Amante Esposa


Olor a Limon


Esa noche, Hinata retorcía con nerviosismo un pañuelo entre las manos cuando entraron en la residencia de su marido.

Õtsutsuki la miró y miró al lacayo, indicándole con una seña que no era necesario que los anunciara. Luego se sentó en un banco, junto a la puerta de la calle, como si sospechara que tendría que retirarse a toda prisa, y señaló hacia la puerta del salón.

—Estará ahí, esperándola —dijo con voz amarga—. Yo me quedo aquí. Llámeme si me necesita.

Miró al lacayo con enojo, como desafiándolo a mirarlo con extrañeza, y dijo:—Tráeme un coñac, Parker. Uno grande —luego fijó la mirada en la pared de enfrente, como si hubiera llegado solo y sin avisar a casa de unos extraños.

Hinata recorrió el pasillo y vaciló en el umbral de la habitación donde sabía que la esperaba su marido. Era absurdo detenerse, sin embargo. No podía dar media vuelta y marcharse sin que la vieran. Naruto había levantado la cabeza ansiosamente al oír el leve ruido de sus zapatos.

—¿Hinata? —prestó atención al reloj—. Llegas pronto —esperó a que se acercara, y a ella casi se le paró el corazón al ver la expresión de su cara y el modo en que tendía el brazo hacia la puerta para darle la bienvenida.

Llevaba una chaqueta azul oscura que caía suavemente sobre sus anchos hombros. Los pantalones negros cubrían sus piernas bien formadas sin una sola arruga.

Llevaba la corbata rígidamente almidonada y sus botas relucían a la luz de las velas como si su ayuda de cámara se hubiera propuesto mostrarle como en un espejo su reingreso en la vida de su esposo.

Su aspecto contrastaba vivamente con el estilo desenfadado que le mostraba normalmente. Estaba claro que Naruto había querido estar impecable cuando por fin se vieran. Entonces pareció levantar la cara y olfatear el aire. Sus ojos reflejaban una alarma creciente. La había reconocido antes incluso de que hablara.

—¿Naruto? —dijo en voz baja.

Él dejó caer la mano y su sonrisa vaciló, convirtiéndose en una mueca de desaprobación.

—Lo siento, no esperaba...

—Puede que sí.

Se quedaron los dos callados, intentando decidir quién debía hablar primero. Ella se acercó y posó las manos sobre su cara para tranquilizarlo. Naruto cerró los dedos sobre los suyos y sintió el anillo que Hinata había sacado de su joyero para la ocasión.

—Tu anillo de boda —dijo.

—Perteneció a tu madre —le recordó ella—. Hacía algún tiempo que no me lo ponía. Pesa bastante. Y me resultaba... difícil verlo constantemente y acordarme... —pasó los dedos de Naruto por su rostro para que no quedara duda de que la reconocía—. Hay algo que debo explicarte.

—Eso espero —contestó con voz tan rígida y tensa como su corbata.

—Nuestro primer encuentro no fue casual. Fui a buscarte.

—Eso ya lo sabía —dijo él—. Pero no sabía que me habías encontrado — apartó la mano de su cara y se desasió de ella.

—El señor Õtsutsuki me advirtió que tal vez no me gustara lo que iba a encontrar.

—Õtsutsuki... —Naruto esbozó una fría sonrisa—. ¿Por qué será que no me extraña que esté involucrado en esto?

—Yo insistí en que me llevara contigo. No sabía lo horrible que era ese lugar, y cuando me rescataste...

—Fue una suerte para usted que lo hiciera, milady —dijo él—. Entrando allí demostró muy poco apego por su virtud, y hasta por su vida.

No le había parecido tan mal cuando la creía casada con otro hombre. Pero tal vez se mereciera su reproche.

—Me equivoqué, ahora lo sé, y no volveré a cometer el mismo error. Pero tú me salvaste de mi insensatez. Y estuviste tan heroico... Y cuando me besaste... Fue como siempre había imaginado.

Él la atrajo hacia sí de repente, pero su abrazo, lejos de reconfortarla, la asustó.

—Y ahora me dirás que te has pasado todo este tiempo soñando con el sabor de mis labios. Por favor, ahórrate la poesía. Estoy seguro de que hay mucho que aclarar detrás de esta historia.

Ella apartó la cabeza de su mirada ciega. Por primera vez desde que había vuelto a verlo, sus ojos la inquietaban.

—Quería estar contigo. Pero había tal cúmulo de errores...

—Por fin llegamos al meollo de la cuestión —dijo él.

—¿Y si te reías de mí? ¿Y si me rechazabas cuando lo supieras? La apartó de sí bruscamente y se volvió para mirar el fuego.

—Y en un momento de debilidad, te dije que era improbable que te rechazara. Que ya sospechaba, y que estaba dispuesto a perdonarte cualquier cosa. ¿Por qué no me dijiste la verdad entonces?

