SEDUCCIÓN

Los Pies de la Emperatriz

Estaba despierta, observando al hombre con el cual había dormido aquella noche, sonriendo con ternura al notarlo tan relajado, acomodándole un mechón de cabello castaño fuera de lugar y sonriendo. Si era sincera, cada vez que se había acostado con Guesta se había sentido completamente tranquila y a salvo, su joven concubino era como un pequeño cachorro; incapaz de parecerle una amenaza, pero completamente necesitado de su protección.

¿Porqué los demás no podían conformarse solo con dormir a su lado como Guesta?

-Son tus concubinos, están aquí para complacerte y darte hijos, ¿no?

Era cierto, le gustara o no, estuviera preparada para ser tocada por otros o no, la función de un amante era complacer al Emperador o, en este caso, a ella, lo que no entendía era porque la respuesta de su fiel acompañante había sido tan fría.

-¿Tienes algo en contra de que tenga concubinos?, ¿o solo te molesta que te cuente sobre esta preocupación en particular?

Sir Sonnaught no contestó de inmediato, su expresión antes sombría se había visto interrumpida por una sonrisa retorcida luego de mirarla un momento.

-No, si su Majestad quiere compartir sus inquietudes conmigo, está bien.

-¿Qué harías tú si fueras uno de ellos?, ¿te limitarías a dormir a mi lado como Guesta, o tratarías de hacer algo más como los otros?

-Yo… -Sonnaught pareció pensarlo un momento, completamente concentrado, sonrojándose apenas mirarla a ella, desviando su mirada al frente y deteniéndose, obligándola a detenerse también a medio camino en uno de los pasillos que conectaba diferentes partes del palacio-, yo me acostaría a tu lado, simularía estar dormir y luego me sentaría a verte dormir toda la noche, tal vez intentaría acomodar tu cabello o… besarte… Majestad.

Su respuesta la había sonrojado de un modo estúpido, luego decidió que la mujer de la que su hombre de confianza estaba enamorado era realmente afortunada, de modo que simplemente soltó una pequeña risa.

-Eres todo un romántico, Sonnaught.

-Su Majestad me hizo una pregunta, yo me limité a contestarla.

-¿Y?, ¿crees que deba… ceder un poco?

Lo notó sonrojarse un poco de nuevo, justo antes de que su semblante se volviera hosco y sombrío.

-Creo que su Majestad debe hacer lo que le plazca -fue la fría respuesta que recibió.

-Hacer lo que me plazca- Murmuró Latil, de pie frente al edificio de su harem, sus palabras tan bajas, que estaba segura de que su escolta no la había escuchado.

Si era sincera, se sentía un poco avergonzada, no solo no había consumado su unión con ninguno de los cinco hombres que vivían en su palacio, además de todo, se había sorprendido a sí misma pensando en su estúpido primer amor cada vez que alguno intentaba tocarla de modo alguno, ya fuera que la besaran en el cuello, las manos, o intentaran peinarla o arreglarla de modo alguno, su mente no dejaba de pensar en ese desgraciado de Hyacinth.

La cuestión ahora era, ¿qué deseaba hacer?, ¿con cuál de ellos?

Sabía que si deseaba descansar por completo, la habitación de Guesta era la ideal, su pequeño cachorro era tan tímido, que lo veía incapaz de intentar tomar la iniciativa de modo alguno, sin embargo, dormir solo con Guesta posiblemente aumentaría la aparente molestia que los demás tenían para con el joven noble.

Klein podía pasar de ser increíblemente meloso y dócil a demandante y berrinchudo.

Tasir parecía un traficante de drogas a punto de embaucarla en cada oportunidad, su sarcasmo o la forma descarada en que acostumbraba a leerla y la camaradería que compartían desde que descubriera que era un espía le evitaban mirarlo de modo romántico y más como un compañero de juerga.

