Disclaimer: Esta historia y sus personajes no me pertenecen. La historia es de Brigid the Fae y los personajes son de Rumiko Takahashi, yo únicamente traduzco.
Nota de la autora: Este capítulo tiene lugar en Fiebre de apareamiento, entre los capítulos 8 y 9.
Capítulo 1: El vestido
—No me puedo creer que se esperen que me ponga esta… ¡cosa! —dijo Kagome con furia, agitando la tela arrugada en su mano. Sus amigas le habían dejado un paquete cuando Inuyasha y ella habían atravesado el pozo y, en medio de su molestia tras la discusión con Kikyo, al principio no había pensado demasiado en el paquete. Entonces, mamá le había indicado que era para un concurso de talentos en el que querían participar las chicas y, según sus palabras «si Kagome tenía ganas», querían que estuviera allí con ellas. Se suponía que iba a ser una coreografía de canto y baile, y que todas las chicas iban con el mismo vestido, pero…
A Kagome no le quedaba bien. Mejor dicho, no le quedaba como se suponía que debía quedarle.
En los años de viaje para recuperar los fragmentos y evitar ataques de youkai, la grasa de Kagome se había convertido en músculo. También se le habían desarrollado partes de ella, pero el vestido solo hacía ese hecho más evidente. Se había probado el vestido y se había arrepentido al instante. Le quedaba demasiado apretado en las caderas y se le subía a cada paso que daba, cuando se suponía que debía de haberse quedado quieto suavemente contra su piel. Las mangas tenían el mismo problema en cuanto a quedarle apretadas, pero no era nada comparado con el escote. El vestido tenía un escote en pico, que su madre suponía que estaba dirigido a que mujeres con menos pecho parecieran que tenían más, pero a Kagome le hacía un busto indecente.
Al menos las mangas hacían de alas de murciélago que usó para cubrirse cuando Inuyasha entró en la cocina con sus lados humano y youkai. Eso significó que tuvo que cruzarse de brazos más hacia arriba para que la tela colgante le cubriera la piel lo suficiente para poder escapar al cuarto de baño para quitárselo.
—Es un vestido muy bonito, Kagome —intentó consolar su madre a su hija—. Las chicas hace tiempo que no te ven, así que estoy segura de que solo hicieron suposiciones en relación con la última vez que fuisteis juntas de compras.
Kagome tiró el vestido sobre la mesa. Habían dejado una nota con el vestido que hablaba de que querían practicar la coreografía en vacaciones.
—Me voy a mi habitación —dijo frunciendo el ceño, levantándose de la mesa y subiendo las escaleras, dejando a mamá y a los tres Inuyashas en la cocina. Minutos después, tanto el hanyou como el humano la siguieron, uno con la intención de consolarla, el otro para preguntarle cuál era el problema.
Mamá frunció el ceño, cogiendo el vestido y alisándolo. Había tenido la sensación de que el vestido no iba a quedarle bien en cuanto Kagome lo sacó de la bolsa. Las chicas tenían buena intención, pero parecía ser que ya no estaban tan unidas como lo habían estado antes. Kagome lo había mencionado de pasada el año anterior y ahora se lo recordaban. El Inuyasha youkai la miró inquisitivamente, se había perdido el significado del vestido.
—Las amigas de Kagome —dijo ella, levantando el vestido en alto—, quieren que Kagome vaya con ellas a actuar dentro de unos meses, pero creo que no lo va a hacer.
—Es por…
—No, por supuesto que no, querido. Kagome simplemente ha crecido más rápido que sus amigas y ya no le interesan las mismas cosas. Es normal que, cuando creces, te alejes de los amigos del colegio. Puede que se sienta culpable por no poder conectar con ellas como solía hacer, pero estoy segura de que no se arrepiente de viajar con vosotros. Habéis sido un punto de luz en su vida que no creo que nunca hubiera tenido si no se hubiera caído al pozo.
El Inuyasha youkai había olido cómo el aroma de Kagome se tornaba en tristeza cuando había salido del baño con el vestido en la mano. No le gustaba. No tenía que estar molesta, incluso si era porque sus amistades se debilitaran. Él estaba allí, así que no tenía ninguna razón para estar molesta. Frunció el ceño. Tal vez el humano tenía razón. Tal vez simplemente estar en la misma habitación no era suficiente siempre para evitar que estuviera triste. Levantó rápidamente la mirada cuando mamá empezó a doblar el vestido.
—¿Qué haces? —preguntó.
Mamá se encogió de hombros.
—Supongo que tendré que ir a llevar esto a una tienda de segunda mano. No se puede arreglar el vestido sin que se note y Eri dijo que la tienda no tenía más tallas. ¿Por qué lo preguntas, querido?
Kagome seguía irritada y ahora iba más dirigida hacia el hanyou que estaba sentado en su cama. El Inuyasha humano la había seguido y le había dado un cariñoso abrazo, pero el hanyou al parecer estaba deseando discutir.
