitio por lo mientras. Astrid examinó su herida estando en el aire, necesitaba estar limpia, tal vez unas cuantas vendas y algo de ungüento para que no pasará a mayores. Su túnica estaba arruinada por la sangre. Hiccup era muy rápido, así que no demoraron demasiado en llegar, él a veces era más rápido estando molesto. Y es que parecía que estaba echando humo por las orejas.

Astrid lo desmontó y caminó de vuelta a la casa. Estaba algo diferente, gracias a ella; había un pequeño huerto a lado, dónde plantaban calabazas y otras verduras, así como un granero (con gallinas que Hiccup había robado y mantenido vivas... Sí, él le seguía robando a los aldeanos de Berk de vez en cuando); sin si quiera mirar de tras de sí, abrió la puerta de la casa en donde había estado viviendo estos últimos dos años. Su interior también cambió, se incorporaron más muebles y una cocina un poco más equipada, un horno y una mesa. La cama, también era más grande, y verla siempre la hacía sonreír, ya que fue lo primero que Hiccup quiso modificar cuando ella accedió a vivir con él.

Él a veces, cuando estaba distraído, lo llamaba "nido". También eso le parecía adorable.

Lo escuchó entrar detrás de ella, ahora, sus pisadas sonaban a las de una bota y una pieza de metal. Astrid buscó las vendas y todo para curarse, sintiendo la mirada de él sobre su espalda.

— Deja de mirarme así, ya te dije que estoy bien.— habló ella, sin voltear a verlo, no mentía, el corte casi no le dolía. Sí, era molesto, son embargo la sangre lo hacía ver más aparatoso de lo que era, en serio.

No lo estás.— contradijo Hiccup en respuesta. Uh, sí que estaba molesto, Astrid casi se lo podía imaginar temblando.— ¡Te hicieron daño!

— No es nada grave.— ahora sí se giró, ya teniendo todo lo que necesitaba. Meditó si era una mejor idea darse un baño y luego curarse, ignorando por completo que Hiccup estaba punto de perder la cabeza.

— ¡Pudo haber sido más grave! ¡No tienes idea de...!— tomó aire, estaba furioso, trataba de calmarse. Astrid se cruzó de brazos.— Ellos no solo iban a robar tus cosas.

Astrid hizo otra mueca.— Lo sé.— y vaya que lo sabía.— Mencionaron algo de eso.

— ¿¡Los oíste también!?— algo que Hiccup también tenía era buen oído. Apretó los puños.— ¡Dioses! ¡Ellos...! ¡Agh!— exclamó, lleno de coraje.

Ellos querían tocarla, querían ultrajarla... ¡A ella! ¡A su pareja! No sin antes herirla, sí, no era tan grave, pero, ¡Por los dioses!

— Hey, está bien. Llegaste a tiempo.— lo tranquilizó.— Gracias.— agregó, Hiccup respiró hondo, observándola fijamente.— Debo empezar a practicar un poco más con el hacha, soy buena en un combate de uno a uno pero...

No. Es mi deber...

— Protegerme, sí, lo sé. Pero va a haber momentos dónde no puedas hacerlo a tiempo o en el que yo estaré sola.— está no era la primera vez que tenían esa conversación.— He vivido sola mucho tiempo, sé cuidarme sola.

— No estás sola ahora.— contradijo, suavizando la expresión. Llevó su mano a la cintura de Astrid, cuidando no tocar la herida. Ella ya no tenía porque estar sola, ni enfrentar a nadie sola, lo tenía a él.— Somos un equipo.— ahora tomó su mano, la llevó hasta sus labios, para depositar un tierno beso en sus dedos.

No le gustaba decir que Astrid era de su propiedad, porque le incomodaba un poco decirlo. Ella no era un objeto, e incluso si ella se lo pidiera, él la dejaría libre, aunque eso fuera a dolerle mucho o si eso llegaba a matarlo de la desesperación.

— Lo sé.— murmuró, antes de darle un beso en su mejilla.— Velo de esta forma, así tú tienes menos trabajo con los ladrones. Tienes mas tiempo de llegar y yo le doy utilidad a mi hacha.— revolvió sus cabellos, poniéndose de puntitas, Hiccup ronroneó de gusto, no quitaba el hecho de que seguía bastante molesto con la situación, por lo que se apartó, mientras mas percibía el olor de su sangre, mas difícil era olvidar lo que había pasado.

— Necesito un momento.— se disculpó, antes de salir de la casa. Astrid negó con la cabeza, sí, tenía que darle unos minutos o se enfadaría tanto que se transformaría en dragón otra vez.


Después de volar un rato, se sintió mejor. Mucho mejor a decir verdad; no le gustaba matar personas, en especial de forma tan horrible, sin embargo, ese sujeto se había pasado de la raya. No era un salvaje, pero había algo en él, todavía primitivo.

No importaba cuanto tratara ocultarlo o de retenerlo, ese algo siempre hacía aparición cuando se trataba de Astrid. Especialmente en días como estos, bueno, semanas como estas, en las que Astrid olía mejor que lo usual, mucho mas intenso; sabía que significaba y lo peligroso que era intentar algo. Bueno, no es que fuera peligroso, sino mas bien...

Ellos jamás habían hablado de tener hijos. Ni ella ni él habían preguntado, Hiccup no lo hacía porque tenía miedo, ¿y si su hijo resultaba ser como él? No quería eso, ¿cómo podría un niño crecer tan aislado de todo? Lo más importante, ¿Astrid quería tener hijos? Ella había mencionado que no quería casarse, y obviamente no se habían casado (¿quién querría casarlos? A Hiccup tratarían de matarlo y a Astrid la condenarían a la hoguera), quizá ella no estaba interesada en eso.

En algún momento iban a tener que hablar de eso. Aunque habían tantos riesgos, tantos puntos en contra, la idea de un bebé no le desagradaba para nada. Le hinchaba el corazón pensar en Astrid, sosteniendo un pequeño bebé, uno suyo. O verla con una barriga...

Tenían que hablar de eso.

Observó de reojo la aldea. Todo estaba más tranquilo, los ataques habían disminuido un poco, aunque todavía le tenían miedo. Seguro que la banda de hombres que querían darle caza se estaba reuniendo en el bar, para después hacer guardia. En vano, porque hoy no iba a haber ataques.

Algunos habían hecho expediciones, sin lograr llegar a su nido. Seguro que ellos seguían buscando a Astrid, se decía por la aldea que ella seguía viva, y el loco sacerdote creía que ahora, la maldición había empeorado. La gente no lo creía tanto, es decir, Hiccup ahora no destrozaba tanto la aldea.

De hecho, después de todo lo que había pasado, solo quería cenar tranquilamente con Astrid, dormir a su lado y listo. Quizá mañana si pueda ver qué conseguía de ese pueblo, no iba a negarlo, era divertido molestarlos a veces, cuando no había heridos y todo eso.

