Disclaimer: antes que nada, ninguno de los personajes en este fanfic me pertenecen, yo sólo deje volar mi imaginación y la plasmé en esta historia.

El fanfic es clasificación T, porque para mí, algunas de las situaciones en las que se metían los Looney no son precisamente para niños, aunque yo los vi de pequeña xD, y pues ni en cuenta hasta que crecí, ahora veo las cosas desde otra perspectiva y debo decir que aprecio esos dibujos animados mucho más que antes.

Después de ese breve comentario… les dejo con mi quinto fanfic.

La suerte del coyote

Capítulo 1: Depredadores y presas

La belleza del paisaje desértico se acrecentaba, conforme las exquisitas tonalidades cálidas se hacían presentes en la inmensidad del cielo. Aquel efímero y místico instante, podría deleitar incluso al corazón más despiadado y era seguro que cualquier alma se tomaría un momento para apreciar la maravilla de ese escenario. Con la excepción de un pequeño coyote de pelaje gris, quien no le prestaba ni la más mínima atención al espectáculo que la naturaleza le ofrecía sin pedirle nada a cambio. No es que el niño fuera un insensible, pero estaba tan agotado que los brazos de Morfeo lo habían tomado bajo su cuidado desde hacía ya unos minutos en una formación rocosa que adoptó como refugio. Sobre la cabeza del niño, se encontraba un libro café con el título en letras doradas «1001 maneras de ser un mejor coyote», obra escrita por el mismísimo Wile E. Coyote. El chico se veía tan exhausto que ni siquiera el descenso de la temperatura parecía hacerlo despertar para buscar algo con que cobijarse y lo cierto es que nada lo haría…

―¡Beep, beep!

Salvo por ese sonido precisamente. Tan rápido como pudo, Calamidad comenzó a trepar por las enormes rocas que formaban una pared. Tenía que encontrarse cara a cara con el dueño de aquel llamado. A punto de llegar a la cima, la mala suerte del coyote se hizo presente, dos rocas flojas en las que quiso apoyar su mano y pie derechos causaron su deceso. Cayó sentado en el suelo, no fue un golpe muy fuerte, pues la arena aminoró el impacto.

Se quedó en el suelo abrazando sus piernas, ese suceso aparentemente simple le recordó lo peor de su día. A su mente, vino la imagen del profesor Wile E. Coyote echándolo de su guarida, sosteniendo con firmeza un letrero que decía: «Me has decepcionado». Los ojos del peludo jovencito se inundaron de lágrimas ante aquel recuerdo. Se sentía realmente patético; su ídolo lo creía todo un perdedor y lo peor del caso, es que el pequeño coyote comenzaba a creérselo.

―¡Beep, beep!

Esta vez, estaba justo detrás de él. Después de todo el problema en que lo había metido, el pequeño Beep Beep tenía el descaro de seguirlo hasta ahí para molestarlo. No señor, no se lo iba a permitir. Se levantó de golpe y giró velozmente para enfrentarse con el ave. Cuando lo hizo, su ceño fruncido se esfumó dando paso a incontrolables temblores. Frente a él no había ningún ovíparo, sino la boca de un rifle que amenazaba con hacerle daño a la menor provocación.

«¡Ayuda!», fue lo único que pudo escribir en un letrero.

El arma era sostenida con fuerza por uno de sus maestros de la Looniversidad Acme, el cazador Elmer Gruñón y por si no fuera ya bastante malo, no estaba solo, junto a él se encontraba el pistolero Sam Bigotes, sujetando uno de sus revólveres gemelos, ya que en la otra mano tenía un objeto rectangular que, por causa de la oscuridad entrante, Calamidad no pudo distinguir.

