17.

Konoha empezó a construirse en cuanto ambos clanes fueron notificados del tratado de paz al que habían llegado los líderes. La noticia fue tomada con alivio por la mayoría de integrantes, aunque hubo alguno que tenía el rencor contra el otro clan enterrado bien profundamente, nada que alguna mala mirada por parte de alguno de los líderes o sublíderes no solucionara.

Si, los humos se calmaron rápido. Los shinobis Senju o Uchiha sabían que mejor no hacer enfadar a esas bestias con chakra sobrehumano que tenían por gobernantes, así que enterraron las hachas de guerra por su propia seguridad.

Hashirama fue de mucha utilidad construyendo las primeras casas de la aldea, mientras los alfas, betas y omegas de ambos clanes iniciaban el traslado de material, víveres, madera, utensilios personales, animales. Otros empezaron ya a trabajar las mejores tierras de esa nueva ubicación para sembrar nuevas cosechas y hacer cercados para contener a los animales, establos, silos y almacenes para guardar la comida. Un buen muro para estar protegidos de fuerzas invasoras… Todos tenían su función, todos arrimaron el hombro junto a sus nuevos compañeros en esa nueva villa. Todos con una idea en mente, Konoha sería próspera y respetada por otros clanes. Konoha carecería de problemas internos, pues lo que menos deseaban es que hubiera crímenes entre ambos clanes, ni guerras internas… Esa vida entre ellos se terminó; el que antes era enemigo, ahora sería amigo, compañero, pareja…

Al poco tiempo de estar allí instalados, les llegaron propuestas de otros pequeños clanes que deseaban formar parte de Konoha y, vivir de esa forma protegidos de ataques de otros clanes y bandidos. Fueron aceptados con la condición que respetaran las normas y enseñanzas que se aplicaban en la aldea de la Hoja. Y una de las más importantes y novedosas normas era el respeto a omegas y mujeres beta. Algo en lo que Minato Namikaze e Izuna Uchiha fueron tajantes. Nada de discriminar a los omegas y a las mujeres beta, nada de relegarlos a funciones del hogar, cría de cachorros y obediencia a sus alfas o maridos. En esa aldea se respetaría los deseos de los individuos, fueran del género que fueran. Si un omega deseaba aprender el arte ninja, se le enseñaría y podría fungir como tal. Lo mismo para una beta. El alfa o el marido no decidiría por ellos, ni tampoco los padres.

Otra cosa que aplicaron es que todo cachorro sería educado y se le enseñaría, para que así ellos pudieran decidir que deseaban hacer en un futuro. Ser shinobis, ser médicos, dedicarse al cuidado de la tierra, cuidar del ganado, confección de prendas, educación de otros cachorros o niños o cuidado de su hogar sino les gustaba ninguna de esas opciones y así lo decidían. Pero al menos serían ellos los que escogerían su vida y no sus padres o parejas.

También crearon una nueva ley donde los matrimonios obligados por pactos entre familias o clanes estaban prohibidos. Los miembros de Konoha se enlazarían con quien ellos desearan, sin que fueran usados para obtener más poder o riquezas para sus familias.

Gracias a Tobirama se creó una academia ninja y en ella se decidió que todas las clases serían iguales para todos, nada de clases separadas según género, ni de enseñar diferentes cosas a alfas que a betas u omegas. Las mismas materias siempre tanto para machos como para hembras, como para alfas como omegas. Igualdad total y mismos recursos para todos.

¿Y que sucedió? Otros clanes terminaron copiando esa forma de proceder, creando otras aldeas grandes y prosperas… Incluso copiando su sistema legal, educacional y social, eliminando cada vez más la segregación existente entre géneros. Pero aunque se formaron esas otras aldeas que también crecieron y se hicieron fuertes, ninguna llegó a superar a Konoha. Pues ésta estaba protegida por cinco grandes guerreros, los cinco shinobis más grandes de entre todo el mundo ninja… Tres alfas y dos omegas y, sus descendientes cuando estos tuvieron la edad para pelear al lado de sus progenitores.

Pero nos estamos adelantando un poquito… Vamos por partes, o por manadas.

