Kingdom Hearts y las series/películas/libros/videojuegos/etc. que aparezcan no me pertenecen, pertenecen a sus respectivos autores. Yo hago esto sin ánimo de lucro, solo para pasar el rato.

Este fic contiene/contendrá violencia, palabrotas y demás cosas. Leedlo bajo vuestra responsabilidad, que yo ya lo he puesto en categoría M.


Capítulo 2:

OGROS Y ASNOS - PARTE 01


Habían pasado seis años desde que llegara a Scala. Seis años desde que me convertí en el primer aprendiz de la anterior generación de Portadores de la llave espada, aunque estos fueran hologramas con las memorias y conocimientos de los originales. A pesar de haber pasado seis años, mis conocimientos sobre mi arma eran bastante limitados. Apenas y había arañado la superficie del inmenso mar que eran los conocimientos sobre la llave espada. Si bien era cierto que sabía manejarla, estaba muy lejos de tener un manejo en lo que los anteriores Portadores llamarían un nivel aceptable.

Conocía muchos hechizos, aunque apenas podía lanzar alguno de nivel complejo. También sabía luchar con mi arma, aunque lejos estaba aún de tener un nivel aceptable. No me quejaba de mis Maestros, pero en verdad el que fueran hologramas hacía un poco más dificultosa la tarea de instruirme.

Para tener entrenamientos debía usar viejos dispositivos que simulaban tanto a otros Portadores de llave espada como a nuestros enemigos ancestrales, los sincorazón e incorpóreos. Podían moverse de una forma similar, pero no dejaban de ser copias que no podían llegar al nivel de los originales. En cuanto a los hechizos, bueno, la teoría era algo complejo, pero la práctica lo era aún más. Aun a pesar de las dificultades, creo tener el nivel suficiente como para poder comenzar a viajar por el inmenso multiverso.

—¿Crees que podré salir ya al multiverso? —le pregunté a Ada mientras terminaba de ajustar mi dispositivo.

Dicho dispositivo era un aparato con el cuál podía comunicarme con Ada en todo momento. Podía acceder a los datos de la base de datos de Scala desde cualquier parte del multiverso, incluido historia del mundo, un mapa holográfico, geografía, seres, etc (si poseía datos de ese mundo). Es tipo una conexión a la nube: la nube en este caso es Scala, el host es mi llave y la ip correcta llega al dispositivo. Había estado trabajando en él los últimos dos años, probándolo desde Ciudad de Paso, con el permiso de Ada. Dado que fuera de la instrucción no tenía mucho que hacer, trabajar en el taller había sido un gran pasatiempo para mí, algo donde descubrí lo mucho que adoraba la tecnología, explotando aquella parte todo lo que pude.

—Desde luego, siempre y cuando no te enfrentes a peligros por encima de tu nivel.

—Creo que eso lo podré hacer —dije con confianza.

Ella estrechó ligeramente sus ojos, haciendo que me avergonzara.

—No lo harás, a menos no de primeras.

—Oooh venga, ten un poco de confianza en mí, ¿no crees?

—Tengo la justa y necesaria teniendo en cuenta cómo eres.

—Eso me ofende.

Ella sonrió un poco, aligerando un poco su rostro.

—¿Qué crees que necesite además de…? Bueno, la verdad es que no sé qué llevarme: suministros, dinero… Bueno, el dinero no debería valer. En pocos sitios aceptan platines.

—Pero siempre es aconsejable que lleves un poco encima.

—Vale, perfecto. ¿Y qué hago si en los lugares a donde vaya no aceptan platines?

—Trabajas un poco y te ganas el pan.

—¿Estás de coña? —pregunté con incredulidad—. Soy un Portador, ¿y me estás diciendo que tendría que trabajar para poder comer o alojarme? Debería bastar con que les esté salvando el pellejo.

—Prueba a llevarte del almacén, o roba, si gustas.

Ella se encogió elegantemente de hombros, mirándome con aquella sonrisa tan puñetera. Ella sabía que no robaría, pero también sabía que me parecía un latazo tener que llevar una bolsa llena de comida… o bueno, lo justo y necesario para alimentarme al menos durante un día.

—Vale, vale, me llevaré una bolsa…

—¿Para el dinero o la comida?

—Una para cada uno, ¿contenta?

—No estoy descontenta.

—Yupi…

El atardecer llegó al mismo tiempo que decidí ir a una de las salas de entrenamiento. Quería dormir bien y estaba demasiado ansioso de pensar en el viaje que comenzaría al día por la mañana. La sala en sí era inmensa, una de las más grandes del castillo, pues estaba diseñada para que muchos Portadores pudieran entrenar al mismo tiempo sin molestarse. No poseía columnas y sus paredes eran lisas. Había numerosos y pequeños aparatos que creaban el mundo de simulación. Eran capaces de crear cualquier cosa: edificios, árboles, ríos, océanos… e incluso el mismo espacio. Además de eso, podía modificar la gravedad, aumentándola o disminuyéndola.

Decidí realizar una configuración estándar, eligiendo de enemigos varios tipos de sincorazón e incorpóreos. Fui hasta el centro de la sala, donde esperé a que la simulación terminara de cargarse. Los dispositivos de las esquinas comenzaron a funcionar, y en apenas unos segundos, la zona de combate ya había sido creada y cargada.

El lugar era un bosque con varios claros. Árboles cuya copa me era imposible ver debido a las gruesas ramas y enormes hojas. Los troncos eran tan gruesos que harían falta veinte personas para poder rodearlo. Esperé a que mis enemigos atacaran, colocándome en posición de guardia.

De un momento a otro usé Reflejo para poder defenderme de varios ataques que llegaron desde diversos ángulos. Unos treinta sincorazón aparecieron frente a mí, por lo que, empuñando con fuerza mi arma, me lancé al ataque. Fue un entrenamiento corto, pero a la vez intenso. Otro beneficio de esta sala era que si recibías un ataque, tu cuerpo sufría daño, aunque nunca al punto de fisurar huesos o sangrar. Era más parecido a un intenso dolor… aunque claro, dependía del tipo de ataque.

