Kingdom Hearts y las series/películas/libros/videojuegos/etc. que aparezcan no me pertenecen, pertenecen a sus respectivos autores. Yo hago esto sin ánimo de lucro, solo para pasar el rato.
Este fic contiene/contendrá violencia, palabrotas y demás cosas. Leedlo bajo vuestra responsabilidad, que yo ya lo he puesto en categoría M.
Capítulo 1:
EL ELEGIDO DE RECUERDOS DEL MAÑANA
Hola, mi nombre es... es... pues la verdad es que ni me acuerdo. Es más, de todos los que éramos niños aquí, ninguno teníamos nombre. A veces me pregunto si eso de tener un nombre es en verdad tan importante como algunos hacían pensar. Pero a mí, la verdad es que nunca me había importado, me daba igual. Vivía en un orfanato desde que tenía memoria, que tampoco es desde hacía mucho tiempo. En verdad todos aquí eran hombres y mujeres muy malos, pero no solo en el orfanato, sino en todos los lugares que había visto fuera de aquí. Puede que aquí fuera donde vivamos, pero teníamos la suerte de poder escaparnos numerosas veces para ver el resto del mundo, aunque apenas fuera una o dos calles antes de que tuviéramos que volver para no recibir castigos.
Tampoco sé la edad que tenía, pero por los pocos libros con información que tenemos, y los demás sabiendo más o menos sus edades, podía asumir que tenía unos ocho años, apenas empezado a vivir como solían decir algunos.
La vida en verdad no era mala, aunque habiendo vivido eso toda mi vida, tampoco sabía lo que era realmente vivir una gran vida. Teníamos que trabajar para mantenernos, fuera donde fuera, y si no llevábamos dinero extra para los adultos, entonces podíamos recibir castigos muy severos, los cuales solo significaban mucho dolor y sufrimiento. Pero una vez terminábamos de trabajar, podíamos descansar: la mayoría solo lo usaba para dormir, otros decidían estudiar con lo poco que había, otros aprovechaban para escaparse por la noche y ver mundo... Yo era de esos terceros, aunque no podíamos hacerlo todas las noches porque si no entonces no podríamos trabajar bien por falta de sueño.
Aquella era una de esas noches en las cuales nos habíamos escapado para ver los alrededores. Si algo había aprendido era que no solo en el orfanato la vida era dura, sino también afuera. En todos los lugares que íbamos encontrábamos siempre lo mismo: personas mal vestidas que dormían en la calle, aunque fuera pleno invierno, mujeres en esquinas que se vendían por dinero, gente pinchándose cosas que solo les hacía mal, y muchas más cosas para nada agradables.
A veces me preguntaba si en una parte de este inmenso mundo habría algo que no fuera parecido a eso, pero por las pocas noticias que veíamos, creía que eso es lo menos probable. Lo único que salían eran guerras y asesinatos. A veces pensábamos sinceramente, y con todo nuestro corazón, que el mundo era una soberana mierda.
¿Habría algún sitio por ahí libre de esto? Sinceramente lo dudaba, pero esa pequeña esperanza, esa pequeña lucecita en medio de un mundo oscuro era lo único que nos permitía seguir adelante. El creer que algún día podríamos salir de toda esa mierda era lo que nos hacía levantarnos y aguantar los castigos de los adultos del orfanato.
—¡Hey, corred o llegaremos tarde al trabajo! —gritó uno de mis compañeros, apremiándonos.
No tenía amigos en el orfanato, ni siquiera de los que eran de mi edad. No podíamos permitirnos ser amigos, pues en algún momento uno de nosotros desaparecería y nunca más volveríamos a verle. Por eso lo único que podíamos hacer era ser compañeros, que no era lo mismo. Intentar ayudarnos, pero si era imposible lo único que podíamos hacer era seguir adelante y dejar al resto atrás.
Corrimos a todo lo que da nuestros pies para llegar a nuestro trabajo, pues era un día de paga y teníamos que llevar el dinero cuanto antes a los adultos del orfanato. En verdad no podía quejarme del trabajo. Siempre había muchos peores que el mío, y hacer pequeños recados para adultos con dinero era algo que podía aguantar, en comparación con otros. Ese día, por ejemplo, nos tocaba limpiar zapatos y otro tipo de prendas a los adultos con dinero que pasaban por la calle.
—¡Ya era hora de que llegarais! —exclamó furioso nuestro jefe—. ¡Poneos a trabajar de una vez! ¡Estamos perdiendo dinero!
Asustado asentimos, corriendo rápidamente a por nuestras herramientas para trabajar. Salimos a la calle, desperdigándonos por ella. Era de noche y era fin de semana, por lo que los adultos estarían bastante animados. Estos eran los mejores momentos para conseguir un mayor volumen de dinero tanto para el jefe como para el resto de adultos.
Las horas pasaron increíblemente lentas. En los poquísimos descansos que tenía entre uno y otro, alzaba mi mirada al cielo, a una de nuestras tres lunas. Esa noche solo se podía ver una de ellas, ya que las otras dos, debido a la posición actual, era prácticamente imposible contemplarlas. Me maravillaba ver las colonias en la luna, pues en la parte que no brillaba se podía apreciar perfectamente las luces de las ciudades que había ahí arriba.
