Disclaimer: Esta historia está inspirada, en parte, en el universo de Harry Potter de J.K Rowling. Salvo algún que otro personaje de mi invención, todos los ambientes, personajes, argumentos, hechizos y todo lo reconocible pertenece a la autora, yo solo los tomo los mezclo y agrego cosas.

* Este es un fic pensado para mayores de edad ya que la temática puede herir algunas susceptibilidades. Sugiero discreción ya que habrá escenas de violencia física y sexual. Leer bajo su propia responsabilidad y conciencia.

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Capitulo 24:

El frio en los pasillos de Azkaban calaba los huesos. Los dementores habían sido relegados al perímetro de la prisión pero Draco sentía como si estuviese caminando por un nido de aquellas cosas.

No sabía por qué seguía acudiendo a esos llamados. Nada bueno sucedía cuando lo hacía pero Lucius seguía siendo su padre. Su madre y él gozaban de plena libertad y aunque Narcissa le rogaba que no lo visitase, Draco aun no había encontrado la fuerza para negarse a hacer algo de lo que su padre demandase, por más que Lucius estuviese condenado a permanecer de por vida en la prisión.

El auror que marchaba frente a él susurró un hechizo para mantenerse caliente en aquel gélido lugar. Draco sintió envidia. Por seguridad se le prohibía llevar su varita hacia la sala de visitas y su abrigo no parecía hacer demasiado para protegerlo en aquel paramo congelado.

Jules Lawrence era auror en Azkaban desde hacía más de quince años. Él había sido uno de los pocos que había sobrevivido al ataque de los mortífagos que habían propiciado la fuga de prisioneros durante la última guerra. La cicatriz en su rostro y la prótesis de su brazo izquierdo atestiguaban cuan violento había sido el escape de los presidiarios aquella vez.

Siempre que el chico Malfoy venía a la isla, Jules se preguntaba por qué lo hacía. Sabía que el joven Draco no había sido nunca un buen muchacho pero no podía evitar pensar en su propio hijo cada vez que lo veía caminar cabizbajo y asustado por los pasillos de la lúgubre prisión. No es como si Marcus fuese igual a Draco en aspecto pero, dado que ambos tenían la misma edad, Jules veía a su hijo en aquel chico.

El auror Lawrence tenía un hijo varón de la misma edad de Draco y sabía que se arrancaría un brazo antes de hacerle o decirle lo que Lucius Malfoy le hacía o decía a su único hijo. Jules estaba convencido de que había personas que simplemente no deberían poder reproducirse. Pero el auror lo sabía, ser capaz de producir esperma que pudiese fecundar un ovulo no te hacia necesariamente un buen padre, solamente te hacia un idiota capaz de traer niños al mundo.

Más temprano habían trasladado a Lucius a la sala de visitas para que esperase a Draco, su hijo. Una estufa de hierro intentaba caldear el ambiente para que el visitante no sufriera en carne propia lo que guardias y reos soportaban cada invierno en Azkaban.

Desde que la guerra había terminado, la política de derechos humanos en la prisión había modificado bastante los protocolos. Ahora los reos podían recibir visitas asiduamente y no se los restringía completamente durante los encuentros con sus familiares. La nueva administración pensaba que los criminales también tenían derecho a poder abrazar libremente a sus seres queridos. Jules no estaba del todo de acuerdo. Había criminales que no deberían poder volver a ver la luz del sol. Era una pena que también se hubiese dejado de usar el beso del dementor.

Draco estaba nervioso. En realidad siempre lo estaba cuando debía enfrentar a su padre. Desde que tenía memoria se debatía entre el miedo, la admiración y algo de cariño porque, después de todo, Lucius Malfoy seguía siendo su progenitor.

Como cada vez que debía enfrentarse a él, sus piernas y voz comenzaron a temblar. No tenía idea de cómo haría para decirle que no había encontrado la forma de liberarlo. No había un solo abogado mágico que quisiera representar su caso. Solo le habían garantizado que no recibiría el beso. Lucius Malfoy definitivamente pudriría sus huesos en aquel sitio.

