AMATISTE: Hola mujer. No, no se dará ningún especial debido a que Voldemort no le celebra los cumpleaños a Harry; el mismo niño ha admitido que él conoce el significado del cumpleaños a casusa de los regalos que los mortífagos le hacían (casi obligatoriamente para quedar bien con Voldy) y por los cuentos que lee, pero salvo darle regalos (que a veces se le olvidan) y dejarlo comer golosinas, Voldemort no repara en los cumpleaños de Harry.

JessyRiddleFriki-Black: Espero que la reacción del pequeño Harry sea la esperada.

Sakura7893: Problemas y al por mayor. Va a ser un año de locos.

Tast Cullen: Voldemort es complejo, a veces es lo más de querido y en ocasiones da pánico; por supuesto, las actitudes amables del hombre siempre serán dirigidas a su hijo.

0oOo0

La elección de mi señor era sabia: nadie más que una madre para cuidar de un hijo. No obstante, el joven señor no lo entendió así.

—¡¿Por qué me haces esto?!

Una sola vez vi que ese niño le alzase la voz a su padre y mi señor no dudó en ponerlo en su sitio, aunque él solo tenía 3 años de edad. Yo esperaba una bofetada o algo similar, pero el señor tenebroso se contuvo.

—¿Qué más quieres que haga? No puedo llenar la escuela de mortífagos o aurores.

—¡Mata a Burn!

—No tengo la más mínima idea de dónde está. ¿Crees que quiero hacer esto? Si te descuido alrededor de esa mujer, ella podría secuestrarte, pero no tengo más opciones.

A pesar de que su padre mantenía un tono de voz mesurado, el joven señor siguió gritando.

—¡Pues no iré!

—Bien, no vayas, pero al castillo tampoco puedes ir.

—¿Qué? ¡Me acabas de decir que yo podía escoger!

—Puedes escoger ir o no ir a Hogwarts, pero eso no significa que estarás en la casa. Harry, no estás a salvo allá. ¿Lo olvidaste? Ese hombre entró al castillo. Si él lo hubiese hecho mientras yo no estaba, podría haber llegado a ti. Es un auror de élite, no uno de tus compañeros que te retan a duelo: no podrás contra él.

El niño cerró la boca un instante.

—¡Eres muy malo conmigo! —oh, oh. El joven señor empezó a llorar —. El año pasado me golpeaste contra el suelo solo por haberla mirado, ¡y ahora la nombras mi profesora! ¡¿Lo que quieres es molerme a golpes todos los días?!

—Sigue gritando como una mandrágora y te enseñaré lo que son golpes, mocoso.

Rugiendo en furia, el joven señor se levantó y salió corriendo, en el proceso tumbando su vaso con leche.

El hombre frente a mí suspiró. Yo no sabía si comer, retirarme o buscar una forma de hacerme invisible.

—Este niño es imposible —musitó empujando lejos su plato y enderezando el vaso caído. Lástima, las pechugas guisadas le quedaron estupendas.

¿Quién lo diría? El señor oscuro era un gran cocinero.

—¿Puedo hablar? —pregunté con la clara impresión de que antes de que me pudiese parar de la mesa, me habrían torturado.

—¿Qué? —gruñó.

—¿No cree usted que está siendo cruel con él? Siempre le prohibió a Harry todo lo relacionado con su mamá y ahora usted le dice a su hijo que estará viviendo en el mismo castillo que ella, que deberá responderle en clases y preguntarle por lo que no entienda de la asignatura.

—Te diré lo mismo que le dije a él: no hay opciones. Burn es demasiado hábil y yo no puedo meter dos mortífagos a dictar Defensa. Lo último que quiero es un motín por parte de Inglaterra. Tampoco quiero mandarlo a Francia o a dónde mierdas esté la escuela esa que dirige Igor.

Debía de ser difícil maniobrar entre su cargo y su hijo. ¿Quién iba primero? ¿El país o el niño al que crió?

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Me quedé hasta el siguiente día creyendo que lograría hablar con Harry, pero él ni me abrió la puerta de su cuarto ni se quedó en la casa. Antes de que alumbrara el sol, Harry había ensillado a Sabrina y se había largado.

