NT: ¡Sorpresa! He decidido empezar otra traducción. Hace tiempo hablé con la autora de "A Marriage Most Convenient" y estuvo de acuerdo en dejar que trajera esta historia a la comunidad hispana. Sin embargo, entre unas cosas y otras, no había podido empezar a traducirla hasta ahora.
Tenía muchas ganas de empezar otro tipo de proyecto, algo más fuerte y oscuro que "Mugglefied".
Aclaro que el hecho de que haya empezado una nueva traducción no significa que vaya a abandonar la otra, ni mis propias historias.
Siempre con amor.
Cristy.
A marriage most convenient.
Un matrimonio más que conveniente.
Autora: AnneM . Oliver
Traductora: Cristy1994
Summary: Hermione Granger ya había tenido un mal matrimonio y realmente no estaba buscando otro. Sin embargo, cuando su marido la dejó, también le dejó un montón de facturas y créditos que pagar. Si quería mantener su empresa y su casa debía hacerse con algo de dinero, y rápido.
A Draco Malfoy no le preocupaba casarse, pero su 30 cumpleaños estaba llegando, y con él la maldita realidad… Tenía que casarse, y pronto, si quería heredar la fortuna de su familia y la empresa de su padre.
Así que Hermione Granger y Draco Malfoy decidieron empezar un nuevo negocio conjunto, o en otras palabras, un matrimonio de conveniencia. Ella se casaría con él para que pudiera heredar su fortuna. Él se casaría con ella para que pudiera mantener su empresa, su casa… ¿y su hija? Espera, ¿sabía Draco que Hermione tenía una hija? ¿Y por qué tenía ojos grises, pelo rubio y un terrible parecido con él?
Capítulo 1: Prólogo: Cuatro años y nueve meses antes.
—Perdona, no sabía que había alguien aquí —dijo Draco Malfoy mientras daba un par de pasos, adentrándose en la que había asumido era una habitación vacía en casa de Marcus Flint.
La habitación estaba a oscuras, iluminada únicamente por la luz proveniente de la luna, que brillaba a través de la ventana. Ella dejó de sujetar las cortinas con sus manos cuando lo oyó hablar.
—No te preocupes, me iré yo —dijo, empezando a caminar alrededor de la gran mesa de billar mientras Draco se dejaba caer en una silla junto a la chimenea.
—No tienes por qué irte. Tú llegaste antes, pero yo también me voy a quedar, si no te importa. —Se quitó la máscara negra de los ojos y la dejó caer al suelo sin miramientos. Tomó un gran trago de la copa que sostenía en la otra mano, y dijo—: Odio estas cosas, ¿tú no?
—¿Te refieres a los bailes de máscaras? —preguntó ella.
—Sí, a eso me refería —dijo. Se terminó la bebida de la copa, luego estiró las piernas y las cruzó, observando cómo la mujer de vestido blanco caminaba hacia el otro lado de la habitación. Al llegar a la pared más lejana, tocó con los dedos los palos de billar que colgaban de la misma—. Te he visto antes al otro lado del salón de baile, ya sabes —le dijo.
Ella le lanzó una mirada por encima del hombro.
—¿Qué?
—Sólo digo que te vi antes. Parecías familiar. Le dije a mi amigo que me resultabas familiar. —Lo que en realidad le dijo a su amigo Marcus Flint era que la mujer de la máscara y vestido blancos, la del pelo largo y rizado, era la mujer más hermosa de toda la mansión. Y eso que ni siquiera podía ver la mayor parte de su rostro. Él hizo una pausa durante unos segundos, consciente de que se encontraba a solas con ella. Cuando entró en la sala de billar de la mansión de su amigo sólo estaba tratando de escapar de su madre, que trataba de emparejarlo con alguien. Pero había tenido suerte al traspasar la puerta, porque la mujer de blanco le estaba esperando dentro.
Ese baile de máscaras era una farsa en muchos sentidos. Su madre había convencido a su amiga para acoger este evento y para que invitara a todos los sangre pura conocidos con el fin de que sus maravillosos hijos, Draco y Marcus, pudieran encontrar novias. Él sólo tenía 25 años, pero su madre ya estaba preocupada. Ella le recordaba que si no se casaba en el momento de cumplir los treinta perdería toda su herencia. Malfoy Manor, el dinero, el negocio, todo iba a ir a parar a manos de su insufrible primo, Talbert Malfoy. Esto se debía a algún desafortunado tipo de magia antigua que su querido y viejo tatara tarata tatara (¿Cuántos tatara eran?) tatarabuelo puso en su testamento, muchos siglos atrás.
