Disclaimer: ninguno de los personajes aquí mencionados me pertenece. Todos ellos son obra de J. K. Rowling, yo solo los utilizo para llamar a mi inspiración y despejar la mente. Esta historia no tiene fin lucrativo alguno.
Consideraciones: la historia irá del presente al pasado, pero en cada caso eso estará avisado. Además, es una reversión de la historia de J. K. desde el libro (o película) número siete. Habrá una gran cantidad de cambios que se alejarán totalmente de la historia original.
Advertencias: aparecerán palabras malsonantes, insultos, situaciones de violencia/tortura/asesinato, así como posibles escenas explícitas de relaciones sexuales. Por favor, tengan en cuenta todo esto antes de leer.
PRÓLOGO
-PRESENTE-
Draco estaba sentado en el alfeizar de la ventana, con sus piernas colgando laxas contra la pared. Tenía su espalda encobada mientras su mirada se perdía en el bosque que estaba más allá de los jardines traseros de Malfoy Manor. Aunque esa era su ubicación física en realidad su mente vagaba mucho más allá, hacia terrenos montañosos y verdes; sus pensamientos regresaban una y otra vez a los terrenos de Hogwarts, recordando aquellos momentos en donde alguna vez se permitió ser feliz.
Anímicamente el joven Malfoy se sentía exhausto y sentimentalmente, destruido. Su casa se había convertido en un cerrar y abrir de ojos en un centro de confinamiento, tortura y aniquilación. Había visto tantos horrores que apenas lograba conciliar una o dos horas de sueño diario. Sus ojos se parecían a dos huecos profundos y oscuros, con una borrosa línea de gris metálico en ellos. El gran Draco Malfoy, el atlético jugador de quidditch por quien suspiraban las brujas, el brillante alumno de Slytherin había sido reducido a un fantasma.
El muchacho se levantó la manga de su camisa negra y observó con tristeza la marca grabada a fuego en su antebrazo izquierdo. Aquella maldita marca lo definía de por vida como un asesino seguidor de un calvo lunático y retorcido. Las lágrimas empezaron a fluir silenciosas desde sus ojos y por sus mejillas, pero el ruido de un aparecimiento lo alertó y las secó rápidamente con la palma de su mano.
—Mi señor... Joven Malfoy... Dixie ha sido enviado a buscarlo, mi señor —el elfo habló entre balbuceos y sollozos. Parecía aun atemorizado.
—¿Qué ocurrió, Dixie?
—Mi señor, es necesario que venga conmigo... Es urgente que se reúna con sus padres.
—¿Están heridos? —Draco comenzó a inquietarse.
—No, no lo están amo. Pero ellos requieren de su presencia con rapidez.
—¿Están abajo?
—Sí, mi señor.
Draco suspiró y negó con la cabeza. Ir a la planta baja de la casa significaba ver personas torturadas o asesinadas, mientras los carroñeros aprovechaban para quitarles los elementos de valor que cargaban. El muchacho estaba asqueado de aquella situación, y normalmente solo imploraba silenciosamente para que todo acabara. Decidió no ponerse ningún calzado y salir rápidamente de su habitación, no quería molestar a ninguno de los mortífagos. Todos ellos sabían la posición de mierda que tenían los Malfoy entre las filas de Voldemort, por lo que aprovechaban cada situación que tenían para molestarlos o ridiculizarlos.
El rubio casi corrió por las escaleras. En el piso de abajo, extrañamente, no había nadie más que sus padres y un grupo de carroñeros, el más popular y más temido liderado por Scabior y la bestia que se hacía llamar Fenrir Greyback. Draco los miró con desconfianza y luego se dirigió hacia sus padres, ambos sentados alrededor de la chimenea. El joven se tensó al notar que sus padres estaban preocupados por algo.
—¿Qué ocurre? —quiso saber Draco.
—Hijo —lo llamó su madre mientras se ponía de pie y se acercaba a él —, estos... caballeros —Narcissa parecía estar midiendo cada palabra — han venido a avisarnos muy amablemente que avistaron a Potter y sus secuaces.
La sangre de Draco se heló pero lo disimuló con gran destreza.
—¿Los atraparon? —preguntó.
—No —contestó tajante Lucius —. Y por suerte para ellos, el Señor Tenebroso no se encuentra aquí hoy. De lo contrario, estarían todos muertos por haber dejado escapar tal oportunidad.
—Estoy seguro que sí —respondió Draco.
—¿Qué crees que deberíamos hacer con ellos, Draco? —preguntó su padre.
—Yo... no lo sé. Quiero decir, deberían ser castigados...
—¡CRUCIO! —gritó Lucius mientras dirigía su varita hacia Scabior. Draco se sobresaltó y se echó súbitamente hacia atrás. Su madre lo tomó de los brazos y lo sostuvo fuertemente contra ella. El carroñero cayó al piso inmediatamente, gritando y retorciéndose del dolor. Otros cuatro carroñeros miraban horrorizados como su líder era torturado.
