Esta historia es una adaptación de la novela "Esposa a Medida" de la escritora Judith McWilliams. Y los personajes de Candy Candy pertenecen a Mizuki e Igarashi.

Esposa a medida

Ganar dinero era algo que Terry Grandchester podía hacer hasta con los ojos cerrados, pero le resultaba imposible saber qué tenedor debería utilizar o cuándo abrir una puerta. Cosas que debían saber si quería encontrar esposa en la alta sociedad. Por eso necesita a Candy White, asesora de buenos modales y protocolo de los nuevos ricos. Pero lo cierto era que ir con aquella belleza a las fiestas y salir con ella a cenar a la luz de las velas le hacía sentirse confundido. ¿De verdad quería casarse para prosperar y no por amor? Además, no podía olvidar aquel beso que le hacía pensar que quizás él también pudiera enseñarle un par de cosas sobre la pasión a la señorita "buenos modales"…

Finalmente lo había conseguido! Y la prueba estaba ahí, en blanco y negro, para que la viera todo el mundo. Con un sentimiento de júbilo, Terry Grandchester estudió el artículo de Forbes qué, anualmente, nombraba a los americanos más ricos. Por primera vez, Su nombre aparecía entre los millonarios de la lista. Eran solo diecisiete letras, pero esas diecisiete letras representaban la culminación de diecisiete años de jornadas de dieciocho horas de trabajo y una determinación inquebrantable. Metió la mano en el bolsillo de los pantalones del traje gris hecho a medida que llevaba puesto, y sacó un sencillo llavero de acero inoxidable. Separó una pequeña llave de latón, y abrió el cajón inferior derecho del enorme escritorio de época. Echando a un lado una pila de contratos, sacó una estropeado cuaderno espiral. Con cuidado, lo puso sobre el escritorio, y lo abrió por la única página que tenía algo escrito. Una paleta de recuerdos, dolor y esperanza lo embargó al ver las palabras escritas. Tenía dieciséis años cuando elaboró la lista de cosas que iba a conseguir en la vida. Entonces, era un asustado y desafiante adolescente que acaba de enterrar a sus padres.

De pie junto a sus tumbas, se había jurado que jamás volvería a dejar su vida a merced de las decisiones de terceras personas. Y había mantenido ese juramento. Se había escapado del hogar de acogida al que lo había enviado el estado después de morir sus padres, a ganar el dinero suficiente para que nunca nadie volviera a tener sobre él. Recorrió con su mirada elegante oficina, a cincuenta y dos pisos por encima de las bulliciosas calles de Nueva York, con sus valiosas antigüedades y piezas de arte. Estaba más alejado de la pobreza en la que había crecido de lo que jamás hubiera podido imaginar.

Con la pluma dorada de su escritorio, Terry trazó lentamente una línea negra y gruesa a través del antepenúltimo punto de su lista, que decía: conseguir un millón de dólares. Sus ojos azules se entornaron al fijarse en los últimos dos puntos: casarme y tener una familia. Casarse con la mujer adecuada sería el último paso de aquel largo viaje hacia la respetabilidad. Sería una prueba visible de lo que había conseguido. De que no era aquel pobre mocoso, sino alguien aceptado en las esferas más altas de la sociedad. Y conseguir una mujer perfecta sería casi como planear la adquisición de una empresa. Primero había que identificar el objetivo, y después se elaboraron una serie de estrategias para lograrlo. Se volvió hacia una página en blanco del cuaderno y, por primera vez en diecisiete años, comenzó a escribir en él. Objetivo: esposa, escrita en la parte superior de la hoja. Pensó durante unos segundos, y agregó un guión junto a la palabra esposa y escribió madre. Su papel de madre de sus hijos era tan importante como su papel de esposa. Terry fijó su mirada vacía en el Monet de la pared a su derecha mientras ordenaba sus ideas.

