Disclaimer: Esta historia está inspirada, en parte, en el universo de Harry Potter de J.K Rowling. Salvo algún que otro personaje de mi invención, todos los ambientes, personajes, argumentos, hechizos y todo lo reconocible pertenece a la autora, yo solo los tomo los mezclo y agrego cosas.

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Capitulo 1:

El pasado verano había culminado su último año en el colegio Hogwarts de magia y hechicería. Ella había logrado volver estudiar después de que la guerra hubiese culminado con, Harry Potter habiendo vencido a "quien no debía ser nombrado". Hermione Granger había vuelto al castillo con el fin de retomar su educación mágica para luego poder llevar a cabo todos los planes que había hecho mientras crecía.

Según sus antiguos planes ella, en ese momento, debería estar comprando sus libros para ir a la escuela de leyes mágicas, disfrutando de la calma luego de la guerra y de la felicidad que el amor de su novio podía darle. Sin embargo nada había salido como planeaba y ahora estaba comprando un uniforme para la academia de aurores.

Luego de finalizar la guerra, Hermione Granger se había embarcado en la casi imposible misión de ayudar reconstruir el castillo para que las clases se reanudasen en septiembre de ese mismo año, con Minerva Mcgonagall como directora.

Hermione había decidido terminar sus estudios antes de meterse de lleno en la búsqueda de sus padres. Buscarlos por todo Australia quizá le llevase demasiado tiempo y aunque los encontrase rápido, no quería tener que dejarlos para volver al colegio una vez que les devolviese la memoria. Pensaba que un par de meses más no harían gran diferencia, sobre todo teniendo en cuenta que ellos no recordaban tener una hija que era bruja y estaba en Inglaterra.

Ese último año en el colegio había sido algo extremadamente agridulce para Hermione. Ron y Harry no habían vuelto con ella y en cada esquina del castillo había un recuerdo feliz acompañado de una pesadilla interminable de la guerra. El castillo podía haber sido reconstruido pero había cicatrices que aun eran visibles para quienes habían luchado bajo su techo.

Harry Potter, el flamante salvador del mundo mágico, había decidido no volver a Hogwarts y aceptar la beca que Kingsley le ofrecía para estudiar en la academia de aurores. Ron y él habían obtenido una beca completa y ambos se habían mudado a Grimauld place para poder vivir más cerca de donde estudiaban. Ambos querían ser aurores y completar su último año de estudio no era algo que los preocupase.

La relación amorosa de Hermione con Ron se había mantenido a lo largo de ese año. Durante los fines de semana ellos se veían en Hogsmeade e intercambiaban cartas casi a diario. La dicha del amor juvenil hacia que la distancia que los separaba no fuera un problema para ellos. De hecho, Hermione Granger y Ron Weasley no habían vuelto a pelear nunca más desde que no podían verse todo el tiempo. Los escasos momentos que tenían para estar juntos los invertían en disfrutar el uno del otro y no en discutir por tonterías.

Harry y Ginny habían retomado su relación justo donde la habían dejado. La hija menor de los Weasley y Hermione se habían vuelto buenas amigas junto con Luna. Todas estaban en el mismo año y la última guerra había servido para que estrechasen lazos haciéndolas casi inseparables.

Al parecer en el mundo mágico reinaba nuevamente algo muy parecido a la paz. Solo algunas decenas de mortífagos seguían prófugos y eran un permanente dolor de cabeza para las nuevas autoridades mágicas que trabajaban contra reloj para poder atraparlos.

Los juicios contra los seguidores de Voldemort apresados, luego de la batalla final, habían concluido bastante tiempo antes de que las clases en el colegio se reanudaran. La mayoría de los mortífagos había recibido penas que iban desde la prisión perpetua a la prohibición de realizar magia luego de cumplir sus condenas en Azkaban.

El famoso trío de oro solo había asistido a un juicio, al de los Malfoy. A pesar de la reticencia de Ron, Harry había intercedido por Narcissa y se la había declarado inocente de culpa y cargo. Lucius había sido condenado a diez años de prisión y a la prohibición perpetua de realizar magia una vez que cumpliera con su cautiverio. Draco Malfoy había sido sentenciado a cinco años de reclusión en Azkaban, con una revisión de su pena luego de un año.

