Sen vio el mapa frente a ella e intentó buscar en él las aldeas ninjas más cercanas. Los hombres a su alrededor discutían y movían figuras dentro de él marcando posiciones estratégicas. Uno de ellos se detuvo antes de posicionar varios caballos cerca de un río.
"Señor, no creo que ella deba estar aquí escuchando nuestros siguientes planes"
"¿La prefieres fuera donde pueda detener el tiempo y asesinarnos?" El daimyo levantó la cadena y con ella la mano de Sen elevandola por encima de su cabeza. "Esta es mi mejor idea hasta ahora."
Ella giró su cabeza a otro lado para evitar aquellas miradas que solo la hacían sentir humillada.
"En todo caso señor, sería mejor si ella no escuchara información tan delicada…"
Antes de que pudiera continuar, el señor del rayo golpeó la mesa haciendo a todos saltar. "¡Si alguien tiene miedo a una mujer encadenada puede salir por esa puerta!"
Sen apretó los ojos y cubrió sus oídos con ambas manos intentando bloquear los gritos.
Sintió algunos pasos y para su sorpresa al abrir los ojos vio cómo algunos hombres se habían retirado de la estancia, estaba claro que el hombre a su lado no contaba con el aprecio de todos. No pudo evitar compararlo con su padre a quien todos respetaban, aunque probablemente eso había cambiado luego de su intento de golpe de estado. Necesitarian de muchas alianzas y muestras de buena fé para volver a la gracia de los demás señores feudales, eso o una tragedia lo suficientemente grande como para que olvidaran su ambición.
Sen contempló por largo tiempo el abrecartas frente a ella, brillaba con los reflejos de las lámparas que iluminaban la sala y sintió que los destellos la llamaban. Pasó sus ojos y vio a todos con la vista sobre el mapa, lejos del filoso utensilio. Estiró su mano con suavidad y antes de que el Daimyo pudiese girarse, abrazó el filo contra su mejilla.
Su esposo la levantó tan abruptamente por los hombros que el cuchillo cayó clavándose en el tatami a sus pies. La sangre corría escandalosamente por su mejilla, bajando por su cuello y empapando el kimono.
"¡¿Qué has hecho?!"
Se vió rodeada de voces que intentaban hacer algo para detener la hemorragia.
"Ya estoy aquí mi señor." Sen levantó la vista y todos se apartaron cuando el médico llegó. "Tranquila, solo es una pequeña cortada."
Ella sabía que no lo era, había empujado el abrecartas hasta sentir que su mejilla se abría, le sorprendió a sí misma el hecho de no estar gritando desesperada de dolor. Sentía el ardor del aire golpeando en la herida abierta, pero no tenía miedo.
El médico sacó vendas de algodón y comenzó a limpiar la herida cuidadosamente. "Por favor sostenga esto contra su mejilla." Sen tomó el pañuelo que le entregó y siguió sus indicaciones. "Ahora voy a poner algo para evitar una infección."
Ella sabía que hablaba con el daimyo aunque sus ojos no se desprendían de su trabajo. Estaba reportándole cada paso que daba y temblaba mientras lo hacía. Desvió su mirada hacía él y vio a su esposo sudando con los ojos abiertos y con la cara tan pálida que pensó que se desmayaría.
"¿Qué ocurre mi señor?" Se incorporó recostando su espalda contra la pared mientras el médico seguía preparando el ungüento. "Parece como si nunca me hubiese visto sangrar…"
"¡Eres una víbora!" Justo cuando se acercó peligrosamente hacia ella, el médico lo bloqueó con su cuerpo para aplicar el ungüento
"Este ungüento no dejará que la herida se infecte." Lo aplicó con tanta suavidad que Sen apenas lo sintió, al finalizar cubrió la herida con una venda y la miró por un par de segundos antes de levantarse.
"Mi señor, la herida debe ser curada a diario y tratada en cuanto cicatrice para evitar que deje una marca."
El daimyo lo apartó con brusquedad y jalo de la cadena de Sen haciéndola levantar.
"Imagino que pretendes tocar a mi mujer a diario."
