Disclaimer: Harry Potter es propiedad de J.K Rowling. Esta fantástica historia tampoco es de mi autoría, es una traducción AUTORIZADA del fic escrito por SenLinYu.

Traducción beteada por Paandreaback


Manacled

por SenLinYu

Capitulo 41

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Agosto de 2002

Hermione apretó los labios mientras miraba fijo a Draco, respirando entrecortadamente.

—Estoy demasiado borracha. No me puedo aparecer —dijo ella—. Te lo dije, soy de llorar. No puedo evitarlo. No sé cómo contener todo cuando estoy borracha.

Se tapó la boca con las manos y luchó por no echarse a llorar. Lágrimas salieron de sus ojos y se deslizaron sobre sus dedos.

Draco suspiró.

—¿Por qué lloras ahora? —preguntó él cuando ella seguía conteniendo las lágrimas.

—Porque me siento sola y te estoy besando, y ni siquiera crees que soy atractiva —admitió entre lágrimas.

Draco la miró por un momento y luego inclinó la cabeza hacia atrás y miró al techo durante un minuto completo.

—¿Por qué crees que te estaba besando? —preguntó él finalmente con voz tensa.

La comisura de los labios de Hermione se contrajo y apartó la mirada.

—Porque estoy aquí —dijo en voz baja.

—¿Por qué me besaste? —preguntó él, apartando la mirada del techo para mirarla.

Hermione contempló un nudo en el piso de madera y torció un rizo en sus manos.

—Porque me tratas como si fuera yo. Mis amigos me tratan como a una colega —dijo en tono amargo—. Harry y yo nos peleamos, y luego él se disculpó por insultarme profesionalmente. Como si eso fuera la parte que me dolió. De alguna manera… me haces recordar que a pesar de todo lo que me he convertido en esta guerra, la persona que era antes, en el fondo, todavía existe.

Se mordió el labio mientras trataba de no empezar a llorar de nuevo. Tomó la botella del suelo donde había sido abandonada en algún momento y bebió más del whisky de fuego restante. Quedaba menos de unos centímetros y tenía la esperanza de que si terminaba todo, la llevaría a un punto de embriaguez más allá de los sentimientos.

Malfoy apartó la mirada de ella y se echó hacia atrás, se tapó los ojos con el brazo. Cuando ella terminó la botella de Ogden, lo miró. Su brazo se había desplomado, demostrando que se había quedado dormido.

Ella lo miró durante mucho tiempo, estudiando sus rasgos de una manera que nunca se había permitido en el pasado. Luego, descubrió que sus propios párpados se estaban cerrando gradualmente. Debería... no podía pensar del todo, pero debería hacer algo. ¿Levantarse? ¿O quizás conjurar una cama en alguna parte? Su vista se oscureció y se quedó dormida sin dejar de mirarlo.

No sabía cuál de los dos se movió, pero a la mañana siguiente cuando se movieron un poco, estaban medio entrelazados. De alguna forma ninguno de los dos se había caído del pequeño sofá. Se habían desplomado y se habían quedado abrazados. Si Hermione no hubiera sentido su cabeza a punto de estallar, habría intentado retirarse rápidamente, pero en cambio se quedó atrapada debajo de Draco en un estado de horror atónito.

La expresión de él mostró un horror similar y casi pánico cuando pasó de estar dormido a despertarse abruptamente. Intentó de sacar su brazo de debajo de ella, y se tambalearon precariamente en el borde del sofá.

—Si me haces caer de este sofá, te vomitaré —Hermione le dijo de inmediato. Él se quedó quieto y se miraron.

—¿Alguna solución ingeniosa entonces, sabelotodo? —preguntó finalmente.

—Dame un minuto —dijo Hermione, sonrojándose profundamente y cerrando los ojos mientras trataba de pensar en una solución. Estaba determinada a ignorar a Draco que yacía encima de ella. Draco, quien estaba sin camisa. El aire en la habitación era frío, pero su piel estaba tibia, y su aliento que avanzaba sigilosamente contra su mejilla era caliente. Todo su cuerpo estaba duro y apretado cómodamente contra ella, el brazo debajo de su espalda hacía que ella se arqueara hacia él. Había algo perceptible y creciente presionado en su muslo cerca de su cadera y después de un momento de desconcierto, sintió que se sacudió levemente… ¡Oh Dios!

