Disclaimer: Harry Potter es propiedad de J.K Rowling. Esta fantástica historia tampoco es de mi autoría, es una traducción AUTORIZADA del fic escrito por SenLinYu.
Traducción por Ileana Cs.
Beteado por Sunset82 y Paandreaback
Manacled
por SenLinYu
Capitulo 40
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Agosto 2002.
El whisky de fuego le quemó con avidez la garganta e instantáneamente el latido de su corazón se aminoró un poco. La cálida sensación de coraje se esparció por su pecho.
Inclinó la botella frente a Draco, él se la arrebató de la mano y tomó un trago. Sus ojos fijos en los de ella, hasta que bajó la botella. Luego miró alrededor de la habitación vacía en la que se encontraban. Sacó su varita de una funda que tenía amarrada en el brazo derecho, y con un movimiento conjuró un sofá de dos plazas.
Hermione lo miró.
—No voy a deslizarme por todo un sofá cada vez que nos pasemos la botella —dijo él, luego agregó con un tono burlón—. Puedo conjurar una banca de cortejo, si necesitas una barrera.
Sus ojos se estaban burlando. Él aun seguía sin camisa.
—O pudiste haber conjurado un par de vasos —replicó ella, dándole una mirada mordaz. Se dejó caer en el pequeño sofá y esperó a que él hiciera lo mismo.
Él se agachó, apoyando la mano en el respaldo del sofá detrás su hombro, se inclinó sobre ella, deslizando la botella en su mano.
—Tu turno. Te hace falta mucho para alcanzarme —dijo en voz baja antes de sentarse a su lado. Estaba mucho más cerca de lo que necesitaba estar.
Hermione tomó otro sorbo, y él la observó. Cuando intento devolvérsela, él objetó y le indicó que continuara.
—Te arrepentirás cuando comience a llorar delante tuyo —dijo ella, sospechando una vez más sobre qué tan borracho estaba él. Ella ya podía empezar a sentir los efectos. Se había saltado la cena, y eso había sido horas antes. Una cálida sensación de embotamiento comenzaba a invadirla.
—No lloraste tanto —dijo él, recostándose con cuidado. Luego al descubrir que no le dolía, se hundió contra el respaldo del sofá con un suspiro audible—. No tenía idea de lo mucho que extrañaba apoyarme sobre las cosas.
—Ten cuidado los próximos días —dijo Hermione entre sorbos—. Si eres descuidado mientras se está curando, la piel podría rasgarse, y tendré que volver a hacer algunas partes. Si quieres… puedo seguir viniendo. Si sigo tratándolas por unos días más, no podrás sentirlas. Al menos… no la parte física.
Él le sonrió y negó con la cabeza como si no pudiera creerlo.
—¿Hay alguien de quien no te sientas responsable?
Hermione no contestó la pregunta, y tomó otro trago de whisky de fuego. De pronto, las lágrimas picaban en las comisuras de sus ojos.
—Todos mis amigos salieron a beber esta noche. Me invitaron, pero no pude ir —dijo ella abruptamente.
Él guardó silencio por un momento.
—Lo siento. Lo pudimos haber reprogramado —dijo él.
Hermione resopló.
—Claro, te hubiera dejado con laceraciones en la espalda por otro día para poder ir a beber. De todas maneras, no es como si pudiera beber con ellos. Probablemente, me habría metido en una intensa pelea con Harry y Ron.
Rompió en llanto y sollozó por varios minutos. Mientras lloraba, Draco le quitó la botella de sus dedos y se dispuso a vaciarla. Cuando sus sollozos finalmente cesaron a un gimoteo, él soltó una risa.
—¿Sabes? —dijo secamente—. Si alguna vez tuviera que interrogarte, creo que me saltaré la parte de la tortura y la legeremancia, y sólo te haría beber una botella de whisky de fuego.
Hermione comenzó a reír entre lágrimas.
—Oh Dios, tienes razón —dijo ella inhalando y limpiándose los ojos.
Él le pasó la botella y ella bebió en silencio, por varios minutos en silencio.
—Gracias, Granger —dijo él en voz baja después de un rato.
Ella esbozó una pequeña sonrisa.
—Pensé que habías dicho que si bebía contigo me llamarías Hermione.
—Hermione —dijo él. Ella lo miró, la estaba contemplando con los ojos entrecerrados.
—¿Sí?