Aterrizó en la casa. Estaba anocheciendo, escuchó el sonido de algunas ollas y cucharas. Oh no, Astrid no debía cocinar por dos motivos: él quería hacerlo y también, porque ella era una terrible cocinera. Todo lo que ella llegaba a cocinar terminaba carbonizado, fuese lo que fuese, carne, pan, pollo, vegetales, un estofado...

Por eso él solía ayudarla, tampoco es que él lo hiciera de maravilla, pero, estando los dos juntos, las cosas salían mucho mejor. Por lo que entró a la casa, por suerte, ella seguía cortando los vegetales, él casi suelta un suspiro de alivio.

No lo hizo porque al tomar aire, captó el aroma de ella. Ahora sin rastros de sangre, si lo analizaba bien, había una nota del ungüento para curaciones mezclado, tenue, pero presente. No ayudaba que estaba usando el vestido blanco con el que la había conocido, el cual ahora ella usaba para dormir; su cabello estaba suelto salvó por la trenza que solía hacerse a media cabeza, para alejar los mechones de su cara, por lo que con cada movimiento, el olor se esparcía, abofeteándolo.

— Estaba pensando, en qué la siguiente vez podrías acompañarme.— Astrid sabía que era él, tanto por el sonido de su pierna al entrar como por el silbido producido por sus alas al sobrevolar y aterrizar.— Ya sé que no te gusta mucho ver gente, pero no tienes que hablarles o algo...—ella sonaba comprensiva, le miró, esperando su respuesta.— ¿Qué tienes? ¿Te atacaron?

Hiccup negó con la cabeza, saliendo de su ensoñación.— No, no, estoy bien.— disimuló, Astrid entrecerró los ojos, con sospecha; Hiccup escapó yendo directo a dónde la olla.— ¿Le pusiste sal, cierto? Estaba en el cuenco de...

— No le puse azúcar, Hiccup.— Astrid rodó los ojos, aunque, solo para asegurarse, volvió la vista al cuenco que había usado. Se veía como sal. Hiccup soltó una carcajada, Astrid le lanzó una zanahoria a la cabeza, para hacerlo callar, cosa que no funcionó porque siguió carcajeándose.

— Me agrada la idea de acompañarte.— La miró, ella se dirigió hasta la repisa de la cocina, donde estaban las otras ollas. El movimiento de sus caderas al caminar era hipnótico, le gustaba el reflejo de la luz con su cabello dorado, Astrid buscó con la mirada la olla que iba a usar.— ¿Crees que la gente lo note?

Antes de contestar, la rubia se puso de puntitas para alcanzar la olla elegida. Esto fue tortuoso para él, ya que su vestido se elevó unos cuantos centímetros, exponiendo un poco más la piel de sus muslos.

— Si no le gruñes a los demás, tal vez no.— Dioses, ahora un tirante estaba algo caído.

Astrid llevó todo lo que había cortado para lavarlo, apenas jaló la palanca para liberar el agua, Hiccup la atrapó del brazo y después de jalarla hacia él, le robó un beso. Riendo, le correspondió, hasta que se dió cuenta de lo profundo que era cada vez más, o del como apretaba sus caderas.

Ah, ya sabía que estaba pasando.

No, no lo dejaría hacerlo tan fácil. Por lo que, con suavidad, se alejó de él, susurrando que parara un poco, Hiccup la obedeció un poco a regañadientes, sin esperar que ella se liberara de su agarre, tomar las verduras, y correr con ellas hasta donde estaba la olla.

Una vez las puso ahí, miró por unos instantes al joven frente a ella, que sonreía, y al mismo tiempo, vigilaba todos sus movimientos. Tembló al verla morder su labio inferior, de forma traviesa, como si se burlara de él de forma cruel, dió dos pasos atrás, marcando aún más distancia. Lo vio apretar los puños.

— ¿En serio?— preguntó Astrid, su voz sonando con sorna.— ¿Justo ahora?

Ven aquí.— ordenó, su voz ronca viniendo directamente de su pecho. Astrid ensanchó su sonrisa, negando con la cabeza.

— Oh, ¿Y si no quiero? — lo retó. Hiccup no pudo evitar sonreír, ella siempre era así, jugaba con su instinto a su antojo. A primera vista, parecía que él era quien llevaba las riendas, sin embargo, era ella quien decidía al final.

Y adoraba eso.

Ven.— repitió. No sabía porque su voz demandante no hacía efecto en Astrid, tampoco le importaba. O quizá sí producía algún efecto... Distinto.

Ella negó con la cabeza, juguetona.— ¿Qué? ¿Vas a obligarme?

La imagen que se proyectó en su cabeza lo hizo alterar su respiración. Bastaba un salto, uno no muy grande para lograr derribarla, su fuerza lo ayudaría a inmovilizarla, la quietud del bosque escucharía sus gritos, sus súplicas... Bastaba un simple manotazo para romper ese maldito vestido, para romper su ropa interior, para obligarla a obedecer...

Tengo qué.— aseguró, como si fuera un hecho. La risa de la rubia se escuchó por todo el lugar.

— ¿Ah sí?— se mofo, luego se alejó otro poco, negando con la cabeza. — Bueno, entonces atrápame si puedes.— y echó a correr de nuevo. Está vez con Hiccup detrás, siguiéndole el juego.

En sí, él era más rápido que ella, sin embargo, le agradaba la idea de perseguirla un rato. Claro, en el bosque era más divertido que en la pequeña casa, así Astrid tenía más chance de escapar, de esconderse, de disfrutar de su poder.

Hasta que él la atrapaba. Aunque ella seguía teniendo el control, se dejaba hacer, pero nunca dejaba que el hiciera algo que a ella no la hiciera sentir segura. Él solo llegaba hasta ella y pescándola de la cintura, la tacleaba para repartirle cientos de besos en su cuello, en sus mejillas y más allá.

Ella también sabía que estaba pasando esta semana, con todos esos bochornos incómodos que venían dos semanas después de su luna de sangre. Lo había notado en el tiempo en el que había vivido ahí, notando que, días como estos, con solo olerla, Hiccup se volvía loco por ella. Le hacía gracia, le gustaba también. Y lo resentía siempre por las mañanas, cuando sentía las piernas de gelatina, así como un dolor característico en las caderas. Lo notaba en el espejo, cuando veía las marcas en su piel, tanto de sus dedos como de sus dientes, a veces rasguños, moretones...

O restos de hojas en su cabello cuando pasaba en el bosque. A veces, también al ver su ropa hecha jirones.

¡La atrapó! De alguna forma logró aprisionarla con sus manos en su cintura mientras la apoyaba contra la mesa. El choque la hizo temblar un poco, tambaleando el cuchillo de vegetales y uno de los platos en la superficie de la mesa; Astrid gimió al sentirlo tan ansioso. Seguro que no solo se debía a su olor, sino a su extraño ataque de celos combinado su preocupación de esta tarde.

No estaba equivocada. Gruñó con fuerza contra su oído, reconociendo su victoria.— Te tengo.— dijo seductoramente. Astrid fingió que suspiraba con derrota.