"Si lo prefiere puedo dar indicaciones a una de las criadas para que se encargue." El médico frunció el ceño y bajó la vista ocultando sus frustración. "Creo que lo más importante es la salud de mis pacientes."
"Que así sea…" siguió jalando de la cadena arrastrandola por los pasillos de la mansión hasta que ambos desaparecieron de la vista del médico.
*
Katsu se negaba a mirarlo, tenía el rostro dirigido a la pared y la barbilla en paralelo a su hombro, parecía casi una estatua. Llevaban casi media hora en esa actitud mientras esperaban que llegara el daimyo del país del fuego. Kakashi acababa de llegar y aunque no podía decir que lo habían recibido mal, en otras ocasiones había sido mejor recibido.
La puerta corrediza se abrió y Katsu se giró hacia su padre para hacer una solemne reverencia. El jonin hizo lo propio.
"Bien… me ha dicho lady Tsunade que te unirás a la misión de rescate." Le indicó con la mano que podía sentarse.
"Así es…" pensar que estaba en frente de quienes pudieron haber sido su suegro y cuñado le hacía sentir aún más incómodo.
"Antes que nada me gustaría saber exactamente cómo fue que Konoha perdió a mi hija." Ya lo había escuchado de la hokage pero necesitaba escucharlo de él.
"Todo ha sido mi culpa. He hecho algo imperdonable." Sostuvo la mirada del daimyo todo el tiempo mientras confesaba. "Usted ya debe saber para este momento que su hija y yo nos amábamos…" Katsu bufó y dijo algo entre dientes que Kakashi no alcanzó a distinguir.
"Reconozco que fue un error, sin embargo no me arrepiento."
"Retírate un momento." Miró a su hijo y le indicó que saliera estirando su brazo a la puerta.
En cuanto su hijo salió adoptó una postura un poco más relajada.
"Continúa…"
"Sen salió de Konoha por su propia voluntad y en el camino cayó en manos de hombres al servicio del daimyo del rayo." El daimyo seguía observándolo con atención y por momentos pareció que ni siquiera parpadeaba.
"Es mi culpa que se haya marchado…" hizo una pausa y volvió a ver a Sen en su mente gritándole con desesperación. "Le dije que no quería casarme con ella y arrastrarla a una vida de angustia a la espera de mi regreso… misión tras misión."
"¿Qué tipo de relación pretendías tener con ella?" El lord acarició su rodilla mientras rebuscaba las siguientes palabras. "¿Esperabas que fuese tu amante?"
"Para ser honestos… Nunca había deseado casarme, pero debo admitir que en el fondo de mi corazón me emocionaba la idea de regresar a casa y ver a su hija esperándome." Ahí estaba, lo que no se atrevía a decir, lo dijo. Kakashi sintió que liberaba un peso de sus hombros y aunque nunca imaginó expresarse así frente a un daimyo, no tuvo ninguna duda de que eso era lo que su corazón deseaba decir.
"Sabes… mi hija no está acostumbrada a recibir afecto. Su madre nos dejó muy pronto y yo nunca pude ocuparme de ella directamente." La expresión del padre de Sen se suavizó y sus ojos vagaron un momento por el tatami, en busca de recuerdos.
Este pequeño vistazo a la vida de Sen puso algunas cosas en orden en la mente de Kakashi.
"No pasa un día en que no me culpe por lo que pasó."
Parecía que ambos compartían el mismo sentimiento.
"Recibimos una carta del país del rayo notificandonos de que la unión había sido consumada y que fue reconocida como la primera esposa por algunos lords menores…"
Kakashi apretó sus puños sobre sus rodillas y cerró su ojo visible intentando no imaginar lo que esas palabras significaban.
"Gracias por lo que has hecho por ella Kakashi… por intentar darle una vida normal." Le indicó con su mano que podía levantarse y el ninja le obedeció. "Quiero enmendar de alguna manera el daño que le he hecho, ayúdanos a traerla de vuelta."
"Tiene mi palabra de que no regresaré a Konoha hasta encontrarla."
