Simbología
—Abcdef || Diálogo de los personajes
»Abcdef || Continuación del diálogo
«Abcdef» || Pensamiento de los personajes
[Flashback] || Eventos pasados en la historia
[Flashforward] ||Eventos futuros en la historia
.
Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son de la mente de Rumiko Takahashi
.
Nota: Me tomé algunas libertades en el ámbito histórico, geográfico y social para mayor fluidez y comprensión en la historia. Esta historia se desarrolla a mediados de los 90's
.
Resumen del capítulo anterior:
Cómo resultado del asalto a la mansión, la pequeña Hikaru se encuentra en un delicado estado de salud. Eso provoca que Ranma busque venganza en solitario sobre Jaan. Sin embargo, es convencido por el maestro de realizar una misión en equipo contra su enemigo.
Por otra parte, Akane se encuentra expectante sobre su futuro. Ella siente que por fin está controlando su destino y, en parte, sus emociones. También la suerte le sonríe ya que es invitada a una importante exhibición, por méritos propios.
.
Capítulo 27. Cayeron frágiles y con gran honor
.
26 de julio | Kamchatka (RUS) | Ocaso
La tarde casi finalizaba mientras Masumi contemplaba la ciudad, desde el balcón de un décimo piso. En esos minutos el firmamento había adquirido un espeso tono azulado. Aquello permitía apreciar algunas cumbres cubiertas de nieve, ya que la urbe estaba rodeada de volcanes inactivos.
Además, las incipientes luces nocturnas resaltaban edificios públicos y privados por igual. Pese a que dominaba la arquitectura de estilo soviético, algunas obras de corte occidental habían aparecido en años recientes. Esa convivencia entre lo urbano y lo natural hacían de aquella vista una postal imperdible.
—Se siente algo frío a pesar de ser verano… quién lo dijera. —Era Saotome, quién decidió acompañarla en ese momento.
—Y todavía puede sentirse más por la madrugada. —La joven respondió sin abandonar su contemplación.
—Oye, ¿tú ya habías estado aquí antes? —Él se colocó junto a ella, aunque mirando al horizonte.
—Sólo una vez. Fue una visita relámpago que hice con mi padre para recoger un encargo.
De pronto, se escuchó abrir el cerrojo de la puerta. Era Kenzo, quién había llegado a la habitación acompañado de un extraño individuo que tenía un serio semblante.
—Maestro, ¿pudo llamar al hospital? —preguntó de inmediato el chico de ojos azules.
—Si, pero lamento decirles que aún no hay mejoría en Hikaru —suspiró al finalizar la oración y enseguida añadió—: ¿Podrían por favor sentarse a la mesa?
Acto seguido, el viejo extendió un pequeño pergamino sobre la superficie. Colocó también un plumón con tinta roja muy cerca del documento.
—Muchachos, quiero presentarles a un viejo amigo mío de este país, el señor Taiko. Él nos apoyará durante esta misión. —Dirigió su atención al hombre y añadió—: ¿Le importaría que solo hablemos en japonés? Mis estudiantes no dominan a plenitud su idioma.
Aquel individuo de tez blanca, que quizás rondaba los sesenta años, asintió con la cabeza. Tenía pequeños ojos azules que resaltaban por las grandes gafas con armazón en color negro que llevaba. Era calvo aunque lucía un tupido bigote y gruesas cejas. Bajo esas características no había duda que era nativo de esa región.
—Bien, ahora vamos a lo que nos interesa. Recibí información de que Genjuro está en un pueblo a las faldas de un volcán, a unos doscientos kilómetros al norte de la ciudad. Ese monte es el punto de inicio que marca el mapa.
»El cénit de la Luna llena será casi a la medianoche. Eso quiere decir que el tramo final de la ruta será visible en el pergamino original por unas horas. Es muy seguro que ellos irán en busca del don sagrado apenas amanezca.
—Pero ¿y sí van esta noche por él? Estamos muy lejos de ese lugar. No creo que los alcancemos a tiempo —señaló con preocupación la guardiana.
—Eso es algo poco viable. Verán, viajar por esta tierra es muy difícil y más por la noche. Muchas partes solo pueden ser transitadas en vehículos todos terrenos o en helicópteros.
»También, uno de los hombres de confianza del señor Taiko ha estado siguiendo de cerca los movimientos de Genjuro. Nos ha dicho que todo apunta a que no se moverán está noche.
»Por eso hice el siguiente plan. Nosotros viajaremos de inmediato hacia ellos para acercarnos tanto como sea posible. Por suerte, nuestro guía es un conocedor de la zona; por eso sabe cómo moverse a cualquier hora y en cualquier época del año.
»Mientras tanto, nuestro contacto nos avisará del camino que tome Genjuro. Con esa información podremos modificar nuestra ruta para poder alcanzarlos o incluso cruzarnos en su camino. Por ahora es todo lo que podemos hacer.
»Tomen de una vez solo lo necesario para un día de viaje. Volveremos por lo que se quede una vez terminada la misión. Y no olviden sus abrigos, la noche será bastante helada.
.
26 de julio | Kamchatka (RUS) | Noche
El grupo llevaba varias horas de haber iniciado su travesía por tierras rusas. Tras abandonar la carretera principal se habían adentrado en senderos de tierra bastante sinuosos. Para sortear la accidentada orografía, viajaban en un pequeño camión color ocre con tracción de seis ruedas y enormes neumáticos. En la parte trasera, separada de la cabina, estaban los jóvenes junto con el equipaje. Mientras tanto los dos hombres iban en los asientos frente al volante.
Ya bien entrada la noche, el vehículo hizo una parada en la ribera de un rio al amparo de la Luna llena. Todos aprovecharon el momento para despabilarse mientras el conductor encendía una fogata para cocinar. Después de algunos minutos el grupo se reunió cerca del fuego. El guía les sirvió la cena, manifestando sus deseos de que esta fuera de su agrado. Masumi agradeció el gesto en tanto Ranma miraba desconfiado su porción.
—Es una sopa tradicional llamada borsch. Es muy nutritiva porque tiene carne, repollo, zanahorias, cebollas, patatas y tomate. Su color rojo se debe a que también lleva remolacha. —El ruso dio un gran bocado y después añadió—: Aunque su olor es un poco agrio es muy sabrosa.
«Si es lo único que hay de comer», consideró resignado Saotome. Pese a que hizo algunas muecas al principio, conforme siguió comiendo su gusto se acostumbró al sabor.
—Señor Taiko, ¿puedo hacerle una pregunta? —La chica aprovechó que todos comían para tomar la palabra.
—Claro, señorita. ¡Mientras no sea la receta de mi borsch! —Por fin se notaba una sonrisa en aquel ceñudo personaje.
—No, no es por eso. —Sonrió un poco nerviosa, pero continuó —Es que me gustaría saber porque lleva esa arma. —En ese instante miró un viejo fusil que yacía a los pies del hombre.
—La traigo principalmente para defenderme de los animales salvajes que abundan por aquí. Aunque mañana la usaré cuando nos topemos con el enemigo.
—¿Piensa matarlo con eso? —señaló el chico, un tanto sorprendido.
