Podía pasarse eternas horas mirándola y jamás se aburriría, así estuvo allí, horas interminables esperando a que abriera los ojos, pero si era sincero, prefería que no ocurriera, la quería dormida siempre, de esa forma tendría la libertad de admirarla con todos los sentimientos de su corazón, sin tener que esconderlos, sin inhibirse de nada, ¿cuánto duraría esa situación?, ni él mismo lo tenía claro, solo sabía que aprovecharía cada instante para estar a su lado, compartir con ella, amándola, aunque fuera en silencio, no le importaba, por ahora, su amistad cobraba fuerzas con cada segundo que pasaban juntos haciéndolos inseparables, decirle la verdad, arriesgaría eso que habían logrado a lo largo de los años y no estaba dispuesto a vivir sabiendo que no lo amaba de la misma forma que él la amaba a ella.

"pareces perdido en un mar de pensamientos", abrió los ojos y lo vio tan concentrado en su propia mente, que le fue imposible interrumpirlo, pero desafortunadamente, su estómago se apoderó de ella, necesitaba ingerir alimentos.

"admiraba la paz de tu rostro cuando duermes", sin dudar respondió, "¿descansaste?", mostró interés por su bienestar.

"mucho", encontró tan cómoda aquella cama cerca del fuego, que su sueño llegó de inmediato.

"la lluvia parece no querer ceder", resaltó David, aunque era imposible no escuchar las gotas de la fuerte lluvia estrellándose contra el techo de la cabaña.

"puede escampar cuando sea, si estoy aquí contigo puede acabarse el mundo", soltó lo primero que llegó a su mente.

"si eso ocurre y somos los únicos en sobrevivir, el mundo renacería", se dejó llevar por sus emociones, "ven, recuesta la cabeza en mi regazo", segundas propuestas no existían entre ellos, en un movimiento, hizo lo que le pedía, "¿quieres saber por qué lo digo?", asintió, "nuestra amistad es tan grande que la esparciríamos por cada rincón del planeta y las plantas tendrían suficiente energía para crecer nuevamente", acariciaba su rostro con suavidad, mientras dos ojos café, lo miraban atentamente, "nuestra alegría por estar juntos, llenaría los corazones de cada ser sin vida y renacerían", también tenía que hablar de su amor, pero ese, lo dejaría allí guardadito, aunque tenía la plena certeza de que era tan grande o más que el propio universo.

"¿quieres decir que seríamos los salvadores del planeta?", ingenuamente preguntó.

"tenemos superpoderes" bromeaba con aparente seriedad en su expresión, "somos invencibles juntos", ahí ya no pudieron aguantar más la risa.

"pero sin alimentación no seremos capaces ni de levantarnos de aquí una vez amaine el temporal", como estaba cerca de su estómago, lo sintió rugir, por eso se aprovechó de la oportunidad.

"traeré lo que cociné, espérame aquí", Regina se sentó para esperarlo, pero la conciencia la castigó, no había hecho nada, entonces se dirigió a la cocinita de la cabaña para ayudarlo, "¿por qué te levantaste?", la vio acercarse abrazándose por el frío que aún sentía.

"quiero ayudar", lo hizo callar.

Como a David le gustaba mantener la cabaña abastecida, no le costó mucho trabajo encontrar ingredientes para cocinar algo decente, entre los dos colaboraron para recalentar la pequeña cena, la sirvieron y la llevaron para frente a la chimenea, estaban a punto de congelarse.

"tenemos que hablar", comenzó él, rompiendo un cómodo silencio en el que se habían sumido mientras degustaban de la comida.

"¿de qué?", le parecía no tener que contarle nada nuevo, lo sabía todo sobre ella.

"solo falta una semana para la feria", el tiempo no estaba a su favor, debían preparar muchas cosas y ni habían empezado.

"tenemos que apresurarnos", sacó la conclusión lógica, "por lo menos los diseños están listos", era lo primordial para la participación en la feria.

"no has aprobado mi diseño", con ese comentario se ganó una mirada asesina, "de acuerdo, de acuerdo, me rindo", si lo quería matar, entonces era mejor entregarse.

"el lunes nos pondremos a terminar con los detalles que faltan", le dio seguridad, cuando se ponían a trabajar en equipo, las cosas fluían mejor.