Muchas veces me preguntaba cómo sería la vida allí arriba, si sería mejor que aquí o igual, o incluso puede que fuera peor, pero en verdad me gustaría poder ir allí y salir de ese lugar. Es increíble que a pesar de tener naves que llegaban hasta las lunas, vehículos que podían atravesar el cielo y el espacio, la pobreza llegaba hasta el punto en el cual estaba metido.
Me encantaría ver el resto del planeta, ver las colonias de las tres lunas y mucho más allá, ver el límite de este inmenso mundo. Eso me hacía preguntarme si habría más lugares, mundos diferentes a ese. En uno de los pocos libros que había en el orfanato había una cosa, creo que se llamaba teoría, en la cual se decía que no solo existía ese planeta, sino que existían miles y miles y miles de billones en todas las galaxias que podíamos contemplar en la noche. Pero más allá, en un lugar imposible de imaginar, existían muchos más.
Mi mayor sueño era poder ir allí, visitarlos, explorarlos… Ver las maravillas que hay en toda la existencia.
—¡Hey, niñato, estate atento!
—¡Auch!
El jefe me golpeó con fuerza en la cabeza para sacarme de mis pensamientos ya que había un cliente esperando, al parecer impaciente, porque sus dedos golpeteaban con bastante rapidez en la silla.
Asentí y rápidamente fui a atenderle. Esperaba no recibir ningún castigo por ello. Para evitar eso dejé de divagar con mi mente con los posibles mundos que había ahí afuera y me centré en mi trabajo todo lo que me restaba. Cuando terminé, logré una cantidad aceptable de dinero. Todos fuimos a donde el jefe con nuestras bolsas llenas de la jornada, a esperas de que él cogiera su parte y nos diera el resto nosotros.
Durante largos minutos se puso a contar la suma total de cada bolsa, cogiendo él la tercera parte de cada bolsa, apuntando en el ordenador holográfico la suma total de cada uno para llevar un correo.
—Bien. Ya está todo. Ya podéis recoger vuestras bolsas y largaos de mi vista.
Asentimos y rápidamente cogimos cada uno nuestra bolsa, corriendo de vuelta del orfanato para que los adultos no mandasen a buscarnos. El último que intentó huir con el dinero... nada más supimos de él. Por ese motivo nadie intentaba huir con el dinero.
La carrera de vuelta al orfanato fue brutal. Para cuando llegamos, los adultos estaban de brazos cruzados, totalmente impacientes por nuestra llegada. Sus gestos se volvían muy serios cuando llegamos. No sabría decir si estaban enfadados o no, pues fue difícil no verles de esa manera. Nosotros extendimos nuestras bolsas con el dinero, las cuales cogieron con violencia, pero nosotros no rechistamos. Sería una locura.
Atravesamos los pasillos del orfanato hasta llegar al despacho del director de orfanato, donde este comenzó a contar todo el dinero que había recolectado cada uno. Sí habíamos recolectado lo suficiente, no nos pasaría nada, pero como no llegásemos al mínimo, el castigo sin duda iba a ser más que hablar.
Conforme fue terminando cada bolsa, le decía al resto de adultos si el dueño de la bolsa debía recibir un castigo o se podía marchar tranquilamente. Cuando llegó mi turno, mi corazón estaba muy revolucionado. No deseaba un castigo, y creí que había podido reunir el dinero mínimo.
Entrelacé mis dedos y comencé a frotarlos con fuerza, totalmente ansioso, mientras le veía contar el dinero. Cuando terminó, alzó la mirada, con el ceño fruncido. Clavó su mirada en la mía, lo cual me aterró profundamente. Entonces dirigió su vista a los otros adultos, asintiendo.
—Todo está bien. Puede irse.
Suspiré aliviado, dándome la vuelta para poder marcharme de aquel lugar. Ninguno me impidió el paso, por lo que cuando atravesé la puerta la cerré. Me apoyé en ella y volví a suspirar de alivio. La última vez que recibí un castigo, estuve sin poder levantarme durante tres días. Claro que, ya que no fue útil para el trabajo, fueron tres días en los que nada más que me daban un poco de agua y un poco de pan en todo el día para alimentarme.
Recorrí los pasillos rumbo a la habitación que compartía con ellos a descansar para poder trabajar tranquilamente mañana. Me iba a tocar el turno de noche, así que solo podía intentar dormir. Siendo sincero, prefería trabajar de día, pero a ver quién tenía la valentía para decirle algo a los adultos. Solo nos quedaba obedecer.
Me adentré en la habitación, donde algunos de mis compañeros del turno de noche estaban durmiendo, mientras los del turno de día empezaban a prepararse para trabajar. Apenas y nos dijimos algo, por lo que procedí a acostarme en mi cama, cerrar los ojos e intentar dormir lo que fuera.
XXXXX
Aquella noche algo extraño pasó. No recuerdo la hora que era, pero sí que era bastante tarde. Una especie de escalofrío recorrió mi cuerpo y me desperté de golpe, incorporándome como si tuviera un muelle en la espalda. Siguiendo mi instinto, salí de la cama y caminé hasta la puerta que daba al pasillo, la cual abrí con cuidado para no despertar al resto, y con todo el silencio que pude, bajé hasta la planta baja.