Minato fue a vivir a una gran casa con sus dos parejas alfa. Según órdenes de Madara hacia Hashirama, la casa había de tener muchas habitaciones, eso extrañó al rubio, porque Madara no era muy sociable que digamos, así que no creía que esos cuartos fueran para albergar invitados.

–¿Para que va a ser? ¡Para nuestros cachorros!– Le respondió un día que le preguntó mientras le arrinconaba contra la mesa y le besaba.

Cabe decir que Minato se sonrojó furiosamente, su alfa azabache siempre tenía ese efecto en él.

–Pues no vamos a tardar mucho en ampliar la familia…– Susurró desviando la vista, estaba preñado de ese primer celo que compartieron, ese celo donde se unieron.

–Lo sé, tu aroma te delata, igual que las fluctuaciones de chakra que puedo notar. Además estaba claro que no íbamos a fallar después de que anudemos tantas veces en ti– Mientras le mordisqueaba el cuello y procedía a deshacerse de la ropa del omega.

–Madara… ¿Qué haces?– Mientras su respiración se iba acelerando y su temperatura subía, ya no sabía si de la vergüenza por sus descaradas palabras o por las acciones en su cuerpo.

–Celebrar que nuestro primogénito crece en tu fértil útero.

Y si, ese día su alfa azabache desoyendo sus quejas le montó contra la mesa de la cocina. Hashirama llegó poco después de que empezaran y, aunque él se creyó salvado de estar profanando el lugar donde comían… El muy traidor se unió a la fiesta. Horas estuvieron teniendo relaciones en la mesa, la encimera, el sofá, la alfombra del suelo del comedor. Con esos dos sabías cuando empezabas… Pero nunca cuando ibas a terminar.

Unos meses más tarde estaba de parto en su nido, un gran nido pues había de albergar a tres adultos, más el pequeño que iba a nacer… Había necesitado tanta ropa de los tres para armarlo.

–Me juego lo que quieras, Hashirama, a que éste cachorro es mi hijo.

–De acuerdo, Mady… Si el cachorro es mío tendrás que pasarte un mes firmando los papeles en la torre Hokage.

– ¡Hecho! Y si es mío, tu además de tus funciones de Hokage harás todas mis tareas, clases, entrenamientos y misiones.

Y Minato que ya estaba estresado pues estaba dando a luz, les soltó un puñetazo a ambos.

–¡Basta ya! Los dos seréis sus padres y no se habla más de esto. Y olvidaros de esta estúpida apuesta.– Soltó un quejido de dolor por una fuerte contracción.– Estoy aquí sufriendo y vosotros en vez de estar por mi y apoyarme estáis tocándome las narices. ¡Os voy a dejar sin sexo durante meses si no me obedecéis!

Y esos dos temibles alfas cerraron la boca al ver a su siempre paciente omega tan cabreado y furioso. No volvieron a decir nada más que no fueran palabras de aliento, amor y consuelo. Abrazándolo y besándolo, dándole masajes en su espalda baja y ofreciendo sus pobres manos para que el omega las apretara al momento de pujar.

Tras largas y laboriosas horas de parto nacía un cachorro omega de pelo y ojos negros como la noche. Madara no pudo evitar mirar a Hashirama con suficiencia y sonreír orgulloso. Era claro quien había aportado el material genético para que Obito saliera. Porque si, Minato le nombró como a uno de sus alumnos al que tanto echaba de menos.

Y la verdad es que al ir creciendo Obito, su cachorro, se parecía mucho a Obito, su alumno… La realidad es que era una copia calcada al Obito de sus tiempos, el Namikaze estaba que no se lo creía y más cuando unos meses después nació Kakashi… O el que era alguien idéntico a su alumno estrella y encima le pusieron ese mismo nombre, aunque el apellido fue diferente pues no nació en el seno del clan Hatake.

Por suerte, Hashirama se unió a él y en sus siguientes celos convencieron a Madara de esperar un poco antes de volver a querer tener otro bebé. No es que Minato no deseara una gran familia, pero es que Obito era un cachorro muuuuy movido e hiperactivo y drenaba sus energías totalmente. A los tres les drenaba la energía el pequeño travieso.

