Disclaimer: Los personajes, lugares y hechizos, son propiedad de J.K Rowling, a menos de que se especifique lo contrario. No hay retribución monetaria con la traducción y publicación de esta historia.

Traducción autorizada de A Forward Path por umbrellaless22 en AO3


CAPÍTULO LVIII


Harry se despertó temprano aquella última mañana en Grimmauld Place, acurrucado junto a Draco. La pálida luz invernal se filtraba por las rendijas de las cortinas de la pequeña y fea habitación, iluminando los muebles recargados y la mohosa alfombra. Apretó el brazo que había pasado por encima de la cintura de Draco y acurrucó su cara en la pálida piel del cuello de su novio, inhalando el dulce olor de su champú.

— ¿Todo bien? —murmuró Draco, somnoliento.

—Sólo voy a echar de menos esto —admitió Harry—, despertarme contigo.

—Hm —reconoció Draco— me alegro de que aprecies el privilegio.

Harry resopló y empujó al otro chico hacia delante, haciéndolo rodar sobre su frente y atrapándolo allí, a horcajadas sobre sus muslos, presionando su pecho contra la parte plana de la espalda de Draco.

— ¿Puedo ayudarte? —preguntó Draco, con la voz apagada por la almohada.

Harry giró las caderas significativamente, su erección matutina rozando el fino algodón de los pantalones de Draco. Mordisqueó el lóbulo de la oreja de Draco.

—Quizás.

— ¿Qué estás haciendo? —Draco bostezó, girando la cabeza para que se le oyera mejor.

Harry no perdió tiempo y presionó dos dedos entre los labios recién expuestos.

—Ponlos bien mojados para mí, pequeño imbécil bocazas —le ordenó Harry—, tengo muchos privilegios que apreciar esta mañana, y un tiempo finito para hacerlo.


El regreso de Hogwarts y las primeras semanas del nuevo año fueron benditamente sin incidentes. Harry se permitió tímidamente creer que tal vez Wilma Brown era la única culpable de los ataques del otoño. Las clases de Quidditch, del fiscal y de oclumancia con Clark se reanudaron sin problemas y las clases de la profesora Haberdash-Pewter volvieron a su habitual tono onfalocéptico. Hermione seguía recaudando fondos para el Fondo de Equidad para Niños Mágicos y Narcissa Malfoy estaba demostrando ser una administradora astuta, creando una junta directiva para la transparencia y reclutando a Harry para que diera respuestas agradables y personalizadas a los principales donantes, que Draco insistía en editar.

Harry se alegró de ver a Clark de buen humor después de las vacaciones. Hiram (el chico, no la lechuza) era una sombra casi constante a su lado y parecía admirar ahora el inconformismo que tanto le había horrorizado en septiembre. Las tardes que no pasaba con él, con el E.D o con los entrenamientos de los wyverns, las dedicaba a estudiar. Las pruebas de acceso a la universidad, como Hermione y Draco se apresuraron a recordarle, eran inminentes. Harry descubrió que no le importaban mucho las horas en la biblioteca, animadas por el ocasional roce de la mano de Draco sobre su muslo bajo las largas mesas comunes atestadas de octavos años y sus interminables plumas y pergaminos. Harry se sentía asentado en su relación de una manera que no había tenido antes, sabiendo que una llave de Grimmauld Place estaba guardada en el pecho de Draco. Aliviaba la irritación que le producía volver a su propia cama a las cuatro de la mañana para no ser descubierto.

Poco después de quedarse dormido en su propia cama una mañana temprano, tuvo el sueño.

En él, Wilma Brown estaba de pie en el vestíbulo, igual que aquella horrible noche. Draco estaba allí, pero en lugar de proteger a los de primer año, detrás de él estaba toda la familia Weasley, acobardada y sin rumbo. Fenrir Greyback estaba encorvado a los pies de la señora Brown, dándose un festín con los restos de su hija. El sonido resbaladizo y viscoso de las vísceras de Lavender deslizándose por el gaznate del hombre lobo hizo que Harry se mareara. Los huesos de Draco se estaban rompiendo de nuevo, sólo que esta vez, Harry estaba viendo cómo sucedía. Se dio cuenta de repente de que estaba inmóvil bajo su capa de invisibilidad, la voz de Draco cruda por los gritos mientras ella rompía cada frágil hueso de su cuerpo. No sólo las manos y los brazos esta vez, sino también los pies, las rodillas. Draco se disolvió en el suelo mientras su estructura se hacía añicos. Los ojos de los Weasley estaban sobre él, la mirada de George fría e impasible, una sonrisa de labios finos que se dibujaba en sus labios mientras Draco se convulsionaba de dolor, con un desorden blanco y espumoso goteando sobre su barbilla.

Por encima de los ruidos de Greyback, Harry aún podía oír el crujido húmedo de los huesos de Draco y el desplazamiento antinatural de la médula cuando Wilma Brown le reventaba las vértebras como si fueran cerezas maduras.

