10 años antes de la Guerra Santa…
Se despertó sobresaltada cuando golpearon la puerta de la pequeña habitación que le habían ofrecido para dormir. "Ya casi llegamos niña!" logro escuchar. El barco se movía tortuosamente, supuso que estaba próximo a atracar en el puerto. Se levanto, se acomodó la ropa, el cabello, y comenzó a recoger sus pertenencias. Una hoja de papel estaba en el suelo, la tomo y se dirigió a la superficie del barco.
- ¿Con que ya despertaste? Ya estamos a unos pocos metros del puerto niña, ves el pequeño pueblo allí… ya casi llegas a tu destino. - el hombre le revolvió los cabellos cariñosamente mientras decía esto.
- Si, lo veo. Muchas gracias por haberme acompañado y traído hasta aquí. No tengo dinero para pagarte, pero quería darte esto a cambio de tu ayuda. – la joven extendió el papel, en él se veía el dibujo de un hombre apoyado contra el borde del barco, mirando hacia la nada, pero con los ojos brillantes de emoción, el agua que estaba dibujada alrededor del barco parecía que realmente lo estaba mojando. Era un dibujo fantástico.
Acababan de atracar en el puerto.
- ¡Vaya niña, gracias! ¡Creo que me has hecho más guapo de lo que soy en realidad…tienes talento! Pero no tienes que pagarme con nada, yo también fui abandonado de pequeño sin un centavo, así que se lo que significa estar solo en el mundo. ¡Ahora ya baja del barco antes que me arrepienta de dejarte ir! ¡Ojalá encuentres a tu hermano! Seguro se pondrá feliz de verte.
- ¡Si! ¡Gracias Deo, espero que así sea!
La niña abrazo al hombre y se dispuso a bajar del barco. Llevaba dos bolsos con sus pertenencias. Cuando bajo y se dio la vuelta, el barco de Deo estaba zarpando de nuevo, no tenía intención de parar en ese puerto, solo lo hizo para dejarla allí. Cuando se conocieron ella estaba sirviendo unos tragos en un bar de mala muerte cerca de un puerto en una ciudad italiana, necesitaba juntar dinero para pagar el pasaje en barco hasta su destino. "Este no es un lugar para una niña como tú" le dijo. Se conmovió con su historia y se ofreció a llevarla gratis. Sonrió, "aún hay personas que valen la pena… Gracias Deo!" pensó.
Muchos meses había pasado viajando sola, y se había cruzado con muchas personas, algunas buenas, otras no tanto. Pero siempre tenía en vista su destino, reencontrarse con él, con su "hermano mayor" como ella lo llamaba. Aunque no eran hermanos de sangre ella lo sentía así, lo conoció de muy pequeña gracias a su padre, y siempre lo sintió como un hermano mayor… se escribían bastante seguido. Siempre quiso conocer ese lugar que él amaba tanto, al que se había ido luego de su entrenamiento… "El Santuario". Sonaba imponente… mágico. Su padre le había contado que era un lugar en el que se reunían los hombres más fuertes del mundo, llegaban de todas partes con un solo propósito: "luchar por la paz en la Tierra, ellos luchan por todos nosotros. Guiados por el hombre más sabio del planeta, El Patriarca, y por la diosa Athena, estos hombres siempre están dispuestos a dar su vida por los otros". Siempre le pareció extraño y maravilloso todo lo que su padre le contaba… le costaba creer que una diosa caminara entre humanos, pero su padre nunca mentía… bueno, casi nunca.
Se adentro en el pequeño pueblo junto al puerto, sabía que debía atravesarlo y luego encontraría el Santuario… o eso tenía entendido. "Rodorio", ese era el nombre del pueblo que se encontraba a orillas del Santuario, el lugar al que debía llegar para poder encontrar su destino. El problema es que su padre no le conto que el acceso al Santuario no es fácil de encontrar.
Camino horas, recorrió todo el pueblo, de punta a punta buscando la manera de acercarse al Santuario, y ni siquiera pudo vislumbrar su sombra. Moria de hambre y de sed, ya se había terminado el pan y el agua que Deo le había dado para su viaje, y no tenía dinero para comprar nada. Se sentó en la fuente en el medio de lo que parecía ser una plaza, se refresco con esa agua y aprovecho a descansar a la sombra de un árbol cercano. La gente pasaba a su alrededor casi sin notarla… Hacía mucho calor, sabía que las temperaturas de Grecia eran mayores que la de su España natal pero no creía q tanto. Necesitaba descansar y pensar con claridad, seguro que el acceso al Santuario está escondido, sino no sería seguro y cualquiera podría entrar y salir del mismo. Miro hacia arriba y vislumbro una colina, no muy alta… con una gran arboleda y rocas. "Eso es! ¡Seguro que allí se encuentra!" pensó. No supo por qué, pero estaba segura que esa era la entrada al Santuario. Se levanto, tomo sus cosas y se dispuso a llegar a esa cima, tenía que hacerlo antes que la noche llegara o sería imposible.
Con paso firme llego a esa colina, no era muy alta pero no parecía tener la superficie apta para escalarla… hasta que vio un camino entre los árboles, estrecho y lleno de ramas y piedras. El camino iba hacia arriba. "Ya casi llego…" en su mente solo estaba él, a quien no veía hace años, pero soñaba constantemente. Desde la muerte de su padre, el recuerdo de su querido hermano era su única compañía. Y estaba a unos pasos de reencontrarse con él. Comenzó la subida, era bastante empinada y comenzaba a anochecer. Eso, sumado a los bolsos que llevaba y la falta de alimento y agua lo hacían más difícil. Pero no detuvo la marcha. El camino era largo… no supo cuánto tiempo le costó, pero de golpe vio la superficie y su corazón dio un salto de felicidad.
Logro llegar a la superficie y comenzó a andar. Ya era de noche y solo se escuchaba el ruido de los árboles por el viento y de unas cuantas aves alrededor, y de fondo el sonido del mar. Nada más. No veía a nadie ni nada… "¿Acaso me equivoque? ¿No es este el Santuario?" Sus piernas apenas podían mantenerla en pie, el cansancio, la falta de comida y agua, y la sensación de que se había equivocado hicieron que su cuerpo y mente ya no pudieran dar un paso más. Logro llegar hasta una zona donde ya no se veían tantos árboles… el silencio la aturdía. Se dejo caer en la tierra, lloró, lloró como hacía mucho no lloraba. Estaba sola en el medio de la nada, sin comida ni bebida, sola… sola…
Sintió a alguien frente a ella, un hombre alto, de largos cabellos, la miraba curioso. Llevaba una ropa extraña, dorada, una armadura.
- ¿Quién eres y que haces aquí niña? Este no es lugar para jugar… - el hombre la veía serio, se veía muy débil… como logro llegar sola hasta allí.
- Yo… busco a alguien… a mi hermano… él está aquí. – apenas podía hablar, la vista se le nublaba y el cuerpo comenzaba a temblar.
- ¿Tu hermano? ¿Y quién es tu hermano? ¿Has comido algo? Te ves débil niña…
- No, no he comido. ¿Dime, es este el Santuario?
- Si, es el Santuario. Ahora dime tú… ¿quién es tu hermano al que buscas?
La niña sonrió y sus ojos que parecían muertos recuperaron el brillo durante unos segundos… - Lo sabía, sabía que llegaría algún día… El Cid- dijo en un susurro - A quien busco… es El Cid.
Y diciendo esto se desmayó.
