Disclaimer: Los personajes no son míos, son de Naoko Takeuchi y yo solo los uso para desahogar los traumas de mi infancia.
La historia si es mía...
Tormenta Perfecta.
Capítulo 1. Ella es...
Quedó atrapada desde el instante mismo en que la vio. Era realmente tan hermosa y graciosa que Miranda estaba convencida que no había quien pudiera juzgarla por ello, bueno, tal vez una persona.
Pero es que Jade era simplemente celestial, esos ojos verdes como esmeraldas, sus cabellos cobrizos como los destellos del sol sobre la tierra y su piel ligeramente bronceada, sin mencionar su cuerpo escultural, digno de una joviana, y su sonrisa, traviesa y transparente.
¡Y la muy cínica se bañaba desnuda en el lago! ¿Qué le pasaba a esa mujer?
Pero lo cierto es que era ella la intrusa.
Miranda quiso salir de la aburrida rutina de Urano de donde era princesa y senshi guardiana. Su primer impulso habría sido ir a Neptuno, donde la hermosa guerrera de cabello agua marina, a quien solía ver por una de las ventanas de su castillo, vivía. Larissa era la reencarnación de la belleza y elegancia, la sofisticación hecha mujer y Miranda, estaba enamorada de ella casi desde siempre.
Pero Jade... ¡Vaya demonio de mujer!
La primera vez que la vio fue en una excursión ilegal a Calisto, una de las lunas de Júpiter. Era bien sabido en toda la unión planetaria que Júpiter era un planeta excelente para el entrenamiento, tenía todos los climas posibles, llevados a su extremo y su gente era brava y siempre dispuesta. Miranda ya había luchado con cualquier Uraniano que valiera la pena, incluso con Motoki, su hermano gemelo y príncipe heredero al trono.
Calisto era conocido como el lugar donde Jade, senshi del trueno y Zafiro, príncipe de Júpiter solían practicar. ¡Y los dos eran magníficos! Quizá si corría con suerte pudiera toparse a alguno de ellos, y aunque no era común que las senshis externas convivieran entre ellas y ciertamente no conocía a dicha princesa, nada perdía con intentar.
Pero vaya que si perdió algo, la razón y un pedazo muy grande de su corazón.
Jade y Zafiro eran impresionantes, fuertes, aguerridos, terriblemente letales. No tenían la gracia de destrucción que Larissa y Diamante descendientes de Poseidón exhibían, no. Ellos dos eran escandalosos, destructores, brutalidad pura.
Y Miranda quedó prendada de aquella falta de sutileza tan terriblemente efectiva.
Así es que comenzó a fugarse seguido del palacio, poco le importaba tener que cruzar Saturno y su aura desierta de vida, si al final del camino la esperaba la idílica visión del poder de Zeus.
Una tarde, cansada de mirar en la clandestinidad se acercó a Jade después de un entrenamiento. Pero la mujer estaba tan empeñada en darse un baño en el lago que no la notó, así que ante su vista y con el descaro del mundo se desnudó y se sumergió. ¿Por qué el universo estaba jugando con ella de esa manera? Ella amaba a Larissa, cualquier sentimiento por otra mujer debía obedecer solo al deseo, pero la senshi de Neptuno no se merecía si quiera que ella pensara en eso.
Y sin embargo lo hizo.
Estaba ahí jugando en el agua como una niña, entraba y salía con casi la misma gracia que un neptuniano, se veía asombrosa, tenía que hablar con ella.
Amparada en su ropa de batalla, aquella que ocultaba su verdadera naturaleza, Miranda se acercó a la orilla y la observó con más descaro. La oji verde se dio cuenta y desde en medio del lago le sonrió. ¡Por Urano, que sonrisa!
-¿Vas a quedarte ahí observando? -preguntó. La rubia se desconcertó y se ruborizó un poco-. Sí, te hablo a ti, ¿Te gusta lo que ves?
¡Pero que atrevida mujer!
-¿Eh? -titubeó, para nada esperando esa clase de pregunta-. Ah decir verdad sí, disfruto de la vista.
-Me supongo que es así, nos has estado observando por días, ¿Quién eres? No recuerdo haberte visto aquí antes.
Miranda, con las manos entre sus ropas y una sonrisa de falsa seguridad en el rostro, se vio obligada a buscar un nombre para encubrirse, pensó conveniente no delatarse-. Amara, ese es mi nombre.
