DISCLAIMER:

Esta historia pertenece a la autora del libro JENNIFER ASHLEY de la saga highlands pleasures IV

Mi intención no es ofender a nadie, esto es una adaptación a la pareja del anime de Naruto (Sasusaku).

Ha pasado un tiempo desde la última adaptación, perdón por la demora, esperó que estés bien.

¡Feliz año nuevo!

Sasuke Uchiha.Había dicho que sabía lo que deseaba cada mujer y cómo dárselo exactamente.

Sasuke nunca le preguntaría a la mujer lo que quería, podría no saberlo ella misma siquiera, pero lo entendería cuando acabara. Y lo querría otra vez.

Tenía el poder, la riqueza, la habilidad, y la inteligencia y la capacidad de burlarse de su prójimo —hombre o mujer — logrando que hicieran lo que él quería y creyendo que lo hacían por su propia voluntad.

Sakura Haruno sabía de primera mano que todo esto era verdad. Estaba al acecho entre una multitud de periodistas en la calle de St. James durante una sorprendentemente suave tarde de febrero, esperando a que el gran Sasuke Uchiha, el Duque de Kilmorgan, saliera de su club.

Con su vestido pasado de moda y su viejo sombrero, Lady Sakura Haruno se parecía a cualquier otra escritorzuela, con tanta hambre por una historia como el resto de ellas.

Pero mientras las otras ansiaban una historia exclusiva sobre el famoso Duque escocés, Sakura había venido para cambiar su vida.

Los periodistas se pusieron en guardia cuando divisaron al alto Duque en el

umbral, sus amplios hombros ceñidos en una chaqueta negra, la falda escocesa de Uchiha envolviendo sus caderas. Siempre llevaba un kilt para recordarles a todos y cada uno que le viera que él era antes que nada escocés.

—¡Su Gracia!— gritaron los periodistas. —¡Su Gracia!

El mar de espaldas masculinas se elevó por delante de Sakura, ocultándola. Empujó para abrirse camino, usando su sombrilla plegada sin piedad, para lograrlo.

—Ah, le ruego que me disculpe, — dijo, cuando en su ajetreo apartó a un hombre que trató de darle un codazo en las costillas.

Sasuke no pareció mirar ni a derecha ni a izquierda cuando se puso su sombrero y anduvo los tres pasos entre el club y la puerta de su landó abierto. Era un maestro en no reconocer a quien no quería.

—¡Su Gracia!— Sakura gritó. Hizo bocina con sus manos alrededor de su boca. — ¡Sasuke!

Sasuke se paró y se giró. Su mirada encontró la suya, sus oscuros ojos la miraron fijamente atravesando los veinte pies de espacio entre ellos.

Sakura sintió aflojarse sus rodillas.

Hacía casi un año que había visto a Sasuke en un tren, cuando la había acompañado a su compartimento, le puso su caliente mano en el brazo y la obligó a coger el dinero que le dio. Se había compadecido de ella y eso le dolió. También le había metido una de sus tarjetas por el cuello de su blusa. Recordó el calor de sus dedos y el roce de la tarjeta, con su nombre, contra su piel.

Sasuke dijo algo a uno de sus guardaespaldas, todos con aspecto de pugilistas, que esperaban alrededor del coche.

El hombre asintió con la cabeza, giró y dirigió sus anchos hombros hacia donde se encontraba Sakura, abriendo un camino a través de los frenéticos periodistas.

—Por aquí, Su Señoría.

Sakura cogió su cerrada sombrilla, consciente de las enojadas miradas a su alrededor, y le siguió.

Sasuke la vio acercarse, su mirada fija que nunca flaqueaba. Había sido embriagador, una vez, ser el centro de estudio de esa atención.

Cuando alcanzó el landó, Sasuke la cogió por los codos, la levantó y la subió dentro. Sakura se quedó sin respiración cuando la tocó.

Se sentó en el asiento intentando que disminuyera su taquicardia, mientras Sasuke la seguía al interior y se sentaba, gracias a Dios, en el asiento de enfrente.