Una vez hubo finalizado el entrenamiento me duche, cene y fui a dormir, aunque aquella noche costó horrores conciliar el sueño por el nerviosismo del próximo viaje. El amanecer llegó más pronto de lo que esperaba, y con ello mi despertar. Me preparé para el viaje: botas altas, pantalón y camiseta anchas y una chaqueta; desayuné, llené una pequeña bolsa con platines y otra con comida para llevar, y me dispuse a ir al exterior, al puerto más precisamente.

—Bueno, creo que va siendo hora de comenzar este viaje —dije una vez me encontraba en la entrada al puerto.

Miré a Ada, quien me devolvió la mirada, sonriente.

—Ten mucho cuidado. No hagas ninguna estupidez, ¿de acuerdo? Y mantén el contacto.

—Lo tendré, no prometo nada, y siempre lo hago —indiqué señalando el dispositivo que tenía en mi antebrazo izquierdo.

Invoqué mi arma y la llave espada apareció con un estallido de color plateado. Entonces me concentré y esta comenzó a transformarse. Flotó frente a mí y un nuevo brillo la cubrió. Para cuando este desapareció, la llave espada había cambiado de forma. Ahora era un vehículo volador, una Surcadora, capaz de atravesar las brechas que separaban los distintos universos, el Mar de los Cielos. Ahora podía viajar por todo el multiverso.

Con un pequeño salto pude subirme en el vehículo e, automática e inmediatamente, mi Armadura me cubrió. Miré a Ada y me despedí con un gesto de mano. Ella me devolvió el gesto. Hice despegar el vehículo en un ángulo de cuarenta y cinco grados, comenzando a ascender lentamente hasta coger una buena velocidad, alejándome de la ciudadela. Cuando estuve lo suficientemente lejos abrí una Puerta, saliendo por primera vez de mi hogar.

Aquel fue mi primer viaje por el multiverso.

XXXXX

Me adentré en el espacio que hay entre los distintos universos, el Mar de los Cielos, Mar Estrellado, o Mar entre los Mundos. Colores conocidos y desconocidos por todas partes, cambiando constantemente. En este lugar el tiempo no existe, por lo que podría tirarme aquí perfectamente un día y en otro lado puede ser o un segundo o diez mil años.

El viaje entre los mundos normalmente es imposible. Los mundos están protegidos por barreras dimensionales que impiden la entrada de extranjeros en su mayor parte. Sin embargo, estas barreras pueden romperse, dando lugar a una lluvia de meteoritos en ese mundo. Hay varios métodos para viajar por él:

Corredores de la Oscuridad: la utilización de los Corredores de Oscuridad es un medio rápido, pero quienes los usan están en gran riesgo de ser dañados o destruidos por la oscuridad.

Teletransporte: pero para ello necesitas conocer el mundo de destino, pues no puedes tele transportarte a un lugar que no conoces.

Los Portadores de la llave espada podemos viajar con su armadura al convertir nuestras llaves espada en vehículos, la Surcadora, que pueden viajar a otros mundos mediante el uso de puertas creadas por la llave espada.

Según tenía entendido, podía hacer que mi arma localizara a los enemigos de los Portadores, pero para mi sorpresa no me llevó a ningún lado específico. Así que, dado que no tenía ningún lugar específico al que ir, decidí ir a un lugar aleatorio.

Di varias vueltas con mi nave y al final acabé creando una Puerta en un lugar aleatorio, pues no tenía ni idea de adónde iba a ir. Me adentré en la Puerta que cree, y lo primero que vi fue un inmenso cielo azul con algunas pocas nubes, con un sol que debía ser de primavera, pues calentaba, pero no al punto de arder, y una extensión de hermosos valles verdes lleno de bosques y zonas de cultivo. Parecía ser mediodía, o quizás más… y yo acababa de desayunar… No creo que esto me haga bien.

A lo lejos me pareció ver un castillo ridículamente alto en comparación con el resto de la ciudad, lo cual me hacía pensar que el que viviera allí tenía algún tipo de complejo.

Bueno, hice descender mi vehículo hasta el suelo, quedando flotando a unos centímetros de este. De un salto bajé y con un destello el vehículo desapareció. Bien, y ahora… ¿qué hago? Me rasqué la cabeza y empecé a caminar sin rumbo fijo. Por aquí no sentía presencia de ningún sincorazón o incorpóreo… o a saber qué otra cosa. Caminé durante bastante tiempo, pues el sol ya no se encontraba tan alto como antes.

Fue en ese momento que me di cuenta de algo que me hizo muchísima gracia. ¿De qué se trataba? De un enorme ogro verde hablando con un burro. Era una escena bastante rara, o bizarra, como dirían algunos. Quiero decir, ¿un burro que habla?

El ogro parecía estar muy molesto con la presencia del burro. En cuanto a este, no dejaba de hablar y hablar y hablar. Mi curiosidad me ganó, por lo que decidí acercarme hasta ellos. Nada más verme se pusieron alertas. El burro se escondió rápidamente detrás del enorme ogro, el cual frunció aún más el ceño al verme.

—Lo que faltaba —gruñó el ogro molesto.

—Hola tíos. ¿Podéis decirme en qué mundo me encuentro?

—¿Mundo?

El ogro alzó una de sus cejas y miró al burro, que le devolvió la mirada de la misma manera. Ninguno parecía entender a qué me refería con mundo.

—Estás en el reino de Lord Farquaad —contestó el asno saliendo de detrás del ogro, más confiado al ver que no era una amenaza para ellos.

Asno, burro, lo mismo es. Son sinónimos, después de todo, ¿no?

—¿El rey se llama así? Qué nombre más raro.

—Bueno, tengo entendido que no es rey. Es por eso que tenemos la misión de ir a buscar a la princesa con la que se despose —explicó sonriente el asno, provocando que el ogro se enfureciera.

—¡Asno!

¿Asno? ¿En serio se llama así?

—Entonces, sí he entendido bien, vosotros estáis en busca de una princesa para que el tipo ese se despose y se convierta en rey de un reino del cual no es rey. ¿Hasta ahí vamos bien? —El asno asintió—. ¿Y por qué motivo estáis realizando esta misión para ese tipo? Que mueva él el culo. ¿No se supone que es así?

