JELuck: Los personajes de Naruto no me pertenecen, solo me pertenecen Hotaru y otros OC que aparecerán a lo largo de esta historia. Los cuales estan para ser manipulados por esta mente malvada... wajajaja. (._.)9
1. Como una Hyuga.
¿Cuál es tu sueño? ¿Tener Poder, prestigio…? Desde pequeños empezamos a formar esos sueños que nos ayudan a seguir hacia adelante y cumplir el propósito de nuestras vidas. En cambio, cuando pensaba en sus sueños no se le ocurría alguno en particular, quizás simplemente ser parte de la naturaleza, ser una rama, el tronco de un árbol, una hoja. Solían atravesarle por la cabeza esos absurdos pensamientos mientras me acomodaba en la rama más alta de un árbol para tomar una siesta.
Desde hacía ya un rato la joven de ojos claros abrió los párpados para encontrarse con el azul del cielo despejado. Disfrutaba de una paz inigualable. Inspiró de la fresca brisa y en una exhalación la dejó escapar con una pequeña sonrisa dibujada en sus delgados labios.
En ese momento deseaba que el tiempo se detuviera, jamás tener que apartarse de la maravillosa vista del cielo debajo de ella y no volver a la academia ninja. En fin, sólo perdía el tiempo con esa idea loca que de vez en cuando cruzaba por su cabeza y sólo terminaba amargándola.
— ¡HOTARUUU! —Una estridente voz llegó a sus tímpanos pronunciado su nombre alargando cada vocal, instintivamente la muchacha se tapó los oídos con sus dedos —. ¿¡Qué haces holgazaneando en hora de clase!?
Por más que enterrara sus dedos en los oídos Iruka-sensei aún podía escuchar claramente su iracunda voz. Ahí estaba él, apoyando ágilmente sobre sus pies frente a ella en la rama del árbol mostrando una ira demoníaca que le desfiguraba el rostro.
—Estoy en receso — contestó ella con calma rayando a indiferencia haciendo que la ceja de Iruka se crispara por la actitud que estaba mostrando.
—¡El receso terminó hace una hora! —masculló el hombre— Lo peor de todo es que lo haces a propósito...
—Debería de buscarse una novia en vez de preocuparse por esas cosas, sensei.
Hotaru habló sin pensar en las consecuencias de sus palabras, era un defecto suyo hablar precipitadamente. Una vena se hinchó en la frente de su maestro ninja, y a continuación, el hombre le haló la oreja.
— ¡Respeta a tus mayores, muchacha insolente!
— ¡Ay, ay, ay! Ya entendí, suélteme...
— Te soltaré cuando bajes de aquí.
Así se podía resumir el casi todos los días de Iruka Umino quien se dedicaba no sólo a controlar a su revoltoso estudiante Naruto, también debía lidiar con la holgazana escapista de Hotaru Hyūga; cuando no era en la copa de un árbol tomaba los pupitres como cama y eso era algo que no podía soportar.
Una vez que ambos estaban atrapados con las manos en la masa entraban al salón detrás de su sensei con la cabeza gacha, cual perro arrepentido e inmediatamente las densas miradas de sus compañeros se posaron en ello. En esta ocasión le extrañó ver a Naruto amarrado en el suelo como si se tratara de una bestia.
Iruka dio un corto agradecimiento a los ninjas que se quedaron custodiando a Naruto mientras fue a buscar a su otra problemática estudiante, y luego abandonaron el lugar en un abrir y cerrar de ojos.
Iruka le señaló con la mirada que se ubicara al lado de Naruto, el muchacho le dio una pequeña sonrisa y ella le respondió igual advirtiendo el sermón que ya sabían todos de memoria.
— Esta conducta es inaceptable —dijo el hombre golpeando el escritorio con sus manos—. Pronto se graduarán como gennin y deben empezar a madurar, en tu caso Naruto. Y tú, Hotaru, eres la mayor en esta clase, se supone que debes de dar el ejemplo.
Al ver la expresión indiferente de sus estudiantes se dio cuenta que las palabras no serían suficientes, debía hacer que sufrieran las consecuencias.
—Como castigo, todos tendrán que repasar el jutsu de transformación.
Y justo como esperaba, la cara de ambos muchachos cambió.