—A él no. Pero me será de utilidad para los demonios que lo acompañan.
—¿Demonios? —Las cejas de la chica se elevaron de forma considerable.
—Debo decirles contra que nos enfrentaremos mañana. —El maestro tomó la palabra y prosiguió. —Genjuro tiene bajo su mando actualmente una demoledora fuerza: los llamados "Noyan". En vida fueron los más poderosos guerreros del emperador mongol. Cada uno tenía bajo su mando a diez poderosos soldados. Esos escuadrones eran bastante temidos en la antigüedad.
»Cuando murió el Kublai, los espíritus de sus tropas élite fueron contenidos en la misma tumba con él. Eso fue para que pudieran regresar de la otra vida si su líder los necesitara. Estuvieron ocultos por siglos hasta que la familia Jaan los encontró hace unos cien años.
»Intentaron traerlos de vuelta, pero solo consiguieron reanimar a un par de ellos hace unos cincuenta años. Por fortuna nuestros antecesores pudieron contenerlos y devolverlos a donde pertenecen.
—Yo vi morir a mi abuelo tratando de combatirlos. Era muy niño cuando ellos vinieron a buscar uno de los cofres. Recuerdo que esos monstruos no se morían con nada, ni haciéndolos pedazos ni llenándolos de balas. Incluso vi a uno pelear envuelto en llamas, como si eso no le afectara. —Aquel viejo ahora tenía un adusto semblante.
—¿Entonces son una especie de zombis o fantasmas? —cuestionó el muchacho, un tanto incrédulo.
—Son espíritus malignos materializados con energía. Es decir, puedes tocarlos y ellos pueden lastimarte, pero no sienten dolor ni cansancio. Además, se regeneran por completo si logran ser parcial o totalmente destrozados. Por ese motivo las armas comunes son inútiles contra ellos. —Kenzo dio aquella explicación mientras el fuego ondulaba por la fría brisa que corría.
»Usan antiguas armaduras con partes metálicas, armas blancas y luchan cuerpo a cuerpo de forma excepcional. Además, tienen en sus filas temibles arqueros con una precisión casi perfecta. En definitiva, son una imponente máquina de matar. Tengo que confesarles que al menos un par de ellos atacó la mansión.
Ranma bajó su mirada a la par que apretaba con fuerza el tazón. En cambio, su compañera se tapó la boca al escuchar aquella revelación.
—Pero hay una manera de pararlos. Aunque cada "Noyan" tiene habilidades por encima del resto, también es el punto débil de cada escuadrón. La energía que mantiene a esos espíritus está ligada a su fuerza vital. Así que, si destruyen al líder, sus soldados caerán —explicó Kusonoki.
—¿Y como se les puede matar? —preguntó la joven.
—Hay que detectar el punto de su cuerpo donde converge toda su energía. Después hay que darle un golpe certero con el suficiente poder. De lo contrario, será como intentar apagar las estrellas: una tarea prácticamente imposible.
—Ya veo. Pero si no se les puede matar con armas, ¿para qué le servirá ese rifle, señor Taiko? —insistió la joven Tōdō.
—Para ganar tiempo —respondió el hombre, dejándola con más dudas.
.
27 de julio | Kamchatka (RUS) | Mañana
Tras viajar toda la noche el vehículo se detuvo cerca de una pequeña laguna, unos minutos después del amanecer. Los adultos descendieron de inmediato ya que debían realizar algunas tareas a la brevedad.
Como el cielo lucía bastante nublado, los escasos rayos del sol no llegaban a calentar el ambiente. Por ese motivo, Ranma aún usaba su chaqueta negra cuando descendió del camión. En tanto, Masumi se cubría la parte superior del cuerpo con una manta.
Pese a estas condiciones, los viejos parecían verse poco afectados. El señor Taiko revisaba el motor de la unidad y Kusonoki, tumbado en el césped, contemplaba un par de mapas extendidos en el suelo. Uno era el duplicado de un pergamino y el otro representaba la región.
Cuando los jóvenes se acercaron a su mentor, este les indicó que pronto estaría listo el desayuno. No obstante, pidió que lo acompañasen unos minutos.
—Antes de comer quiero decirles algo importante. —Tras estas palabras el maestro señaló una línea punteada en el mapa de la región.
El guardián explicó que aquel trazo correspondía a la posible trayectoria de sus enemigos. La persona que estaba al tanto de los movimientos de Jaan le dio esa información, vía teléfono satelital. Tras analizar los puntos importantes que cruzaban la ruta, ya había determinado cuál era la zona más probable donde estaría el cofre.
—El Valle de los Géiseres —expresó el ruso al acercarse de improviso al grupo.
—¿Géiseres? —repitió el artista marcial, un poco dudoso de lo que significaba aquel término.
—Es un área protegida donde hay una gran concentración de géiseres y manantiales de aguas termales. Está dentro de un espacio natural reservado para estudios científicos —detalló el guía ruso.
—Tiene bastante sentido. Piénsenlo. Un lugar poco accesible, aislado y protegido por el gobierno. —Kenzo reafirmó que era su mejor hipótesis.
—Su maestro tiene razón, ese lugar sería perfecto para esconder un tesoro tan importante como ese.
—Es por eso que debemos darnos prisa. Tenemos poco tiempo para llegar a ese lugar. —El líder guardián dobló en cuatro partes el mapa y lo guardó dentro de su saco.
.
27 de julio | Kamchatka (RUS) | Mediodía
El equipo guardián caminaba por una escarpada vereda ascendente. Estaban en el último tramo del camino, el cual solo era transitable a pie. Dicho sendero conducía hasta el borde de una vertiente en el relieve. Desde ese punto se observaba al fondo el majestuoso Valle de los Géiseres. Tras una hora de caminata, y casi al final de la senda, observaron que un hombre ya los esperaba. Los japoneses actuaron con cierto recelo, pero su guía les explicó que era alguien de fiar. Cuando llegaron ante el individuo, este se fundió en un efusivo abrazo con el señor Taiko.
Aquel misterioso joven, pocos años mayor que Ranma, había estado siguiendo los pasos de Jaan desde que llegó al país. Parecía conocer bien la zona pues llevaba ropa adecuada para moverse por esos terrenos. Resaltaba de su indumentaria un gorro negro de montaña, ideal para mitigar el crudo frío nocturno.
El viejo ruso se encargó de presentarlo, ya que este no era muy fluido en el idioma japonés. Acto seguido, ambos se reunieron a solas con Kenzo por unos minutos para analizar la situación. Al finalizar la plática, el maestro se dirigió a sus alumnos.
—Él está por llegar, y no viene sólo. Lo acompaña un "Noyan" y su principal ayudante, un anciano llamado Jun. Debemos tener cuidado con él ya que posee grandes habilidades en las artes místicas.
.
Por otro lado, Genjuro caminaba bastante cauteloso por la llanura, sujetando el pergamino robado a los guardianes. Cada cierto tiempo lo miraba para asegurarse de seguir la ruta correcta. Tampoco perdía de vista los alrededores porque ese lugar era difícil de transitar.