Ronald tenía la impresión de que Draco y su padre habían sido juzgados muy levemente por sus crímenes de guerra. Hermione creía que al menos a Draco debió dársele la oportunidad de probar que podía redimirse. Él era solo un adolescente arrastrado por su familia al bando oscuro. A su entender, Draco era tan victima de las circunstancias como ellos lo habían sido.

Harry les había relatado todo lo que había ocurrido en la torre de astronomía la noche de la muerte de Dumbledore y en opinión de Hermione, Draco no estaba seguro de querer ser un mortífago. Ya que él había dudado cuando Albus le ofreció ayuda y que había bajado su varita al momento que Snape apareció, merecía una segunda oportunidad. Ron aun desconfiaba de él y no quería aceptar la posibilidad de que algo de bondad existiese en un Malfoy.

La opinión de Hermione le había acarreado más de una discusión con Ron antes de que ella se fuese al colegio. Hermione creía que la cárcel debía ser para reformar a los criminales, para volverlos miembros decentes de la sociedad y su novio tenia la firme convicción de que, en especial a Draco Malfoy, había que encerrarlos y perder la llave.

Al terminar sus estudios en Hogwarts, Hermione se había preparado junto a Harry y Ron para partir en busca de sus padres. Ellos Tenían planeado partir una semana después del funesto día en el que todo cambio para siempre.

Kingsley Shacklebolt, el nuevo ministro de magia y antiguo miembro de la orden del fénix, se había aparecido en la madriguera y su rostro inmediatamente les dijo a todos que lo que traía no eran buenos deseos para su viaje y mucho menos buenas noticias. Él traía un sobre de pergamino marrón en sus manos y su única frase, antes de derrumbar el mundo de Hermione fue "lo siento mucho, desearía haberlo previsto".

Hasta ese día ella aun podía recitar de memoria las palabras que el estéril informe traía. Tres meses antes, un simple texto había hecho añicos todos sus sueños y le había causado mucho más dolor que cien torturas de Bellatrix.

"Informe de investigación Ministerio de magia de Australia, Tasmania, islas de Oceanía y aledaños (MATIOA).

Caso F1293/98 – Averiguación, causal de muerte de los no magos: Mónica y Wendell Wilkins

Por la presente notificación, MATIOA hace saber a la señorita Hermione Granger que los muggles mejor conocidos como Mónica y Wendell Wilkins han sido declarados muertos el día 6 de mayo de 1998 en la ciudad de Sídney, Australia.

Según una reciente investigación, se constató que lo decesos se produjeron a causa de la maldición asesina lanzada por seguidores sin identificar del Mago oscuro llamado Tom Riddle, mejor conocido como Lord Voldemort.

En la justicia muggle, los óbitos fueron declarados como accidentales debido a una fuga de monóxido de carbono. Procediéndose inmediatamente a la inhumación de los cuerpos en el cementerio local.

Luego de un plazo prudencial de investigación, el presente caso se declara cerrado sin haber dado con los autores materiales del crimen.

Debido a que los señores Wilkins no poseían registros de herederos forzosos, todos sus bienes han pasado a manos del estado australiano y han sido rematados el día 21 de mayo de 1999.

Sin otro particular y esperando sosiego para sus deudos.

Saluda Atentamente.

Nicholas Taylor.

Ministro de Magia de Australia, Tasmania, islas de Oceanía y aledaños."

Ese día el futuro de Hermione se había reconfigurado definitivamente. Sus padres habían sido asesinados por mortífagos algunos días después de la batalla de Hogwarts y ella no lo supo hasta que fue demasiado tarde.

Hacía más de un año que sus padres habían muerto y a nadie se le había ocurrido decírselo. Había sido Shacklebolt quien había decidido mandar un exhorto a su colega en Australia para que inicie una búsqueda e investigación, pero lamentablemente esa idea había surgido cuando fue demasiado tarde para hacer algo por los padres de Hermione.