Los estudiantes formaron una hilera frente a Iruka-sensei. Naruto y Hotaru se integraron a la ella, muchos miraban indignados al par. Hotaru en especial sentía esas miradas, muchas burlescas pues todos sabían su historia como la estudiante de un clan prestigioso que no hacía más que avergonzar a su familia desde que reprobó el año anterior y tuvo que retomar clases con un grupo de menor nivel cuando se suponía que a esas alturas debía ser un gennin. Otros la miraban indignados pues con sólo verla simplemente les irritaba, una persona con tanto potencial en sus manos haciendo el ridículo.
— Mírenla, haciendo como si no le importara —dijo una chica a su lado, ella en respuesta frunció el entrecejo.
— Que molestia, ahora todos tenemos que hacer otra vez esta aburrida prueba por su culpa idiotas —dijo un Shikamaru con sus usuales quejas, esta vez concordaba con la mayoría que se encontraban de brazos cruzados por la misma situación.
En ese momento Hotaru no podía más, tenía que decir algo. Sin embargo, no fue necesario gracias al impulsivo rubio quien salió en defensa de ambos:
—¡A quién llamas idiota, idiota! —encaró Uzumaki al Nara alzando un puño al aire—. Ten por seguro que Hotaru y yo seremos los mejores ¡De veras!
— ¿Ah sí? ¿Hablas de la misma que ni se dignó a hacer ese jutsu anteriormente? —dijo Ino con sorna—. Apuesto a que sus habilidades ninja son igual de desastrosas que su promedio.
En realidad, poco le importaba a Hotaru lo que dijeran sobre ella, pues los demás sólo veían la etiqueta de "Hyūga" entre sus ojos. Pero era inevitable sentirse mal por sus acciones, no por el clan, más bien miraba a Hinata quien tan tímida jugaba nerviosa con sus dedos, sabía de sobra que algunas miradas burlonas iban dirigidas a ella también por su causa.
Hotaru reconocía que las merecía, en cambio Hinata no debía pagar por su mala actitud. Debía pedirle una disculpa una vez que llegaran a casa.
—Basta de parloteo —habló Iruka llamando la atención de sus alborotados estudiantes mientras observaba la lista en mano y empezaba a llamar por nombres a cada uno para que mostrara su habilidad con el jutsu—. Naruto Uzumaki, tu turno.
— Sí señor, ahora verán —el rubio sonrió confianzudo y caminó hacia adelante, ignorando los amenazantes ojos de sensei para que se cuidara de hacer alguna travesura.
Todos tenían su atención sobre él, ¿En qué se transformaría? Siendo Naruto tan impredecible no podían esperar otra réplica de Iruka-sensei, y eso Hotaru lo sabía mejor que nadie.
Fuera del clan Hyūga, su conocido más cercano era el mismísimo Naruto. No es que fueran los mejores amigos, pero su relación se podía catalogar como "compañeros de celda", al ser los problemáticos de la clase, ese fue el punto en común para forjar una pequeña amistad, aunque Hotaru Hyūga era de temple más calmado y prefería dormir antes que acompañar al otro a hacer travesuras que era la actividad predilecta del muchacho. Pero en situaciones como esas agradecía tener un compañero que al menos daba la cara por ambos.
— Aquí voy... — Naruto realizó su posición de manos— ¡Jutsu sexy!
Entonces, entre las cortinas de humo apareció la figura una atractiva mujer joven de pelo rubio y cuerpo despampanante. Si bien sorprendió a muchos de sus compañeros, impactó de sobremanera al maestro que de su nariz salió un gran chorro de sangre.
Hotaru trató de reprimir la risa y ahorrarse su comentario:
—Reamente necesita una novia...
Sin dudas fue una manera ingeniosa de hacer una prueba al estilo Uzumaki, y en esta no podía faltar una fuerte reprimenda. Estaba en juego el respeto de Iruka-sensei que sin importar cuantos algodones tratara de colocarse para detener el sangrado sería inevitable ser visto como un simple hombre con debilidades carnales. Estaba claro que no era esa clase de persona, pero realmente sorprendería a cualquier ninja experimentado que no viera esa técnica venir.
Una vez calmado el alboroto, Iruka carraspeó atrayendo nuevamente la atención de sus estudiantes y continuar con la prueba.