Nunca sería capaz de hacer su proposición si se sentaba demasiada cerca, distrayéndola con el calor de su

sólido cuerpo.

El lacayo cerró de golpe la puerta y Sakura sujetó su sombrero cuando el landó arrancó sacudiéndose hacia delante.

Los periodistas gritaban y juraban mientras su presa se alejaba, dirigiéndose desde St. James a Mayfair.

Sakura miró hacia atrás por encima del asiento.

—Excelencia, ha dejado hoy descontenta a la prensa británica—, dijo.

—Maldita prensa británica—, gruñó Sasuke.

Sakura se giró de nuevo para encontrar la fuerte mirada fija de Sasuke en ella.

— ¿Qué es todo esto?

Esto era acerca de él, podía ver las manchas doradas en sus ojos de color oscuro que hacían que se pareciera a la mirada de un águila y los toques de luz en su pelo negro por su ascendencia escocesa. Llevaba el pelo más corto desde la última vez que le vio, lo que hacía que su cara pareciera más afilada y severa que nunca.

Sakura era la única entre la muchedumbre de periodistas que había visto cómo su cara se suavizaba con el sueño.

Sasuke estiró su gran brazo a través del asiento, sus grandes piernas bajo la falda escocesa ocupaban gran parte del carruaje. El kilt se le subió un poco dejando ver parte de sus bronceados muslos por toda la equitación, pesca y caminatas que hacía en su finca escocesa.

Sakura abrió su sombrilla, fingiendo que se relajaba y contenta de estar en el mismo coche que el hombre con el que había estado comprometida.

—Discúlpame por abordarte en la calle—, dijo. —En realidad fui a tu casa, pero has cambiado de mayordomo. No me conocía, ni se mostró impresionado cuando le enseñé la tarjeta que me habías dado. Por lo visto las señoras tienen la costumbre de intentar entrar en tu casa con falsos pretextos, y asumió que era una de ellas. Realmente no puedo culparle. Podría haber robado la tarjeta, todo lo que él sabía, era que siempre has sido tremendamente popular entre las señoras.

La mirada fija de Sasuke no se ablandó con sus palabras como solía hacer.

— Hablaré con él.

—No, no, no regañes al pobre hombre. No lo sabía. Espero que no te conozca

cuando estás enfurecido. No, hice todo este camino desde Aberdeen para hablar contigo. Es absolutamente importante. Intenté hablar con Ino, pero no estaba en casa, y sabía que esto no podía esperar. Logré conseguir que tu lacayo—¡Cómo ha crecido el querido Franklin!—, me dijera que estarías en tu club, pero estaba demasiado aterrorizado por el mayordomo como para dejarme esperar en la casa. Así que decidí estar al acecho y llamarte cuando aparecieras. Fue bastante divertido hacerme pasar por una escritorzuela. Y aquí estoy.

Estiró sus manos en un gesto de indefensión que Sasuke recordaba, pero pobre del hombre que creyera que era una mujer indefensa.

Lady Sakura Haruno. La mujer con la que voy a casarme. Su vestido de sarga azul oscuro llevaba años pasado de moda, su sombrilla tenía una varilla rota, y su sombrero de flores descoloridas y velo corto estaba inclinado en su cabeza.

Pero nada podía hacer el velo para ocultar sus ojos color verde como la flor espuela de caballero o sus deliciosas pecas que se juntaban al arrugar la nariz, siempre que sonreía.

Era alta para ser una mujer, pero llena de generosas curvas. Había sido

impresionantemente hermosa a los veinte años, cuando la vio por primera vez revoloteando en una sala de baile, su voz y su risa eran como música.

Y era hermosa ahora, incluso más. La fija mirada hambrienta de Sasuke se deleitó con ella, comiéndosela como un hombre que había estado sin sustento durante mucho tiempo. Obligó a su voz a permanecer tranquila, informal casi.