Él no dijo nada, sólo continuó mirándola hasta que ella comenzó a sonrojarse. Era una distracción mirarlo cuando no tenía una camisa puesta. Su mirada seguía descendiendo, demorándose, cuando se dio cuenta levantó la vista y lo encontró todavía contemplándola.
—Pensé que dijiste que te enojabas más cuando tomabas —dijo ella finalmente, nerviosa.
—Normalmente es así —dijo él—. La última vez que tomé, me encerré y destrocé una habitación.
—No parece que estés borracho —dijo ella. Estaba empezando a sentirse realmente borracha. Su cabeza se sentía pesada, y sentía un abrumador deseo de reír y llorar al mismo tiempo y, acurrucarse en el sofá.
—No soy una persona relajada.
—Lo he notado. Y eres gruñón conmigo —dijo ella severamente. Sintió que su rostro hizo una expresión más exagerada que la que pretendía.
Él se rio en voz baja.
—Mi tensión no interfiere con mi forma de pelear. Apuesto a que podría vencerte en un duelo, incluso ahora.
—Sería lo más probable —dijo Hermione con un suspiro—. Aunque me he estado ejercitando. Pensé que lo odiaría, pero de hecho me gusta.
Él sonrió, de forma suelta y torcida. Hermione se sonrojó.
—Deberías ponerte una camisa —dijo ella finalmente, su voz subió de tono—. Debes tener frío.
De repente, su mano estaba en la de él, haciendo presión contra su pecho. Ella jadeó levemente por la sorpresa, y sintió que el latido de su corazón comenzaba acelerarse rápidamente.
—¿Tengo frío?—preguntó él en voz baja. Él se enderezó y de inmediato estuvieron muy, muy cerca. Tan cerca que Hermione podía sentir su aliento en el cuello. Un escalofrío le recorrió la espalda.
—N… no —susurró ella, mirando sus dedos extendidos sobre su pecho. Había pasado horas tocándolo mientras atendía sus runas, pero estar cara a cara hacía que, de pronto, el contacto físico fuera íntimo. Podía sentir la ligera sensación del latido del corazón bajo su dedo índice. Sin pensarlo, acarició ligeramente su piel.
Él inhaló con fuerza, y ella sintió el estremecimiento bajo su mano. La mano de él seguía sobre la suya, pero ya no estaba haciendo presión. Movió su pulgar por su pectoral y lo sintió temblar bajo sus dedos.
Hermione sintió que apenas respiraba, que si inhalaba o exhalaba con fuerza, algo en el aire se rompería.
El momento… la tensión entre ellos… se sentía como las alas de una mariposa: delicada y extraordinariamente frágil.
Alzó la vista hacia él. Su rostro estaba a centímetros del suyo. Los ojos de él eran oscuros mientras estudiaba su rostro.
Era sorprendentemente apuesto.
Difícilmente se había permitido notarlo. Pero, de alguna forma, ebria y sintiendo el latido de su corazón bajo sus dedos, lo vio. La frialdad de su persona se había desvanecido; su piel era cálida, y el aliento contra su cuello era caluroso, y era hermoso de contemplar.
No podía recordar cuándo había dejado de tenerle miedo.
—Debo admitir —dijo él en voz baja, como si se tratara de una confesión—. Si alguien me hubiera dicho que te volverías tan adorable, nunca me habría acercado a ti. Me tomaste por sorpresa la primera vez que te vi de nuevo.
Ella lo miró confundida.
—Eres como una rosa en un cementerio —dijo él, y sus labios se curvaron en una sonrisa amarga—. Me pregunto en qué te podrías haber convertido sin la guerra.
—Nunca he pensado en eso —dijo ella.
—No me sorprende —dijo él, con voz queda. Estiró la mano y capturó un rizo que se había soltado de sus trenzas—. ¿Tu cabello sigue igual?
Ella resopló.
—Sí, en su mayoría.
—Es como tú —dijo él, enroscando el rizo entre sus dedos, para que quede envuelto en la punta de su dedo—. Atado en su lugar, pero sigue siendo el mismo debajo.
Hermione lo miró fijo por un momento, y luego las lágrimas brotaron de sus ojos. Los ojos de Draco se agrandaron.
—Por todos los cielos, Granger —dijo él apresuradamente—. No llores de nuevo.
