Capítulo 2
MALDITA mujer –dijo Mamoru mientras se quitaba las botas y las tiraba sobre la alfombra color crema de la habitación que había reservado en La Torchére. ¿Cuál era su juego? ¿Por qué insistía en conocer a Serena cuando acababa de enterarse de su existencia?
¿Y cómo había llegado a ser tan…?
–Fascinante –admitió en voz alta lo que se había negado a admitir hasta ese momento.
Usagi Tsukino no era de una belleza despampanante. De hecho era más bien normalita, pero tenía un par de ojos azules cielo y unos labios rosados que temblaban ligeramente en los momentos de tensión. En otra vida, si él hubiera sido otro hombre, habría querido ir tras ella y saborear aquellos labios
–La quiero fuera de mi vida por completo. Al diablo con esos ojos azules cielo tan vulnerables.
Lo decía en serio. Iba a ser duro criar a Sere solo, sobre todo cuando llegase a la edad en la que necesitaría las cosas que una mujer podría proporcionarle mejor. Pero estaba cansado de las relaciones y, sobre todo del matrimonio y de los sueños. Muchos de sus sueños se habían torcido con el tiempo.
Lo único que quería en ese momento era soluciones aquel lio con Usagi Tsukino y regresar a su rancho con su hija. Entonces todo estaría bien.
Había pensado que aquello sería fácil. Había dado por hecho que Usagui Tsukino sería una mujer que había hecho una buena obra en su momento pero que no estaría interesada en los niños.
Pero aquella mirada en sus ojos al decir la palabra bebé…
–¡Maldición! –exclamó. ¿Cómo había podido pensar que algo iba a ser fácil con una mujer como ella?
Lo que necesitaba en ese momento era dejar de pensar en el aspecto que tenía y comenzar a pensar en cómo conseguir que renunciara a los derechos que tuviera sobre él o sobre el bebe.
Descolgó el teléfono y comenzó a marcar. A la mañana siguiente, Usagi entro al vestíbulo color verde, y dorado de La Torchére con miedo y expectación. La noche anterior se había ido a su habitación aun tambaleándose por la emoción de la noticia de que había ayudado a dar vida a un bebe, y temblado a causa de su encuentro con Mamoru Chiba. Había tenido muy pocas relaciones íntimas con hombres a largo de los años, y ninguna buena. Ya ni siquiera quería intentarlo, así que entrar en contacto con un hombre que hacía que sus sentidos se descontrolasen y que, de todos los hombres, tenía más razón para despreciarla, era más que desconcertante.
Realmente no deseaba verlo de nuevo. Pero de ninguna manera iba a dejar pasar esa oportunidad.
Usagi se preguntaba qué pensaría Mamoru Chiba del sencillo plan que se le había ocurrido durante la noche, mientras daba vueltas en la cama.
Pensara lo que pensara, no sería algo positivo. Se ocultó en un rincón sin gente y saco un pequeño espejo del bolso para asegurarse de estar sosegada. Lo estaba. Su pelo dorado como el sol estaba en su lugar y sus ojos no revelaban nada.
En una ocasión, su estupenda y rubia madre había dicho Usagi que la había cambiado al nacer. Simple, mediocre, inadvertida, su aspecto simplemente enfatizaba el modo en que ella nunca había encajado. Pero aquel día esperaba que su aspecto poco llamativo la dejara en buen lugar. Necesitaba mostrarse firme, parecer indestructible.
Decidió que así seria y, satisfecha al comprobar que había logrado borrar cualquier emoción de su rostro, tomo aliento y se dirigió hacia su despacho para esperar otro inquietante encuentro.
En esa ocasión no dejaría que él la afectara. Ni siquiera pensaría en el como hombre, sino como el medio para conseguir la oportunidad de poder tener algunos recuerdo con su bebé.
–Usagi –la voz de Beryl la detuvo en seco. Se dio la vuelta y observo a la elegante pero marchita mujer.