Parecía que si los hombres Malfoy no se casaban a la edad de treinta años y daban un heredero tres años después, lo perdían todo y pasaba al siguiente primo más joven. Draco ya había hecho que sus abogados estudiaran el testamento minuciosamente y parecía que estaba blindado. Pero Draco todavía tenía un montón de tiempo. No iba a ser forzado a casarse antes de que él quisiera. Aunque eso no significaba que no pudiera pasar un buen rato, ¿no?
—¿Y cómo te llamas? —preguntó.
—Se trata de un baile de máscaras —respondió ella, aunque no lo dijo con timidez. Ni siquiera había un atisbo de ello en sus palabras—. Se supone que nuestras identidades deben permanecer en secreto, Draco Malfoy.
—Mira, yo estoy en desventaja —dijo él. Se puso de pie y se acercó a la mesa de billar. Cogió una de las bolas y la lanzó a un agujero—. Me he quitado la máscara, así que tú sí sabes quién soy.
—Te hubiera reconocido de todos modos —dijo—. Tu pelo es muy distintivo.
—Si no supiera que eres sangre pura diría que yo también conozco tu identidad. Tu cabello también es muy distintivo —comentó él con una leve sonrisa. Por un momento había pensado que se trataba de su vieja enemiga de la niñez, Hermione Granger. Nunca había revelado su amor secreto por ella a ninguna persona mientras estaban en la escuela. No había ninguna razón para creer que hubiera sido invitada aquella noche, sobre todo porque era consciente de que su madre había dejado claro que sólo quería invitados que fueran sangre pura.
Ella sonrió y se puso de pie frente a él al otro lado de la mesa de billar. Tomó la bola blanca y la lanzó al aire, volviendo a sujetarla al caer.
—Sí, sólo asisten sangre pura esta noche, ¿verdad?
—En efecto, lo que significa que todos somos amigos aquí… así que puedes decirme tu nombre —suplicó, rodeando la mesa de billar y caminando hacia la enmascarada. Ella olía maravillosamente.
Ella sonrió y dijo:
—Probablemente también signifique que todos aquí somos familia. —Draco rió. Ella todavía tenía la bola blanca en la mano, pero él se acercó y se la quitó. Sus dedos rozaron levemente su mano. Ella bajó la mirada antes de volver a mirarlo a los ojos grises.
—Te propongo algo, mujer misteriosa —comenzó a decir—, si golpeo la pelota ocho con la bola blanca y la meto en el agujero de más allá —Señaló una de las esquinas—, tendrás que quitarte la máscara. Ya no voy a conformarme con sólo saber tu nombre.
—Si no la metes, ¿qué consigo? —preguntó ella. Dio un paso más hacia él. Draco miró su cuerpo brevemente. Su vestido se ceñía a él, pero resaltaba sus pechos ya que los presionaba firmemente juntos, de modo que su escote era abundante y se desbordaba con cada respiración que tomaba. Se sintió hipnotizado. Él le tocó el hombro con un dedo, su mano todavía sujetando la bola blanca. Su dedo recorrió la longitud de su brazo.
Draco volvió a mirarla a los ojos, dio un paso más cerca y dijo:
—¿Qué quieres, amor? Dime tu precio. Ya sabes mi nombre. Ya sabes cómo soy. ¿Qué más quieres?
—¿Qué tal un beso? —respondió con confianza.
Él alzó la comisura de sus labios hacia un lado antes de reírse.
—Claro, amor. Tú ganas. —Tiró la bola blanca por encima del hombro. Esta aterrizó con fuerza en el suelo con un ruido sordo—. Perdí de vista la bola ocho. Tú ganas. Tú consigues el beso.
Hermione Granger no podía creer que estuviera siendo tan descarada, nada más y nada menos que con Draco Malfoy. Sin embargo, era evidente que no sabía quién era, ¿y qué tenía de malo un beso? Siempre había querido saber lo que era besarlo, ¿cuándo iba a tener esa oportunidad otra vez?
Había ido allí con su amiga Kelly, que de hecho era sangre pura. Pero sobre todo también había ido porque necesitaba una noche lejos de su marido. Sólo llevaba casada seis meses y ya era infeliz, y realmente no sabía qué hacer al respecto. Se casó con un fraude. Afirmó tantas cosas para conseguir que se casara con él, y ella creyó ciegamente cada mentira... especialmente aquella en la que dijo que quería una casa llena de niños, tal y como ella le había confiado una vez antes. Así que durante los últimos cuatro meses habían estado tratando y tratando de que se quedara embarazada. Pero Hermione lloraba cada mes cuando su periodo llegaba, y él la consolaba, le compraba regalos, y le decía que iban a intentarlo de nuevo el próximo mes.
