DISCLAIMER: Bleach y sus personajes son de Tite Kubo
COAUTORA Y CREADORA DE LA HISTORIA: Sibreka
¿Tenemos un trato?
Capítulo 1: Trato hecho.
Sabía que estaba entrando a la cueva del lobo.
Pero había decidido la muerte desde el segundo que escapo de su hogar.
Con una túnica vieja y maloliente por los lugares que ha tenido que atravesar durante semanas cubriéndole el rostro, se deja guiar de forma no amigable por un soldado pelirrojo de las filas enemigas que la tenía bien agarrada del brazo sin preocuparle dañarla o no ante las miradas curiosas de la multitud, ya sean más soldados o civiles protegidos de la yugular del rey de Rikka.
En especial los niños.
Suspira de alivio ver varios allí, eso le da un poco de esperanza y fuerza a seguir adelante con su camino.
Ahoga un quejido, su captor le presiona con más fuerza el brazo mientras anuncia su llegada a otro hombre que cuida la carpa más grande de todas pero igual de sencilla. Ese soldado guardián entra a la carpa y no pasa ni un minuto en salir nuevamente y dar la aprobación de entrar.
—Camina. — Ordena su captor al mismo tiempo que la empuja con tanta fuerza que debe hacer malabares sus pies y evitar no caerse ridículamente.
Habría sido una mala primera impresión al líder de los enemigos del rey de Rikka, su padre.
El mismísimo Emperador Ichigo Kurosaki.
Alza la vista un poco y ahí lo ve, acompañado de sus generales y una mesa con un mapa encima. De seguro estaban planeando nuevas estrategias de ataque. El miedo le produce un latido frenético a su corazón, conocedora que ya no le queda mucho tiempo de vida.
—Ah. — Dice el Emperador Ichigo. Tenía una sonrisa arrogante que habla mucho de su confianza. Su cabello de verdad es naranja y no eran mentiras como la mayoría de los rumores que circulan de él, y sus ojos… traga duro. Son tan profundos y fríos en esos momentos. — Renji, espero que hayas sido amable.
—No soy amable con los tiranos.
—Pero sigue siendo una dama... por favor, princesa Orihime... no se oculte de nosotros.
La prisionera hace caso, se baja la capucha de su túnica, revelando a una mujer hermosa a pesar de la tierra y cortes en su rostro por los arañazos, ojos castaños que a pesar de reflejar miedo, no se deja doblegar en su presencia a pesar de estar rodeada sin un agujero de escape. Enfrenta a Ichigo como si estuviesen en igualdad de condiciones y eso agrada al hombre.
—Así está mejor... si tantas molestias se ha tomado para verme, al menos muestre su bello rostro.
—Su Majestad. — Dice ella tomando los bordes de su vestido igual de dañado y asqueroso en aroma como su capa... y como ella, hay que añadir. Hace una reverencia perfecta a pesar de su mal aspecto. — Soy la quinta princesa Orihime Inoue y la sexta hija del Rey Quilge. Lo saludo y le doy la Bienvenida al Reino Rikka a pesar de las circunstancias.
Escucha risas bajas y roncas por parte de algunos generales. No sabe con exactitud quienes fueron por mantener su porte. Además, no le interesaba lo que piensan de ella en ese momento. No hizo todo ese viaje por ellos, sino por una oportunidad de ver y hablar con el enemigo del Rey y así salvar su reino.
—De pie princesa... y gracias por su cordial bienvenida. — Orihime obedece y al cruzar una vez más su mirada con Ichigo, nota la intriga y el interés en sus ojos... espera que los siga teniendo por el bien de su plan. — En cuando me contaron que se escapó de casa para verme, debo admitir que me sentí halagado.
Más risas. Ella no las necesita oír para saber que está siendo sarcástico. No importa, se recuerda, deja que se burlen y te maten si con eso acabas con todo de una vez.
Aquel mantra es no permite que su recta espalda y porte aristócrata titubee. Sus ojos serenos siguen fijos en el emperador Ichigo dando gracias internamente el infierno que ha vivido en el palacio que la ha ayudado a tener una coraza sin importar la desventaja ante las víboras.
—Vengo a usted totalmente sola. No tengo como defenderme más que con una daga que su soldado me arrebato... y aun si lo tuviera, sé que no tengo oportunidad con usted. Sé también que haberme escapado de casa significaba la muerte por el puño de mi propio padre... he estado semanas luchando por no morir a mano de los soldados de mi reino y llegar a usted como sea necesario con el único fin de tener una audiencia con Su Majestad, el emperador de Karakura.