La superficie, pedregosa y carente de vegetación, albergaba varios huecos por donde emanaban blanquecinos vapores. Estos despedían un olor nauseabundo que incomodaba el olfato, reduciendo también la visibilidad. Además, algunos representaban gran riesgo pues expulsaban chorros de agua caliente frecuentemente.
Jaan cruzó un arroyo que corría por el valle, subió una pequeña loma y descendió en un terreno bastante uniforme. El suelo en ese lugar poseía un tono muy claro, el cual contrastaba con el intenso color ocre en los alrededores. Justo en medio de ese espacio había una laguna con al menos cinco metros de diámetro. El brillo turquesa de sus aguas resaltaba entre la sobriedad de colores en el relieve.
Enseguida se arrodilló para colocar el antiguo documento extendido sobre el agua. Segundos después el punto marcado en el mapa desapareció por completo. «Sólo queda esperar a que el cofre aparezca», razonó victorioso mientras se incorporaba con una sonrisa en el rostro.
—Parece que ya lo encontraste —dijo Kenzo, cubierto parcialmente por los vapores que envolvían el sitio
—Por fin das la cara y dejas de enviar a tus inútiles alumnos —espetó el heredero.
—Veo que eres igual de arrogante que tu padre.
—¡Cierra la boca, anciano! Soy mejor que todos mis ancestros.
Hubo un silencio tras aquel exabrupto debido a un ligero temblor que cimbró el suelo. Jaan entonces dirigió su atención hacia el estanque, donde un hecho asombroso ocurría. Del mapa estaba emergiendo lentamente lo que parecía ser la parte superior de un antiquísimo cofre.
Las cosas estaban por tornarse muy espinosas para los guardianes. Aquel recipiente tardaría unos minutos en materializarse, lo que les dejaba poco tiempo para detener a su adversario.
Sin dejar de mirar hacia la laguna, Genjuro recitó de modo imperativo unas palabras en dialecto mongol. De inmediato su Noyan se colocó frente a Kusonoki. Aunque el vapor cubría una parte de su cuerpo, aún se podían apreciar sus tenebrosos ojos fulgurantes. Este elevó los brazos a los costados mientras giraba lentamente las muñecas. Al mismo tiempo, dos alargados bancos de una oscura niebla aparecieron, uno a cada lado.
El caudillo se quedó quieto hasta que los brazos quedaron paralelos a la superficie, con las palmas apuntando al cielo. Enseguida la enigmática bruma se disipó velozmente, mostrando una decena de individuos, ataviados con una armadura similar a la de su líder. Estaban armados con mazas, arcos, flechas, escudos de madera y sables.
Los combatientes esperaban sus respectivas órdenes cuando un fino silbido se escuchó en el sitio. Era una bala que surcó por el valle hasta incrustarse en la sien de uno de los entes; si le hizo un orificio en la cabeza, pero no lo derribó. Tres disparos más castigaron el cuerpo de otro casi de inmediato. Eso provocó que todos rodearan con urgencia a su amo, para protegerlo.
De pronto, los disparos cesaron. Los custodios de Jaan permanecían firmes mientras que el hombre no perdía de vista el mapa, que yacía en el estanque. Además, el viejo Kotoku miraba afanosamente los alrededores tratando de ubicar a sus atacantes. Solo Kenzo se notaba tranquilo pues el plan para vencerlos ya estaba en marcha.
Tras varios segundos de una tensa calma, aquel hombre emitió una firme declaración.
—¡Encuentren a quiénes están disparando y mátenlos! —ordenó con aspavientos a sus lacayos.
Al instante, aquel temible escuadrón se dispersó con celeridad en todas direcciones.
—Señor, si ellos no lo protegen podría resultar herido —declaró su ayudante con preocupación.
—Descuida, ellos no son capaces de hacer algo tan deshonroso.
«Bien. Ahora debo aprovechar para recuperar el cofre», pensó el viejo guardián mientras se alistaba para la batalla
.
Los disparos se reanudaron tras el quiebre de la formación. Pese a que la mayor parte de los guerreros recibieron impactos de bala, ninguno fue liquidado. Esto se debía a la mágica naturaleza de sus cuerpos, que se regeneraban con inusitada rapidez.
El binomio ruso se encontraba oculto en la cima de una pared del valle, accionando sus rifles con precisión. Querían mantener ocupados a los antiguos combatientes, para así tenerlos alejados de su amo. Llevaban varios minutos aplicando con éxito esa estrategia, hasta que cometieron un ligero error. El señor Taiko movió accidentalmente unas rocas, provocando que se deslizaran hacia abajo por la vertiente. Eso llamó la atención del "Noyan", quién de inmediato los descubrió; enseguida señaló a los siniestros soldados dónde debían atacar.
Los reanimados se juntaron al pie de la ladera con celeridad e iniciaron el ascenso. Aquella pendiente no era muy pronunciada, pero el terreno era bastante abrupto, lo que propició que escalaran con dificultad. El par de tiradores vio aquello como una ventaja, así que fijó la mira en las piernas para hacerlos tropezar o caer. Desafortunadamente, la cantidad de enemigos y el tiempo en que estos se recuperaban hacían de aquella tarea algo difícil de sostener.
—¡Mierda! No sé cuántas veces les he dado a esas cosas, pero ¡siguen moviéndose! —señaló el más joven de los rusos, mientras recargaba su arma.
—Tú sigue disparando Lev, ya debe faltar poco —respondió el otro en voz alta.
—Ojalá… porque no vamos a durar mucho así —masculló un poco dudoso de su compañero.
El señor ruso guardó silencio, prefiriendo concentrarse en repeler el avance. Pero de vez en cuando miraba de reojo detrás de él. En ese lugar estaban Masumi y Ranma de pie uno al lado del otro, con los ojos cerrados y los brazos a los costados. Parecían estar en una especie de trance pues se notaban inusitadamente quietos. Había pocos cambios en su postura, excepto por el brillo peculiar que irradiaban las gemas que colgaban de sus collares.
.
Por otro lado, Kenzo estaba listo para el enfrentamiento. "Esto termina aquí y ahora", sentenció con decisión mientras se aproximaba al heredero. Para su sorpresa, el viejo asistente se le interpuso de inmediato en su camino. Llevaba sus manos tomadas detrás de la espalda, mostrándose bastante confiado.
—El señor Genjuro no puede ser interrumpido ahora —declaró con aires de superioridad.
—Debería hacerse a un lado, señor Kotoku. No quiero lastimarlo.
—Encárgate de él. —Le ordenó Jaan, sin apartar la vista del cuerpo de agua.
A continuación, aquel hombre de edad avanzada extendió el brazo derecho para adelante. La palma de su mano quedó señalando al guardián, con los dedos juntos apuntando al cielo. Al estar separados pocos metros, daba la impresión que esa postura lo dejaría vulnerable.
Pero inesperadamente la extremidad se vio cubierta por una especie de energía oscura. Esta comenzó a fluctuar de forma lenta, hasta alcanzar un acelerado vaivén. En un breve instante aquel poder se dispersó en un sinnúmero de finos tentáculos. Estos arremetieron con violencia sobre Kenzo, quien sorteó la inusual ofensiva dando múltiples saltos hacia atrás y a los costados. A pesar de incrustarse en el suelo, aquellas misteriosas extensiones emergían con celeridad para perseguirlo.