La rabia y la devastación de alguna manera sacudieron a Harry en su lugar y, a pesar del hechizo, encontró su voz y pronto estaba aullando. Sus sonidos eran brutales y sin palabras al principio y luego, cuando los ojos de Draco encontraron de alguna manera los suyos, gritó el nombre del chico.

— ¡Draco! —rugió, con su impotencia desgarrándolo como una metralla mientras se quedaba clavado en el suelo de piedra. Repitió el nombre como un mantra desesperado, sollozando y chillando mientras esa última y vital vértebra se derrumbaba con un movimiento de la despiadada varita de la señora Brown. Los labios de Draco se separaron sin sonido mientras luchaba por respirar en una cavidad paralizada. Todo lo que Harry pudo hacer fue lamentarse, llamar al chico que amaba y desesperarse.

Entonces, en una especie de farsa macabra, la voz nítida y competente de Draco Malfoy sonó desde esos labios sin vida.

—Salgan todos, en este instante; no me importa en qué estado se encuentren, Longbottom, fuera.

Desde la pared de la gran entrada, la voz de Ron se escuchó:

—Ya oyeron, chicos, salgan. Una palabra de esto a cualquiera y sabrán de mí.

Confundido, Harry oyó el clamor de los pasos y, en su sueño, los Weasley salían a duras penas hacia un lugar seguro. Sólo que no eran los Weasley, eran los otros chicos del dormitorio, de alguna manera lo sabía, aunque en la repentina oscuridad no podía verlos. Harry parpadeó y se despertó.

— ¿Está bien? —era la voz de Seamus, sólo que Seamus no estaba aquí y Harry no podía ubicarlo.

—Estará bien —dijo Draco, con palabras cortantes. Siguió la dura respuesta con un sincero: —. Lo tenemos, Finnegan, pero gracias.

— ¡Deprisa, todos! —instó Seamus a los demás.

La cortina de la cama de cuatro postes de Harry se corrió justo cuando la comprensión de que todo había sido un miserable sueño lo golpeó con una ola de alivio tan intensa que pensó que podría vomitar. Los rostros preocupados de Ron y Draco lo miraron. Ron sólo llevaba puesto su pantalón de pijama a rayas, y Draco su habitual pijama negro, y verlo entero e intacto hizo que Harry se estremeciera contra sus sábanas empapadas de sudor. Se sentó, observando el movimiento natural del pecho de Draco mientras respiraba. Harry alargó la mano, presionando una palma sobre las costillas que enjaulaban aquellos pulmones sanos y funcionales y aquel diafragma robusto y capaz.

Empezó a llorar.

Empezó a llorar y no pudo parar.

Ron parecía asustado, pero Draco le dio una mirada aguda.

—Busca a Granger y un poco de Filtro de Paz. Ahora, Weasley.

Aliviado por haber sido asignado a una tarea, Ron asintió y desapareció. Draco le quitó a Harry el edredón empapado y se arrastró junto a él. Harry se sintió petrificado de nuevo, salvo por varios temblores violentos que lo recorrieron cuando Draco lo estrechó entre sus brazos y lo apretó contra su pecho.

—Estoy aquí, cariño —dijo Draco, con una voz más suave y dulce de lo que Harry había oído nunca—, estoy aquí, está bien. No estoy herido. Sólo fue un sueño desagradable, cariño, no fue real. Ahora estoy aquí.

Harry no podía hablar, sólo se aferraba a la tela oscura de la camiseta de Draco, llorando sin aliento contra la prominente clavícula de Draco. Él tarareaba una melodía desconocida, acariciándole el pelo y besándole la cabeza, pero Harry parecía no poder calmarse. No podía quitarse la imagen de la cabeza.

—E-Ella te mató —jadeó entre sollozos temblorosos, volviendo la cara hacia la de Draco—, ella te mató y yo lo vi.

Draco apartó el pelo mojado de la frente de Harry, mirándolo. Apretó sus labios contra la cicatriz de Harry, y luego su ceja.

—No lo hizo, cariño, estoy aquí, y estoy bien. Tú y yo, estamos un poco descompensados, eso es todo. Nuestros cerebros están demasiado llenos de recuerdos que a veces se desbordan cuando no lo sospechamos.

Ron y Hermione aparecieron entonces al lado de la cama, y si Draco estaba avergonzado de encontrarse acunando a Harry y hablándole con tanta ternura, no lo demostró. Harry sólo pudo esconder más la cabeza, con las emociones que aún lo sacudían. No podía recuperar el aliento.

— ¿Tienes la poción? —preguntó Draco y Hermione se lo entregó, con el rostro pálido, pero con la mandíbula desencajada.

Draco descorchó la pequeña ampolla con el pulgar, ignorando el tapón mientras caía a las sábanas de abajo.

— ¿Puedes beber esto por mí, Harry? —preguntó— No tienes que tomarlo todo, sólo estoy preocupado por ti. ¿Puedes tomar un sorbo, cariño, por favor?

