El beso del amor
Adaptación sin fines de lucro, es pura diversión, autora Myrna Mackenzie. Los personajes de Sailor Moon le pertenecen a nuestra queridísima Naoko Takeuchi.
Iba a pasar todo el tiempo que pudiera fuera de casa, pensaba Mamoru mientras se diría al trabajo aquel día. ¿En qué diablos había estado pensando para besar a Usagi? ¿Y por qué no podía quitarse de la cabeza su imagen con aquella bata azul y el pelo suelto?
-Porque no has estado con una mujer en semanas –se recordó a sí mismo. Si era listo, iría esa misma noche a casa de Michiru y solucionaría su problema.
Pero sabía que no sería así. Se sentía... mal. Probablemente porque su madre le había enseñado demasiadas cosas sobre los modales cuando había compañía. Bueno, las dos semanas de Usagi acabarían pronto y él podría volver a llevar su vida de soltero.
Y Usagi también podría regresar a su vida social. Probablemente algún hombre que la estaría esperando en el complejo para meterse en su cama
Mamoru golpeó con fuerza el poste de la valla en el que estaba trabajando.
-¿Quieres hablar de ello? -preguntó Ben.
-¿De qué?
-De por qué estás clavando el poste con tal profundidad que seguro que alguien en las antípodas nota las vibraciones.
-Solo quiero asegurarme de que quede sólido –masculló Mamoru
-Sí, yo diría que ya sólido, al igual que diría que no te hace ninguna gracias que esa guapa mujer esté en tu casa con tu hija.
-¿Crees que es guapa?
-Creo que tiene unos ojos que podría conseguir que un hombre hiciera cualquier cosa. Eso no me importa. Lo que importa es lo que vas hacer al respecto.
Mamoru dejó de clavar el poste y miro a su amigo y capataz.
-Nada en absoluto. Sabes que no me involucro. Nadie mejor que tu sabe que mi matrimonio no fue ideal.
-Rei no encajaba en un rancho, aunque fuese de por aquí.
-Exacto. Hace falta una mujer que siempre haya adorado este estilo de vida para aposentarse aquí. Además, ya no aspiro a nada.
-Sí, bueno, tienes tus razones. Lesionarse y renunciar a tu carrera futbolística y luego tu relación con Rei, que iba de mal en peor, y finalmente perderla cuando parecía que comenzabas a entenderse de nuevo...
-Oh, no. No vayas por ahí -dijo Mamoru-. No voy a empezar a sentir pena por mí. Tengo una buena vida aquí, con Sere. No puedo pedir más. No quiero nada más.
-Claro que quieres más –dijo Ben riendose-. Lo que pasa es que no lo intentas.
-Puede que esa mujer tenga unos ojos preciosos, pero seamos sinceros: no tengo nada en común aparte de cierta química y mucho resentimiento. Solo está aquí por un malentendido que hubo cuando Rei se quedó embarazada, y me alegraré cuando se vaya.
-¿Entonces no te importará que luna la ponga contra las cuerdas?
Mamoru clavo otro poste y dijo:
-¿De que estas hablando? Luna es un poco reservada, pero es genial con Sere.
-Claro que sí, y le gusta ser la mujer de la casa. No le va hacer gracia tener que compartir al bebé que adora ni la casa, ni tener que renunciar a parte de su autoridad.
Mamoru levantó una mano
-Luna trabaja para mí. Ella no haría nada.
Ben le dirigió una mirada de fastidio.
-Esa casa y ese bebe constituyen su mundo. Una mujer que viniera aquí podría cambiar eso.
-No va a ocurrir.
-Quizá no, pero eso Luna no lo sabe.
De pronto Mamoru comenzó a tener dudas. ¿habría hecho algo malo juntando a Luna y a Usagi de esa manera?
-Bueno, quizá deberíamos hacer una pausa e ir a comer algo –dijo Ben.
-No creas que me vas a meter a mí en mitad de eso. Oh, no. Ve sin mí. Yo iré a buscar a Hoagie y a los chicos. Hoagie va a contarnos lo de su visita a la ciudad y por qué volvió con los calzoncillos al revés. Llevamos toda la semana intentando sacarle la historia.
Mamoru sonrió. Tenía un pequeño equipo que lo ayudaba con Chiba Acres, y alguno era muy nómada. Pero Ben llevaba ahí desde siempre, y Hoagie era lo más cercano a un hijo que Ben tenía. Los hombres se llevaban bien, y eso era bueno.
Era algo por lo que no se tenía que preocupar, pensaba Mamoru de camino a casa. Tras hablar con Ben, imaginaba que iba a encontrarse a Usagi encerrada en su habitación y a Luna con un arma, pero cuando entro por la puerta, Usagi levantó la vista de unos papeles que tenía en su regazo.
-¿Has tenido una buena mañana Sere y tú? -preguntó él arqueando una ceja.
Ella levantó un hombro y lo miro con cautela.
-Sere está durmiendo –dijo-. Supongo que los bebés duermen mucho.
-Sí, eso parece. Tanto jugar y reír los agota, supongo. Parece que Sere siempre está ocupada cuando despierta.