"también hay otro tema el que quiero aclarar", lo dejó que terminara, ", ni siquiera me avisaste el otro día que no fuiste a trabajar en la mañana", había suficiente comunicación entre los dos como para hacerse ese tipo de reproches.

"porque me quedé dormida", eso fue para no decirle que por haber soñado que se besaban en medio de la calle, no pegó un ojo más durante el resto de la noche y al levantarse cuando sonó el despertador, parecía una muerta viva.

"nunca te quedas dormida", añadió sus dudas por tan increíble justificación.

"eso no es relevante, dime cómo te fue en tu primera cita", había faltado poco para que le hiciera esa pregunta.

"bien", encogió los hombros, la noche entera se la pasó mirando el reloj para que lo ayudara y corriera más rápido, no ocurrió, en su lugar, las charlas cursis de Mary Margaret fueron las reinas de la noche.

"¿ni un besito le robaste?", fue el turno de él, de mirarla amenazadoramente, "para eso son las citas", era perfectamente normal, pero si recibía una respuesta afirmativa, juraba que hasta ahí llegaría su secreto tan bien guardado.

"salí con Mary porque se aprovechó de tu llegada", eso, hasta un ciego pudo haberse dado cuenta, "ya habíamos hablado de ese tema", Regina asintió tomando un sorbo de agua.

"aún así saliste con ella", ahora sí estaban hablando como de verdad tenían que hacerlo.

"pudiste haberlo evitado", si le estaba tirando indirectas, él no se quedaría detrás.

"créeme, no fue por falta de ganas", los dejó mudos con esa respuesta directa, rápida y muy de ella.

Ambos estaban sentados en el suelo con los pies cruzados, de repente, David le quitó el plato vacío de las manos, lo apartó del camino y se le acercó a sus labios confundiéndola con lo que hacía, ahí se detuvo a mirarla, ella se quedó tranquilita esperando saber lo que realmente haría.

"no podría besar a Mary Margaret, Regina", con toda la paciencia que tenía recorrió con la punta de su nariz, el camino entre la comisura de sus labios hasta hablarle al oído, poniéndola completamente nerviosa, tuvo que cerrar los ojos, apretándolos con fuerza, sentía la debilidad a flor de piel, "la quiero mucho, pero no de la forma que ella quiere", siguió recorriendo su piel con la nariz, hasta que depositó un beso en su hombro por encima de la caprichosa tela del camisón, tragó pesado cuando se alejó de ella para ponerse en la posición que ocupaba anteriormente.

"voy a limpiar los platos", era mejor alejarse de ahí cuanto antes.

"te ayudaré", entendió el mensaje con claridad.

Luego de haber limpiado la loza sucia, David recordó que guardaba en la cabaña un juego de Monopolio, jugaron hasta que les dio sueño y se acostaron hasta el otro día, que con tanta suerte había dejado de llover a mitad de madrugada y pudieron salir de allí con las bicicletas de mano porque el terreno aún permanecía demasiado húmedo producto de las fuertes lluvias.

"buenos días", saludaron al llegar al parque a entregar su medio de transporte, el señor los miró curioso al verlos acercarse.

"así que fueron ustedes quienes se llevaron mis bicicletas", comentó de muy mala gana, el tiempo pasaba, pero el hombre seguía siendo un cascarrabias, ninguno dijo ni media palabra, le entregaron las pertenencias al señor, pero la conversación no terminaba.

"y no es la primera vez", David comentó, ganándose un codazo de Regina, por sus palabras.

"¿les parece gracioso burlarse de un viejo como yo?", era como si se hubieran portado mal y estar frente a sus padres para recibir su merecido castigo.

"prometemos resarcir el daño ocasionado", comentó David, pretendiendo tapar el sol con un dedo, pero con él las cosas no eran así.

"a mí no me dicen Frankestain en vano", por un momento, los asustó, "a ustedes los conozco perfectamente", David se paró detrás de Regina tomó su mano para brindarle apoyo, después de todo, estaban en esa situación por su idea brillante de robarle al señor, "bien lo dije hace tantos años", se miraron sorprendidos por el cambio de tema, "desde niños supe que su futuro era estar juntos", mágicamente, dejó de estar molesto por el robo.

"¿desde niños?", preguntó Regina, querían probarlo.