Kusonoki consiguió alejarse lo suficiente para salir del radar de esa técnica. Lo supuso porque aquellos hilos de materia oscura cesaron de atacarlo y retornaron a su fuente.
Ambos quedaron inmóviles, en silencio y a la expectativa. En el ambiente se escuchaban disparos, el sonido del agua brotar por los géiseres y de algunas rocas golpear el suelo. Sin embargo, nada de eso los perturbaba.
"El cofre no tarda en aparecer por completo. Será mejor que me dé prisa para recuperarlo". Con eso en mente, el maestro reanudó la contienda. Fue directo contra el enemigo, sorteando con presteza los ataques de sus extraños tentáculos. Llegó hasta su espacio personal y le asestó un potente golpe con el puño. No obstante, fracasó en el intento.
Un pequeño escudo circular de la misma energía oscura contuvo el impacto. Probó de nuevo una y otra vez, pero ese mecanismo de defensa resultaba formidable. «Es como si alguien más lo estuviese protegiendo», razonó mientras trataba de que uno de sus golpes tuviera éxito.
.
En el otro frente, los rusos seguían accionando sus armas desde las alturas sin descanso. A pesar de ser bastante certeros, uno de los guerreros dio un enorme salto hasta colarse a su posición. El señor Taiko se percató a tiempo y le disparó a la cabeza en repetidas ocasiones. Pese a que eso no le causó dolor, si le hizo perder el equilibrio. Enseguida le propinó una fuerte patada en el pecho, arrojándolo por la rocosa vertiente del valle.
Uno más llegó intempestivamente por el flanco izquierdo. El viejo intentó repetir la estrategia, pero la munición se terminó en ese momento. Viéndose indefenso, optó por defenderse usando solo un cuchillo táctico que llevaba. «¡Voy a morir peleando, malnacido!» pensó envalentonado mientras el siniestro guerrero se lanzaba hacia él, blandiendo su antiguo sable.
Afortunadamente, los chicos japoneses ingresaron justo a tiempo en la contienda. Con una extraordinaria rapidez atacaron al soldado, desencadenando una seguidilla de golpes a gran velocidad y sincronía. Ambos impactaron sus puntos vitales con total precisión, desarmándolo en el proceso. Por último, lo remataron con una feroz patada circular al costado de la cabeza. Este rodó de forma descompuesta por el precipicio, sin que nada detuviera su caída.
—¡Nosotros nos haremos cargo! —declararon al unísono tras su exitosa presentación.
Después descendieron por la abrupta pendiente a gran velocidad, atacando a cuanto adversario se toparon. Con golpes precisos, rápidos y contundentes, desbarataron el avance del temible escuadrón mongol. Imparables, llegaron hasta el jefe de los reanimados, que se encontraba vigilando desde el inicio de la ladera. Los dos cayeron como una prodigiosa saeta, clavando los pies en el pecho de aquel ser al mismo tiempo, quién pudo hacer poco para defenderse.
Visiblemente alterado, el Noyan lanzó un grito gutural mientras se reponía del ataque. Aquel sonido resonó por varios metros a la redonda, ocasionando que los guerreros enfocaran toda la atención en los muchachos. Acto seguido, descendieron con celeridad por la vertiente, olvidándose de su objetivo anterior.
Entonces, libre del acecho, el viejo ruso reunió las pocas municiones que tenía en una mochila. Mientras preparaba sus cosas, habló con su compañero.
—Lev, tenemos que bajar rápido.
—¿Para qué? Las balas no les hacen nada y ellos parecen tenerlo todo bajo control —dijo refiriéndose a los guardianes.
—Ahora seremos su equipo de apoyo por si las cosas se ponen difíciles. ¡Vamos, muévete! —Al decir esto se notaba una genuina preocupación en su semblante.
.
De vuelta con Kusonoki, el enfrentamiento que tenía con Jun se hallaba en un punto muerto. Aquello ocurría en gran medida porque todos sus ataques habían sido nulificados desde el comienzo. Esto le convenía al viejo Kotoku dado que uno de sus objetivos, mantener ocupado al guardián, se estaba cumpliendo a la perfección. «Pronto tendrán el cofre, ya no puedo perder más tiempo», pensaba un tanto preocupado el maestro debido al considerable desgaste físico. Por esa razón determinó utilizar una de sus mejores técnicas.
Decidido a bajar el ritmo de la batalla, se alejó gradualmente del adversario. A una distancia que consideró prudente, cerró los ojos y comenzó a respirar de forma profunda. Paulatinamente, una especie de aura en un tono azul cobalto se manifestó alrededor de su cuerpo. Aquel particular brillo sobresalía entre el amarronado paisaje del valle. Ante esa situación, el asistente de la familia Jaan optó por agredirlo con su técnica especial nuevamente. Sin embargo, ese ataque se desintegró en cuanto chocó contra la capa de energía que cubría al líder guardián.
Acto seguido, el viejo Kusonoki lanzó a la distancia un golpe contra el señor Kotoku mientras exclamaba «¡Clamor de dragón!». Una poderosa corriente de poder, envuelta en una especie de espiral, emergió de su puño a gran velocidad. En ese movimiento se fue condensada toda la energía que emanaba segundos antes de su organismo.
Un intenso silbido corrió por el valle en tanto aquella fuerza se dirigía implacable hacia su objetivo. El asistente de los Jaan apareció magistralmente con sus manos un gran escudo de energía, seguro de que saldría bien librado. El choque entre esas técnicas generó un enorme destello que iluminó el lugar. No obstante, la incorpórea defensa cedió debido a la potencia del "Clamor de Dragón". Aquel poder prosiguió su trayecto hasta acabar en una ladera cercana, causando una fuerte explosión. Esa demostración atrajo invariablemente la atención de Genjuro. «A pesar de la edad sigue siendo un rival de cuidado», dedujo tras observar el verdadero nivel que este poseía.
Kenzo, como no detectaba la presencia de aquel anciano, supuso que habría quedado sepultado bajo las rocas. Enseguida se encaminó hacia el lugar donde el heredero custodiaba el mapa. El hombre, de pie junto a la pequeña laguna, lo esperaba cruzado de brazos, mirándolo con desdén.
Ya solo los dividían unos cuantos metros, cuando el guardián percibió unas extrañas partículas de polvo. Parecía que estas tenían un patrón definido, pues advirtió que todas giraban alrededor suyo. De repente, quedó envuelto en una pequeña, pero densa espiral de arena. Inmerso en esa ventisca, sintió que el oxígeno escaseaba mientras su visión se reducía de forma considerable.
Transcurridos unos segundos la enigmática tormenta desapareció, mostrando al responsable de haberla creado. El señor Kotoku estaba detrás de Kenzo, susurrándole al oído palabras en un arcano lenguaje. Este aparentemente no había sufrido daño alguno. En tanto, el maestro lucía extrañamente calmado e inmóvil, con una fina capa blanquecina en los ojos.