Ella no estaba pensando en eso. No había notado nada. Estaba pensando sólo en su resaca y en cómo desenredarse de Draco sin que ninguno de los dos se vomitara encima.

Draco estaba encima de ella con todo su peso, pero su brazo más cercano al borde del sofá estaba envuelto alrededor de su cintura hasta más allá de su codo. Cuando trató de sacarlo de debajo de ella, el peso combinado de ambos corría el riesgo de desestabilizarlos hasta el punto de hacerlos caer del sofá de dos plazas.

Si él pudiera liberar su otro brazo, podría agarrar el respaldo del sofá y liberarse. Pero cuando trató de mover su hombro, también resultó en un bamboleo.

Si él pudiera sacar las piernas del sofá primero, entonces podría arrodillarse en el suelo y liberarse fácilmente. Pero el proceso, Hermione sospechaba, resultaría en una gran fricción al nivel de la cintura.

—Creo que si muevo mi pierna izquierda… —comenzó a decir Draco.

—¡No lo hagas! —Hermione gritó, sintiendo que su rostro se enrojecía más.

—¡Mierda! Granger, no grites —dijo enojado, haciendo una mueca de dolor.

—Sólo… déjame pensar —dijo Hermione, deseando terriblemente haberse quedado dormida en el suelo.

—Jodidamente increíble —murmuró él en voz baja.

La irritación se encendió dentro de su pecho junto con la vergüenza por su situación actual.

—No me culpes. Anoche quería irme a casa. Tú eres quien bloqueó la puerta y exigió que bebiera contigo —dijo Hermione en un tono brusco.

—Estaba borracho. Por tu sugerencia como supuesto profesional médico, podría agregar. —Su expresión era desdeñosa.

—Me disculpo por recomendar una fuente de alivio del dolor mientras te curaba —dijo Hermione, mirándolo ferozmente—. Si mi ayuda es un inconveniente para ti, siempre puedes ir a otro lado.

—Ya tenía la intención de hacerlo —dijo él con frialdad.

Hermione contuvo la respiración con un dolor agudo, se puso rígida y luego se retorció bruscamente debajo de él, haciendo que él perdiera el equilibrio y se cayera del sofá y ella se incorporó rápidamente para evitar caerse con él.

Draco se golpeó la cabeza con un resonante crujido en el suelo de madera.

—Eres una maldita perra —dijo mientras se agarraba la cara.

Hermione lo miró con desdén mientras se levantaba.

—Sí, creo que eso está bastante bien establecido ahora —dijo, presionando sus labios en una línea tensa mientras agarraba su bolso y abría la puerta.

—Si tienes alguna información útil, deja un pergamino. Lo recogeré más tarde —dijo, atravesando la puerta y apareciendo antes de que él pudiera responder.

En el momento en que reapareció calle abajo del número 13 de Grimmauld Place, procedió a doblarse y vomitar en un arbusto. Después de haber desvanecido el desastre y limpiado su boca, rebuscó en su bolso y sacó el frasco de poción para aliviar la resaca que había recordado empacar para Draco la noche anterior.

Bebió la poción y su boca se torció levemente mientras se encontraba en la calle vacía y trató de no llorar mientras repasaba la noche anterior desde una perspectiva de sobriedad.

Había besado a Draco Malfoy. Más que besarlo. Lo besuqueó por voluntad propia.

Ella nunca había besado a nadie más que a Viktor Krum en cuarto año.

Pero eso no era lo que le molestaba.

Mientras estaba en la calle vacía, retorciendo la correa de su bolso, temió haber comprometido su misión. Draco se había entregado a ella. Le había pedido compañía y quiso besarla. Ella lo había arruinado al estar borracha y al sentirse vulnerable e insegura.