—¡No es problema tuyo, así que déjalo, Inuyasha!
—¡Vaya si es problema mío si tengo que oler lo enfadada que te pone!
—Inuyasha, te juro por Dios que si no paras…
—¿Crees que esto la está haciendo sentir mejor?
Inuyasha le gruñó a su lado humano, pero eso no lo disuadió. De hecho, se sentó en la silla del escritorio de Kagome, estirándose hacia su muñeca y tirando de ella para que se sentase en su regazo. Kagome soltó un pequeño chillido, pero no se resistió. Al menos un lado de Inuyasha está intentando ser amable conmigo y no picarme. Se resignó a quedarse allí sentada a la larga, porque con cada gruñido del hanyou, el humano apretaba más su abrazo.
—Aparta tus manos de ella.
—Deja de gruñir sin sentido.
—Jódete.
—Preferiría que fuera con…
El sonido de la puerta de la habitación abriéndose de golpe evitó que el Inuyasha humano dijera algo que Kagome no estaba segura de que estuviera preparada para oír. Daba igual… la entrada del Inuyasha youkai fue suficiente para hacer que todos olvidasen de qué estaban discutiendo.
—¿Inu… yasha? —A Kagome le tenía que estar engañando la vista. Era imposible que estuviese viendo lo que estaba viendo.
—Qué coño… es… ¡¿ese es el vestido de Kagome?! —Inuyasha no se podía creer que su lado youkai hubiese hecho algo tan estúpido como esto.
Era el vestido y Kagome ahora sabía que había que culpar al diseñador por su indecencia y no a que su cuerpo hubiese cambiado. El Inuyasha youkai no tenía tanto músculo como un culturista, pero el escote aun así era más bajo de lo que debía de haberle quedado. Las mangas no caían hasta donde le caían a ella, pero él era más alto. El largo del vestido, no obstante… apenas ocultaba su masculinidad.
—¡Dónde está tu ropa interior! —preguntó el Inuyasha humano, horrorizado.
—Tuve que quitármela. —El Inuyasha youkai sonrió, estirando los brazos para dejar que las mangas se extendieran y posó—. Aquí está tu compañero, Ka-go-me.
Kagome no podía apartar la mirada del desastre que tenía delante. El Inuyasha youkai parecía demasiado orgulloso de sí mismo con ese vestido y no estaba segura de si era porque tenía su atención o porque no paraba de mirarle las caderas. El vestido le quedaba tan apretado en las caderas como le había quedado a ella, pero ese no era el motivo por el que se le iban los ojos. Era por el bulto que tiraba de la tela y que él hacía por mostrarle ante cualquier oportunidad. ¡No estaba intentando mirar! El dobladillo del vestido estaba justo debajo de él y no haría falta mucho para recibir una sorpresa si no tenía los calzoncillos puestos.
Cuando giró sobre sí mismo con los brazos todavía extendidos, supo inmediatamente que iba sin ropa interior. El vestido era tan apretado que habría habido una marca donde estuvieran los calzoncillos.
—¿Cómo diablos tienes eso puesto? —El Inuyasha humano nunca iba a ser capaz de borrar esa imagen.
—Con cuidado.
—Haznos un favor y no te inclines —gruñó Inuyasha—. A Kagome no le hace falta verlo.
—Mamá dijo que yo me adecuaba bastante bien a la descripción del nombre del vestido. —El Inuyasha youkai sonrió, girándose hacia Kagome y haciendo otra pose—. Dime, compañera. ¿Te cautivo?
Hubo un silencio mientras los tres esperaban por su respuesta. ¿Iba a sentar al youkai por ponerse el vestido? ¿Por llamarla «compañera»? Inuyasha se preparó para que lo sentara, listo para salir de la cama y acostarse en el suelo a esperar. Lo último que se esperaba era oír las risitas convirtiéndose en unas buenas carcajadas. Kagome se había doblado de la risa en el regazo del humano, abrazándose los costados mientras se reía hasta que se le saltaron las lágrimas.
Una pequeña parte de Inuyasha supo que no podía reñirle al youkai por lo que fuera que le hubiera dado para ponerse el vestido, pero sí que cuestionaba su cordura. Había conseguido hacerla reír y todas las trazas de cualquier tristeza que hubieran quedado se habían desvanecido. Supongo que voy a tener que recordar esto la próxima vez que Kagome se ponga triste, pensó, pero ¡no me voy a poner su ropa ni de coña!
Nota de la traductora: ¡Bienvenidos todos a la compilación de historias que acompañan a Fiebre de apareamiento!
Son relatos independientes que tienen relación con ese fic y que encajan con el mundo que la autora desarrolló en él. La imagen de la portada también es de ella y le agradezco muchísimo que me haya dejado usarla.
Espero que os guste mucho y que me digáis qué os ha parecido.
¡Hasta la próxima!
