Tashigi corría al límite de sus fuerzas. Notaba sus piernas pesadas por la falta de oxígeno en sus músculos, y sus pulmones ardían en fuego. Apretaba con fuerza la empuñadura de su espada mientras atravesaba el laberíntico complejo marine, los robustos pasillos de acero con puertas mecanizadas que habían resultado todo un reto para abrir.
Daba gracias a su buena orientación, todo lo contrario a lo que sucedía con la de él. Si hubiera sido al revés antes hubiese saltado la isla por los aires. No podía perder el tiempo, necesitaba apresurarse y llegar a la maldita sala antes de que fuera demasiado tarde.
Aplicó todo el entrenamiento que había aprendido en los últimos dos años y optimizó al máximo su respiración, lo que le permitió ir incluso más rápido. De repente, escuchó una potente explosión y se paró en seco. Estaba muy cerca, podía escuchar a la perfección los ruidos de la batalla. Debía apresurarse, dos contra uno no era una batalla justa, y mucho menos si uno de los contrincantes era uno de los almirantes de la Marina.
Estaba furiosa, ¿Cómo podía un propio almirante olvidar así el significado de la palabra justicia? Se suponía que su máxima prioridad debía ser la protección de los ciudadanos, y más en aquella situación extrema y a contrarreloj. A ese paso iban a morir todos, aunque con las habilidades del almirante la capitana sabía que no iba a tener problemas para escapar. Eso la enfurecía aún más, no tenía intenciones de salvar a nadie, salvo sus propios intereses, que, además, estaba segura que no eran del todo limpios.
Si había algo que Tashigi odiaba más que los piratas era la corrupción en la propia Marina, se suponía que era una institución para proteger a los ciudadanos de a pie de las injusticias e inseguridades, y la creación de un arma de destrucción masiva basada en las mortíferas características de uno de los piratas más fuertes de la generación actual contravenía precisamente esa máxima. En malas manos podía tener unas terribles consecuencias.
Siguió corriendo cuando giró una esquina y encontró la sala que tanto estaba buscando. La luz que salió de ella la cegó, por lo que tuvo que taparse la vista parcialmente para seguir avanzando. Llegó a la puerta de la gran sala cuando la escena ante ella la hizo reaccionar casi sin pensar.
Roronoa Zoro, el cazador de piratas, peleaba contra dos poderosos enemigos. Por un lado, el almirante de la Marina Kizaru, y por el otro la poderosa arma de destrucción Kagero, el robot de última generación que podía imitar los movimientos de sus enemigos y que tenía programada toda la información de batalla recogida de las acciones del cazador de piratas. Tashigi no podía entender cómo la Marina y el Gobierno Mundial destinaban dinero a armas tan peligrosas, y tampoco podía entender cómo un almirante estaba allí para seguir protegiendo semejantes intereses ocultos.
Zoro peleaba hábilmente contra ambos enemigos, harto formidables. Sus habilidades estaban fuera de lo ordinario, pero las de sus oponentes también, y no tenían intención de jugar limpio. Ante una lluvia de ataques, logró frenar en seco un potente puñetazo por parte del robot, utilizando dos de sus espadas, pero aquel momento de defensa fue vilmente aprovechado por el almirante para atacar a Zoro por la espalda. El espadachín se giró, sorprendido, y maldijo su mala suerte, pues un ataque directo de un usuario logia significaba simplemente la muerte.
- No irás a ninguna parte -
- Tsk, mierda -
Necesitaba parar aquel ataque cuando, de repente, notó una nueva presencia en la sala apresurándose hacia ellos. Con un rápido vistazo pudo ver la figura de la capitana, que se precipitaba entre ambos sin apenas reflexionar. Zoro no pudo evitar sentir una enorme sorpresa, ¿Cómo podía arriesgarse de esa manera por alguien como él, por un simple pirata? Su acción era tan imprudente que difícilmente podía entenderla.
Tashigi tampoco era consciente de sus acciones, pero sintió una fuerte opresión contra su pecho cuando observó la rastrera figura de su superior emboscando al espadachín. Corrió sin pensarlo, desenvainó su espada e interceptó el ataque del almirante. Tan poderoso como lo esperado, apenas pudo contenerlo, por lo que salió disparada contra uno de los muros, golpeándose violentamente. Aquella sacudida resonó por todo su cuerpo, estaba segura que se había partido algo. Su respiración se entrecortó y su vista se nubló ligeramente, pero aquella sensación de horror se calmó cuando se percató que su acción fue suficiente para salvar al espadachín de aquel bajo ataque.