—Hotaru Hyūga, adelante. No aceptaré un no por respuesta ¿Entendiste? —cuando pronunció el nombre detuvo su atención especial en ella, la conocía demasiado bien para saber que al igual que Uzumaki saldría con algo, pero esta vez lo tranquilizaba el hecho de que no resultara ser peligrosa.
Para sorpresa de muchos, Hotaru dio un paso hacia adelante tal como lo indicó el sensei. Resulta que como la holgazana que era, rechazaba de plano a participar en cualquier prueba o actividad, por eso muchos asumían que realmente no tenía talento para ser ninja. En lo que llevaban de año, tan sólo sus compañeros pudieron verla lanzando algunos kunais y shurikens en lo cual no es que fuese la gran cosa.
Todos estaban expectantes, si tardaba en decir sus típicas palabras: "paso", es que en realidad iban a presenciar el ninjutsu de Hotaru Hyūga, incluso el mismo Iruka se encontraba igual de extrañado.
La chica realizó una posición de manos, y después el humo empezó a salir en su lugar. Como todos estaban tan pendientes a la transformación, tardaron en darse cuenta que en realidad la muchacha realizó un jutsu para salir del salón de clases.
Dentro de la mente de Iruka Umino se dijo que con razón la posición de manos era la equivocada. Al menos sabía que su estudiante sabía realizar ninjutsu, pero ese hecho no aplacó la oleada de ira que le hizo romper el bolígrafo a la mitad con su pulgar.
—¡HOTARUUU!
Al final del día todos estuvieron despidiéndose de sus compañeros. El salón se vaciaba rápidamente pues cada quien iba apurado por volver al fin a casa. En cambio, en uno de los lugares se encontraba una Hotaru Hyūga quien fue atrapada en pleno escape por Iruka y la obligó quedarse de último al concluir la clase porque necesitaba hablar con ella.
No debía especular mucho sobre qué quería hablar, con su comportamiento y el apellido que cargaba, el resto se podía deducir fácilmente. Habían sido tantas veces que ya se sabía el sermón de memoria. Pero, al mirar hacia un lado observó a Uzumaki quien también esperaba a que Iruka terminara de hablar con algunos alumnos que le preguntaban sobre algunas técnicas ninja que discutieron en clase.
—Oye —lo tocó por el hombro para llamar su atención— ¿Qué hiciste?
—¿Eh...? Te equivocas Hotaru, no he hecho nada.
Ella sonrió mientras ponía los ojos en blanco.
—No hablo de ahora, tonto. Te preguntaba por qué estás aquí.
—Ah... —el chico rió mientras se rascaba su mejilla rayada—. Pinté los rostros Hokage.
En respuesta, la chica abrió mucho los ojos y dejó escapar una risita.
—Sugoi...
Un fuerte carraspeo interrumpió su conversación. Frente a ellos estaba un Iruka-sensei con un rostro no muy grato tras escuchar esa respuesta por parte de la joven. Reprendió a la muchacha con la mirada ante de hablar:
—¿Saben por qué están aquí?
—Ay, Iruka-sensei, basta con esas preguntas tan complicadas y ya vaya al grano —dijo Naruto acomodando sus brazos detrás de su cabeza. Las palabras de Naruto terminaron de empeorar la situación, el hombre al percibir la notable indiferencia de sus dos estudiantes hizo que una vena palpitara sobre su frente.
—¡Al menos reflexionen un poco! —Alzó la voz, pero rápidamente recobró la compostura para disciplinar como se debía—. Como sea, su comportamiento me está colmado la paciencia y también la de sus compañeros. En vista de que no les puedo pedir un cambio, tendrán que pagar las consecuencias de sus actos.
Iruka hizo una pausa dramática que puso a los jóvenes ansiosos por la sentencia.
—Ambos limpiarán hasta dejar deslumbrantes los rostros Hokage.
—¡Oiga! ¡Yo no tengo que ver con eso! —Replicó la Hyūga parándose del asiento de súbito.
—Pero si te parece genial ¿No? —respondió entre dientes con la vena palpitante.
Naruto refunfuñaba a su lado, no valía la pena pelear pues sabían que su sensei no iba a cambiar de opinión.
Se dirigieron cabizbajos a los rostros Hogake y empezaron la ardua labor de limpiar mancha por mancha. Hotaru no se atrevió a decir nada al respecto desde que empezaron a limpiar. A pesar de lo injusto que resultaba limpiar los platos rotos de su amigo, reconocía que no hacía nada poniendo a prueba la paciencia de su maestro nuevamente.