–¿Me necesitas, Beryl?
–No exactamente, pero puede que tu si me necesites si estás buscando al señor Chiba. Lo he colocado a él y a sus papeles en una mesa con vistas a la playa. Pensé que la atmosfera haría que tu asuntos fueran más agradables –la mujer trató de sonreír, pero era evidente que no era de carácter alegre. No pasa nada. Beryl había sido más que complaciente con Eventos Tsukino. Quizá demasiado complaciente.
Lo último que Usagi quería era sentarse con Chiba en un escenario romántico y apartado. Pero quería acabar cuanto antes todo aquello para poder ver al bebé al que había ayudado a concebir.
–Gracias, Beryl.
–Te llevare donde esta –dijo Beryl inclinando la cabeza.
No le quedó más remedio que seguirla y esperar que pudiera mantener la calma y la postura.
Pero cuando llego al final del camino, Usagi estuvo a punto de caerse de espaldas al darse cuenta de que Beryl la había conducido hasta uno de los enramados que había junto a la playa. Rodeado de palmeras, plantas exóticas y flores, el enramado albergaba un pequeño rincón compuesto por una mesa cubierta por un mantel de lino y una hamaca doble. El olor de las flores se filtraba por todas partes y hacía de aquel sitio el lugar idóneo para los que buscaban un romance. En ese momento apareció un camarero llevando una bandeja dorada con bebidas frías.
Usagi se quedó boquiabierta.
–Nadie puede ocuparse de sus negocios en un día caluroso sin algo con lo que matar la sed, ¿verdad? –musito Beryl mientras el camarero se aproximaba a la mesa.
Pero Usagi estaba pensando en otras cosas. Mamoru Chiba se había puesto en pie mientras se aproximaban. Asintió con la cabeza en dirección a Beryl y al camarero y ambos se retiraron. Mamoru llevaba una camisa remangada, dejando ver sus brazos fuertes y bronceados.
-Señorita Tsukino –dijo él mientras estiraba la mano.
Ella dudo un momento, viendo que sus dedos eran largos y bronceados y que tenía callos en las palmas. Era ranchero ¿No? Y aunque tuviese toda la razón para odiarla, nunca lo mostraría en sus formas.
Pensó que estaría chapado a la antigua y tuvo que resistir la tentación de cerrar los ojos al estrecharle la mano, sintiendo el calor y la fuerza de su piel durante un instante antes de que la soltara.
-Señor Chiba –lo saludo ella mientras se sentaba.
-Estaba preguntándome si realmente estaría dispuesta a seguir con esto –comenzó él.
Supongo que querrá decir que albergaba la esperanza –respondió ella.
Él se encogió de hombros y la miro directamente.
-Me gustaría hacer esto de acuerdo en algo –respondió Usagi, sintiendo como la esperanza se hacía hueco en su interior-. Yo también quiero que todo sea tan sencillo y fácil como sea posibles.
-Dijo que quería conocer a mi hija. No fingiré que me hace gracia, pero he decidido que voy a aceptar. Supongo que podré traerla aquí la semana que viene y conseguir pasar unas horas juntos.
Su tono era poco comprometedor, aunque su voy no era tan seca como el día anterior.
Usagi se preguntaba qué diría el ante su sugerencia. No le gustaría. Lo sabía al igual que sabía que perdería el valor si no abordaba el tema de inmediato.
-Quiero dos semanas –dijo ella notando como le temblaba la voz ligeramente.
Siguió un largo silencio cargado de rabia. Los ojos de Mamoru eran como dos llamas oscuras.
-No. Tiene que estar bromeando.
-Normalmente no bromeo. Yo…
Él levantó una mano y dijo:
-No pienso discutir esto. Es mi hija de la que está hablando.
