Algo en el aire habia cambiado el primer día de primavera. No podría explicarlo exactamente, ¿La marea habia subido o bajado abruptamente? Incluso podría ser un cambio leve y casi imperceptible de la órbita de la luna, como sea, algo es distinto hoy. Salí de mi cabaña sin esperar nada nuevo y dejando en mi imaginación todas las fantasías de un nuevo día, respirando la cálida brisa de la reciente primavera, le di un vistazo al cotidiano y enorme mar, y caminé a verla a Leah como de costumbre.
—¿Escuchaste el escándalo de hoy?
Me sorprendí realmente por la pregunta de Leah, pero me lleno de curiosidad al ver su rostro transformarse en un retrato tan sombrío de repente. Habia algo detrás de esa pregunta, y realmente no sé a ciencia cierta si quería describirlo. —Hoy habia algo en el aire, ¿Pero qué paso?
Ella dudo un momento, su cara mostraba un rejunte de emociones que no lograba identificar, un abanico amplio entre incomodidad y desconcierto —Hoy llego Kent del ejército.
—Vaya…
Me quedé helado, ni siquiera pude respirar, de todo lo que pensé que podría pasar esto era lo último. Un tsunami de recuerdos me azotó como si fuera una pequeña isla desértica. No pude decir nada más ni esconder mi rostro teñido de sorpresa.
—Aunque no se veía tan feliz, más bien, se veía algo… ¿Incomodo? ¿Esa sería la palabra, Elliott? —Sonrío— Aunque sus hijos estaban muy alegres y …
De hecho, incomodo es la palabra correcta para describir a Kent. No pude seguir escuchando el rumor de Leah, no porque no fuera interesante, si no, porque era extremadamente abrumador que de un día para otro el volviera a Pueblo pelicano.
—Sabes… —Interrumpí—No creo que el Kent que se fue, sea el mismo que volvió.
Ambos nos quedamos en silencio, quizás unos minutos. La guerra era difícil, sobre todo cuando vuelves a un lugar tan tranquilo como el pueblo pelicano, después de todo, el contraste entre el frente de batalla de las naciones Ferngill y Gotoro, con nuestro pueblito, es inmenso.
Abrumador, diría yo.
La charla continua sin menciones sobre Kent, hablamos un poco más del granjero nuevo. Me despedí de Leah y caminé hacia mi cabaña en la playa, esquivé apropósito la casa donde desde hace un tiempo vivía Jovi con sus hijos, no estaba preparado aun para el reencuentro con Kent, en realidad… no estaba listo para enfrentarme a mis emociones ahora mismo.
Suspiré—Me merezco una granada o dos —murmuré acercándome a la puerta de mi cabaña, pero realmente sin ver el camino.
—Hay cosas que nunca cambian— Escuché una voz grave frente a mí. Un nudo se formó en mi garganta y cuando levante la vista era, evidentemente, el ex soldado.
—Kent… —Susurré angustiado, su retrato habia cambiado abruptamente. No para mal, pero su mirada era más ausente o vacía, no era Kent. No era mi Kent. Sus ojos estaban fijados en mí, su pelo aun mantenía la forma del casco y en su uniforme una medalla.
Sus manos estaban al lado de su cuerpo, rígidas. La espalda recta y su mirada perfectamente clavada en mi eran un fiel reflejo a las estrictas costumbres del ejercito —Tardaste en llegar, ¿Dónde estabas?
Dudé, pero era intimidante, aunque yo era apenas un poco más alto que él, su tono y la manera en la que su cuerpo quedó inmóvil mientras hablaba me helaba la sangre— Con Leah, hablando de arte.
No sonrío, ni siquiera frunció el ceño— Veo que por fin decidiste seguir adelante y casarte con ella.
Rasqué un poco mi cabeza para aliviar la tensión del ambiente —No… no realmente. Solo somos amigos.
—¿Sigues con esas ideas locas en tu cabeza?
Suspiré, estaba algo arto de esto ahora mismo. Demasiadas emociones el día de hoy —Si la pregunta es "¿sigues enamorado de mí?" la respuesta es no, Kent. —No me interrumpió, asi que metí mis manos en mi chaqueta y continúe —Hace mucho tiempo que deje de pensar en ti.
—Qué curioso— Relajó sus brazos y su postura, incluso juraría que relajó su rostro— ¿Entonces de quien eran esas cartas?
Me apresuré a contestar tan rápido que apenas fue entendible— de tus hijos. —Tomé valor y lo esquivé para entrar a mi cabaña lo más rápido y torpe posible.
En cuanto vi lo que intente hacer, con un reflejo rápido sujeto mi brazo y me impidió el paso —Bueno… yo no te he olvidado.