— Sí, me tienes.— observó que las manos de él subían poco a poco, hasta situarse cada una sobre sus pechos, apretando ligeramente por encima de la tela.— Estoy atrapada.— avisó, colocó sus manos en la superficie de la mesa, para separarse un poco del filo de la madera. Hiccup la estaba aprisionando con tanta fuerza que empezaba a doler un poco, fue ahí cuando pensó en su herida, la cual dió aviso que seguía existiendo con una punzada de dolor. Ah, cierto.— Auch, cuidado, cuidado...— advirtió, señalando en dónde estaba la herida, así como la venda que cruzaba por su abdomen.

Hiccup bajó una de sus manos, con suavidad recorrió su abdomen por encima de la tela, se detuvo cuando sintió que la piel se interrumpía y se reemplazaba por gasa. La sangre en sus venas hirvió ahora de diferente forma, se mezcló con su excitación, estaba molesto, no con ella, sino con quienes le habían hecho eso. Para tranquilizarse, atacó su cuello, besándolo con fervor sin importarle el hecho de besar su cabello.

Astrid fue la que apartó su cabello y la que ladeó un poco la cabeza, para darle mejor acceso. Su aliento le daba cosquillas y aportaba a su sensibilidad, haciéndola suspirar, él pasó sus labios por su nuca, besando suavemente su marca: un círculo hecho con marcas de dientes ya blanquecinas que cuadraba perfectamente con la mordida de Hiccup. La sintió retorcerse y tratando de liberarse de su agarre, por lo que afianzó sus manos en sus pechos, así como empujando su cadera contra el pequeño cuerpo de Astrid. Ella se quejó, el empuje le había hecho llevar su cuerpo un poco más hacia adelante, tuvo que modificar la ubicación de sus manos para no darse de bruces con la mesa.

Sí, estaba atrapada. Con Hiccup era muy fácil verse vulnerable, abandonarse a su merced; no hubiera podido imaginarlo con nadie más. Antes de que ella lo encontrara, Astrid no planeaba estar con nadie por el resto de su vida, es decir, prácticamente había estado sola toda su vida, nadie la cuidó, al contrario, ella tuvo que cuidar a su tío hasta que murió. Le tomó por sorpresa que Hiccup le cuidara la noche en la que se conocieron, sin esperar nada a cambio; incluso después, cuando ella decidió quedarse con él, Hiccup seguía cuidándola, no de forma enfermiza tal y como ella esperaba, sino de forma sana, sin esperar nada a cambio, sin portarse agresivo.

Nadie la había tratado con tanta amabilidad, ni con tanto respeto. Hiccup jamás la había mirado con lastima, respetaba mucho su espacio, aunque claro, al principio fue difícil el vivir juntos. Al principio a Hiccup se le dificultaba un poco el comunicarse, no estaba muy acostumbrado a hablar con alguien, Astrid también en un principio le costó adaptarse a la manera rústica con la que vivía Hiccup, debía caminar un poco más para traer agua, y le desagradaba la idea de tener que ordenar la casa sola, siendo que ambos vivían en ella. Al final, llegaron a un acuerdo; y no solo eso, también tuvieron que conocerse mejor, hubo noches enteras en los que no paraban de hablar, ambos hablando sobre sus vidas.

A Astrid le parecía que su vida era sumamente aburrida, pero la de Hiccup... ¡Vaya! Él había visto tantas cosas y se había enfrentado a tantas otras, que a veces sentía un poco de envidia, también un poco de tristeza; Hiccup había tenido que abandonar a su aldea casi después de haber sido maldecido. Decía que a veces extrañaba vivir en ella, trabajar como herrero, y también quería volver a ver a su madre. Ella debía estar preocupada, en varias ocasiones había intentado escribirle o volver, solo de visita; Astrid se ofreció a ayudar, ella podría entregar la carta, tratar de mezclarse en la aldea...

— Huh.— se había reído sin gracia, mirando fijamente al cielo. Era primavera, a pesar de eso, en Berk siempre hacia frío, con él no había problema, pero Astrid tenía una manta encima, así como la ropa del castaño (ya que todavía no conseguían más ropa para ella, y al tratar de robarla, Hiccup descubrió que habían quemado su casa hasta los cimientos). Estaban fuera de la casa, ella junto a él, debía ser de madrugada.

— ¿Qué?— respondió Astrid, arqueando una ceja, intrigada por su expresión.— ¿Te estás burlando?— Hiccup negó con la cabeza, sonriendo

— No, no es eso.— suspiró, para después encogerse de hombros.— Mi madre siempre decía que... Quería que me casara.— oh, Astrid sintió los colores subirle a las mejillas y al cuello.— Seguro que si vas, creerá que nosotros...— vaciló, desviando la mirada.— No importa, es tonto.

Astrid se acercó un poco a él.— No creo que sea tonto.— repuso, acariciando su cabello. Había mechones más cortos que otros, y su cabello estaba revuelto, despeinado siempre, seguro que él había intentado cortar su cabello solo.— Podemos decirle que somos amigos si quieres o...— cielos, su sonrojo aumentó un poco.— Sí, podrías decirle que estamos casados.— de forma distraída, con sus dos manos empezó a trenzar uno de los mechones de su cabello castaño rojizo.

Lo escuchó ronronear. Adoraba el sonido.— Si fuera normal...— murmuró, sonando tranquilo, algo adormilado.— Y si te hubiera conocido... Seguro que te hubiera cortejado.— confesó de forma distraída. El comentario la hizo reír.

— Sí, y yo te hubiera rechazado.— refutó Astrid, terminado la trenza. Empezó a hacer otra. Pensó en los que lo habían intentado y fallado.

— Uhm, tal vez.— aceptó Hiccup. Sí, Astrid hubiera estado por completo fuera de su alcance. Una chica como ella no aceptaría a casarse con un simple herrero.— Pero no me hubiera rendido... Tal vez hubiera hecho un anillo para ti, o un hacha, porque, te gustan más las hachas.— lo reconfortó el sonido de su risa, pasó un brazo por debajo de Astrid, para abrazarla.— ¿Me hubieras dicho que sí con eso?

— Quizá, depende de que tan bien la hicieras.— le dió un beso en la mejilla.

Un sonido la hizo saltar. Un sonido un tanto agudo, que indicaba que algo se estaba rasgando; bajó la mirada para ver cómo Hiccup estaba tratando de romper su vestido. Le dió un manotazo.

— ¡No!— jadeó. Seguro que su golpe no le había hecho ni cosquillas.— No lo rompas.— lo regañó. Hiccup gruñó, no podía verlo, sin embargo, seguramente estaba sonriendo; viendo la negativa de la rubia, optó por mejor bajar los tirantes de su vestido, besando sus hombros en el proceso, su espalda, inhalando su aroma, anhelando su piel, suave, tersa, cubierta por una fina capa de sudor. Le hacía cosquillas, la hacía estremecerse, y no podía estar más contento, más satisfecho...

Después de dos años, no podía creer todavía que ella seguía junto a él, que la tenía en sus brazos. Sin avisar, tomó la mandíbula de la rubia, de forma gentil, le hizo girar la cabeza para darle un beso; ella le respondió de inmediato, gustosa, él le permitió girarse un poco, para que ella se sintiera un poco más cómoda.