De pronto Usagi se rio.
-Cuando estábamos juntas antes, me sonrió durante un segundo. Ni siquiera lloro –dijo con la misma ilusión que si hubiera ganado la lotería. Y Mamoru, al recordar su propia reacción ante las expresiones de su hija, imagino que quizá sí que hubiese ganado la lotería. Había muy pocas cosas en su vida que fuesen mejor que ver a Sere sonreír.
-¿Así que has conseguido pasar algo de tiempo con ella?
-Unos minutos. Los bebés tienen sus horarios, ya saber, es importante que no se los trastoquen. Perturba su sistema.
Mamoru escucho sus palabras, pero se dio cuenta de que, probablemente, hubieran salido de boca de Luna.
-Supongo que sí, pero no creo que Sere se pusiera muy nerviosa si le prestamos un poco menos de atención a sus horarios.
-No sé, los bebés son tan... frágiles, corren tanto riesgo. ¿Verdad?
No eran tan frágiles como la miraba en los ojos de Usagi. Pero entonces recordó lo importante que era para ella su independencia. Probablemente no le haría gracia que él señalara ninguna de sus debilidades.
-Así que has tenido cosas que hacer –dijo él señalando los papeles que Usagi tenía en su regazo-. ¿Trabajo?
Ella se encogió de hombros y Mamoru advirtió una nota de polvo en su mejilla. En cualquier otra mujer, eso habría afeado su aspecto, pero en Usagi era muy atrayente. Mamoru se acercó y frotó la mejilla con el pulgar. Su piel era suave y cálida.
Ella levantó la vista y lo miro extrañada. Mamoru podía ver su pulso palpitando en el cuello, pidiendo a gritos que un hombre la besara justo ahí.
Usagi tomo aliento, se miró la mano y él se dio cuenta de que se estaba preguntando si golpearlo o no.
No pudo evitar sonreír.
-Probablemente deberías haberlo hecho, pero ya es demasiado tarde –dijo mientras se apartaba.
Ella no preguntó lo que quería decir.
-Tenías polvo en la mejilla –le informo Mamoru, e inmediatamente ella se llevó la mano a la mejilla y comenzó a frotarse.
-Solo estaba... Luna y yo... bueno, una casa en un rancho lleva mucho trabajo.
-¿Has estado trabajando en la casa? -preguntó él frunciendo el ceño-. Tú no eres uno de mis empleados.
-No, soy una intrusa.
-Eres una... -trato de pensar una palabra que encaje. Ninguna lo hacía-. Eres una invitada.
Ella lo miró durante un momento como diciendo que era un mentiroso.
-Soy una invitada que no ha sido invitada, y no me importa. Volvería hacer lo mismo dadas las mismas circunstancias. Pero eso no significa que espere que me mimes. Quiero formar parte de la vida de Sere durante las dos semanas, no como una invitada. Esa es la única razón por la que estoy aquí -dijo ella, y Mamoru se consideró advertido. Ella no estaba allí para dejar que la tocara.
-Entonces limpia el polvo, si eso te hace sentir mejor. Pero no sientas que te tienes que ganar el alojamiento.
Ella asintió, pero a él le daba la sensación de que le estaba dando la razón sin sentirlo, y que en cualquier momento la encontraba arrodillada frotando el suelo, un pensamiento que le hizo sentir un súbito calor en la ingle.
¿Qué diablos le pasaba? Necesitaba salir más a menudo.
-Ven –dijo él-. Creo que he oído a Sere estirarse.
-¿Puedes oír algo así? -pregunto Usagi sorprendida.
-La paternidad desarrolla los sentidos –dijo él riéndose-. A veces pienso que podría oírla llorar a kilómetros de distancia si no fuera porque sé que hay aquí alguien cuidando de ella.
-Estoy impresionada.
-No lo estés. Es un don que viene junto con el miedo cuando traes a un bebé a casa por primera vez. Estaba tan asustado de poder hacerle daño o dejar que algo le ocurriera por la noche que apenas dormía. Me quedaba despierto escuchándola. Comprendo que la mayoría de las madres y algunos padres sean así, pero el caso de Sere era especial.
-Has tenido que ser madre y padre.
-No me quejo. Me gusta cuidar de ella.
-Y ella te adora
-Los bebés son fáciles -dijo él encogiéndose de hombros.
Pero al ver la mirada de dolor en si rostro, supo que para Usagi los bebes no eran fáciles.
-Ven, vamos a ver como se despierta.
Llevó a Usagi a la habitación de la niña, hacia donde ya se dirigía Luna.
-Ya nos ocupamos nosotros, Luna. Tu descansa.
-No es necesario, Mamoru. No me pagas para estar dando vueltas sin hacer nada –dijo ella mirando a Usagi.
-Tampoco te pago por insultar a mis invitados, Luna –dijo el con calma.
-Me gusta ser útil .dijo Usagi-. Quiero tener la oportunidad de ser útil para Sere también. Serán solo dos semanas, y sé que necesitaré aprendizaje y que cometeré errores – le dijo a Luna-. Aprecio que me permita intentarlo y ayudar en la casa, y le estaré muy agradecida por todos los consejos que me dé con respecto a Sere.