—Debería, pero no quiero. Hacemos esto para que le devuelva a Shrek su ciénaga.

Asentí un par de veces y desvié mi mirada al otro, el cual parecía querer estrangular a Asno.

—Así que tu nombre es Shrek. Yo me llamo Beren, un placer —me presenté sonriente.

—Vaya un nombre más raro tienes —se sinceró el ogro.

—¿En serio tú me acabas de decir eso? Bueno, mejor no entremos en detalles como ese. Y, ¿a dónde vamos ahora?

Mi pregunta descolocó al ogro, pues se quedó estático, impactado. Su rostro era una clara muestra de fastidio e incredulidad.

—¿Cómo que «vamos»?

—Quiero acompañaros. No tengo nada que hacer, voy sin rumbo, ¡y lo vuestro parece divertido! Es como en los viejos cuentos que leí de pequeño. ¡No puedo perderme algo así!

El ogro gruñó, comenzando a caminar con fuerza, mostrando lo molesto que estaba.

—¡No! ¡Ni hablar! ¡Ya tengo bastante con este! —señaló a Asno, quien ladeó la cabeza.

Asno y yo nos miramos. Él prácticamente corrió para ponerse a su lado, y yo le seguí, colocándome junto al anima.

—Yo iré si me da la gana. Este es un lugar libre, ¿no?

El ogro se detuvo, llevándose las manos a la cara, como queriendo arrancársela. Entonces, de pronto, se volvió a dar la vuelta.

—¡Aaaaahhhhh!

Dio un grito mientras se colocaba en posición amenazante, y una cara similar. Cuando finalizó su actuación, yo solo pude decir…

—Colega, deberías tomarte un caramelo. Tu aliento podría espantar cualquier cosa.

El ogro pareció frustrarse al no verme reaccionar con miedo. Asno sonrió contento mientras Shrek retomaba el camino, mascullando cosas que debían ser hirientes. Yo me encogí de hombros. En verdad no me importaba lo que dijeran sobre mí. Luego de tantos años de soledad en Scala, hay ciertas cosas que ya no molestan. Los hologramas no contaban, pues no servían para otra cosa que no fueran lecciones sobre la llave espada, su historia y lo relacionado con Scala.

Caminamos por largo tiempo, con Asno contándome sobre su vida y el cómo había sido salvado por el ogro, aunque este en verdad no lo salvó, por lo menos no porque quisiese. Siendo sincero, al principio me animaba que Asno fuera tan parlanchín, pero luego de una hora sin dejar de hablar pude comprender mejor a Shrek. ¿Cómo era posible que no cerrase la boca ni un poquito? ¿Había sido mudo toda su vida y ahora estaba largando todo lo que antes no pudo? Por la Existencia… Hicimos una breve parada para descansar a mitad de la tarde. Yo me comí un par de manzanas que había traído conmigo mientras Shrek buscaba algo para comer. Asno pastó un poco por las cercanías, aunque no dijo que no a una de mis manzanas. Shrek, por su parte, se negó a comer nada que proviniera de mí.

Unas horas después el astro rey se ocultó en el lejano horizonte, dando paso a una noche despejada de luna llena. Yo me ofrecía encender una hoguera mientras el ogro buscaba algo para cenar. La verdad es que nunca había cazado y no estaba seguro de qué tan bien podría salir, pero él sí parecía tener experiencia. Asno no pareció muy contento con lo que trajo, además de que no era carnívoro. Yo tengo que admitir que tampoco me hizo mucha gracia, pero por mucho que cueste admitirlo, debo decir que la rata de hierbajo que preparó era un plato de buen gusto, aunque feo en apariencia. Si, Shrek cocinaba bastante bien. Al día siguiente Shrek intentó apagar la hoguera con el pie, lo cual resultó muy gracioso, sobre todo cuando Asno lo apagó justo después usando su pis. Estuve tentado a apagarlo yo mismo, pero luego recordé mis lecciones sobre el Orden y se me pasó. Era prácticamente más de mediodía cuando dejamos atrás la verde hierba y hermosos prados y dimos con su objetivo: una enorme montaña, un jodido volcán, con un monto de nubarrones de tonos grises y negros girando como si se tratase de un huracán justo encima del cráter.

—¿En serio es aquí? Debo admitir que es jodidamente cliché —opiné mientras me cruzaba de brazos.

—Yo creo que nos hemos equivocado. Ese lugar no me da buen yuyu.

Shrek no hizo caso a las palabras de Asno, por lo que continuó el camino, siendo seguido por mí y luego por Asno. Resultaba curioso cómo la temperatura aumentaba nada más dejar atrás la zona verde. Conforme nos adentrábamos más en el yermo que rodeaba al volcán, el calor aumentaba más y más. Demonios, si hasta empecé a sudar. Al menos cuando llegamos a la falda de la montaña la temperatura volvió a descender gracias a los negros nubarrones que teníamos encima. La cuesta era bastante empinada, pero uno era capaz de subirla sin necesidad de apoyar las manos en las rocas o el suelo. Gatear estaba descartado. Subimos y subimos, yendo Shrek a la cabeza, Asno detrás y yo como la retaguardia. Cuando estábamos llegando a la cima, un fuerte olor a azufre llegó a mis fosas nasales. Ugh, qué olor más horroroso.

—Bufff. Tronco, ¿has sido tú? Jo tío, podrías avisar antes de zurrarte. Me has pillado con la boca abierta —se quejó Asno con una sonrisa divertida.

—Créeme Asno. Si hubiera sido yo, habrías muerto —Shrek respondió con la misma sonrisa. No sé por qué, pero le creo. El ogro olfateó, dirigiendo su mirada a la pequeña pared empinada que nos daría acceso al cráter—. Ha sido el azufre. Debemos estar cerca.

—Sí, claro, a mí me vas a engañar. Oye, aquí estamos nosotros tres solitos, así que no me digas que ha sido ese tal Azufre. Cada uno que apechugue con lo suyo.

Comenzamos a escalar la pared, yo casi riéndome por las palabras de Asno

—¿Y qué me dices de él?

Shrek me miró por encima de su hombro, a lo que yo enarqué una ceja.

—Estaba detrás mío, así que él no ha podido ser.