Jules intentaba darle calor a sus manos dándoles pequeñas bocanadas de aire caliente mientras hacía guardia justo afuera de la sala de visitas. Le encantaría poder estar cerca de la estufa que ardía adentro pero por regla general, él debía darle privacidad al reo y su acompañante.

Al chico solo le quedaban algunos minutos más para permanecer dentro de la sala. Jules estaba a punto de interrumpir para dar el aviso de los cinco minutos restantes cuando oyó un forcejeo y un espeluznante grito de dolor.

Dolor. Draco no recordaba un día en su vida en el que no hubiese estado sumido en un profundo mar de dolor. Fuego. Desde pequeño lo había odiado. El fuego había quemado sistemáticamente cada cosa que había adorado mientras crecía. Calor. Anhelaba el calor pero esto era simplemente demasiado. Presión en su espalda, aquello era lo más parecido a un abrazo que él le había dado en su vida. No llores, sé un hombre. No llames a tu madre, ella no te quiere.

- ¡AVADA KEDAVRA!

Libertad. El opresivo abrazo había terminado. Aire fresco y olor a carne quemada. Un murmullo y dolor. Mucho dolor. Gritos. Las lágrimas empañaban su vista y la sal de las mismas hacia arder la herida. Inconsciencia. ¿Estaba muerto al fin?, ¿Así se sentía la paz?

- muchacho, muchacho. ¿Estás bien? Contéstame, por Merlín. ¡AYUDA!, ¡traigan un medimago a la sala de visitas!, el hijo de puta quemó a su hijo...

Jules acunó al chiquillo e intentó mantenerlo consciente. Sus propias lágrimas amenazaban con salirse de sus oscuros ojos. Sabía que era un error dejar a Lucius sin restricción. Volvería a matarlo si pudiese.

-Resiste niño, la ayuda viene en camino y ese bastardo no puede volver a hacerte daño.

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Jane Granger era la única muggle que vivía en aquel pueblito mágico. Adoraba su nuevo vecindario, era como estar viviendo permanentemente en un hermoso cuento de hadas. Sus vecinos sabían que ella no era una bruja pero parecían aceptarla de igual forma. Vivir en Hogsmeade la hacía sentirse más cerca de su hija y de la memoria de Sirius.

Esa mañana había caminado despacio por la calle central y había comprado algunas flores en un puesto para adornar las mesas del café-librería. Sabía que Hermione siempre llegaba antes por la chimenea así que no tenía ningún apuro esa vez. La noche anterior ella había sido quien cerró la tienda y un mago vendedor de hierbas había sido quien amablemente la escoltó hacia su casa. Todos allí eran muy cordiales.

Cuando llegó al "Flor de Azahar, Café y librería", se sorprendió porque esta aun permanecía cerrada. Uno o dos clientes habituales estaban intentando ver por las ventanas para averiguar por qué nadie les había dado su café de la mañana.

Jane se disculpó con ellos y les dijo que el primer café iba por cuenta de la casa en cuanto abriese el local. Tomando las llaves de su cartera ella se dirigió a la puerta de la trastienda. Quizá su hija se había demorado un poco aquel día o estuviese adentro, a punto de abrir el local.

Al entrar al depósito las luces estaban apagadas y casi se cae al chocar con una insana cantidad de botellas de alcohol vacías. Ellas mantenían una pequeña reserva de bebidas alcohólicas para poder dar toques especiales a algunos de sus cafés más vendidos.

Al encender las luces un angustioso gemido de dolor se oyó detrás del sillón. ¿Qué sucedía allí? ¿Había intrusos en la tienda? Dado que Jane no tenia magia, ella se inclinó disimuladamente y tomó una de las botellas del suelo. Si el intruso la atacaba no quería estar desprotegida.

- ¡por Merlín, apaguen esa luz!

Draco no recordaba un dolor de cabeza tan fuerte como aquel. Al menos no uno que fuese debido a una resaca. Él realmente había bebido demasiado la noche anterior. En cuanto su cabeza dejase de palpitar él comenzaría a prometer que nunca, nunca, nunca más volvería a beber.