Carlein era extraño, simple y sencillamente extraño. Su temperatura corporal era fría, su forma de expresarse era extraña, el extravagante tono blanco de su piel y lo claro de sus ojos le daban un aire fantasmagórico en ocasiones, además de esa extraña obsesión que el albino parecía tener con su cuello, el cual no paraba de oler a modo de saludo cada vez que lo veía.

Ranamun no dejaba de fruncir el ceño cada vez que ella se dirigía directo a la cama para acostarse a dormir. Si era muy sincera, dormir entre sus brazos era inusualmente reconfortante, pero esa mirada cargada de algo que cada vez se parecía más al rencor… luego recordó al sirviente de Ranamun comentarle a escondidas que, si algo no le había gustado, su amo podría estudiar más.

¿Estudiar más? ¿estudiar qué, exactamente? Era algo que todavía no lograba entender, ¿Ranamun había estado estudiando para ser su concubino?, ¿qué necesitaría estudiar uno de todas formas?

"Son tus concubinos, están aquí para complacerte y darte hijos, ¿no?", recordó las palabras de Sir Sonnaught.

¿Acaso Ranamun había estado estudiando como complacerla?

Se detuvo entonces, de todas maneras, ya había ingresado al edificio redondo en que residían todos sus hombres.

-¿Ha tomado ya una decisión, Alteza?

-Si -respondió tranquilamente, mirando a la cara a su escolta-, pasaré la noche con Ranamun.

-Como su Majestad ordene.

La habitación estaba igual que siempre, Ranamun, por el contrario, portaba solo una camisa suelta y un pantalón que se veía cómodo, listo para dormir con una expresión completamente amarga para ella, que había empezado a diferenciar las expresiones de cada uno de ellos.

Él simplemente la tomó de la mano, guiándola cabizbajo hasta la cama, soltándola una vez que ella se hubo sentado en su lado, ayudándola a retirarse la capa, misma que dobló lentamente, colocándola en una silla cercana antes de dar la vuelta al lecho para sentarse al otro lado. Dioses, no solo parecía molesto, también había comenzado a sentir que lo estaba humillando de alguna manera.

-Así que -comenzó a hablar ella, llamando la atención del noble de cabellos negros al instante-, escuché que te estuviste preparando para mí, ¿es cierto?

Sorpresa, luego un sonrojo, la cabeza de cabellos azabache pareció demasiado pesada repentinamente para que su dueño pudiera mantenerla en alto, la boca tan apretada, que había comenzado a torcerla antes de respirar de forma ruidosa y responder secamente con un SI.

-Lamento que tus esfuerzos hayan sido en vano hasta ahora, Ranamun, es solo que… yo no…

La expresión antes amarga de su concubino se relajó en ese momento, aquellos ojos oscuros la miraban ahora con cautela, parecía que este hombre realmente deseaba una explicación.

-… sigo siendo una doncella -confesó Latil, repentinamente avergonzada, como si hubiera aceptado que era una ignorante o algo así, como si estuviera mal haberse comportado todo este tiempo y conservado su pureza, no pudo evitar arrugar las sábanas antes de continuar-, cuando solicité un harem, no pensé que sería tan difícil… permitirles hacer su trabajo… conmigo, en realidad pensé que sería suficiente con que fueran atractivos para mirarlos, inteligentes para conversar y simplemente dormir cuando estuviera cansada, además, en tanto mi trono no esté bien asentado no puedo darme el lujo de un embarazo.

-¿Ninguno de los otros la ha tocado aún?

-No más que tú… no logro permitírselos… a ninguno.

Ranamun pareció reconsiderar su actitud previa, sonriendo de forma inesperada y seductora, mirándola ahora con renovado interés.

-¿Y está su Majestad lista para ser complacida justo ahora? ¿por mí?

Realmente parecía entusiasmado ante la expectativa de ser el primero, como si su orgullo hubiera sido restaurado con esa simple confesión.