Ahí está la lógica. Con algo de dificultad logramos alcanzar la cima de la pared, dando un último empujón a mis piernas para lograr asomar mi cabeza por encima al mismo tiempo que el ogro y el burro. Fue entonces que nuestras bocas se abrieron por asombro… asombro e incredulidad por lo que veíamos. Frente a nosotros había un pequeño saliente de rocas volcánicas, las cuales conectaban con el castillo gracias a un puente de madera de aspecto para nada fiable que se sostenía sobre un lago de lava hirviente. Oh, es cierto, el castillo. Pues el castillo, uno prácticamente semi derruido, se encontraba asentado sobre un cono de roca volcánica justo en medio del cráter. En serio, mira que es curioso esto. ¿Cómo se creó ese cono y a quién demonios se le ocurrió construir un castillo justo en medio? Negando con la cabeza, alzamos la vista, logrando ver una pequeña lucecita en la más alta de las torres que quedaban en pie.

Miré a mis dos compañeros de viaje, quienes al principio parecían asustados, pero entonces Shrek me miró y cambió a una sonrisa divertida. Yo le respondí de la misma manera, y ambos miramos a Asno, quien nos miró aún asustado.

—Sí, es bastante amplio, pero no muy soleado. Je, je, je, je. Ay, je, je, je —dio un salto, adentrándose en el cráter.

Yo me reí divertido por aquellas palabras. ¿Hace cuánto que no me había reído tanto en tan poco tiempo? También di un pequeño salto, cayendo junto al ogro.

—Aquí huele a típico cuento de hadas, pero por mucho. Es más, estoy totalmente seguro de que un dragón duerme ahí dentro —comenté con gran ilusión por ver un dragón con mis propios ojos.

Ciertamente había mucha información en Scala sobre los diversos seres que habitaban el multiverso, pero no es lo mismo verlos en libros o en la sala de simulación que con tus propios ojos.

—¿Por qué crees eso? —la voz de Asno llegó a mis oídos, una voz temblorosa.

—Porque es más que obvio, compañero. Tú solo fíjate en el castillo y su localización. Es que vamos, si no hay un maldito dragón, esto será una decepción de élite.

—Entiendo… — no mucho después, Asno se acercó hasta el ogro—. Eh, Shrek, ¿recuerdas lo que me has dicho de que los ogros tenéis capas?

—Ah, sí.

¿Cuándo hablaron de eso? Supongo que cuando aún no los había encontrado. ¿En serio los ogros tienen capas? Vaya, ni me acordaba. Logramos llegar hasta el nivel del puente. Sí que daba mal rollo este lugar.

—Pues debo confesarte algo. ¡Ah! —gritó aterrado cuando pasamos junto al cadáver de un animal—. ¡Los asnos no tenemos capas! ¡Llevamos el miedo pintado en la cara!

—Para un momento. Los asnos no os pintáis la cara.

—Es una forma de hablar, tío.

—No irás a decirme que te dan miedo las alturas.

—Nooo. Solo me incomoda un poco cruzar un puente arenisco ¡sobre un lago de lava hirviente! —señaló mirando la lava burbujeante del cráter.

Ahí estoy con Asno. Esto no es algo que a alguien le resulte agradable. O sea, ese puente parece que se vaya a romper con el mínimo soplo de aire. ¡Y la caída no mola nada de nada! Shrek negó con la cabeza y se adentró un poco en el puente.

—Mírale a él. No anda quejándose —me señaló con su mano abierta. Bueno, eso es porque no me oye quejarme—. Por favor Asno. Yo estaré todo el tiempo a tu lado, ¿de acuerdo? —dejó un pequeño hueco para que Asno se pusiera frente a él—. Para… darte mi apoyo moral —le cogió del hocico para que le mirara a los ojos, luego le soltó—. Ahora cruzaremos esto juntitos, muy despacico y con buena letra —Y dio un pequeño empujón.

—¿De verdad? —preguntó Asno temeroso.

—De verdad de la buena.

—Ah, vale, así me siento más seguro.

Yo me puse detrás del ogro, agarrándome con ambas manos a las cuerdas del puente. Sin duda alguna, este pedazo de puente más viejo que el castillo no daba sensación de seguridad: el sonido de la madera vieja agrietándose con nuestro peso, el pequeño balanceo del mismo puente, o las burbujas de lava que explotaban solo llamaba al instinto a salir de aquí escopetado.

—Tú no te pares, y no mires hacia abajo.

Ante la advertencia de Shrek, Asno levantó su vista de la lava, comenzando a susurras cosicas pasa sí, para darse valor. Podía sentir como Shrek gruñía mentalmente al tener que aguantar al burro. Pero, cuando llevábamos la mitad del camino, una tabla se rompió.

—¡Shrek, estoy mirando! —gritó aterrorizado Asno, dando un salto para darse la vuelta y mirar al ogro—. ¡Aaahhh! ¡No puedo hacerlo! ¡Déjame marchar!

Ambos le miramos incrédulos. ¿En serio? ¿Tiene que mearse del miedo ahora? A ver, yo también estoy asustado, ¡pero venga ya!

—Ya has conseguido cruzar la mitad —le recordó Shrek en un intento porque se diera la vuelta y siguiera avanzando.

—Pero esa era la mitad segura.

Aquello acabó con la paciencia del ogro.

—¡De acuerdo! ¡Vale! ¡Déjate de lamentos! ¡Intenta pasar!

Shrek intentó avanzar, pero Asno le bloqueaba, intentando volver atrás. Ambos comenzaron a quejarse, hasta que…

—Oooh, ¿me concedes este baile? ¡Vamos!

Dio un salto, haciendo que el puente se tambaleara violentamente. ¡Joder, eso me asustó! Me agarré con más fuerza a las cuerdas. Puedo jurar que me había cagado encima por tal movimiento abrupto.

—¡Ah, no hagas eso! —chilló Asno aterrorizado.

—Oooh, perdona. ¿Hacer qué? Oooh, ¡¿esto?!

Volvió a balancear violentamente el puente.

—¡Si, eso!

—¡¿Si?! ¡¿Quieres que lo haga?! ¡Muy bien!