El pequeño coyote se alejó unos pasos hasta que su espalda topó contra la misma roca enorme de donde se había caído cuando pensó encontrarse con su compañero de clases. Los humanos acortaron distancia en silencio con una sonrisa malévola en el rostro. El dedo del pistolero se acercó peligrosamente al gatillo y con un movimiento tan rápido como sus pensamientos, presionó un botón y el sonido «¡beep, beep!» se hizo presente. Una grabadora, eso era lo que había engañado al coyotito. Calamidad estaba tan nervioso que lanzó hacia atrás el letrero que tenía su llamada de auxilio; como era comprensible, el pobre niño llegó a pensar que una bala de plomo le arrebataría la vida. El del gran bigote soltó una risotada por la reacción del coyote, el casi causarle un infarto lo llenó de satisfacción, después de todo, aterrorizar a pobres almas indefensas era la parte que más disfrutaba de su trabajo, sin contar con los beneficios económicos que obtenía de sus perversas acciones.

Durante cinco minutos, que parecieron una eternidad para el Tiny Toon, el pelirrojo lo amarró con una larga soga desde los hombros hasta los tobillos; diciéndole que la única manera de escapar, sería arrastrarse como el gusano que era, pero que si se atrevía a intentarlo, él mismo le haría pagar por su osadía. Por su parte, Gruñón se dedicaba a encender una fogata junto a la que descansarían él y su aliado. Ya era muy tarde para salir del desierto, así que simplemente esperarían a la primera hora de la mañana para partir.

Calamidad trataba de dar con el porqué de su situación. Se suponía que esos hombres eran parte de la escuela donde él pasaba largas horas estudiando y actualmente no tenían una razón válida para hacerle daño. Recordó aquella ocasión en la que Wile E. le explicó que los Looney Tunes se dedicaban a enseñarles la mayoría de sus trucos a la nueva generación de comediantes animados con sumo profesionalismo, lo cual incluía no devorarse a los alumnos en el caso de ser un depredador y no cazarlos, en el caso de ser un humano, al menos no antes de que los jóvenes concluyeran su ciclo en la escuela. Todos los Looney habían firmado un contrato al respecto, incluyendo a Sam y Elmer. No obstante, los maestros no podían ser monitoreados fuera de la institución, por lo que muchos intentaban saltarse esa regla, obviamente el truco estaba en que los altos mandos no los descubrieran.

Mientras el niño coyote pensaba en eso, los hombres se mostraban satisfechos con su captura del día. El pequeño ignoraba que no fue casualidad el que los humanos estuvieran cazando en la zona. Sus captores estaban conscientes de que para graduarse, cada estudiante debía ir con su mentor a realizar un total de trescientos sesenta horas de trabajo de campo. Las horas eran repartidas, según les conviniera, tanto a los alumnos como a sus protectores. Al ser Calamidad un niño sumamente avanzado para su edad, no hubo problema alguno cuando Wile E. firmó para llevarlo consigo en un viaje al desierto que duraría dos semanas completas. No es que al canino le entusiasmara la idea de andar de niñera por tanto tiempo, pero era una buena oportunidad para volver a sus raíces y hacer que su alumno por fin dejara la amistad/rivalidad que demostraba con el pequeño Beep Beep para enfocarse de lleno a la enemistad que había existido a lo largo de los siglos entre coyotes y correcaminos. Como era de esperarse, el mentor del pequeño corredor emplumado también viajaría al desierto con su protegido, sin embargo, en su caso solamente se quedarían una semana. Después de todo, lo que El Coyote enseñaría tenía que ver en su mayoría con atrapar a su presa y lo que El correcaminos instruiría estaría enfocado a salir victorioso frente a las trampas de los depredadores.

Sam que tenía acceso a todos los expedientes de los estudiantes, aprovechó esta situación para llevar su plan a cabo y capturar al coyote gris. Por un instante, también pensaron en atrapar al pequeño correcaminos, pero tras reflexionar sobre el asunto, se dieron cuenta de que no estaban listos para eso, al menos no todavía; esa ave era demasiado veloz.

Tanto Gruñón como Bigotes sabían que no la tendrían tan fácil con Wile E. custodiando al niño, así que tomarían las debidas precauciones. No obstante, se llevaron una gran sorpresa cuando localizaron a Calamidad caminando por el desierto, sin la protección de su mentor, el pequeño parecía tan absorto en sus pensamientos, que ni siquiera se dio cuenta que lo seguían. En un momento de distracción, creyeron que le habían perdido la pista, pero la capacidad de rastreo de Elmer les ayudó a encontrarlo al poco tiempo y ahora estaba en sus manos sin posibilidad alguna de escape.