.
Los jóvenes continuaban en la pelea motivados por la brillante exhibición del maestro, misma que observaron a la distancia. Aunque aquellos reanimados eran una seria amenaza, creían tener todo bajo control. Y es que, además de poseer habilidades superiores, también realizaban sus movimientos en perfecta sincronía.
En medio de un feroz intercambio de golpes, Ranma vio de reojo que dos soldados les lanzaron flechas, desde una saliente. Así que, mediante un rápido cruce de miradas, previno a su colega del inminente peligro. En un santiamén ambos se replegaron con varios saltos hasta ocultarse tras unas rocas. Tan solo les bastaban esos sutiles gestos para coordinarse a la perfección.
—¡Si no nos deshacemos de estos tipos no podremos acercarnos al "Noyan"! —El joven se pasó la mano por la frente para limpiarse el sudor.
—Tiene que ser algo que los quite del camino a todos juntos. Porque por más que los hemos golpeado, siempre regresan rápido a pelear, como si nada les hubiera pasado. —Ella respondió un poco agitada.
—¡Lo tengo! —Saotome sonrió confiado, alzó el puño y añadió—: Sólo sigue la espiral.
En ese momento, media docena de guerreros con sables los acechaban; además, cuatro arqueros les apuntaban desde las alturas. Su malévolo comandante se mantenía a unos metros de la refriega, contemplando el inevitable asalto de sus elementos.
Sorpresivamente, el dúo japonés salió a gran velocidad de su escondite. De inmediato una serie de flechas salieron disparadas contra ellos, pero consiguieron eludirlas con destreza. Acto seguido dieron un enorme salto por encima de los reanimados, cayendo detrás de estos. Enseguida, ella se colocó velozmente a lado suyo, para dar inicio a la estrategia que habían decidido ejecutar. Fue así que esquivaron cortes de sables y varias saetas, además de contener diversos tipos de golpes. Pese a que se defendían exitosamente, sus enemigos cada vez los cercaban más.
Tras dos largos minutos de combate, siempre caminando en espiral, el ansiado clímax llegó. La "Amalgama" les había dotado de una conexión mental tan sólida que no ocuparon palabras para completar "El Dragón Volador". Ambos notaron al mismo tiempo la cúspide de energía caliente; con ímpetu elevaron el puño derecho, generando un poderoso tornado. Todos los antiguos soldados fueron absorbidos con violencia dentro del vórtice, elevándose a gran altura.
Ese recurso siempre había sido usado por Saotome en solitario. Pero esa fue la primera vez que lo hacía acompañado. Por tal motivo aquella columna de viento se separó en dos grandes torbellinos, que se desplazaron en direcciones opuestas. Estos fueron arrojando durante su trayecto a los adversarios, decenas de metros a la redonda.
.
"¡Anda papá, date prisa!", exclamaba una pequeña niña con enjundia. Esta miraba hacia la pradera, desde el interior de una modesta finca rústica. La lluvia comenzaba a caer en el sitio y a su padre aún le faltaban varios metros por recorrer. Tras varios segundos ambos lograron reunirse dentro del hogar. Ella, muy emocionada por verlo, le brindó un afectuoso abrazo. Esa demostración de cariño se vio interrumpida por la voz de su madre, quién les pidió pasar a la mesa. La cena estaba servida.
Aquellas escenas formaban parte de un bello sueño en el cual Kusonoki se encontraba. Este carecía de voluntad para despertar pues estaba embriagado de felicidad por tener a su familia con vida. Incluso un par de lágrimas se deslizaban por sus mejillas.
Jun, con ayuda del "ifrit", lo había puesto en esa terrible condición. La técnica que usó era muy parecida a la que aplicó, meses atrás, sobre la menor de las Tendo. No obstante, en esta versión la vitalidad de la víctima disminuiría conforme estuviese inconsciente, hasta matarlo.
Además, su situación en el mundo real era crítica ya que estaba aprisionado por unas misteriosas barras negras, de cristalina consistencia. Estas brotaron del suelo en diversas direcciones, capturando el cuerpo del hombre en una incómoda postura. Entonces, aunque pudiese despertar, seguiría a merced del enemigo.
.
Ranma y Masumi ya habían iniciado el enfrentamiento directo contra el "Noyan". A diferencia del resto, este combatía con mayor velocidad, poder y fiereza. Se percataron de ello porque había contenido eficazmente los ataques combinados. Incluso evitó caer en el truco del "Dragón Volador". Además, peleaba en solitario pues sus soldados fueron arrojados bastante lejos por la mencionada técnica. Sin embargo, estos volverían en cualquier momento; de ahí que para los dos era imperativo vencerlo a la brevedad.
Con otro plan en mente, ella se deslizó con agilidad por el suelo, pateando al guerrero en las piernas por detrás. El artista marcial aprovechó la oportunidad para darle con el "Truco de las Castañas" por delante. Los meteoros impactaron la metálica armadura de forma contundente, arrojándolo bastante lejos hasta caer en un géiser activo.
—¡Aún no puedo ver los dichosos puntos que dijo el maestro! —expresó el joven bastante irritado, mientras la ayudaba a incorporarse.
—Quizás mi padre pueda darnos una idea de cómo hacerlo —respondió la chica.
Kenzo les había dicho que con la "Amalgama" sería más sencillo averiguar donde atacar al "Noyan" para así destruirlo. Aún así, llevaban varios minutos intentando descifrar aquel enigma sin éxito.
A unos metros de la acción, Genjuro advertía que la suerte le estaba favoreciendo. El cofre casi era visible por completo y, asimismo, su mayor rival había sido subyugado. Sin embargo, aún le quedaba un obstáculo por librar: el dueto japonés que luchaba contra sus reanimados. Por tal motivo llamó a Jun, quién vigilaba de cerca al señor Kusonoki, para darle una nueva encomienda. "¡Ve a terminar de una vez por todas con esos estúpidos guardianes!", le ordenó en un tono muy severo.
Segundos después, Saotome analizaba cómo vencer a su tenebroso contrincante cuando percibió otro inminente peligro. "¡Cuidado!", exclamó mientras jalaba hacia atrás a la chica. El ancestral poder de Kotoku brotó violentamente del suelo, justo donde ellos estaban. En forma de gruesas cuerdas con un aterrador aspecto oscuro, estas alcanzaron una altura considerable, sin lastimar a la pareja.
—Es Jun —musitó la guardiana, mirando al asistente de Genjuro, quién se acercaba con lentitud.
—¿Quién? —preguntó su colega de cabello azabache.
—Su nombre es Jun Kotoku y es el hombre de mayor confianza de la familia Jaan.
La siniestra energía que los había atacado se esfumó en un santiamén. Así que ahora toda su atención estaba en aquel individuo, un poco encorvado, que avanzaba hacia ellos. Parecía no representar una amenaza debido a su endeble aspecto, excepto por un detalle. La mano del hombre lucía recubierta por un oscuro plasma que fluctuaba incesantemente.
—Ustedes siguen aferrándose en no aceptar su realidad —declaró el viejo cuando se detuvo a pocos metros de los muchachos.