Astrid sintió el tacto de sus manos ahora bajando por sus caderas, buscando el largo de su vestido. Ella intentó hacerle más difícil su tarea, moviéndose de lado a otro, dando manotazos, hasta que él dejó de seguirle el juego, y le atrapó las muñecas.

Quieta.— ordenó en su oído. Volvió a su tarea, sintió frustración cuando vio su ropa interior. ¿Qué tan importante era esto? No lo era para nada, al contrario, estaba estorbando, aunque ella podía enfadarse...

Astrid abrió los ojos con sorpresa cuando escuchó la tela romperse. Rompió la prenda con una facilidad abrumadora, vio los restos volar lejos.

— ¡Oye!— le llamó la atención. Hiccup respondió con un beso en su hombro, a modo de disculpa; quiso enojarse, pero no pudo. El gesto le había gustado, sorpresivamente, le había encantado, además, ya vería como vengarse. Tal vez lo obligaría a dormir en el granero la siguiente noche o fuera de la casa.

Por ahora, esto estaba bien. Muy bien. Tembló, estaba expuesta ahora, buscó a qué aferrarse cuando sintió uno de sus dedos deslizarse en su intimidad.

Alguien está ansiosa. Pensó al notarla tan húmeda, tan sensible...

Dios, vino a su mente el tema de los hijos, podría ser tan fácil, podrían empezar a intentarlo, en especial ahora que ella estaba tan lista, tan vulnerable...

— Quiero que intentemos tener un bebé.— confesó casi sin pensar.

La frase dejó a Astrid fría, la hizo parpadear un poco, las nubes de excitación en sus ojos se despejaron un poco, devolviéndola a la realidad. Se giró, las mejillas un poco más rojas de lo que estaban antes.

— ¿Qué?— exclamó. Hiccup viendo su error, negó, haciendo ademanes con sus brazos y con la cabeza.

— ¡No, no! ¡Olvida lo que dije!— se sintió sonrojar, había arruinado el momento, diablos. Ella le miraba fijamente, lo peor es que él no sabía que era lo que trataba de expresar su gesto.— Yo... Lo siento, no hablaba en serio, es decir, bueno, tal vez, quizá sería lindo tener un bebé, lo he estado pensando estos días, pero si no quieres está bien, lo entenderé, no quiero forzarte a hacer nada, yo... Entiendo si no...

— Hiccup...

— Digo, no sabemos si él podría ser normal, puede que sea igual que yo y eso sería condenarlo...

— Hiccup...

— Y no pude decirlo en un mejor momento, dioses, lo siento mucho...

— ¡Hiccup!— Astrid se incorporó un poco ahora sí llamando su atención. Hiccup dejó de balbucear, está vez guardó silencio, esperando lo peor. Astrid vaciló al ver su cara.— Está bien.— aseguró, sonriendo para sorpresa de Hiccup.— Solo me tomó por sorpresa, es todo.— se encogió de hombros, antes de llevar un mechón detrás de su oreja.— ¿De verdad sientes eso?— cuestionó con suavidad, sonando algo tímida, incluso un poco insegura.

— Ah... Sí.— empezó a juguetear con el cabello largo de la rubia, nervioso.— Pero no es importante, en serio...

— ¿De qué hablas? Claro que es importante.— repuso, Hiccup le permitió girarse para poder verlo de frente, arregló uno de sus tirantes, quizá el que estaba más abajo. Hiccup lamentó eso.— ¿Por qué no me lo dijiste?

— No es...— su mirada se cruzó con la de Astrid, quien exigía un respuesta. Hiccup suspiró.— No quería que te sintieras incómoda o que creyeras que solo te quiero para eso, porque no es así... Además, dijiste que no querías casarte, y seguro que no quieres tener hijos...

— ¿Cómo sabes que no quiero casarme ahora?— respondió cruzándose de brazos, Hiccup la miró sin entender.— Tal vez cambie de opinión, además, no es como si no lo estuviéramos... Es decir, parecemos una pareja casada a este punto.

Un buen ejemplo era lo que estaban haciendo antes de que esto pasara. O el hecho de que llevaban dos años viviendo juntos.

— Yo... Vaya, no lo había pensado.— agregó Astrid, su mirada azul chocando con la de él, como si no supiera que decir.— Puede ser. Jamás me he quedado en cinta en todo este tiempo, no sabemos si él té esté funcionando o...— hasta a ella le impresionaba el hecho de que no le molestaba para nada la idea de formar una familia.— No sé nada de bebés, ni de niños... O de tener una familia, ¿Qué pasa si no soy una buena madre o...?

— ¡Tonterías! Claro que serás una buena madre.— interrumpió Hiccup, tomando su rostro con las manos.— Yo estaré contigo en todo momento, lo haremos juntos.— prometió, mirándola a los ojos.— Solo si tú lo quieres.

Astrid saltó a sus brazos, refugiándose en su pecho.— Podríamos... Empezar a intentarlo.

— ¿Estás segura? No quiero que te sientas presionada por mi...

— No lo haces.— le besó en el ángulo de la mandíbula.— Estoy muy segura de esto.— fue colando sus manos por debajo de la túnica verde de él, con su mirada todavía fija en la de Hiccup.— Noté que tengo puesta menos ropa que tú... Creo que sería justo que te quitarás esto.—tomó el dobladillo de la túnica, haciéndolo reír. — ¿No crees?

— Sí, lo creo.— concordó, la ayudó a retirarse la túnica, exponiendo las cicatrices de su torso. A Astrid le encantaban las cicatrices, lo había descubierto con él, cada una tenía una historia distinta, unas más emocionantes que otras; cuando intentó salir de la aldea la primera vez, hubo un sujeto que le apuñaló diez veces en el torso hasta que su muñeca se rompió. Eso no lo mató, de hecho, él se recuperó casi al instante. Otras eran de dragones, que le atacaron al desconocerlo en su forma humana, algunas quemaduras, de deformaban un poco la piel.

La más triste era la del cuello. Hiccup había intentado suicidarse durante el primer año de la maldición, pero nada parecía funcionar. Era invencible, su piel más dura que la de cualquier persona, sus pulmones guardaban litros y litros de aire, por lo que ahogarse o asfixiarse no era una opción.

Con el tiempo, se fue acostumbrando a su nueva realidad, creyó que estaría solo para siempre. Pero no.

Besó cada una de las marcas, con ternura, disfrutando de los gruñidos que lanzaba él de vez en cuando. Su sangre volvió a hervir rápidamente, así como su hambre y deseo por ella, no estaba ayudando que ahora sus labios exploraban la parte baja de su abdomen, no solo besando, sino lamiendo un poco. La enderezó, con un poco de brusquedad, temblando, luego la giró y la apoyó contra la mesa de nuevo. Retomó su tarea, recuperando el control, tomándola de la nuca, manteniéndola fija en la misma posición.

