Luan Claus 2.
Un año más; una nueva noche buena se venía en camino. Pues ya conocen la historia del famoso Santa-Claus, el Señor que enseñaba que dar era mucho mejor que recibir; momento que demostraba la humildad y bondad de las personas.
Pero en la historia anterior, no fue Papá Noel el protagonista, sino una chica de catorce años, cuya barba era de algodón de azúcar rosado, teniendo como único regalo la alegría de sus hermanos, sobre todo de las más pequeñas.
Desde ese pequeño experimento, ella tenía planeado expandirse de a poco, ósea; fuera de casa. Cosa que iniciaría en esta noche buena, pero que sucedería; si ella perdiera esa chispa de alegría a último momento por unos inconvenientes y mal entendidos.
Pues averígüemelos...
...
—Jojojo...
Vaya el año paso muy rápido, aun siento que fue apenas ayer en que trabaje como Santa Claus... o mejor dicho Luan Claus, je... ¿Entienden?
Fue bastante divertido hacerlo y ver a las más pequeñas fue lo mejor; lo alegre que estaba Lily por su osito navideño, Lana lo emocionada por conocer a Santa y más.
Y pues... Después de esa noche pensaba hacerlo un poco más grande, obviamente con el transcurso de los años, tal como lo fue mi Negocio Gracioso. Solo que mi paga seria cien por ciento la alegría por parte de los niños. Y bueno, quizás también borraría mis pecados del día de las bromas jeje...
Para este año ya tengo planeado algo, cuando ya todos estén zzz... Pero es un secretito, jijiji...
Mi traje está listo; bien planchado, y también lo demás para esta noche. Pero solo había una cosa que me preocupaba.
—Gary...
Gary mi conejito de mascota a estado decaído durante toda la mañana; no comía, ni bebía, ni siquiera movía sus patitas como sus orejitas. Me tenia preocupada, ¿acaso le dolía algo? Justo para esta noche tenía planeado que fuera mi reno ayudante, algo como Rodolfo.
—¿Gary, que te pasa? —Acariciaba su cabecita, pero seguía sin moverse, incluso podía decir que apenas respiraba.
Quizás tenía sed y su agua estaba sucia, así que fui al baño a cambiarle su agua y a limpiar su pote. Demore como unos dos o tres minutos, esperaba que él pudiera recibirla y pudiera recuperar sus energías, pero cuando regrese.
—Ten Gary, agua limpia para ti. —Le dije con ánimo para que me pudiera reaccionar de la misma manera. Pero él no se movió, ni siquiera abrió sus ojos y quizás...
—Gary...
Ya no respiraba.
—Gary. —Lo toque, pero seguía sin reaccionar. —Gary por favor, no es gracioso. —El miedo empezaba a cubrirme y cada vez sentía como mi corazón se congelaba y destrozaba. —Gary por favor reacciona.
Seguí insistiendo por unos minutos más, hasta que al fin tuve que aceptar la realidad; Gary, mi conejito había fallecido.
Mi corazón empezó arder, y mis ojos empezaron a hundirse con los lagos de tristeza.
—No... Gary... —Lo único que pude hacer fue tomarlo y apegarlo hacia mi pecho, y llorar como si fuera una pequeña niña; cuando pierde un juguete o ve a sus padres irse.
Sin dudas un amargo comienzo para navidad.
Baje a la planta de abajo para contarles a mis hermanos lo sucedido, necesitaba desahogarme con alguien, necesitaba ese consuelo.
Al parecer ellos estaban reunidos en el living, viendo esos concursos navideños de parejas que solían trasmitir en esas fechas. Eso suponía, ya que todos ellos estaban ahí, mirando fijamente y concentradamente la televisión y porque cuando hable...
—Y el ganador es... —La presentadora estaba a punto de decir los ganadores.
—¡Chicos!, ¡Chicos! —Exclame como si fuera una niña con miedo hacia el monstruo del closet, cuando acababa de llegar a la mitad de los escalones.
—¡Ay! —La mayoría empezó a quejarse por mi interrupción. —¡Luan!
—En serio justo ahora.
—Ya lo arruinaste.
—No podías esperarte molestar en otro momento.
De verdad estaban molestos conmigo, creían que iba hacer alguna de mis travesuras.
—Es que yo... —Trate de contarles, pero ninguno me prestaba atención, solo volvieron a ver la televisión de una forma enojada.