Sin soltar a Draco, Harry asintió con la cabeza. Draco inclinó la ampolla entre sus labios y Harry tragó el líquido gris ahumado. Fue como si de una vez se hubiera quedado seco. La abrumadora desesperación palpitó por última vez y se dispersó como si se la llevara una brisa repentina.

— ¿Mejor? —preguntó Draco, limpiando la cara de Harry con un pañuelo que Hermione debió pasarle, y apretando un rápido y tranquilizador beso en sus labios.

—Creo que sí. —habló Harry, sorprendido de que su voz sonara tranquila y lejana.

—Bien —dijo Hermione, con naturalidad—, ¿por qué no te lo llevas y lo duchas, Draco? Ron y yo quitaremos las sábanas y dejaremos entrar al resto de los chicos. Los mantendremos fuera del baño durante unos veinte minutos.

Harry buscó sus gafas y se las puso, buscando entre las expresiones serias de sus amigos.

—Estoy bien. —dijo, queriendo tranquilizarlos.

—Lo sabemos, Harry —dijo Hermione, con el rostro lleno de ternura—, sólo fue una pesadilla. Sospecho que habrá que controlar los daños; no estoy segura de cómo vamos a mantener veinte bocas cerradas. Quizá haya que adelantarse en la prensa, Merlín, no estoy segura.

—No te preocupes, Hermione —le dijo Harry, sin gustarle ver a su amiga molesta y deseando poder compartir el encantador florecimiento de serenidad en su pecho—. Todo se solucionará.

Ron se rio sombríamente.

—Será mejor que no se acerque a esa cosa muy a menudo, parece bastante potente.

—Esta fue una dosis de emergencia. Lo que realmente necesita es un sanador mental —replicó Hermione con tristeza—. Creía que las pesadillas habían remitido desde este verano, pero debería haber adivinado que ese incidente en otoño haría que las cosas volvieran a aumentar. Nunca lo había visto tan mal. No me gusta.

—No estoy mal —ofreció Harry—, me siento mucho mejor.

—Estás como una cabra, cariño —le informó Draco—. Ahora, vamos a limpiarte.


Draco recogió las toallas, los artículos de aseo y la ropa limpia y luego guio a Harry por el pasillo de los chicos de octavo año, quienes los miraban con curiosidad. Harry no soltó la mano de Draco, incluso cuando todos los miraban. No le importaba que lo miraran. Simplemente le gustaba sentir los dedos de Draco metidos entre los suyos como si fueran suyos.

— ¿Está bien? —preguntó Dean a Malfoy— ¿Necesitas una mano?

—Ya está bien —confirmó Draco—. Gracias, Thomas. Sólo danos un poco de tiempo a solas allí, ¿sí?

—Ya has oído al hombre —anunció Finnegan desde al lado de su novio y tomando el mando en esa forma exuberante y dictatorial suya—. Déjalo, el pobre Potter ha tenido más que suficiente.

Harry supuso que eso no era exactamente lo que Draco tenía en mente, pero no importaba. Nada importaba realmente, descubrió, y eso era bastante agradable.

En el cuarto de baño, Draco desnudó a Harry y a sí mismo, colocando las gafas de Harry en un estante y metiéndolo bajo el chorro. La expresión de Draco era solemne mientras lavaba los cuerpos de ambos, así que Harry lo acercó y lo besó.

—No hay nada de qué preocuparse. —insistió.

Draco le dedicó una sonrisa irónica.

—Es curioso que no digas eso dentro de unas horas, cuando se te pase el efecto de esta poción, Potter.

—Potter —repitió Harry soñadoramente—. No es lo que me has llamado antes.

—Hm, supongo que no —dijo Draco mientras cerraba la ducha y se secaba a sí mismo y a Harry con una toalla—. Sin embargo, no puedo cuidarte todo el tiempo, ¿verdad?

— ¿Por qué no puedes? —preguntó Harry mientras Draco se arrodillaba, dirigiendo el pie de Harry hacia el agujero de la pierna de sus pantalones como si fuera un niño— Lo estás haciendo ahora.

—Lo estoy haciendo —concedió Draco—, porque lo necesitas. Siempre lo haré cuando lo necesites.

— ¿Irás conmigo a desayunar? —se preguntó Harry en voz alta, los pensamientos se desvanecieron mientras sentía que la dulzura flotaba en él como el algodón de azúcar derritiéndose en su lengua.

—Siempre voy contigo a desayunar. —le recordó Draco, subiendo los pantalones de Harry y abrochando las braguetas antes de guiar los pesados brazos de Harry por las aberturas de su camisa.

— ¿Volverás a cogerme la mano?

—Probablemente no sea lo mejor, amor. Por lo menos hoy —dijo Draco suavemente—, pero mañana, si estás sobrio y todavía quieres que lo haga, te cogeré de la mano cuando quieras.


...


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