—¿De que rayos está hablando, anciano? —respondió el artista marcial, bastante envalentonado.
—Entiéndanlo. Por más que traten no podrán evitar que la voluntad de mi señor se cumpla.
La charla fue interrumpida por el arribo del líder de los reanimados a la escena. Hilos de agua aún escurrían por la pesada armadura y una pequeña parte del casco se le había desprendido. Aunque carecía de expresiones, ardía de furia por el escollo que esos dos le estaban representando. Sin embargo, aquel ser contuvo su ímpetu ante la presencia de Jun, colocándose junto a él.
—Ojalá ustedes sean un mayor desafío que su maestro. —dijo aquel anciano.
Los guardianes se inquietaron por lo que escucharon; enseguida buscaron a Kusonoki con la vista. Al dar con su paradero se quedaron pasmados por la situación en la que estaba. Retenido en un entramado de rocas negras, este yacía inconsciente con Genjuro muy cerca de él.
—Eso le pasará a cualquiera que ose interponerse en los planes de mi señor.
—¡Déjelo ir, anciano! —farfulló el joven de ojos azules, encarándolo.
—Oblígame, mocoso —respondió en tono de burla.
Acto seguido, el viejo asistente huyó con celeridad rumbo al sitio donde yacía Kenzo. Ranma salió disparado tras él, ignorando los gritos de advertencia que la guardiana le hacía. Aquel hombre había logrado su propósito: separar a los jóvenes en plena batalla.
Masumi intentó seguirlo, pero el guerrero mongol se interpuso en su camino. Justo en ese momento sintió un fuerte pinchazo en la cabeza, junto con una repentina debilidad en las piernas. Acto seguido se tambaleó bruscamente, cayendo de rodillas. Los efectos adversos por interrumpir de forma abrupta la "Amalgama" habían aparecido.
.
Mientras Ranma perseguía a Jun se sorprendió por la inusitada velocidad con la que se desplazaba. «¿Cómo diablos puede moverse así? Es casi igual de rápido que el maestro Happosai». Parecía que ni la edad avanzada ni el fragoso terreno mermaban la condición de aquel hombre. En cambio, él lucía algo cansado debido a la técnica que acababa de utilizar. Sin embargo, estaba tan concentrado que los malestares que sufría Masumi aún no lo afectaban.
Los dos arribaron casi al mismo tiempo donde estaba sometido el líder del grupo. El señor Kotoku desapareció fugazmente en ese lugar, bajo una oscura estela de arena. "¡Vuelve aquí!", exclamó efusivamente el joven, después de darle un golpe a la nada. Cómo su rival se había esfumado, decidió liberar a su mentor; pero la extraña estructura que lo aprisionaba ya había desaparecido. Aquellas oscuras rocas se pulverizaron en segundos, dejando una fina capa de polvo negro por el suelo.
Saotome impidió que el maestro cayera al suelo, sujetándolo en su regazo. Después le retiró algunas partículas negras que le quedaron entre la ropa. Acto seguido le dio leves palmadas en las mejillas mientras le suplicaba "¡Vamos, despierte, por favor!".
—Tu maestro sí que es resistente —declaró el secuaz de Jaan, quién apareció frente a ellos de nueva cuenta.
—¡Vas a pagar por lo que le hiciste, malnacido! —replicó el muchacho bastante molesto.
—Pero mentalmente es muy débil. Nunca hubiese pensado que su mente fuera tan frágil. Incluso tu ex novia puso un poco más de resistencia. No soy bueno con los nombres, pero si sé que apellida Tendo, ¿cierto? —dijo con sorna mientras caminaba alrededor de ellos.
Ranma quedó pasmado al oír semejante declaración. Cualquier sonido en ese momento le era totalmente imperceptible ya que solo pensaba en Akane. Su corazón se hallaba dominado por la zozobra de imaginarla en peligro por culpa de sus adversarios.
—¡Si la lastimaste juro que te mataré! —Una vena en su frente se notaba bastante abultada.
—Más bien fue ella la que te lastimó el corazón ¿o me equivoco? —Ese hombre mostró una sonrisa irónica al expresar aquella hiriente verdad.
—¡Ya cierra la boca!
Furioso por esas palabras, recostó a su mentor con cuidado para continuar la batalla. Se preguntaba cómo es que ese anciano conocía esa parte de su pasado, aunque también dudaba si decía la verdad. "Veamos si puedes huir de esto" pensó segundos antes de lanzarle una intensa ráfaga de golpes. No obstante, sus ataques fueron reprimidos por los misteriosos escudos de energía que lo salvaguardaban. Esos mismos con los que se topó su maestro minutos atrás.
Prosiguió con la ofensiva más desesperado, dando patadas, rodillazos, empellones y puñetazos. Sin embargo, la mística habilidad de Jun era un eficiente mecanismo de defensa; peor aún, el agotamiento comenzaba a mellar sus fuerzas. Incluso una grieta en el suelo le jugó una mala pasada, y casi termina en el interior de un géiser. «La cabeza me duele mucho, también me siento cansado… ¡pero qué importa! Haré que ese anciano me diga la verdad, cueste lo que cueste». No lo sabía, pero las consecuencias de quebrar la técnica de la "Amalgama" ya mermaban su cuerpo.
.
Por su parte, la joven Tōdō se hallaba en serios predicamentos. El "Noyan", armado ahora con un gran sable negro, la estaba superando en el enfrentamiento. Este poseía enorme destreza en el manejo del arma; además, aplicaba demasiada agresividad en sus ataques. Para colmo de males, ella estaba más exhausta.
Aquel ser, consciente de la situación, no le daba tregua. En un último ataque, la guardiana logró esquivar un peligroso corte, deslizándose hacia adelante con las rodillas ligeramente flexionadas. Enseguida le sujetó del brazo y lo derribó por encima del hombro usando solo su propio peso. Como resultado, el guerrero dio un violento giro hasta caer al suelo, soltando el arma en el acto.
Justo al terminar aquel movimiento, resintió en demasía el esfuerzo realizado. De forma involuntaria se arrodilló, percibiendo intensas punzadas en la cabeza y mayor debilidad en todo el cuerpo.
Aún no se había incorporado del todo cuando el siniestro ser la atacó de nuevo. Con celeridad le propinó una serie de golpes demoledores, el último directo al pecho. Entonces cayó aparatosamente por una pequeña depresión en el terreno. Aunque el declive era poco hondo y no muy pronunciado, si tenía un relieve irregular. Por ese motivo se impactó varias veces contra algunas rocas durante el descenso.
«Debo… levantarme… voy a morir si no lo hago», pensó mientras yacía sobre un charco de agua. Su visión se encontraba limitada ya que tenía un ojo bastante hinchado. Trató de apoyarse con la mano izquierda, pero gritó de dolor dado que tenía una fractura en el antebrazo. Como pudo consiguió ponerse en pie, a pesar del intenso malestar. De pronto, escuchó un tétrico rugido no muy lejano.
Aquel sonido provenía del escuadrón de reanimados. Estos, acompañados del Noyan, se dirigían velozmente hacia ella. «No puedo terminar así», consideró un poco resignada mientras veía el imparable avance del enemigo. Por fortuna, el equipo ruso apareció disparando sus armas contra ellos.
