La fiesta de fin de año de la empresa acaba de empezar y Levi ya quería marcharse. Sus amigos se encontraban en el otro lado del salón y se veían ensimismados hablando con sus otros colegas. Levi suspiró preguntándose cuál era el tema tan interesante que se encontraban parloteando la pareja de recién casados.
Tomó un sorbo del agua con gas y rogó a que el tiempo transcurriera en un abrir y cerrar de ojos. Le desagradaban este tipo de eventos, sobre todo cuando tenía que sociabilizar con personas que desconocía. Especialmente cuando una mujer de cabello negro se presentó inesperadamente ante él. Dado a que no recordaba haberla visto con anterioridad supuso que era algún familiar de sus compañeros de trabajo. La mujer de mirada cansada se acercó a él en cuanto lo vio solo en el bar. Se veía tan simpática, que Levi no tuvo las agallas para dejarla hablando sola.
—¿Tú debes ser Levi Ackerman, cierto? —preguntó curiosamente la mujer.
—Así es—contestó el omega—¿nos conocemos?
—No hemos tenido el privilegio de hacerlo, pero los compañeros de trabajo de mi marido de no paran de hablar de ti. Me han dicho que eres un excelente empleado.
Debido a su naturaleza introvertida y poco sociable, el omega comenzó a sentirse incomodo con la presencia de la beta. Además, veía a todas luces que era una persona bastante de piel, cosa que de lo cual él no se caracterizaba.
Así que sin ningún impedimento alguno Levi intervino.
—No quiero sonar descortés, pero ¿usted quién es?
—Hay pero que tonta, soy Pieck Finger…—dijo sonriendo torpemente, tras unos segundos la mujer se dio una pequeña palmadita en la mejilla— Oh perdón, aún no me acostumbro a usar mi apellido de casada, Pieck Jaeger.
—¿Jaeger? —preguntó desconcertado—¿Está casada con Eren Jaeger?
—Pero que confusión, por supuesto que no. Mi querido cuñado es muy joven para casarse con una mujer experimentada como yo. Estoy casada con su hermano mayor, tu jefe Zeke Jaeger.
Esa sorpresiva declaración cayó como concreto sobre sus hombros. Lo que decía aquella mujer no podía ser cierto. Sin embargo, su timbre de voz junto a sus relajadas facciones no parecía mostrar rastro de mentira.
—Hablando del rey de Roma—dijo la mujer extendiendo la mano para ser encontrada— ¡Zeke, aquí estoy! Acabo de conocer a uno de tus subordinados.
El cuerpo de Levi tembló al ver como su jefe se aproximó a los brazos de su esposa. La tal Pieck se apoyo en el pecho del hombre rubio quien no parecía inmutarse ante la presencia de Levi, quien a duras penas aguantaba las ganas de vomitar.
—El señor Ackerman me acompañó mientras fuiste a hablar con el gerente finanzas.
—Asi que conociste a Levi—dijo el hombre cuyos ojos verdes por fin se dignaron en posarse en el pelinegro—¿Estas disfrutando de la fiesta?
—Absolutamente, señor Jaeger—respondió con la voz seca. Sus instintos rogaban por salir inmediatamente de ahí.
—Creo que iré a buscar un poco de jugo. No te alejes mucho ¿si, Zeke?— dijo la encantadora mujer, luego se dirigió al omega y se despidió—Fue un gusto conocerte, Levi.
—Igualmente.
En cuanto la mujer se marchó de la vista de ambos hombres, Levi vio la oportunidad de hacer lo mismo. Se alejó de Zeke queriendo encontrar el pasillo del baño. En cuanto por fin logró divisarlo, se adentró en él. Sin embargo, no contó que lo apretaban fuertemente del codo deteniendo así su fuga.
—Sueltamente— susurró Levi al notar que su supuesto amante era quien lo detenía. El aroma característico de coñac que alguna vez lo sedujo, ahora solo se limitaba a causarle nauseas—tu mujer podría mirarnos.