Para muchos solamente era una rebelde sin causa, lo tenía todo para ser exitosa a diferencia de Naruto. Pero la realidad era que a veces ella misma envidiaba a su amigo, sus acciones tenían un mensaje claro, en cambio ella sólo huía de la realidad deseando ser otras cosas, escapar de un destino que la tenía amarrada.
Iruka en cambio se preguntaba por qué esa actitud tan desinteresada en un futuro shinobi exitoso, sin dudas le parecía un fruto de una rebeldía sin precedentes, un desperdicio de talento. Y esto no hacía más que hacer enojar a Hotaru alegando que nadie la entendía, absolutamente nadie comprendía sus acciones renuentes a prestar atención a clase o negarse participar en las pruebas de habilidades ninja. La respuesta era tan simple, pero todo el mundo se ocupaba en elaboradas conclusiones.
—Nadie lo entiende…
Lazó el paño sucio de pintura bruscamente hacia cubo con agua que ya estaba empezando a adquirir un color extraño producto de la mezcolanza de todos los colores. Aun así, fue capaz de ver su reflejo turbio y vio sus ojos, aquellos ojos la condenaban a un camino que no quería seguir, pues todo había perdido sentido para ella, sólo el peso de una maldición.
Esa clase de pensamientos pudieran parecer demasiado pesados para una jovencita de su edad que debía disfrutar de la vida y tenía un camino largo qué recorrer, pero por lo que aprendió de su estimado compañero de cárcel era que no se era lo suficientemente joven como para sufrir por esas cosas.
—¡Qué más da! No es como si alguien me estuviera esperando en casa —exclamó Naruto llamado la atención de la chica, al parecer estaba discutiendo con Iruka y apenas se daba cuenta.
Hotaru lo miró, parecía pensativo tras la respuesta. Entonces dijo:
—Oye Naruto... ¿Qué tal si te invito a comer ramen después que termines?
—¡Por qué no lo dijo antes! ¡Ya verá como termino de volada! —los ojos del rubio brillaban de alegría, aquello le hizo sonreír un poco —. Ey Hotaru, vendrás ¿Verdad?
La invitación le hizo sonreír ampliamente.
—Eso sería genial Naruto, pero debo volver a casa... sino tendré más problemas de los que me esperan ahora —dijo esto último para sí misma.
—Oh, es una pena... Pero te invitaré a una próxima, y no te puedes negar ¡De veras!
Hotaru sonrió, era imposible seguir triste al ver la enorme sonrisa de Naruto.
Gracias al incentivo, la tarea terminó más rápido de lo esperado y Hotaru no tuvo que hacer nada más que mirar a Naruto brincar de un lado a otro limpiando los restos de pintura como si fuera una máquina. Pero de todas formas era tarde, el sol empezaba a ocultarse y casi entraba la noche.
Con pensar en lo tarde que llegaría se puso una mano en el rostro, la reprimenda que le esperaba no sería pequeña.
El camino hacia la residencia del clan Hyūga lo consideraba frío y solitario, aunque el sol estuviera en todo su esplendor. Muchas veces le tocaba llegar tarde pues era usual tener que cumplir castigos después de clase.
No siempre fue de esa manera, desde hace un año y medio todo lo que estuviera relacionado con el clan Hyūga y convertirse en shinobi le parecía absurdo. Ya no más sonrisas de satisfacción, tampoco sueños que quisiera cumplir pues todo eso quedó destruido. Claro, no es que Hotaru fuera una amargada, cuando estaba descansado bajo la sombra de un árbol o hablaba con Naruto todo quedaba atrás, pero cuando estaba sola aquellos pensamientos la acosaban y era incapaz de controlarlos.
Al llegar a las imponentes puertas del clan, se detuvo. No deseaba entrar. La cara de Hiashi Hyūga con su ceño fruncido le llegó a la mente haciendo que la sacudieran los escalofríos. Dejó salir el aire contenido en el pecho, debía enfrentarse a él de todas formas si al menos quería cenar esa noche.