—¿Qué mierda haces, Lucius? —gruñó Greyback. Aquello desconcentró al patriarca Malfoy, lo que hizo que el hechizo finalizara. El hombre lobo se colocó en posición de ataque.
—Ni lo pienses, Fenrir —advirtió Narcissa mientras lo apuntaba con su propia varita. Draco también tomó la suya por instinto.
—¡Esta sigue siendo nuestra maldita casa! —gritó Lucius —No hay otra autoridad aquí además de nosotros, y nos vemos en la obligación de reprender sus acciones negligentes. ¿Es que acaso preferirías morir a manos del mismísimo Señor Tenebroso, Greyback? —escupió Lucius. El hombre lobo aun estaba medio agazapado, mostrando sus colmillos.
—¡Agradezcan la indulgencia de mi esposo! —gritó Narcissa —. Márchense de una vez por todas y no regresen a menos que realmente tengan en sus manos al maldito Harry Potter —Draco se extrañó de que su madre estuviera utilizando aquel vocabulario, ella era sumamente educada incluso en los peores momentos.
Los carroñeros balbucearon insultos entre dientes, ayudaron a Scabior a ponerse de pie y se retiraron con miradas amenazadoras. Fenrir se quedó de pie mirándolos amenazante, escupió la capa de Lucius y siguió a los demás entre gruñidos.
—¿Qué demonios ha sido eso? —preguntó el joven Malfoy.
Lucius levantó una mano hacia su hijo en una clara señal de que hiciera silencio. El joven le dirigió una mirada malhumorada y buscó en los ojos de su madre alguna respuesta implícita. Ella solo le sonrió débilmente. Draco estaba tan preocupado por Narcissa, una mujer que alguna vez había sido exquisitamente bella ahora estaba casi todo el tiempo triste y sollozando por los rincones. Intentaba ocultarlo de él, pero la presencia de los mortífagos en su propia casa le desagradaba completamente. En realidad no es que al primogénito de los Malfoy le resultada llamativa la idea de esa gente merodeando por allí, sin embargo su padre y su tía habían metido a la familia en ello. Dar marcha atrás implicaba perder la vida.
El patriarca Malfoy estaba de pie frente al ventanal que daba al jardín delantero.
—Se han ido. ¡DIXIE! —gritó furibundo mientras se giraba y caminaba directo hacia Draco. El muchacho, que a sus dieciocho años era mucho más alto que su padre, se sintió atemorizado. Lucius era un hombre irascible y temperamental, en muchas ocasiones había utilizado el castigo físico con su hijo. Draco incluso creía que también maltrataba a su madre.
Se escuchó el típico sonido de una aparición.
—Mi señor... Aquí está Dixie, mi señor... ¿Qué puede hacer Dixie por usted, mi señor? —dijo la pobre criatura, medio doblada sobre si misma en una extraña reverencia.
—¿Hay alguien en esta propiedad además de nosotros? —preguntó Lucius mientras miraba a Draco a los ojos.
—No, mi señor —aseguró Dixie mientras movía exageradamente su cabeza gigante de lado a lado —. Solo están el amo Lucius, la ama Narcissa y el amo Draco.
—Bien —dijo Lucius apuntando su varita directo a Draco, quien se hizo para atrás y apuntó la suya hacia su padre. Narcissa, en un rápido movimiento, se interpuso entre su marido y su hijo.
—Lucius, por favor, nada de lo que le hagas remediará las cosas.
—Hazte a un lado, mujer.
—No hay forma de que te deje lastimar a mi hijo.
—Es mi hijo también.
—¿Qué demonios pasa? —preguntó Draco —¿Quieres matarme, padre?, ¿acaso ya no sirvo a tu causa?
—¡Maldito insolente! —gritó Lucius mientras se abalanzaba hacia el muchacho, aunque fue detenido por su esposa —¡Eres un desgraciado!
—¿Ah, sí? Pues te he servido bien durante los últimos malditos dieciocho años para tu mentira de padre-mortífago preocupado y arrepentido —gritó Draco.
—¡LUCIUS!, ¡DRACO! —Narcissa, aun entre ambos, elevó la voz —Esto se termina aquí.
—Esto no se termina, mujer, ¿es que no te das cuenta? Si antes estábamos condenados por mi incompetencia, ahora firmamos nuestra sentencia de muerte.
—Si no dejas de gritar y hacer tus pataletas seguiremos perdiendo el tiempo.
—Tu plan es una mierda —escupió su esposo con enojo.
—Al menos busco soluciones y no creo problemas.
—Déjame que dude sobre eso.
—Deja de hablarle así a madre o te daré una paliza —amenazó Draco entre dientes.
—Tú no podrías hacer eso ni para salvar tu propia vida, gusano.
—¡LUCIUS, BASTA YA! —intervino Narcissa nuevamente —. Nos iremos en este instante y resolveremos el problema.
—¿De qué puto problema hablas, madre? —preguntó Draco exasperado.
—¿Cómo qué puto problema?, ¿será acaso el puto problema que tú creaste?