—¿Cuál es esa importante cosa sobre la cual tienes que hablar conmigo?— Con Sakura podría ser desde un botón perdido a una amenaza para el Imperio británico.

Se inclinó hacia adelante un poco, un botón en lo alto de su cuello se soltó de la tela raída.

—Bien, no te lo puedo decir aquí, en un coche abierto que discurre a paso lento a través de Mayfair. Espera hasta que estemos dentro.

El pensamiento de tener a Sakura después con él en su casa, respirando el mismo aire, hizo que su pecho se ensanchara. Lo deseaba, lo ansiaba.

—Sakura…

—¿Excelencia, me podrás dedicar unos minutos, verdad? Considéralo mi

recompensa por protegerte de unos periodistas rabiosos. Lo que he descubierto podría provocar tal desastre, que decidí venir corriendo y decírtelo en persona en vez de escribirte.

Debía ser serio para hacer que Sakura dejara su destartalada casa en las afueras de Aberdeen, donde vivía con su padre en una refinada pobreza. Iba a pocos sitios.

Entonces debía de tener algún encubierto motivo en su cabeza, ella no hacía nada porque sí.

—Si es tan importante, por Dios, dímelo.

—Excelencia, tu cara parece de granito cuando frunces el ceño. No me extraña que todos en la Cámara de los Lores se aterroricen de ti—. Inclinó hacia atrás la sombrilla y se rió de él.

Carne suave debajo suyo, sus ojos verdes entrecerrados por el sensual placer, la luz escocesa sobre su piel desnuda. El sentimiento de moverse dentro de ella, su sonrisa cuando dijo:—Te amo, Sasuke.

Las viejas emociones surgieron rápidamente. Recordó su último encuentro, cuando no había sido capaz de dejar de tocar su cara, diciéndole: "¿Sakura, que es lo que voy a hacer contigo?"

Su aparición antes de que estuviera preparado, le obligaría a cambiar el

cronometraje de sus proyectos, pero Sasuke tenía la capacidad de reajustar sus esquemas con la velocidad del relámpago.

Esto es lo que le hacía tan peligroso.

—Te lo diré a su debido tiempo—, continuó Sakura. —Y te haré una proposición de negocios.

—¿Proposición de negocios?— Con Sakura Haruno. Dios le ayudara. —¿Qué proposición de negocios?

Sakura, en su loco mundo, no le hizo caso y miraba las altas casas que se

alineaban en Grosvenor Street.

—Ha pasado mucho tiempo desde que estuve en Londres, y en la Temporada,

nada menos. Tengo ganas de ver a todo el mundo otra vez. ¡Cielos!, no es… ¿Lady Mountgrove? Lo es, en efecto. ¡Hola, Margaret!— Sakura agitó la mano cordialmente a una mujer rechoncha que bajaba de un carruaje delante de una de las puertas pintadas.

Lady Mountgrove, una de las mujeres más chismosas en Inglaterra, la miró con la boca abierta en una gran O. Estudiaba minuciosamente cada detalle de Lady Sakura Haruno que la saludaba desde el coche del Duque de Kilmorgan, el propio duque estaba sentado frente a ella.

Pasó mucho tiempo antes de levantar

su mano saludándola.

—Excelencia, no la había visto en una burrada de años—, dijo Sakura,

recostándose cuando continuaron su camino. —Sus hijas deben ser, ah, unas completas señoritas ahora. ¿Han hecho su presentación en sociedad ya?

Su todavía besable boca, se frunció un poco mientras esperaba su respuesta.

—No tengo ni la más mínima idea—, dijo Sasuke.

—Realmente, Sasuke, deberías echar un vistazo al menos a las páginas de la sociedad. Eres el soltero más elegible en toda Gran Bretaña. Probablemente de todo el Imperio británico. Las madres en la India empujan a sus muchachas para venir a perseguirte diciéndoles, que nunca se sabe. Aún no te has casado.

—Soy viudo—. Sasuke nunca podía decir esa palabra sin sentir una punzada. —No soltero.

