Disclaimer: ninguno de los personajes aquí mencionados me pertenece. Todos ellos son obra de J. K. Rowling, yo solo los utilizo para llamar a mi inspiración y despejar la mente. Esta historia no tiene fin lucrativo alguno.

Consideraciones: la historia irá del presente al pasado, pero en cada caso eso estará avisado. Además, es una reversión de la historia de J. K. desde el libro (o película) número siete. Habrá una gran cantidad de cambios que se alejarán totalmente de la historia original.

Advertencias: aparecerán palabras malsonantes, insultos, situaciones de violencia/tortura/asesinato, así como posibles escenas explícitas de relaciones sexuales. Por favor, tengan en cuenta todo esto antes de leer.


CAPÍTULO IX

-PASADO-

—¿Cómo dices que se llama? —dijo Draco mirando extrañado a Hermione. La chica se había subido a una escalera y rebuscaba entre los estantes superiores de la sección de Defensa Contra las Artes Oscuras en la biblioteca.

—ED: Ejército de Dumbledore.

—Pero... ¿Dumbledore está a favor de que ustedes hagan algo así?

—Claro que no, Draco. Pero el Ministerio de Magia no quiere que aprendamos a defendernos —la joven trastabilló al comenzar a bajar la escalera y rápidamente el rubio la sostuvo de la cintura —. Fudge está paranoico y cree que Dumbledore quiere su puesto de Ministro. Nos pareció un buen nombre con una gran ironía.

—Mmm —el chico parecía perdido en sus pensamientos mientras sostenía a la chica por sus caderas. Ninguno parecía notar la intimidad de aquel toque —, ¿y qué están aprendiendo?

—Hechizos defensivos —una vez que Hermione estuvo con los pies en el suelo le mostró el título del libro que había tomado —¿Te interesa unirte?

—No creo que sea buena idea, leona.

—¿Por qué no?

—Es obvio, Hermione. Me traería grandes problemas si mi padre se enterara con quién ando.

—Claro, con una sangresucia —dijo la chica con tristeza mientras tomaba asiento y comenzaba a hojear el libro.

—Leona —la voz del muchacho denotaba vergüenza —, sabes que a mí no me importa tu sangre, ¿cierto? Pero soy yo quien debe regresar a casa y soportar a mi padre gritándome. O peor aun, maltratando a mi madre —susurró. Aquella confesión hizo que la Gryffindor lo mirara consternada.

—Lo siento, Draco —dijo Hermione con sinceridad —. No tenía idea de que así fueran las cosas para ti.

—No te preocupes, no es que vaya por ahí contándolo... Aunque posiblemente es algo obvio —la chica asintió levemente y luego tomó la mano derecha de Draco. Él se sentó a su lado y le sonrió—¿Ya te dije cuánto te he extrañado?

—Mmm, creo que sí. Tal vez unas dos veces... O mil —Hermione se acercó a Draco y dejó un rápido beso en su boca.

—De acuerdo, esto es raro —una voz detrás de ellos los sobresaltó, haciendo que ambos se alejaran asustados —¿Qué se supone que está pasando aquí?

Draco y Hermione voltearon a ver quién los había descubierto y hallaron a Blaise Zabini frente a ellos con una cara que habría puesto en una clase de la profesora Trelawney.

—Blaise —susurró Draco —, demonios, por favor no puedes decirle a nadie —rogó el rubio mientras la chica solo se quedó allí mirando al Slytherin recién llegado.

—Tranquilo, Draco. No tengo intenciones de joderle la vida a nadie, aunque tampoco es que se oculten mucho —aseguró.

—Gracias, compañero —gruñó el rubio.

—Pero deben contarme absolutamente todo —Zabini se sentó junto a Hermione y parecía totalmente entretenido —¿Cómo es que esta pareja de escándalo se formó, eh? Quiero oír los detalles jugosos, ¿ya estrenaron el baño de prefectos? Yo fui allí con Angelina Johnson y la verdad que ese lugar es una maravilla —Draco no pudo evitar reírse, mientras que Hermione enrojecía como un tomate.

—¿Angelina Johnson? Pero ella está con Fred —dijo la chica.

—Ah, Granger, no te contaré mis secretos si tú no me cuentas los tuyos. Pero ya sabes, el poliamor existe.

Pronto Hermione descubrió que Blaise era un chico agradable aunque excéntrico, que le gustaba mucho hablar, hacer bromas y que podía hacerla reír. La chica comenzó a plantearse que todo lo que había pensado hasta el momento respecto a los Slytherin estaba, en realidad, fundado en una estúpida y antigua rivalidad entre las casas.

Con el correr de los meses también la escuela se halló cada vez más bajo el dominio casi total de Umbridge. La Suma Inquisidora de Hogwarts había prohibido casi todas las prácticas que se salieran de su control, de manera que en cualquier momento los alumnos no podrían ni siquiera hablar o respirar sin pedirle un permiso especial. Draco estaba al tanto de que Hermione continuaba estudiando con el ED, mientras que él había sido obligado por su padre a unirse a la Brigada Inquisitorial. Era una mañana tranquila para el rubio cuando una carta con una orden directa de Lucius llegó; Umbridge estaba a punto de crear un grupo con alumnos seleccionados por ella misma y el joven Malfoy era uno de los principales candidatos. No tuvo otra opción que acceder, asistir a las reuniones, vestir una estúpida insignia y perseguir a aquellos alumnos que llevaran a cabo "actos prohibidos". Draco pensaba que había una hermosa ironía en el hecho de que él mismo rompía aquellas reglas, pues muy a menudo se aprovechaba de aquella insignia para esconderse en algún salón en desuso para besarse con Hermione. Los controles eran cada vez más estrictos pero la chica también era prefecta, algo que llevaba a su favor.