—Draco, cariño —Narcissa se dirigió a su hijo y lo miró con los ojos acuosos —, debes acompañarnos. Tenemos un enorme problema en nuestras manos y tú debes hacerte cargo de la parte que te toca.
—¿De qué hablas madre?
—Del maldito juramento inquebrantable que has hecho, idiota.
Draco se quedó sin palabras, simplemente no supo que contestar por su mente comenzó a funcionar a toda velocidad. ¿Cómo se habían enterado sus padres?, ¿quién se los había dicho?, ¿cuánto sabían?, ¿qué era lo que realmente estaba pasando? El muchacho se quedó en automático, sin decir nada dejó que su madre lo tomara del brazo y lo arrastrara hasta su habitación. Captó algunas frases como "ponte zapatos", "lleva tu varita" y "haremos una aparición conjunta".
Se aparecieron en una zona oscura del Callejón Knockturn, los tres vestidos con capas oscuras y capuchas. Nada de eso hacía que pasaran desapercibidos, todos sabían que eran mortífagos, pero al menos era una forma de que la gente se mantuviera alejada de ellos. A Draco le sudaba el cuello, la espalda y las palmas de las manos. Sentía que su pecho estaba apretado y que su estómago pesaba toneladas. Le habría gustado cavar un hoyo en la tierra, meterse en él y esconderse allí para siempre para alejarse de la realidad.
Pasaron frente a Burgin y Burkes, y Draco vio que estaba atestado de gente. La magia negra estaba en alza ahora que el Señor Tenebroso ostentaba tanto poder. Continuaron caminando entre pasadizos y calles angostas, hasta que llegaron casi al final del callejón. Lucius conjuró un hechizo para abrir una puerta que estaba muy bien escondida detrás de una maraña de hiedra. Narcissa miró a su hijo y con la cabeza le hizo un gesto para que siguiera a su padre. Cuando los tres estuvieron adentro la puerta se cerró y la habitación se iluminó.
—¿Qué es esto? —quiso saber Draco.
—Cállate —ordenó Lucius.
—Es un lugar de seguridad, cariño —aseguró Narcissa en voz baja —. Haremos una última aparición hasta estar totalmente a salvo.
La mujer estiró su mano y Lucius la tomó. Draco se aferró al hombro de su madre y desaparecieron todos otra vez. Llegaron a lo que Draco supuso era el recibidor de una casa, aunque desconocía su ubicación exacta. Todo tenía el aspecto de ser un lugar muggle, con escaleras para nada sofisticadas, techos bajos y muebles horrendos.
—¿Estamos en el mundo muggle?
—Así es, Draco.
—¿Por qué?
—Es un resguardo —contestó Lucius, quien parecía totalmente alterado —. Lo hemos tenido todos estos años en caso de una emergencia.
—Ningún mortífago creería que los Malfoy podrían tener una propiedad muggle —dijo Draco, deduciendo una obviedad.
—Por supuesto que no esperábamos tener que usarla —escupió Lucius —, y especialmente que fuera culpa tuya.
—Lucius, tus quejas me producen dolor de cabeza.
—Es la verdad, mujer. Lo sabes.
Draco siguió a sus padres a lo que parecía un living decorado con colores rosas y azules. Escucharon pasos en las escaleras y todos se voltearon hacia la puerta. El muchacho confirmó sus sospechas cuando el mismísimo Harry Potter entró a la estancia blandiendo su varita hacia ellos.
—¿Dónde está ella? —preguntó el primogénito Malfoy.
—¿Entonces es verdad? —gritó su padre.
—Lucius, ¡baja la maldita voz! No queremos llamar la atención de los muggles —le recordó Narcissa a su esposo.
—¿Quién es Dobby? —preguntó Harry mirando a los ojos al señor Malfoy.
—¿Qué dices?, ¿te has golpeado la cabeza?
—¿Quién es Dobby? —repitió Harry.
—Era mi sirviente, el cual tu te atreviste a liberar —Harry asintió y bajó la varita —. Potter, ¿acaso crees que podrías siquiera intentar hacer una pregunta si los mortífagos descubren que estás aquí? No te darían tiempo ni de mirarlos —dijo Lucius con desprecio.
—Potter, ¿dónde está ella? —preguntó Draco otra vez.
—Está arriba con Ron. No te dejará verla.
—¿Está herida?
—Sí —asintió Harry —, está inconsciente.
—¡Maldita sea! —dijo Draco mientras se abalanzaba hacia la puerta, pero Harry se interpuso en su camino al mismo tiempo que su padre lo tomaba con fuerza del brazo.
—Ron no te dejará entrar allí —advirtió Harry.
—Me importa muy poco lo que la comadreja haga, quiero verla —contestó Draco entre dientes, mientras forcejeaba con su padre —¡Suéltame!
—No te atrevas a hablarme así o te juro que te maldeciré.
—Aquí nadie maldecirá a nadie —aseguró Narcissa. La mujer se acercó a su hijo y lo tomó de los brazos para luego obligarlo a sentarse en un sillón —. Vamos a hablar, Draco. Nos vas a explicar qué está ocurriendo exactamente.