—¡Tenemos que replegarnos! —dijo con urgencia el señor Taiko, sin cesar en su tarea.
—Vamos hacia aquellas rocas, detrás de esa corriente. Desde ahí podremos defendernos —respondió su joven compañero.
Enseguida la joven Tōdō se apoyó sin reparo en el hombro de aquel muchacho. Ambos se apartaron del sitio mientras el viejo cubría su retirada; caminaban lo más rápido posible en tanto el sonido de disparos predominaba en el ambiente.
Tras sortear un riachuelo, la pareja llegó al punto donde habían estado ocultos los hombres. Era un gran recoveco que se formaba entre un par de enormes rocas, pegadas a una ladera. Sin perder tiempo, Lev la recostó con suavidad junto a una de sus pertenencias. Con premura sacó una jeringa de su mochila y la inyectó en el brazo. "Tranquila, vas a estar bien. Esto aminorará el dolor", mencionó después de aplicarle un fuerte analgésico.
Por otro lado, el viejo se encaminaba al punto donde ellos se ocultaban, sin dejar de disparar. Estaba a unos cuantos metros cuando observó que inesperadamente aquellos individuos se habían detenido. "¡Vamos, que esperan!", exclamó el tirador mientras le apuntaba a su líder, específicamente a la cabeza. No obstante, los enigmáticos guerreros ignoraron sus exigencias, permaneciendo inmóviles. Sus gritos hicieron que el joven tratara de acompañarlo, pero el sujeto se negó. "Cuida a la chica, en un momento estoy con ustedes", le ordenó con autoridad.
Una tensa e inesperada calma apareció en el valle. La misteriosa inacción de los antiguos soldados llenó de dudas al señor Taiko. Atacar, defenderse o huir eran las opciones, pero no alcanzaba a discernir la adecuada. Se encontraba en esa cavilación cuando uno de los arqueros tomó la iniciativa. Dócilmente se acercó a su jefe para entregarle el arma y una de sus flechas. Enseguida, este preparó el arco con macabra parsimonia hasta tener en la mira al ruso.
Aquella oscura saeta fue lanzada sin previo aviso. Pese a que no aparentaba ser un gran peligro, todo cambió en un santiamén. La magia ancestral del imperio mongol hizo que aquel solitario proyectil se multiplicara en milésimas de segundo. «¡No salgan!» advirtió el agredido a sus aliados, quienes permanecían ocultos sin ver lo que sucedía.
Aquel hombre emitió un grito desgarrador de inmediato. Una multitud de flechas se clavaron en las rocas mientras que las restantes dieron en su humanidad. Acto seguido, se recargó en la pedregosa ladera, con decenas de proyectiles clavados por casi todo el cuerpo. Como un acto misericordioso del destino, ninguno le dio en la cabeza.
Utilizó su último aliento para arrojar el rifle que sostenía. Acto seguido, cayó de espaldas a unos metros de los muchachos. Segundos después la vida se apagó en sus ojos, ante la mirada estupefacta de Masumi y de ese joven al que consideraba su sobrino preferido.
.
En el otro frente, Ranma mantenía una infructuosa batalla con el señor Kotoku. A pesar de haber utilizado sus mejores movimientos, aquel viejo seguía indemne. Por si fuera poco también mostraba señales de agotamiento. Prueba de ello fue el resultado de su último ataque. Para no variar todos sus golpes fueron inútiles, pero en esta ocasión perdió el equilibrio, cayendo de bruces.
«¡Maldita sea! Esto no me está llevando a nada. Para colmo no me siento muy bien que digamos». El chico, arrodillado, miraba con rencor a ese individuo débil de apariencia mientras este esbozaba una mueca de satisfacción. De pronto, Jun bajó la guardia, aunque se mantuvo a una distancia prudente.
—Ya va siendo tiempo de que recibas tu merecido —sentenció el asistente de la familia Jaan.
Súbitamente una poderosa ráfaga de viento arrojó con violencia al guardián por los aires. Este voló varios metros hasta finalizar estrellándose contra unas enormes rocas. No obstante, aquella corriente lo mantuvo presionado por algunos segundos. Conforme aquel vendaval le oprimía cada músculo de su cuerpo, la ropa se le desgarraba lentamente.
El fenómeno se esfumó tan rápido como se hizo presente, para alivio del artista marcial. Enseguida cayó al suelo sin poner resistencia, muy lastimado por el atroz castigo. Aún no se reponía del todo cuando una ligera llovizna comenzó en el lugar. «¿Qué rayos fue eso?» pensó todavía aturdido, ahora convertido en la chica pelirroja. Después de ponerse de pie pudo identificar con claridad al responsable.
Genjuro se aproximaba hacia él, sujetando una suntuosa catana en la mano derecha. Dicha arma era uno de los dones que habían protegido los guardianes. El viejo Jun lo seguía muy de cerca, cargando el cofre que por tantos siglos almacenó aquel legendario sable.
—Llama al piloto y dile que venga por nosotros ¡ahora! —Le ordenó enérgico a su asistente, quién se retiró de la escena ipso facto.
Al mismo tiempo, el joven guardián se notaba bastante mermado. Se le dificultaba quedarse de pie pues los músculos de las piernas le temblaban. También tenía una fuerte jaqueca, acompañada de un molesto zumbido. Para rematar, padecía un considerable dolor en el cuerpo. Todo eso le vaticinaba un funesto destino en la pelea que estaba por iniciar.
Providencialmente, su maestro apareció de improviso frente a él. Sin mediar palabra, inició una poderosa ofensiva contra Genjuro, utilizando el "Clamor de Dragón". En esta ocasión produjo una enorme ráfaga de energía del tamaño de su oponente, quien recibió el impacto de lleno. Al instante, una estruendosa explosión cimbró todo el lugar y se levantó gran cantidad de polvo, generada por una moderada onda expansiva. Estas condiciones, aunadas a la llovizna, impidieron confirmar la derrota del heredero.
Tras el ataque, Kenzo quedó bastante afectado. Respiraba con cierta dificultad y se veía muy débil; todo por culpa de la técnica de Jun. Pese a ello decidió continuar, no sin antes hablar primero con su alumno. Enseguida se le acercó con un andar pausado, mientras sacaba un guijarro del saco. Una vez frente a él, le puso la mano en el hombro en tanto lo miraba directo al rostro. El joven advirtió en sus ojos una especie de brillo paternal.
—Aunque haya tiempos oscuros y sin importar cuan derrotado estés, sigue adelante. Recuerda que un guardián siempre tendrá algo que proteger. Aférrate a ello con toda tu fe; eso te dará la fortaleza necesaria para continuar.
»La esperanza será lo único que te acompañará en una batalla cuando hayas perdido todo lo demás.
Dio la media vuelta y se alejó unos pasos. El artista marcial lo miró con extrañeza, pero evitó cuestionarlo. «No puedo intervenir porque solo sería un estorbo», consideró algo decepcionado por encontrarse tan herido. En tanto, su mentor buscaba con la mirada la presencia de su rival.