Ante un nuevo grito de Asno, Shrek comenzó a balancear el puente con aún más violencia. Gracias a eso, Asno fue retrocediendo hasta llegar a la otra parte, la entrada al castillo, mientras gritaba cosas lastimeras. Yo avancé con dificultad detrás del ogro, maldiciéndolo internamente.

—¡Voy a morir! —sollozó Asno con los ojos cerrados, hasta que sintió el suelo bajo sus pezuñas—. Oooh.

—Está bien Asno, está bien.

Shrek le dio un suave golpecito en el hocico, y Asno volvió a sonreír. Yo, una vez hube finalizado el cruce del puente, me apoyé en el suelo, con las piernas temblorosas. Asno miró al puente y luego al ogro.

—Genial.

—Oh, es cierto. No me acordaba de tú.

El ogro sonrió divertido, mirándome por encima del hombro.

—Te aseguro que esta me la guardo —siseé ya en pie.

Avanzamos hacia la entrada, dando un pequeño salto para evitar una grieta en el suelo.

—¿Dónde estará ese peñazo escupe llamas? —interrogó Asno.

—Dentro, esperando que la rescatemos. Je, je, je, je.

—Me refería al dragón, tío.

Nos adentramos en el interior del castillo, avanzando por los corredores inmensos. Todo este lugar daba clarísimas muestras e indicios de abandono. Muchas paredes, columnas y parte del techo estaban derruidos o semi derruidos. Podíamos encontrarnos con enormes grietas en el suelo que daban al lago de magma que teníamos justo debajo. Incluso numerosas fueron las veces en las que encontramos los huesos de caballeros. Muchos habían sido incinerados, de otros solo encontramos algunas partes. Sin duda el dragón se divertía con ellos.

Subimos varios niveles, pero cuando más nos adentrábamos, más asustado estaba Asno. Admito que este lugar, y el saber que había un dragón dentro, asustaba mucho, pero la emoción que me embargaba era mayor al miedo.

—Oye, ¿tenéis miedo? —preguntó Asno de pronto.

—Admito que sí, pero esto es increíblemente emocionante, ¿no crees?

—Yo no —respondió Shrek—. Pero shhh.

Se puso el dedo sobre los labios, indicándonos que guardáramos silencio.

—Perfecto. Yo tampoco.

Asno intentó sonar valiente… pero era más que claro que estaba acojonado. Solo tuvimos que escuchar el pequeño grito que dio cuando se dio cuenta de que habíamos seguido sin él. Eso le pasa por quedarse parado mirando los alrededores. Dio largas zancadas, acercándose a nosotros lo más rápido posible.

—Aunque no pasa nada si tienes miedo. El miedo es una reacción sensata ante una situación desconocida. Desconocida y peligrosa, me permito añadir —en serio, subir las escaleras con este tipo cuando se pone así solo lo hace más agotador—. Y con un dragón que escupe fuego y devora caballeros y escupe fuego, pues si estás un pelín asustado no significa que seas un cobarde —ambos, Shrek y yo, suspiramos ya por la pesadez de escucharle. ¿Cuándo iba a callarse? Ahora entiendo el motivo del porqué los burros no suelen hablar—. Yo sé que no soy un cobarde.

Entonces chocó con el esqueleto de un caballero que la había palmado hacía tiempo. El choque provocó un gran estruendo que rebotó en el lugar y se perdió por los corredores. El casco del caballero le cayó en la cabeza… y la cabeza del caballero cayó al suelo. Asno volvió a gritar de terror ante la grotesca escena. Sí, bueno, no es algo agradable encontrarte un escenario similar. Yo ya vi cosas parecidas de pequeño, así que no me asusta tanto. Ahora que lo pienso… ¿qué clase de infancia tuve? Sé que no fue buena, pero joer.

—Asno, dos cosas, ¿de acuerdo? —extendió su mano, levantando el índice y el corazón—: cerrar, hocico —ambos dedos bajaron, cogiendo el casco que tenía Asno—. Ahora a ver si encuentras unas escaleras.

—¿Escaleras? ¿No buscamos a una princesa?

Sí, ciertamente aquello también me dejó grillado.

—La princesa estará al final de unas escaleras en lo más alto de la más alta torre —respondió el ogro mientras recogía otras partes de la armadura, comenzando a colocárselas mientras avanzaba.

Hum, pues suena muy cliché. ¿En serio todo aquí era tan cliché?

—¿Y cómo sabes tú eso? —inquirí.

—Lo leí en un cuento.

Buena respuesta. Si todo aquí es cliché, entonces ese era el mejor lugar para encontrar a una princesa cautiva.

—Sí señor. Tu busca al dragón y yo esas escaleras —sonrió Asno, contento con su nuevo cometido—. Cuando las encuentre les voy a dar una paliza que no sabrán si suben o bajan.

Ambos fueron por caminos totalmente opuestos, dejándome a mi totalmente solo. Me quedé pensando, ¿qué podría hacer yo? Uno está buscando al dragón y otro las escaleras. Hum, ¡oh, ya sé! Todo dragón que se precie tiene un buen tesoro. ¡Pues a buscar el tesoro entonces! Comencé a caminar por los corredores del pasillo, buscando un lugar donde pudiera estar el tesoro. Era normal que el tesoro estuviera con el dragón, pero, si Shrek buscaba al dragón, entonces este dejaría el tesoro totalmente desprotegido.

—Ven tesoro tesorito~ —llamé y luego silbé como si estuviera llamando a una mascota.

Creo que se me ha ido un poco la pinza. Atravesé un montón de paseos y recovecos, buscando alguna pista sobre el posible suculento tesoro, o el temible y poderoso dragón, pero pasaban los minutos y no lograba encontrar nada. Era un tanto decepcionante. Aquí nada más que había ruinas y lo que antes eran caballeros. La verdad es que resultaba bastante asombroso y a la vez apavonante la cantidad de hombres que murieron enfrentándose al dragón para rescatar a la princesa. ¿Acaso no conocían otra forma de hacerlo que no fuera enfrentándose a esa criatura?

—¡Dragón!

Hablando del mismo.