Al parecer nadie me iba a ayudar o por al menos escuchar, así que volví a mi habitación sola.
Pasaron los minutos. Acaricie por última vez a mi conejito, antes de guardarlo en una vieja caja de zapatos como ataúd.
No podía parar de lagrimear, mi corazón estaba apagado al igual que mi espíritu navideño, este día ya no se sentía como si fuera noche buena.
Empecé abrigarme para ir a enterrarlo en el patio, pero...
—¿Luan? —Me hablo una voz suave, posiblemente se trataba una de las menores. Y cuando levante mi mirada lo comprobé.
—Lana... —Pude notar que se trataba de ella y que estaba acompañada por Lily. Me miraban preocupadamente y con cierta lastima, además que fueron de las pocas que no me gritaron cuando interrumpí su show.
—¿Qué te sucede? —Me pregunto Lana, mientras que entraba a mi cuarto.
—Shi, que te shuchede... —Lily había crecido un poco más, algo obvio, pero todavía le costaba pronunciar algunas palabras.
—Falleció mi conejito. —Les dije de una, sin dudarlo ni hacerme le difícil. Les abrí la caja para poder mostrarle su cuerpecito sin vida.
Ambas se quedaron mirándolo con tristeza, podía apreciar y sentir su pena tras apreciar a un animalito muerto. Luego volvieron a verme con algunas lagrimas.
—Lo lamento mucho por tu perdida —Me comentaba Lana. —Y también por lo de hace unos minutos, ya sabes que ellas suelen ser muy fanáticas de esos programas y les fastidian que las interrumpan.
—Aun shi no estas shola. —Agrego Lily.
Ambas me fueron a abrazar para animarme y compartir mi dolor, tras eso ya no me sentía tan mal, ni sola. Un pequeño apoyo siempre será lo suficiente para aliviar el dolor del corazón.
Ellas pasaron un rato conmigo y después volvieron a lo suyo, al parecer tenían algunos planes para Santa-Claus. Ya me sentía con mejor humor, un poco más aliviada, aun tenia dolor por mi perdida del amigo que me inspiro a ser Santa-Girl.
Termine de abrigarme y baje hacia el patio para hacer la sepultura. Cuando iba por el pasillo; en el suelo me encontré un pequeño foco navideño, supongo que se debió caerse cuando papá estuvo colocando las luces, pero no le di mucha importancia y lo guarde en mi bolsillo.
Salí al patio para poder realizar el trabajo. Me costó un poco por toda la nieve que había, era como el doble de trabajo, así que demore más de lo pensado, pero lo logre.
Ya una vez acabado, me quede por unos minutos para meditar y luego decirle adiós por última vez. Fui de regreso a la cocina; mamá nos llevaría donde el abuelo como era costumbre, mientras que papá acababa con unas compras de último minuto.
Pero cuando creí que mi momento anti-navideño había acabado, me llego otro tropiezo que haría volver a cero.
Ya iba entrando al comedor. Mamá estaba hablando por teléfono, mientras que mis hermanos a excepción de Lana y Lily estaban en el sofá hablando de mí.
—Chicas no creen que fuimos algo rudos con Luan hace rato. —Escuche hablar a Lincoln. —Creo que nos dejamos dominar por el show, tal vez a ella si le sucedía algo.
—Pienso lo mismo... no parecía que fuera a bromear. —Añadió Leni. —Creo que deberíamos ir a verla.
—¿Eso piensan? Es Luan, siempre hace lo mismo; sus bromas, sus tonterías, sus irritantes chistes, y siempre para arruinar nuestra diversión con tal para divertirse. Ser duros con ella para que aprenda no está mal.
—Pero tal vez ahora si le pasaba algo... y necesitaba algo de atención.
—Siempre quiere llamar la atención. Por eso mismo vive fastidiando con lo suyo, sus insoportables chistes o sus bromas pesadas. ¿Por qué debería darle atención a una mala y egoísta hermana?
Por cada palabra negativa fui sintiendo un flechazo en mi corazón. Me sentía paralizada.
—Por algo papá y mamá no le dieron regalo el año pasado, hasta ellos se dieron cuenta del fastidio que es.