Y así transcurrieron seis años mágicos, seis años llenos de felicidad, peleas de entrenamiento y en misiones, discusiones bastante amistosas entre ellos, mucho sexo, pero mucho, aunque a veces con riesgo de ser pillados por su movida cría… Y eso que eran tres a vigilarla, pero es que el cachorro Uchiha tenía la asombrosa capacidad de estar en todos lados casi, de meterse en líos y travesuras, de escaparse de lugares sin que ellos se lo esperaran. Por suerte descubrieron que el pequeño genio, algo torpe a veces, tenía un sharingan muy peculiar que le resultaba muy útil en sus trastadas.

Y ahora ahí estaba, de nuevo esperando un nuevo cachorro que en unos meses nacería.

–Esta vez yo seré el padre, Mady… ¡Ya verás!

–¡Ja! Sigue soñando Senju. Mis espermatozoides, a diferencia de los tuyos, saben lo que hacen. Y mientras los tuyos no saben cual es su trabajo, los míos ya han preñado a nuestro rubito.

–Hay kami…– Si es que no se lo creía… Madara siempre decía unas cosas tan bochornosas y encima volvían con ese tema.– ¿No os dije que los DOS eráis padres de nuestros cachorros?

Levantó un kunai de forma amenazante mientras fruncía sus doradas cejas hacia esos dos patanes que tenía por machos.

–¿Lo-lo siento?– Se disculpó Hashirama sintiéndose amedrentado. Cuando Minato se cabreaba era de temer.

–¡Tsk!– Un puchero adornó sus labios mientras desviaba la vista el azabache. Mejor no hacer enfadar a su omega pues no quería ser castigado sin sexo de por vida.– Pero no se llamará por ese tonto nombre que queréis ponerle. Me rehúso.

–Yo lo gesto, lo sufro, lo paro y lo amamanto. Llevará el nombre que a mi me guste. Y no se discute más este tema.– Concluyó mientras iba a tumbarse en el nido. Estaba agotado y sentía unas punzadas en su espalda baja desde hacía horas… Sabía lo que eso significaba, su pequeño no tardaría mucho en nacer, quizás en unas horas o máximo un día.

Minato no se equivocó… Su pequeño llegó al mundo sorprendiendo a todos, pues en realidad lo esperaban algo más tarde, y eso se hizo una constante en ese cachorrillo alfa, tan rubio como él mismo y con un corazón tan noble como el de su padre Hashirama. Su pequeño rayito de sol.

Observa a su pareja dormir tan tranquilo entre sus brazos y con una suave sonrisa recuerda todo lo que ha tenido que aguantar para, al fin, poderlo tener en su vida, poder estar tan tranquilos tumbados en su nido mientras su azabache ronronea con su cachorro enganchado a su pezón. Su pequeña cría de apenas dos meses también se ha quedado dormida mientras comía, y eso le hace sonreír aun más.

Recuerda cuando le cortejó por consejo de su hermano y cuñados… Menuda tortura le supuso, que complicado fue.

La espada forjada por el mejor herrero del país del Fuego fue aceptada de inmediato por el que era su omega, pues en cuanto la vio y supo que era para él, se la arrancó de las manos y le cerró la puerta en las narices. Así sin agradecer ni nada.

Otro día le llevó una armadura, Izuna la observó luego le miró frunciéndole el ceño y le cerró la puerta en la cara con el grito de:

–¡Ni loco usaré una armadura a conjunto con la tuya, imbécil!

Con la comida le soltó un bufido, digno de su animal, y si… Le cerró la puerta en la cara de nuevo.

–Puedo conseguirme mi propia comida, no soy un omega inútil.

Vale… Se quedaba sin ideas para seguir cortejándole y que no se sintiera insultado u ofendido en su 'graaan' orgullo. Y es que Izuna tenía más orgullo que tamaño. ¿Ropa? No, no compartían gustos en cuanto a vestimenta con ese clan. ¿Un halcón para practicar la cetrería? No, Izuna y su hermano tenían ya bastantes aves de presa. ¿Un arco y flechas? Ya se lo había obsequiado antes de la katana. Ahora que lo pensaba, todo lo que le había dado eran armas… Y ya le había dado todas las posibles existentes y por haber. Estaba devanándose los sesos cuando unas pequeñas y hermosas flores le llamaron la atención. Por impulso las recogió y plantó en una pequeña vasija. Con ese pequeño obsequio se fue hacía la casa que había realizado su hermano para el Uchiha, en la que era la nueva aldea en construcción.