Ichigo enarca una de sus cejas. Sospecha que su inocente petición será que abandone el reino y obviamente no lo hará, pero debe admitir que esa mujer sin entrenamiento tiene tanto valor como sus hombres. Se necesita valor para enfrentar el miedo.
—Respeto su arduo trabajo... y por eso será recompensada.
—¿Recompensada? — Baja su guardia, no se imaginaba que la conversación podría llegar a eso. Estuvo días repitiéndose en la cabeza qué hacer si decía sí o no, para nada un "recompensada".
—No voy a cumplir su petición de irme y que se acabe esta guerra, no se acabara hasta que mate a su padre… pero le prometo refugio, la llevare a mi reino, donde será tratada con los derechos de una princesa.
Eso la sorprende más, no se esperaba ser tratada de aquella manera amable… ¿O será acaso una estrategia de rehén de guerra?
No importa, el hombre malinterpreta las cosas.
—Su Majestad, por favor, le pido que me escuche.
—Ya he hablado princesa
—¡Pero eso no es lo que quiero pedirle!— Su confesión toma a Ichigo con la guardia baja. — Quiero ayudarlo en entrar al castillo y derrocar al Rey… ¡Mañana mismo si eso le sirve!— Por los jadeos de fondo apuesta que ha sorprendido a varios, no solo al emperador. Sus manos heridas, secas y sucias hasta en las uñas tomaron la osadía de agarrar la mano de Ichigo. — Solo quiero que mi padre deje de matar a su propia gente y sé que con usted estarán a salvo.
Ichigo debe admitirlo.
Se ha cautivado de esos ojos castaños.
Parece que lo estuvieran embrujando.
Agacha la mirada, curioso que su valentía le haya dado la fuerza necesaria de sostener despreocupada la mano de uno de los hombres más poderosos del mundo. Alza una ceja, curioso del raro cosquilleo en su piel.
Orihime inclina también la mirada, curiosa de querer saber qué perturba tanto al hombre y se sonroja al darse cuenta de lo que había hecho.
—Ah… — Orihime suelta la mano de Ichigo y se inclino un poco. — Lo siento mucho, Su Majestad. —Se disculpa por aquel acto sorpresivo. — Pero mis palabras son ciertas, puedo darle los puntos más vulnerables del palacio e información de los soldados con los que habrá que tener cuidado. Le ayudare a tener el control del país.
—Tengo curiosidad princesa. —Habla el Emperador. — De todas las personas que esperaba que aparecieran frente a mí, usted fue la última que esperaba. ¿Qué la motiva a traicionar a su propia nación, carne y sangre?
—Yo… — Aprieta la capa sucia. — No soporto ver a las mujeres llorando por sus esposos, a los hombres muriendo en el campo de batalla y a los niños rogando por sus madres que son llevadas al palacio para deleite de mi padre o porque han sido solicitados en ir a la guerra… creo que en este momento mi país es como el infierno en la tierra.
Ichigo se le quedó viendo un instante y sonrío sarcásticamente.
—¿Y entonces yo soy el liberador que salvará tu nación? No soy un santo princesa ¿Sabes lo que hare cuando esté frente al Rey?
—Sí.
—¿Por qué no nos iluminas a los demás en esta carpa? —Le pregunto con cinismo.
—Posiblemente usted humille a mi padre y le obligue a entregar la corona o en el peor de los casos lo mate. —Responde tranquilamente
—¿Y aún sabiendo eso me darás tu ayuda?
—Sí, Su Majestad. —Respondió viéndolo a los ojos directamente.
—Tengo la sensación de que si otra persona los hubiera atacado, no estaría haciendo lo que hace ahora, Su Alteza.
Orihime se sorprendió y entreabrió levemente sus labios al escuchar esas palabras, ya que habían dado justo en el blanco.
—¿Que quiere decir con eso mi señor? —Hablo uno de los generales.
—Que al parecer está dulce princesa solo está dispuesta a ayudarnos a nosotros ¿Es correcto? —La encaro mientras jugaba con un cuchillo pequeño que había sacado entre sus ropas.
—Así es Majestad, si es usted el que conquiste mi país estaré tranquila. — Le respondió con sinceridad. — He sabido que los países que su majestad Kurosaki Ichigo ha conquistado prosperan en todos los aspectos y sus habitantes son felices. Quiero que mi pueblo olvide todas las desgracias y puedan vivir tranquilos sin el miedo a ser arrancados de sus hogares por un hombre egoísta.