-Lo sé –contesto Usagi, pero en esa ocasión su voz no sonó calmada ni fría-. Y comprendo lo que piensa. Quiere que renuncie a mis derechos sobre Sere y quiere que lo haga ahora. Bueno, estoy preparada para hacerlo. Firmare en este mismo instante. Accederé a desaparecer por completo cuando hayamos terminado, pero antes quiero tener el derecho de pasar un tiempo con ella. Dos semanas es muy poco tiempo y es lo único que le estoy pidiendo. Sabe que tengo derecho a pedirlo.
-podría llevarla ante un tribunal.
-Sí, podría, pero alguien tendría que explicar como esos óvulos acabaron en el lugar equivocado. Eso podría llevar mucho tiempo. Podría alargarse. Deme mis dos semanas y desapareceré para siempre.
-¿Por qué hace esto? –Preguntó el pesándose una mano por el pelo-. Hasta ayer ni siquiera sabía que existía. No puede significar nada para usted.
Y, al parecer, la niña significa todo para ese hombre. Usagi lo sabía, lo respetaba, pero…
Se tomó un momento para aclarar sus ideas, levanto la barbilla y miro a Mamoru a los ojos.
-Hago esto porque ya renuncie a un bebe una vez. En aquella ocasión done mis óvulos libremente, sabiendo que no pasaría tiempo con el bebe cuando naciera. Darle la vida a un niño, y la esperanza a su madre, ha sido una de las experiencias más maravillosas de mi vida, pero también una de las más dolorosas.
Hotaru nunca podrá saber la verdad, al menos hasta que sea mayor. Su madre, Haruka, y yo somos primas, y decirle a la niña que yo soy su madre biológica solo complicaría las cosas de momento. Lo sé y lo acepto. Yo le elegí, así que no tengo problemas con esa situación. Pero esta vez es diferente. Mis óvulos fueron utilizados sin mi permiso, y eso me enfurece.
En alguna parte de su rancho hay una niña pequeña que empezó siendo parte de mí, por mucho que le cueste aceptarlo. Esta vez tengo la oportunidad de ser parte, aunque pequeña, de su vida. Y puede funcionar, porque es muy pequeña y no se acordara de mí. Usted tampoco se acordara de mí, pero yo tendré algo que guardar en mi corazón para siempre.
Me marcharé, Señor Chiba. Tendrá mi palabra y mi firma sobre un documento legal. Pero no me pida que renuncie a ella sin haberla visto. No sea tan cruel. ¿Usted se marcharía sin más si alguien le dijera que existe y que usted es el padre?
Mamoru abrió la boca para hablar, pero volvió a cerrarla.
-¿Es así como consigue que la gente done obras de arte carísimas para su subastas, Señorita Tsukino? ¿Chantajeándolos?
Usagi sintió un calor y una ira insoportable en su interior, pero los controlo. Ese hombre estaba poniéndola a prueba y no estaba dispuesta. Había hecho muchas cosas por su padre, y más tarde por Alan, un hombre que decía haberla amado demasiadas veces y para nada.
-Usted vino a mí, y no al revés –contesto.
Los dos se miraron en silencio durante unos segundos. Entonces el estiro las manos con las palmas hacia arriba.
-Es usted una mujer dura, Señorita Tsukino.
Aquel comentario la pillo por sorpresa. La habían llamado muchas cosas en su vida: invisible, tímida, maternal, dulce, una hoja flotando en el viento, una persona fácil de dominar… pero nadie le había dicho eso. Y ella nunca había tenido que enfrentarse a la posibilidad de renunciar a su bebe sin tener la oportunidad si quiera de verla una vez. Le gustaba ser dura en esos casos. Era una situación que requería esa actitud y, por primera vez en su vida, iba a estar a la altura.
-Tras firmas los papeles, ¿traerá a Serena? –pregunto ella.
-No. Aquí no. Usted vendrá a mi casa, y ante eso no pienso ceder, Señorita Tsukino. Tengo un rancho y allí me necesitan. No puedo desaparecer durante dos semanas y no dejare a Serena en ningún lugar en el que yo no este presente. Mi rancho o nada.