Ella luchó en vano por recordar si alguna vez él le había dado pie para revelarle su verdadera identidad.

—No te lo dije porque no quería que lo nuestro acabara. Todavía no había pasado lo de anoche.

—Pero ahora que he plantado mi semilla en ti, no tienes nada que temer. Sabes que no hay riesgo de que te repudie, ahora que tal vez lleves en tu vientre a mi heredero.

—Naruto —dijo ella, decepcionada—, no me refería a eso.

—Entonces tal vez debas explicármelo otra vez. Porque no veo ninguna explicación lógica a tu comportamiento.

Se oyó un revuelo en el pasillo. Õtsutsuki gritó, alarmado, y otro hombre le contestó tajantemente que no estaba dispuesto a escucharlo.

—¡Hinata! —su hermano irrumpió de pronto en la habitación—. Ya era hora de que entraras en razón. Cuando me enteré de que estabas invitada a venir esta noche, temí tenerte que arrastrar hasta aquí. ¿O acaso crees que esto es resultado de tus planes para arreglar vuestros problemas?

—Neji, ¿qué estás haciendo aquí?

—Yo lo invité a venir —dijo Naruto sin dejar de mirar hacia la chimenea—, porque temía que, al descubrir mi estado, sufrieras una impresión excesiva para tus delicados nervios.

—¿Tu estado? —Neji cruzó la habitación, se acercó a su marido y lo agarró del hombro, pasándole una mano por la cara—. Naruto, ¿es cierto lo que me ha dicho Sasuke? Es una broma, ¿verdad? Yo te vi la semana pasada.

—Pero yo no te vi a ti —respondió Naruto, riendo con amargura, y le apartó bruscamente la mano—. Me queda vista suficiente para saber que estás moviendo los dedos delante de mis ojos, para asegurarte de que no estoy fingiendo. Veo las sombras de tus dedos. Pero eso es todo. Ahora para de una vez, o te echaré de aquí a patadas por tu impudicia, y no necesitaré la vista para hacerlo.

—Y el otro día me dejaste hablar sin decirme nada. Dejaste que pensara que estabas borracho. ¿O lo estabas? Ya no sé qué creer de ti —Hinata vio que la rabia y la confusión enturbiaban el semblante de Neji y levantó una mano para advertirle, confiando en que no embarullara la situación más de lo que ya lo estaba.

—No te lo dije porque no era asunto tuyo. Nada era asunto tuyo —replicó su marido. Luego apartó a Neji de un empujón y se acercó a ella. Agarrándola del brazo, la atrajo hacia sí. Acercó una mano a su cara y ladeó la cabeza mientras seguía sus facciones con los dedos, como si intentara sustituir el recuerdo de su cara que guardaba en la cabeza por aquella imagen. Con la otra mano buscó el retrato en miniatura, como si tuviera modo de compararlo con la Hinata de carne y hueso.

—Entonces no deberías haberme invitado a venir esta noche —gritó Neji tras él—. Y tú —su hermano la miró fijamente, casi temblando de rabia—. Era él desde el principio, ¿verdad? No sé qué es peor, que no reconozcas públicamente que estáis juntos otra vez, o que no me lo hayas dicho por lo menos a mí.

Naruto sonrió. Y su expresión era tan fría e implacable que Hinata se alegró de que no pudiera ver su miedo.

—Bueno, creo que hay muchas otras cosas que confesarte, si quieres saber toda la verdad, ¿no es así, Hinata? —Desde luego que no —sin duda no esperaría que le contara a su hermano los detalles más íntimos de los últimos días.

—Podrías al menos decirle a Neji que tenía razón al sospechar que habías tomado un amante delante de nuestras narices.

—¿Cómo dices? —¿de dónde había sacado esa idea? Naruto miró a su hermano.

—Tu hermanita me ha tendido una bonita trampa, Neji. Me engañó para que creyera que era otra mujer, en lugar de identificarse desde el principio como mi esposa. Ni siquiera me dio un nombre, porque decía que la reconocería al instante si me daba la menor pista sobre su identidad —se rió—. Y yo he estado días enteros pendiente de ella como un idiota enamorado, consumido por la mala conciencia de estar traicionando a mi esposa y de haberme enamorado locamente de una supuesta desconocida.

Neji la miraba perplejo.

—¿Por qué hiciste esa estupidez, Hinata? ¿No habría sido más fácil decir la verdad?

—Creo que la respuesta es obvia —anunció Naruto—. Vino a Londres para seducirme con engaños, esperando así poder esconder la prueba evidente de su infidelidad. Y cuando se dio cuenta de que estaba ciego, se regodeó contándome un embuste tras otro con el único objeto de engañarme. Confío en que te hayas divertido a tu gusto el tiempo que hemos pasado juntos. Yo lo he hecho, desde luego.

