Personajes de Nagita
"Me estoy portando mal
No debo obrar así"
Mi corazón late más fuerte de lo normal, mis dedos delinean nerviosamente el contorno de su perfecto rostro, sus ojos me tienen hechizado y sin perder más tiempo me apoderó de su boca dulce que es el manjar de los dioses mientras mis manos se pasean por su pequeña espalda para dirigirse más al sur y poder tocar el cielo.
Ella duda en dar el siguiente paso pero le susurró al oído cuanto es que me importa, de cuanto es que la amo, que me tiene hecho un tonto, un loco, la necesito demasiado como para rendirme tan pronto sabiendo que solo contamos con unas horas para amarnos y no voy a desaprovechar la oportunidad de tenerla para mí.
A pesar de las circunstancias que nos separan se que ella es solo mía, su cuerpo me desea a mí, solo yo la hago vibrar con mi simple presencia. Se separa un poco para regalarme su tímida sonrisa, puedo ver en su mirada el fuego que le quema las entrañas por el deseo, después con sus manos torpes me desabotona la camisa para quitarmela y despojarme de ella, al verme desnudo de la cintura para arriba mi ninfa emitió un jadeó ardiente, se lamió los labios y empezó a besarme el pecho al mismo tiempo que sus manos me acariciaban la espalda, yo suspiro con los ojos cerrados por sentir sus suaves dedos pasar por mi piel desnuda, después de quitarle la ropa la deposité con cuidado sobre la cama, al verla sin prendas que cubrieran su figura, grabé su silueta en mi memoria, toco por primera vez las zonas prohibidas de su cuerpo llegando hasta su alma para apoderarme por completo de su corazón, me inundó de su aroma de mujer para luego introducirme en su interior, se me tensan los músculos por tanto placer que siento, mi amada es tan estrecha que me deja sin aliento haciéndome gritar su nombre.
Recuerdo el día en que la conocí, yo solo tenía quince años, era solo un chiquillo que no quería ir a una boda por eso no asistí a la misa. En vez de eso me escabulli de mi familia para conocer un poco más la ciudad de Chicago hasta que mi adorable hermanita Rosemary me marco por teléfono y me dijo que ya había terminado la celebración, que mis padres me estaban buscando pero que ella les dijo que yo ya me había adelantado al salón de fiestas, me suplicaba que me dirigiera hacia ese legar para que yo no sea reprendido y para que ella no terminara como una mentirosa frente a mis padres. Sin duda que tenía buenos argumentos por lo que sin pensarlo por más tiempo emprendi la marcha hacia la fiesta de bodas.
Me presenté a la celebración con bajas expectativas dispuesto a comer y a aburrirme de más en esta boda donde no conozco a nadie, ni a los novios, solo estoy aquí por compromiso por ser el hijo de William C. Andrew que quiere quedar bien con sus socios.
La decoración era agradable, un tanto excéntrico, candelabros colgantes de vidrio cortado que iluminaban el lugar con una luz acojedora, había arreglos florales por todo el área dándote la sensación de estar en un jardín de rosas multicolores, la música era suave, se escuchaba que la orquesta estaba interpretando la exquisita pieza del lago de los cisnes una de mis melodías favoritas. No estaba viviendo precisamente un infierno pero para ser honesto la celebración de una boda no era algo que me apasione por lo que no estaba de muy buen humor más bien estaba molesto con mis padres por haberme obligado a venir y mi actitud sarcástica empezaba a despertar para hacerle pasar un mal rato a mi padre. No contaba que en esos momentos haría su aparición un ser celestial de ojos verdes, risos dorados y sonrisa risueña envuelta en un vestido blanco de novia de la mano de su reciente esposo.
Continuará...