Sin familia que la apoyase y ningún tipo de trabajo o dinero propio, los sueños de Hermione de estudiar leyes en Suiza habían muerto repentina y definitivamente. La matricula de la escuela de leyes tenia costos prohibitivos y ni siquiera el hecho de haber salvado el mundo mágico la hacía merecedora de una beca. Para Europa, Lord Voldemort nunca había sido una real amenaza y no los impresionaba la guerra que los ingleses habían atravesado.

La escuela de leyes había quedado descartada de inmediato. Además, en Hermione había surgido la necesidad de saber quien había asesinado a sus padres así que cuando Shacklebolt le sugirió entrar a la academia de aurores, ella aceptó.

Y ahí estaba, comprando su uniforme con dinero prestado por Harry para poder estudiar una carrera que no deseaba realmente. La bruja más inteligente de su generación se encontraba viviendo de prestado en Grimauld Place y estudiando solo gracias a una beca que Shacklebolt le había conseguido. Muy rápidamente la sociedad mágica inglesa había olvidado a una de sus heroínas permitiendo que su brillante futuro se apagase como una pequeña vela en un huracán.

Hermione miró al sol intentando que sus ojos no derramasen las lágrimas que pugnaban por salir mientras pensaba en lo que debió ser y ya no seria. Ese no era el futuro por el que tan duro había luchado pero no se quedaría paralizada y se envolvería en un capullo de autocompasión. Ella era fuerte. Ella era Hermione Granger, una hija de muggles, y sus padres la habían educado bien. Saldría adelante costase lo que costase, lo haría por ellos y sus memorias. Quizá no sería la abogada que deseaba ser, pero sería la mejor auror que pudiese. Y más que nada, ella encerraría a quienes le habían arrebatado la vida a sus padres.

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Las negras y brillantes baldosas del suelo le devolvían una trémula imagen de su rostro casi demasiado demacrado y de su largo cabello casi blanco. Si bien estaba indefenso debido a una serie de hechizos, él todavía caminaba flanqueado por tres aurores, su abogado y su madre que los seguía.

Ese día revisarían su condena y si algo bueno había hecho en su vida pasada, ocurriría un milagro y él saldría con libertad condicional de Azkaban. El problema era que no sabía a donde iría a parar. Su casa había sido incautada luego de la guerra. Su padre aun tenía que purgar la mayoría de su condena de prisión y su madre estaba viviendo con su hermana y el nieto de esta. Él realmente no tendría a un sitio a donde ir si llegaba a salir de Azkaban.

Draco Malfoy vestía el típico uniforme gris de la prisión y su cabello, antes impecablemente peinado, ahora estaba atado en una descuidada coleta y lucia una desprolija barba de varios días. No se le había permitido asearse adecuadamente para asistir a esa audiencia.

El heredero Malfoy tenía solo diecinueve años pero los últimos años de la guerra, y ese último año en prisión, habían puesto sobre su espalda tantas cosas que se sentía como un anciano enfermo y cansado. Si bien no podía decir que le habían permitido padecer hambre en Azkaban, él se veía muy delgado y su tono muscular se había perdido por la inactividad. Sus facciones ahora eran las de un adulto pero debido a su estado físico se veían mucho mas afiladas que en la infancia.

La audiencia había iniciado igual que el primer juicio al que fue sometido. Se leyeron sus cargos, se le dijo por qué estaba ahí y pronto fue tiempo de que la corte y su abogado iniciasen la batalla verbal en la que se decidiría su destino al final del día.

A lo largo de la mañana los testigos desfilaron por el tribunal. A favor y en contra, cada uno tenía algo que decir sobre Draco Malfoy. La mayoría hablaba en su contra. Pero gracias a Merlín, los pocos testigos de la defensa tenían mucho más peso que los de la querella.