"sí, señorita, ¿o acaso piensas que ese niño que me describiste ayer no es el que deseas tener con él?", apuntó a David con el dedo, ella quería que la tierra se abriera y se la tragara, "me parece que no es necesario recordar las maldades que me hacían cuando eran pequeños", tenían historia juntos, ¿para qué recordarla?

"pero nosot…", comenzó David, pretendía salvar la situación tan incómoda en la que estaban, el mal educado lo interrumpió.

"shh, shh, a mí no me engañan, nunca lo han hecho", terco como una mula, insistía con lo mismo, "solo me queda desearles un presente lleno de amor y felicidad", después de todo, el gruñón tenía el corazón lleno de dulzura, "¡prométanmelo!", con esa exclamación, no había quien le llevara la contraria.

"lo juro", David fue quien primero levantó la mano, Frankestain miró a Regina de inmediato, ella se negaba a seguirle la corriente, pero los ojos amenazantes del anciano, cambiaron su actitud.

"prometido", de pronto se sintió arrastrada por las manos de David, sabía que necesitaba salir de ahí cuanto antes.

"¡ah!", exclamó, deteniéndoles el paso, "cuando quieran montar bicicletas, solo tienen que pedirlas, va por la casa", ese último comentario liberó todo el estrés que sintieron al enfrentarse a él.

Continuaron su camino caminando, David nunca le soltó la mano, como a ella no le molestaba, ni protestó, de hecho, se pasó todo el trayecto pensando en las palabras de Frankestain.

"hogar dulce hogar", David comentó sin tardanzas cuando el portal de la mansión apareció frente a sus ojos.

"¡qué mal!", resopló para sí misma sin saber que fue en vano su intención de no ser escuchada.

"no falta mucho para vernos en la empresa mañana, mi pequeña gruñona", le dio ánimo ante su inconformidad.

"no quiero", siguió protestando.

"espera", detuvo su andar, "a mí también me cuesta mucho irme", tenía que saber que los dos estaban iguales, "te llamo más tarde, así nos extrañamos menos", la contentó con un simple y cariñoso pellizco en su mejilla izquierda.

Las palabras no expresarían lo que sentía en ese momento, por eso, se prendió de su cuello para apretarlo hasta casi dejarlo sin aliento, le dolía tanto la despedida que por eso la quiso hacer eterna.

"entremos", se quedó paralizado ante su arrebato, la llamó a la cordura y ambos rompieron el intercambio, aunque él, no había sido muy activo, juraba que, si se dejaba llevar, otra cosa hubiera ocurrido.

Se acercaron a la puerta y tocaron el timbre, Zelina les abrió con el llavero y el celular de David en sus manos, "los veo en una sola pieza", desde la segunda planta, los observó despidiéndose, dedujo que a ambos les costaba trabajo separarse, por eso, se apareció con las pertenencias del rubio.

"ni hables del tema, la tormenta nos jugó una mala pasada", comentó Regina.

"papá y mamá lo sabían", dijo la hermana mayor con alivio de saber que siempre sus padres tenían la razón, "si estuvieran aquí me dirían, Zelina te lo dijimos ", interpretó las voces de sus padres con burla.

"hasta luego, chicas", se despidió, debía irse, no se vería bien su presencia allí en ausencia de sus padres.

Ambas lo vieron marcharse montado en su auto, entraron y cerraron la puerta, "tienes que contarme", ahora que estaban solas, tenían que conversar sobre el largo día que pasó con la mejor compañía de todas.

"pasamos la noche en la cabaña de Jorge", la desilusión se vio reflejada en los ojos verdes de la pelirroja.

"¿ni un besito se dieron?", la persiguió escaleras arriba.

"¿cuántas veces tengo que decírtelo?, David solo me ve como su amiga", entró a su habitación, comenzó a quitarse la ropa, tenía que quitarse el olor a lluvia.

"los dos son imposibles", se sentó en la esquina de la cama de su hermana a esperar que saliera del baño.

"¿se te ocurre alguna idea para entretenernos mientras papá y mamá regresan?", preguntó Regina desde el baño, los domingos, Cora y Henry, pasaban la mañana y parte de la tarde en casa de Leopoldo, en una parrillada, a ellas les resultaba muy aburrida esa rutina, por eso no asistían a la reunión familiar.

"sí", los ojos se le iluminaron, "una sesión de peluquería", le adivinó el pensamiento, estaba necesitando que alguien se encargara de su largo cabello.