Latil pensó un momento sus siguientes palabras, la imagen de cierto emperador vecino le pasó frente a los ojos apenas un segundo… sonriendo vestido de blanco… besando a una mujer vestida de novia que no era ella… y solo con eso, la determinación floreció en su pecho.

-Ranamun, realmente quisiera tomarme mi tiempo con cada uno, no planeo consumar nada esta noche, pero… quisiera que avanzáramos… ¿qué puedes hacer entonces para complacer a tu Emperador sin consumar nada?

El azabache desvió la mirada, tomando su barbilla entre sus dedos por un momento, como sopesando sus opciones justo antes de mirarla con ojo crítico, levantándose luego de un momento, como si hubiera tomado una decisión, regresando poco después con algunos aditamentos.

-Si su Majestad me lo permite, me gustaría lavar sus pies y darle un masaje, espero que su Majestad se sienta lo suficientemente a salvo para permitirlo.

Lo consideró un momento.

Lavarle los pies no parecía la gran cosa, ni siquiera tendría que desvestirse, probablemente solo tendría que levantar un poco su camisón para evitar que se mojara y permitirle a Ranamun quitarle las medias de lana.

-De acuerdo, creo que eso me vendría bien.

Observó atenta como aquel hombre, el más atractivo de todo su imperio, se arrodillaba frente a ella, colocando una vasija de porcelana con agua humeando en la cual había colocado una especie de polvo rosado proveniente de un frasco, posteriormente vertió unas gotas de un líquido ambarino y acercó todo hasta donde se encontraban sus pies.

Una fragancia dulce y floral no tardó en invadir su nariz, deleitándola en la delicadeza de aquel aroma, ¿eran sándalos? ¿rosas? ¿lilas tal vez? En realidad, nunca había sido muy buena en cuanto a discernir aromas, no era raro que sus mucamas se encargaran de escogerle fragancias cuando debía asistir a alguna fiesta o una reunión social.

Ranamun tomó una de sus piernas con delicadeza, descalzándola despacio, haciéndola estremecer al contacto de aquellas manos enormes y cálidas.

¿Cómo era posible que pudiera sentirse así solo con ser descalzada?

El proceso con el otro pie fue similar, incluso anticipando la sensación, esta no disminuyó ni un poco al ser acariciada con lo que parecía algún tipo de devoción.

Sus pies fueron sumergidos delicadamente en el agua, un calor agradable envolvió las plantas de sus pies mientras las sales burbujeaban entre sus dedos, robándole un suspiro que, estaba segura, su concubino había escuchado, había sido imposible no darse cuenta de como aquel hombre arrodillado frente a ella se había tensado repentinamente, o la mirada pícara que le había dedicado apenas un segundo, haciéndola dudar de si lo había visto o no.

Decidió observarlo, esperanzada a que mirar disminuiría el impacto sensorial en su piel.

Ranamun se deshizo de la camisa, haciéndola sonrojar y deleitarse al mismo tiempo. Aquel hombre era apuesto sin importar como lo miraras o que trajera puesto, con aquel cuerpo trabajado solo lo suficiente para verse saludable e invitante. Quería tocarlo, realmente quería pasear sus manos por aquellos músculos y apretarlos a placer, sin embargo, el mero hecho de saber que él sería consciente de lo que ella hacía era suficiente para cohibirla. ¡Cómo había disfrutado aquel primer abrazo! Cuando Ranamun abrió sus ropas para abrazarla y que ella escuchara su corazón, lamentablemente ella se había sentido tan apenada, que solo había escuchado su propio corazón y no el de su hombre.

De pronto sintió la frescura del aire al interior de la habitación sobre uno de sus pies. Tuvo que salir de sus recuerdos para concentrarse en la escena frente a ella.

Podía sentir los dedos y las manos cálidas de Ranamun frotando por entre los dedos de sus pies, masajeando lenta y firmemente en diferentes áreas de su planta, el empeine, el tobillo, la pantorrilla, erizándole la piel con aquel contacto, haciéndola sonrojar y tragarse un par de suspiros, obligándola a cubrir su boca para no hacer ruido alguno.