-Amara... -repitió la princesa mientras flotaba de espaldas en el lago-, ¡Vaya, y yo que pensaba que eras un hombre! -bufó-, Pero no, tu nombre no me suena. ¿Acaso sabes quién soy yo?
-Esos ojos y esa fuerza, no puedes ser otra que Lady Jade.
La castaña sonrió, complacida con el curioso halago. Volvió a hundir sus pies y se acercó a la orilla, mirando fijamente a la forastera.
-Pues bueno, Amara... Zafiro se ha ido a palacio, es demasiado mojigato para bañarse en el rio. Puedo darle tus saludos más tarde cuando lo vea, si es eso a lo que has venido.
-Si no te molesta princesa, me gustaría quedarme y verte un poco más.
Jade enarcó una ceja, confusa pero curiosa. Después de pensarlo un poco y de sentir que algo dentro de ella cosquilleaba inquieta, simplemente sonrió y continuó en lo suyo, no sin antes decirle a su espectadora que Calisto era una tierra libre y que ella podía hacer lo que quisiera siempre que respetara a los demás.
Miranda notó de inmediato que Jade gustaba ser vista. Y ella deseaba tanto observarla.
Pasado cerca de una hora volvió a su encuentro. La rubia estaba ahí, sentada con las piernas en posición de mariposa, los codos sobre las mismas y la mirada fija en el estanque, aguardando. La oji verde le pidió que le alcanzara la ropa y mientras Jade llegaba a la orilla, Miranda se acercaba.
Subiéndose hermosa y casi perfecta salió del agua, con su desnudez expuesta sin ningún tapujo. Se escurrió el cabello y se vistió de prisa, la tarde caía en el horizonte.
-Entonces Amara, ¿De dónde eres?
-De Tebe-respondió. Había estado ahí antes, esperaba ser capaz de responder cualquier interrogante.
-Oh, Tebe... lindo lugar, pero no suelo ir seguido-explicó mientras terminaba de acomodarse los pliegues de su vestuario de entrenamiento, a la cintura se abrochaba un sable y su funda-. Entonces, ¿Qué tanto nos miras a Zafiro y a mí? -insistió-, sería una lástima que fueras de la resistencia.
-¡En absoluto! -se apresuró a decir-. Es solo que...
-¿Sí?
-Eres muy bella.
Cuando Miranda llegó esa mañana a Calisto nunca imaginó que terminaría donde ahora estaba. Escabulléndose en las sombras del palacio Io tomada de la mano con la princesa de Júpiter.
Tuvo un abrupto momento de sinceridad, donde había dicho que la castaña era la guerrera más bella y salvaje que había visto nunca. Era cierto, Miranda solo había visto a Larissa y ella era bella, pero sofisticada. Jade era energía pura, era electricidad que alteraba sus sentidos.
Y también era francamente impredecible.
Así que, cuando ante su confesión de admiración Jade sonrió y se acercó para besarla en los labios, Miranda simplemente se perdió. Devolvió el beso con una intensidad fuera de sí y una sed que no había sentido antes.
Y el beso llevó a una caricia que llevó a una risa que terminó con ellas dos, corriendo escaleras arriba por el área de servicio, directo a la habitación de la princesa.
-Espera—dijo jadeante de excitación-. ¿Estás segura?
-¿No lo estás tú?
De pronto unos pasos en el siguiente nivel las hicieron detenerse. Jade aprisionó a Miranda, o Amara, contra la pared de la escalinata de caracol, sus cuerpos uno pegado al otro.
-¿Te gustan las mujeres? -preguntó la rubia, tratando de explicarse como había llegado ahí.
-No todas, solo tú.
Y eso fue más que suficiente para que la senshi del viento tomara el valor de seguir. No estaba bien visto una relación si quiera de amistad entre las guardianas externas, se creía que la fraternidad no convivía con el sentido del deber y la protección para el cual habían sido entrenadas. Pero Miranda sabía que eso no era cierto. Ella y Larissa, que correspondía abiertamente a su amor, tenían un lazo estrecho que las hacía querer la paz entre sus mundos con desesperación.
Cierto era que el atrevimiento de Terra estaba poniendo en jaque al resto de los planetas. Se decía que, entre los ciudadanos, los rebeldes estaban tomando fuerza y exigían al gobierno del príncipe Endymion que dejara la alianza, que los planetas internos estaban abusando de sus múltiples recursos y que el gobierno de la Luna lo permitía con descaro.