.De acuerdo, su rancho, pero nos vamos ahora mismo. Yo estoy lista.
Mamoru la miro de arriba abajo, desde la coronilla, pasando por su vestido de color crema, hasta sus zapatos. Usagi pensó que iba a sonreír.
-No parece estar lista para un rancho –musito él.
No lo estaba, la verdad. La idea de caballos, vacas y toros y quién sabe que más la asustaba considerablemente.
-Iré donde este su hija –dijo ella con firmeza-. Estaré allí durante dos semanas y luego regresare aquí, donde pertenezco. Desapareceré como la niebla con la luz del sol y no tendrá que preocuparse por mí nunca más.
-Le tomó la palabra –dijo el asintiendo con la cabeza-. Y si alguna vez trata de romper el trato, iré tras de usted con todas mis armas.
Pero Usagi estaba segura de que nadie podría correr lo suficientemente deprisa si Mamoru Chiba quería alcanzarlo. Tenía la sensación de que había abarcado más de lo que podía. Mamoru era más hombre de lo que lo eran cualquiera de los hombres con los que se había enfrentado antes.
La sola idea de enfrentarse a él era…
-Aterradora –dijo en voz alta más tarde en su habitación. Pero en su mente escuchaba una palabra diferente.
Regocijante.
Nunca se había sentido tan viva como lo estaba en los dos últimos días, discutiendo con ese hombre que, claramente, deseaba que desapareciera de su vida como por arte de magia.
Y ella había accedido a irse a vivir a un rancho con ese mismo hombre que la odiaba. ¿Cómo diablos iba a sobrevivir durante los próximos catorces días? Se desenvolvía bien allí, en su ambiente, donde se sentía como en casa pero, ¿de qué armas dispondría una vez fuera de su elemento, cuando estuviera solas con él?
-¿Qué quieres decir con que me dejas al cargo? –Pregunto Mina, su hermana, que aparentemente no estaba conforme con su decisión-. No puedes simplemente hacer las maletas y largarte algún rancho dejándome con todo el trabajo.
Usagi tuvo que abstenerse de mencionarle a Mina que ella había trabajado bastante poco. Y eso no era sorprendente. Mina nunca había tenido que trabajar para nada. Cuando el padre de Usagi se había divorciado y se había vuelto a casar con la madre de Mina, Usagi había tenido que trabajar mas duro aun para conseguir la atención de su padre. Pero nunca parecía ser suficiente. El no quería estar con Usagi. Había encontrado otra hija, y los esfuerzos de su hija mayor no importaban tanto. Y tres años antes, cuando Usagi se había enamorado de Alan Brickwater, había hecho todo lo posible por hacer que la relación funcionara, pero Alan había echado el ojo a Mina y había dejado de estar interesado en ella.
Así eran las cosas. Usagi nunca había encajado con nadie. Incluso su propia madre había lamentado su existencia, diciendo que tener un bebe le había hecho a perder la figura y, además, a su marido. Usagi siempre había sido la intrusa, el patito feo sin un lugar así que poder llamar propio.
Desde luego no pintaba nada en un rancho con Mamoru Chiba, pero iba a ir de todas formas. Y la verdad era que, si Mina y ella querrían sacar algo de provecho de la compañía, Mina iba a tener que colaborar.
-Te las apañaras bien –dijo Usagi-. Y yo solo estaré a una llamada de teléfono.
-Usagi, te vas a un rancho, por el amor de Dios, con vacas y cosas que tienen que ver con las vacas y… y estiércol. Puede que solo este a años luz del mundo civilizado. ¿Y si surge algo que sea demasiado complicado? ¿Qué hago si otra persona quiere recuperar otra de las donaciones?