Draco no sabía si sentirse aliviado o aterrorizado de que el mismísimo Harry Potter estuviese en su audiencia. En ese último año Malfoy había madurado lo suficiente como para haber eliminado todo tipo de encono contra Potter pero que él testificase a su favor implicaba que siempre estaría en deuda con el salvador del mundo mágico y eso era algo que no sabría como manejar.

Cuando el ministro de magia, que presidia el jurado del Wizengamot ese día, tomó la palabra para dar su veredicto, Draco se encogió en su asiento. Se sentía como si una manada de chacales estuviese midiendo su cuerpo para saber donde era más adecuado dar la primera dentellada. Si iban a negarle la excarcelación, solo esperaba que fuese rápido y no lo humillasen más de lo debido delante de su madre.

- Gracias señores abogados de las partes, muchas gracias al jurado y en especial muchas gracias a los testigos que dieron su palabra el día de hoy.

Es mi deber dar un veredicto con respecto al caso del pueblo mágico de Inglaterra contra Draco Malfoy. He sopesado cuidadosamente cada uno de los testimonios que se oyeron hoy en esta sala y he arribado a un dictamen, que creo es el más conveniente.

El masivo hombre lo observó entonces y Draco deseó que la silla en la que estaba sentado lo tragase. Era un animal asustado en ese momento. No quería volver a Azkaban pero la penetrante mirada del ministro lo acobardaba lo suficiente como para anhelar la seguridad de su celda rodeada de dementores.

La mirada de Shacklebolt le recordaba a la de Dumbledore, ambos tenían esa mirada de "se algo que tu no". Solo que este hombre se veía mucho mas intimidante de lo que el viejo director se había visto. El poder del director de Hogwarts había sido legendario, pero la presencia absolutamente imponente del nuevo ministro de magia era mucho más amenazadora.

- Draco Malfoy. De pie para recibir el veredicto.

Draco se puso de pie pero temblaba como una hoja. Deseaba intensamente que su madre estuviese junto a él tomando su mano y no en las gradas, a varios metros de distancia donde no podía hacer nada para ahuyentar sus miedos.

- Se supone que es ahora donde leo mi sentencia y permito que todos nosotros nos vayamos a casa luego de una larga audiencia, como ha sido esta.

El murmullo de los presentes le hizo saber a Shacklebolt que todos estaban de acuerdo con aquello.

- Lo siento, Pero no será así esta vez. He decidido que usaré mi investidura para intentar influir en el corazón del acusado y si tengo suerte, también lo haré en el corazón de más de uno de los presentes.

El murmullo disgustado de los asistentes fue silenciado con una fiera mirada de Kingsley. Cuando el silencio volvió a la sala, el ministro de magia posó su mirada nuevamente en Draco y esta vez le habló directamente.

- Draco, creo que eres demasiado joven para estar en prisión y eras mucho más joven cuando las circunstancias te llevaron a ese sitio. También creo que todos, y sobre todo los jóvenes, merecen una oportunidad para redimirse de sus pecados cuando todavía están a tiempo. No creo que tú seas un caso perdido, solamente equivocaste tu camino en el pasado. A la tierna edad de dieciséis años nadie tiene una brújula moral totalmente desarrollada.

Draco jamás hubiese esperado que alguien como Shacklebolt le dirigiese palabras de ese tenor a alguien como él. El ministro incluso le hablaba como si fuese un padre aconsejando a su hijo y eso causó que algo dentro suyo se removiese. Por alguna razón deseaba poder ser alguien que mereciese el respeto de Kingsley.

- Un sabio y viejo amigo mío me contó que los muggles tienen un refrán. "cada corazón tiene dos lobos", uno de ellos es un lobo blanco, que está formado por el amor, la bondad, el respeto, la decencia, la compasión, y todas las cosas que son buenas en la vida. El otro, es un lobo negro que nace de los celos, el odio, la mezquindad, el prejuicio, la venganza, y todos los malos sentimientos que puede albergar el ser humano. Los dos lobos pelean constantemente por el dominio hasta que un día, uno de ellos triunfa y devora al otro.