Fue entonces que vi algo increíblemente extraño. No sabía qué tipo de criatura era, pues no me sonaba de ninguno de los libros. Era pequeña y negra, de ojos amarillos, con antenas y garras que parecían muy afiladas. Pero si aquello era sin duda asombroso, fue aún más cuando se ocultó bajo el suelo. No podía verlo.
Con cuidado me acerqué al lugar donde había estado aquella extraña criatura. Toqué el duelo, pero este estaba duro. ¿Cómo había hecho para desaparecer bajo el suelo?
Entonces escuché un grito que venía de la cocina. Me levanté y corrí hasta allá, solo para ver a un grupo de seis de esas extrañas criaturas acorralando a la cocinera principal del orfanato. La mujer estaba aterrada sujetando varios utensilios de cocina para mantener alejadas a esas criaturas. Fue curioso ver cómo, a pesar de recibir heridas con los cuchillos, aquellas extrañas criaturas no se veían afectadas en lo más mínimo. Los cuchillos las atravesaban, pero no hacía efecto alguno.
Varias de ellas atacaron con sus garras, provocando unos extraños cortes en la cocinera. No salía sangre de sus heridas, sino que unas extrañas manchas oscuras aparecieron en el lugar de las heridas. Aquellas extrañas manchas pronto empezaron a extenderse.
Las criaturas no volvieron a atacar. Se quedaron mirando cómo las manchas poco a poco se iban encendiendo por el cuerpo de la cocinera. Al final ocurrió algo que me extrañó aún más. Su pecho comenzó a brillar y algo surgió de él. Era su corazón, pero no como aparece en el libro. No era su corazón de carne. Ese corazón se parecía más a los dibujos que hacíamos, solo que brillaba en un tono rosado. Entonces este comenzó a ascender hasta que desapareció envuelto en una sombra oscura.
—¡No! ¡Alejaos de mí! ¡Largo!
—¡Ayuda! ¡Que alguien me ayude!
—¡Socorro!
Oí más gritos que llegaron desde distintas partes del orfanato. Más y más de esas extrañas criaturas empezaron a surgir de todas partes de una forma extraña. Todas atacaron tanto los mayores como los niños sin distinción alguna, y el destino de todos y cada uno de ellos era exactamente el mismo.
Fue entonces que esas criaturas me vieron y fueron a por mí. Aterrado, no me pude mover al principio, al menos hasta que una de esas criaturas a punto estuvo de herirme. Caí de culo al esquivarla y rápidamente comencé a correr. Corrí a todo lo que daba mis piernas, alejándome y huyendo de aquellas criaturas, pero era imposible. Aunque no lo pareciera, eran increíblemente rápidas, y el poder ocultarse en el suelo era solo una desventaja para mí, pues me hacía imposible saber dónde estaban. Cuando lo supe ya era demasiado tarde, pues una surgió de pronto del suelo, intentando alcanzarme con sus garras.
Por suerte un adulto pasó corriendo, golpeándome, pero llevándose esa cosa por delante. Me levanté y seguí corriendo, pero acabaron acorralándome en el salón. Ya lo daba todo por perdido, pero cuando aquellas criaturas me atacaron, pasó algo aún más extraño que todo lo que había pasado hasta ahora.
Crucé mis manos delante de mí en un vano intento de defenderme, pero de pronto, un flash de luz increíblemente luminoso surgió de mis propias manos. Para cuando pude abrir los ojos por aquel cegador flash, me encontré con un extraño objeto, el cual sostenía con ambas manos. Pero aún más extraño fue ver que aquellas criaturas habían desaparecido.
No sé qué había pasado, pero apenas tuve tiempo para pensar, pues decenas de aquellas mismas criaturas volvieron a aparecer desde todos los lados. Aterrado apunté con aquel extraño objeto a dichas criaturas, pero cuando estás iban a atacarme, un nuevo estallido de luz surgió de aquel objeto, cegándome por completo.
XXXXX
Aquello fue sin duda alguna el suceso más extraño que había acontecido en mi corta existencia. Aquel potente brillo que momentos atrás me había cegado, poco a poco fue disipándose, permitiéndome abrir lentamente mis ojos y dejar que estos se fuesen acostumbrando a la iluminación del lugar. Cuando finalmente pude enfocar mejor, sentí como mi mandíbula caía y mis ojos se abrían tanto que casi se me escapan. Me había quedado completamente embobado, ya no me encontraba en el orfanato sino en otro lugar… pero ¿cuál?
Una gran sala blanca y reluciente se extendía frente a mí, inmensa, colosal… ¡Desorbitadamente grande! Jamás había estado en un sitio así. Era casi como estar en aquellos lugares imaginarios en los que se desarrollaban las historias de fantasía que solía leer: brujas, hechiceros, caballeros, princesas y dragones. Casi me sentía que había sido tele transportado a alguno de esos lugares mágicos.