- Está batalla… ¡No tiene sentido! - gritó la chica mientras se incorporaba parcialmente - ¿No se supone que el deber de la Marina es proteger a los ciudadanos? -
Zoro se incorporó y lanzó una sonrisa torcida. Ella no cambiaría nunca, y no sabía bien por qué pero eso le gustaba. En aquella cruzada particular contra el desvariado Isaac, cegado de dolor contra el mundo por los problemas que había sufrido su isla y, en particular, su familia, había confraternizado extrañamente con la capitana. Se repetía la misma dinámica que en Punk Hazard, él, un pirata Mugiwara y ella, la capitana del G5, trabajando juntos por el bien de los ciudadanos de Prison Island. Las rencillas entre ambos seguían al orden del día, pero disfrutaba enormemente de su presencia y del trabajo en equipo de ambos, ¿Qué había cambiado tanto en su interior para buscarla de esa manera?
Esperaba que el almirante reflexionara sobre su actitud con una compañera, pero para sorpresa de Zoro no se inmutó. Miró a la capitana con su rostro irreflexivo y alzó el dedo índice de su mano derecha, apuntando con él a la chica. De repente, numerosos rayos de luz despuntaron en dirección a la capitana.
- ¡Mierda! ¡Muévete, idiota! - gritó Zoro a la chica, desesperado.
Un potente chorro de luz salió del índice del almirante en dirección a Tashigi. El rostro de Kizaru permanecía impertérrito, no le afectaba en absoluto la idea de atacar a una compañera. O, al menos, él parecía no verla como tal. Destilaba arrogancia por todos sus poros, y seguramente la consideraba tan inferior como a una mosca.
Tashigi se sentía dolorida del impacto y cansada por el largo sprint. Pero necesitaba contrarrestar el ataque del almirante o no viviría para contarlo. A duras penas se semi incorporó, apoyando su rodilla derecha en el suelo, y tomando rápidamente su espada interceptó burdamente el ataque del almirante. Era incluso más poderoso que el que había lanzado contra Zoro. Destilaba inquina y maldad.
El rayo de luz fue desviado a duras penas, pero los restos de radiación que salpicaron cayeron sobre la chica causando numerosas pero pequeñas quemaduras en su piel. El potente chorro destructivo arrasó con el muro tras la capitana, provocando un principio de derrumbamiento.
Notaban cómo se tambaleaban los cimientos del edificio, muy cercanos a donde estaban. Se encontraban en el subsuelo, por lo que aquella sala se convertiría en una ratonera en cuestión de minutos. Los muros comenzaron a resquebrajarse y agrietarse, y las grandes piedras a caer.
- ¡Oi, capitana! Esto es malo, ¡Debemos salir! - gritó Zoro, visiblemente alterado, pues notaba que a Tashigi le sucedía algo, apenas reaccionaba ante la situación.
Corrió directo hacia la chica, se lo debía. Ella lo había salvado de una muerte casi segura a manos del vil ataque del almirante, lo menos que podía hacer era salvarla en aquellos momentos de confusión. Corrió hacia ella, con las espadas desenvainadas, pero Kagero se interpuso entre ellos atacando a Zoro, con fiereza. El espadachín retrocedió, a regañadientes, y se defendió de los ataques de la máquina. Necesitaba quitarse al robot de encima, mientras estuviera en esa sala no le dejaría actuar con libertad. Zoro contrarrestó la lluvia de ataques cuando se dio cuenta de que el almirante se dirigía hacia la chica, a paso lento pero firme, con intención de eliminarla.
El pelo de su nuca se erizó, como le ocurre a los animales salvajes en momentos de máxima tensión. No podía creer que uno de sus nakama estuviera tan decidido a eliminarla sin mostrar ningún tipo de sentimiento. ¿Cómo podía pensar que él era mucho mejor que algunos piratas? Era un ser rastrero sin ningún tipo de consideración.
- ¡Eh, mujer marine! Vamos, ¡Muévete, por lo que más quieras! - gritaba Zoro desesperado, pero parecía que las voces no llegaban a oídos de la chica.
Tashigi se encontraba parcialmente incorporada, apoyándose sobre su espada. Respiraba con dificultad, creía realmente que algo se había roto en su interior. Alzó la vista y vio al almirante cada vez más cerca de ella. Sus oídos pitaban por el ruido del derrumbamiento, y casi no podía escuchar la voz del espadachín, pero sí veía la preocupación en su rostro. No podía fiarse de Kizaru, había intentado matarla y esa vez no iba a ser diferente. Se incorporó totalmente, a duras penas, y decidió plantarle cara. Era una auténtica locura, ¿Pero podía, acaso, hacer otra cosa?
Zoro sintió verdadero miedo al ver a la tozuda chica dispuesta a enfrentar al almirante. Si en condiciones normales no tenía opciones ante él, así iba a resultar una verdadera carnicería. ¿Por qué tenía que ser tan imprudente y darle tan poco valor a su vida? De nuevo, Zoro no lo entendía, pero la simple idea de perderla le asfixiaba. En un duro contraataque, el espadachín imbuyó sus tres espadas en haki y lanzó su más potente santoryu contra el robot. En un rápido ataque destrozó a la máquina, exponiendo su piedra Dina, su poderosa e inestable fuente de energía.