La incógnita aquí es, ¿Quién ganará la lucha? ¿Será el lobo negro o será el blanco?... La respuesta, Draco, es sencilla. Ganará aquel lobo que decidamos alimentar. Si tenemos sentimientos buenos, el blanco crecerá y será el vencedor. Si tenemos sentimientos malos, el negro devorará al otro. Al final de cuentas somos nosotros quienes tenemos el deber de decidir a qué lobo alimentar.

Draco no estaba muy seguro de que estaba queriendo decirle el ministro de magia pero por alguna razón él había decidido que si se libraba de la cárcel haría lo imposible para "alimentar al lobo blanco", al parecer eso era lo más sabio por hacer.

- habiendo dicho esto. Quiero que todos los presentes sepan que el siguiente veredicto será poco ortodoxo. He decidido dar un paso al frente y elegir para el joven Malfoy un destino que espero lo encamine hacia un futuro mejor. Contra el buen criterio común, he decidido darle mi ayuda a Draco Malfoy para aprenda cómo alimentar a "su lobo blanco". Espero no equivocarme con esta decisión, y si así lo hiciere juro ante todos ustedes que pondré a disposición mi puesto como ministro y mi placa de auror.

Excelente. Si él se equivocaba y volvía al mal camino, la cabeza de Shacklebolt rodaría por su culpa. ¿Por qué no lo encerraban y ya? Sería mucho más fácil para él volver ahora que aun estaba acostumbrado a su celda. Volver a ver la luz del sol, después de un año, haría que la vuelta a Azkaban fuera mucho más dura.

- mi veredicto es el siguiente. Por el poder que me fue conferido al ser nombrado como ministro de magia, declaro que Draco Lucius Malfoy recibirá a partir de hoy la libertad condicional supervisada. Dado que ni él ni su familia poseen bienes o residencias permanentes debido a los embargos trabados por sus crímenes de guerra. El Joven Malfoy deberá vivir en el hogar de quien se ha ofrecido voluntario como supervisor y deberá ingresar a la academia de aurores el próximo primero de septiembre como parte de un plan para evitar que las fuerzas oscuras vuelvan a tentarlo.

Kingsley hizo una floritura con su varita y una tenue luz dorada indicó que su palabra era ley. Draco no volvería a prisión pero a cambio debería convertirse en Auror.

Draco no podía estar más feliz. En algún momento de su infancia él había fantaseado con ser auror pero sabiamente lo había olvidado. Si hubiese dicho aquello cerca de alguno de sus familiares probablemente ellos le hubiesen hecho tragar sus palabras.

No volvería a la cárcel, no habría más dementores en su futuro cercano y probablemente sería llevado a un sitio donde habría agua caliente para bañarse y un colchón seco y sin piojos, para variar.

Luego de que los aurores que lo custodiaban y que los jueces se marcharon. Kingsley se acercó a saludarlo. De cerca el antiguo miembro de la orden del fénix era más imponente de lo que había sido sobre el estrado y eso era mucho decir.

- yo quería decirle que estoy muy agradecido señor ministro. Le aseguro que aprovecharé esta oportunidad e intentaré no defraudar la confianza que ha puesto en mí. Pero, tengo una duda. ¿A dónde viviré y quien supervisará mi libertad?

- Estoy seguro de que así será y me alegra que pregunte por eso, Draco. Su supervisor será el auror en entrenamiento Harry Potter y usted vivirá bajo su techo durante el próximo año. Si demuestra ser un alumno ejemplar en la academia, puede que en el futuro se le permita mudarse a otro sitio o incluso se le revoque la supervisión de Potter. Pero no piense ello aun, joven Malfoy. Ahora enfóquese en lo que viene. Bienvenido al primer día del resto de su vida. Felicidades aprendiz de auror, Draco Lucius Malfoy.

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N.a: Bienvenidos/as a esta nueva historia. Hace un tiempo esta idea ha estado dando vueltas y ahora he decidido ver hacia donde pretende llevarme. Espero que les haya interesado este primer capítulo y que quieran saber, igual que yo, que es lo que el destino les depara a nuestros personajes. Sin más. ¡Hasta la próxima!