Di una vuelta a mi alrededor para poder apreciarla mejor, cuatro desmesuradas columnas que brillaban con decoración que parecía oro se hallaban en cada extremo de la sala. Estas se elevaban hasta el techo, haciendo todo a su vez poderosamente alto, haciéndome sentir como una pequeña hormiga.
Elevé todo lo que pude mi cuello, queriendo observar lo que había en las alturas. Entonces mis ojos se encontraron con una hermosa pieza de arte, la única que había visto en mi corta existencia, pero tan hermosa que fue capaz de robarme el aliento por un momento. El techo estaba compuesto por una enorme bóveda, compuesta por miles de pequeñas piezas de cristal, todas de diversos colores que en su conjunto conformaban una gran imagen. Un mural en que se hallaban representados hombres y mujeres, todos portando brillantes armaduras y a su alrededor se hallaban los rostros de otras personas. ¿Quizás eran sus familias? La luz de la noche que atravesaba la gran cristalera, junto con unas pocas luces estratégicamente colocadas por toda la sala, dotaban al lugar de una vibrante y colorida iluminación. Me quedé observándolos por un rato, curioso, intentando imaginarme de quiénes se trataban.
Cuando mi cuello comenzó a doler me vi en la obligación de bajarlo. Entonces volví a observar la sala. Dos de las paredes poseían tres altos ventanales mientras que la que estaba frente a mí era un único e inmenso ventanal. Lo que había afuera era un paisaje que nunca antes había visto ni imaginado: un cielo despejado, con pocas nubes, un inmenso océano hasta donde alcanzaba la vista, y una casi infinidad de ciudadelas y edificios de montaña, que están conectados entre sí por un sistema de tranvías que se encuentran a distintos niveles de las ciudades pirámides. Al instante en mi surgió un deseo de querer ir a explorarlo, pero me contuve. Una de las paredes no poseía ventanales, pero sí una gran y hermosa puerta de madera.
Seguí observando las antiguas paredes de blanca piedra, las cuales estaban decoradas con diversos cuadros y fotografías, así como que había varias estanterías con antiguos libros, cuyas cubiertas estaban deterioradas por el paso del tiempo.
—¿Hola?
Pregunté al instante. Mi voz resonó por todo el lugar. Nunca recibí respuesta. Estaba completamente solo, sin embargo, eso no me echó para atrás.
Avancé hasta el centro de la sala, hacia una enorme mesa de un oscuro marrón, casi como el chocolate. Una vez que estuve frente a dicha mesa, froté mi mano sobre la superficie. Estaba llena de polvo. Es más, todo estaba lleno de polvo, mucho polvo. A pesar del tiempo y de las irregularidades que había en esta, resultaba agradable al tacto. La enorme mesa estaba rodeaba por demasiadas sillas, algo toscas, pero si eran igual que la mesa serían reconfortantes.
Me pude percatar que en el centro de esta había algo, pero como era muy chico apenas llegaba a ver que había a más de dos palmos de mi nariz, por lo que decidí escalar una de las tantas sillas. Cuando estuve enfrente de nuevo, esta vez en alto, no pude evitar pensar por un momento cuál sería la historia que habría contenida en todos estos centímetros de gruesa y antigua madera.
Sin embargo, dejé ese pensamiento a un lado cuando pude observar que había tallado una serie de símbolos en el centro de esta, pero no llegaba a verlos muy bien, por lo que curioso me apoyé en el borde de esta, miré rápidamente de un lado a otro. A pesar de saber que estaba solo, necesitaba comprobarlo. Y entonces hice un pequeño impulso para subirme.
El centro tallado de la mesa se iluminó, y algunos fragmentos se elevaron. Yo, asustado por eso, me bajé de la silla. Entonces un holograma apareció, y en él, un anciano hizo acto de aparición. Tenía el cabello blanco como la nieve, ojos azules y un rostro bastante amable. Solo aparecía la mitad superior de su cuerpo, pero aun así parecía que estaba sentado.
«Hola ¿qué tal? Ha sido un viaje movidito, ¿verdad? Pero tranquilo, no te alteres, relájate, calma un poco tu mente. Sé que tienes un montón de preguntas en este momento, y estoy aquí para responderlas todas, pero a su debido tiempo. Bueno, por dónde empezar. ¡Ah sí! Antes que nada, mi nombre es Sora, y el lugar donde te encuentras es Scala ad Caelum, el centro de poder de los Elegidos de la Llave Espada. Nuestro hogar. Sí, he dicho nuestro hogar, porque ahora tú también eres un Portador de la Llave Espada. Alucinante, ¿verdad?»
¿Llave Espada? Cuando pensé en esas dos palabras, aquel extraño objeto que me había salvado de aquellas criaturas tan raras volvió a aparecer frente a mí, flotando en el aire.
«Sé que parece extraño y difícil de asimilar de golpe, pero todo lo que te digo es cierto. Te dejaré unos momentos para que lo asimiles. Como he mencionado antes, te has convertido en un Portador de la Llave Espada y te estarás preguntado qué es. Somos los Elegidos por las Llaves Espadas para defender la Luz del Multiverso... evitar el caos y la destrucción del mismo por mano de la Oscuridad. Formas parte de un gran linaje, los Guardianes de la Luz».