No estaba segura de si tener sexo con él habría sido la jugada correcta, pero no había saboteado su sesión de besos con ningún cálculo o estrategia de su parte. Ella se había resistido y él lo había visto.

Dispuesta. Él había sido específico al respecto. En el momento en que ella dudó, él la empujó a su lugar más allá de sus muros.

Ella ni siquiera había estado pensando en su misión. Él le había tocado el pelo y le había dicho que era encantadora. Había parecido estar triste por ella y le había hecho querer besarlo.

Si el alcohol no la hubiera vuelto tan insegura, probablemente habría tenido sexo con él. No sabía que ser tocada por alguien podría sentirse así de significativo. Que escucharlo gemir y reaccionar a su toque afectaría algo profundo en su interior.

Teóricamente entendía el sexo y las relaciones románticas. Pero en la práctica, se encontraba personalmente tan incapaz de entenderlo que sintió como si la hubieran arrojado a un profundo abismo marino.

Nunca había habido tiempo ni oportunidad para ningún tipo de relación. No cuando había estado entrenando en el extranjero. Ni cuando regresó. La mayoría de las personas de su edad ni siquiera tenían autorización para acceder a ella cuando trabajaba en investigación o pociones y las visitas se regulaban cuidadosamente en el hospital. Cuando la mayoría de los pacientes se recuperaron lo suficiente como para notarla, eran trasladados fuera del hospital a una sala de convalecientes o a un hospital de cuidados paliativos.

Simplemente, nunca había sido el momento.

Había observado a Ron y su ciclo de parejas y asumió que el sexo era impersonal. Sólo algo reconfortante y físico. Que era fácil estar con alguien y luego marcharse sin importarle si procedían a buscar a otra persona al día siguiente.

Había pensado que si alguna vez daba el paso con Malfoy, sería capaz de mostrarse indiferente. Que no tendría que ser personal si ella fuera lo suficientemente racional. Acostarse y pensar en Inglaterra (*). Las mujeres lo habían hecho durante cientos de años.

Se había equivocado.

Besar a Draco y ser tocada por él se había sentido como la cosa más personal que le había pasado. Había despertado un anhelo en algún lugar profundo de su ser. Mientras estaba sola en la calle, se encontró deseando volver a experimentarlo.

Se había sentido sagrado. No había sido algo estratégico o impersonal. Había sido ella recurriendo y besando a alguien que estaba interesado en ella. Quien se había sentido afín en la soledad. Alguien que entendía el mundo oscuro al que ella había descendido. Que no estaba enojado con ella por querer ganar la guerra a cualquier precio.

Quería que eso significara tanto para él como para ella. El conocimiento de que probablemente no era así, fracturó algo dentro de ella. Probablemente era como Ron. Probablemente era sólo algo físico.

El hecho de que no pudiera ser así para ella se sentía injustamente cruel. El hecho de que todavía lo anhelara de todos modos se sintió lo peor de todo.

Se sentía vacía. Se sentía traicionada física y emocionalmente por sí misma.

No quería volver a acercarse a Draco nunca más. Sentía que verlo le dolería todo el tiempo.

Mortífago. Asesino. Espía. Objetivo. Herramienta.

Sin embargo quería que él la tocara, que entrelazara los dedos en su cabello, que deslizara los manos a lo largo de su cuerpo y sentirlo jadear contra sus labios mientras ella le devolvía el beso.

Nunca antes había querido algo así y no sabía cómo ignorarlo ahora que existía. No sabía cómo hacer para que se detuviera. No era un anhelo en su mente que pudiera ocluir.

Era en algún lugar más profundo.

Pero no importaba. No importaba si no quería volver a verlo nunca más. No importaba cómo ella se sintiera. Nunca le había importado cómo ella se sentía. Las instrucciones seguirían siendo las mismas: mantén su interés, hazlo leal.

Se tragó el dejo amargo de la poción y su vómito, y regresó a Grimmauld Place.

—¡Maldita sea, Hermione! —dijo Ron mientras ella entraba por la puerta.

Estaba en la sala de estar con los desvelados.