Rápidamente corrió hacia ambos marines, con todas las intenciones de pelear contra Kizaru. Observó cómo alzaba su índice, de nuevo, y apuntó con él a la chica. En un rápido movimiento, Zoro se interpuso entre ambos y desvió el ataque.
- Vaya, vaya, vaya… ¿Es que me he perdido algo? - dijo Kizaru, con aire distraído - ¿Por qué vosotros dos os protegéis con tanto ahínco? -
-¡Es tu nakama, maldito bastardo! ¿Cómo puedes intentar matar a un nakama? -
- Pirata, los débiles nunca serán mis nakama - contestó viperinamente el almirante, que volvía a apuntar a ambos con su dedos índice -
- Maldito desgraciado -
La sangre de Zoro hervía. Era un ser despreciable e iba a luchar contra él hasta la última de las consecuencias. Le molestaban sus comentarios sobre Tashigi, ¿Cómo podía hablar así de alguien como ella? Se dispuso a atacar entre una lluvia de rocas cuando un fuerte pitido llamó la atención de todos.
-AUTODESTRUCCIÓN DEL NÚCLEO DINA EN 10… 9… 8… -
- Vaya… vaya… vaya… sí que estás causando problemas, cazador de piratas - dijo Kizaru con tono neutro, como si aquello fuera simplemente un aburrido juego de niños - Con Kagero destruido mi misión aquí no tiene sentido. Esto enfurecerá mucho al Gobierno Mundial, pareja -
Tashigi observaba los frenéticos movimientos de la máquina y escuchaba la cuenta atrás. Conocía perfectamente el poder de una piedra Dina, aquella explosión seguramente destruiría la isla al completo. Exhaló todo el aire de sus pulmones, que quemaban más que nunca, y se alegró de haber organizado la evacuación de todos los habitantes de la isla a sabiendas de que esa situación tan extrema podía ocurrir. Ahora más que nunca le iba a plantar cara. Le costaría la vida, pero enfrentaría la corrupción hasta el último minuto, ella sí tenía muy claro por qué era una marine.
- El Gobierno Mundial debería velar por los intereses de los ciudadanos, no debería permitir la masacre de inocentes - encaró la chica, adelantándose a Zoro y enfrentándose a su superior con pose de defensa - Aquellos corruptos pagaréis por jugar así con la vida de las personas -
El almirante enarcó una ceja en su inexpresivo rostro. Todo aquello de la justicia, el honor y el deber le daba absolutamente igual. Así que ignoró deliberadamente a la capitana y su intenso sentido de la justicia. Quedaban apenas unos segundos para la explosión de la piedra Dina, lo único que le interesaba era abandonar la isla y pasar a otro tema más interesante.
- Hasta nunca, pareja. Disfrutad en el más allá de vuestro magnífico sentido de la justicia - sentenció escuetamente el almirante mientras lanzaba el último y más potente chorro de luz desde su índice, para justo después desaparecer.
El tiempo comenzó a pasar lentamente, como si casi se hubiera parado. Tashigi vio el rayo de luz que se dirigía hacia su pecho, pero no podía moverse, no era capaz de reaccionar. De repente, sintió que el espadachín agarraba su brazo izquierdo y tiraba de ella rudamente. La apresó entre sus brazos, desviando su cuerpo de la trayectoria del rayo, mas con la mala suerte que a él le fue imposible evitarlo. El potente chorro atravesó su hombro izquierdo con tanta fuerza que destrozó aún más el muro que había tras ellos. Si no hubiera utilizado el haki de armadura en el último momento el ataque hubiese destrozado todo su cuerpo, pero por suerte había logrado que simplemente fuese similar a una herida de bala.
El dolor era insoportable, pero no podía dejarse cegar por él. Cogió a Tashigi, la cargó sobre su hombro derecho y buscó, desesperado, un hueco por el que huir. En el último segundo vislumbró un hueco entre el techo y el muro que daba al exterior y se dirigió hacia él, mientras saltaba felinamente sobre las rocas que caían del techo. La lluvia de materiales era intensa, y tenía que moverse ágilmente para evitar que golpearan a ambos. Estaba en un verdadero aprieto, ya no quedaba nada de tiempo para que todo saltara por los aires. A duras penas alcanzó el pequeño hueco, y antes de deslizarse por él dio un último vistazo a la máquina.
- 3… 2… 1… -
El núcleo Dina del robot se desintegró y dio lugar a una terrible explosión que precipitó el derrumbe del edificio. Zoro saltó al vacío en el último segundo y se precipitó al mar. Agarraba con todas sus fuerzas el cuerpo de Tashigi. Su hombro ardía en dolor, pero eso no evitó que la apresara entre sus brazos, hasta casi fundirse en un único ser que se precipitaba hacia el mar entre la lluvia de rocas.