Luz y Oscuridad… Eso se parecía a alguno de los libros que leí en el orfanato.
«Has sido elegido porque un nuevo mal ha surgido y amenaza con engullirlo todo en una profunda Oscuridad; tu corazón y tu voluntad son pilares para sostener y proteger la Luz del Multiverso, como muestra de eso tu Llave Espada te ha reconocido para lograr esta gran misión.
Pero tranquilo, no estarás sólo, otros más serán elegidos, al igual que tú, para que juntos podáis hacer frente a todo lo que está por venir. Me es lamentable decirte que tienes un largo y duro camino que recorrer. Créeme, no será fácil, pero «en la unión esta la fuerza».
Sin embargo, tienen mucho que aprender, y créeme cuando te digo que lo que está por venir no va a ser precisamente fácil. ¡Pero que el ánimo no decaiga! Cómo Maestro de la Llave Espada que soy, es mi deber guiarte no sólo a ti, sino a tus demás compañeros en esta misión junto a mis compañeros Portadores».
Entonces hizo acto de aparición un gigantesco holograma con los nombres e imágenes de los otros de esos que él había llamado Portadores, cada uno habiendo dividido sus conocimientos en diversos niveles.
«Cada uno poseemos diversas habilidades y conocimientos que se complementan los unos con los otros. Aconsejo comenzar por lo más básico. Cuando estés preparado, solo di las palabras 'estoy listo', y dará comienzo tu adiestramiento».
No sé qué fue todo esto, pero tengo claro que me asusta mucho. Ciertamente ese lugar me había maravillado, y los hologramas me habían encantado. ¡Adoraba los hologramas! Pero... eso es demasiado raro. Aparecí de pronto en este extraño lugar, y así, de pronto, al acercarme a la mesa central, apareció ese anciano diciendo cosas tan extrañas. Raro no, lo siguiente.
Fui hacia la silla, alejándome de aquella mesa. En cuanto mismo me bajé, el holograma desapareció, aunque aquel objeto, la Llave Espada, según había dicho aquel anciano, desapareció en un pequeño estallido de luz, reapareciendo ya en mi mano con otro leve estallido.
¡Eso había molado!
En fin, fui camino a la única puerta que hay en esta sala con aquella cosa agarrada. No sé por qué, pero me tranquilizaba. La puerta doble no es tan alta como la pared, pero es sin duda era enorme y también de madera. Estaba tallada como la mesa, con rostros de personas sujetando esta… ¿cómo era? ¡Ah, sí! Llave Espada. Intenté abrirla, pero era imposible. La puerta no se movió lo más mínimo.
Di varios pasos atrás, mirándola fijamente. Fue entonces que me di cuenta de algo bastante curioso. No sé qué era, pues jamás había visto algo así.
«El Ojo de la Cerradura —me di la vuelta asustado por las repentinas palabras. Allí estaba otra vez el anciano, el cual «miraba» la puerta—. La Llave Espada es capaz de abrir cualquier cosa. Nada se le resiste. Has intentado abrir la puerta y no has podido. Han pasado dos minutos y no has logrado abrirla. Eso solo puede significar que no sabes cómo abrirla —¿Previeron esto? Jope—. Lo único que debes hacer es apuntar con tu Llave Espada hacia el Ojo de la Cerradura. Ella hará el resto. Dado que no han aparecido más Portadores hasta el momento, cerramos la ciudad, por lo que tendrás que abrirlo nuevamente. Una vez abras esa puerta, todo el mundo volverá a estar activo. Ada te ayudará. Nos vemos».
Y así como apareció, desapareció. Hum, así que apuntar con esta cosa rara y ella la abriría. Bueno, por probar nada se pierde. Apunté a lo que el viejo había llamado Ojo de la Cerradura, y un segundo después, la punta brilló y un haz de luz fue directo hacia el Ojo. Pude escuchar como si algo se abriera y entonces la puerta se abrió. Al otro lado estaba un poco oscuro, pero unas luces se encendieron lo suficiente como para que pudiera ver perfectamente.
Y no solo ahí, pude escuchar como más cosas se iban activando. Tal y como había dicho el viejo, este lugar volvía a activarse, aunque parece que a paso de tortuga. ¿Cuánto tiempo habría pasado? Caminé hacia el pasillo, recorriéndolo. Bajaba en una suave pendiente curva. Ese lugar también estaba lleno de polvo. Iba dejando huellas conforme daba cada paso. Para cuando hubo finalizado, pude ver un lugar aún más grande que la sala anterior. ¡Este sitio sí que era enorme! Era como uno de esos lugares dentro de los edificios: inmenso, con arcos y columnas y tres niveles.
Hum… tenía hambre. ¿Dónde estaría la cocina? Ese lugar es demasiado grande. Si me ponía a buscar nunca acabaría. Ahora que recordaba…
—¿Dónde está la cocina? —pregunté en voz alta.
Justo después de finalizar la pregunta, un holograma 3D apareció frente a mí, asustándome por aquella repentina aparición. Era un mapa de este lugar: un punto rojo me representaba a mí y la zona de luz palpitante supongo que era la cocina. Bueno, pues a seguir el holograma.