Era mi deber salir a buscarlo, pero primero llené un plato con panqueques de Barty, esa era mi ofrenda de paz.

Hallar a mi hijo fue tan complejo que por un momento creí que él había abandonado la isla. Mis serpientes rastreadoras no daban con él, solo giraban confundidas persiguiéndose la cola. Al parecer, Harry fue lo suficientemente ingenioso para aislarse alrededor de su propia magia; mi hijo estaba haciendo proezas sin igual antes de que el vello le saliera en las axilas. Ese niño iba a superarme en poder ante de los 30.

Con otra persona, me hubiese dado temor y habría considerado, y probablemente hecho, ir a matarlo, pero yo confiaba en Harry. El amor era una fuente de fidelidad que yo casi no conocía, mas algo era seguro: mi hijo no me iba a asesinar. Me lo aseguró en Colombia y me lo probó anoche, cuando su ira no lo dejaba pensar, pero aun así su magia accidental no me atacó de ninguna forma.

Por un error del niño, di con él.

—Hola Harry —saludé con tranquilidad. El hechizo se evaporó y el niño se hizo visible para mis ojos recostado en un árbol con Sabrina atada un poco más allá.

—¿Cómo me encontraste?

—Casi no lo hago —reconocí —. Tu hechizo es excelente, pero te concentraste en una franja de tierra. Sabrina, al menear su cola para espantarse las moscas, se salía de esa franja. A la próxima, que el hechizo los cubra en específico a ustedes y no a una zona delimitada.

—Ah... ¿qué quieres?

—Varias cosas, pero lo primero es lo primero —me acerqué y le tendí el plato tapado con una servilleta —. Come.

Harry aceptó y yo me senté junto a él. Se nos formó un silencio incómodo en lo que él desayunaba.

—¿Me vas castigar de verdad esta vez?

Sonreí. Ese castigo anterior era más un premio que otra cosa.

—No, la verdad es que no. Quiero hacerte una pregunta. ¿El mundo es blanco y negro?

Harry parpadeó y miró su plato vacío.

—El Mamo me dijo que el mundo era gris y que nadie era completamente blanco o completamente negro.

—¿Pero tú entiendes a qué se refería él?

—No.

—Harry, cuando los libros de historia escriban sobre mí, ¿me llamaran un buen hombre?

Aunque Harry esperó un segundo para analizar el cuestionamiento, la respuesta fue contundente.

—No.

—¿Crees que soy un hombre malo?

—Sí. Torturas gente y te gusta violar mujeres.

—Muy bien, soy un hombre malo. ¿Crees que soy un mal padre?

—... no.

—Ahora —había planeado mi argumento filosófico toda la noche —. Dime, Lily Potter, tu madre, ¿es una mala persona?

—No.

—¿Y es una buena madre?

—¿Cómo voy a saberlo?

—Claro que lo sabes, conoces a un hijo suyo.

—¿Nathaniel?

—Sí. Los hijos son resultado de la crianza. ¿Crees que, según como refleja Nathaniel, la señora Potter es una buena madre?

—... no. A ella no le importaba que Nathaniel molestase a las niñas o hiciese bromas pesadas, ni dijo nada cuando le conté en la oficina de aurores que su hijo le dañó las plantas a Neville.

—A eso se refería al Mamo. Yo podré ser una porquería andante, pero te crie bien. Eso no va ni en el dinero ni en el poder, sino en el tiempo que te dedico, la paciencia que te tengo, la disciplina que te impongo y lo mucho que intento comprenderte.

—No tiene sentido hablar de eso. Quien me crio fuiste tú, no ella.

—Cierto, pero tú no te has terminado de criar. Sigues siendo un niño y necesitas una figura de autoridad y de confianza a la cual acudir. ¿Soy esa figura?

—Sí, papá.

—¿Confías en mis decisiones?

—Salvo una, sí —me sonrió.

—¿Sigues enojado?

—Sí.

—Muy bien. Salvo una decisión de la que ahorita hablaremos, confías en que yo elija por ti de manera sabia, siempre pensando en tu bienestar. Cuando eras pequeño, yo te ordenaba comerte el broccoli y el pescado en leche que tanto detestas una vez cada dos meses y tú lo hacías con un mínimo de quejidos. Odias esa comida y aun así te la comes, ¿por qué lo haces?