Astrid abrió los labios cuando sintió la longitud de él frotándose entre los labios de su sexo, haciéndola temblar, violentamente, a la expectativa, esperando a que llegara el momento, pero Hiccup se estaba demorando. Estaba yendo muy, muy lento, tortuosamente lento, ¡¿Por qué se demoraba tanto?! ¡¿A qué estaba jugando?!

Intentó mover sus caderas y adelantarlo, Hiccup la frenó, inmovilizándola de nuevo. No, no, no.

Quieta.— repitió, ella se quejó, frustrada.— Shh... Tranquila...— continuó torturándola, aumentando levemente más la velocidad. Antes que eso, necesitaba verla correrse de esta forma, quería ver cómo se arqueaba su espalda, ver cómo se retorcía en otra perspectiva...

— ¡Hiccup, voy a...! ¡Joder!— le escuchó gritar mientras le daba un puñetazo a la mesa. El acto lo hizo reírse, sin embargo, la llegada del orgasmo de ella lo distrajo un poco, a pesar de la intensidad de este, siguió con su tarea, lento otra vez.— ¡No, no! ¡Por favor...!— suplicó, sin aliento.

Astrid no suplicaba. Por lo menos nunca a otra persona que no fuera él.

¿Qué es lo que quieres?— le preguntó al oído, Astrid se estremeció de nuevo, se estaba frustrando, no quería jugar ahora.

— Hiccup...— siseó, negando con la cabeza.— Por favor...

Dilo.— insistió, afirmó su agarre, mientras que alentó el ritmo una vez más, ella chilló.— Dime que quieres y lo haré.— dijo con voz aterciopelada.

Vamos, sabes que quiero oírte.

Ella gimió, desesperada, ansiosa. Sopló un mechón de cabello que se estaba interponiendo en su visión y en su boca, sintió sus mejillas picarle, como si pequeños alfileres se clavaran en ellas, no solo eso, Hiccup también acariciaba sus muslos y su trasero, la sensación de sus dedos en su piel eran como pequeñas descargas eléctricas, nublando su juicio, dificultando su habilidad para hablar.

Él no podía ser tan cruel... ¿Verdad?

— Quiero que lo digas. Dilo.

— Quiero...— balbuceó, tragando saliva, tal vez si él paraba un poco la tarea sería un poco más fácil, tomó aire, este se sentía extrañamente húmedo. Una de las manos de Hiccup se trasladó a uno de sus pechos, por debajo de su vestido, jugó con su pezón trazando círculos con su pulgar. Diablos.— ¡Basta! ¡No puedo...!— pensar.

— Puedo detenerme aquí, si es lo que quieres.

En realidad no, no podía.

— ¡No!— chilló, negando con la cabeza. Vamos, Astrid, puedes hacerlo.— Quiero que... ¡Mierda! ¡Ah!— iba a lograr que se corriera de nuevo solo tocándola y besando su espalda.— ¡Solo...!— concéntrate, concéntrate...— ¡Fóllame!— ordenó al fin.

¿Cómo no cumplir esa orden?

La obedeció, entrando en ella sin miramientos, fuerte, con un potente movimiento de cadera. Volvió a correrse al sentir la intromisión tan repentina, sentía que las piernas ya no podían sostenerle, eran de gelatina ahora, así como sus brazos, que empezaban a flaquear conforme el nudo debajo de su vientre explotaba con fuerza. Estaba muy sensible, estaba a su total merced, Hiccup en ese momento podía hacer lo que quisiera con ella, no le importaba nada en absoluto, ni la comida, ni su herida, que podía volver a sangrar debido a los enérgicos choques entre sus caderas y la mesa.

Solo le importaba que no se detuviera, que terminara dentro de ella, que le diera un bebé. Sí, era lo que más ansiaba en ese momento, que no se detuviera hasta que logrará dejarla en cinta.

Él pensaba sigo similar, de forma un poco más primitiva, claro. Quería que ella supiera cuánto le amaba, cuánto la adoraba, quería que se diera cuenta de que no necesitaba nada más, no tenía porque volver ni buscar a alguien más. Y aunque lo hiciera, no podría escapar de él jamás, era de él, era su tesoro más preciado, su Astrid.

No necesitaba ninguna estúpida ceremonia religiosa para confirmarlo. Solo ver sus marcas, escuchar sus gemidos, sus gritos, el suave y dulce néctar de su piel, lo confirmaba. Muy pronto, también su vientre hinchado, así como su primogénito lo confirmarían. No le importaba por quién tenía que pasar o cuenta piel desgarraría, ella se conservaría suya para siempre.

Y él sería suyo, también para siempre.

Ansioso por llegar todavía más profundo, tomó una de las largas piernas de la joven y la levantó hasta llegar a la superficie de la mesa. Astrid sentía que ya estaba prácticamente acostada sobre está, balanceándose de atrás hacia adelante, casi babeando de gusto, susurrando incoherencias, pidiéndole más, rogando por más, clamando también, su amor por él.

Hubo un momento en el que, Hiccup para levantarla un poco, la tomó del cuello, usándolo de apoyo para seguir marcando sus estocadas. Por un momento Astrid pensó en lo mucho que dolería su cadera y sexo por la mañana, podría aprovechar eso y pedirle él que la llevará a todos lados en brazos o sobre su espalda.

— Estás... Muy adentro...— gimió, su único pie en el suelo de puso de puntitas cuando lo sintió volver a entrar.—... tan bien...— murmuró, ya fuera de sí.

Está muy húmeda... Muy caliente... Tan estrecha... Se relamió, mordiendo y besando los hombros de la rubia.— Voy a darte un bebé.—le aviso en su oído, derritiéndola en el proceso.— ¿Quieres eso, verdad?— vio a Astrid asentir.— Dilo.

— Lo quiero...— jadeó.

Rugió cuando llegó al clímax, ella tembló antes de reventar también, sin poder emitir sonido más que un prolongado jadeo ahogado. Astrid sacudió su cuerpo sin control, debido a las descargas eléctricas que estaba sintiendo producto de su orgasmo, por lo que él tuvo que retenerla con fuerza para que no se escapara de recibir toda su semilla.

Suspiró exhausta, sentía gotas se sudor por todo su cuerpo, la garganta un poco seca, espasmos recorrer su cuerpo de forma espontanea. La había dejado agotada otra vez, apenas con la capacidad de pensar; sentía que su cerebro estaba frito, intentó volver a apoyar las manos para enderezarse un poco, pero sus brazos no le respondían de forma inmediata. Trató de intentarlo de nuevo hasta que la sensación de vacío cuando él abandonó su interior, la hizo quejarse un poco.

A pesar de sentirse sin fuerzas, sentía que podía con más. Necesitaba un poco mas. Iba a tratar de decirlo en voz baja, hasta que un olor a quemado llegó a su nariz. Oh

Oh, cierto.

— ¡La cena!— exclamaron los dos al mismo tiempo. Hiccup fue el que corrió hasta las brasas, para revisar la comida. Astrid soltó una carcajada, ¿cómo pudieron olvidarlo?