—Ese hombre es su padre, princesa. —Ichigo se recarga en su silla y apoyo su mano sobre uno de los brazos del mueble. — ¿No tiene un poco de remordimiento por lo que hace?
—Ni un poco. —Le dijo de manera fría, sorprendiéndolo. No se esperaba que esa cosa pequeña y bonita pudiese hablar en ese tono. — En realidad no siento aprecio hacia mi padre o hermanas. — Admite algo orgullosa de haber tomado al hombre con la guardia baja. — Era solo cuestión de tiempo para que el Rey me hubiese usado como moneda de cambio para obtener más beneficios con cualquier hombre o noble que le llegara al precio, así que he decidido oponerme. — Sus manos que estaban en su regazo apretaron con fuerza la tela sucia del que en algún momento fue un hermoso vestido a pesar de lo sencillo que es a comparación de la prenda normal que usa la realeza. — Lo cierto es que es por ese mismo motivo que he sido bien tratada toda mi vida.
Ichigo la miro con astucia, tenía coraje y a pesar de la tierra y la mugre debía admitir que era preciosa, con ese cabello naranja rojizo que simulaba el amanecer y esos ojos castaños que reflejaban mil emociones en ellos.
—Y una vez que me ayude a tomar el país ¿Qué hará usted?
—¡Ire al norte! — Dijo emocionada. — Una amiga mía que trabajaba en el palacio volvió a su tierra y me invitó a ir con ella si ocurría algo.
—¿No querrá reclamar su derecho real después?
—Estoy dispuesta a firmar con sangre que renunció a mis derechos de sucesión al trono si esto lo tranquiliza, incluso con estos caballeros de testigos.
Los generales comenzaron a hablar entre ellos y la carpa se lleno de bullicio, era una oportunidad demasiado perfecta para desperdiciarla. Ichigo cierra los ojos un momento para pensar los pros y contras, dándose cuenta que obtenía más beneficios que nada, abrió los ojos y la miro como quien ve una joya preciosa. Orihime no sabe por qué esa mirada perturba sus órganos que debe hacer un esfuerzo grande en no demostrarse igual a un animalillo a punto de ser devorado por un depredador.
—De acuerdo Alteza, tomaré su palabra. —Acepto el emperador levantándose de su asiento. — Nos guiará usted al interior de su castillo.
—Estoy agradecida con Su Majestad. — Se inclino levemente. —Los guiaré ahora mismo si usted lo desea.
—No hay que apresurarnos. — Responde tranquilamente el monarca. —Hay que arreglar ciertas cosas y hay información que debe brindarme.
—Ahh, sí, por supuesto. —Se sonrojo levemente y el pelinaranja no pudo evitar pensar que se veía adorable. — Me he precipitado.
—Espera, espera Ichigo. — Renji hablo repentinamente. — ¿Vas a creer en la progenie de ese hijo de perra?
—Renji. — Hablo seriamente su emperador y el pelirrojo callo de inmediato. —No me gusta que cuestionen mis decisiones. — Dice mirándolo fríamente. — Creo que hasta el momento no he tomado ninguna mala decisión en lo que va de esta guerra ¿Me equivoco?
—No, Su Majestad. — Responde el hombre.
—Entonces confiemos en la información que nos dará la princesa… Keigo. —Llama a un soldado que apareció de la nada y la princesa casi da un brinco de asombro. ¿Cómo no lo vio con lo acostumbrada que está en custodiar siempre las sombras en cualquier lugar que va? En especial cuando los hombres más fuertes de su padre viven en las sombras. — Guía a la princesa a tomar un baño y cambiar sus ropas.
—E-eso no es ne… — Ella quiere negarse, no quiere causar molestias sabiendo que no se lo merece al ser un botín y que los recursos deben estar justo para los soldados… pero el sonido de su estómago produce un silencio en el lugar, provocando que la cara de la princesa se volviera un tomate. — D-disculpe… e-eso no fue mi intención, yo… —Tartamudeo nerviosamente.
—Y denle un banquete adecuado a su estatus, la princesa será mi invitada personal. — Casi se le escapa una risa por lo histérica que luce. Mira al soldado de nombre Keigo. — No tolerare que la traten mal ¿Entendido?
—Sí Su Majestad. — Se dirige a la ojicastaña. — Sígame princesa, la guiaré. — El soldado camina un par de pasos y la chica dudó.