Ella lo miró perpleja.

—¿Qué le pasó a tu cabello?

Ella alzó la mano y sintió que todo se enredaba a su alrededor.

—Zarzas —mintió rápidamente.

—Parece que perdiste una pelea con un kneazle —dijo Ron en un tono burlón.

Hermione asintió distraídamente.

—Había olvidado que era así —agregó Ron después de mirarla por otro minuto—. Es bonito la forma en que lo mantienes trenzado ahora.

Hermione le sonrió débilmente y sintió que su mandíbula temblaba levemente.

—Sí. Es mejor cuando lo tengo atado —dijo—. Apenas sé qué hacer con él cuando está así como ahora.

No quería hablar con nadie. En especial, no quería hablar de su cabello.

Se apresuró a subir las escaleras hasta un baño y se dio una ducha. Se frotó violentamente, tratando de borrar cualquier recuerdo físico de las manos de Draco. El agua estaba hirviendo y no se atrevió a cerrar el grifo. Cuando terminó de bañarse, siguió parada allí mientras pasaban los minutos, perdiendo el tiempo que no tenía.

No estaba llorando, se dijo a sí misma. Era sólo el rocío de la ducha, sólo era agua en su rostro.

Apenas se secó el cabello con una toalla antes de trenzarlo rápidamente en dos trenzas francesas tensas que enroscó en la nuca. Bien prolijo. No se veía ni un rizo suelto.

Estaba haciendo un inventario de pociones cuando Kingsley la encontró.

—Granger, te necesitan en El Refugio.

Hermione se paralizó por un momento antes de girarse y dibujar una runa en un cofre muy anodino que yacía en el suelo. Se abrió y sacó una pequeña bolsa de cuero. Levantó la solapa y realizó un rápido inventario visual.

—Estoy lista —dijo, tratando de sofocar los rápidos latidos de su corazón y la fría sensación de un nudo en el estómago.

Kingsley la condujo a través de Grimmauld Place y luego se aparecieron desde la puerta principal.

No se aparecieron en El Refugio. Hermione sabía que no lo harían.

Se pararon en la entrada de una cueva estrecha. Kingsley se acercó y tocó una gran roca junto a la entrada de la cueva.

El suelo a los pies de Hermione se arremolinó y apareció una escalera que descendía al suelo. Ella lo miró por un momento, presionando sus labios antes de comenzar a bajar.

Al pie de las escaleras estaba Gabrielle Delacour luciendo celestialmente hermosa.

—¡Eggmione, he atgapado a otgo! —anunció triunfante —No está maggcado, peggo cggeo que es impoggtante pogque está siendo muy difícil.

Gabrielle había sido recientemente reclutada por parte de la Resistencia británica. Era una de los pocos miembros de la Resistencia francesa que escapó a otras partes de Europa cuando Voldemort finalmente tomó el control de Francia. Todos sus amigos y compañeros de clase habían muerto por lo que había llegado con una enorme sed de venganza.

En lugar de incorporarla formalmente a la Resistencia británica o a la Orden, Kingsley había incluido a Gabrielle en su equipo de reconocimiento secreto, un equipo que incluso la mayoría de los miembros de la Orden ignoraban en gran medida.

Los reclutas de Kingsley estaban esparcidos por Europa recopilando información de inteligencia. En su mayoría eran agentes libres. Kingsley les dejaba instrucciones imprecisas y una gran libertad de acción con respecto a los medios que debían utilizar para extraer la información. Mientras la información fuera buena, no hacía ningún movimiento para frenar o cuestionar sus métodos.

Se suponía que ellos debían traer de vuelta a sus objetivos para que fueran encarcelados. Hermione era llamada para curarlos antes de que se pusieran en animación suspendida.

Gabrielle tenía un talento excepcional en la recopilación de información. Ella usaba su encanto veela y atrapaba a sus objetivos en algún lugar donde pudiera interrogarlos como quisiera. También tendía a traer mucha más información que prisioneros.