Tan veloz como un rayo, Genjuro apareció a centímetros del hombre, provocando una fuerte onda en el aire. Esta incluso meció los mojados cabellos rojizos de Ranma, quién quedó estupefacto ante tal velocidad.
Instantes después la filosa punta de la catana emergió por la espalda del guardián. Jaan le había clavado el arma en la parte superior del abdomen con mucha fuerza. Lentamente rotó aquel sable dentro de su cuerpo, asegurándose con ello el mayor daño posible. Tras esto le sujetó la cabeza con una mano para susurrarle unas palabras al oído. "Se terminó, anciano. Tu nación pronto caerá. Es una lástima que no vayas a verlo", dijo con una siniestra sonrisa en el rostro.
En cambio, Kenzo había puesto una de sus manos en el pecho del atacante. Con lentitud colocó la otra detrás de él, presionando la pequeña piedra que sujetaba contra su espalda.
Saotome emitió un alarido tan desgarrador, que casi se desgañita el alma. En tanto, aquel hombre extrajo el sable con crudeza de su víctima, quién se desplomó al instante. Pero este no alcanzó a tocar el suelo ya que el chico lo recibió en su regazo.
Abundante sangre brotaba por la herida y un poco le salía de la boca; además, realizaba un gran esfuerzo por tener abiertos los ojos. "¡Por favor, no se muera!" le suplicó con desespero mientras intentaba detener la hemorragia.
Por su parte, el heredero se preparaba para liquidar al muchacho de una vez por todas. Estaba demasiado concentrado en eso que no dio importancia a un ligero ardor en la espalda, justo donde el guijarro había hecho contacto.
El líder guardián tuvo una momentánea reacción mientras yacía en los brazos de su pupilo . Con dificultad alzó la mano hasta tocarle el pecho con el dedo en dos ocasiones. Aquello bastó para que él recordara la charla que sostuvieron horas atrás. "Tu espíritu… eso es lo que te hace especial" fueron las palabras que le vinieron a la ese gesto, el señor Kusonoki cayó en un descanso eterno.
Ranma se quebró en un mar de llanto mientras apretaba con fuerza el cuerpo del guardián. Al mismo tiempo negaba con vehemencia que hubiese fallecido.
—¡Deja de llorar, imbécil! Pronto lo alcanzarás en el otro mundo —declaró el homicida, interrumpiendo su lamento
Escuchar esas palabras le provocó una incontrolable rabia. Aún con lágrimas escurriendo por las mejillas, acomodó al occiso en el suelo. Con la mandíbula tensa, la respiración agitada y los ojos muy dilatados, declaró iracundo "¡Te mataré!". Había decidido gastar la poca energía que le quedaba en un último ataque, aunque eso le costara la vida.
De súbito, el artista marcial arremetió agresivamente contra él. Pese a que fue recibido por un corte transversal de la catana, este movimiento resultó ser bastante torpe. Por eso logró esquivar el ataque con facilidad para después castigarlo con violencia en el abdomen. «¿Cómo pude fallar?» pensó asombrado mientras dejaba caer el sable. Después le propinó una serie de golpes en el torso. Jaan trató de defenderse, antes bien sus movimientos carecían de lógica, orden y fuerza. En cambio, el joven lucía como un fiero autómata, con un solo objetivo en mente: exterminarlo.
Siendo acorralado contra una formación rocosa, Genjuro recibió un feroz rodillazo en el estómago. Inevitablemente inclinó la parte superior del cuerpo hacia abajo, bastante sofocado. En ese momento, el guardián lo alzó del cuello de la camisa para descargar más de su furia utilizando el "Truco de las Castañas". Aquella ráfaga de meteoros lo avasalló brutalmente por varios segundos. Sus puños se habían impregnado con la sangre del adversario; pese a que le dolían los nudillos, no cesaba de golpearlo. Asimismo, se veía agitado debido a su acelerado ritmo cardíaco. Estaba inmerso en un violento frenesí que parecía ser interminable.
Aquel poderoso individuo presentía que su fin se acercaba. Percibía un sabor metálico en la boca, mientras que sentía como algunas piezas dentales se resquebrajaban. También respiraba con mucha dificultad ya que tenía la nariz fracturada, además de varias costillas rotas. Sus amenazantes ojos casi no se apreciaban por una gran hinchazón. Una intensa jaqueca, un agudo dolor corporal y su rostro bañado en sangre complementaban los efectos de aquella brutal paliza.
La fuerza del castigo fue tal, que las rocas donde estaba recargado se hicieron pedazos. Por inercia cayó al suelo de espaldas, pero eso no detuvo su martirio. Saotome se colocó a horcajadas sobre él y continuó golpeándolo ferozmente repitiendo "¡Lo mataste!", una y otra vez. Inexorablemente aquel heredero perdió el conocimiento. Parecía cuestión de tiempo para que la venganza por la muerte de Kusonoki estuviese consumada.
No obstante, la diosa fortuna se decantó por la familia Jaan. El señor Kotoku y el líder de los guerreros arribaron en ese momento. Este último le dio una tremenda patada al joven en el costado, liberando a su amo del castigo. Mientras el artista marcial rodaba unos metros entre los géiseres, Jun tomó al hombre y se alejó velozmente del lugar.
Por el ajetreo del momento, Ranma no se percató que un helicóptero se aproximaba a la zona. Solo advirtió su presencia mientras se recuperaba del castigo. Entonces dedujo que había aterrizado muy cerca de ahí y, por ende, que sus enemigos pensaban huir. Fue tras ellos a toda velocidad, guiándose únicamente por el sonido del motor. Llegó justo para contemplar que el aparato se alejaba por el horizonte del territorio ruso, truncando sus deseos de venganza.
Afligido, regresó como pudo ante el cuerpo de Kenzo. A unos pasos del punto donde yacía el cadáver, vio que su hija ya estaba ahí; ella lo tenía en su regazo mientras le acariciaba el rostro con dulzura. Bajo una tenue llovizna, se acercó lentamente hasta ellos. Cayó de rodillas frente a su colega, sollozando amargamente, con la mirada perdida en el suelo. La legendaria catana quedó a unos metros de la escena, como mudo testigo de la amarga, pírrica y dolorosa victoria de los guardianes.
.
Continuará
.
.
Notas del autor
.
El sitio mencionado en esta entrega es real, forma parte del atractivo natural de aquella región rusa. Pero para efectos de la trama no se refleja exactamente como es en realidad.
Para este episodio decidí dejar de lado lo que había escrito sobre Akane. Considero que había suficientes emociones y no quería que esto opacara sus vivencias. De hecho, dejé para el siguiente capítulo lo que tenía como borrador de esa trama.
Aunque este escrito no estaba definido en actos, siento que este capítulo marca el fin del 3er (y penúltimo) arco. Me queda la parte final de esta historia, donde vendrán sinsabores, reencuentros, decisiones, recuerdos, amores, sacrificios y más.
Espero no tener tantos retrasos para poder al fin cerrar este relato, que tantas emociones me ha dejado.
.
Gracias por sus reseñas, lecturas y recomendaciones.