Pero afuera, pasando el cinturón las cosas eran diferentes. Había revueltas sí, como en todos lados. Ciudadanos inconformes con la alianza, pero hasta el momento nada que amenazara la paz. Los príncipes y las senshis eran respetados y lo que era mejor, amados por su pueblo. Ellos equilibraban la paz y la fuerza, los grandes planetas de gas y hielo estaban en armonía.
¡El escándalo que sería si supieran que la princesa de Urano cortejaba a Neptuno! ¡Y a Júpiter! Y más porque también el viento llevaba un decir que planteaba el deseo de los príncipes herederos de enlazar los planetas con matrimonios arreglados entre sí. Algo que la reina no veía con buenos ojos.
Pero incluso con todo esto a cuestas Miranda se dejó llevar y entró a la alcoba. Adentro perdió el control y pasó la noche con la princesa del trueno y el rayo, olvidando que cuando estos elementos se conjugan con el pasional viento, es cuestión de tiempo para crear la tormenta perfecta.
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Cuando los rayos del sol asomaron por la ventana encontraron a la hermosa princesa de cabellos cobre apenas cubierta por sus blancas sábanas.
Afuera estaba todo húmedo aún, la tormenta de la noche anterior había sido especial, de las que incluso en un planeta como Júpiter, donde por naturaleza llovía todo el tiempo, se veían poco.
Zafiro subió las escaleras gruñendo por lo bajo. Jade se había atrasado para el desayuno, algo raro en ella que era un ser diurno. Ni siquiera había ido a cenar y su hermana era de muy buen diente. Así que tuvo que disculparse de la importante visita y decidido a ver por él mismo si algo pasaba con su hermana fue en su busca.
Cuando llegó a la puerta tocó tres veces, pero nadie atendió. Así que de todos modos entró y de inmediato supo que fue un gran error. Jade yacía desnuda al lado de su amante, un rubio que no había visto antes. Y lo sabía porque a Jade no le gustaban los rubios, tanto que sin conocer a Motoki, el príncipe de Urano, ya lo había descartado solo de imaginarlo.
-¡Jade! -exclamó con fuerza mientras se aclaraba la garganta, tratando de despertar a ambos.
-¡Oh Zafiro! -gruñó somnolienta-. Déjame dormir, ¿No ves que no estoy sola?
Y lo había visto, aunque aparentemente no muy bien. Zafiro repuso de inmediato que su primera impresión fue errónea y luego comprobó con espanto que no solo era un error, sino una calamidad en persona.
-¡Jade! ¡Despierta, ahora!
-¿Qué? -preguntó con sorpresa mientras se sentaba en la cama, con la sábana tapó su cuerpo expuesto.
-¿Me pueden explicar que está pasando aquí? -exigió desesperado.
-Oh, sé lo que piensas. Ella es Amara, una... una amiga de Tebe que conocí ayer. Tampoco te sulfures, no puede ser para tanto.
Era malo, muy malo.
Miranda pudo darse cuenta por la mirada penetrante de los ojos azules de Zafiro que él sabía quién era ella y que estaba por delatarla. ¿En que había estado pensando? ¡Oh, cierto! No estaba pensando.
-Ven aquí Jade, ahora.
La castaña, aunque princesa y senshi, era obediente de su hermano mayor. Así que sin más se enredó en la sábana y caminó hacia él, confundida y abrumada.
-¿Qué pasa querido hermano?
-¿Vas a decírselo tú o se lo digo yo? -preguntó desafiante, con sus ojos fieros clavados en la rubia.
Ella soltó el aire que no sabía que retenía en sus pulmones.
Consideró huir, pero vio su ropa bajo el pie del enardecido príncipe.
Y entonces habló.
-Lo siento Jade, no he sido sincera contigo-carraspeó. Los ojos verdes se redujeron en un gesto de entera desaprobación-. Yo soy Miranda, la senshi del viento e hija de Urano.
CONTINUARÁ...
Para LadiJupiter... lo prometido es deuda...
Gracias a todos por leer, en especial a Jovides1 por ser mi conejillo de pruebas... y no, no será explícito y sí, hay un tercero en discordia de ojos marrones y cabello largo y ondulado... jajaja ya saben cómo me gusta.