Una maldita mierda.
Ella lo llamó al trabajo aquella mañana para decirle que estaba ovulando y que tenía que volver a casa de inmediato para que pudieran trabajar en lo que ella llamaba, "el proyecto bebé". Él le dijo que estaría en casa en breve, para el almuerzo y el 'postre'. Ella decidió darle una sorpresa y esperarle desnuda en su despacho de casa (algo que normalmente nunca haría). Se encontraba sentada en su escritorio, completamente desnuda y con un poco de frío, cuando sonó un teléfono móvil. Pensó que debía de habérselo dejado en casa. Abrió el cajón donde estaba sonando el teléfono para responder cuando lo vio. Había un papel con una factura médica de una consulta muggle por un procedimiento al que se había sometido hacía más de seis meses, pero que todavía tenía que pagar. Se había realizado una… vasectomía.
Hermione empezó a temblar de ira, miedo y confusión. Miró la factura de nuevo. La fecha del procedimiento fue dos semanas antes de casarse. Había estado mintiéndole durante seis meses, abrazándola cuando lloraba, diciéndole que iban a tener un bebé pronto, pidiéndole que no se preocupara, que no temiera. Arrugó la factura y la hizo una bola. Cogió el teléfono, que seguía sonando, y lo tiró contra la pared. Sin saber qué otra cosa hacer, se vistió, salió de casa y fue a la de su amiga. Ésta le pidió que fuera con ella a ese baile, y por Merlín, ella decidió que iba a salir y divertirse aquella noche, y dejar que Kevin volviera a casa y se preguntara dónde estaba, y que se preocupara, y hacerlo esperar. Él le había mentido durante seis meses, así que ¿qué malo había si ella le mentía ahora?
Hermione se volvió ligeramente para que sus nalgas dieran contra la mesa de billar. Luego se apartó de la mesa, impulsándose con las dos manos, y empezó a rodearlo con un brillo casi depredador en sus ojos. Draco Malfoy era un hombre muy guapo. Tenía una buena estructura ósea, bellos ojos, era alto e inteligente. Él probablemente haría bebés hermosos, y Hermione se preguntó qué diría su marido si un día se acercara a él y le dijera: "Cariño, adivina qué… ¡por fin estoy embarazada!
¿Finalmente admitiría su engaño? Ella no lo creía. La única cosa que sucedería era que finalmente podría tener el hijo que tan desesperadamente quería. Si dejaba pasar esa oportunidad, quizás nunca podría conseguirla de nuevo.
Él seguía sonriendo cuando ella dijo:
—Tal vez ahora no quiero un beso.
—Ah... te estás retractando de una ganga, ¿verdad? Eso no es muy noble. —Él extendió la mano y tiró de uno de sus largos rizos—. ¿Qué deseas?
—Oh, Draco Malfoy, no tienes ni idea —dijo ella con profundidad. Decidió que, si quería seguir ocultando su identidad necesitaba empezar por su voz. Estaba segura de que pondría el grito en el cielo si descubría quién era ella. Pero ahora él también la rodeaba como si fuera un gran felino de la selva y ella su presa. El único problema con eso era que ella estaba más que dispuesta a ser capturada.
Ella levantó un dedo y lo puso en su mejilla. Él levantó una ceja.
—Bueno, dime tus términos, amor.
Su corazón latía tan fuerte que estaba segura de que podía oírlo. Ella se movió de manera que la espalda de Draco estuviera contra la mesa. Hermione se mordió el labio inferior, a punto de dejarlo todo, a punto de huir y esconderse, cuando él alzó el pulgar, frotó la yema sobre el labio que se estaba mordiendo y dejó al descubierto sus dientes.
—¿Y bien?
Su pulgar todavía estaba cerca de su boca, por lo que ella alzó la mano para sostener la suya. Besó el pulgar levemente, y a continuación, en un acto que era pura locura y que ella nunca hubiera hecho si no hubiera tenido una máscara en el rostro, puso la punta del dedo pulgar en sus labios y lo introdujo en su boca. Él cerró los ojos.