Puesto que él no sabía nada de cómo ser padre, debería que dependiera de su mujer para que le enseñara cómo reconocer y cultivar las necesidades emocionales de sus hijos. Tendría enseñarle la dinámica básica de la vida familiar que la mayoría de personas había adquirido de manera instintiva durante su infancia. Lo único que él había aprendido era el peligro de acercarse demasiado a cualquiera de sus padres cuando estaba bebido. Eso, y la inutilidad de contar con ellos para nada. Así qué, uno de los requisitos más importantes en una esposa era que hubiera tenido una infancia feliz y normal. También debería ser atractiva físicamente. El sentido común le decía que su matrimonio tendría más posibilidades de tener éxito si se sintió sexualmente atraído hacia su esposa. La imagen de su última novia, una famosa modelo internacional, le vino a la cabeza. Desde luego no era la idea que tenía de una esposa pero, definitivamente, despertaba su libido con su cuerpo alto y delgado, sus facciones perfectas y su pelo largo y rubio. Alta, rubia, guapa, agregó a su lista. Se paró un momento a pensar, y tachó la palabra para sustituirla por atractiva. El aspecto no era tan importante, y no quería limitar sus opciones. Aunque, definitivamente, tenía que ser inteligente, puesto que sus hijos heredarían sus genes. Debía ser una licenciada para compensar el que él no hubiera terminado la escuela secundaria. Y él debía gustarle. No esperaba que su mujer lo amará más de lo que él tenía intención de amarla a ella. Por su experiencia, el amor era, en el mejor de los casos, una excusa para permitirse excesos emocionales y, en el peor, una trampa humillante y degradante. Desde luego no era la idea que tenía de una esposa pero, definitivamente, despertaba su libido con su cuerpo alto y delgado, sus facciones perfectas y su pelo largo y rubio. Alta, rubia, guapa, agregó a su lista. Se paró un momento a pensar, y tachó la palabra para sustituirla por atractiva. El aspecto no era tan importante, y no quería limitar sus opciones. Aunque, definitivamente, tenía que ser inteligente, puesto que sus hijos heredarían sus genes. Debía ser una licenciada para compensar el que él no hubiera terminado la escuela secundaria. Y él debía gustarle. No esperaba que su mujer lo amará más de lo que él tenía intención de amarla a ella. Por su experiencia, el amor era, en el mejor de los casos, una excusa para permitirse excesos emocionales y, en el peor, una trampa humillante y degradante. Desde luego no era la idea que tenía de una esposa pero, definitivamente, despertaba su libido con su cuerpo alto y delgado, sus facciones perfectas y su pelo largo y rubio. Alta, rubia, guapa, agregó a su lista. Se paró un momento a pensar, y tachó la palabra para sustituirla por atractiva. El aspecto no era tan importante, y no quería limitar sus opciones. Aunque, definitivamente, tenía que ser inteligente, puesto que sus hijos heredarían sus genes. Debía ser una licenciada para compensar el que él no hubiera terminado la escuela secundaria. Y él debía gustarle. No esperaba que su mujer lo amará más de lo que él tenía intención de amarla a ella. Por su experiencia, el amor era, en el mejor de los casos, una excusa para permitirse excesos emocionales y, en el peor, una trampa humillante y degradante. definitivamente, despertaba su libido con su cuerpo alto y delgado, sus facciones perfectas y su pelo largo y rubio. Alta, rubia, guapa, agregó a su lista. Se paró un momento a pensar, y tachó la palabra para sustituirla por atractiva. El aspecto no era tan importante, y no quería limitar sus opciones. Aunque, definitivamente, tenía que ser inteligente, puesto que sus hijos heredarían sus genes. Debía ser una licenciada para compensar el que él no hubiera terminado la escuela secundaria. Y él debía gustarle. 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No esperaba que su mujer lo amará más de lo que él tenía intención de amarla a ella. Por su experiencia, el amor era, en el mejor de los casos, una excusa para permitirse excesos emocionales y, en el peor, una trampa humillante y degradante.