"prepara todas las condiciones", le dio la autorización, Zelina salió de la habitación y a su regreso ya su hermana la esperaba lista para que comenzara su tan divertido día de belleza de chicas, que incluía, peinado, laceado y embellecimiento de sus cabellos, al terminar, entre las dos, se pusieron de acuerdo para cocinar la cena, al llegar sus padres, lo encontraron todo hecho, se contaron los acontecimientos del día, se sentaron a la mesa para comer, limpiaron la cocina y para terminar un domingo en familia como se lo merecían, propusieron ver películas, luego fue la hora de acostarse, se dieron las buenas noches, y cada cual fue para su habitación.

"casi me iba", Regina entró a su habitación y la voz de David la sobresaltó, "decidí que era mejor venir a darte las buenas noches personalmente", la habitación solo estaba iluminada por la claridad de la noche que se colaba por la amplia ventana, "también quise traerte algo", se acercó a ella, extendió su mano, y le ofreció una rosa roja, la olió de inmediato, "una flor para otra flor", su presencia allí, le había robado la voz, "la rosa debería sentirse decepcionada", encogió las cejas, no entendía el comentario, "a tu lado su belleza se queda chiquita", una sonrisa dibujó su rostro, sus ojos brillaron como estrellas, haciendo la combinación perfecta con la luz de la luna que se reflejaba en su piel.

"gracias", con su larga intervención, tuvo tiempo de recuperarse.

"buenas noches mi hermosa flor", en un sencillo movimiento, estuvo cerca de ella, unió sus rostros tocando solo la punta de sus narices, sus ojos comenzaron esa conexión tan mágica que los enajenaba, a tal punto, que la tierra podía detener su movimiento de traslación, que ellos ni importancia le prestaban, solo existían los dos y nada más.

Los segundos se hicieron eternos, la frialdad de la noche comenzaba a dejar sus huellas, entonces, David decidió que lo mejor era irse, besó su frente y desapareció por la ventana, Regina dedujo que por ahí mismo había entrado, se cambió de ropa, se acostó, besó la rosa, la puso en la mesita de noche, apagó las luces y cerró los ojos, se sentía muy feliz con lo que acababa de ocurrir, se imaginaba teniendo una flor de él cada noche antes de dormir y recibiendo sus mejores deseos de buenas noches, de esa forma sí valía la pena pasarse todo un día añorando con todo su ser la llegada de la noche.

No había pegado un ojo, pensando en lo que debían estar haciendo David y Mary Margaret, la noche anterior habían salido a cenar a un restaurante muy elegante, ese día se estrenaba la nueva marca de vinos de la familia Blanchard, que su padre había puesto en sus manos, entonces, se aprovechó del pretexto de estar totalmente nerviosa para pedirle que la acompañara y la apoyara, Regina al enterarse de la noticia, casi pone el grito en el cielo, pero se contuvo, no le quedaba otro remedio, por eso, pasó una espantosa noche imaginando los besos que de seguro David debía estarle dando a Mary, esos que solo quería para ella, las caricias de sus brazos explorando su piel, se maldecía a sí misma por estar ardiendo de celos.

Esa mañana llegó a la empresa con un humor de los mil infiernos, si alguien se le atravesaba en el camino, era capaz de cometer un asesinato, vio a la secretaria, la saludó y se encerró en su oficina, con ánimos de no ser molestada, pero la suerte no estaba jugando a su favor, trabajando en unos documentos, se dio cuenta de que tenía que ir a ver a David, salió furiosa, caminó por los pasillos, respiró antes de tocar la puerta, la que tuvo que abrir al escuchar las risas provenientes del interior.

"¿Regina?, estábamos a punto de ir a buscarte", la recibió David con su rostro rozagante de alegría, además, de tener los brazos de Mary Margaret enroscados en su cuello, y los de él sosteniéndola por las espaldas.

"David me comentaba que tú eras la más indicada para darme un paseo por la empresa", abiertamente, fingió una sonrisa.

"mejor los dejo a solas", sin esperar respuesta, salió rápidamente, el corazón se le estaba haciendo pedazos, la escena que presenció le quitó las fuerzas, por eso, se recostó a una de las paredes en espera de la recuperación de su cuerpo, estuvo allí unos minutos, luego regresó a su oficina, donde se perdió en un montón de trabajo, así no le quedaba tiempo para pensar.