–Me las va a tirar por la cabeza…– Suspiró mientras llamaba a la puerta.

Izuna abrió, le miró con un ligero fruncimiento de ceño y luego su vista se desvió a las flores con cierto asombro plasmado en sus negros ojos. Un suave sonrojo adornó sus mejillas mientras agarraba la pequeña vasija donde esas pequeñas y delicadas flores estaban plantadas. Olió con suavidad el ligero y agradable perfume que liberaban las flores y una imperceptible sonrisa adornó sus labios, antes de darse la vuelta y volver al interior de su vivienda. Ese día la puerta fue cerrada con suavidad y un muy suave gracias se escuchó.

Ninguno de los dos entendió que sucedió ese día. Izuna sonrojándose por unas pequeñas flores y aceptándolas y Tobirama sin creerse que su humilde y delicado presente fuera aceptado por tan temible y fiero guerrero. A día de hoy, Izuna seguía conservando y cuidando con mimo esas flores pequeñas, salvajes y bellas.

Otras veces sucedían hechos por demás extraños entre ellos. Izuna aunque muy, pero que muy terco, le necesitaba como omega marcado, era su alfa después de todo y por mucho que se mostrase reacio a aceptarlo. A veces el Uchiha pasaba por su lado y ni le miraba, ni le hacía caso y otras iba hacía él como en trance y se refregaba a su cuerpo a la vez que le olfateaba en profundidad como intentando memorizar su aroma. Tobirama había aprendido a quedarse quieto y dejarse hacer hasta que el Uchiha saliera de ese trance, mirándolo y parpadeando avergonzado por su falta de control y se apartara de él como si quemara. Sino hacía tal cosa, como sucedió una de las veces, era peor. Recuerda que al tener a Izuna contra su cuerpo, le rodeó con los brazos apretándole contra suyo y hundiendo la nariz en ese suave pelo negro. Eso hizo salir a Izuna rápido de ese estadio en el que estaba sumido y reaccionar de forma negativa. Pegándole y siseando que no se atreviera a tocarle de nuevo sin su permiso.

–Eres tu quien se ha acercado a mi, omega.

–Vete a la mierda, Senju.– Su orgullo herido de nuevo por saber que era cierto que él había iniciado el contacto por culpa de su lado omega.

Y así estaban entre ellos, sin avanzar nada. Hasta que una noche llamaron a la puerta. Al abrirla observó perplejo a su hermano y detrás de éste, a Izuna. Hashirama sonrió, le guiñó un ojo y empujó a Izuna dentro de su casa, luego se marchó mientras se despedía con el brazo en alto. Estupefacto cerró la puerta y miró al que era su destinado. Izuna le devolvió una mirada desafiante antes de lanzarse a besarle. Y, él no pudo resistirse a devolverle los besos y los toqueteos. ¡Era su destinado, por kami! Llevaba esperando eso un par de meses y no era de piedra.

Entre besos, toqueteos llenos de necesidad, caricias fogosas… La ropa entre ellos fue desapareciendo. Tobirama no entendía que estaba sucediendo con su omega, aunque tampoco pensaba arriesgarse a preguntarle y romper la magia del momento. Cayeron los dos en su cama, sin dejar de devorarse con gran pasión. ¡Cómo se habían necesitado estas semanas! Pero antes de poder colocarse encima de Izuna para montarle, el omega le bufó y le detuvo.

"Y aquí se termina todo." Pensó el alfa frunciendo sus cejas frustrado.

Pero Izuna tenía otros planes y le sostuvo del cuello.

–¡Quieto!– Ordenó mientras le miraba con sus insondables ojos negros y le veía meterse dos dedos en su entrada liberando pequeños jadeos mientras parecía prepararse.