—Quiero hacer el amor contigo —dijo finalmente, dejando caer su pulgar. Ella se acercó, abrió la cremallera de su vestido y lo dejó caer a sus pies. Sólo llevaba unas bragas debajo.
Contuvo el impulso de envolver sus brazos alrededor de sus pechos. Estaba a punto de gritar, de repente tenía miedo. Él se aflojó la corbata, y tirándola al suelo se acercó a ella y tomó su máscara entre sus manos.
Ella negó con la cabeza.
—Esa es la cosa, Draco. No vas a saber nunca mi nombre o quién soy. Esas son mis condiciones.
Los ojos del hombre la miraron de arriba abajo.
—Puedo ver tu aspecto, amor, pero parece como si fueras tú quien sostuviera todas las cartas, hablando en sentido figurado, por supuesto, ya que no hay ningún lugar en el que puedas esconder cartas en este momento. Está bien, hacemos esto a tu manera. Yo juego si tú juegas.
Sacó su varita del interior de su chaqueta y cerró la puerta. Luego la puso en la mesa, y se desnudó lentamente. Al igual que un sensual sueño erótico, cuando ambos estuvieron con nada más que su ropa interior, se miraron el uno al otro durante unos instantes que parecían no tener fin.
Draco se acercó a ella de nuevo. Ella se retiró.
—Sólo quiero besarte. Puedes seguir manteniendo tu maldita máscara si quieres —dijo.
Ella asintió. Él puso la mano detrás de su cabeza y tiró de ella hacia él lentamente. Su pecho se movía con cada respiración profunda que daba. Él deseaba devorar sus carnosos labios, probarlos, poseerlos. Puso su boca sobre la de ella. Sabía más dulce de lo que imaginaba. La boca de ella parecía luchar. El beso no fue suave, tampoco demasiado fuerte.
Las puntas de sus rosados pechos tocaron el pecho de Draco, que con la otra mano abarcó uno de sus senos antes de pellizcarle el pezón. Mantuvo su mano derecha en su exuberante pelo largo y rizado. No podía creer que eso fuera real. Esas cosas no sucedían en la vida real… Maldita sea, solamente había entrado en esa habitación porque estaba aburrido y quería estar solo, y ahora estaba recibiendo más de lo que jamás podría haber imaginado.
El pulso de Hermione latía cada vez más fuerte. Las manos de Draco estaban por todas partes. No se sentía como ella misma. Nunca se había sentido tan atractiva, tan erótica ni tan consciente de sí misma antes. Y aunque parecía estar haciendo algo horrible por encontrarse en esas condiciones con Draco Malfoy, no se preocupaba por eso ahora. Era una sensación maravillosa.
Antes de darse cuenta de lo que sucedía, ambos estaban desnudos y él la había subido sobre el terciopelo de la mesa de billar. Pasó las manos por su cuerpo, empezando por su cuello, siguiendo por sus pechos, estómago… Ella apretó sus piernas, y casi le dijo que parara.
Él sintió su vacilación, y si hubiera sido un hombre mejor, un buen hombre, le hubiera dado a aquella mujer misteriosa la oportunidad de echarse atrás… pero él no era un santo. Era demasiado tarde para eso.
A medida que sus dedos empezaron a acariciar entre sus piernas y su boca a lamer sus pechos, ella se percató que era demasiado tarde para echarse atrás, por lo que se inclinó y lo agarró con la mano. Era largo y grueso. Movió la mano hacia arriba y hacia abajo, provocando que él gimiera de placer. Levantó la cabeza de su pecho y dijo:
—Sí, amor, así.
A Hermione le parecía que todo estaba yendo demasiado rápido, pero luego pensó que aquello no era una maldita cita, sino un encuentro de una noche con un amante. No tenía que haber un juego previo cuando dos "supuestos extraños" hacían el amor sobre una mesa de billar. Ella siguió masturbándolo con sus manos y lo besó en la boca de nuevo, con más fuerza, con hambre.
Él tomó la parte posterior de su cabeza con una mano y hundió la lengua en su boca con más profundidad, explorando todos los rincones. Ella sabía bien, dulce, como el chocolate y la menta. Él se separó de su boca y regresó a su pecho, chupando con esmero sus pezones mientras ella arqueaba la espalda y gemía.
Él la miró con deseo.
—Dime tu nombre —rogó.
Ella sacudió la cabeza. Él puso una rodilla entre sus piernas.