Caminó hacia la mansión principal que quedaba atravesando las pequeñas casas de los miembros de la Rama Secundaria. Ella vivía con Hiashi y sus hijas, Hinata y Hanabi. No compartía una conexión especial cercana con ellos, salvo que era Hyūga y su difunto padre resultó ser primo del actual líder del Clan. Después del doloroso incidente de hace un año y medio, quedó a cuidado de ellos.
Hotaru pertenecía de la rama secundaria al igual que su padre, por lo que estaba en una situación algo desfavorable, y empeoraba en vista de sus complicados orígenes que la ponían en una situación un tanto delicada dentro de la familia, pero gracias a la bondad de Hinata al menos había aprendido a sobrellevar un poco la situación.
Se quitó sus sandalias con sigilo, pretendía llegar a su habitación en absoluto silencio y quedarse allí hasta el día siguiente. Sabía que su cuidador estaría sumamente furioso con ella, más al saber que le había faltado a su primer entrenamiento de refuerzo había organizado hace poco. Se estremecía imaginándolo como el mismo Satanás perforándola con aquellos severos ojos que, aunque blancos, no dejaban de ser tan intensos como el radiante sol en un día de verano.
Tal vez ya cenar no fuera tan importante...
—Hotaru, ya llegaste...
La chica experimentó un susto de muerte cuando escuchó una suave voz de la nada. Su corazón se puso a latir como loco.
Afortunadamente estaba fuera de peligro cuando vio a Hinata salir de la puerta corrediza justo cuando se quitaba las sandalias.
Hotaru siseó indicándole que fuera discreta, y en el acto la otra se sonrojó avergonzada.
—No quiero que nadie se dé cuenta que he llegado... —Le dijo en voz tan baja que a duras penas Hinata podía oír.
Hinata asintió, pero aquella expresión llena de pena —que a veces le exasperaba— la hacía sentir peor, siempre se avecinaba algo malo cuando ponía esa cara. Mal augurio le traía Hinata Hyūga, pero no la culpaba sabiendo que se lo merecía por los malos momentos que pasaba en la academia por su culpa. Esos eran los juegos del karma.
—Este... yo, lo siento —a la muchacha se le hacía difícil hablar por los nervios, y mientras jugaba con los dedos, realmente parecía dolerle lo que estaba a punto de decirle—. E... Esto... Ya mi padre se dio cuenta. Y... y dice que vayas a verlo al dojō. Lo siento, Hotaru.
—Maldición... —gruñó disgustada provocando que Hinata se encogiera de hombros, en parte se sentía culpable pues lo que menos deseaba en el mundo es que su estimada amiga y prima lejana tuviera que enfrentarse a la cruda reprimenda que le tenía preparada su padre. Lamentaba no ser más astuta para hacer que ella se librara de su rígido padre, pero le tenía demasiado miedo como para hacer eso.
Con el rostro que vio cuando le dio el recado se estremeció de pies a cabeza, se le percibía más irritado con ella que de costumbre.
—Lo siento... —Se disculpó Hinata nuevamente, esta vez inclinando su cuerpo hacia adelante en una pequeña reverencia.
Hotaru resopló.
—Basta. No es tu culpa Hinata, tranquila. Todo estará bien ¿Sí?
Aquellas palabras todavía no aliviaban a la chica, estaba tan preocupada por ella que se conmovió. Realmente agradecía la estima y gentileza de Hinata, eso la animaba un poco. Sabía consciente que no era la única afectada por la dureza de Hiashi, entre ambas solían consolarse y formaban una pequeña alianza de amistad que durante sus extendidas charlas a veces hasta se olvidaban que pertenecían al clan y sólo eran dos chicas para nada especiales.
El camino al dojō ese día parecía siniestro por las tenebrosas sombras que se alojaban al costado del camino debido al crepúsculo. Cuando abrió la puerta para ingresar, la pobre luz que se filtró hacia el interior iluminó el regazo de Hiashi en el fondo. La luz de las velas en el fondo empeoraba la tétrica imagen del hombre, tragó saliva, se veía como una criatura del inframundo aguardando por su llegada.
Hotaru caminó lentamente sin saber qué era más inquietante, el silencio insistente o la mirada del hombre que la podía desde la oscuridad.
Cuando la joven estuvo a una distancia considerable, tomó asiento sobre sus rodillas preparándose mentalmente para lo peor.