Tapaba sus ojos con uno de sus antebrazos y demoró bastante en darse cuenta de que unos rizos castaños hacían cosquillas a su mentón. Demoró bastante más tiempo en darse cuenta que estaba desnudo y que solo una manta lo cubría. ¿Qué había hecho la noche anterior?, ¿dónde estaba?, lo último que recordaba era comenzar a beber con Granger.

- ¿GRANGER?

Draco abrió los ojos de golpe y cayó del sofá debido al brusco movimiento que realizó para deshacer el abrazo que lo mantenía unido a su esposa.

Jane decidió marcharse de la trastienda mientras reía a carcajadas y cerraba la puerta que daba al local para darles algo de privacidad. Era demasiado temprano para haber visto el trasero desnudo de su yerno y permanecer más tiempo allí.

El grito de Draco la despertó. Por Merlín, ¿estaban bajo ataque?, ¿Quién le había lanzado un cruciatus?... Por Cirse, ¿Quién le había sacado la ropa?

Cuando Hermione despertó por completo hubo un hilarante momento en el que ambos comenzaron a forcejear por quien se quedaba la manta y podía cubrir su desnudez. Definitivamente ninguno volvería a beber.

- ¿Qué me hiciste?

Draco la observó furioso aun sentado en el suelo y con ninguna prenda cerca como para cubrirse. Ella estaba asumiendo que él había hecho algo y quien se sentía ridículo estando desnudo y en el suelo era él. Por Merlín, ¡su suegra había visto su culo al aire! Por suerte él había alzado el glamur antes de despertar por completo. A fuerza de costumbre él podía conjurar un glamur que escondiera sus cicatrices aun antes de estar completamente consciente.

- ¿Qué que te hice, Granger? te recuerdo que fuiste tu la que me embriagó.

- yo solo te di un trago para que no te sintieses mal… ¿por qué estoy desnuda? Por Morgana, tu, yo… dime que no.

Draco intentó forzar su mente a través de la bruma del alcohol pero todo era un mar de oscura confusión etílica. Él en realidad no tenía idea de lo que había hecho después de desaparecer de la casa de su tía Andrómeda.

Tenía la intención de comenzar a discutir con ella cuando la vio saltar del sofá envuelta en la manta y correr al baño. Draco quería reír pero el dolor de cabeza se hacía más fuerte cuando hacia movimientos bruscos o movía los músculos de su rostro.

Podía oír a Hermione en el baño. Se burlaría de ella por estar devolviendo todo lo que había bebido la noche anterior pero él estaba desnudo, con resaca y su suegra había visto su blanco trasero. No era el indicado para burlarse de nadie.

Despacio comenzó a buscar su ropa. ¿Cómo carajos sus pantalones habían terminado sobre una repisa?, ¿Porqué su camisa estaba bajo el sofá?, ¿Qué era eso?, mmm nop. Eso no era suyo. Era bonito y de encaje, definitivamente no era suyo.

Cuando estuvo lo suficientemente decente, Draco ingresó al baño y sostuvo el cabello de Hermione. Por alguna razón él no tenía problemas de estar cerca de ella cuando estaba enferma. Estaban casados, había permanecido a su lado mientras estaba en San Mungo luego de que perdieran a Scorpius y había presenciado las nauseas matutinas que ella tuvo al principio del embarazo. Verla vomitar no era algo que le causase demasiada impresión.

- déjalo salir. Eso es. ¿Te sientes mejor?

Draco jaló la cadena del inodoro, ayudó a Hermione a llegar hasta el lavabo y mojó su rostro. Él también se sentía fatal pero estaba acostumbrado a soportar el malestar.

- no. ¿Por qué se me parte la cabeza?

- es normal. ¿Nunca habías tenido una resaca épica?

Hermione solo lo miró y se deshizo de sus brazos para girarse y volver a vomitar. Aquello era una imagen asquerosa se dijo a si misma pero no tenía tiempo para sentirse mortificada.