—Tú me explicaste que por salud...

—No —lo corté. Harry frunció el ceño confuso —. La primera vez no fue así.

—¿No?

—No. Fue cuando tenías 3 años. Hiciste una mueca y no querías comer, justo ahí llegó un mortífago a entregarme un pendiente. Yo te dije que te lo comieras y salí. Tardé más de lo que esperaba, pero al volver tú ya ibas en el postre. Te lo comiste todo sin saber por qué era necesario, lo único que comprendías era que fue puesto por mis manos en tu plato y que yo no podía darte algo malo, aunque el sabor fuera terrible.

—¿Yo te dije eso?

—Dios, no —me reí —. A esa edad balbuceabas cosas sin sentido y tu cerebro no razonaba con tantas palabras. No, lo leí en tu mente. Básicamente recordabas una y otra vez la forma en que te di el plato, el cómo te ordené que te lo comieras y a tu mente acudía una sensación de confianza dirigida a mí.

—No es lo mismo, papá. La señora Potter no es un pedazo de broccoli.

—Es una situación molesta, en ese sentido es igual. Ya tuvimos esta conversación una vez, acerca de rendirse ante la frustración.

—Dijiste que no había que huir, que si yo no lo podía hacer ahora no lo haría después.

—Sí... huir es de cobardes. A veces es mejor ser cobarde, pero en medio de la cobardía debe existir astucia. Huye si no te crees capaz, pero al huir planea cómo superar esa dificultad y vuelve y hazlo. Si huyes en una cosa y nunca lo enfrentas, huirás para siempre toda tu vida y de cada pequeña cosa.

—Pero tengo miedo.

—¿De qué? ¿De ella?

—Me da miedo pararme frente a ella y que quiera hablarme. ¿Qué se supone que le responda?

—Nada. No hablarás con ella, no la buscarás y no te quedarás a solas con ella. Serás un alumno silencioso.

—¿Y si me habla en los pasillos?

—«Disculpe, profesora Potter. No puedo hablar con usted en este momento.»

—¿Y en el salón? ¿Si me hace preguntas?

Harry sonaba realmente angustiado.

—Responderás corto y breve. Y no te ofrecerás a limpiar el pizarrón o responder preguntas así sepas la respuesta. Si esa mujer te ordena que le ayudes en algo, hazlo con magia, así no estarás cerca suyo.

—¿Y qué hago con Nathaniel?

—Ignóralo o rómpele la nariz.

Harry se rio.

—Todas tus charlas terminan siempre aconsejándome golpear al alguien.

Me reí con él.

—A todas estas, ¿cómo ensillaste el caballo?

—Con magia.

Alcé una ceja.

—¿Magia? ¿Tú sabes ensillar un animal?

—No, pero se lo pedí a la magia. Normal, ¿no?

—Sí, normal.

Eso no era normal. Harry obtenía a pasos agigantados un control de su magia fenomenal. ¿Dije que él me superaría a los 30 años? Me equivoqué, Harry me alcanzaría en sus 20 años.

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En paz con papá, retornamos al chalet. Me sorprendía al escuchar por boca de Barty que eran pasadas las 10 de la mañana. Papi y él acordaron preparar el almuerzo, así que, dejándome un vaso de leche y un platico con galletas de chocolate blanco, los dos se perdieron en la cocina dejándome por mi cuenta en el patio, desde dónde podía verlos por las ventanas.

La mesa en la que Barty y yo trabajábamos ayer fue limpiada; mi cuenco de cereales y el escudo a medio hacer del mortífago reposaban en la mesa. Me sorprendí de notar lo feo e irregular que era mi trabajo, los bordes eran muy delgados y el barro tenía bulticos que no permitían que la forma de tazón se diese.

Mastiqué mi merienda de forma pensativa, buscando una solución para arreglar ese plato.

—¡Barty!

El mortífago acudió a mí a través de la ventana.

—¿Sí, joven señor?

—¿Hay más barro?