―Luce muy asustado ―fue Elmer quien rompió el silencio.

―No te preocupes sucio coyote, no sentirás nada.

―¿En sewio?

―Sólo bromeaba su muerte será lenta y dolorosa.

―Sam, te wecuerdo que lo necesitamos con vida.

―¡Cállate y déjame hacer mi trabajo! Conozco el trato ―expresó el hombre del gran bigote con molestia.

«¡¿El trato?!», pensó Calamidad, con una confusión creciente.

Los gritos del pistolero pararon, cuando se escuchó un silbido a unos metros detrás de ellos. Ahora los sorprendidos eran los humanos, ¿cómo era posible? Se suponía que eran los únicos que conocían la ubicación actual del niño.

Cuando los villanos voltearon para dispararle a quien fuera que los hubiera seguido, sus ojos se convirtieron en corazones rosas palpitantes. Frente a ellos, se hallaba sentada con las piernas cruzadas, una hermosa hembra coyote de pelaje castaño, luciendo una risada cabellera rubia por debajo de los hombros. Los dos pares de ojos humanos la escanearon descaradamente de arriba abajo. Desde las puntas de sus largas orejas que salían de su sombrero negro; pasando por el pañuelo rojo que abrazaba su cuello; observando el chaleco y camisa sin mangas azabache; prestando especial atención a la forma en que su corsé café debajo del busto se ajustaba perfectamente a su figura; contemplando la manera en que su falda por arriba de las rodillas hacia lucir sus largas y delgadas piernas; y por último, su par de botas vaqueras que al igual que su falda eran obscuras como la noche.

Las mejillas del niño genio se pintaron del mismo tono rojo de su nariz. No podía apartar la vista de la seductora fémina que tenía embrujado a sus captores y se hubiera quedado babeando por ella todo el rato, si en verdad se tratara de una mujer. Al contrario de sus profesores, Calamidad reconoció a los pocos segundos a Wile E. Coyote a través de aquel atractivo disfraz.

Tiempo atrás, el pequeño prodigio había analizado en la sala de proyección de la Looniversidad los episodios de los Looney Tunes donde El Coyote era el protagonista, entre aquellos cortos recordaba un par en donde su mentor se vestía de mujer entre sus infructuosos intentos para engañar a El Correcaminos (1). No obstante, tener a Wile E. frente a él vestido de esa peculiar manera, no se comparaba para nada con lo que había visto en las pantallas de la escuela. Tenía que aceptarlo, ver a su modelo a seguir en ese disfraz lo ponía nervioso, en verdad se había esmerado en verse como una atractiva hembra coyote.

Los villanos todavía engañados por el astuto coyote se acercaron donde Wile E., ofreciéndole flores y chocolates que parecían haber salido de la nada, porque bueno, ¿dónde consigues ese tipo de obsequios a esa hora en medio del desierto? La «mujer» aceptó los regalos, no obstante, no tardó demasiado en soltarlos; toda su atención se fijó en la figura del coyotito prisionero. Ella se comportó como si hubiera visto la cosa más adorable del mundo y los hombres sin pensarlo siquiera, fueron por él. Tenían que ganar puntos si querían tener alguna posibilidad con la fémina.

Retiraron la soga que sujetaba al niño y en su lugar Elmer le había puesto un lazo rojo alrededor del cuello como si se tratase de un presente decembrino, tal vez eso estaría bien para Peluso, pero él se sentía ridículo con eso, aunque después de repensarlo, concluyó que ni siquiera su amigo gato se merecía ese trato tan absurdo. Los dos hombres lo tomaron al mismo tiempo por el pescuezo y se lo ofrecieron a la dama frente a ellos.