—Adelante princesa. — Ichigo sutilmente y sin preocuparle la mugre o el olor, apoya la mano en la espalda baja de Orihime y la guía hacía la salida. — Le doy mi palabra que será bien tratada. — Inclina la cabeza en señal de un saludo. — La veré más tarde.
—S-si me disculpa. — Orihime toma su vestido y devuelve el saludo con gracia. — Gloria eterna al sol del imperio. — Cruza miradas con Ichigo al ponerse recta nuevamente y sigue torpemente al soldado.
Era una mujer interesante, la princesa le llamaba la atención más de lo que él pensaba, tenía valor y no dudaba en decir su opinión de frente. Sería interesante conversar con ella después… si, más tarde tendrían una interesante charla a solas.
El hombre, Keigo, la lleva a una tienda que se ve de mejor aspecto que las otras. Color negra con un poco de rojo y con un emblema que en ese momento no puede recordar bien por todo lo que pasa en su cabeza más el agotamiento que ya tiene migraña. Una vez dentro, pilla a una mucama y un mayordomo bastante mayores, alrededor de sus cincuenta o sesenta años, quienes se inclinaron respetuosamente al verlos.
—El emperador ha ordenado que atiendan a su invitada de honor con un baño, ropa nueva y comida… está que se desfallece del hambre. — Aquel comentario saca un rubor en Orihime.
—En seguida, Lord Keigo. — Aseguran al mismo tiempo, bastante sincronizados admite Orihime. Deben trabajar juntos muchos años para el Imperio.
—Princesa, estaré esperando fuera de la carpa... así tendrá privacidad en su baño.
—Gracias Lord Keigo. — El susodicho se inclina en respeto y sale de la carpa.
En silencio y en una esquina como un ratón asustado ve el ir y venir de aquel par. Primero trajeron la tina a la carpa y le sorprende lo caro que luce, parece que agarraron una enorme piedra negra de ónix y la transformaron en una tina con las patas de oro solido. La mira maravillada en lo que el par de criados la llenaban con agua en baldes enormes.
—Es hermoso— Murmura tocando el borde.
—Sólo lo mejor para nuestro Emperador. — Comenta la criada con orgulloso, como si fuese la madre de Ichigo o algo así. — Aunque estoy segura que extraña un baño decente.
—¿Es personalmente del Emperador?
—Así es, todo un honor para ti, señorita. — La mujer mayor sonríe por su cara estupefacta.
—Iré por la comida. — Dictamina el mayordomo antes de salir de la carpa.
—Tardara más o menos una hora… lo suficiente en privacidad se refiere. Anda que te ayudo a desvestirte.
Un poco temerosa Orihime acepta y deja que la ayude con los cordones del vestido en la espalda. El material dañado es lanzado a una esquina y no tarda en seguirle los zapatos, las medias gruesas de lana, las enaguas y la ropa interior. Escucha a la mucama chasquear la lengua mientras la ayuda entrar a la tina, de seguro por lo que descubre bajo toda la ropa.
—Un cuerpo precioso bastante maltratado.
La princesa no responde ante el comentario, se le había escapado un gemido apenas mete un pie en el agua caliente. Paraíso perfecto. Ignorando el dolor provocado al contacto del agua con sus heridas reciente, igualmente se siente en el Cielo en lo que se recuesta en la tina con otro gemido de placer.
—No fue fácil llegar aquí. — Miente en parte. Sí, se ha ganado heridas tras su huida pero la mayoría y las más feas son a causa de ser demasiado buena en el palacio.
Y ni hablar de la falta de alimento por cortesía de su padre. La había castigado mucho sin comer por rogarle constantemente que acabase con esa guerra sin sentido. Para empezar Si no fuese por los criados que le tenían cariño, habría muerto de hambre hace meses.
O por otra cosa.
—Antes que te quedes dormida, te voy a ayudar a fregar la espalda y lavarte el pelo.
—Gracias.
Luego de haber estado allí cuarenta minutos, sale por fin de ahí renovada y con kilos menos al no portar más mugre. El agua estaba cristalina cuando se metió y ahora está café al salir. De pie sobre una toalla pequeña se va secando con ayuda de la mujer mayor, quien hace un comentario halagador con respecto a su pelo.
—Jamás creí ver a otra persona aparte del Emperador con aquel peculiar color de pelo.
—¿En serio? Me han contado que en el pueblo de mi madre es normal.
—¿No conoces a tu madre?
—Ella falleció en el parto.
—Oh, lo siento mucho.