—Arcilla —me corrigió —. ¿Quiere trabajar en su plato?

—Sí. Está feo.

Él me sonrió con dulzura.

—Es su primera creación, no se mortifique. Ya le traigo más.

—¡Barty!

El joven hombre desapareció ante el llamado de papá.

Me estiré en mi puesto a mirar, mas no alcancé a oír lo que papá le decía a Barty. Encogiéndome de hombros, tomé la segunda galleta de mi plato y me relajé.

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—El barro que usaron es sacado de la isla, puede estar contaminado, mejor tráele algo de arcilla de una tienda de arte.

—Sí, mi señor.

Una vez ido Barty, me asomé por la ventana.

—Harry —el niño me miró —. ¿Me haces un favor?

—¿Qué, papá?

—¿Me prestas tu esclava?

—¿Elena? ¿Para qué la quieres?... ah, pues... no sé. Tú dijiste que era mía.

—Y yo te estoy pidiendo permiso de usarla.

—Bueno, ella está bastante sola... está bien, solo no la mates.

—Te la entregaré como nueva. ¿Cuándo quieres que te la devuelva?

Harry era reacio a acostarse con ellas, él las solicitaría una vez le diesen los brotes hormonales de la adolescencia.

—No lo sé, luego —se encogió de hombros.

Genial, asunto solucionado. Yo aún no quería tocar a Margaux y la hija de Fudge y la chica rusa ya me estaban aburriendo.

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¿Elena se enojaría conmigo por disponer así de sus... er, servicios? Yo apostaba mi colección de historietas a que papá no la trataría amorosamente, pero Elena... a ella esas cosas le gustaban, siempre andaba con lo mismo y era la más interesada en el sexo de las chicas del harem, buscándolo tanto en hombres como en mujeres.

Ella era una buena chica, aislada del pesado ambiente de los harems me demostraba que no era más que una adolescente, pero al final del día ella era una esclava con trabajo que hacer.

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Me marché a las 3 de la tarde. Pasé la noche del viernes, el sábado y gran parte del domingo con mi hijo, suficiente paternidad por esta semana. Hora de fijarme en mis necesidades.

—Buenas tardes —saludé entrando en el harem. El golem estaba ocupado con Margaux; yo evité esa escena, muy incómodo de ver la figura de mi hijo, aunque no era mi hijo, en tal posición —. ¡Elena!

La rubia no tardó en aparecer. Ella era un poco mayor que mi hijo, no era mucho, aún podría ser considerada una niña, pero yo estaba harto de comer siempre lo mismo y ella era una puta, nos complementábamos bien.

—¿Amo? ¿Mi joven amo me requiere? —sonrió esperanzada.

—Yo te requiero.

—¿Usted?

—Mi hijo dio su permiso. Te pedí prestada, como el objeto que eres, y él dijo que sí, sin poner fecha de entrega, así que me perteneces, mocosa. Voy a darme una ducha, te quiero en mi cama para cuando salga.

—S-sí, gran amo.

(Me di cuenta que la palabra amo se puede traducir como amor, porque para nosotros amo (de dueño) es igual que decir te amo. Ja,ja, curioso, ¿no?)

En el harem y en el camino a mi alcoba, Elena usaba una capa que le cubría el cuerpo, pero al salir de mi baño me la encontré con el vestido transparentoso que usaba al llegar a este castillo.

—Esa cosa te queda pequeña —señalé quitándome mi toalla y secándome el cabello, completamente desnudo.

—Es lo que se debe usar la primera vez con el amo, pero mi amo jamás me tomó para sí.

—Yo no soy tu amo, quítatelo —con el ceño fruncido, Elena me obedeció —. Te retiraré el hechizo de amplitud de tu vagina y ano, quiero saber si con esas entradas firmemente cerradas, seguirás sonriendo.

—No sería la primera vez —me retó.

Wow, la mocosa tenía actitud.

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El gran amo sujetó mi rostro con fuerza; lastimaba.

—Tu padre me advirtió sobre ti, eres una puta loca desenfrenada —cierto —. Conozco varias como tú, pero ellas son así luego de toneladas de drogas, eres la primera mujer sin tomar narcóticos que conozco que la violan y sonríe.