—Eres un Duque, soltero, y dispuesto a convertirte en el hombre más poderoso del país. Del mundo, realmente. Deberías pensar en casarte otra vez.

Su lengua, sus labios, se movían de forma sensual. El hombre que se alejara de ella tenía que estar loco. Sasuke recordó el día en que lo había hecho, todavía sentía

el pequeño golpe del anillo en su pecho cuando se lo tiró, y la rabia y la angustia en sus ojos.

Debería haber impedido que se fuera, debería haberse fugado con ella esa misma tarde, haberla unido a él para siempre. Había cometido error tras error con ella.

Pero era demasiado joven, enojado, orgulloso, y… avergonzado. El noble Sasuke Uchiha, seguro de poder lograr lo que deseaba, había aprendido que con Sakura no era así.

Dejó que su voz se suavizara.

—Dime cómo estás, Saku.

—Ah, igual que siempre. Ya sabes. Mi padre sigue escribiendo sus libros, que son brillantes, pero que no valen un penique. Le dejé en el museo británico, estudiando minuciosamente la colección egipcia. Espero que no comience a destrozar a las momias.

Podría. Haruno tenía una mente inquisitiva, y ni Dios ni todas las autoridades del museo le podrían detener.

—Ah, hemos llegado—. Sakura alzó la vista a la gran casa de Grosvenor Square de Sasuke cuando el landó se detuvo. —Veo a tu mayordomo mirar fijamente por la ventana. Parece un poco consternado. ¿No te enfadarás demasiado con el pobre hombre, verdad?— Puso sus dedos ligeramente sobre la mano del lacayo que se había apresurado desde la puerta principal para ayudarla a bajar.

—Hola otra vez, Franklin. Le he encontrado, como ves. Hemos comentado cuánto has crecido. Y te has casado, creo. ¿Tienes hijos?

Franklin, que estaba orgulloso de su severo semblante guardando la puerta del Duque más famoso de Londres, se derritió en una sonrisa.

—Sí, Su Señoría. Tiene tres años ahora, y va de cabeza a cualquier problema que encuentra.

—Eso significa que es fuerte y sano—. Sakura acarició su brazo. —Te felicito

—.Cerró su sombrilla y caminó hacia la casa mientras Sasuke se bajaba detrás de ella.

—La Sra. Mayhew, estará encantada de verte—, oyó que le decía.

Entró en su casa para verla sostener en sus manos las del ama de llaves de Sasuke. Las dos intercambiaron saludos, y hablaron de todas las cosas, sobre todo de recetas. El ama de llaves de Sakura, ahora retirada, por lo visto le había pedido que averiguara la receta de la tarta de limón de la Sra. Mayhew.

Sakura comenzó a subir las escaleras, y Sasuke casi tuvo que lanzarle su sombrero y su abrigo a Franklin para seguirla.

Estuvo a punto de pedir a Sakura que entrara en el salón delantero cuando un escocés grande con una vieja falda

escocesa, la camisa suelta y las botas salpicadas pintura bajaba desde el último piso.

—Espero que no te importe, Sasuke, —dijo Sai Uchiha—. Me traje a mis diablillos y me he buscado un lugar para pintar en uno de tus cuartos libres. Ino tiene a los decoradores en casa, y no te puedes imaginar el jaleo

—. Sai se calló y una mirada de alegría se extendió por su cara. —¡Sakura Haruno, por todos los Santos! ¿Qué demonios haces aquí?— Bajó corriendo el último tramo de la escalera, al detenerse levantó a Sakura del suelo estrujándola.

Sakura besó a Sai, el segundo de los jóvenes de la familia Uchiha,

profundamente en la mejilla.

—Hola, Sai. He venido para irritar tu hermano mayor.

—Bien. Necesita un poco de irritación—. Sai dejó a Sakura otra vez en el suelo, sus ojos sonreían. —Sube a ver a los niños, no los estoy pintando porque no se sostienen todavía, estoy dándole los últimos toques a uno de los caballos de Naruto. Jasmine, su nueva campeona.