Atravesé los corredores de este gigantesco lugar, siempre siguiendo el mapa. Al final, después de largos minutos, logré llegar a la cocina... bueno, a una de las cocinas, pues el holograma solo me mostró la más cercana. Abrí el frigorífico, sorprendiéndome al encontrar alimentos en buen estado. ¡Había de todo! Carne, pescado, frutas, verduras, leche, cereales, huevos…
Me preparé la comida como pude… Básicamente cogí lo que era más sencillo de comer sin preparar. Admito que comí como si no fuera a seguir viviendo al día siguiente. Por primera vez en mi vida podía comer tanto como quisiera, y no pensaba desperdiciarlo. Cuando terminé de cenar le pedí al holograma que me llevara al dormitorio más cercano.
Cuando llegué me reí mucho. Hasta ahora todo lo que había visto era bastante grande, pero este dormitorio ya tenía un tamaño más normal. El que elegí era rectangular. Había una gran cama donde podríamos dormir varios de nosotros, una mesilla a cada lado con una lamparita cada una, un armario para la ropa y calzado, una ventana en una de las paredes laterales, un escritorio con lámpara y una estantería que cubría toda una pared. También había una puerta que daba acceso a un baño privado. Este disponía de una ducha, una bañera, un váter, un bidé y un lavabo.
Las lágrimas salían por mis ojos. A pesar de también estar lleno de polvo, jamás pensé que podría tener algo como esto. Me limpié las lágrimas y abrí la ventana. Afuera no hacía frío, sino que se estaba realmente bien. Podría dormir con la ventana abierta sin ningún problema. Primero quité el polvo lo mejor que pude de la cama y luego me fui al baño para bañarme. El agua que salía estaba un poco caliente, pero pude regularla. Me sequé con una toalla que había guardada, la cual apenas y tenía polvo por estar así, guardada, y sin pensarlo mucho, me metí a la cama desnudo. Estaba demasiado cansado, tenía demasiado sueño…
XXXXX
No sé cuánto tiempo dormí, pues jamás había dormido tan bien. Ojalá hubiera tenido una cama como esta en el orfanato. Bostezando me incorporé en la cama y grande fue mi sorpresa al ver que todo el cuarto estaba limpio. No había rastro de polvo. Y, es más, incluso había ropa de mi talla, una ropa extraña. Aunque bueno, teniendo en cuenta que siempre he ido con calzado medio roto y ropas o más grandes o más pequeñas de lo que debía, y también sucias y rotas… No voy a quejarme. No puedo evitar asombrarme otra vez al notar que estas ropas me están perfectas. El estómago vuelve a rugir en busca de comida. No recuerdo dónde estaba la cocina, por lo que vuelvo a invocar el mapa. Este me vuelve a guiar hasta la cocina, pero cuando abro la puerta y me introduzco en aquel lugar…
—Hola —dijo una voz femenina y madura a mi espalda.
El grito que pegué se tuvo que escuchar en toda la ciudad. Caí de culo, aterrado, y sudando frío. Frente a mí había una mujer. No pude evitar recordar aquellos libros que había leído en el orfanato. Aquella mujer parecía una reina de aquellos relatos de fantasía:
Una joven doncella, de finos y delicados rasgos con una tez tan pura como la de la perla más brillante, la cual contrastaba enormemente con sus cabellos, lacios y finos; que caen elegantemente sobre sus hombros y parte de su espalda, los cuales son de un profundo y opaco negro, pero a la vez capaces de brillar con la luz como si de una obsidiana se tratase.
A pesar de la blancura de su piel, posee unos finos labios bañados en un suave color rosa. Pero sin lugar a dudas, su característica más destacable son sus ojos: se podía apreciar la nebulosa que habitaba en estos, de un profundo verde, pero a la vez bañada por otros cientos de tantos colores más; que consiguen profundizar lo inmensa que es… tan brillante y llena de vida.
En cuanto a su vestimenta, porta una toga ceremonial de color negro, larga, con grabados florales en la parte anterior, así como en otras zonas (un cinturón o el propio cuello de la toga) pero en este caso hechas de un opaco dorado. A su vez, el traje cuenta con una abertura en la parte frontal a la altura de los mulos (en cuya cara interior también aparecen varios grabados de un oro oscuro) y que permite apreciar sus piernas, así como las altas botas de tacón negro que las cubrían, hechas de cuero, y las cuales se extienden hasta llegar por encima de la rodilla. Además, cuenta con un chal de fina seda blanca y bordados en bronce que caía por sus hombros, envolviéndose en torno a sus brazos para así colgar extensamente junto al resto del vestido. Y, por el otro, con guantes que se extienden por todo el antebrazo, dejando solo a la vista los blancos dedos de su mano derecha.
—¿Q-quién…? —tartamudeé.
—Oh, lo siento mucho, pequeño —se disculpó aquella mujer, la cual sonreía un poco—. Mi nombre es Ada, soy la inteligencia artificial que controla el sistema de Scala ad Caelum.
—¿Squé? —pregunté mientras me incorporaba.
—Scala ad Caelum, así se llama este mundo: el centro de poder de los Portadores de la Llave Espada. He comprobado que ya has leído el mensaje del Antiguo Maestro Sora. Es una presentación básica, pero suficiente para entender lo mínimo.