Abrió los ojos con asombro y sin querer perderse detalle de las acciones del que era su Uchiha. Oh, kami eso era tan lujurioso a sus ojos… Pero su boca se torció al ver como esos dedos llenos del flujo de su pareja, ahora se dirigían hacia su entrada. Soltó un gruñido de advertencia, que fue secundado por uno del omega mientras le miraba fijamente.

–¿Qué haces Izuna?

–¿Tu que crees? No pienso ser yo el único sometido en esto. O aceptas lo que te voy a hacer o nunca estaremos juntos… Quizás en mi celo te busque, pero olvídate de que vaya a ti para el tuyo o para otras cosas.

–Soy un alfa, omega. Creo que te has confundido de roles.

–Y yo creo que no. Se que esto no te desagrada y quiero que te rindas a mi, igual que esperas que yo me rinda a ti. O somos iguales o no seremos nada… Decide rápido, Senju.

Con un último gruñido de molestia, desvió la mirada y abrió sus piernas en muda aceptación. Tenía más que perder sino cedía y además, eso no era nada que no hubiera hecho por si mismo cuando sentía necesidad y no llegaba a culminar.

Un suave jadeo escapó de sus labios al sentir el primer dedo del omega penetrándole, Izuna era cuidadoso y sabía donde tocar para que se relajara y empezara a mover su cadera. Pronto tenía tres dedos del azabache dentro y él jadeando y gruñendo de forma ronca. Y todo se detuvo. Le observó con sus ojos rojos a la expectativa de que más haría su pareja y pronto tuvo respuesta. Izuna se masturbó un par de veces antes de alinear su pene contra su entrada.

–Espera…– Intentó detenerle, pues eso no lo había hecho nunca.

–No. Relájate, Tobirama.

Torciendo el gesto se volvió a recostar y le dejó más espacio entre sus piernas, no tenía más remedio. Y lo sintió, como ese pene poco a poco iba abriendo su interior. Un suave gemido salió de sus labios. Era un poco incomodo, pero no le molestaba… Y la verdad es que esa incomodidad dio paso al placer cuando Izuna empezó a mecerse en su contra, saliendo unos centímetros y volviendo a entrar, siempre de forma suave. Observó con fascinación a su destinado. Como apretaba los dientes y sus ojos se velaban de lujuria, como gemía cada vez que le enterraba la polla en su apretado interior.

–Más rápido, omega.

E Izuna se lo cumplió… O lo intentó. Pues el azabache dio un par de embestidas veloces y de pronto su cuerpo se tensó, se estremeció y gimió vaciándose en su interior. Cayó en su contra con la respiración acelerada… Y él se quedó a medias. Resopló, aunque le abrazó en su contra.

–Lo siento… Es… Es mi primera vez haciendo esto.– Se disculpó, pues sabía que había durado tan poco que el otro no habría llegado a nada.

Iba a reclamarle, que fuera su pareja no significaba que no fuera a pelear con él cuando lo considerara necesario, pero la disculpa por parte del Uchiha le dejó anonadado. ¡Un Uchiha disculpándose! Y eso le hizo recordar que en su primera vez… Se corrió al meterla y ya. ¡Que bochorno pasó esa vez!

–No te preocupes, suele suceder. Ya irás mejorando.–Porque si, si Izuna quería volver a ser el activo, él le dejaría.

Le miró con una sonrisa y le besó antes de moverse para ponerse contra la cama y ofrecerse a tomarle en su interior.

–Alfa… Te necesito.– Y vaya que le cumplió.

Ese día su relación se consolidó. Se volvieron alfa-omega, dejando que su lazo creciera y se fortaleciera.

Y si, Izuna volvió a ser el activo… La verdad es que le pillaron el gusto a ser versátiles. E Izuna se volvió muy bueno montándole, a la vez que le ofrecía el espectáculo de masturbarse a la vez, preparándose para acogerlo cuando fuera su turno.

Izuna acertó en creer que le había preñado en esa primera monta, y cada vez su vientre estaba más y más crecido. Su hermano al revisarle, les dijo que el cachorro era de muy buen tamaño… E Izuna en cambio, era bastante pequeño.

–Tenías que meter una cría tan grande en mi interior.– Le recriminó su pequeño omega.