No pude más... Ahora no fue un flechazo sino una puntazada fuerte, nuevamente sentía como ese tsunami de tristeza volvía a mi e incluso peor. No que quería ir, no quería estar con alguien, me sentía confundida. Lo único que hice fue salir corriendo de ahí, quizás al tratarlo de hacerlo me tropecé y rompí algunas cosas, pero no le di atención, ya que solo quería estar sola y fuera de casa.
Ya no tenía espíritu navideño.
...
No hay navidad más…
Ya no la encuentro
¿Por qué se fue?, no se
Mi mundo cambia
Yo soy distinta
La navidad va a cambiar
No hay navidad más...
Y aun puedo verme
La niña que antes fui
Muy alegre era siempre
Ahora no se si...
No hay navidad solo en mí.
...
Diez minutos, quizás veinte o treinta, tal vez fueron horas. No me importaba, lo que me habían dicho a mis espaldas me dejo muy afectada. Era verdad; era una mala hermana por mis travesuras y bromas sin pensar en los demás, será por eso mismo que perdí a mi Gary, era acaso un castigo por mis pecados del pasado.
Camine y camine por las calles, sin sabes dónde ir. Ni siquiera había llevado mi celular, posiblemente me metería en más problemas, pero mi día ya estaba arruinado así que importaba.
Tal vez lo que dijo ella tenga algo de razón, hasta nuestros padres me ven como un fastidio, quizás ni se pregunten por mi ausencia.
Aff...
Me estaba dando hambre y el frio ya me empezaba a irritar, por suerte tenía unas monedas en mi bolsillo; justo me alcanza para un café y unas galletas.
Fui a la tienda más cercana a ese momento y realice una compra. Pero cuando estaba a punto de recargarme.
—Una monedita por favor... —Al otro lado de la calle había un vagabundo pidiendo monedas, la cual no tenia éxito, ya que cada persona que pasaba a su lado se negaba o hacían que no lo veían. —Gracias.
Su ropa estaba pobre, obviamente no era la adecuada, y apenas tenía calzado y quien sabe más.
Yo tenía mucho frio y hambre, pero él debe estar aguantándolo por mucho tiempo más, sufriéndolo, tenía que hacerlo.
—¿Monedita?... Gracias.
—Oye Señor... —Le hable y él se volteo a verme. —Tenga, feliz navidad. —Le entregue mi café y galletas.
—Oh... —Me los recibió. —Muchas gracias jovencita, que el Señor la bendiga.
—De nada... adiós. —Me quede sin café y el frio me seguía atormentando, pero alguien estaba contento en esta tarde. No porque yo estaba mal, lo demás también debían estarlo.
...
Seguí caminando, el frio continuaba empeorando, pero no quería volver aun, por no decir que mis padres estarían sumamente molestos por mi huida o berrinches como dirían algunas de mis hermanas.
Y justo cuando hablando de berrinches.
—Ho, Ho, Ho... ¡Feliz Navidad Niñas! —A unos metros había un Señor vestido de Santa Claus, la cual también lo hacía pasión por la felicidad de los más pequeños, solo que en vez de juguetes; daba adornos navideños bien bonitos. Y como detalle extra llevaba consigo un carro como trineo, impulsado por unos caballos vestidos de reno.
Volviendo a los regalos; esos se trataban de una esfera de nieve y una tórtola.
Las niñas lo recibieron, pero...
—Están feos. —Dijo una.
—Tú no eres Santa.
—Claro que lo soy. —De pronto una de las niñas le tiro de la barba, la cual no era falsa. —¡Auch!
—De seguro usaste pegamento, solo eres una farsa.
—Santa da regalos, no adornos. —Ambas niñas le empiezan a lanzarle bolas de nieve y el pobrecito no se defendía.
Alguien debía hacer algo, si sus padres no estaban cerca.
—¡Oigan! —Me interpuse, tratando de no ser tan ruda, pero siendo estricta. —Tal vez él no sea el verdadero Santa, pero qué pensaría el verdadero ante su comportamiento.
—Si hijas. —Hablo la madre de las niñas. Al parecer vio todo por la ventana de su casa. —Eso no se hace, no es la forma de tratar a las personas y mucho menos en navidad... ahora discúlpense.
—Si mamá. Las niñas meditaron y luego con la cabeza baja se disculparon. —Disculpe Señor, muchas gracias por los regalos. —Después entraron a su casa.
—Bien... Gracias y disculpe Señor. —Después la madre me miro. —Gracias muchacha. —También me agradeció antes de irse.