Antes de la hora del almuerzo, escuchó toques en la puerta, "¿Regina?", David la llamaba, "¿puedo entrar?", tuvo que hacer uso de su decencia, durante el resto de la mañana no había vuelto a verla, sabía que estaba enojada.

"adelante", tono de voz que lo sorprendió, "toma asiento", su amabilidad lo confundía.

"traía estos documentos para que los firmaras", alzó la cabeza y lo miró por encima de esos lentes que la hacían lucir excesivamente sexy.

"¿terminó tu trabajo de guía turístico?", ya se había tardado el comentario sarcástico de su parte.

"Mary quería conocer la empresa de donde sale tanta belleza", debía actuar con naturalidad.

"un pretexto bastante absurdo, ¿no crees?", firmaba los documentos uno por uno sin prisa.

"para Mary conocer la empresa de su mejor amigo es todo un placer, ya sabes cómo es", no se atrevía a mirarlo.

"porque la conozco es que lo digo, busca cualquier pretexto para encontrarse contigo, ¿qué mejor prueba que la de anoche?", la conversación, cobraba vida sin que ambos lo supieran.

"no veo nada de malo en haber salido anoche con mi amiga", sus palabras le colmaron la paciencia.

"amiga, por favor, no tengo cara de idiota, David", ahora sí que el asunto se había puesto interesante.

"¿por qué hablas a medias?, ¿por qué no acabas de completar la idea?", la retó.

"¿qué idea?", el juego de poder continuaba.

"los celos te están remordiendo el alma", se había enamorado de la mujer más obstinada de Maine.

"¿celosa, yo?, ja, ja, ja, de Mary Margaret, por favor", se burló, "no es mujer para ti, David", se pasó de la raya.

"¿y quién sí lo es?, ¿tú?, no me vengas con ese cuento", en miles de ocasiones intentó conquistarla, ella se dio sus aires de importancia, haciéndole creer que era inalcanzable para él.

Bajó la cabeza evadiéndole la mirada, "todas menos ella", dijo muy bajito, quedó descubierta, con ese tono de voz.

"admite que estás muriéndote de los celos, Regina", sucedía que él, no quería ni a Mary Margaret ni a otra, la quería a ella y solo a ella, la tomó por la barbilla para que lo mirara, "¿por qué no le dices a tus labios que me confiesen lo que tus ojos me dicen a gritos?", era imposible confundirlo, conocía sus ojos, "vamos, ármate de valor y acepta que estás celosa", la desafió.

"sí, estoy celosa", confesó, un silencio inundó las cuatro paredes de la oficina, "porque te amo, David Nolan", las palabras salieron de sus labios en un tono que casi no podía percibirse, pero él, lo escuchó todo, sonido por sonido, por eso se levantó de la silla en un arrebato de locura, rodeó el buró para atraparla entre sus brazos y besarla fervientemente como había querido hacerlo en tantas ocasiones, ella le contestó de la misma forma, se abrazaron, se acariciaron, hasta que se subió el volumen de sus acciones, con una mano la sostenía sin dejarla ir, con la otra, tiró al suelo todo lo que había encima del buró, la tomó por la cintura y la sentó en la orilla del mueble, se pocisionó entre sus piernas, así tenía más acceso a todo su cuerpo, comenzó quitándole la blusa arrancándosela de un tirón, dejándola casi inservible, ella estaba en conflicto con su pantalón, por eso la ayudó apartándose para observarla, era tan bella, que le parecía estar viviendo un sueño imposible.

"te quiero a ti, Regina, solo a ti", besó su cuello, con el mismo arrebato que todo comenzó, "quiero ser el dueño de tu perfección", mientras hablaba, zafaba el botón de sus pantalones y bajaba el zíper, "gritar a los cuatro vientos que te amo y ser el hombre más envidiado de todos por tenerte", ella lo miraba como queriendo devorar cada rincón de la piel que quedaba descubierta al descender la pieza de ropa que tanto problema le había ocasionado, "te amo desde siempre mi vida", terminó de quitarse los zapatos, el pantalón y la camisa para volver a besarla con fervor, pero, en ese mismo momento, un "ring, ring", se escuchó en medio de la escena, interrumpiendo la magia de tan apasionado intercambio.