Él del traje de vaquera aguantó una risita ante el cómico y adorable aspecto de su joven pupilo. El chiquillo estaba con los brazos cruzados, lucía realmente enojado por aquel intento de adorno que le habían puesto sin su consentimiento. Por fortuna, la loca pelirroja protegida de Elmer Gruñón no estaba ahí; Wile E. estaba seguro de que si esa niña hubiese visto el estado actual de Calamidad, lo abrazaría/estrujaría hasta morir. Gracias al cielo, la demente amante de los animales estaba kilómetros de distancia.

Emocionada, la mujer estiró los brazos para recibir el nuevo presente de sus varoniles pretendientes. Con delicadeza, tomó al niño coyote y lo sentó en su regazo. Cuando Calamidad tuvo contacto con Wile E. se sintió adormecido ante el delicioso aroma que había logrado hechizar a los humanos; era una agradable fragancia de moras silvestres como las que se podían encontrar en los alrededores de la Looniversidad.

―¿Te gustó el regalo, muñeca? ―inquirió el pelirrojo, tratando de sonar galante.

Al escuchar la voz del humano, el coyotito acabó temblando sujetandose con fuerza del cuello de Wile E. no es que el chico fuera un cobarde, pero ese pistolero le daba muchas razones para inquietarse. El castaño vestido de mujer se contuvo para no golpear al tipo por asustar así a su estudiante. Lo único que hizo fue fingir una dulce sonrisa que hizo sentir al tipo en las nubes.

―¿Necesita ayuda, señowita? ―preguntó Elmer amablemente, señalando al coyote de pelaje gris, quien se mantenía sujeto al cuello de Wile E.

Aunque el niño le estuviera asfixiando, la mujer negó con la cabeza y también le dedicó una linda sonrisa al cazador, quien comenzó a reírse tontamente. Sam lo golpeó en la nuca para que se callara, celoso por tener que compartir la atención de la castaña.

El coyote gris continuaba tiritando de miedo y no parecía lograr detenerse. Wile E. no pudo evitar sentirse culpable. Él sabía que era en parte responsable del estado actual de Calamidad. Si no lo hubiera dejado a su suerte en el desierto, posiblemente el chiquillo nunca hubiera tenido que enfrentarse a esa situación peligrosa. No debió ser tan duro con él, tal vez le estaba exigiendo demasiado; si bien su alumno poseía una inteligencia por arriba del promedio y una sorprendente inventiva, todavía seguía siendo un niño que necesitaba ser protegido. Instintivamente, Wile E. envolvió al pequeño entre sus brazos para tratar de tranquilizarlo. Sorprendido ante esta acción, el niño genio paró de temblar y con lentitud soltó el cuello de su maestro. Su desconcierto se acrecentó al encontrar a su mentor observándolo con ternura. El coyotito se había ruborizado tanto como era posible, aún no se acostumbraba a ver a su ídolo vestido así y mucho menos a tenerlo tan de cerca. Antes de que pudiera escribirle algo, Wile E. lo acercó de nuevo contra la calidez de su cuerpo.

―Te prometo que todo estará bien ―dijo en un susurro que sólo fue audible para el Tiny Toon.

Calamidad no cabía en su felicidad, era la segunda vez que escuchaba la voz de su mentor en persona. Sabía que Wile E. no se tenía permitido hablar y que tan sólo emitía palabra en momentos demasiado específicos de su vida. Recordó cuando le oyó por primera vez. Fue cuando estuvo a punto de morir por una larga caída de un rascacielos, su profesor favorito le había echado en cara que estaba en esa situación por no ser tan inteligente como él (2). Al final de esa primera experiencia, el niño salió ileso a expensas de su maestro, por supuesto que el castaño se vengó por lo sucedido al día siguiente.

Parecía estar en un sueño imposible, el Wile E. Coyote que ahora le hablaba, no tenía la intención de hacerle sentir inferior, ni le mostraba lástima porque su existencia estuviera llegando a su fin, éste Wile E. Coyote estaba siendo protector y realmente preocupado por su bienestar. Calamidad no puso objeción cuando su mentor, lo acomodó entre sus brazos cuidadosamente. Los latidos de Wile E. lo llenaron de una tranquilidad que creía irrealizable hasta ese instante y deseo que aquello nunca llegara a su fin.