—Yo no. — Dice firme, ignorando su mirada perpleja. — Créame, la muerte fue un regalo para ella.
La cubrieron con un vestido sencillo color blanco con adorno de flores. Le dijeron que a falta de ropa tuvieron que darle algo prestado de una de las amantes de Ichigo y ella no le dio importancia. Cualquier ofrenda es bienvenida. No tenía mangas y le llega la falda por arriba de los tobillos. Le pusieron botas de cuero y la sentaron para que le peinen el pelo.
Tan calmante la peineta en su pelo y el ronroneo de la mucama al tararear fue que se había dormido. Parece que apenas su cuerpo y mente recapacitan que se encuentra limpia y a salvo, apagó la adrenalina que la había mantenido despierta y alerta aquellas semanas que llevaba fuera de su hogar, que solo le permitieron siestas cortas no más de cinco o diez minutos. Se había dormido sentada hasta que la mujer pone una mano en su hombro y le anuncia que había acabado justo a tiempo que entraba el mayordomo con la comida y el aroma casi provoca que se desmaye babeando.
El mayordomo coloca una mesa en medio de la tienda y varios manjares fueron dispuestos frente a ella: bistec, pollo, jugo y frutas. Todos tenían una pinta tan deliciosa que era imposible no babear, sin embargo Orihime se controla lo mejor que pudo que debieron darle un premio. Le ayudaron a sentarse y vio todo frente a ella indecisa.
Era tanto que no sabía por dónde empezar.
—Alteza, si me permite ¿Porque no prueba la sopa primero? — Comenta el mayordomo al verla en ese estado.
—Yo… sí, claro. — Acepta tímidamente mientras el líquido era servido en su plato. Lo contemplo un momento y tomo una cuchara llevándola a su boca, una sonrisa iluminó su cara cuando Esta tocó sus papilas gustativas.
—¿Esta delicioso? — Pregunto la sirvienta mientras Orihime asentía varias veces.
—Es como probar un pedazo de cielo. — Y lo era, después de día de sobrevivir tomando solo agua de un río y apenas unas migajas de pan duro hacía una semana esto era la gloria.
—Seguramente nuestro cocinero agradecerá sus palabras. — Habla el mayordomo.
Después de comer y dejar su estómago satisfecho se queda esperando en la cómoda silla que había en el lugar, el emperador podría llegar en cualquier momento, pero estaba cansada después de tantos días a la deriva.
Cerraría los ojos un momento… sí, solo unos instantes y el emperador no se daría cuenta.
… esa
…princ…
… Princesa…
Orihime abre lentamente los ojos al escuchar que la llamaban. Lo primero que sintió fue un colchón cálido y una suave piel abrigándola del frío, pues estaban entrando en invierno y la temperatura comenzaba a bajar.
—Buenos días princesa ¿Ha dormido bien? -Pregunto el mayordomo.
—Si… ¿Qué? —Mira su entorno extrañada. — ¿Qué hora es? —Pregunta de repente mientras se sentaba en la cama.
—Son cerca de las diez de la mañana, ha dormido toda la noche, Su Alteza. — Responde el hombre.
—¿Cómo termine en la cama? — Su último recuerdo era haberse quedado dormida en la silla poco después de cenar.
—Su majestad al llegar la vio durmiendo en la silla y él mismo la llevo a la cama.
Orihime llevo sus manos a sus mejillas totalmente apenada ¿El emperador en persona la cargó? Se acaba de convertir en uno de los momentos más bochornosos de su vida.
—¿Dónde está su majestad? — Dijo en voz baja.
—Tuvo que atender un asunto de emergencia, parece que atacaron uno de nuestros fuertes en las tierras de Aslath y él en persona fue a supervisar.
—Ya veo. — Se quedó quieta un momento ¿Qué haría ahora? Era un hecho que ayudaría al emperador Ichigo a tomar su país, pero… ¿Qué haría mientras tanto?
—Alteza. — La llamo la mucama. Ahora con la mente más despejada, Orihime nota el pelo canoso y el rastro de negro perfectamente recogido en un moño y los ojos color café. — ¿Por qué no toma un desayuno antes de decidir qué hará? —Le dijo sonriente.
—¿Está bien que abuse así de su amabilidad?
—Es una orden de nuestro señor que le sirvamos como su invitada personal así que no se preocupe. — Sonrió la mujer apoyando una mano en su pecho. — Me presento, mi nombre es Hinako.
-Yo soy Richiro. —Se presento el mayordomo igual de canoso, pero bien arreglado, y ojos azules.