—Gracias por la ayuda joven. —Me agradeció "Santa" —Los niños de hoy son un poco más complicados... ya sabes suelen preferir la tecnología que lo clásico.
—Sí suele pasar jeje... —Le comente. —No saben de lo que se pierden.
—Y dime... No deberías estar en tu casa junto con tu familia. —Me decía Santa con curiosidad.
No quería contarle lo que me había sucedido, pensaba que iba ser innecesario y por lo visto; él igual ha tenido un mal día.
—Se me olvido hacer unas compras y justo pasaba por aquí.
—Je... Esta juventud no cambia, siempre a última hora... Bueno te deseo suerte en lo tuyo, no andes tan tarde.
—Sí Señor.
—Y algo más. —Se quita su gorro y me lo pone en mi cabeza. —Te veo algo temblorosa, espero que te ayude en algo.
—No, no se preocupe.
—No, no... Solo recíbalo, aun tengo otros dos más.
—Je... Está bien, gracias. Feliz navidad.
—Feliz navidad niña.
...
El tiempo seguía pasando, mis ánimos seguían estancados.
Estaba cansada, por suerte estaba cerca del parque. Llegue ahí y me senté en una banca donde frente había un árbol de navidad.
Tal vez ya debería volver a casa, y esperar lo peor. Pero primero quería descansar y apreciar de este pino navideño, la cual me traía unos recuerdos de mi niñez; cuando mis padres y hermanos armábamos el árbol y solíamos túrnanos cada año para poner la estrella, eran bellos momentos, cuando las cosas no eran complicadas. Pero no podía negar que este arbolito estaba más bonito que el de casa, aunque notaba un detalle.
No sé cómo, pero podía notar que una de sus luces no funcionaba, al parecer se había quemado.
De pronto recordé el foco que tenía guardado en mi bolsillo, ¿Qué coincidencia no creen? Así que fui hacer el intercambio, sentí unos chispazos en mis dedos al hacerlo, pero no fue nada grave.
Ahora todas las luces funcionaban nuevamente y fue entonces; que el árbol empezó a brillar mucho más, con más potencia; ahora parecía tener una aura de colores.
—Qué bonito. —Volví a tomar asiento, aunque mis huesos ya no podían resistir el frio, me sentía en mi rostro y por mi nariz rojo, creía que me iba a resfriar.
—¿Aun sigues creyendo que eres una chica mamá? —Me pregunto una voz femenina, madura y familiar.
—Mamá. —Se trataba de mi madre, usaba ropa de invierno y traía dos vasos de café. —¿Qué haces aquí?, ¿y cómo me encontraste?
—Bueno... —Se sentó a mi lado y me entrego un café. —Ten... Primero; es mi deber como madre preocuparme por mis hijos y segundo, te seguí cuando te fuiste.
—Entonces...
—Pues si... rompiste unos platos cuando hablaba por teléfono.
—Perdón... Creí que estabas con mis hermanos y donde el abuelo.
—Lori los llevo. —Dijo ella para luego tomar un sorbo. —Cuando te fuiste le pregunte a tus hermanos y pues, al parecer dijeron unas palabras hacia ti sin pensarlo. Y más porque Lana nos conto lo que te sucedió en la mañana. —Me acaricio la cabeza como solía hacerlo años atrás. —Lo lamento mucho cariño, se cuanto querías a tu conejito.
—Gracias mamá. —Lagrimee un poco. —Con la perdida de mi amiguito y sin el apoyo de los demás, me sentí como la oveja negra, que todo lo que me sucedía era por mis malas acciones durante el año... Ya sabes, ser entrometida, loca con mis bromas. Y lo que dijo ella que era una mala hermana, solo afirmo y pensé que igual lo era para ustedes.
—Así lo escuche y no estuvo bien. Luan, para mí y para tu padre eres especial como los demás, eres nuestra hija, una bendición desde el día que te cargue en mis brazos y sin importar nuestras diferencias o problemas te seguiremos amando.
Agache un poco mi cabeza, pensando en lo que mi madre me había dicho.
—Además niego que seas una mala persona. Y si se que algunas veces te dejas llevar un poco, pero jamás tienes esa mala intensión de dañar, y además si fueras malas; no hubieras dado tu café a aquel vagabundo.
Me fui apegando hacia ella, mientras que soltaba de a poco mis sentimientos.