—Llegaste tarde, y no preguntaré por qué... —en la voz del hombre más que decepción se le escuchaba indignado por la misma situación, además de la reprobación que siempre acompañaba su deje cada vez que se dirigía a ella. Él no pretendía resaltar la impuntualidad, sabía de sobra a qué se debía la tardanza de la chica —. Te metiste en problemas.
Hotaru pudo ver la pronunciada arruga entre sus cejas fruncidas enmarcando su mirada furiosa, mientras cerraba con fuerza una de sus manos que se aferraba su prenda de vestir, evidentemente trataba de canalizar su ira.
—Y pensar que una mocosa insolente como tú tenga nuestros ojos y habilidades. No has hecho más que traernos vergüenza a todos en el clan.
—Esto no ocurriera si simplemente hubiera accedido a mi deseo...
—No estás en la posición de elegir —Hiashi alzó la voz, se le veía una vena palpitando en la frente, claramente estaba tratando de contener la rabia provocada por la insolencia de la chica. Hiashi no le gustaban las personas desafiantes e incompetentes, y desgraciadamente a Hotaru era una desagradable combinación entre ambas cosas—. En vez de comportarte como una chiquilla rebelde deberías estar agradecida con esta familia que te acogió cuando se te pudo dejar en la calle junto a los perros cuando.
Una ola de ira la sacudió, quien ni bien había empezado el discurso de Hiashi había pasado mucho tiempo mordiéndose la lengua. Esta ocasión sería tiempo récord, pero al decir aquello último no pudo más. Su orgullo herido irrumpió de súbito sin permitirle siquiera pensar que no estaba en la mejor posición para replicar.
—¡Entonces por qué! ¡Dígame por qué no lo ha hecho todavía! —exclamó con rabia—. Ya que no le soy útil todavía puede arrojarme a los perros, no tendría problema...
En ese momento sintió un fuerte impacto en la mejilla que la dejó anonadada. No lo había visto venir.
No era la primera vez que Hiashi recurría a la acción para hacer callar sus impertinencias, pero debido a la naturaleza de esa conversación —la cual era un punto sensible en ella—, aquella bofetada le dolía más que nunca.
—Mocosa ingrata... Y pensar que Hinata siendo débil vale más que tú —masculló el hombre con la respiración alterada. En una velocidad casi sobrehumana Hiashi, dominado por la rabia, fue movido a darle otra bofetada. Se encontraba parado frente a ella, las sombras del lugar le daban un aspecto mortífero y autoritario que sobrecogió a la joven en su lugar—. No he visto semejante humano condenadamente egoísta desde tan joven. Convertirte en ninja es lo menos que puedes hacer no sólo por la familia, también para honrar la memoria de tu padre quien fue un buen Hyūga y me suplicó de rodillas, justo donde estás ahora, para que no sufrieras las consecuencias de su pecado. Me cuesta creer que de hombre tan noble saliera semejante escoria de hija, y me pregunto si hice lo correcto al conceder su petición.
Esas letales palabras traspasaron su corazón, por un momento creyó que en verdad le clavaron una kunai en el pecho, y en acto de reflejo agarró sus ropas. Su pecho dolía, y por eso, sin poder controlarse lágrimas silenciosas empezaron a resbalarse por sus pálidas mejillas. En su interior una pequeña Hotaru trataba de contenerlas desesperadas, llorar ante Hiashi Hyūga era como rebajarse a lo más.
La dureza de sus palabras fueron como un látigo que de paso se llevó con el un trozo de su carne, no tanto por lo que dijo, sino que jamás había visto la realidad de esa forma. En un segundo él le mostró el universo de la forma más cruda, durante todo este tiempo llevaba viviendo mirando el mundo dentro de un vaso de agua, pero Hiashi volcó ese vaso y la arrojó al mar hacia los tiburones, dejando que ella misma se ahogara en sus propios lamentos.
Ella era una horrible persona, lo sabía. Pero que alguien más se lo dijera resultaba ser aún más doloroso. Lloraba porque esa era la peor sensación del mundo.
Con vergüenza se vio obligada a bajar el rostro, no por el hombre frente a ella, sino por su padre. Era una hija tan indigna de un hombre tan bueno como él, de seguro que desde cualquier lugar donde estuviera quizás la estaba mirando muy decepcionado de ella. No sabía a quién clamar. Si a los dioses, de seguro no se molestarían en consolar a una Hyūga bastarda.