Hiccup tomó una cuchara, observó que no todo estaba perdido, empezaba a quemarse la carne y un poco de las verduras. Se había acabado el agua, por lo que vendría bien ponerle un poco mas, aliviado, también comenzó a reír, negando con la cabeza. Por lo menos ambos lo habían recordado a tiempo, o haber robado todo eso no hubiera valido para nada... aunque, él no se arrepentía del hecho.

— Está bien, se puede salvar.— avisó el castaño, yendo por agua.— Solo se quemó un poco.— añadió, sin voltear a la mesa.— Lo siento, no recordaba esto.— se rió, negando con la cabeza.— ¿Tienes hambre? Quizá esto ya no sea caldo, puede ser un, ah...— ahora sí se giró, ahora viendo a Astrid en una posición diferente. Se encontraba sentada sobre la mesa, las piernas ligeramente abiertas y el vestido ya deslizado hasta la mitad de su cintura, le sonreía mordiendo su labio inferior, todavía respirando de forma errática. Hiccup sonrió con ternura, ladeó la cabeza, ella no tenía ni idea de lo hermosa que se veía.— Estofado.— terminó la frase, Astrid se inclinó un poco hacia atrás, apoyando las manos en la mesa, exponiendo más su torso hacía él.— ¿No tienes hambre, cierto?— preguntó en broma, riendo, Astrid negó con la cabeza.

— No.— respondió, juguetona, Hiccup volvió la vista a la olla, para apartarla del fuego.

— Deberías comer algo.— insistió. Él podía estar sin comida un poco mas de tiempo, pero ella era un humano común, por muy resistente que fuera la chica.— Llevas un poco de tiempo sin comer.

Astrid volvió a negar con la cabeza.— Soy una chica fuerte.— aseguró con voz suave, le hizo una seña con la mano para que se acercara.— Vamos, ven aquí.— ordenó con voz seductora.— Quiero seguir intentando.

— ¿Estás segura?— se acercó, siguiéndole el juego. Astrid asintió.

— Muy segura.— respondió, su respiración y su pulso volvió a agitarse un poco ahora que lo tenía justo frente a ella. A pesar de sentir la adrenalina reventando sus venas, sus manos no temblaban, por lo menos no de forma perceptible, por lo que de forma segura, fueron directo a su erección. Recibió un gruñido de satisfacción como respuesta.— Tratemos de nuevo...— susurró, los ojos azules oscurecidos.

Le pareció más que tentador, tierno. Aunque eso podía cambiar en cualquier momento, ya que el tacto de sus manos pequeñas lo estaba distrayendo un poco. Suspiró a la par que le daba un beso en la frente, luego en la nariz, por los pómulos y finalizó en su boca. En un principio iba a ser un beso casto, Astrid lo atrapó del cuello y lo atrajó aún más contra sí, regresándole el beso con hambre.

Introdujo su lengua en la boca del castaño, con su mano acariciando la mejilla repleta de pecas, atrapó su cintura con sus piernas, fue tirando de él hacía atrás. Hiccup la tomó de la cintura, no, necesitaban un poco más de espacio, además, quería que ella estuviera cómoda. Había sido un bruto hace un rato, un salvaje, seguro que ella quería ir más despacio está vez.

O no, porque insistía en bajarle los pantalones. Rió entre el beso, negó con la cabeza y se separó de ella.

— Hey, tranquila.— no le hizo caso. Astrid fue directo a su cuello, para besarlo, desde la mandíbula hasta los inicios de las clavículas. La piel de Hiccup era extrañamente áspera, como si naturalmente fuera seca, tal y como lo es la piel de dragón, su aroma era como el bosque en medio de un incendio, no sabía porque le parecía tan adictivo, pero lo adoraba. Con el tiempo, descubrió que el punto débil en su cuello era justo en la yugular, justo donde se sentía su pulso golpear las venas con demasiada fuerza.

Retomó el sobeteo en sus pantalones, alternándolo con mordidas, que se sentían mucho menos fuertes y delicadas que las de él, con una posesividad que no se comparaba con la suya, pero que le gustaba demasiado. Aún así, nuevamente, pensó que ese no era el lugar, las mesas podían ser incómodas.

La empujó con un poco de fuerza, Astrid le miró algo confundida, ¿Había hecho algo mal? ¿Lo asustó? Él no se veía incómodo, al contrario, ¿Entonces por qué...?

La tomó de la cintura antes de cargarla por encima del hombro.— Puedo caminar.— le recordó mientras Hiccup caminaba hasta la cama, él soltó una carcajada.

— ¿Ah sí?— se burló. Astrid le golpeó en los omóplatos, con su puño cerrado, a modo de venganza.— Auch, supongo.

— Cállate. Sabes que detesto que me cargues así.— se quejó.

— Solo buscaba ayudar.— se encogió de hombros, antes de dejarla sobre la cama con suavidad. Le dió un beso en la mejilla, con ternura. Se fijó que el vestido había desaparecido en el camino, ella le empujó con brusquedad.— ¿Qué?

— No tan rápido.— ella tenía que aprovechar que él estaba más consciente ahora. Sonrió de forma traviesa, Hiccup quedó a la expectativa, mirándola con curiosidad.— Quiero ir arriba.— pidió.

— ¿Arriba?— no entendió la pregunta, señaló hacia arriba, ¿Quería que fueran al techo?

Astrid se rió con ganas. — No, tonto.— se apoyó con las manos para elevar el torso — Arriba de ti.— agregó, las mejillas un poco enrojecidas por la confesión. Hiccup asintió lentamente, oh, bueno, eso tenía sentido. Aunque la idea del techo no se le hacía tan mal, podrían intentarlo alguna vez.— Bobo.— le jaló el cabello a modo de regaño.

— No puedo pensar con claridad cuando estás así.— le besó entre los pechos. No les había dado la atención debida en todo este tiempo, tenía que arreglar eso. Su olor golpeaba un poco más fuerte justo en ese punto.

—... Lo notó.— gimió, acariciando su cabello, con mimo.— ¿Entonces, que dices sobre...? ¡Oh!— la giró con rapidez para que así él quedará debajo y ella sobre él. A veces le costaba un poco acostumbrarse a su fuerza o a su rapidez.

La sentó en su regazo, Astrid gimió al sentir su longitud contra el interior de uno de sus muslos; le miró deslizar sus pantalones y sintió que su cara se hinchaba un poco. Fuera de toda la coraza que Astrid tenía, así como algo de la experiencia adquirida en estos dos años, aún se avergonzaba cuando pasaba esto o cuando Hiccup la contemplaba desnuda mucho tiempo. Seguía siendo extraño, se seguía ruborizando por todo, no porque le incomodara, sino por... Bueno, ella tampoco lo entendía.

Fue él el que la ayudó a colocarse donde debía estar, gruñó en voz alta cuando sintió el primer contacto con su húmeda piel. Con fuerza, se clavó en ella, estaba perdiéndose de nuevo, el pulso en sus oídos, martillado, cielos, con esa posición sentía que ella estaba recibiéndolo por completo. La expresión de la rubia no ayudaba en nada, se veía confusa, sorprendida al mismo tiempo satisfecha, vio que las manos de Astrid se posaron en sus hombros, empujándolo hacia atrás, contra la cama. Él le volvió a obedecer, le gustaba la vista desde abajo, una vez la espalda de él se encontró totalmente recostada, Astrid se deshizo del agarre que estaba siendo sometida.