—Sí, oí que lo había hecho bien—. Sakura se puso de puntillas y dio a Sai otro beso en la mejilla. —Este es para Ino. Y Aimee, Eileen y Robert—. Beso, beso, beso. Sai aguantaba con una sonrisa idiota.

Sasuke se inclinó sobre el pasamano.

—¿Nos pondremos con esa proposición hoy en algún momento?

—¿Proposición?— preguntó Sai, abriendo los ojos. —Bueno… esto parece interesante.

—Cierra la boca, Sai—, dijo Sasuke.

Un grito estalló en lo alto, estridente, desesperado.

—El Armagedón ha llegado. Sai sonrió abiertamente y corrió hacia arriba.

—Ya llega papá, diablillos— dijo. —Si os portáis bien puede ser que la tía Sakura venga a tomar el té.

Si todo fuera bien hoy, no tendría que volver a estar cerca de él otra vez, pero tenía que hacer la primera aproximación en privado.

Una carta podría caer en manos equivocadas, o perderla un secretario descuidado, o podía quemarla Sasuke

sin abrir.

Sasuke acercó un sillón a su escritorio, moviéndolo como si no pesara nada. Sakura lo averiguó cuando se sentó en él.

La silla pesadamente esculpida era tan sólida como una roca. Sasuke se sentó en la silla del escritorio, su kilt se movió al sentarse, mostrando los nervudos músculos de sus rodillas.

Quienquiera que considerara la falda escocesa afeminada nunca había visto a Sasuke Uchiha con una.

Sakura tocó la superficie del escritorio.

—Sabes, Sasuke, si planeas ser el primer ministro de la nación, podrías ir pensando en cambiar el mobiliario. Está un poco pasado de moda.

—Maldita sea el mobiliario. ¿Cuál es ese problema que os arrancó a ti y a tu padre de las regiones salvajes de Escocia?

—Me preocupo por ti. Has trabajado mucho para llegar dónde estás, no me

gustaría que lo perdieras todo. No he logrado dormir y he reflexionado sobre qué hacer durante una semana. Sé que nos separamos enfadados, pero eso fue hace tiempo, y muchas cosas han cambiado, sobre todo para ti. Todavía me preocupo por ti, Sasuke, puedes creerlo, y me afligí al pensar en lo que podría pasarte si esto saliera a la luz.

—¿Salir a la luz?— La miró. —¿De qué hablas? Mi pasado no es ningún secreto para nadie. Soy un canalla y un pecador, y todos lo saben. Hoy en día es casi obligatorio para ser político.

—Posiblemente, pero esto te podría humillar. Serías el hazmerreír, y esto sería seguramente un revés.

Su mirada fija se hizo aguda. Educado, recordaba a su padre cuando hacía eso.

El viejo Duque había sido guapo, pero un monstruo, con ojos repugnantes, fríos que hacían desear aplastarle con el talón como a un sapo. Sasuke, a pesar de todo, tenía una calidez de la cual su padre había carecido.

—Sakura, deja de balbucear y dime sobre qué va todo esto.

—Ah, sí. Creo que debes ver esto—. Sakura buscó en un bolsillo dentro de su capa y sacó una pieza doblada de cartón. Lo colocó en el escritorio delante de Sasuke y lo abrió.

Sasuke lo miró.

El objeto dentro de la tarjeta doblada era una fotografía.

Era una fotografía de cuerpo entero de Sasuke más joven, de perfil. Estaba más delgado entonces, pero muy musculoso. En la fotografía, apoyaba sus nalgas contra el borde de un escritorio, su nervuda mano asía el borde del escritorio al lado de la cadera. Tenía la cabeza inclinada como si mirara algo a sus pies.

La postura, aunque quizás un poco extraña para un retrato, no era la cosa única de la imagen. El aspecto más interesante de esta fotografía era que, en ella, Sasuke Uchiha estaba desnudo, completamente desnudo.

La historia pertenece a la autora Jennifer Ashley

Los personajes pertenecen a Masashi Kishimoto.