En las calles de Royal Woods, caminaba un tipo de polera metalera, lentes de sol baratos y gorro negro, además de una mascarilla quirúrgica por cierto virus que deambulaba en el ambiente. Era una persona que provenía de afuera, un extranjero que sentía nervios por llegar a una casa en particular. La familia a la que iba a visitar gozaba de relativa fama en televisión y él era un ferviente fanático que tuvo la fortuna de trabajar con uno de sus miembros y, por invitación del último, iba con sentimientos encontrados a la casa.
—A ver… —dijo aquel—, avenida Franklin 1216… ¡La encontré!
No le costó nada reconocer la casa, la veía tanto en televisión que hasta ingresó al jardín. Ya en la entrada, tocó la puerta con las coyunturas de su mano derecha. En ello, salió un brazo electrónico desde arriba, que sostenía una cámara de tecnología avanzada y redonda con forma de ojo, la cual posó frente a la cara de aquel visitante.
—Identifíquese —dijo una voz electrónica femenina, con voz seseante.
—Eh, ¿Lisa? —dijo el visitante, quien reconoció aquella voz.
—Analizando datos. Acceso denegado, puede retirarse, señor Lisa.
—¿Eh? ¡No, no! ¡Mi nombre es Lector-Z y vengo por invitación de Lucy Loud!
—Mmm, fascinante. Analizando datos. Manténgase frente a la puerta para escanearlo y permitir el acceso.
Del lado derecho de la puerta salió otro brazo electrónico con un termómetro infrarrojo, le tomó la temperatura en la frente del de aspecto metalero y marcó una cifra dentro del rango normal. Dicho brazo se guardó y de la izquierda de la puerta salieron otros 2 brazos electrónicos con manguerillas en la punta, las cuales rociaron desinfectante por todo el cuerpo por un par de segundos.
—¡Oigan! Podrían avisar, casi me cae en los ojos.
Una vez los brazos electrónicos se guardaron, la puerta fue abierta por una mujer de cabello rubio y labios pintados, quien miraba escéptica al invitado de su hija oscura. No obstante, lo invitó por cortesía, mediante un gesto con su mano.
—Puedes quitarte la mascarilla, si quieres —respondió la madre Loud, llamada Rita.
—Con permiso, señora Loud… —dijo Lector-Z, mientras obedecía a la anfitriona y tratando de evitar su exaltación.
En ese momento, su estado de ánimo se elevó al ver una casa modesta pero con gran significado, porque se trataba de un logar en el que siempre quiso estar aunque fuese por un momento: la casa Loud. Lector-Z miraba feliz a cada miembro de la familia haciendo sus propias actividades, justo como lo veía a través de la serie que tanto le encantaba ver. Se sentía como un niño dentro de una juguetería.
Los ojos del metalero se fijaron en la chica oscura que lo invitó, quien estaba con Haiku, leyendo juntas novelas de vampiros contra hombres lobo adolescentes. No aguantó la emoción de verlas de nuevo.
—¡Lucy, Haiku! —dijo Lector-Z, atrayendo la atención de toda la familia—. ¡No saben cuánto las extrañaba!
—Llegaste, Lector —le respondió la niña oscura.
—Sí, Cuando recibí su mensaje, vine lo más pronto que pude.
—Y tenemos todo preparado para hoy —dijo Haiku.
En ello, Lincoln se ganó frente a Lector-Z, mientras el último intentaba contener su júbilo con tal de mantener la compostura.
—Entonces —dijo el peliblanco, con una sonrisa— ¿tú eres el Lector-Z que trabaja en internet?
—¡Así es, para servirte y para servirles a todos ustedes, familia Loud! —dijo girando su cabeza de lado a lado.
Dicho eso, la cara del metalero recibió una inesperada cachetada, cortesía de Lori. Ésta lo miraba enfadada, al igual que las hermanas. Lincoln y sus padres se sorprendieron
—¡Auch! —dijo mientras ponía su manos en la mejilla afectada.
—¿Tu eres uno de ellos? —preguntó Lori con hostilidad.
—Eh… No entiendo.
—¡No te hagas! —dijo Lola—. ¡De seguro eres como los otros fans que llegan a esta casa!
—Los que publican dibujos obscenos—dijo Luna.
—Las animaciones inapropiadas para los niños —dijo Lana.
—Deténganse, familia —dijo Lucy, tratando de imponer su débil voz para ayudar a su amigo.
—Las historias en donde nosotros hacemos… —dijo Lynn, apretando sus puños en espera de golpear al visitante en caso de ser necesario—. ¡Ay, ya sabes de lo que hablan siempre!
—¿Qué es lo que hablan siempre? —dijo Leni, quien ignoraba lo que pasaba en internet.