—Lo siento —dijo ella, retirando su mano para secarse las lágrimas. Sentía frío.
Cuando ella volvió a mirarlo, su expresión era pensativa.
Nunca antes lo había visto tan expresivo. Todo se había sentido como una fachada hasta ese momento. Con sólo los más breves destellos de algo real que se asomaban ocasionalmente.
Al estar sentados ahí, casi podía pensar que estaba viendo al verdadero él.
Y se veía…
Triste.
Solitario.
Quizá incluso con el corazón roto.
—Te dije que lloraría si me emborrachaba —dijo ella.
—Lo sé, no importa. Sólo no quiero ser la razón por la que llores esta noche —dijo él, apartando la mirada de ella y sacando la mano de su cabello.
Ella tomó otro sorbo de whisky de fuego y luego se lo ofreció. Quedaba menos de un cuarto de la botella.
Él la tomó y miró en torno a la habitación. Su expresión se volvió amarga. El aire a su alrededor se enfrió abruptamente.
Hermione reconoció el cambio. Era como ella con el llanto. Algo le había pasado. Se había dado cuenta de algo. El alcohol había debilitado sus muros de oclumancia y no podía evitar sentirlo.
Callado. Enojado. Justo como había dicho.
Sin pensarlo, ella se estiró y lo tomo de la mano que tenía más cerca. Su mano izquierda.
Él la miró. Ella le volteó la mano dentro de las suyas y pasó los pulgares sobre su palma. Aplanándola. Podía sentir los más mínimos temblores de los cruciatus todavía en él.
—¿Cuándo te volviste ambidiestro? —preguntó ella.
Él la miró a los ojos y ella pudo ver su sorpresa.
—¿Cuándo te diste cuenta? —preguntó él después de un momento.
—La funda de tu varita está en tu brazo derecho, pero siempre has usado tu mano derecha cuando te bates en duelo conmigo —dijo ella—. Y tienes las mismas callosidades de la varita en ambas manos. Lo noté el primer día que trabajé en las runas.
—Qué inteligente —dijo él.
Hermione sonrió.
—¿Te das cuenta de eso ahora?
Él resopló.
—Humilde también —añadió secamente.
Ella sacó su varita y murmuró los hechizos mientras pasaba la punta a través de su mano. Tratando de aliviar hasta el último de los temblores.
—No tienes que seguir sanándome, Granger —dijo él después de un momento. Ella se sintió enrojecer bajo su mirada.
—Hermione —ella le recordó—. Te veías triste. No sabía si… querrías un abrazo de mi parte. Así que pensé en esto; pensé que sanarte sería al menos algo que querrías.
Él guardó silencio, y ella continuó masajeándole la mano. Pasando los dedos una y otra vez por los de él. Tenía dedos largos y delgados.
—¿Y si quisiera algo más? —preguntó él. Su voz era baja, pero había una alusión directa en la pregunta.
Sus manos se detuvieron y levantó la mirada para verlo. Se sentía como si todo el oxígeno de la habitación hubiera desaparecido repente. Su ritmo cardíaco se triplicó y su pecho se sintió abruptamente vacío.
—¿Qué es lo que quieres? —preguntó ella con cautela. Le estudió el rostro. Sus ojos estaban oscuros, pero su expresión era relajada. Curioso. Su cabello había caído sobre su frente, suavizando sus angulosos rasgos. Se veía joven.
—¿Te soltarías el cabello? Quiero verlo.
Ella parpadeó.
—¿En serio? —preguntó, mirándolo con incredulidad.
Él sólo asintió brevemente.
Lentamente, alcanzó los pasadores y se los quitó. Las trenzas cayeron, jaló de las ligas para quitarlas y comenzó a pasar los dedos despacio por cada lado para destrenzarlo. Cuando llegó a la parte superior de la cabeza, arrastró los dedos una vez más por su cabello y dejó caer las manos en su regazo.
—Ahí está, mi melena.
Él la miró en silencio por varios segundos.
—No me había dado cuenta de que era tan largo.
—El peso lo hace más manejable —dijo ella, mirando alrededor, no estando muy segura de a dónde mirar. Reunió los pasadores en sus manos y los guardó en su bolsillo. La punta de un largo rizo le rozó la muñeca y se sobresaltó un poco.