-¿Es esto de su agrado, Majestad?

No podía contestarle, estaba segura de que si habría la boca, saldrían gemidos en lugar de palabras.

El azabache irguió su cabeza, mirándola serio y luego sonriendo de manera retorcida, como si se hubiera dado cuenta de que su trabajo estaba dando frutos, haciéndola sonrojar aun más ante aquella mirada profunda y arrogante.

-Ya veo -murmuró el noble, usando su mano para dejarle caer algo más de agua sobre el pie antes de acariciarlo apenas con las yemas de sus dedos-, no debería controlarse tanto, Majestad, no hay nada de malo en disfrutar abiertamente de esto.

Simplemente negó con la cabeza, sin destapar su boca o relajarse.

Ranamun tomó una toalla pequeña que descansaba junto a sus piernas, envolviendo con ella el pie que había terminado de lavar y masajear, haciéndolo con tal lentitud, que parecía completamente malévolo, más aún cuando elevó un poco aquel pie completamente seco para depositar un beso en la punta de cada dedo. ¿Había sentido la lengua de Ranamon sobre su pulgar?

Realmente no estaba segura, solo sabía que algo parecía haber despertado en ella, más exactamente entre sus piernas, donde un calor al que no estaba habituada había comenzado a hacerle difícil permanecer sentada en la misma posición.

-¿Está bien si me muevo un poco? -preguntó la emperatriz, más apenada que nunca en toda su vida.

-Por supuesto, Majestad -fue la respuesta de su concubino, quien la miraba de forma extraña con una sonrisa ligera y autosuficiente, más orgullosa que ninguna de las que le hubiera visto con anterioridad.

Respiró hondo, apoyando un pie en la toalla y el otro en la vasija con agua para reacomodarse, sintiendo que aquello no sería suficiente y sin oportunidad alguna de volver a moverse, Ranamun ya había tomado su otro pie y comenzado a aplicarle el mismo tratamiento que al anterior, frotando y masajeando aquí y allá, intercalando esta vez caricias superficiales, casi insinuadas que, si era sincera, la estaban volviendo loca lentamente, como si con eso el pelinegro agregara lentamente maderos al fuego que había en su interior.

Vio a Ranamun secarle ahora el otro pie con una toalla distinta, completamente concentrado. No pudo evitar adelantar su cuerpo lo suficiente para enterrar los dedos de una de sus manos entre los cabellos negros de aquel hombre, viéndolo tensarse de nuevo, robándole una sonrisa cuando comenzó a revolverlos despacio y él pareció relajarse ante aquel gesto.

Lo sintió besarle cada dedo una vez más, esta vez estaba completamente segura, Ranamun no solo le había acariciado el pulgar con la lengua, también le había dado una leve succión, robándole un gemido que la hizo sentirse apenada, cohibida y completamente sonrojada.

El noble de cabellos negros la miró a los ojos entonces, era como si un gato completamente orgulloso mirara a un ratón o un pájaro con el que había estado jugando, justo antes de cortarle la cabeza con sus garras.

-Gracias -fue lo único que salió de sus labios.

-Un placer, Majestad.

Lo miró tomar las cosas con cuidado y levantarse, llevándose todo al cuarto contiguo y regresar, aun sin camisa, sentándose a su lado sin que ella se lo esperara.

-¿Está todo bien?

-Me preguntaba si, su Majestad pudiera darme algo más que un simple "gracias".

Este gato mimado definitivamente estaba mostrándole las garras.

-Te enviaré un regalo apropiado por la mañana.

-No.

-¿No?

-Un beso de buenas noches es todo lo que pido hoy, Majestad.

Ese "hoy" implicaba que la próxima vez sería más audaz en su petición. Aun así, un beso debería estar bien… ¿cierto?