―Saldremos de aquí, pero necesito que hables por mí, ¿de acuerdo? ―le murmuró al oído como si lo estuviera arrullando.

Calamidad despertó de su sueño, no estaba solo con su maestro, en ese mismo lugar, había dos hombres que podían lastimarlos si no hacían algo al respecto. Asintió, entendiendo el porqué de la orden de su mentor. Era lógico, Wile E. era un maestro del disfraz, no obstante, sacar los letreros para expresarse lo delataría.

Como simples espectadores, Sam y Elmer se habían quedado observando todo lo que acontecía delante de sus ojos, aunque no lograban escuchar nada de lo que la dama le decía al niño. Los humanos desconocían por completo lo que Wile E. tenía en mente. Elmer suspiraba de vez en cuando ante la alegría de la castaña, pero Sam era otra historia, pues desde su perspectiva solamente había un bombón protegiendo maternalmente a una pequeña sabandija que no la merecía y por eso envidiaba al insecto con cada célula de su cuerpo.

El pistolero decidió que ya no miraría como una sanguijuela acaparaba las caricias de su chica; cambiaría el rumbo de las cosas a como diera lugar, así que lo primero que hizo fue sentarse junto a Wile E. para hacerle una pequeña proposición

―Nena, ¿te gustaría probar un poco de Mula Skinner (3)? ―preguntó Sam, esperando que ella no tuviera ni idea de lo que estaba hablando.

Bigotes frunció el entrecejo ante otro susurro dirigido al niño.

El coyotito pasmado le enseñó un letrero al bandido, «Ella dice: Se oye bien, pero prefiero un buen Vino Cactus (4)».

El pistolero se quedó sin palabras, había subestimado a la nena.

Algo indeciso y ruborizado, Calamidad mostró la continuación del mensaje, «Me anima, sabes lo que quiero decir, amor».

Ante lo anterior, Sam se quedó con la boca bien abierta. Dos dedos de la fémina fueron suficientes para colocar la quijada del pelirrojo en su lugar y cuando hubo terminado Wile E. le guiñó un ojo coquetamente al bandido.

Tal insinuación por parte del coyote hizo que el pistolero saltara emocionado, soltando disparo tras disparo al aire –¡ESTA PRECIOSIDAD SABE LO QUE ES BUENO!

―¿Está seguwa, señowita? Quizás no sea una buena idea… –expresó Gruñón quitándose el sombrero preocupado, sabía lo impertinente que se ponía su compañero bajo los efectos del alcohol.

El cazador ocupó el lugar que Sam había dejado, cuando comenzó a brincar excitado.

El eterno perseguidor del Correcaminos le susurró un nuevo mensaje a su pupilo y aunque el coyotito no estaba muy feliz con todo lo que tuvo que escribir para Elmer, terminó mostrándolo tal y como Wile E. se lo pidió, «Ella dice: Descuida estaré bien, gracias por preocuparte por mí», y lo giró algo apenado, «Eres tan lindo. ¿Dónde habías estado toda mi vida, cariño?».

Gruñón se sonrojó al leer aquello y como todo un caballero tomó la mano de la dama y la besó suavemente. En una actuación bastante convincente, Wile E. colocó su mano libre sobre su pecho como asegurando que si no lo hacía su corazón se saldría de su cuerpo. Calamidad estuvo a punto de apartar a Elmer de su mentor, pero alguien se le adelantó. Con rapidez, Bigotes bajó a su ahora rival de la roca y se acercó a donde el coyote vestido de mujer

―Espérame aquí, preciosa, ya sale el mejor Vino Cactus de tu vida ―dijo mirándola seductor, mientras la tomaba de la barbilla.

Ella fingió sentirse avergonzada ante aquel acto tan repentino. Cuando Sam la soltó, el bajito se giró donde Gruñón y cambiando a una actitud brusca, lo jaló del cuello de la camisa para llevárselo consigo donde tenía sus pertenencias, después de lo que se atrevió a hacer el calvo, estaría loco si lo dejaba a solas con su mujer.

Cuando los hombres se alejaron lo suficiente. Calamidad sacó un letrero totalmente alarmado, «¡Esa bebida es muy peligrosa!».