–Tu también tuviste y tienes algo que ver en que sea tan grande… No todo va a ser culpa mía, omega.

–¿Estas insinuando que como demasiado?– Esa mirada rojiza por el sharingan y esos brazos en sus caderas, le hicieron negar atemorizado, y a su hermano mayor respirar con mayor facilidad luego de ver la respuesta, mientras le levantaba el pulgar felicitándole por esa buena reacción.

Pero si, Izuna pese a estar delgado y ser de constitución tan pequeña, parecía pozo sin fondo… Desde siempre, según le dijo Madara.

Desde esas palabras de Hashirama, Tobirama se esforzó en aprender ninjutsu médico para poder ayudar a Izuna durante el parto y las dificultades que surgieran. Y vaya si surgieron… El cachorro era grande y le provocó un buen desgarro a su pequeña pareja al nacer. Eso si, Izuna se portó como el guerrero valiente que era, no gritó, no mostró miedo y pujó con todas sus fuerzas sin desfallecer. Y así nació Kakashi, su primogénito. Un cachorro de lobo de pelo gris y ojos negros. Un fuerte alfa del cual estaban orgullosos.

Y unos años más tarde, cuando Kakashi tenía unos 6 años, nació su segunda cría. Sasuke, un azabache omega muy parecido a su bella y terca madre en apariencia.

Y ahora estaban ahí, Izuna volviendo a entrenar contra él después de 2 meses de dar a luz. Minato estaba ocupándose de Sasuke, mientras Obito y Kakashi jugaban a su propia manera… También estaban entrenando entre ellos.

Tras horas de intensa batalla, donde ni Izuna cedía, ni Tobirama tampoco. Una pelea con muy buena coordinación entre ellos, pues siempre parecía que se habían de herir de gravedad y en cambio se conocían tanto y estaban tan acostumbrados a pelear entre ellos, que se detenían antes de causarse mal. Y ahora se detenían al oír los ligeros gimoteos de su cachorro.

–Sasuke reclama a su madre– Llamó Minato.

Izuna se acercó y se quitó el haori secándose el sudor de los pectorales y lavándose antes de sentarse en el suelo y sostener a su pequeño contra su pecho de donde empezó a mamar. Tobirama se sentó detrás de su omega para servirle de soporte mientras alimentaba a su cachorro.

–¿Ya habéis pensado nombre?– Preguntó al otro omega para darle charla.

–Con Hashirama nos gustaría llamarlo Naruto.–Dijo frotándose el prominente vientre. Estaba pronto a dar a luz.

–¿Y mi hermano que dice?– Preguntó burlón, pues no creía que su mayor fuera a estar de acuerdo a llamar al cachorro por el nombre de un alimento.

–Bueno… Si es su hijo definitivamente no desea que se llame así.– Dijo riendo, había aprendido a lidiar con Madara y sus caprichos.

Ninguno de los tres sabía de cual de sus alfas era su cachorro. Y estaban todos esperando que diera a luz para descubrirlo. Aunque para él era claro que los dos eran los padres de cualquiera de sus crías, tanto Obito, como el que nacería ahora… Como las que tuvieran en un futuro.

–Mi hermano reza para que esta vez sea suyo… Dice que sería injusto que Madara tuviera dos cachorros y él ninguno.–A Tobirama le causaba gracia la indignación con la que se quejaba su hermano cuando le soltaba esas palabras.

Los tres rieron imaginando a Hashirama en uno de sus momentos depresivos mientras decía esa frase.

–Mamááá, ¿Vamos a casa?– Preguntó Obito que llegó corriendo con una gran sonrisa en su rostro y lleno de tierra.

Kakashi venía detrás con rostro ofendido y también sucio de tierra. Según él, el de pelo negro había hecho trampa en su juego y por eso había ganado esa batalla.

–Si, pequeño.– La verdad es que necesitaba descansar. Tenía unas tremendas ganas de llegar a casa y tumbarse en su cómodo nido a descansar, su espalda baja ya estaba dándole punzadas desde hacía rato.

FIN.

Muchas gracias por acompañarme en ésta historia. Espero la hayáis disfrutado tanto como yo al escribirla.

Y espero veros en otras de mis locas historias. Besos