Lucy Heartfilia maldijo en voz baja porque ya se le había acabado la voz de tanto gritar por auxilio. No volvía a llevarle la contraria a su madre, o al menos no cuando tratara de convencerla para llevar consigo uno de esos estúpidos llaveros antisecuestros que tanto anunciaban por todos lados.
一No voy llevarlo conmigo 一le había dicho días antes de que todo comenzara一. Es estorboso y ese ridículo diseño de gato me da vergüenza
一Es para utilizar las orejas como arma de defensa…
一Es estúpido… 一rodó los ojos.
De todos modos, ¿quién querría hacerle algo a ella? Jamás había sido especialmente bonita ni tampoco tenía la mejor figura. No era para nada una de esas chicas de revista que todas querían ser, y su baja popularidad con los hombres cuando estaba en la Universidad, se lo habían confirmado. Nadie nunca había tratado de propasarse con ella, jamás. ¡Dios, ni siquiera la volteaban a ver!
Y, por supuesto, como era necia y testaruda, no se lo llevó precisamente ese día. Lo dejó en la mesa del comedor, justo donde su mamá se lo había puesto por si cambiaba de opinión (cosa que no pasó) y se largó a trabajar.
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Las cosas japonesas se habían vuelto un boom recientemente, y por supuesto, también lo habían hecho esos maid café, donde iban todo tipo de personas diariamente. Desde aficionados a los personajes de segunda dimensión de ojos grandes y cabellos de colores, hasta hombres extraños y fetichistas dispuestos a dejar una buena propina con tal de que alguien les dijera "mi amo y señor".
Lucy trabaja en uno de ellos, por supuesto. No era un trabajo que la hiciera sentir precisamente orgullosa, se sentía ridícula con el traje y le desagradaban varios clientes que, en palabras de ella, no eran más que cerdos que ni siquiera se molestaban en disimular que les estaban mirando el trasero… A todas sus compañeras, menos a ella, claro está. No obstante, era lo mejor a lo que una recién egresada de la universidad en proceso de titulación podía aspirar. Además, la paga no era mala y a veces se las ingeniaba para conseguir propinas bastante buenas.
El café estaba ubicado dentro del gran centro comercial Blinding Twice, construido justamente en una de las mejores zonas de la ciudad, por lo que siempre estaba concurrido, sin importar la hora del día y, considerando que no había jornadas a medio tiempo, Lucy se veía obligada a pasar ocho horas diarias metida entre elegantes y llamativas decoraciones estilo victoriano, todas ellas de colores pastel. Apretada en un incomodísimo traje ajustado que le lastimaba el costillar y parte del vientre, una falda ridículamente corta que dejaba muy poco a la imaginación si te agachabas a recoger una servilleta. A veces, simplemente bastaba con girar demasiado rápido para que el minúsculo trozo de tela se levantara y todo quedara al aire.
Ese día, en que había dejado el estúpido llavero de defensa personal nuevamente encima de la mesa del comedor, Natsu Dragneel había llegado al café por quinceaba vez en el mes. Lucy ya lo reconocía con facilidad, era uno de los pocos clientes que realmente tenían la mínima idea acerca de lo que la cultura japonesa representaba, porque, como su mismo nombre lo decía, era nacido en el país del sol naciente.
Era un hombre moreno que rondaba los 25 años, de cabello rosa siempre alborotado a propósito, de rasgos orientales muy masculinos y definidos (nada parecido a las figuras comerciales actuales que volvían locas a las jovencitas de quince años). Bastante corpulento y alto y unos divinos ojos de párpado simple y rasgado, verdes, que parecían tener un brillo particular y burlón todo el tiempo.
Siempre solía ir vestido bastante elegante, con la camisa impecable, sin una sola arruga. Nunca se abrochaba los dos últimos botones de la misma, eso dejaba ver el inicio de lo que debía ser un inmenso y salvaje tatuaje de un dragón oriental que probablemente abarcaba toda su espalda y gran parte de sus pectorales.
Lucy lo había visto muchísimas veces, tal vez, a veces lo miraba más que a otros simples clientes. Tenía una gran presencia y parecía que cada uno de sus movimientos exclamaba a gritos "soy una persona importante", pero no sabía absolutamente nada más sobre él. Jamás se había atrevido a hablarle más allá de lo necesario para el trabajo cuando le tocaba atenderlo.
No era tonta para nada, y sabía que ese asiático le atraía demasiado, al menos físicamente, lo tenía claro. No obstante, ni en sus mejores sueños se atrevería a acercarse. Se vería ridícula y probablemente terminaría humillada si Natsu llegase a enterarse de lo que pensaba sobre él, porque lo más seguro es que asistiera al café con tanta frecuencia sólo porque le gustaban las galletas gigantes de chispas chocolate como siempre pedía. No lo culpaba, eran realmente buenas y si intentaba algo y fracasaba como era seguro, perderían un buen cliente que siempre dejaba una cuantiosa propina y sus compañeras de trabajo nunca se lo perdonarían… Como Mira, por ejemplo. No, de hecho, Mirajane no sólo la odiaría de por vida por las propinas...
一¡Tú lo has atendido más veces que yo! 一decía一 Debes haberlo visto al menos de reojo…
一No exactamente 一le respondió一, ¡y baja la voz o nos oirán y estaremos en problemas!
Estaban detrás de la barra observando a su mejor cliente mientras éste tomaba té de manera casi ceremoniosa y contaba las chispas que tenían las tres galletas que había ordenado. Estában hablando entre ellas, supuestamente en voz baja, pero Mira nunca entendería con claridad esas palabras juntas. Es más, la "discreción" ni siquiera formaba parte de su diccionario personal.
一Lo que quiero decir, Lucy, es que sería muy decepcionante que la regla de los asiáticos también lo incluyera a él…
一¿Qué regla? 一preguntó enarcando las cejas. Mira sonrió con picardía y levantó su dedo meñique para mostrárselo, haciendo que los colores se le subieran a la cara en cuanto entendió el mensaje一 ¡MIrajane! 一le regañó一 ¡Esa no es precisamente una "regla"!
一¡Shhh! 一la acalló su compañera, por el calor que le provocó el tema, Lucy había levantado la voz sin darse cuenta. Todos la voltearon a ver, incluído Natsu, quien les puso encima esos ojos que se burlaban de todo一 Baja la voz 一susurró, como si ella fuera el problema一, ¡¿ya te diste cuenta?! ¡Está viendo hacia acá!
Claro que se había dado cuenta, Lucy trataba con todas sus fuerzas de ignorarlo para poder seguir teniendo la mente clara, tratando de hacer que sus piernas dejaran de temblar. Natsu dejó escapar una ligera risa, negó relajadamente, y volvió a poner su atención en las galletas. Fue hasta ese momento, que ella pudo volver a la conversación.
一E-es sólo algo que se dice… 一dijo a Mira avergonzada一 ¡Y no es como si pudieras saber si es verdad o no!
一¡Es por eso que hay que averiguarlo!
Claro, porque eso era algo tan fácil.