Entonces empezó a decirle cosas sucias al oído. Por lo general ella odiaba ese tipo de cosas, pero había algo liberador en tener a Draco Malfoy diciéndole cosas "sucias" a ella mientras mantenían relaciones sexuales. Sexo. No era amor. No estaban haciendo el amor. Estaban teniendo relaciones sexuales, era algo primitivo, básico y natural, y si tenía suerte, ella podría quedar embarazada.
—Merlín, no tengo protección. Déjame coger mi varita. —Él se inclinó para cogerla pero ella entró en pánico, la tomó antes que él y la arrojó al otro lado de la habitación.
Entonces tomó ejemplo de su marido y mintió.
—Está bien, me cuido, no pasará nada. —Ella lo empujó de manera que fuera él quien quedara tumbado sobre la mesa, besó su pecho y pasó una pierna por encima de su cadera, a horcajadas sobre su cuerpo, y lo envolvió por completo. Ella presionó sus manos contra sus hombros y comenzó a moverse hacia arriba y hacia abajo sobre él. Tenía el control. Él arqueó su cuerpo entero debajo de ella, gimiendo de placer.
La cabeza de Hermione cayó hacia atrás. Él tenía las manos en sus caderas, pero se trasladaron a sus pechos. Ella pensó que podría morir de placer, pero continuó moviéndose sobre su cuerpo. Luego se inclinó hacia delante, aplastando los senos contra su pecho.
Draco recorría su espalda, caderas y piernas con los dedos. Ella se incorporó de nuevo y se sentó en posición vertical. Las inquietas manos de Malfoy fueron de sus pechos a su estómago. La habitación estaba tan oscura que apenas podía distinguir su cuerpo, pero se sentía maravilloso. Ella era hermosa.
Él empezó a gemir y hacer sonidos guturales debajo de ella. No le importaba. Lo más probable era que no volviera a ver a esa mujer de nuevo... aunque quería volver a verla. Quería "verla" ahora.
Él abrió los ojos. Los de aquella mujer estaban cerrados, y ella continuaba moviéndose hacia arriba y hacia abajo sobre él, que sujetaba sus caderas para ayudarla. Ella era la cosa más hermosa que había visto nunca, incluso con una máscara en su cara. Los labios de la joven se separaron, su respiración empezó a salir en pequeñas y cortas ráfagas, y por fin profirió el primer sonido, una palabra...
—Sí...
Sus caderas seguían un patrón circular sobre él, y cuando sus manos acariciaron sus propios pechos él ya estaba fuera de control. La sentía tan cerca. Él puso el dedo pulgar en su sexo en el momento justo para ayudarla a llegar. Draco no necesitaba más, porque tan pronto como ella llegó a su clímax él también lo hizo. La fuerza de su clímax fue tan fuerte que sus caderas se levantaron de la mesa, levantándola. Ella cayó hacia delante, encima de él. Cuando todo terminó ninguno se podía mover. Permaneció dentro de ella, y ella encima de él. Luego, en un acto que era casi insoportablemente dulce, él se estiró, deslizó los dedos por su espalda, luego los enredó en su pelo para después volver a tomar su cara y obligarla a mirarlo. Draco besó sus labios con dulzura.
Él la movió para que estuviera a su lado y la sostuvo en sus brazos. Eso la sorprendió. Ella no sabía qué decir o hacer. Finalmente, él habló primero.
—Voy a tener que comprarle a Flint una nueva mesa de billar.
Hermione no pudo evitarlo y dejó escapar una sonrisa. Se incorporó, se sentó con la mano sobre su estómago y se rió. Él le frotó un dedo por la cara y dijo:
—Déjame ver tu rostro, por favor.
Ella asintió con la cabeza y dijo:
—Está bien, pero vamos a limpiar esto y a vestirnos antes.
Ella se bajó de la mesa de billar antes que él y se vistió mucho más rápido que Draco, pero también era cierto que ella tenía menos que ponerse. Él se puso detrás de ella y cerró la cremallera de su vestido a la espalda. Besó su hombro desnudo antes de alzar las manos y tocar su máscara, pero ella se volvió hacia él rápidamente.
—Todavía no, un momento —se apresuró a decir—. Creo que he dejado mi bolso y mi varita junto a la ventana. Estaban ahí cuando entraste en la habitación. ¿Podrías traérmelos?
El asintió y se puso la chaqueta mientras caminaba hacia la ventana. Cuando llegó retiró las cortinas, pero no vio ningún bolso ni ninguna varita.
—Lo siento, amor, pero aquí no hay nada.
Se volvió de nuevo hacia la sala. Estaba solo.