—¿Crees que estás siquiera en posición de llorar?
Hotaru levantó la vista hacia el imponente hombre. Lo miraba con rabia, no quería escuchar una sola palabra más de él, pero tenía razón ¿Qué resolvería con llorar? Con ello su fortuna no sería mejor.
—A partir de ahora tendré mano de hierro contigo, Hotaru.
El líder del clan se puso en posición de pelea. Entonces, se dio cuenta que había empezado, la prometida rutina de reforzamiento sería una promesa que definitivamente cumpliría y la recordaría por el resto de sus días como la paliza más fuerte que hubiera recibido en su joven vida.
Esa noche Hiashi la mandó golpeada y hambrienta a su habitación, y a la mañana siguiente sólo tendría las sobras de desayuno.
Se acomodó sobre en el fūton siendo víctima de la brisa fría de la noche que se volaba por la ventana, le hizo sentir más dolor sobre sus golpes. Miró al lado de su fūton y vio el cuerpo de Hinata descansando, sin imaginarse la pesadilla que sucedió en el dojō con su padre. De seguro que a la mañana siguiente la bombardearía de preguntas por a su ausencia en la cena, pero prefería ahorrarse con ella los detalles
Hotaru se acostó y desde su lecho podía ver claramente el cielo estrellado a través de la ventana. Debía admitir que al menos su vida no era tan desgraciada que podía apreciar ese escenario de estrellas. De seguro que esa vista sería aún más espléndida desde el claro de un bosque, como su padre y ella solían hacer cuando se aventuraban por ahí en sus pequeños viajes de entrenamiento cuando él regresaba a casa después de las misiones. Cuánto anhelaba a que esos tiempos volvieran, pero su corazón no hacía nada más que revolcarse en su pecho ante la impotencia de no engendrar esas realidades.
Quería honrar la memoria de su padre, y según Hiashi lo haría convirtiéndose en ninja. No le quitaba crédito a esas palabras pues tenía razón. Una vez soñó en convertirse en shinobi creciendo junto a su padre, aprendiendo con él de sus excepcionales habilidades. Pero una vez que se fue, también se fueron sus sueños e ilusiones.
La chica al final terminó rendida en medio de sus pensamientos, a los últimos segundos de su conciencia le pareció ver a su padre otra vez, sonriéndole con la más cálidas de las sonrisas mientras revolvía sus cabellos negros diciéndole:
—Eres buena chica, Hotaru...
Más temprano esa misma noche había un murmullo agradable los puestos de comida y tabernas circundantes en el centro de Konoha. A pesar de ser principios de la semana las calles a estas horas estaban muy transitadas debido a los ninjas que llegaban de sus misiones e iban a tomarse un buen merecido trago de sake para celebrar una misión realizada con éxito, o sino elegantes jóvenes bien arregladas en sus kimonos de colores brillantes que iban en busca de clientes para hacerlos olvidarse del trabajoso día.
Cerca de ahí, se encontraba un agradable puesto que era considerado por uno de sus clientes más asiduos como el sitio con el mejor ramen de toda la aldea. Esa noche se encontraba ahí con su maestro tras la promesa de aquella tarde antes de ocultarse el sol.
El reluciente y cálido caldo del ramen traspasaba la boca del muchacho, engullendo con placer su sabor de ramen favorito. Sin dudas el menor bálsamo de labios, la grasa del caldo humectó su boca dejándola totalmente brillante. Sonrió, y pasó el dorso de la mano sin el menor cuidado para limpiarse la boca.
Rió con alegría mostrando lo mucho que disfrutaba del momento.
A un lado estaba Iruka mirando al joven de reojo, pensando en la mejor forma de abordar el tema de ese día.
—Naruto —el llamado alzó la cabeza de su estudiante que engullía los fideos con fruición—. ¿Por qué le hiciste eso a los rostros Hokage?
La pregunta que soltó al aire puso al rubio a pensar, se detuvo al comer los fideos y se abstrajo por unos segundos antes de responder. Pero se adelantó a su respuesta para añadir algo más:
—Digo, tú sabes quienes fueron.