Adelantó sus manos, acunando el rostro serio de Ranamun, aquel rostro debía haber sido rasurado a diario de tal forma, que incluso a esa hora la piel se sentía completamente suave y pulcra. Podía sentir los músculos y huesos de su quijada, la sangre bombeando en una vena que llevaba al cuello del hombre en cuestión. Se acercó entonces. Olía agradable, no estaba segura de a qué, solo sabía que era un aroma agradable y varonil, sutil a pesar de no ser para nada delicado.

-¿Un beso entonces?

-Si Majestad, un beso de buenas noches, justo aquí.

No perdió detalle alguno del índice de su concubino en aquellos labios sonrosados e invitantes, o el aroma seductor incrementándose de manera repentina, o el calor que había sentido al besarlo, al principio de manera tímida, recordando brevemente otros labios que ya jamás le pertenecerían, después, después Ranamun se encargó de sellar con fuego aquel beso de buenas noches, atrayéndola más con sus manos, volviéndose más demandante con aquella caricia, dejándola ligeramente mareada ante la sensación de un beso apasionado.

Cuando se separaron, Latil tuvo que respirar con desesperación, percatándose hasta ese momento que aquel hombre le había robado el aliento, literalmente.

-Buenas noches, Majestad, que descanse.

-Buenas… buenas noches… Ranamun.

Lo vio a los ojos una última vez, aquellos ojos oscuros brillaban con algo que la hacía pensar que aquel hombre no solo se estaba burlando de ella, sino que de algún modo, se había salido con la suya… fuera lo que fuera que aquello significaba.

Ranamun se acostó entre las sábanas, guiñándole un ojo de manera insinuante justo antes de darle la espalda, haciéndola excitarse una última vez, quizás, si ella se hubiera sentido más segura con respecto a su propia sexualidad, su cuerpo y que en realidad se había vuelto la dueña de aquel hombretuviera menos preocupaciones con respecto a su propia situación como gobernante, no le habría permitido dormir, pero siendo una virgen, educada bajo tantas advertencias, tabúes y de manera tan "honrosa", no pudo más que sonrojarse de manera furiosa, dándole la espalda e intentando dormir sin mucho éxito, sintiendo el fuego en su vientre tardar horas en extinguirse.

Latil había descubierto el deseo.

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Notas de la autora:

Hola a todos. Al igual que muchas lectoras de Los Hombres de mi Harem... Latil me tiene algo frustrada, Latil y toda esta promesa de una mujer Emperador con 5 hombres dentro de su harem... eso sin olvidar la portada, donde hasta Sir Sonnaught parece estar disponible en el menú, uno que Latrasil no disfruta como debe, ¡eso debería ser un crímen!

En todo caso, luego de ponerme al día con la novela, para esta historia en particular quiero desestimar los sucesos e intrigas principales que aparecen después del capítulo 26, ya en Webtoon... o sea, las tramas sobrenaturales que se vienen después, la verdad es que quien está escribiendo Los Hombres de mi Harem no está escribiendo un simple harem inverso con romance... de hecho la parte del harem inverso parece más un gancho que otra cosa, la trama principal es sobrenatural/misterio, sumamente interesante, lo confieso, complicada en parte... PERO NO PUEDO SEGUIR PERDONANDO QUE LATRASIL TENGA UN HAREM DESPERDICIADO... así que sin los acontecimientos sobrenaturales de por medio, ESTA HISTORIA TIENE LUGAR 6 MESES DESPUÉS DEL ASCENSO DE LATIL AL TRONO, y si, esto SI está dedicado a las lectoras que estábamos esperando con ansias que Latil hiciera algo con esos bombones que tiene por esposos.

Sin más por el momento, espero mucho que disfruten de este fanfic, todavía no estoy segura si va a contar con 7 o 12 caps, ya veré, todo depende de la recepción que tengamos aqui y mis ganas de... aprovecharme de esos 6 buenos hombres en manos de Latrasil.

SARABA