—Solo quiero asegurarme de que no hagas una estupidez— dijo el alfa seriamente.
—¿Acaso no te has visto en el espejo? Aquí él que esta casado no soy yo. ¿Cómo pude ser tan tonto como para no darme cuenta?
—No exageres.
—¿Exagerar? —gruñó el pelinegro— Le fuiste infiel a tu mujer conmigo ¿Por qué no me dijiste que eras casado?
—Porque no te debo ningún tipo explicación, Ackerman—dijo el hombre sin una pisca de resentimiento—lo que ocurrió entre nosotros fue meramente un desliz.
"Un desliz que había durado un poco más de medio año", pensó el omega. Indignado, Levi se mordió los labios y cortó cualquier contacto visual con alfa. Se sentía humillado y decepcionado. Zeke lo había utilizado como si se tratara de un pañuelo desechable.
—Ambos acordamos que no nos entrometeríamos en la vida del otro.
—Pero no cuando involucráramos a un tercero—contestó entre dientes— especialmente a tu mujer. ¡Escoria!
De pronto, sintió como las frías manos del hombre más alto sujetaron su barbilla obligándolo a mirarlo a los ojos. No fue un toque para nada brusco, pero si imponente. Los ojos filosos de Levi hicieron contacto con los verdes de Zeke, de pronto sus ganas de vomitar se intensificaron.
—Lo único que me acompleja es tu discreción. Veras, no quiero que mi reputación se vea afectada por este desliz y tampoco quiero tener problemas con mi esposa.
—Eres alguien despreciable— dijo Levi con los dientes apretados.
—¿Puedo contar con tu silencio cierto? —exigió el alfa —¿o prefieres que te lo diga de otro modo para asegurarme de que cierres la boca?
—No es necesario que utilices tu voz de mando conmigo— dijo Levi quitando bruscamente los dedos del alfa de su rostro—Solo espero que demos esto por terminado. Ahora nuestra relación será meramente profesional, así que te pediré que por el mínimo amor que le tengas a tu esposa no me busques.
Le dio la espalda queriendo alcanzar el baño por de una buena vez. En cuanto llegó, atrancó la puerta con una escoba y se dirigió al inodoro más cercano que pudo encontrar. Estuvo al menos ahí por diez minutos. Diez minutos en donde su garganta vació los canapés que había ingerido hace un tiempo atrás. Cuando por fin los mareos cesaron, el pelinegro tomó un trozo de papel higiénico para limpiarse la boca. Se sentía asqueado por aquella humillante situación que le había tocado vivir en plena fiesta de fin de año. Respiró hondo queriendo que toda esta mala racha quedara hasta ahí.
Aun así, lo peor vino cuando a primera hora del día lunes recibió su carta de despido.
. . .
Luego de terminar con su último paciente del día, sus labios soltaron un largo y cansado suspiro. El día había sido agotador. Sin embargo, amaba tanto su trabajo que el cansancio era lo de menos. Miro su reloj de muñeca dándose cuenta de que aún podía tener algo de tiempo para ir al supermercado y preparar el almuerzo de mañana.
Tomó las llaves de su auto y con el maletín en la mano se retiró de su oficina.
Lo bueno de vivir en el centro de la ciudad era que tenia accesibilidad a la mayoría de los comercios. Además, el supermercado se hallaba a unas cuantas cuadras de su departamento. Lo cual le resultaba ventajoso y al alcance de su mano. Ya dentro de él se distrajo por el pasillo de las comidas para picar, en donde sus ojos deambularon en las bolsas de papas fritas. Tentado por querer llevar tres de una vez, lo pensó mejor y solo dejó una en el carrito. Ya podía escuchar la voz de su madre recriminándole por comer comida chatarra.
Alejándose de su comida preferida, Erwin decidió irse hacia el pasillo de las conservas. Sin embargo, un aroma lo detuvo en seco. ¿Cómo podría describirlo? Era refrescante y mentolado. Su mente rápidamente lo asoció a la menta y eucalipto.
