4º Capítulo: Enfermo

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Draco estaba furioso. No podía entender el odio desmedido que su padre le tenía a su novio.

¿Cómo se supone que podría tener una relación normal si su propio padre iba tras la cabeza de su amor?

Decidió arrancarse nuevamente esa noche. Tenía que cerciorarse de que Harry estuviera bien. Sabía que esos malditos muggles no podrían con él. Aun así, tenía la sensación de que algo malo le podría pasar a su pareja.

Cerró la puerta de su habitación con un fuerte hechizo, con tal de que nadie pudiera entrar mientras él no se encontrara. Salió por una ventana y cuando llegó al jardín activó el traslador que tenía colgado del cuello. Una hermosa llave de plata que tenía grabado su inicial y la de Harry.

Llegó a unas calles cerca de la casa de Harry y tranquilamente se encaminó hacia allá. La cosa era tratar de no llamar la atención. Algo completamente difícil tomando en cuenta la ropa de apariencia costosa que llevaba y lo atractivo que era. Algo que le ayudó fue el hecho de que la luz de la luna no le diera directamente.

A la distancia pudo divisar la ventana del cuarto de Harry, veía que las luces de la casa se estaban apagando una por una y luego la de su habitación se prendía.

Le hervía la sangre el recordar que esos malditos muggles lo tratan como un esclavo y Harry no podía hacer nada por ahora. Sólo esperar que Sirius lograra su custodia lo antes posible, así dejaría de sufrir por el capricho de unos idiotas que no valoraban el poder impresionante que corría por sus venas.

Harry estaba en su habitación. Había estado trabajando todo el maldito día, sin poder haber descansado ni un minuto. Claro, las cosas habían mejorado un poco en ciertas cosas, como en las raciones de alimentos que le eran suministrados o que él mismo se administrara, ya que, al parecer, sus tíos lo detestaban aún más que antes y trataban de ignorarlo lo más posible, por lo menos eso es lo que le daban a entender.

Se arrojó a su cama y trató de no pensar en el molesto hormigueo que sentía por todo el cuerpo. Sentía que cada uno de sus músculos pesaban más de lo normal y lo atribuyó al trabajo arduo que había tenido ese día. Su mente trató de volar, pero algo lo mantuvo despierto.

Un sonido en la ventana lo distrajo y se giró rápidamente apuntando con su varita.

-No querrás quedarte solo ¿Cierto?

-Draco, me asustaste.

Se apresuró a ayudar a su novio a atravesar la ventana y poder entrar. Le hubiera encantado poder lanzar un hechizo a la puerta de su habitación, pero lo tenía prohibido. Notó que Draco estaba nervioso, lo veía pasearse de un lado al otro y no pronunciar ninguna palabra.

-¿Draco?

El rubio lo miró de frente y se acercó rápidamente para abrazarlo.

-Se los dije -Harry no entendió muy bien qué quiso decir con eso-. Les dije a mis padres sobre nosotros.

Harry se aterró por lo que pudieran haberle dicho los mayores. Sabía que Lucius lo detestaba tanto o más que un dolor de muelas y de Narcissa no dudaba que pensara lo mismo. Por lo que se limitó a levantar el rostro de su pareja y besarlo dulcemente. Por lo menos trataría de distraerlo un poco.

Draco dejó que su novio lo mimara un rato. Toda la discusión con Lucius lo había estresado. Pero algo no estaba bien con el beso de su pareja y no era que no lo disfrutara, sólo que sus labios, normalmente suaves, ahora se sentían demasiado resecos y partidos. Alejó a Harry de sí mismo y lo miró más detalladamente. Sus ojos brillaban aún más de lo que lo hacían normalmente y sus mejillas estaban sonrojadas, y dudaba que fuera por el beso. Recargó sus frentes y ahí fue donde todas sus alarmas se encendieron.

-¡Harry, estás ardiendo en fiebre!

El morenito lo miró con curiosidad sin entender muy bien lo que decía su novio, pero algo raro notó. Su cuerpo se sentía liviano y la pieza empezó a darle vueltas.

Draco se demoró dos segundos en darse cuenta de que su pareja estaba a punto de perder el sentido, por lo que alcanzó a sostenerlo y lo depositó en la cama.