—Mejor que no lo sepas, Leni —dijo Luan.
—Pero yo quiero saber —insistió Leni.
Lori dio un paso al frente de Lector-Z y el último, por completo intimidado, dio un paso atrás. La hermana mayor levantó su dedo índice a la altura de la nariz del acusado:
—Me sorprende que Lucy colabore con un degenerado que hace esas cosas de regla 43 o como sea que le llames.
Al ver que nadie la escuchaba, Lucy se interpuso entre Lector-Z y su hermana mayor, Haiku la acompañó.
—Déjalo tranquilo, Lori—dijo Lucy—. No es la primera vez que hablamos con gente de internet. Además, Lector-Z puede ser muchas cosas, pero en todo el tiempo que hemos trabajado, no ha escrito esa clase de contenido.
Gracias al apoyo de las chicas oscuras, Lector-Z tomó valor y se acercó para defenderse.
—Con todo el respeto que mereces, Lori, la regla de la que hablan es la 34, porque la regla 43 dice claramente: «Cuanto más bonita y pura es una cosa, más divertido es corromperla y transformarla en algo sucio»… y ahora que lo pienso, se parecen mucho. Menos mal que las reglas de internet solo sirven para los memes.
—Lector… —dijo Haiku, a modo de advertirle que estaba arruinando su primera impresión.
—Además, soy solo uno entre miles de fans, los cuales en su mayoría suben ese tipo de contenido. Como dijo Lucy, no me cuento entre ellos. De hecho, hasta siento pena porque al buscar su serie en internet, no falta la regla 34 entre los primeros resultados. Y como no quiero que mis amigos se burlen de mí por ver esas cosas, pues no lo hago.
—Y que lo digas… —contestó Lucy, atrayendo las miradas de su familia.
—Lo peor de todo es que culpan a los fans de que The Loud House esté en decadencia, cuando en verdad, la serie misma se sobreexplotó hasta quedar en el suelo. Una pena, porque se mostraba muy interesante en sus primeras temporadas.
—En eso tienes razón —dijo el padre Loud.
Mientras hablaban, apareció Lisa con un notebook.
—Dice la verdad. Investigué su participación con Lucy y sus perfiles de autor, está relativamente limpio, aunque tengo mis dudas.
Al decir eso, las hermanas ya miraban a Lector-Z con mayor empatía.
—No soy exigente —dijo Lola—, supongo que lo dejaremos pasar esta vez.
—Entonces, bienvenido a la casa Loud —dijo Lana, sosteniendo a la serpiente El Diablo—. Si quieres conocer a todas nuestras mascotas, con gusto te las presento.
—¡Popó! —dijo Lily, sentada sobre el sillón frente al televisor.
—Entonces cocinaré algo para nuestro invitado —dijo Lynn Sr., el padre Loud.
La familia continuó con sus actividades normales, mientras el metalero, luego de exhalar aire por su boca, se sentó en el sillón junto a Lucy y Haiku. Sentía su cuerpo rígido por el sentimiento de estar en casa ajena, lo que acentuaba al tratarse de la casa de grandes celebridades.
—Saliste sin un rasguño, Lector-Z —dijo Haiku.
—Les agradaste —dijo Lucy.
—Uf, y menos mal que Lisa no revisó mi historial más «privado».
—¿Cómo? —dijo Lucy.
—¡Eeeeeeeeh!... ¡Lucy, tú y Haiku dijeron que ya tienen algo preparado para este especial!
—Eh… Claro.
—Si quieres, preparamos todo ahora y empezamos —agregó Haiku.
—Bacán. Empecemos al tiro.
Mientras preparaban sus utensilios, Lincoln se le acercó llamándoles la atención.
—Eh… Lucy, ¿no les molesta que eche un vistazo a lo que hacen? Me causa un poco de interés.
—Esto es algo entre nosotros 3 —dijo Lucy.
—¡Claro que puedes estar con nosotros, Lincoln!
—¿Lector? —preguntó Haiku con incredulidad.
—Siempre quise que tú y el resto de la familia Loud participase con nosotros, desde el Rincón de la Melancolía. Pero no se pudo porque Lucy no quería desvirtuar la sección de poesía de aquel entonces y, siendo sinceros, le encontré la razón.
—Entiendo —dijo el hermano—. Entonces no te molestará que estemos molestándote mientras hacen lo suyo, Lector-Z.
En ese instante, el usuario notó a toda la familia Loud mirando expectantes lo que hacía Lucy con sus amigos. Si bien, a las chicas oscuras les molestaba tanta intromisión, a Lector-Z le agradó tanto que emitió una inflexión aguda y aniñada, con una sonrisa, tanto así que todos lo miraron extrañados.