Abrió los ojos, la alarma del celular anunciaba la llegada de un nuevo día, dio un fuerte golpe en la cama con los puños cerrados y apretados por el enojo, era la segunda vez que le ocurría algo así, un sueño maravilloso con David, para despertarse con las manos vacías, la impotencia la hizo apretar los dientes de tanta soberbia, entonces, cuando tomó el celular en sus manos y vio la flor que le había traído la noche anterior, sus ojos ya no pudieron aguantar más los deseos de llorar, la vida no estaba siendo justa con ella, lo sabía perfectamente, no podía predecir cuánto más iba a soportar esa situación, lo único que sí tenía claro, era que debía ir a trabajar, habían responsabilidades que asumir, secó sus ojos, se levantó, se preparó y salió de la habitación, en la cocina todos la esperaban para desayunar.

"hice tu desayuno favorito", la recibió Cora con una sonrisa en su rostro.

"tu madre decidió mimarte hoy que tu hermana no está", completó Henry, Zelina había salido tempranito de la mansión a resolver unos trámites importantes relacionados con su candidatura.

"espero que esto quede entre nosotros tres, porque si no mi hermana es capaz de asesinarme", se sentó a la mesa para compartir un delicioso desayuno hecho por su madre.

"¿a quién habrá salido esa hija mía tan celosa?", comentó Henry mirando directamente a su esposa.

"a mamá", Regina terminó con la broma de su padre.

"me declaro culpable de ser excesivamente celosa y protectora con mis seres más amados", tomó las manos de su hija y de su esposo para acariciarlas suavemente, Regina sollozó por ese intercambio familiar.

"¿hijita, tú estás bien?", Henry se dio cuenta de inmediato que algo le ocurría.

"sí, papá, muy bien", creyó que podía mentirle a una de las personas que más la conocían.

"claro y yo me creí eso", su protesta fue obvia.

"esos ojitos me dicen que es un asunto del corazón", Cora también se incluyó en el tema.

"estoy bien, anoche dormí un poco incómoda nada alarmante", ambos se quedaron mirándola, esperando a que dejara de mentirse a sí misma.

"Regina, queremos lo mejor para ti", introdujo Henry.

"ayer que estuvimos en casa de Leopoldo supimos lo animada que está Mary con la cita que ella y David tuvieron hace dos días", se habían propuesto tener una charla seria con ella esa mañana.

"¿qué significa eso, mamá?", de todas formas, quería evitar el tema.

"sabemos que amas a David, hijita", su papá con su dulzura, apoyándola en todo.

"lo sabemos desde hace mucho tiempo", acotó Cora, "nuestra intención es ayudarte", sin dudas querían aprovecharse de la ausencia de su hermana Zelina para hablar con calma y seriedad.

Regina nunca había estado en esa situación y menos con sus padres, respiró hondo y habló, "Mary siempre ha estado enamorada de él", su instinto de mujer no la engañaba, "ni se imaginan las caras que me hace cuando David y yo andamos juntos", Cora sonrió ligeramente, es que ellos siempre estaban juntos, "pero la cita del otro día le dio alas", dijo resignada.

"por eso queríamos hablar contigo", repuso Cora, aún le sostenían las manos para darle apoyo.

"no queremos verte sufrir", Henry continuó con su comprensión de padre.

"¿y si lo pierdo?, ¿y si no me corresponde?, ¿y si…?", bajó la cabeza después de haber comenzado a exteriorizar sus mayores miedos.

"de acuerdo, no te presionaremos más", su mamá habló por su esposo y por ella, dejando un silencio entre los tres, sabían que su hija necesitaba espacio para reponerse de esa pequeña caída emocional, en su rostro se le notaba la tristeza, misma que desapareció radicalmente cuando su celular encendió la pantalla mostrando una llamada entrante.

"hola…sí, enseguida salgo", David le anunciaba que la esperaba afuera de la mansión para llevarla a la empresa.

"ojalá él pudiera verte ahora mismo", resaltó Henry, las luces del comedor no alumbraban tanto como sus ojos en ese mismo instante y su sonrisa cargada de amor, contagiaba.

"lucha por él, mi amor, esta es la segunda vez que te lo digo", podía darle consejos a su hija, pero nada podía hacer si se negaba a permanecer con los brazos cruzados mientras otra sí luchaba por el amor de su vida.