Se apresuró a revisarlo y notó que su cuerpo entero ardía por la fiebre y lo más probable es que ni siquiera lo hubiera notado.

Tenía unas ganas tremendas de ir a la habitación de esos malditos muggle, que seguramente había propiciado el que su novio se encontrara en esas condiciones, y torturarlos de una y mil maneras, pero se contuvo. Tenía que ver por su pareja y no podía realizar magia en ese maldito mundo, por lo que sólo le quedaba una salida.

-Harry -lo llamaba para que reaccionara, pero el moreno apenas y habría sus hermosos ojos-. Volveré enseguida. Iré a casa por alguna poción para bajar tu fiebre.

Draco se acercó para besar la frente de su pareja, pero antes de que pudiera levantarse fue atraído por los brazos de Harry que lo miraba con dolor.

- Por favor… no me dejes.

La voz llena de súplica de Harry lo llenó de dolor, pero debía hacerlo por él. Se alejó tratando de no mirar atrás, porque sabía que si lo hacía no podría separarse de su pareja.

Llegó a un sitio baldío y rápidamente activó su traslador. Lo tenía conectado con su habitación, por lo que sabía, no tendría problemas para entrar a la mansión sin ser descubierto, pero al llegar percibió que prendían la luz de su cuarto. Se giró rápidamente, y con dolor, vio a su padre junto a la puerta de su recamara.

-Me decepcionas, Draco.

El menor no le dijo nada, sólo se dirigió a su cómoda y sacó de ahí una caja llena de viales con diferentes pociones.

-Draco, te estoy hablando.

La voz de Lucius sonó aún más molesta de lo que parecía y con horror vio que se acercaba y le arrebataba la caja de viales, haciéndola desaparecer con el pase de su varita.

-¡¿Cómo te atreves?!

Draco estaba furioso. Ahora no sabía qué hacer para ayudar a su novio.

-Trato de que entres en razón, pero, por lo que puedo apreciar, no eres capaz de mantenerte ni en tu propia habitación.

Narcissa se mantenía al margen de la discusión, sabía que cuando Lucius discutía con Draco no había nada que lo pudiera distraer, por lo que simplemente se ahorraba el mal rato.

-Y yo te dije que nada me separaría de Harry -bajó la cabeza, no quería que su padre lo humillara más en esa noche-. Ahora él está enfermo y yo no soy capaz de ayudarlo.

-Eso se debe a su sangre mestiza. Si fuera un mago de buena cuna nada de eso sucedería.

-¡Suficiente! -Narcissa ya había aguantado demasiado, pero no podía tolerar que alguien hiciera sufrir así a su hijo.

La rubia se acercó a Draco y le extendió un vial.

-¿Madre?

Miró dudoso la poción que ahora descansaba en sus manos y no sabía muy bien el por qué del actuar de su madre.

-Ve con tu pareja, hijo. Dale ese vial y lo más probable es que pueda dormir tranquilamente y la fiebre baje.

-¡Narcissa! -Lucius miraba a su mujer con ira ¿Cómo se atreve a desafiarle de esa manera?

-La pareja de tu hijo está en problemas y yo lo ayudaré -se giró para mirar a Draco a los ojos-. No puedo decir que es la mejor pareja que pudiste elegir, pero si es quien tú elegiste, yo te apoyaré.

Draco no dijo nada más, sólo se dirigió a la ventana de su cuarto y desapareció amparado por la oscuridad de la noche.

En la habitación, Narcissa miraba la ventana con añoranza.

-No puedo creer que lo hayas hecho.

-Y yo que no apoyaras a tú hijo -se giró para quedar cara a cara con su esposo-. Por mucho que sea Potter el novio de tu hijo, es eso, ¡El novio de tu hijo!

-¿Y se supone que me debe importar?

-Ya veo que no, pero por lo menos deberías pensar por el bien de Draco -caminó a la salida de la habitación-. Y toma en cuenta que es el futuro salvador del mundo mágico o quien morirá en manos del Lord Oscuro.

Lucius se quedó en silencio, porque era eso lo que realmente le preocupaba: el bienestar de su hijo, ya que Potter era el blanco de las maldiciones de un loco psicópata y su hijo parecía dar todo por él.

Sólo esperaba que nada malo le pasara a su heredero.

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continuará...