Hermione sospechaba que mataba a la mayoría de sus objetivos una vez que terminaba con ellos. Había un frío triunfo en los ojos de la francesa que hablaba del dolor tanto dado como recibido. La hermosa joven siempre vestía mangas largas y se cubría con cuidado desde el cuello para abajo.

Cuando Gabrielle traía a alguien de regreso, significaba que no había podido doblegarlo. En cuyo caso se resignaba a dejarlos a los métodos tradicionales de interrogatorio de Kingsley y Moody: legeremancia, veritaserum y presión psicológica.

Siempre que Kingsley llevaba a Hermione a la playa, nunca estaba segura de lo que la estaría esperando.

Ella se preparaba mentalmente.

Abrió la puerta y encontró a un joven sujeto en una silla. Pequeños charcos de sangre asentados en el suelo debajo de él.

Hermione respiró hondo, colocó su bolso de cuero sobre la mesa y lo abrió, sacando los suministros y colocándolos prolijamente sobre la superficie. Cuando tuvo todo en su lugar, se acercó y lanzó un diagnóstico.

Nada severo. Nada que pudiera matarlo. Muchas pequeñas lesiones en zonas con gran cantidad de nervios. Estaban concentrados en sus manos y, Hermione tragó saliva, genitales.

Estaba despierto pero ignoraba a Hermione, lo cual era normal.

El trabajo de Hermione era curarlo antes de que Kingsley lo interrogara. No era tanto una cortesía como un engranaje para girar mientras el prisionero se preocupaba por lo que estaba por venir.

De vez en cuando, el miedo era suficiente para que se quebraran mientras ella trabajaba y comenzaban a ofrecer su información a Hermione.

La primera vez que trajeron a Hermione y descubrió que la Orden permitía tácitamente la tortura, se enfureció. Había una diferencia, una profunda diferencia, entre usar las artes oscuras en defensa propia y torturar a alguien. Aceptar curar a esos prisioneros significaba que ella lo estaba permitiendo.

Kingsley no se inmutó ante su conciencia. No había nadie más con autorización dentro de la Orden que tuviera las habilidades para hacerlo. Si Hermione no los curaba, los prisioneros quedarían en cualquier condición en la que se encontraran cuando él los dosificara con filtro de muertos en vida, dejándolos mutilados en animación suspendida.

En repetidas ocasiones había intentado disuadir a Kingsley de que no diera tanta libertad a sus reclutas. Se ofreció a preparar más veritaserum. Él la miró fijamente y respondió que los miembros del equipo de reconocimiento no querían veritaserum, querían venganza. Al reclutarlos, simplemente lo estaba canalizando de la manera más eficiente posible. La Orden necesitaba espías que estuvieran dispuestos a hacer lo que fuera necesario; no podían enviar a personas que pudieran resistirse o reprimirse en un momento crucial.

Le recordó que necesitaban la información y que lo que les sucedía a los miembros de la Resistencia capturados por los mortífagos era peor. Como si Hermione necesitara que se lo recordaran, ella era la que había sanado lo que quedaba de esos prisioneros.

Pero se sentía como un monstruo cada vez que la traían para curar a alguien capturado por el equipo de reconocimiento y se preguntaba si al cooperar estaba permitiendo a futuras víctimas.

Incluso si fueran mortífagos, quererlos muertos en un campo de batalla era diferente a dejarlos ser torturados.

—Voy a arreglar primero tus manos —le dijo en voz baja al hombre.

Ella se arrodilló a su lado, luego colocó suavemente su mano debajo de la mano derecha de él y la levantó hacia la luz.

Con un rápido hechizo roció una poción analgésica y guió la niebla alrededor de los dedos y el pulgar. Se habían clavado agujas debajo de las uñas en repetidas ocasiones.

Cuando la piel absorbió la poción, ella tomó ligeramente la mano entre las suyas y comenzó a realizar los hechizos para reparar el daño tisular.

Había trabajado con tres dedos cuando él habló.

—Te conozco —dijo él, levantando la cabeza.

Ella levantó la vista. Le parecía vagamente familiar. Sólidamente corpulento. Cabello oscuro con barba incipiente. Tenía los brazos y las manos velludas.