—¿Y dónde estuviste ayer?
—Lo lamento por ello. Han pasado muchos siglos desde que el último Custodio de la Luz habitó en este lugar, por lo que puse el sistema en hibernación. No hay peligro que amenace este mundo, pues solo aquellos que posean una llave espada pueden llegar. Por ese motivo he tardado tanto en mostrarme ante ti.
—Aaah… ¿Tú has limpiado mi cuarto y has dejado esta ropa? —le pregunté mirándola con un poco de desconfianza.
—Así es —Me sonrojé—. Puedes estar tranquilo—dijo ella sonriendo un poco más—. Como he dicho, solo soy una inteligencia artificial.
—Ya… veo… Entonces, ¿tú me vas a ayudar?
—Para eso fui creada. Mi cometido era ayudar en todo lo posible a los futuros Portadores. Los últimos maestros organizaron sus lecciones, y yo me encargaré de iniciarlas. También te ayudaré en todo lo posible con tu entrenamiento e instrucción.
—Entonces, ¿serás como mi profesora?
—En verdad ellos solo son los Maestros —dijo mientras ampliaba un poco su sonrisa—. Podrías considerarme como una ayudante.
—¿Y una amiga?
Me puse rojo como un tomate. No sé por qué le había preguntado eso. Era solo que… ella parece tan amable y buena… todo lo contrario al resto de adultos que había conocido en toda mi vida.
—O-olvida lo que he dicho —me apresuré a decirle mientras mi sonrojo aumentaba.
Esperaba que ella se enojara o burlase de mí, pero lo que hizo fue acercarse hasta quedar frente a mí, agachándose para ponerse a mi altura, mirándome con aquellos ojos y esa sonrisa.
—Sí, puedo ser tu amiga, si quieres.
No puedo evitar sonreír y gritar de pura emoción.
—¡Qué bien! ¡Mi primera amiga! ¡Ya verás cuando los demás…!
Y como si me hubieran tirado al rio en pleno invierno, toda la alegría se congeló al instante. Ella pareció darse cuenta de a dónde fueron mis pensamientos, pues su sonrisa desapareció para mirarme con pena.
—Come un poco y ahora te llevo a un lugar, ¿vale?
Asentí y fui a prepararme unos cereales. Comí sin mucho apetito, rememorando los últimos momentos en mi orfanato. Noté cómo ella quería preguntarme cosas, pero no lo hizo… y eso se lo agradecí, al menos internamente. Una vez terminé, Ada me pidió que me lavase los dientes: «higiene sobre todo»; dijo ella. y luego me llevó hasta lo que parece ser una enfermería. Era una amplia e iluminada sala, llena de ventanales, camas y un montón de aparatos y máquinas. Ella me pidió que me tumbara en una de esas camas. Al hacerlo, una serie de brazos surgieron desde distintos puntos de la cama.
—Tranquilo, no tienes que preocuparte —me dijo ella con calma—. Son sensores y escáneres. Quiero ver tu condición, si no te importa. No te pasará nada, confía en mí.
Su tono tranquilizador y aquella calidez fue suficiente para tranquilizarme. Mientras ella observaba con rostro sereno, aquellos brazos no hicieron sino recorrer mi cuerpo. De pronto pude ver cómo algo surgía de mí. Era de mí mismo tamaño, pero era como si estuviera viendo mi interior.
—Eso es un generador de campos cuánticos. Me permite comprobar el estado de tu fisiología —explicó Ada. Solo pude dejar escapar el aire con asombro. Sus ojos se entornan de un modo que me asustó—. Desnutrición, anemia, lesiones internas en huesos y músculos… No parece que te hayan tratado bien.
Negué con la cabeza. Ella me pidió que le contase cómo era mi mundo original. Conforme avanzaba el relato, su expresión se hizo más severa. Al terminar, ella solo negó con la cabeza.
—Esa no es forma de tratar a la gente.
—¿Tú sabes qué eran esas cosas? ¿qué le ha pasado a mi casa? —pregunté con temor en mi voz.
Ella me miró con tristeza en los ojos, provocando que aquel sentimiento creciera aún más dentro de mí.
—Las criaturas que atacaron tu mundo eran Sincorazón, unas criaturas nacidas de la Oscuridad que buscan incansablemente los corazones, principalmente los corazones de los mundos. No sé si tu mundo habrá logrado sobrevivir a su ataque, pero me encargaré de averiguarlo.
—Esos Sincorazón… ¿tendré que enfrentarlos?
—Sí. Es uno de los tipos de enemigos que deberás enfrentar para proteger los mundos.
Asentí y miré el techo. Sentía un gran vacío dentro de mí. Ya lo sentía estando en el orfanato, pero al menos allí tenía a mis compañeros y a nuestros cuidadores. Que sí, que eran malos con nosotros, pero eran lo único que teníamos. Ada no dijo nada, solo se quedó allí, analizándome, pero siempre con un ojo en mí. Parecía como si quisiera consolarme con algún gesto, pero si no recordaba mal, los hologramas no se podían tocar, al menos no de la misma manera que uno toca a otra persona o un objeto.