—Soy Orihime, es un placer conocerlos. —Se presenta con una inclinación respetuosa a pesar de seguir en la cama de rodillas. — Se que tuve que presentarme ayer, fui muy descortés y me disculpo.
—En el estado que llegó, es comprensible que se olvidará de todo. — La mujer le resto importancia con un movimiento de su mano. — Ahora mismo le traeremos su desayuno así que tome asiento.
—Sí, señora Hinako. — Orihime sonrío.
En algún lugar de camino a Aslath, Ichigo montaba su caballo con maestría mientras se acercaba al fuerte que mantenía en la frontera. Con una mano toma las riendas mientras mira su mano derecha y la cerraba, aún podía recordar la calidez de la princesa Orihime. Debía admitir que tenía unos ojos hermosos y se perdió un poco al verla la noche anterior ya sin toda esa suciedad en ella.
Ichigo había terminado su reunión a altas horas de la noche, por el momento la orden quedó en defender los fuertes y presionar hasta que la princesa los guiará directamente al rey y tomara su corona.
En cuanto entró en la habitación lo primero que vio fue a la princesa dormitando en su silla ¿Como había terminado durmiendo ahí? Se río levemente y se acercó a la joven. Su cabello naranja rojizo brillaba como el cristal al reflejo de la luz ahora que estaba limpio. Un mechón de éste cubría su cara, con cuidado lo movió y acomodo tras su oreja. La notó hacer una pequeña mueca y eso lo alertó pero sin embargo ella no despertó.
Con cuidado deslizó sus brazos bajo sus piernas y cuello y la llevo a la cama para que estuviese más cómoda, la contemplo un momento y se sorprendió al ver sus manos.
-Vaya, vaya. No la tuviste fácil, ¿Cierto princesa? —Tocó levemente sus manos, se podían ver algunos rasguños y raspones aparte de pequeñas hinchazones por moretones y la falta de hidratación, no eran nada grave y en unos días desaparecerían sin más (en especial si Unohana la atendía), pero no dejaba de admirar a la joven princesa, cualquiera hubiera huido pero ella quería garantizar la felicidad de su país a cualquier costo. Era una mujer que se había ganado su respeto. — Espero que me muestres más cosas interesantes princesa, quiero saber más de ti.
La arropó con las pieles y la notó acurrucarse hecha un ovillo ¿Hace cuánto tiempo no dormía adecuadamente? Eran notorias las señas de poco descanso y agotamiento, tanto mental como físico, además estaba delgada, tal vez demasiado… volvió a tomar la mano de la joven y al palpar el brazo descubrió los signos de desnutrición ¿Cuántos días no habría comido adecuadamente?
Decidido a saber más de ella, llamó a Mizuiro, uno de sus pocos amigos de la infancia y le pidió investigar acerca de la quinta princesa, él era uno de sus mejores informantes así que confiaría en él. Se quitó la capa, el uniforme y las botas; se puso unos pantalones tibios de algodón y un abrigo largo para el frío, generalmente dormía desnudo pero la temperatura era considerablemente baja esa noche.
Por la forma en que la joven pelinaranja dormitaba ni el sonido de una catapulta la despertaría así que se recostó cómodamente y durmió profundamente esa noche hasta la mañana siguiente cuando fue informado del ataque, se preparó a prisa y ordenó que dejasen dormir a sus anchas a Orihime, tendrían una larga conversación cuándo regresará.
Ichigo cierra la mano y sonríe al recordar la suavidad de la piel de la princesa.
—¿Que estás pensando Ichigo? — Ikkaku, uno de sus soldados y lancero lo saco de sus pensamientos.
—Tal vez en su nueva conquista. — Lo molesta Renji.
—¿Acaso tienes envidio Renji? — Le pregunta Ichigo arrogante y devolviendo el ataque.
—Claro que no, si mira otra mujer su prometida seguro que lo cuelga del pene en la torre más alta del palacio imperial. — Se burla el lancero.
—¡Por lo menos yo tengo prometida! — Le saco en cara el pelirrojo.
—¡¿Quieres pelear?!
—¡Adelante!
—Ya basta los dos. — Interrumpe seriamente el hombre. — No me he acostado con nadie, para eso tengo a mis cortesanas. La princesa es solo nuestra informante e invitada, no mal entiendan las cosas.
—Que aburrido. —Dijo ikkaku.
—Ahora dejen de pelear y apuren el paso.
—¡Sí señor! — Contestaron los hombres apurando el trote.