Oí el grito de Asno en la lejanía. Llegaba muy débil, por lo que debía estar en la otra punta del castillo. El suelo tembló con violencia al mismo tiempo que se escuchaba un descomunal y ensordecedor rugido bestial. Que buenos pulmones tiene el amigo. Debía ser uno bastante grande para causar temblores como esos. Sin perder más tiempo, comencé a correr en la misma dirección de la que provenía el grito de Asno y el rugido del dragón… o al menos creo que era la misma. La verdad es que en poco tiempo he recorrido muchos lugares… y creo que me he perdido.

—¡Shrek! ¡Shrek!

Nuevamente escuché el grito de Asno, solo que esta vez llamaba a Shrek. Seguí el grito, o al menos el lugar de donde provenían estos. Logré llegar hasta una plaza enorme. Debía ser la plaza del castillo, pues era bastante grande. A un lado estaba la torre más alta, donde presupongo que estaría la princesa. ¿Cómo lo sé? Pues porque era la única torre con luz. Pero ahora no era el momento de buscar a la princesa. Frente a mí estaban las ruinas de un puente que parecía conectar esta plaza con una parte superior del castillo y a la izquierda el edificio que conectaba con la entrada. ¿Dónde estaba Asno?

Chasqueé la lengua, volviendo a correr en dirección al lugar donde creo que estaba Asno y el dragón. Dudo que se lo haya comido. Mi instinto me lo dice… y algún que otro grito en la lejanía. Me adentré en la parte de la infraestructura de dónde provenían las pisadas y gritos. El lugar era lo suficientemente grande como para que cupiera un dragón de tamaño pequeño… en clasificación de dragones de tamaño pequeño. Bueno, no es hora de ponerse a explicar la clasificación de los tamaños de los dragones. ¡Tengo un burro que rescatar!

Busqué por todo el castillo al dragón y Asno, pero este era tan increíblemente grande que la dificultad se incrementaba. Por eso dejé de correr a lo loco, invocando a Recuerdos del Mañana.

—Bueno, compañera, ¿me echas una mano?

La punta del arma comenzó a brillar. Me giré levemente hacia mi derecha, pero el brillo menguó bastante, por lo que giré hacia la izquierda, donde el brillo se intensificó notablemente. Ahora, con el rumbo correcto, comencé a correr, siguiendo en todo momento las indicaciones de la llave espada. Al final me llevó hasta una puerta de madera y el brillo se apagó. Me acerqué lentamente, pegando la oreja a la puerta. ¡Ahí estaba ese maldito burro!

Alcé una ceja al escucharle hablar. Su tono demostraba que estaba nervioso y asustado, pero su lengua no paraba de bailar en su boca, pronunciando todas las palabras existentes y por existir. Este tipo podría aburrir a un abuelo hablando de sus batallitas. Abrí con cuidado la puerta, encontrándome con unas escaleras que bajaban por las redondeadas paredes como una escalera de caracol. Y justo en medio, un hueco enorme. Abajo se encontraba el tesoro… el inmenso tesoro… ¡Cuanto oro, plata y joyas, madre mía! ¡Ah! A ver, a ver, vuelve a tus cabales, Beren. El dragón estaba ahí abajo, y Asno envuelto en su cola, aunque apenas sin tocarle. Ahora que me doy cuenta… el dragón tiene las escamas moradas. Hum, interesante. A ver, ¿cómo lo saco de aquí?

—... en una… relación física —Espera, ¿qué? ¿Qué acaba de decir?—. No estoy preparado emocionalmente para una relación de esa… ehhh… magnitud. Esa es la palabra que buscaba, magnitud —el dragón bajó una garra, acariciándole las orejas—. ¡Eh, eso es contacto físico no deseado! Eh, ¿qué haces? —el dragón elevó su largo y escamoso cuello, exhalando algo de fuego al enorme candelabro que colgaba justo encima de ella—. Vale, vale, vale. Rebobinemos y vayamos pasito a paso.

Vale, de acuerdo, aquí hay algo que no termino de entender. Dejé de prestar atención a esta… extraña conversación. Miré a mi alrededor, encontrándome con una enorme cadena. La seguí hasta una gigantesca polea, donde la cadena se enrollaba. Esta misma pertenecía al candelabro. Oooh, ¡tengo una idea!

Me subí a la baranda, agarré la cadena y salté al vacío. Ufff, estoy a no mucho del dragón. Seguro que si me tiro un peo puede olerlo. Una vez terminé de balancearme, me quedé quieto justo encima de la cabeza. Bien, ahora es el momento. Comencé a tirar de la cadena, pero mi fuerza no era suficiente como para provocar que la polea comenzara a girar. Hum, ¿qué hacer? Aaah, cabeza la mía. ¿Cómo se me ha olvidado? Me sujeté con una mano, invoqué a Recuerdos del Mañana, y la lancé contra la polea, la cual empezó a girar, por lo que caí hacia abajo.

—¡Espera! ¡Ni lo sueñes! ¡No, no, no, no!

Al final acabé cayendo frente a Asno luego de trastabillar, por lo que le tiré del lugar en donde estaba. Pero algo pasó… y no me agradó en lo más mínimo.

Me… besó… mi… trasero… No es lo que esperaba. La dragona, porque si, era una dragona ahora que podía mirarla mejor, abrió los ojos, cambiando su gesto a uno muy enojado, irguió el cuello y rugió furiosa.

—Oye, que a mí tampoco es que me haya hecho mucha gracia que me hayas besado el culo —me quejé mientras limpiaba mi trasero, o bueno, la parte del pantalón que cubría esa zona.

La dragona bajó rápidamente la cabeza, con sus mandíbulas abiertas, dispuesta a devorarme. Yo solté la cadena y el candelabro bajo del techo, logrando de algún modo que aún no sé cómo fue posible, enrollarse en su cuello, de modo que quedara como una soga.

Ahora, con la dragona rugiendo furiosa por su nuevo collar, me dio el tiempo necesario para saltar donde estaba y caer al lado de Asno. Ambos comenzamos a correr escaleras arriba, hacia la salida, evadiendo con dificultad las garras, cola y fuego de la dragona.

