Miedo

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Corro a toda velocidad, toda la que me permiten las piernas y los pulmones. El aire huele a sangre, a tu sangre, y noto ese agudo dolor en el pecho de cuando temo por tu vida. Siento miedo; no, el miedo es poca cosa para lo que yo experimento. Siento terror a perderte. Hace mucho descubrí que mi mundo se destroza cada vez que pienso en no tenerte y en que puedas desaparecer de la vida que hemos construido.

Agudizo mis sentidos y puedo escuchar a cada pequeño animal que me evade durante la carrera, también escucho la sangre que corre vertiginosa por mi cuerpo y al youkai que está contigo. Oprimo los dientes hasta sentir dolor en la mandíbula y me inclino un poco más para que mi velocidad aumente, aunque sólo pueda conseguir medio segundo más de tiempo.

Kagome —pienso tu nombre y lo repito en mi mente una y otra vez.

El olor metalizado de tu sangre se ha hecho más intenso al igual que mi desesperación.

Finalmente llegó a ti. Estás en el suelo y apuntas, tensando una flecha en tu arco, a un youkai humanoide de color grisáceo muy parecido a un ogro que bien puede tener tres veces tu altura. Noto como te tiemblan los brazos y puedo ver la expresión de dolor en las facciones de tu rostro.

¿Qué te ha pasado?

El demonio se abalanza hacia ti y disparas la flecha en el momento en que yo le surco el pecho con mis garras. Te escucho exclamar entre asombrada y asustada, puesto que la flecha se ha llevado consigo unas cuántas hebras de mi pelo. Me detengo frenando todo el cuerpo, para quedar en alerta entre tú y el youkai. Escucho como intentas decir mi nombre y luego de eso el esfuerzo te hace jadear. Te miro de reojo y me aterrorizo por la cantidad de sangre que hay en el suelo.

Necesito terminar con esto.

Desenvaino a Tessaiga y me lanzo sobre aquel youkai decidido a destriparlo por hacerte daño: y lo consigo.

Me arrodillo a tu lado.

—Kagome —quiero preguntarte cómo estás, sin embargo veo la enorme mancha de sangre que proviene de tu costado y eso me lleva a contener el aliento y a enmudecer.

—Tranquilo —dices y tu voz suena débil y cansada—. No es más que un arañazo.

Comienzo a abrir tu ropa para mirar el costado y me calmo al comprobar que a pesar de haber perdido bastante sangre, ésta ha parado de brotar.

—No es una herida muy grande, pero es algo profunda —soy consciente de como mi propia voz se debilita con las palabras. Luego te miro—. Tantas veces te he dicho que no salgas sola —te reprendo con algo más de ímpetu.

Tú me sonríes con los ojos brillantes por las lágrimas que no sé si son recientes y ese sufrimiento tuyo me duele en el pecho.

—Ahora no te reñiré, estás herida. Iremos a casa y ya lo haré cuando estés mejor.

Me quito el kosode para cubrirte con él antes de levantarte en brazos.

—Entonces tendré que quejarme del dolor muchos días —me susurras junto al oído.

Me mantengo en silencio durante algunos pasos.

—Kagome, he pasado por mucho miedo —confieso.

Siento como suspiras sobre mi cuello, justo antes de abrazarme un poco más.

—Y yo.

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N/A

Llevo unos días en los que la muerte ha estado en mi cabeza como concepto y quise escribir algo con ello. Al principio este corto era algo muy distinto, finalmente me he quedado contenta con el resultado.

Gracias por leer y acompañarme

Besos

Anyara