En Navidad Draco regresó a Malfoy Manor solo para encontrarse con que la situación era la misma que unos meses atrás: mortífagos sangrepura deambulando por allí, orquestando planes con su padre mientras su madre se sentaba allí a fingir que todo estaba perfecto. El regreso a clases le significó un verdadero alivio; en Hogwarts tenía que fingir, pero al menos tenía cerca a Granger.

—Extraño nuestras escapadas al campo de quidditch —susurró Draco contra la mejilla de Hermione, tenía sus brazos alrededor de sus hombros. Ambos estaban sentados en el piso de un aula del séptimo piso —. Tuvimos grandes experiencias —bromeó.

—Oh, cállate —se quejó ella —. Casi me matas allí.

—Fue divertido cuando pasó el susto.

—Divertido para ti, tal vez. A mí solo me sirvió para confirmar mis sospechas: las escobas son peligrosas.

—Eso no es verdad. Yo he montado escobas desde pequeño y jamás me ha pasado nada malo.

—Pues que bien por ti, pero a mí es que no me quieren.

—Será que la gran Hermione Granger, pequeña sabelotodo, simplemente no es buena montando escobas —se burló el rubio.

—Pues porque no tienen un uso práctico más que poner en riesgo tu vida —contratacó la Gryffindor.

—Pero es que...

—Ya cállate —susurró Hermione acercándose a Draco y plantándole un beso en los labios.

—¿Estás intentando distraerme para ganar una discusión? —el chico llevó sus manos a la cara de la chica. Ella murmuró algo que parecía ser una afirmación —Bien, porque funciona.

Hermione sonrió sobre la boca del chico y puso sus manos sobre su pecho, allí donde llevaba las insignias de prefecto y de la Brigada Inquisitorial. El beso comenzó lento y suave, mientras ambos movían levemente sus rostros para encajar a la perfección. Sin embargo, después de unos minutos el ambiente frío por la época invernal comenzó a caldearse. El beso tomó velocidad y las bocas se movían con menos precisión y más desesperación; Hermione fue quien tomó la iniciativa de intentar algo nuevo: utilizó sus dientes para morder levemente el labio inferior de Draco. Aquello desató un frenesí en el torrente sanguíneo del rubio, quien tomó una fuerte respiración y se lanzó hacia delante en busca de más. Más besos, más cercanía, más de la leona.

Las manos de Draco se trasladaron desde el rostro de la chica hacia su cuello y finalmente hacia su cintura. En aquella acción la empujo más cerca suyo, de manera que la joven pasó sus piernas sobre las suyas. La nueva posición le permitía al rubio tomar consciencia sobre algo que hasta el momento había evitado pensar: los pechos de Hermione estaban más cerca de su rostro. Falló rotundamente al intentar no mirarlos, por lo que cortó el beso y les dedicó una buena revisión visual. Lo que no esperaba Draco es que la chica desabrochara la túnica que llevaba y abriera el primer botón de su camisa. El joven sintió fuego correr por todas las extremidades de su cuerpo al tener una mejor visión de aquellos pechos envueltos en un sujetador blanco; cuando los iba a tomar entre sus manos se detuvo e intentó pensar con tranquilidad.

—¿Puedo tocarte? —le preguntó a Hermione.

—Sí —jadeó ella al mismo tiempo que se dejaba caer sobre él. Entonces el chico levantó sus caderas para chocar con las de la chica, mientras llevaba sus manos hacia aquel par que lo estaban llamando —. Draco —susurró la chica con voz ahogada —, ¿puedo tocarte yo a ti?

—Sí, leona —accedió el joven.

Hermione comenzó a desabrochar con urgencia los botones de la camisa del rubio mientras besaba su cuello. Las manos de Malfoy apretaron firmemente los pechos de la chica; las caderas de ambos rodaban en sintonía, chocando y presionándose. Los dedos curiosos de la leona se arrastraron sobre el pecho del joven, acariciando sus costillas y su vientre hasta llegar a su ombligo. Los movimientos de ambos se volvieron erráticos mientras se abrazaban y se tocaban en reconocimiento, pronto sus jadeos se intensificaron y tal como habían comenzado, lentamente disminuyeron el ritmo. Los jóvenes se abrazaron hasta que sus respiraciones se calmaron. Se besaron con cariño mientras se susurraban un "te quiero".

—Estos definitivamente son los detalles jugosos que quería Blaise —dijo Draco con una sonrisa cuando ambos se ponían de pie. Hermione se ruborizó mientras comenzaba a acomodar su ropa.

—Pero no le contarás, ¿verdad? —la pregunta de la chica sonaba a una súplica.

—Claro que no, leona. No me dejaría en paz —ella asintió con agradecimiento mudo —. Aunque tal vez podríamos seguir su consejo e ir a conocer el baño de prefectos... juntos.