—¿Te entristece a pesar de lo que has vivido? —me preguntó.
Asentí.
—Era mi hogar… aunque no fuera la gran cosa.
—Entiendo. A pesar de ser un lugar así, seguía siendo tu hogar, el único que has tenido, ¿no? —No sé cuántas veces he asentido ya—. ¿Recuerdas algo de tus padres?
Esta vez negué.
—No recuerdo nada de mis padres. Lo único que recuerdo es vivir en ese orfanato.
—Ya veo. ¿Y qué sientes hacia tus padres?
—No lo sé. A veces me enfado porque creo que me abandonaron, pero luego recuerdo algunas historias de compañeros cuyos padres fallecieron y acabaron allí y pienso si a ellos les pasó lo mismo.
Ella asintió, finalizando el análisis poco después.
—Bien, todo lo que tienes puede solucionarse con buena alimentación, cuidados y ejercicio. Por suerte, podemos hacer las tres.
—Oye, ¿puedo hacerte una pregunta? —curioseé al tiempo que me sentaba en la cama.
—Todas las que quieras.
—Vi que cuando esas criaturas les atacaron, sus heridas provocaban que les salieran cosas negras y entonces ¡fush!, un corazón salía, pero era como el de los dibujos, no uno real.
—Le habían robado el corazón, la esencia misma de una persona. Los Sincorazón Emblemáticos, que son los más comunes fuera de su lugar de origen, roban corazones para reproducirse. Los Purasangre no, pero ellos no salen del Reino de la Oscuridad.
—Entonces… a todos los que se lo han robado…
—El único modo de liberar esos corazones es con la llave espada.
—Y esas personas… ¿volverían?
—No es tan sencillo —Ada negó con un elegante movimiento de cabeza—. Cuando el corazón es absorbido por un Sincorazón, su cuerpo queda vacío, se convierte en una cáscara a la que llamamos Incorpóreos. Si ambos son derrotados, hablando de la misma persona, podría volver a existir.
—Entonces… tengo que derrotar a esas cosas, las dos.
—Básicamente sí.
—Ya veo…
Bajé con cuidado de la cama, observándola.
—¿Quieres dar un paseo? Puedo mostrarte Scala si quieres.
—Sí, me gustaría.
En verdad preferiría no pensar más en mis cuidadores, mis compañeros o todo eso que me había explicado. No quiero pensar, solo explorar. Durante aquel día, Ada me guio por aquel inmenso edificio, situado en la cima de esa ciudad piramidal. Incluso descubrí varias cosas, como que había múltiples relojes, e incluso se podía convocar uno holográfico. Pero no solo ese día, sino que durante una semana aproximada estuvimos de un lado para otro. Ada no hizo mención al entrenamiento, simplemente me dejó mi espacio y tiempo. No paramos hasta que vi todas las ciudades. A pesar de que todo estaba limpio, al contrario que cuando llegué, a saber cuándo fue la última vez que alguien lo usó. Usamos tanto los teleféricos como los barcos que había en los puertos para ir de una a otra.
Al octavo día le pregunté el motivo por el cual no me había dicho nada sobre empezar el entrenamiento, a lo que ella me dijo que aún no estaba en plenas capacidades físicas para empezar. Si bien ya no estaba tan desnutrido y mis lesiones internas iban a mejor, ella solo me permitiría empezar una vez estuviera al cien por cien. Mientras el día del inicio del entrenamiento se atrasaba más y más, Ada comenzó a instruirme en la teoría, comenzando sobre las llaves espada, los Sincorazón e Incorpóreos, algo llamado Kingdom Hearts y la historia de los Portadores. Esto se parecía a algo que algunos de mis antiguos compañeros decían sobre ir al colegio. La verdad es que me gustaba esto, y Ada lo hacía todo más fácil de entender gracias a los hologramas. ¡Era divertido! Ver todo eso hizo crecer mi deseo de salir afuera, explorar, enfrentar a esos temibles enemigos con mi llave espada y ser un Héroe, un Guardián de la Luz, y hacer muchos amigos.
Por eso mismo, cuando llegó el día en que Ada me permitió comenzar con mi entrenamiento, no pude sino correr entusiasmado hasta la sala central de reuniones, donde estaba guardado los mensajes de los últimos Portadores. Allí volví a activar el dispositivo de la mesa, donde el anciano volvió a aparecer, mientras Ada esperaba paciente a mi lado
—Estoy listo —le dije con firmeza.
Este sonrió con alegría.
Bueno, esta es una antigua historia que publiqué en una cuenta conjunta hace varios años y ahora que la he desarrollado considerablemente con un amigo de aquella misma cuenta (and122), he decidido publicarlo. Está en fase de corrección debido a que me he centrado en mi historia principal: La historia de Issei Hyoudou-Stark. Pero bueno, se irá publicando con el tiempo. Espero os guste.
Por cierto, la historia de mi amigo and122, la cual ocurre en el mismo universo y con la cual habrá futuros crossovers, es Tales from Slipspace. Echadle un ojo, seguro que os gustará.
Y sin más que decir, me despido.
¡Nos leemos!
