Este fic nació de un reto que encontré en Internet. "Comienza una historia con había una vez".
Disclaimer: Nada de Death Note me pertenece más que mis fanfics.
Había una vez una chica que amaba y lloraba. Su luz interior era tan brillante y cegadora que ocultaba su centro. ¡Pero nunca titilaba ni se atenuaba!
Tenía la particularidad de que hablaba más con acciones y palabras que desde el fondo de su corazón. Pero aquello solo lo podían saber personas tan agudas como el pervertido de aquel otro día y la propia luz, engañosamente eterna…
—Light-kun —Bajoneada por recordar días alegres de cenas y fiestas que no se repetirían debido a cuestiones tan puntuales como asesinatos y distancia, el humor de Misa se manifestó en forma de voz temblorosa como los muebles en un terremoto cuando recibió a su luz en su departamento un veinticinco de diciembre y se percató de que no traía nada más que una campera y un gorro como abrigo—, ¿por qué no me trajiste nada para...?
Un movimiento de parte del castaño captó su atención. Él sacaba una caja pequeña, oculta tras su espalda. Lucía su sonrisa casi plana y sus ojos serios, como lo eran la mitad del tiempo que pasaban en compañía.
—Oh, compraste el de navidad —comentó con poco entusiasmo, frotando, incómoda, las mangas de su suéter.
—No sé qué más esperabas... —repuso Light, en el tono que solía usar cuando Misa compartía, sonriente, un aspecto interesante de su vida—. ¿Te lo doy ahora?
La rubia asintió, desganada, sin querer dejar a su novio esperando mientras ella buscaba y traía su obsequio, y así hacer la situación más tensa y lenta de lo que le gustaría: se lo daría a más tarde.
Siempre le había incomodado que en navidad, el día de su cumpleaños, sus amigos solo le regalaran una sola cosa, tan simple y sin significado, cuando ella, para los suyos, buscaba en cada tienda el regalo perfecto o, si no lograba conseguirlo, hacía torpemente a mano —con sogas, elásticos y pegamentos especiales—, ya fuera un libro con hojas vacías o un objeto no higiénico o utilizable pero sí decorativo y estéticamente lindo. Mientras la maquillaban antes de alguna filmación en la cual salía como protagonista, tenía tiempo de agarrar diversos objetos de utilería sin usar y hacer con ellos cualquier otra cosa linda, aunque sin tijeras ni pegamento como estaba acostumbrada a hacerlo cuando iba a la escuela.
Aquel momento del día solía repetirse en su mente cuando entraba a su casa, y la instaba a agarrar papeles de colores: de aquella manera había aprendido a hacer manualidades, un pasatiempo que la relajaba.
Misa esperaba que Light no mostrara actitudes inaceptables como las que sus antiguos amigos habían mostrado en su momento: la tardanza, el interés inclinado hacia el nombre de sus millonarios contactos, fingir olvidar su cumpleaños o fusionar dos fechas tan importantes para solo entregar un regalo. Que estuviera haciendo lo último la decepcionó debido a las altas expectativas que siempre le había tenido.
Al contrario de cómo esperaba que fuera el rato de intercambio de regalos navideños, Light se tomó el tiempo de sacarse su ropa de salir e ir a buscar unas prendas más adecuadas para enchastrar con comida de navidad y sobrevivir al lavado. Por supuesto, dejó en la mesa del living la casi diminuta caja que Misa aprovechó para agarrar y distraerse con el diseño del papel de envoltorio rojo, especulando qué tendría dentro.
Su corazón se aceleró cuando se le resbaló de sus dedos y cayó sobre la alfombra con un ruido afortunadamente casi inaudible para Light, quien estaba ocupado peinándose. Aunque el descuido terminó sirviendo para que Misa se enterara de que su contenido era aún más diminuto que el tamaño de la caja, la cual levantó del suelo y volvió a colocar sobre la mesita, esperando que estuviera en la posición exacta en la cual la había dejado su novio. No obstante, suponía que él ya sospecharía de sus acciones, puesto que la rubia era bastante ansiosa e impaciente la mayoría del tiempo.
Sus suposiciones se confirmaron cuando Light irrumpió en el living y le dedicó la sonrisa de la cual se había enamorado, torcida y casi cómplice, con una ceja arqueada acompañándola. Condujo a Misa a uno de los sillones más largos, cercanos al obsequio, y se sentó a su lado al tiempo que estiraba su brazo para alcanzar la cajita y, con un suspiro propio de su estado entusiasta, colocarla sobre su rodilla.
La vio durante unos tantos segundos que Misa no se atrevió a interrumpir por estar, no por primera vez, tratando de entender la cabeza complicada que tenía Light.
Aunque solo lucía dudoso acerca de algo: ¿no le iba a dar el regalo, entonces? Estaba en medio de otra especulación y comenzando un bufido cuando su novio volvió a agarrar el objeto, alertando a Misa y provocando que se congelara en su posición.
Light giró su cuerpo en su dirección y la miró con aquella encantadora sonrisa, se incorporó del futón y Misa también iba a hacerlo cuando el castaño la detuvo con un gesto de su mano desocupada.
¿Se...? ¿Se habría dado cuenta de que algo andaba mal con el contenido de la caja? ¿Misa lo habría roto? ¿Se habría caído algo en la alfombra y por eso Light se había arrodillado a...?
—¿Misa?
La voz la apartó de sus pensamientos, haciendo que se percatara de que Light estaba en una posición similar a la de un novio proponiéndole matrimonio a…
Misa trastabilló, o al menos lo hicieron sus pensamientos, que la dejaron confusa y a medio entender lo que estaba ocurriendo. Miró a los marrones ojos que no podían mentirle y que comprendían su reacción: le decían que esta relación que llevaban tres años construyendo, a los veinticuatro años de ella y veintidós de él, iba en serio. Light de seguro había tenido en cuenta sus situaciones y pensado si realmente era una buena idea casarse.
Solo deducir que no era una horrible broma en una inadecuada fecha, levantaba un poco más las comisuras de los labios de Misa y causaba que su decaimiento se quisiera ir.
—Sí —Vagamente asimilaba la decisión que estaba tomando, su importancia y sus implicaciones mientras Light se incorporaba, se acercaba a ponerle el anillo en su dedo anular, acunaba sus mejillas y la atraía a uno de aquellos besos en los cuales Misa solo podía dejarse llevar, ensimismada y felizmente sorprendida.
Quizá podría perdonarle a Light el que se hubiera olvidado de su cumpleaños... Aunque, decidió con los ojos brillosos de anticipación, cuando la conducía a la cocina para que prepararan la cena, que le reclamaría su segundo obsequio.