—Por supuesto, sensei. Todo el mundo lo sabe. —Respondió el rubio sorbiendo lo último que quedaba de su ramen antes de seguir hablando—. Fueron lo mejor de lo mejor, campeones ninja de su tiempo, leyendas invencibles. En especial el Cuarto Hokage, fue el mejor de todos porque salvó a la aldea del zorro de las nueve colas.
—Entonces, ¿Por qué...?
—¡Porque yo seré mejor que todos ellos! Me convertiré en el próximo Hogake, ese es mi sueño ¡De veras! —dijo un apasionado Naruto señalando a Iruka-sensei con los palillos de ramen—. Verá mi rostro estará ahí arriba, así todo el mundo dejará de despreciarme y tendrá que verme con respeto. Yo, Naruto Uzumaki, el mejor ninja de todos los tiempos ¡De veras!
Iruka miraba a su estudiante con los ojos abiertos como platos, sin poder creer que toda esa palabrería salía de él.
—Bueno, el mejor ninja todos los tiempos tendrá que esforzarse para pasar su examen de graduación.
Naruto con recordar eso soltó un gruñido y exclamó por lo injusto que era su sensei al negarse permitirle ponerse su banda ninja en tan agradable momento.
—Oye Naruto, dime una cosa...
El joven miró curioso a su maestro al verlo recobrar seriedad tan repentinamente después de la agradable carcajada de hace unos segundos.
—Es sobre Hotaru, ustedes dos son muy amigos ¿No es así?
—Sí.
—¿Qué piensas de ella?
—Pues... —Naruto empezó a sorber de su nuevo plato de ramen mientras recolectaba las ideas en su mente para describir a su amiga—. Pienso que ella es genial, me trata muy bien y siempre me escucha no importa lo que diga. Me anima y dice que tengo mucho más talento que Sasuke. Además, es muy linda cuando sonríe, pero no más que Sakura por supuesto —añadió eso ultimo con un leve sonrojo en sus mejillas—. Ah, ¿Por qué lo pregunta Iruka-sensei?
Como esperaba, Naruto ni siquiera mencionó sobre sus habilidades ninja. Al parecer ni siquiera con su amigo más cercano compartía esas cosas, temía que la actitud de la Hyūga se contagiara en su alumno entusiasta que, a pesar de su pasión irrevocable de convertirse en shinobi seguía el mismo patrón de la chica y temía que terminara repitiendo el año como ella, lo cual lo expondría a una situación más dura que la actual.
Iruka era duro con Naruto, lo era porque le importaba. Aquella relación de Naruto y Hotaru le preocupaba, pensaba que aquella amistad pudiera resultar nociva para el joven.
—Y como ninja ¿Crees que pueda ser una buena influencia para ti?
—¿A qué se refiere, sensei?
—Tú sabes cómo es ella en clases, ¿Crees que tu amistad con ella pueda ayudarte a alcanzar tu sueño?
Cuando Iruka mencionó aquello Naruto se puso serio, dejando reposar los palillos sobre el plato vacío. El joven frunció los labios, perturbado por el problema de su amiga. Sabía que estaba renuente a ser shinobi, pero sabía que podía ser una kunoichi excepcional. Siempre le daba su apoyo y le daba un visto bueno a todo lo que hacía con tal de alcanzar su sueño, pese a sus distintos puntos de vista sobre el camino que amaba ella nunca se entrometía o se quejaba de los shinobi.
Hotaru nunca le expresó su problema, tampoco le nació preguntarle en alguna ocasión porque en sus conversaciones siempre giraban en torno al rubio. Pero sin dudas era un problema personal bastante grande. En sus ojos veía asomarse el dolor que sentía, por eso no podía permitirse alejarse de ella porque quería ayudarla a dejar esa carga a un lado, hacerla feliz por un momento justo como hubiera querido tener a alguien así en el pasado.
—Hotaru es como yo, aunque no lo demuestre porque sonríe sé que sufre como yo lo hago... Por eso somos amigos.
Con esa simple explicación Iruka lo entendió todo. El vínculo entre Naruto y Hotaru era fuerte, aunque a simple vista pareciera poca cosa, no era una simple amistad donde compartías cosas en común con la otra, sino que de alguna forma Uzumaki había encontrado el ella parte del apoyo que necesitaba. Se alegraba por ello, pero aun así no dejaba de preocuparse, porque sentía que algo en Hotaru Hyūga no era normal, y tenía que ver precisamente con su persona.