Luna parpadeo y Mamoru se dio cuenta de que la habían pillado con la guardia baja. Debería de haberlo sabido. Usagi no podía tener éxito en su negocio si no poseía habilidades con la gente.
Tras asentir con la cabeza, Luna abandonó la habitación sin decir palabra.
-No deberías haberle dicho eso –dijo Usagi-. Ha parecido como si yo hubiera estado chismorreando de ella.
-No es verdad.
-Si, pero eso ella no lo sabe, y probablemente le haya resultado humillante que le llamaras la atención delante de mí. Por lo que ha dicho, es evidente que te idolatra.
-Lo sé –dijo él frotándose la nuca-. No entiendo muy bien por qué.
-Creo que es porque te considera como a un hijo.
-Estas bromeando –contestó Mamoru. Él nunca había pensado eso. Luna tenía sesenta años y estaba soltera. No tenía hijos.
-Por supuesto que no bromeo. No conozco a Luna, pero sé cómo me sentiría si fuera ella. Y habla de ti y de Sere con gran orgullo. Es posible que, considerándose como a una familia, se haya sentido dolida porque la hayas criticado públicamente.
Mamoru se pasó la mano por el pelo.
-No había pensado en eso. Pero tampoco puedo dejar que desprecie a una invitada. Aunque no quiero hacerle daño, así que haré lo posible por suavizar las cosas. ¿Siempre eres así?
-¿Así como? -pregunto confundida.
-Observadora.
Usagi se encogió de hombros y se sonrojo ligeramente.
-De pequeña uno de mi hobbys era observar a la gente. Es un hábito que cuesta dejar. ¿Ahora puedo ver a nuestra pequeña?
El silencio que siguió fue como el que precede a una explosión. El miro a Usagi y vio que estaba más sonrojada todavía.
¿Realmente había dicho nuestra pequeña?
Mamoru dejo atrás cualquier pensamiento amable que hubiera podido albergar con respecto a Usagi Tsukino. Puede que fuera suave, puede que fuera frágil, pero todo eso no era más que una artimaña, una en la que él había estado a punto de caer.
Usagi se estaba abriendo camino en aquella casa, ganándose a Luna. Estaba haciendo que Mamoru fuera cada vez más maleable, suave y sumiso.
Pero él no era tan sumiso, porque no se podía confiar en aquella mujer. ¿Acaso no había leído ya suficientes historias de gente que robaba bebés, gente que no tenía antecedentes pero que estaba desesperada por tener un bebé?
¿Era ese tipo de persona que era Usagi? No lo sabía, pero no podía correr riesgos. Sere era su vida, su responsabilidad, su corazón, y haría cualquier cosa, se enfrentaría a cualquiera que la amenazara a ella o a su mundo.
No sabia si podía confiar en Usagi y ella estaba en su casa para pasar casi dos semanas. ¿Y que iba hacer para sacarla de allí?
Usagi estuvo despierta toda la noche analizando sus pensamientos y sin comprender por qué había dicho aquello.
Quizá fuese el hecho de que llevaba en el punto de mira durante el día, y Sere era la única persona allí que no parecía pensar que ella había ido a robar algo o a alguien. Desde el primer momento había quedado claro que a Luna no le hacía gracia la idea de que le usurparan el puesto de mujer de la casa.
¿Y Mamoru?
Usagi ni siquiera quería pensar en él. Era un cúmulo de contradicciones. Por un lado, se mostraba abiertamente incómodo con el hecho de tenerla allí, algo de lo que no podía culparlo, pero por otra parte se empeñaba en ser un caballero, de modo que ella seguir olvidándose de que eran enemigos.
Era un error. Había pasado demasiado tiempo en su ciudad tratando de ganarse a gente como sus padres y Alan. Había aprendido a disfrutar de su propia compañía y de la de sus amigos, que no le pedían grandes malabarismos para prestarle atención.
Había gente por la que no merecía la pena esperar.
¿Entonces por qué su corazón latía con tanta fuerza cuando Mamoru la miraba? ¿Por qué se le nublaba los ojos cada vez que él insistía en que Luna la tratara bien?
-Porque eres una idiota –se dijo en la privacidad de su dormitorio-. Porque no eres mejor que el resto de las mujeres, babeando por un hombre que se sabe cómo tocar a una mujer y hacerla arder.
Bien, ya no más. Estaba allí para ver a Sere y para llegar a conocerla. Y no se disculparía por llamar suya a la niña. Sabía que la pequeña nunca podría ser realmente suya, pero durante el tiempo, lo fingiría.
Y Mamoru Chiba podía... bueno, podía pensar lo que le diese la gana.
Por un segundo deseo que volviera a besarla para poder seguir sus instrucciones y golpearlo, a pesar de no haber pegado nunca a nadie en su vida.
Pero al segundo siguiente simplemente deseo que la besara.
Razón por la cual, probablemente, los próximos días fuesen a ser muy largos, duros y frustrantes.