—Eres la perra sangre sucia de Potter —dijo.

Hermione arqueó una ceja y continuó con el siguiente dedo.

—Ciertamente creciste —dijo él con una mirada lasciva—. Nunca hubiera pensado que un pelo rizado como tú terminaría luciendo así.

Hermione lo ignoró.

—Granger, ¿no es así? Tendré que decirles a todos que te vi. Pensamos que estabas muerta.

Se inclinó hacia adelante hasta que su rostro estuvo inquietantemente cerca del de Hermione.

—Voy a contarte un secreto, sangre sucia —murmuró—. Van a perder esta guerra y cuando lo hagan, voy a matar a la perra rubia que está ahí fuera tan lentamente que me lo suplicará.

Hermione continuó ignorándolo mientras cerraba las finas laceraciones que habían sido cortadas en sus palmas.

Terminó con su primera mano y luego comenzó con la segunda. Tenía pavor a la idea de terminar, pero finalmente no le quedaba trabajo por hacer en sus manos y ya no podía evitarlo.

—Necesitaré que te reclines, si quieres que sane lo que le han hecho a tus genitales —se obligó a decir con firmeza.

Sintió un frio en todo su cuerpo. Su estómago se retorció tan dolorosamente que se preguntó si alguna vez podría volver a digerir la comida.

Él se reclinó en la silla en la que estaba inmovilizado y abrió las rodillas. Su expresión era burlona, como si él fuera el que estaba en el poder.

Quería aturdirlo.

Se suponía que debía dejarlos conscientes cuando los sanara. Formaba parte de la psicología que empleaba Kingsley.

Ella movió su varita para realizar un hechizo para desabotonar, luego extendió la mano y abrió sus pantalones.

Gabrielle había utilizado algún tipo de hoja fina para grabar palabras en el eje de su pene. Hermione no podía leer el francés a través de las incisiones irregulares y la sangre. Tuvo un breve momento de gratitud porque no eran runas.

Luego se puso manos a la obra.

Estaba decidida a tratar de no tocarlo, lo que hizo que la varita funcionara de manera más elaborada. Ella desvaneció la sangre y lanzó un hechizo limpiador suave.

El joven gimió de dolor por primera vez. Luego extrajo la esencia de murtlap de un vial y lo aplicó mágicamente. Fue menos preciso y gentil, pero Hermione se negó a preocuparse.

Murmuró los encantamientos curativos necesarios y lanzó un segundo diagnóstico. Tenía mucho alcohol en su sistema. Probablemente era parte de cómo Gabrielle se había acercado a él. Sacó una poción de sobriedad y se la vertió en la garganta. Él reconoció la poción porque no luchó como ella esperaba.

Luego dio un paso atrás y lo evaluó.

Él la miró mientras ella metía la mano en su bolso, sacaba una poción para aliviar la resaca y se la ofrecía.

Después de tragarlo, le dijo con desprecio:

—¿Me estás curando para la segunda ronda? Y yo que pensaba que aquí todos eran de un alma generosa con una política de no matar.

Hermione esbozó una leve sonrisa que había aprendido de Malfoy.

—No te vamos a matar.

Luego giró sobre sus talones y salió. Cuando la puerta se cerró detrás de ella, se quedó un momento para calmarse.

Se sentía como una maldita perra.

Le había mentido a Malfoy la primera vez que estuvo borracha; no le quedaba ni una pizca de decencia. La guerra los había destrozado a todos.

Lo único que le quedaba era su determinación de salvar a Ron y Harry. Ganar la guerra.

Treparía sobre cuerpos torturados, se vendería a sí misma y arrancaría el corazón de Draco Malfoy si era necesario para lograrlo.

Cuando sus amigos estuvieran a salvo, se quedaría en silencio junto a Kingsley y Moody y se tragaría su condena sin un murmullo.

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(*) Acostarse y pensar en Inglaterra Es un dicho inglés muy popular, es como decir "hazlo por la patria"


*04 de febrero de 2022*