Invoqué un pequeño hechizo de hielo, de modo que el ardiente fuego de la dragona no nos calcinara como había hecho con los otros caballeros. Asno, aterrado por la situación, ni se percató. Corrimos hacia donde creía que estaba la salida principal, y no muy lejos pude ver a Shrek y la princesa, pues supongo que era ella, corriendo hacia nosotros. Cuando nos juntamos todos corrimos en la misma dirección.

—¡Hola princesa! —gritó Asno.

—¡Habla! —exclamó la fémina totalmente asombrada por ello.

—¡Si! ¡Lo difícil es que esté calladito! —se quejó Shrek.

Para entonces noté que subimos al ver que no había un camino que seguir, sino una columna semiderruida que nos hacía de rampilla hacia el piso inferior. La dragona, que ya estaba justo detrás nuestro, rugió y agitó su cola.

Shrek agarró a Asno y a la princesa, saltando sobre la columna, comenzando a descender a gran velocidad. Yo tuve que saltar hacia atrás para evitar su cola, agachándome para evitar ahora su garra, invocando mi llave espada y transformándola en una tabla. De ese modo logré deslizarme sobre la columna a una velocidad mayor de la que tenía Shrek.

Mientras bajábamos pude escuchar como si dos huevos se rompieran, y al momento después, sentí un desnivel bajo la tabla, pero pude seguir. Finalizamos de bajar la columna, y el ogro soltó un sonido lastimero, un sonido de dolor. Por el rabillo del ojo pude ver aquel desnivel… ufff, ahora entiendo. ¡Qué dolor de solo imaginarlo!

Nuevamente comenzamos a correr, con la dragona pisándonos los talones. Atravesamos varios corredores y arcos, llegando a una gigantesca sala, la cual era sostenida por un sinnúmero de enormes columnas. Entonces se me ocurrió una idea.

—¡Oye! —llame a Shrek, llamándome la atención tanto de él como de los dos que sostenía por los brazos—. ¡Tengo una idea! ¡Corramos por toda esta sala! ¡Eso debería recortar la longitud de la cadena!

El ogro me miró extrañado, pero echó una mirada sobre su hombro a la dragona, y luego al resto de la sala. Después me miró, asintiendo, dando a entender que había entendido mi plan. Comenzamos a correr de un lado a otro de la sala, con la dragona justo detrás. Al final, cuando creímos que era suficiente, nos detuvimos un instante. Shrek dejó a Asno y a la princesa en el suelo, señalando hacia la salida.

—¡Vosotros a la salida!

Los tres comenzamos a correr, echando una última mirada hacia atrás. Luego de girar la última esquina, pudimos ver la salida al final, no muy lejos. Avanzamos un poco, pero nos detuvimos al no ver al ogro. Al final lo vimos aparecer, corriendo despavorido… con la dragona justo detrás.

—¡Correeeeeed!

Al mismo tiempo que gritaba, los tres pusimos pies en polvorosa, llegando hasta la misma entrada, con la dragona exhalando su ardiente fuego. Logramos llegar al puente, corriendo sobre este para llegar al otro lado. Para nuestra desgracia, la mitad del puente se quemó por el fuego, provocando que se rompiera y partiera, por lo que tuvimos que agarrarnos a las tablas para no caer al magma.

Chocamos contra la pared, Asno cayó, pero Shrek pudo atraparlo, y miramos atrás. La dragona seguía corriendo, y cuando llego al borde, dio un salto, pero tal y como esperábamos, el plan funcionó y la dragona no pudo avanzar. La enorme lámpara que tenía en su cuello como si se tratase de una gargantilla, la cual seguía estando conectada con la enorme cadena, llegó a su límite, provocando que casi se desnucara o ahorcara, por lo que tuvo que dar marcha atrás. Nos quedamos un par de segundos totalmente quietos, esperando, pero la dragona no intentó volver a acercarse a nosotros. Ahora, aliviados, comenzamos a ascender la escalera, corriendo para salir de aquel cráter volcánico. Detrás nuestro, la dragona rugía, primero con ira, pero luego con… ¿tristeza? Qué raro.

No menguamos el ritmo hasta que salimos de aquel cráter. La princesa fue la primera en descender la cima, derrapando con elegancia. Corrió hacia un pequeño acantilado, abriendo los brazos, disfrutando del sol, su libertad y de aire fresco.

—¡Lo conseguisteis! ¡Me habéis rescatado, caballero! —Asno fue el siguiente en descender, pero en el descenso perdió el equilibrio, quedando tumbado sobre su panza. Luego le siguió Shrek, quien chocó con él—. ¡Sois maravilloso! ¡Sois! —la damisela se detuvo al ver la graciosa escena. Luego fui yo, pero di un salto, pisando a Shrek, quien me miró de una manera nada agradable. Yo solo le devolví la mirada, la cual decía «te la debía»—.… ahhh, poco ortodoxo, hay que reconocerlo. Pero grande es vuestra hazaña, y puro es vuestro corazón —se acercó a ambos, colocándose frente al ogro, alabándole—. Mi deuda es eterna con vos.

—¡Ejem!

Tosió Asno para llamar la atención de la princesa.

—¿Y qué sería de tan valiente caballero sin su noble corcel?

—Ya puedes tomar nota. Me ha llamado noble corcel. Cree que soy un corcel.

—¡Ja, ja, ja, ja!

No pude evitar reírme por aquellas palabras. ¿Acaso no veía bien? Por favor, se notaba a leguas que Shrek era un ogro, aun con el casco de la armadura puesto, y Asno distaba mucho de ser un noble corcel.

—Un escudero no debería reírse de eso —me recriminó—. Vuestra hazaña también es grande al seguir a vuestro señor y ayudarle en esta noble batalla, pero debéis tenerle respeto, igual que al corcel.

Espera… ¿escudero? ¿Señor? Pero ¿qué demonios le pasa?

—La batalla está ganada. Podéis quitaros vuestro yelmo, noble caballero.

Yelmo, casco, lo mismo es, ¿no? Shrek se asustó por aquellas palabras, retrocediendo un par de pasos, pero la princesa se acercó a él, aun con la sonrisa en su rostro.

—Aaah, no.

—¿Por qué no?

—Aaah… eeeh… ¡El casco me deja marca! —intentó excusarse.