No, él no quería formar parte de esa locura llamada amor. Además, por lo que había visto, los matrimonios basados en el amor resultaban ser muy absorbentes. Las mujeres enamoradas esperaban que el hombre estaba siempre encima de ellas, y él no tenía tiempo para esas tonterías. Estaba demasiado ocupado gestionando sus negocios. Aunque tenía la intención de reducir su jornada cuando naciera su primer hijo, también tenía la intención de pasar la mayor parte de su tiempo libre con sus hijos. Sus hijos iban a hacer lo más importante en el mundo para él, y necesitan una esposa que lo entendiera. Que no esperara ser el centro de atención de su vida. Que encontrara su satisfacción emocional en los hijos, no en él. Que estuvo satisfecha con su respeto y afecto, y que no esperará un juramento de devoción infinita. Pero, aunque no quería que su matrimonio estuviera atestado de complicadas emociones, tampoco quería que se casara con él por su dinero. Una mujer cuyo único interés en él fuera de su valor neto podría decidir desistir a la menor señal de problemas, y un divorcio acompañado por una amarga disputa legal por la custodia de los hijos sería devastador para la salud emocional de los niños. Incluso alguien con su inexistente habilidad paternal podía comprenderlo. Podía proteger hasta cierto punto, tanto a sus hijos como a sí mismo, haciendo que su futura esposa firmará un acuerdo prematrimonial. Añadió una anotación al respecto. No era una solución infalible frente a cazafortunas pero, probablemente, era lo mejor que podía hacer. Por ultimo, una esposa perteneciente a una familia socialmente importante, a la que sus hijos estuvieran orgullosos de pertenecer, en contraste a la suya propia. Deseaba que su esposa refleja el hecho de que había triunfado financiera y socialmente. Terry estudió su lista con satisfacción. Aquello era exactamente lo que quería en una esposa.

¿Pero qué querría su futura esposa en un marido? Ese inquietante pensamiento ocupó su mente. ¿Resultaría atractivo al tipo de mujer que quería desposar? Inconscientemente, sus dedos rozaron la cicatriz que tenía en la mandíbula derecha, resultado de una pelea en un bar en la que se vio envuelta a los dieciocho años. ¿Sería su riqueza suficiente para compensar su tormentoso pasado? Dependía de un montón de factores, algunos de los cuales estaban fuera de su control. Y siendo así, era imprescindible que se hiciera con el control de lo que pudiera. Una de las cosas que podía hacer era pulir sus habilidades sociales. Aprender a moverse con facilidad entre la clase social a la que pertenecería a su futura esposa. De repente recordó algo que había oído por casualidad a un grupo de mujeres próximo a él en un cóctel la semana anterior. Se trataba de un comentario sobre Elisa Berringer, la esposa modelo de pasarela de Sam Berringer, uno de sus socios en la empresa. Algo de qué, gracias al dinero de Sam, Elisa había sufrido una transformación, convirtiéndose en un clon de la fallecida Princesa Diana. Pero ninguna de ellas tenía idea de cómo lo había conseguido.

Aunque Terry no dudaba de que Elisa hubiera trabajado duro para aprender las habilidades necesarias, alguien debería haberle enseñado qué y cuándo. Y quien quiera que fuera esa persona, mantuvo la boca cerrada, sí no, aquellas pirañas de la fiesta habrían oído algo. Quizás deba hablar con Sam y preguntarle a quien los había ayudado. Siempre se había llevado bien con él. Si le explicaba por qué necesita la información… Lo peor que podía hacer Sam era rechazar darle la información, pero no le diría a nadie que le había preguntado. Era demasiado listo para revelar una confidencia. Por teléfono, le pidió un asistente personal que le comunicará con Sam. Debía poner su plan en marcha lo antes posible. Estaban en el mes de julio, y quería estar instalado en su propia casa con su, preferiblemente embarazada de su primer hijo, para el día de Acción de Gracias.

Continuará….

Hola, hace un tiempo atrás intenté subir una adaptación y tuve algunos problemas. Espero que les guste la historia y si tiene apoyo a la continuaré. Aclaro nuevamente qué ni la historia ni los personajes son míos.