"gracias, papá", le dio un beso en la frente y un abrazo, "gracias, mamá", fue el turno de Cora de recibir sus cariños, "los amo", se despidió de ellos, recogió su portafolios y salió apresurada, moría por perderse en el infinito azul de la mirada de David.

"no podía esperar a llegar a la empresa para verte", dijo David al verla abrir la puerta tan deslumbrante como el sol del amanecer, "buenos días mi florecita", a partir de la noche anterior, se había jurado llamarla así, siempre que estuvieran a solas.

"buenos días", ignoró todos sus impulsos, se montó en el auto y David condujo hasta la empresa, ese día tenía la agenda cargada.

"estaré en el taller toda la mañana", le comentó mientras esperaban el ascensor.

"¿qué te parece si yo me encargo de los documentos de la feria y tú de los diseños?", sabía que cuando iba al taller de joyas, se encargaba hasta del más ínfimo detalle y precisamente eso era lo que quería, que las dos joyas que llevarían a Italia quedaran perfectas.

"trato hecho, busco tu diseño, a más tardar, esta tarde ambos cobrarán vida", esa decisión era una de las cosas que tanto amaba de ella.

"vamos a mi oficina", el ascensor se detuvo en el último piso, se dirigieron a la oficina de David, "mira, ¿dale el visto bueno?", sacó el diseño de su gaveta secreta y se lo mostró, los ojos de Regina quedaron perplejos por la belleza que admiraban.

"me has superado", habló la Regina modesta.

"haré como si ese comentario nunca salió de tus labios, mejor pongámonos a trabajar, la feria no esperará por nosotros", dejaron esa conversación para otro momento.

Así, cada cual asumió sus responsabilidades de la jornada, David se encargó de la reserva del hotel, de la compra de los boletos de avión, de los documentos que la comisión organizadora de la feria les pedía y de algunos otros aspectos más, solo que las ocho horas del día no le alcanzaron para terminar todos los pendientes, eso sin contar, que al final de la tarde, recibió una llamada del edificio donde vivía, notificándole sobre un problema con las tuberías del gas de su departamento, entonces debía estar allí a las cuatro de la tarde que los especialistas en la materia irían a resolver el problema.

Durante todo el día no pudo ver a Regina, su estancia en el taller de joyas tardó más de lo previsto, y solo pudo verla quince minutos antes de su partida de la empresa.

"¿tus ojos están preparados?", llegó sin tocar la puerta, traía las manos detrás del cuerpo.

"para verte…siempre", bromeó sonrojándola.

"es serio, David", ella hablando de trabajo y él tomando las cosas de broma.

"prometo seriedad", se levantó de la silla del buró y caminó hasta ella, "¿quieres que cierre los ojos?", si quería sorpresa, le seguiría la corriente.

"no es necesario", colocó las cajitas negras de gamuza encima del buró y las abrió para descubrir ante sus ojos las joyas más hermosas y más perfectas que había tenido el gusto de admirar.

"has superado mis expectativas", con la punta de sus dedos acarició la belleza de ambas piezas, aunque dudaba que hubiese sido justo al elogiarlas.

"me parece que, de los dos, eres el más emocionado con esta feria", de sus ojos brotaba un profundo orgullo.

"tengo razones suficientes para estarlo", la tenía a ella, otros temas sobraban.

"y aquí están los diseños impresos", había puesto a trabajar a toda la empresa en función de esa feria, nada podía salir mal.

"¡son hermosos!", exclamó como si los estuviera viendo por primera vez.

"los guardaré en la caja fuerte", tomó las dos cajitas, abrió la caja fuerte de la oficina e hizo lo que había anunciado.

"mi florecita, debo irme", miró el reloj, se le fue el tiempo.

"¿tan temprano?", protestó.

"hay una urgencia en el edificio, debo resolverla", fue hasta ella, tomó sus manos y las besó sin perder el contacto con sus bellos ojos.

"¿te veré esta noche?", esa pregunta salió de sus labios como una súplica cargada de sentimiento, su corazón nubló su entendimiento y la hizo expresar sus deseos, la sorpresa de la noche anterior había sido tan hermosa que no pensaba privarse de ella, a partir de ese momento.

"por supuesto que sí, allí estaré con una flor para que te haga compañía durante la noche", dejó un último beso en sus manos y se fue, dejándola llena de ilusión, esa noche lo esperaría ansiosa, contaría hasta el último segundo, para verlo y al menos poderle dar, las buenas noches .