Ella sofocó un grito de rabia al pensar que pudiera referirse a las cosas que habían hecho juntos.

—Desde luego, Naruto. ¿Cómo no iba a encontrar divertido que mi marido hubiera pasado tanto tiempo lejos de mí que ya ni siquiera me reconocía? ¿O ver pruebas palmarias de tus frecuentes infidelidades?

—¿Mis infidelidades, dices? —gritó él—. Por lo menos tú no has tenido que brindar una y otra vez para celebrar el resultado de mis deslices, como tuve que hacer yo en el club.

—Ignoro de qué estás hablando —contestó ella, enfadada y confusa.

—¿Cuánto exactamente he de esperar ese heredero que pareces haberme buscado? ¿O la fecha de su nacimiento es tan misteriosa como la identidad de quien lo ha engendrado?

—Pero... —balbució Neji, dispuesto de nuevo a salir en su defensa—.Hinata, ¿estás...?

—Oh, cállate —repuso ella, mirándolo con enfado—. Si no tienes nada útil que añadir, por favor, no digas nada —se volvió hacia Naruto y dijo—: No te dije la verdad porque era evidente, casi desde el día en que nos casamos, que no querías saber nada de mí.

—Si el trato que te estaba dando te molestaba, podrías haberte ahorrado el viaje a Londres y haberme escrito para decírmelo. Si me hubieras explicado tus insatisfacciones, podríamos haber hablado como adultos.

Hinata sintió que volvía a distanciarse de ella, como si fuera posible que, a esas alturas, volvieran a la situación anterior.

—Si te hubieras molestado en responder a mis cartas. O me hubieras dicho toda la verdad. Tuve que venir a Londres para verte, para descubrir que habías perdido la vista.

—Y cuando lo descubriste, pensaste que sería fácil engañar a un ciego imbécil y hacerle creer que te había dejado embarazada para no tener que dar explicaciones.

—Yo no he hecho nada que requiera explicaciones. Pero si quieres considerarte un imbécil —dijo ella—, no pienso llevarte la contraria. Está claro que, cuando quieres algo, tu ceguera no supone un obstáculo para ti. Solo cuando no consigues salirte con la tuya te empeñas en recordarles a los demás que eres ciego. Si recurrí a un subterfugio infantil, fue en respuesta a mi adversario.

—¿Ahora soy tu adversario? —Naruto sonrió de nuevo, como si le satisficiera entender por fin la situación—. Pensándolo bien, fue una suerte que vinieras a verme para poner en claro las cosas. Parece que la visión idealizada que tenía de mi esposa era bastante ingenua. Diriges la finca porque yo te lo permito, y ahora me has buscado un sucesor. Y en la estupidez que se ha apoderado de mí estos últimos días, he olvidado hasta qué punto me conviene ese arreglo. Yo volveré a mis diversiones y tú regresarás a Konoha Manor con tu bastardo, segura de que no pondré objeciones —se volvió para entrar en su alcoba, y su hermano hizo intento de ir tras él.

Hinata puso una mano sobre el brazo de Neji y lo apartó con firmeza.

—Conque vuelves a desdeñarme, ¿eh? Supongo que no debería sorprenderme lo más mínimo. Es como sospechaba desde el principio. En cuanto descubrieras quién era, no querrías saber nada de mí.

Naruto se volvió hacia ella.

—No quiero saber nada de una mujer que utiliza mi ceguera en provecho propio y contra mí.

—¿En provecho propio? —ella se rió— ¿Y qué provecho he sacado al que no tuviera derecho? A cambio de que me trataras como uno trataría normalmente a su esposa, he hecho todo lo posible por mejorar tu carácter. Me atrevo a decir que el hombre al que me encontré era un borracho y un suicida, demasiado inmerso en autocompasión para ser merecedor de sus propiedades, su título o la mujer con la que se casó. Y ahora, después de las promesas que hiciste ayer mismo, piensas regresar a ese estado. Si eso te satisface, hazlo, desde luego. Y que sufras tanto como haces sufrir a tu esposa y a tus amigos.

Los ojos de Naruto brillaron. Por un instante, pareció tan decepcionado por aquella idea como lo estaba ella. Luego, sin embargo, se rehízo y dijo como si no le importara que ella estuviera o no en la habitación:

—Esta conversación ha terminado. Opino que cualquier comunicación ulterior entre nosotros es innecesaria y será, por tanto, mal recibida. Si es absolutamente preciso, nos comunicaremos a través de un intermediario —se volvió para entrar en su alcoba. Luego se giró de repente y añadió—: Y por el amor de Dios, mujer, elige a otro que no sea Õtsutsuki para traerme tus mensajes. Concédeme eso, al menos —se volvió de nuevo y desapareció dando un portazo.