—Ni tampoco hubieras defendido a ese Señor vestido de Santa, ni hubieras cambiado la luz a este pino.
Me quede meditando en lo que decía y al parecer tenía razón, hice cosas buenas sin darme cuenta y sin el espíritu navideño activado, pero lo que dijo a continuación me saco de shock.
—Ni tampoco hubieras salvado nuestra navidad el año pasado.
—¿Qué? —Me sorprendí y trate de excusarme. —Pero como piensas...
—Vamos Luan era bastante obvio. —Me lo dijo de forma extrovertida. —o por al menos yo, porque tu padre si cree que fue un milagro de Santa Claus.
—Solo que fue Santa Girl, jeje...
—Jeje... Lo vez mi niña. —Me siguió acariciando. —A pesar que creas que te comportas mal algunas veces no te hace mala persona. Nadie es perfecto. Las palabras de los demás no definen lo que eres, sino tus acciones; y en el día de hoy lo dejo más que claro y más porque no pediste nada a cambio... Solo falta que también lo creas.
No pude hablar. Me sentía ahogada, pero ya no era de pena, sino de alegría. Simplemente sonreí y con lagrimas, ya cuando pude moverme le dije: —Gracias mamá, te quiero.
—Igualmente tesoro. — Me dio un cálido beso en mi mejilla. —Conociéndote debes tener algún plan para esta noche y de seguro no te detendrás, ¿cierto?
Solo moví mi cabeza de arriba abajo lentamente; ósea si.
—Así que solo te pediré que te cuides y me llames ante cualquier cosa.
—Si mamá.
Luego ella volteo a ver el pino. —De verdad este árbol brilla, es hermoso.
Nos quedamos ahí por un buen rato, después fuimos a donde el abuelo. Ya no me sentía abrumada y atormentada, y en la noche iba a iniciar mi misión navideña.
...
Noche buena al fin había llegado. No les voy a mentirles aun tenia dolor en mi corazón, esas heridas por una perdidas no desaparecen, pero ya no estaba destrozada. Ahora podía seguir adelante y todo gracias a mamá.
La cena era la típica; papas duquesas con pavo asado. Estaba delicioso. No hable mucho, pero sentía a algunas miradas, pero no quise darles importancia, ya que no sabía si eran de arrepentimiento o de negatividad. No quería generar conflictos.
Ya era media noche y Luan-Claus tenía que trabajar. Lo hice de forma silenciosa para no despertar a nadie, me vestí y tome mis cosas.
Baje; cerca del árbol nuevamente estaba Lana durmiendo, otra vez quería conocer a Santa, a pesar que ya tenía siete años.
Pero la casa iba ser para después, ya que primero había algo más. Así que Salí de la casa a dar alegría a un lugar de la ciudad.
Creo que llego el momento de contarles; hace pocos días iba regresando a casa tras una fiesta de cumpleaños, la cual tuve que pasar por un puente. De pura curiosidad empecé a mirar los alrededores, incluso debajo de este.
Fue ahí que note que debajo del puente estaba siendo habitado por una familia, no tenían aspecto de ser pobres o vagabundos, parecían ser extranjeros sin hogar o corridos de algún sitio, y en ella había tres niños pequeños. El padre tenía una caja de chupetes la cual supongo que usaba para vender y tener algo de dinero, pero su expresión indicaba que le iba pésimo.
Así que debía hacer algo para ellos para esta navidad no fuera malo para ellos.
El viento y la nevada de pronto aumentaron, estaba fuerte, fue muy repentino. Empecé a tiritar nuevamente y la nevada apenas me dejaba avanzar.
Dude en seguir o no. Pero pensaba de cómo estaba familia, sin dudas estaba pasándola peor, sobre todo los niños que ansían un regalo antes de despertar. ¿Pero cómo podría llegar, si apenas podía caminar?
—¿Vas a un lado? —Me pregunto una voz masculina, ya familiar.
Voltee y pude apreciar que se trataba del mismo Señor vestido de Santa que conocí durante la tarde. Al parecer aun seguía repartiendo regalos y también; con mi barba de algodón de azúcar y cabello suelto no me reconoció, a pesar que portaba su antiguo gorro.
—¿Qué hace Señor? —Le pregunte.
—Bueno... Lo mismo que tú aparentemente, dando regalos a las personas, aunque creo que eres bastante joven para esto y poco preparada.