—Por favor. Cuan desearía ver el rostro de mi salvador.

Ese tono sonó coqueto… ¿o es cosa mía? Miré a Asno, quien me devolvió una mirada que seguramente debía ser igual a la mía. Pero, a pesar de su petición, el ogro siguió negándose.

—No, no, no, no. Nada de cuan. No.

—Pero, ¿cómo vais a besarme?

—¿Qué?

Eso mismo. ¿Qué?

Shrek, asombrado por aquella declaración, retrocedió un poco más, pero su espalda chocó con la pared de roca volcánica. Miró a su espalda y luego a Asno.

—E-eso no estaba en la orden de trabajo.

—Quizás sea un plus.

Asno intentó buscarle sentido a las palabras de la princesa. Según recordaba, su misión era simplemente rescatar a esta princesa y llevarla con el supuesto pitufo que quería casarse con ella, ¿no? Pero… aaah, cierto. En los cuentos va de otra manera.

—No, es el destino —explicó la princesa a Asno. Volteó a mirar de nuevo a Shrek—. Vos debéis saber en qué consiste —comenzó a caminar, alejándose a lentos pasos de nosotros tres—: una princesa encerrada en una torre y prisionera de un dragón —Shrek nos hizo gestos de no entender, pero Asno sólo podía sonreír como idiota y yo encogerme de hombros— es rescatada por un audaz caballero. Y luego los dos comparten su primer beso de amor —finalizó con voz melosa.

Nuestras caras debían ser un poema. Ninguno decía nada, sino que observábamos a la princesa con cara de pasmados total. ¿En serio acababa de decir lo que acababa de decir? Oh dios, esto iba a ser buenísimo.

—¿Con Shrek? —inquirió Asno intercambiando su mirada entre la princesa y el ogro—. ¿Que tu…? Alto, alto, alto. ¿Tú crees que Shrek es tu amor?

Intentaba aguantarse las ganas de reír. Los tres lo intentábamos como podíamos.

—Pues... si —respondió con total sinceridad la princesa.

Se hizo el silencio durante tres segundos, hasta que los tres estallamos en carcajadas. Madre mía, nunca jamás me había reído tanto. La princesa frunció el ceño, molesta con nuestras risas. Pero es que enserio, era desternillante. ¿Primer beso de amor? Si lo acababa de conocer, y ni siquiera sabía que era un ogro. ¿Qué demonios amor ni qué puñetas?

—No veo donde está la gracia —nos recriminó.

—Je, je, je, digamos que no soy tu tipo, ¿de acuerdo? —dijo el ogro.

—Desde luego que lo sois. Vos sois mi salvador. Ahora, quitaos el yelmo.

—Oye, en serio, no creo que sea una buena idea.

—Quitaos el yelmo —pidió por segunda vez la princesa.

—No pienso hacerlo.

Aquello estaba frustrando a la mujer.

—Quitáoslo.

—¡No!

—¡Ahora! —vaya grito, y vaya tonito.

—¡De acuerdo! Tranquila. Como vos ordenéis, alteza.

Shrek hizo una reverencia burlesca, procediendo a quitarse el casco. Nada más ver su rostro, ver de qué era realmente su caballero salvador, el rostro de la princesa mostró su desilusión. Shrek sonrió con burla. Creo que le vendría bien lavarse para quitarse toda la suciedad de la cara… Un momento, ¿yo me vería igual?

—Tu… eres… un ogro…

Aquello pareció descolocar al gigante verde, quien sonrió nuevamente, rascándose la cabeza.

—Oh, tú esperabas un príncipe de verdad.

—Pues… sí. Reconozco que… Oooh no, todo me está saliendo mal. Tu no deberías ser un ogro.

La princesa recriminó a Shrek por ser lo que es, y luego procedió a alejarse de nosotros.

—Princesa, he venido a rescatarte por orden de Lord Farquaad. Él es quien quiere casarse contigo —explicó mientras se quitaba las demás partes de la armadura.

—¿Y por qué no vino él a rescatarme?

—Buena pregunta. Pregúntaselo cuando lleguemos.

—¡Pero yo debía ser rescatada por mi enamorado! —se quejó la pelirroja. Shrek solo repetía con burla sus palabras—. No por un ogro, un niño y su… su mascota.

—¿Qué ha pasado con lo de noble corcel? —preguntó Asno.

Bueno, realmente soy un niño, así que no me quejo. Prefiero eso a que me llamen escudero. Lo encuentro bastante insultante.

—Oye princesa, no me compliques más el trabajo —pidió amablemente el ogro, encarando a la princesa.

—Pues lo siento, pero tu trabajo no es mi problema —se cruzó de brazos, sentándose en una roca—. Ya puedes ir a decirle a Lord Farquaad, que si de verdad quiere rescatarme como es debido, estaré esperándole aquí sentada.

Dicho esto, se sentó en el tronco de un árbol muerto, con la espalda recta, brazos y piernas cruzados, y la cabeza mirando hacia otro lado. Aquello no alegró mucho al ogro, pues se acercó con cara de mala leche.

—¡Eh! ¡Yo no soy el mensajero de nadie, ¿de acuerdo?! Yo soy el repartidor.

Esas palabras llevaban una clara advertencia.

—¡Ni se te ocurra!

Buen intento de ser retadora, princesa, pero a este ogro uno no puede retarle. La agarró por la cintura y se la puso sobre el hombro derecho. La princesa ahogó un grito de sorpresa por aquel acto que debió parecerle imposible de primeras.

—¿Venís chicos?

—Somos tu sombra —respondió Asno sonriente.

Así empezó el viaje de vuelta al territorio de ese tal Lord Farquaad, con una princesa gritando, quejándose gran parte del camino, amenazando al ogro, con este ignorándola por completo, cargándola para que no escapara, y con Asno y mi persona justo detrás, intentando entablar una conversación más tranquila.


Bueno, pues ya hemos empezado con el segundo capítulo. En verdad, cuando vi de nuevo Shrek, una maravilla de película, no pude evitar pensar: '''debo empezar con esta película'''. Así que ale, aquí está la primera mitad. Espero que os haya gustado.

Y sin más que decir, me despido.

¡Nos leemos!