-Haz lo posible por ser graciosa y encantadora, Mina –dijo Usagi con un suspiro-. Recuerda que este negocio es todo lo que tenemos. Es de lo que vivimos.
-¿Entonces por qué te vas? Si ni siquiera conoces al bebé.
Ella ya le había explicado los detalles a Mina.
-Quiero algo que este negocio no puede darme –le dijo a su hermana.
-¿El qué?
-No lo sé. Solo sé que tengo que hacerlo. Y, en cualquier caso, solo estaré fuera dos semanas. ¿Tan mal pueden ponerse las cosas en ese tiempo?
Las dos se miraron durante unos instantes. Las cosas iban mal para todos los días. La operación al completo podría venirse abajo. Realmente deseaba poder llevarse a Serena allí.
Pero de algún modo sabía que ni siquiera un tribunal aceptaría que Mamoru apartara a su hija de su hogar en una visita obligada a la donante de óvulos. Ni siquiera estaba segura de que los tribunales le diera algún derecho. Obviamente se movía en el terreno pantoso, o de lo contrario no le habría permitido a Usagi salirse con la suya en absoluto. Ninguno de los dos quería poner a prueba el sistema judicial.
-Estaré vigilando todo el tiempo –prometió Usagi-. Si alguien se pone especialmente difícil, yo lo llamare, u organizaremos una conferencia telefónica o incluso una videoconferencia. Mantendremos el negocio a flote.
-De acuerdo, si no hay otra manera…
No la había. Su hubiera alguna posibilidad de evitar vivir en casa de Mamoru Chiba, donde el estaría todo el tiempo observando cada uno de sus movimiento y haciéndole recordar lo que había sentido al tocarle la mano, Usagi habría estado encantada de llevarla a cabo. Pero sabía que no existía tal posibilidad.
De algún modo tendría que aprender a mantenerse alejada de su camino. Lo que necesitaba era un plan.
-¿Crees que esto funcionara? –le pregunto Beryl a Neherenia.
-¿Qué sí creo que se atraen? Por supuesto. Él es un hombre muy masculino y ella es muy dulce y tiene unos ojos adorables. Se atraen, pero no sé si se enamoraran –dijo Neherenia frunciendo el ceño.
-Tienes razón. He investigado en sus respectivos pasados. Mamoru se vio obligado a renunciar a su sueño de ser futbolista y luego a tener un buen matrimonio, así que ahora ha renunciado a cualquier cosa vagamente romántica. Y no quiere que ella, ninguna otra mujer, este en su rancho ni cerca de su hija. En cuanto a Usagi, no quiere acercarse a ningún hombre, y en cuanto al rancho… -Beryl de pronto miro a su madrina con aflicción-. No va a funcionar, ¿Verdad?
-Bueno, no parecen encajar muy bien –comenzó Neherenia-, y se van del complejo, donde tu no tendrás mucho control sobre ellos.
-Y ya han pasado días –dijo Beryl-. He perdido el tiempo con ellos, pero no tengo ninguna otra perspectiva de momento. Tendré que hacer lo posible por obrar un milagro a larga distancia –saco un teléfono móvil con una pantalla enorme del bolsillo de su vestido.
-¿Qué estás haciendo, Beryl?
-Ya sabes lo que estoy haciendo. Estoy utilizando lo poca magia que puedo para observarlos –dijo. Podría utilizar el teléfono para observar lo que pasaba en el rancho de Mamoru-. No estoy segura de lo que puedo hacer estando aquí mientras ellos están en un rancho, pero si veo que ocurre algo prometedor, entonces…
-¿Entonces qué?
-Hare algo. Lo que sea.
-Ten cuidado, Beryl. Y ya sabes lo que paso la primera vez que trataste de juntar a dos personas que no encajaban. Los dos prometieron no volver a implicarse con nadie de nuevo, y no lo han hecho a día de hoy.
-Lo sé. Eso fue un error. Pero no voy a cometer errores con Usagi y Mamoru. Espero.