Ya no estaba acostumbrada a usar el cabello suelto. Normalmente, sólo lo soltaba el tiempo suficiente para ducharse y luego lo volvía a trenzar antes de que se secara. Casi se sentía como en la época Victoriana, como si tener el pelo suelto revelara algo profundamente íntimo sobre sí misma.
Draco se inclinó hacia delante y entrelazó los dedos por su cabello a la altura de su sien. Su expresión seguía siendo de curiosidad. Ella tembló y contuvo el aliento cuando sintió que él deslizaba los dedos hacia abajo hasta su cintura.
—Es más suave de lo que creía —dijo él. Sus ojos llenos de fascinación. Nunca había tenido nadie que se interesara en su cabello. Toda la situación salía más allá de su zona de confort y no tenía ni idea de lo que se suponía que tenía que decir o hacer.
Ella lo contempló y se dio cuenta de que, de alguna forma, su mirada se había vuelto algo aturdida. Estaba realmente muy ebrio.
De pronto, su rostro estaba aún más cerca. Sólo a centímetros del de ella. Él deslizó la mano por su cuello y la enredó en los rizos de su nuca. Era tan…
Vulnerable.
Íntimo.
Sensual.
Él ya no estaba mirando su cabello. Tenía la mirada en su rostro. En su boca.
Estaban tan cerca.
—Si no quieres que te bese, deberías decirlo ahora —dijo.
Sintió el aliento de cada palabra contra sus labios.
Todo se sentía surrealista, como un sueño: borroso y lleno de sensaciones.
Podía sentir el peso de su vida cayendo sobre ella, aplastándola hasta que apenas podía respirar por ello. Hasta que apenas y podía respirar por la soledad.
Pero también podía sentir la mano de Draco en su cabello. Era más amable de lo que había pensado que podía ser. Cálido al tocarlo. Hermoso. Tan cerca que podía sentir su respiración.
La estaba mirando como si realmente la viera.
Y estaba pidiendo permiso.
Si no hubiera hablado con Harry esa noche. Si no hubiera estado tan ebria. Si no estuviera tan sola. Si la revelación de la noche no hubiera sido que Draco Malfoy era en realidad agradable cuando se emborrachaba, podría haber hecho algo diferente.
Pero no lo hizo.
Lo besó.
Un beso de verdad.
El sabor del whisky de fuego estaba en los labios de ambos.
Tan pronto como sus bocas se tocaron, Draco tomó el control. Como si ella hubiera liberado algo dentro de él. Tensó la mano que estaba en su cabello, y la atrajo hacia él, colocándola en su regazo.
Ella posó las manos en sus hombros mientras que él profundizaba el beso. Él usó el agarre que tenía en su cabello para inclinar su cuello hacia atrás y deslizar la otra mano por su garganta. Pasó los dedos sobre su piel, a lo largo de su clavícula y hombros, por la curva de su garganta, como si estuviera midiéndola.
Ella recorrió con una mano su mandíbula y su cabello. Por un momento, él presionó su rostro contra su palma mientras le rozaba el pómulo.
Estaba tan hambriento de contacto.
Él delineó su cuerpo y ella se inclinaba ante el contacto como un gato. No se había dado cuenta de lo mucho que había anhelado ser tocada.
Que también estaba hambrienta de eso.
Deslizó una mano a lo largo del dobladillo de su blusa, rozando la piel de su abdomen antes de recorrerla lentamente por debajo de su ropa y extender la mano por su espalda baja. Sosteniéndola contra su estómago, para que así ella tuviera que arquear la espalda para seguir besándolo.
Los besos eran lentos. Curiosos. Él utilizaba el agarre que tenía en su cabello para controlar el ritmo mientras la besaba lentamente. Rozando ligeramente su boca contra la de ella, para que ella se estremeciera antes de que la mordiera suavemente. Luego, con la punta de la lengua acariciaba su labio inferior. Ella jadeó, y cuando abrió boca, él profundizó el beso, deslizando su lengua contra la de ella.
Él sabía a hielo, a whisky de fuego y a pecado.
Ella le pasaba las manos por los hombros, sintiéndolo. Duro y pálido como el mármol, pero cálido. Era tan cálido al tocarlo. Enredó los dedos en su cabello y le dio un suave tirón, arqueándose contra él al tiempo que él le acariciaba su cintura y ella temblaba. Una tensión había comenzado a acumularse dentro de ella.