— Quiero hacerlo sola.— susurró con la voz entrecortada. Había una mezcla entre dolor y placer al sentir sus paredes tan estiradas por su nueva y violenta intromisión; le gustaba esa combinación, y no quería perderla, por lo que, usando sus rodillas como apoyo, se impulsó hacia arriba, levemente al principio probando que tan bien le respondían sus piernas (no tan mal), para luego, con algo de ayuda de sus caderas, dejarse caer, sintiéndolo profundo. A un ritmo lento, experimental, con un giro de cadera cada que llegaba a bajo, ya que el espasmo por sentirse llena era incontrolable.

Él por su parte, la admiraba desde abajo; su rostro concentrado, con los ojos cerrados cada que bajaba, balbuceando cosas, el suave balanceo de sus pechos, su aroma, cada vez más fuerte. Escuchaba sus pequeños gritos, sus jadeos, sentía sus paredes internas apretarlo con ansia, con calor, con anhelo, uno más insistente que otros días en los que ella no estaba en esta etapa, en esta especie de celo que lo estaba volviendo loco.

Jugaba con sus pechos, Astrid aceleró un poco el ritmo, y aunque Hiccup veía que ella lo estaba disfrutando de lo lindo, sentía la necesidad de corromper esto, de tomarla de las caderas y ser mucho más agresivo, de partirla en dos, de hacerle gritar, de ver sus piernas temblar con más violencia y sacudirse desesperadas, que el balanceo de su pecho fuera más descontrolado, sus uñas perforando la nívea piel de sus caderas, tomándola como si se tratara de una muñeca.

Sería tan sencillo, incluso podría tomar impulso y levantarse con ella encima, cargarla únicamente con uno de sus brazos, el otro lo colocaría contra la pared, para marcar las embestidas con mayor fuerza. La destrozaría, no se detendría hasta correrse dentro de ella, darle justo lo que quería, si lo que ella deseaba era quedarse en cinta, lo tendría hasta que no pudiera más. La impregnaría de su senescencia, diablos, estaba dispuesto a volar hacia la aldea y follarla ahí mismo, para que con sus sonidos ella dejara en claro que no necesitaba que la rescataran, que estaba bien. Muy bien.

Tenía que contenerse, ese era el momento de Astrid, ella lo quería con ese ritmo lento, pausado, de repente un poco rápido, debido a la emoción. Estaba haciéndolo bien, lo sobrellevaba viéndose un poco desesperado, pero en control a fin de cuentas, cuando de pronto, la escuchó y sintió reventar. Fue ahí donde no pudo más, su instinto no pudo más, él mismo, no pudo evitarlo. Lanzó un sonido gutural antes de volver a atrapar a la rubia por las caderas, usando sus manos como garras. La llevó hacia abajo, acallando sus suspiros con un beso profundo, le mordía los labios, recorría con su lengua toda la boca de su pareja, sin embargo no era suficiente.

Se levantó, ella por inercia se fue hacia atrás, él supo atraparla fácilmente por la cintura, aún sin separarse. Pensó en cumplir su idea, hasta que vió la pared detrás de Astrid, fue así como tuvo una idea mejor, por lo que, inesperadamente, estrelló la espalda de Astrid sin más contra ella.

— ¿Pero qué...? ¡AH!— Astrid sentía que ya era demasiado, estaba adolorida y sensible, un poco mareada, quizá babeando un poco, pero a pesar de ello, seguía siendo placentero, seguía enardeciéndola el saber que él la deseaba tanto, escuchar sus gruñidos casi salvajes ayudaba a desearlo más. Hiccup la tomó de sus muñecas, para después colocar ambas contra la pared,a cada lado de su la cabeza de la rubia, dificultándole moverse.

La acción le pareció todavía más atrayente. Era como su presa, él la estaba devorando sin piedad.

Presa. Le gustaba ese término.

Mía...— gruñía él por lo bajo con cada embestida, jadeando cerca del oído de ella. Lo reafirmaba, su instinto buscaba dejárselo muy en claro

Mía, mía y de nadie más. Lo que más le gustaba de decirlo era obtener una respuesta afirmativa por parte de Astrid, sin aliento, con la mirada en el infinito, ruborizada y con la boca semi abierta, esperando otro beso antes de llegar al clímax y estremecerse, llevándolo al borde, soltando su olor, invitándolo a vaciarse en su muy adolorida cueva. Rogando.

— ¿Es lo que querías?— cuestionó, soltando una de las muñecas de ellos para, tomándola de la barbilla, obligarla a mirarlo. Astrid asintió. Vaya que sí, le encantaba que él la destrozara.— Dilo. Di que querías esto.

Excitada a este nivel, el pudor había bajado la guardia por un momento, así como su orgullo.— Te quería... Te quería muy dentro de mi.— balbuceó, mirándolo fijo a los ojos, como si lo retara.— Porque quiero...— frunció los labios tratando de ahogar un gemido.— Quiero darte un bebé.— aseveró, seductora, apretando los puños, retorciéndose, le pareció verlo apretar los dientes, totalmente concentrado en partirla a la mitad, en destrozarla por completo.— Y yo...— muy bien, lo siguiente necesitaba decirlo, sentía las palabras amontonarse en su garganta, luchando por salir.— Soy tu esposa.— está vez, al oírla, Hiccup la miró de verdad.

La miró a través de sus ojos oscuros y hambrientos. La miró con ternura, sorprendido, incluso un poco halagado por dicha frase. Nunca había dimensionado lo mucho que le gustaba esa frase hasta ahora. Dios, era como música para sus oídos, era escuchar lo mejor del mundo.

Repítelo.— ordenó, más no sonó específicamente como una orden, sino como una petición. Casi pronuncia las palabras "por favor".

Astrid lo hizo.— Soy tu... ¡Ah! Soy tu esposa.— gimió viendo estrellas a este punto, le cegaban la vista, la abrumaban por completo.— Soy tu mujer.— continuó, su voz sin aliento, él aumentando la intensidad conforme ella seguía hablando.— Puedes follarme hasta darme un hijo, porque soy tu mujer.— dejó de hablar porque él la interrumpió con un beso apasionado en los labios, apretando con posesividad su cuello, aplastándola aún más contra la pared, sin importarle si rompía la casa.

Poco le importaba ahora. Le estaba haciendo el amor a su esposa. Si el mundo se derrumbaba, le daba igual.

— Hiccup... Creo que...— sacudió las piernas, lloriqueo de forma aguda, incluso sentía que iba a lagrimear de gusto, arqueó la espalda. Hiccup lo sentía muy bien, ella lo estaba apretando con fuerza, deseosa, en un estado casi tan primitivo como el de él.— ¡Dioses! ¡Solo correte dentro de mí!— gritó en medio de espasmos, sintiéndolo latir, escuchándolo jadear con más fuerza.— Preñame, dame un bebé, por favor...