Cinco minutos después ella se sentía lo suficientemente bien como para volver al depósito. Estaba débil y Draco la había acompañado temiendo que se cayese al tropezar con la manta o algo. No parecía que Granger tuviese práctica en soportar una resaca de aquel tipo.

Despacio, porque su cabeza también dolía a horrores, Draco fue buscando las prendas que debían pertenecer a Hermione. Sabía que aquella cosita de encaje tenía que pertenecerle y fue lo primero que le dio. Ella estaba pálida pero a través de su mal aspecto tuvo la oportunidad de ponerse colorada por la vergüenza.

El sostén fue lo siguiente que encontró. No recordaba haber visto una mujer que usase uno de aquellos. Las snitches doradas le daban el toque.

Luego encontró su falda y la blusa. La falda había estado dentro del armario donde solían estar las bebidas antes de que ellos lo atacasen y la blusa había caído al suelo luego de que Jane la desenganchase del picaporte de la puerta que daba al café.

Draco podría haber hecho todo aquello con magia, un simple accio hubiese bastado. Si tan solo él lograra recordar donde estaba su varita, y si no le doliese tanto el cráneo como para pensar con mayor claridad, seguramente lo hubiese hecho.

- vamos a la mansión. Allí hay poción para la resaca y podrás descansar.

Hermione aun no había juntado la fuerza suficiente para volver a moverse y se sentía demasiado mortificada como para comenzar a vestirse delante de Draco, por más que fuese su esposo y que todo apuntase a que ellos habían tenido una alocada noche.

- iré a decirle a tu madre que nos vamos.

Él en realidad tenía ganas de esconderse bajo una roca por los próximos veinte o treinta años pero sabía que si se marchaban sin avisar, su suegra se preocuparía. Draco ya había sido humillado muchas veces, humillarse a sí mismo para avisar que su esposa y él se irían a casa no podía ser tan malo. Además Hermione parecía tímida en ese momento. Darle un poco de privacidad era lo correcto.

Jane trajinaba entre las mesas llevando y trayendo tazas de humeante café o té, dependiendo del cliente. Su suegra tenía cerca de cuarenta y tres años pero aun se veía lo suficientemente joven como para ser considerada una mujer bonita. Los magos del salón le hacían cumplidos mientras ella les sonreía dulcemente. Sonrisa que sin dudas Hermione había heredado.

Draco permaneció tras el mostrador esperando a que Jane lo viese. Cuando ella caminó hasta él, deseó que un agujero se abriese bajo sus pies. Se supone que bajo ningún punto de vista debería haberle dado un vistazo de su trasero a su suegra.

- Jane, Hermione no se siente bien. Iremos a la mansión para que descanse y beba alguna poción para la resaca.

- está bien, Draco. No se preocupen.

Draco asintió y estaba por marcharse cuando ella tomó su brazo.

- Cuídala. Eres un hechicero poderoso, pero yo soy su madre y no tienes idea de lo que puedo hacer.

Tragó grueso. Esa era la primera vez que Jane le hablaba de esa forma. Generalmente ella era gentil con él. Por alguna razón Draco supo que, cuando Jane le decía que cuide a su hija, no se refería al hecho de que Hermione estuviese descompuesta por haber bebido de más.

- se sentirá mejor luego de descansar, señora Granger.

- sabes a lo que me refiero muchacho. Lastima a mi bebé y no habrá un sitio donde puedas mantenerte realmente a salvo de mí. ¿Lo entiendes?

Jane lo soltó y se marchó sonriendo hacia un cliente que había estado intentando llamar su atención para que le cobrase por su consumición en el bar.

Ok, su suegra era aterradora cuando lo deseaba. Quizá fuera mejor llevarse a Hermione y mantenerse alejado de Jane por un tiempo. Una o dos décadas quizá fuera suficiente.

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N.a: capitulo cortito. No tuve mucho tiempo de escribir esta semana. Espero que más adelante pueda hacer capítulos más largo o publicar más seguido. Gracias por el apoyo y todos los review, los leo y me encantan. Como siempre espero sus opiniones sobre lo que sucedió. ¡HASTA LA PROXIMA!