Ella nunca había…
Una voz en el fondo de su mente le recordó cruelmente que se suponía que no debía hacer nada de esto Dio un leve respingo, como si el pensamiento la hubiera golpeado físicamente.
Draco utilizó el agarre que tenía en su cabello para inclinar su cabeza hacia atrás y exponer su cuello. Abandonando sus labios, para besarla alrededor de su mandíbula y a lo largo de su garganta, hasta que gimió y se aferró a él.
Ella quería hacerlo.
No sabía cómo no querer hacerlo.
Ella acunó su rostro entre sus manos y atrajo su boca de vuelta a la de ella. Apretando esos labios contra los suyos ferozmente, lo envolvió entre sus brazos, intentando sentirlo todo.
Sus torsos estaban presionados uno contra el otro, y no estaba segura de si estaba sintiendo su corazón o el de él. Tal vez tenían el mismo ritmo.
Estaba tan cansada de estar sola.
Estaba tan cansada de haber sido reducida a sus funciones: Sanadora, investigadora de las Artes Oscuras, maestra de pociones, intermediaria, herramienta, prostituta.
Como si se hubiera convertido en alguna de esas cosas porque lo hubiera querido.
Quería llorar, pero no podía. Simplemente besó a Draco con más fuerza y él lo recibió con el mismo fuego.
Sus manos vagaron más arriba de su blusa, palmeando sus pechos a través de su brasier. Él recorrió ligeramente con su pulgar la cima de ellos de modo que ella se estremeció y arqueó.
Podía oírlo respirar al tiempo que se apartaba de sus labios y comenzaba a dejar besos por su mandíbula, raspando ligeramente con sus dientes la curvatura del hueso.
Deslizó una mano bajo su brasier y rozó con el pulgar su pezón. Ella lo sintió endurecerse bajo su tacto y se encontró ansiándolo. Mordió su labio y gimió levemente cuando él lo volvió a hacer. Estaba aferrándose a sus hombros.
Él apartó el brasier y apretó su pecho desnudo. Su boca estaba caliente en la unión de su cuello y el hombro, y lo sintió succionar ligeramente su piel.
La mano de ella se deslizó por el hombro, sintiendo la leve sensación de sus cicatrices. Las acarició suavemente. Con los dedos de su otra mano, le recorrió el pecho, sintiendo todas la subidas y bajadas de sus músculos. Memorizando como se sentía. Él se presionó contra su mano.
Draco gimió contra su cuello. De placer, no dolor. La vibración del sonido retumbó por su propio pecho, más caliente que la quemazón del whisky de fuego.
Ella jadeó mientras él continuaba acariciando sus pechos, besando y succionando su hombro.
No sabía que podía sentir tantas cosas a la vez. Que todas las sensaciones se arremolinaban juntas y se amalgamaban en su cuerpo, convirtiéndose en algo que se sentía más grande que ella.
Se sentía inundada en sensaciones y emociones.
No sabía que sus manos y su aliento, sus labios y su lengua, su duro cuerpo contra el de ella, el roce de su cabello contra su piel podrían afectarla emocionalmente.
No tenía idea que escucharlo y sentirlo reaccionar a su toque y su cuerpo podrían afectarla más que nada.
No sabía que era así.
Nadie le había dicho. Nadie le había advertido.
No sabía que ella pudiera afectarlo. No había esperado que le agradara físicamente. Nunca se había mostrado interesado.
Escuálida. Así es como la había llamado después de verla desnuda, que había deseado haber pedido a alguien más.
Ella tembló.
Otro pensamiento indeseado vino a ella.
Ella podría ser cualquiera. Él simplemente estaba solo, querría a cualquiera que lo hubiera tocado.
Se le hizo un nudo en la garganta y no lo pudo tragar. Sus manos se paralizaron, y luchó por respirar sin llorar.
Draco lo notó. Levantó la cabeza de su hombro y contempló su expresión. Entonces sonrió con amargura, apartó las manos y le acomdó la ropa mientras la quitaba de su regazo.
—Deberías irte ahora —dijo él.
Su voz era fría. Dura. Hermética y directa de nuevo.
Su máscara había vuelto cuidadosamente a su lugar.
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NdT: ¿Alguien necesita una ducha fría? Cualquier cosa me avisan ;-)
Muchisimas gracias por sus comentarios, ya saben todo lo que significa para mi. Abrazo grande y cuídense.
*22 de enero de 2022*