Me soltó el cuello y me abofeteó con fuerza. Yo lo miré y le sonreí. Él se echó a reír.

—Yo era la favorita de todos.

—Sí, me contaron. Complacías a tres, a cuatro, a cinco, no descansabas hasta que ellos no estuviesen agotados. Je, tu psiquiatra acabaría con mi fortuna, pero lo bueno es que me sirves así.

¿Psiquiatra? Yo estaba muy bien, no necesitaba un médico de la mente.

—Estoy perfecta.

—Confia en mí, tienes una buena tanda de trastornos y apegos emocionales —me dijo —. En fin, ven aquí puta.

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—Con cuidado —susurré.

«Fíjate que relación más rara, que no somos ni amigos ni novios. Dime con confianza por qué callas, la dueña de los ojos que adoro.»

La arcilla en mis manos, un grueso trozo grisáceo, tomaba forma de cuenco. Si aplicaba mucha fuerza, la deformaría. Vacilante respecto a que hacer, mojé las palmas de mis manos y continué. Barty dijo que mientras más tocase la arcilla, ella más se secaría, así que debía usar agua, gotitas, para conseguir que el material continuase moldeable.

«Traductores que saben mil lenguas, díganme lo que dicen sus ojos. Comprenda que me muero por ella, pero no puedo querer yo solo.»

La música fue idea de papá, dijo que me ayudaría a no pensar tanto y concentrarme porque, según él, yo tendía al TDAH, un trastorno de hiperactividad.

(La canción en cuestión es Bendita Duda de Otto Serge. Si la quieren escuchar pongan el nombre en español porque si la colocan en sus idiomas no aparece.)

Bien, el tazón sí parecía tazón.

—Joven señor, le recomiendo que se levante y vea desde lejos su trabajo.

Asentí a las palabras de Barty sin discutirle su consejo: me paré de la silla y caminé un paso hacia atrás, luego, arrepentido, a un costado. Muy lejos se veía raro, pero a esa mediana distancia...

—Para allá se está cayendo —señalé.

—Corrija —me indicó Barty con una sonrisa. Él continuaba trabajando en su propia obra, como las llamaba él. Empleando un palillo de dientes, Barty daba los toques finales a la serpiente sobre el escudo, dibujando las escamas del animal.

Después de oír mi permiso, papá no se quedó mucho tiempo. Almorzó con nosotros, habló conmigo y me acostó en mi cama. No lo volví a ver y no esperaba que hoy volviese.

«Tú me buscas insistentemente, sin prejuicios delante de la gente y quizás eso me ilusionó. Tus detalles dicen que me quieres; y si digo nadie quiere creerme, todos creen que tu novio soy yo.»

Mi tazón de cereales #2 estuvo listo una hora después.

—Mira qué bonito —comenté emocionado. Barty me sonrió inmensamente.

—Hizo un buen trabajo, joven señor. Descanse un minuto. Enseguida alzaré su obra para que se seque adentro, luego la cocinaremos.

Asentí, feliz.

—Barty, ¿tú sabes dibujar?

—Supongo.

—Es que he intentado aprender, pero no me sale.

—Bueno, joven señor, la cerámica es una forma de aprender a dibujar.

Fruncí el ceño viendo mis manos grises de tanto barro.

—Esto no tiene nada que ver con el dibujo.

—Tiene mucho que ver: formas.

—¿Formas?

—Sí, joven señor. Dibujar o esculpir parten de la misma base que es capturar una forma y trasladarlo a otro espacio, ya sea el papel o el barro. Para dibujar a un ser humano hay que estudiar anatomía, huesos, músculos, conocer el funcionamiento del cuerpo, si usted quiere dibujar una casa, tiene que conocer de geometría; de hecho, la geometría es muy importante. Y esta misma base teórica aplica en el moldeado de arcilla, así que, técnicamente, si usted aprende cerámica, aprenderá dibujo. Digo, no es lo mismo, obvio, pero comprenderá las formas y desde allí todo será más fácil.

Eso sonaba inteligente.

—Aprenderé cerámica.

El mortífago me sonrió sin dejar de tallar su macilla, culminando la serpiente.