—Jeje si... —Le conteste entre risas. —La nevada me tomo por sorpresa, pero debo hacerlo.
—Ja, entiendo. Si quieres te puede llevar a donde te dirijas. —Me ofreció amablemente.
Dude por un momento, pero veía que era la única forma de llegar y poder dar esa felicidad, además que sería mala educación negarme.
—Está bien. —Acepte y me subí a su carro y eche mi saco con los regalos.
—¿Y dónde vas?
—Pues...
...
—Lo siento cariño no me fue nada bien en las ventas, al parecer fue una horrible idea venir a vivir acá... Las expectativas fueron distintas a la realidad.
—No es tu culpa, nunca imaginamos lo tramposos que eran estos residentes, se que lo solucionaremos.
—Lo sé, pero... me da pena saber que nuestros hijos pasaran así esta navidad, sin paredes ni techo, sin regalos y solo una fogata para impedir el frio... Mejor le echare mas palo al fuego, el frio empeora.
—Ho, Ho, Ho...
—¿Y eso?
—¡Feliz Navidad! —Al fin llegamos al lugar, fue difícil, pero se logro.
—Tesoro dime que estoy ilusionando. —Dudaba el padre de la familia al vernos.
—No creo. —Respondió la esposa asombrada.
—Sabemos que no la están pasando bien, pero en navidad nadie debe estar triste. —Les comentaba con mucha alegría y emoción.
—Los momentos difíciles son pasajeros, pero la felicidad es eterna cuando se seguí buscando y sé que saldrán adelante. —Comento Santa.
Ambos padres sonrieron tras nuestra visita y palabras.
—Y ahora, ¿Quién quiere pan de pascua?
Les ofrecimos chocolate caliente y pan de pascua, pasamos minutos, incluso diría que horas socializando con ellos. Sus hijos despertaron y se llenaron de emoción al ver que Santa y su "discípula" por decirlo así, estaban visitándolos, esa alegría me hacia recordar a mi cuando mi padre se vestía de Santa para mí y mis hermanos durante la niñez.
Me fueron abrazar, esos cálidos abrazos me hacían sentir especial, esas sonrisas y felicidad lo valían. Les entregue sus regalos, la cual les encantaron.
Ya estábamos a punto de irnos y decirles adiós...
—Niña Claus. —Me hablo el más pequeño. —Nos puedes cantar.
Me quede pensando y estuve nerviosa, pues cantar no era lo mío, claro que Luna me había enseñando algunas cosas, pero no sabía si era lo suficiente, temía en desafinarme o estancarme. Aunque tampoco podía negarle con esa sonrisa y tiernos ojos.
—Está bien...
Noche de paz, noche de amor
Todo duerme alrededor
Entre los que aparecen su luz
Bella, anunciando al niño Jesús
Brilla la estrella de paz
Brilla la estrella de amor
Noche de paz, noche de luz
Ha nacido Jesús
Pastorcillos que oíd anunciar
No temáis cuando entréis a adorar
Que ha nacido el amor
Que ha nacido el amor
Desde el pesebre del niño Jesús
La tierra entera se llena de Luz
Porque ha nacido Jesús
Entre canciones de amor.
Los niños se habían quedado dormidos.
—Se lo agradecemos bastante. —Nos agradeció el padre de familia.
—No hay de que, la sonrisa de sus hijos vale millones. —Les dije sonriendo.
—Nos gustaría quedarnos, pero aun hay trabajo que hacer, pero tengan... —Santa les entrego un sobre.
—Muchísimas gracias —Dijo la madre. —Que el Señor los bendiga.
...
Íbamos de regreso a casa, el viento ya se había calmado. Y bueno tenía algunas curiosidades.
—Señor, ¿Qué traía ese sobre? —Le pregunte con curiosidad.
—Je... Es un secreto jovencita, pero de seguro es algo que les encantara. —Me respondió.
Justo llegamos a mi casa.
—¿Es acá?
—Si —Respondí, mientras que me bajaba junto con mi saco. —¿Y ahora que hará?
—Aun en las calles hay gentes que necesitan del espíritu navideño, mi trabajo aun no acaba... Pero tú ya debes volver, tienes que descansar antes que sea tarde y te resfríes.
—Creo que tienes razón, gracias por llevarme. —Agradecí y empecé a caminar hacia mi casa. —Adiós y feliz navidad.