El castaño arqueó la ceja con reproche, no se suponía que Calamidad supiera sobre bebidas de esa naturaleza.

«He leído lo suficiente del Viejo Oeste para saber que no es una simple bebida alcohólica», le escribió al interpretar la mirada de reprimenda y al ver que Wile E. se quedó tranquilo con su respuesta, giró el letrero para enseñarle la continuación de su mensaje, «Es peligroso, por favor, pensemos en otra cosa».

El coyote mayor simplemente ignoró lo último, ya que se encontraba más interesado en lo que hacían los humanos.

«¿Me está prestando atención?».

Wile E. seguía vigilando. Tomaría ventaja de sus conocimientos sobre los Looney Tunes.

Por un lado estaba Elmer, un hombre poco brillante que practicaba la caza como un deporte y no para su supervivencia. Además de ser bastante educado y amable sobre todo cuando se trataba de mujeres; jamás le haría daño a una chica aunque su existencia dependiera de ello. Así que, ese hombre realmente no sería un problema siempre y cuando su identidad no quedara al descubierto.

«¿Hay alguien en casa?».

Por otro lado Sam, un bandido agresivo y despiadado al que no le importaba ensuciarse las manos con tal de obtener lo que ambicionaba. En lo que se refiere a las mujeres, él tenía cierto encanto que usaba para embaucarlas por todo lo que tenían si eran mayores o para tener una buena noche si eran lo bastante atractivas para que el bajito se fijara en ellas; claro que, si las últimas se negaban a pasar el rato con él, al pistolero no le importaba ponerse rudo para satisfacer sus más bajos deseos.

«¡Por favor, cambie de opinión, esto no es bueno!».

Los hombres regresaron con las bebidas alcohólicas. Por desgracia, Sam Bigotes logró leer la desesperada súplica de Calamidad, antes de que él pudiera ocultarla, así que actuó de prisa, pues podría ser que la mujer le hiciera caso al chiquillo.

―Sabes, muñeca, creo que sería mejor si dejas por un rato a esa sucia saban… quiero decir a ese lindo coyote que tienes ahí.

El pistolero no ocultó su felicidad al ver que la mujer asintió y se dio a la tarea de levantar al pequeño de su regazo. El coyotito todavía inseguro, se aferró con fuerza al cuerpo del castaño. Calamidad conocía a su mentor y de seguro, éste tenía un plan perfecto para sacarlos a ambos de ese lugar; pero la idea de dejarlo en manos de los humanos no era algo que lo tuviera tranquilo.

El niño sabía que el cruel destino del coyote era fallar en sus elaborados planes y también sabía, como todos los habitantes de Ciudad Acme, que el predador siempre fracasa una y otra vez, sin importar el poderoso armamento al que tuviera acceso. ¡Esperen un momento! Justo ahora, ninguno de ellos era un predador, sino las presas y las presas de esa loca dimensión siempre salían victoriosas, aunque la situación se tornara extremadamente difícil.

Tal vez, sólo tal vez, en esta ocasión podían salir victoriosos… si es que el infortunio del coyote no intervenía primero.


Notas

(1) Merrie Melodies, Wile E. Coyote and The Road Runner series: véase el capítulo de 1952 «Going! Going! Gosh!».

(2) Tiny Toon Adventures/Tiny Toons: véase el capítulo 33 «Psychic Fun-Omenon Day/Fenómenos Psíquicos», en específico la primera parte, titulada «Piece of Mind /Equilibrio mental».

(3) Mula Skinner: es una bebida alcohólica hecha con whisky y licor de zarzamora (Wikipedia).

(4) Vino Cactus: era una mezcla de tequila y té de peyote. Al igual que la Mula Skinner, era consumida en «saloons», bares típicos del oeste de los Estados Unidos en el siglo XIX (Wikipedia).

Aclaración: Coyote Calamidad tiene una gran admiración hacia Wile E. y no otra cosa. El coyotito se siente extraño porque su mentor jamás lo había tratado con tanta amabilidad y bueno el disfraz es demasiado convincente, pero eso es todo.