Hinata se agarró al brazo de su hermano y empezó a temblar.

—Llévame a casa, Neji. Quiero irme a casa. Neji la estaba acompañando a su carruaje cuando ella creyó oír lo que tanto anhelaba: una llamada desde la puerta abierta, tras ella, el ruido de unos pasos apresurados por el vestíbulo. Una señal de que su esposo la quería, ahora que sabía quién era.

Pero fue Õtsutsuki quien apareció en la puerta. Hinata le dio la espalda, demasiado confusa para buscar su consuelo. Se apoyó en el brazo de su hermano y Neji la condujo hasta su asiento. Cuando estuvieron dentro del coche, pensó en permitirse el lujo de llorar. Pero su llanto solo revelaría lo que sin duda su hermano sabía ya: lo profundamente que la había herido aquel nuevo rechazo de Naruto.

Neji miraba por la ventanilla, hacia el piso de Naruto, como si no pudiera creer lo que había ocurrido. Luego se volvió hacia ella y la miró con expresión acusadora:

—Al menos podrías haberme dicho lo del bebé.

—No hay ningún bebé —replicó ella.

—Entonces, ¿por qué cree que lo hay?

—Posiblemente porque mi propio hermano vino a advertirlo de que su esposa tenía un amante.

—Lo siento. No lo sabía.

—¿Cómo ibas a saberlo? —contestó Hinata—. Las circunstancias eran... poco frecuentes. Pero en el futuro, cuando te pida que no intervengas, te agradecería que me hicieras caso —recordó entonces el comentario de Naruto sobre su tarde en el club—. Creo que fue Nagato quien le habló de mi presunto embarazo. Tú solo echaste más leña al fuego.

Su hermano se quedó callado un rato. Luego dijo:—Puede que, cuando haya tenido tiempo de pensarlo, recapacite y vaya a verte.

—O puede que no. Es un hombre muy orgulloso. Y le he hecho daño.

—Teme convertirse en un hazmerreír público.

—Naruto no es ningún cobarde —replicó ella.

—Claro que no —dijo su hermano con sarcasmo—. Solo nos ha ocultado un problemilla por nuestro propio bien. Temía que la familia le quitara el título — luego añadió, más pensativo—. Cabría la posibilidad de hacerlo, ¿sabes? Se ha estado comportando poco menos que como un loco, huyendo de sus responsabilidades, arriesgando su salud y su vida... Quizá pudiéramos pedir la nulidad, si se trata de una dolencia hereditaria. Si hubierais estado juntos, los niños...

—No —replicó ella—. Naruto no tiene ningún problema mental. Su único problema son sus ojos —miró con enfado a su hermano, desafiándolo a llevarle la contraria—. Te diste mucha prisa en casarme con él cuando eran amigos. Y no te importó que me abandonara. No puedes deshacer mi matrimonio tres años después solo porque temes que vaya a dejarme sin hijos y que pierda la parte que me corresponde de su herencia.

—No es eso, Hinata —Neji gruñó, exasperado—. ¿Por qué será que todo el mundo piensa mal de mí? ¿De veras podrías ser feliz con él, en su estado? Estará indefenso, y tendrás que cuidar de él como si fuera un niño.

—Tú no sabes nada de él, ni de lo que puede hacer —respondió Hinata con vehemencia—. Es muy capaz, cuando se lo propone. Y tan listo como siempre. Y si necesita mi ayuda... —levantó la barbilla—. Hace tiempo que espero la oportunidad de ser su compañera y ayudarlo en todo. Y si estoy encinta, no te quepa ninguna duda de que es de él.

Su hermano levantó las manos en un gesto de rendición.

—Te aseguro que todo esto me parece más confuso cuanto más me lo explicas.

—Es muy sencillo. Todo lo que he hecho, lo he hecho por el amor que le tengo a Naruto. Y creo que, con el tiempo, se dará cuenta de que él siente lo mismo por mí.

Neji la miró, poco convencido.

—Muy bien. Si lo que deseas es reconciliarte con él, espero que lo logres. Pero después de lo que ha pasado, tengo la impresión de que Naruto seguirá evitándote con tanto ahínco como ha hecho hasta ahora.

Al recordar lo que se había dicho al llegar a Londres, Hinata comprendió que debía darse por satisfecha con los resultados de la visita. Habían estado juntos como marido y mujer. Se había cerciorado de que estaba vivo, y Nagato había despejado sus dudas respecto a su salud. Ella, por su parte, había despejado sus temores acerca de su ausencia. Si Naruto seguía apartado de ella, ahora al menos sabría por qué. Y al final había logrado hablar claramente con él y hacerle saber lo mucho que aborrecía aquella separación.

Había conseguido todo lo que se había propuesto. Y había hecho lo único que no se había propuesto hacer. Se había enamorado perdidamente de su marido.


Continua