Bien, entonces tómalo... Rugió de nuevo, sonando como un animal salvaje. Toma, toma, toma... Pensó mientras pintaba las paredes de Astrid de blanco, temblando, un poco exhausto, orgulloso. Cuando recobró la humanidad y el aliento, besó con ternura una de las orejas de la rubia, recibiendo un espasmo en respuesta.

— Te amo.— susurró él, estaba hablando con la verdad y nada más que la verdad. Astrid abrió los ojos perezosamente.

— Yo a ti.— respondió. Tenía todo el cuerpo entumecido, si el llegaba a soltarla, seguro que ni siquiera podía mantenerse en pie; le encantó eso, significaba que la había roto, con un poco de suerte, también había cumplido su cometido de esta noche.

Hiccup la cargó de nuevo, tomándola de la cintura y recostándola en la cama, su cuerpo laxo todavía temblaba un poco con cada roce, no ayudaba que él siguiera dentro de ella, dioses, estaba tan sensible que con solo esos minúsculos movimientos seguro que conseguiría que se corriera de nuevo. Le pareció que lo logró, aunque no estaba segura, sentía que iba a desmayarse o de perder la conciencia, esto preocupó un poco al hombre, quien corrió por algo de agua.

Astrid no estaba preocupada, solo un poco exhausta. Bueno, demasiado exhausta. Y satisfecha, solo quería acurrucarse a su lado y dormir un poco. Se apoyó con los codos para levantar su torso un poco, bebiendo de la taza que Hiccup tenía en las manos. El líquido la hizo sentir mucho mejor, hidrató su garganta, además, con lo frío que estaba, la hizo despertar un poco. No demasiado, claro.

— ¿Mejor?— Hiccup lo preguntó de forma cautelosa, con cariño. Astrid asintió.

— Mejor.— Astrid extendió sus brazos, sonriendo débilmente.— Ven.— Hiccup la obedeció, abrazándola con fuerza.


La misma anciana que le vendía las hierbas pegó su oreja al vientre de Astrid, como si quisiera escuchar sus tripas solo con su oído. Después de eso, se quitó uno de sus collares del cuello, para después balancearlo en el aire, justo frente al estómago de la chica; el hecho de que se estuviera tardando tanto le hacía ponerse un poco más nerviosa.

Sí, Hiccup dijo que ella olía distinto, pero no estaba seguro. Podía tratarse de una falsa alarma, eso podría pasar, le pasaba a varias parejas que lo intentaban. Había escuchado varias historias acerca de eso, no quería pensar en qué era una falsa alarma, sin embargo, si se mentalizaba en ello, quizá la realidad dolería menos, ¿Verdad?

Una vez la anciana terminó, la volvió a mirar de arriba a abajo, con el rostro serio. Eso no era una buena señal.

— ¿Y bien?— la interrogó, sonando más preocupada de lo que le hubiera gustado.

La anciana negó con la cabeza, Astrid sintió un doloroso nudo en la garganta que casi la hace lagrimear. Vaya, no, no iba a llorar con ella, eso sería humillante. Bueno, igual no todo estaba perdido, seguro que ambos podían volver a intentarlo...

Hasta que la mujer le tendió una taza con té caliente. Astrid enarcó la ceja.

— Para el bebé.— habló con acento escandinavo bastante marcado, tanto que apenas y pudo entender las palabras.— Bebe y desaparece.

Alto, un momento. Astrid apartó la taza de su nariz, sintiendo el corazón en un puño.

— ¿Quiere decir...?— respiró hondo, calma, calma.— ¿Estoy...?

— Embarazada, sí.— la mujer rodó los ojos con desagrado. Hurra, el kannibal seguro que la había desgraciado. Aunque no entendió porque la muchacha tenía el rostro iluminado.— Bebe esto si no quieres...

— ¿¡No quererlo!?— exclamó Astrid, con una sonrisa de sorpresa y lágrimas de felicidad amenazando con salir de sus ojos. Cielos, se había asustado tanto...— ¡Pero claro que lo quiero!— se levantó rápidamente, necesitaba decirle a Hiccup, Dioses, necesitaba gritarlo a todo el Mercado, a Berk incluso.— ¡Gracias!— agradeció no sin antes dejar unas monedas para la muy confundida curandera.

Necesitaba buscar al dragón.

A Hiccup no le gustaba mucho estar expuesto como hombre frente a tanta gente. Lo ponía incomodo que alguien pudiera reconocerlo, sabía que su aldea estaba a una buena distancia de este lugar, nadie podría reconocerlo, además, con la capa oscura que estaba usando. Aunque, no solo era eso, Hiccup se encontraba en su forma mas débil, si algo malo llegara a pasar...

Pero Astrid se lo había pedido, podía soportar encontrarse un poco incomodo si era para hacer a Astrid feliz. Hasta que la escuchó acercarse, fue ahí en el que sintió los nervios carcomerle el estomago, no sabía identificar el tono de los pasos, y Astrid no tenía la costumbre de balbucear, como Hiccup.

Se giró, la rubia le miraba con el rostro sereno, ¿esto era algo bueno? ¿No lo era?

— ¿Y bien?— esta vez fue Hiccup quien lo preguntó. Notaba que el olor de Astrid aumentaba un poco, él sabía que era distinto, había algo muy muy distinto en él, pero no sabía qué.

— Necesitaremos un nido mas grande.— Astrid no pudo evitar sonreír mientras acariciaba su vientre, todavía plano.— Ahm, no sé desde hace cuanto, pero puede ser... ¡Oh!— exclamó una vez Hiccup se lanzó hacía ella, sin derribarla, cayó extrañamente de rodillas, agachándose un poco para reclinar su cabeza contra el vientre de ella, intentando escuchar algo.— Dudo mucho que puedas escuchar algo... aun es muy pequeño.

Ella tenía razón, pero él no podía estar mas entusiasmado. Alzó la vista, sí, tenía que trabajar en un nido mas grande.


*No, no lo escribí mal. Y no, no es Gothi.

Me gusta pensar que Eret cree que Astrid sigue con vida y la busca por todo el bosque, con la esperanza de verla de nuevo. De todos los leñadores era el que mas se preocupaba por su bienestar.

BuenO, ya está aquí. Les seré honesta (de nuevo), me gustan los finales abiertos. Y sí, este fic se quedará con uno. A NO SER QUE SE ME OCURRA LA IDEA DE ELLOS YENDO A VER A VALKA, AAAAAA

Quien sabe. Tal vez no.

Digamos que este es un lemon con un poco de plot. Sehhh...

Atentos, que los hiccstrid AU lemon pueden venir y atacar, porque claro, nunca pienso en lemmons canon. Eso o un fic creepy o con whump... No, el whump lo tendré cubierto con el long fic de Hiccup brujo (sonrisa malvada).

¡Les quiero! ¡Cuidense mucho!

Pd. jODER, quiero hacer un AU de Hiccup pirata, creo que NECESITAMOS un fic hiccstrid pirata. Pero no lemon...

¿O sí?