—Feliz Navidad... y recuerda seguir haciendo lo que dice tu corazón, sin importar que lo dicen los demás. Luan.
Me detuve tras eso último y me voltee.
—Momento... Yo no te he dicho —Quede sorprendida y más, porque él ya no estaba, como si hubiera desapareció con magia. —Mi nombre.
¿Acaso? No creo, tal vez solo estoy despistada con el sueño. Para mantenerme despierta por unos minutos más, me comí mi barba de algodón, ya que el azúcar te despierta, jaja, ¿entienden?
Entre a la casa y puse los regalos de mi familia debajo del pino, incluyendo las mascotas y al ratón que vive en la cocina en un pequeño calcetín. Silenciosamente ya que Lana aun seguía ahí durmiendo.
Les diría que son cada uno, pero el sueño ya no podía aguantarlo, el algodón no me ayudo como esperaba.
Me senté y me quede dormida de un segundo a otro.
...
Podía sentir la luz del sol, al parecer ya empezaba a amanecer, pero no desperté de inmediato.
—Mira cariño, hasta el ratoncito recibió un regalo, un queso. —El Señor Lynn retira el queso del calcetín, para luego colocarlo en una trampa de ratones. —Al fin podremos deshacernos de esta plaga.
...
Podía sentir algunos murmullos, pero aun seguía dormida, hasta que sentí unas sombras sobre mí, la cual esperaba ignorar.
—Uno, dos y tres... —¿Esa era Lori?
—¡Feliz Navidad Luan! —Exclamaron todos mis hermanos. Al fin desperté con mucho asombro, y pude notar que todos mis hermanos estaban a mi alrededor bastantes contentos.
Oh no...
Recordé que aun usaba mi traje de Santa y que tenía restos de algodón en mi rostro.
—Chicos...
—Lo sabía. —Dijo Lana que luego se abalanzo a abrazarme.
—Vamos Luan, ya lo sabemos, tranquila. —Me comento Lori, mientras que Lana se despegaba e iba a buscar algo.
—Y lamentamos mucho a ver sido muy duros contigo ayer —Agregaba Lincoln. —Creo que nos dejamos llevar por el fanatismo.
—Sí y bastante. —Continuo Lori. —Pero eres nuestra hermana y te queremos a pesar de todo.
—Descuiden chicos. —Les dije.
—No, no estuvo bien... Necesitabas apoyo y no te la dimos. —Decía Lori con lastima. —Pero aun así fuiste una buena Santa con nosotros en el año pasado y este.
—Gracias Lori. —Le agradeci.
Después se me abalanza Lily. —Te quiero.
—Y yo a ti.
—Luan...
—Luna... —Vi como ella se acercaba con algo de vergüenza y timidez hacia mí.
—Me quería disculpar por lo que te dije ayer a tus espaldas, no debí hacerlo. —Sus ojos estaban medios llorosos. —Aunque si sueles ser algo molesta, te quiero al igual que tu a mi... y pues me equivoque con decirte que eras mala, ya que todo lo que hiciste demuestras lo contrario. Y espero que jamás cambies tu buen corazón.
—Gracias Luna.
—¿Me perdonas?
—Ya lo hice. —Nos abrazamos cariñosamente con algunas lágrimas.
—Aww... —Nos apreciaron todos los demás.
—¡Chicos el desayuno navideño está listo! —Nos llamaba Papá.
—Bueno Papá nos espera. —Trate de avanzar, pero me detuvieron.
—Luan ya nos diste regalos, nos permites darte el tuyo. —Fue entonces que llego Lana con una caja. —Espero que te guste.
No dije nada, solo procedí a abrirlo y cuando vi lo que era empecé a llorar, pero en esta vez era de felicidad...
—Cluking... Cluking...
Era un recién nacido conejito gris y con una mancha negra en el ojo izquierdo, lo sostuve en mis manos y lo abrace, podía sentir como él se iba apegando cariñosamente hacia mí.
—Gracias chicos... —Agradecí con una voz suave.
—Feliz navidad. —Todos me abrazaron. Luego fuimos a la cocina a seguir disfrutando de este día tan especial.
Aunque haya caídas o malos momentos nunca serán eternos, siempre y cuando uno mismo se lo propone en seguir adelante y hacer lo mejor del corazón, sin guiarse por las opiniones de los demás.
Porque al final son nuestras acciones los que nos definen.
Feliz navidad.
Fin.