"¿Habrán puesto alguna especie de aerosol?", pensó Erwin. Sin embargo, descartó rápidamente la idea. Si hubiera sido así, lo habría percibido desde el momento que entró al supermercado. El aroma era atrayente despertando así sus sentidos completamente. Incluso, de forma inexplicable, su corazón comenzó a latir desenfrenado, percatándose de como ese encantador aroma se encontraba tan próximo a él.
De pronto una conversación fugaz fue evocada por su mente, su colega de trabajo había hablado de este tipo de situaciones denominándolas encuentro con la pareja destinada.
"Es loco lo que dicen, pero una vez que las almas destinadas se encuentran experimentan una especie de conexión. Es como si el mismo destino las tratara de juntar. ¿No te parece romántico?"
Recordó haberse reído en su cara cuando le dijo semejante cosa. ¿Sería aquello a lo que se refería Hange? Ahora mismo se sentía tan extraño tal y como ella lo describía. La necesidad de hallar a la fuente de su reciente anhelo se hizo vigente en ese instante. Necesitaba encontrarlo, era como algo fuera de si mismo se lo estuviera implorando.
Dejó el carrito a un lado, y siguió el rastro de dicha fragancia. Sin embargo, pese a que buscó a en todos los pasillos, no pudo encontrar a la persona a quien pertenecía. Cuando su aroma se disipó por completo en el ambiente, frunció los labios y con pesar abandonó el pasillo de las verduras para buscar sus papas fritas.
. . .
—¿Me estás diciendo que tuviste una relación secreta con el jefe y ni siquiera nos contaste?
—Asumo que eso implica estar en una relación secreta—dijo Levi mientras retiraba el té de las bolsas del supermercado.
—No lo entiendo, ¿él te lo pidió u ordenó?
—Mierda Levi, ahora entiendo porque te despidió.
El omega suspiró con pesar, había pasado casi dos años en esa empresa y había logrado grandes avances. Sin embargo, todo su mundo dio un giro de 180° cuando en una reunión que tuvo el alfa a solas las cosas se le fueron de las manos y terminaron haciéndolo en la sala de juntas. Esa relación secreta que había durado por sobre los seis meses logró que todos sus esfuerzos se fueran al carajo.
Negó con la cabeza tratando de no darle más vueltas al asunto y prosiguió a guardar las compras del mes en los muebles de cocina.
—¿No sabias que estaba casado? —preguntó Farlan mientras se sentaba en la pequeña mesa redonda— Pudiste habernos preguntado.
—Vean, no les conté para que me juzguen. Créanme que ya me estoy recriminando lo suficiente como para que lleguen y me restrieguen en la cara lo que hice mal.
Los presentes se quedaron callados ante la súbita reprimenda del omega, quien rápidamente notó el cambio de ambiente del pequeño apartamento. Suspiró cansadamente y se pasó las manos por su cabello negro.
—Lo siento, solo estoy algo estresado.
—Es normal que estes así, ese imbécil te despidió sin justificación alguna. Entendemos lo frustrante que puede ser tu situación—consoló Isabel frotándole el hombro al omega—Estamos contigo, hermano.
—Por cierto, ¿Has buscado empleo?
—Lo he estado haciendo, pero ninguno me convence.
—Podríamos ayudarte, tengo algunos contactos— comentó Farlan.
—No es necesario, déjenme hacer esto por mi cuenta.
—Ser orgulloso no te ayudará mucho en este momento, recuerdas que tienes un arriendo por pagar.
—Tan miserable no estoy, aún tengo algunos ahorros. Si veo que me estanco, les pediré ayuda.
Observó al beta asentir con la cabeza y prosiguió a guardar la mercadería. Sin embargo, se movió tan bruscamente logrando que un fuerte mareo se alojara en su cabeza. La beta, quien vio como Levi se llevaba la mano a la boca, preguntó:
—¿Te sientes bien?
El omega asintió con la cabeza y respiró profundo intentando disipar un poco el malestar. En cuanto pasó volvió a abrir los ojos. La pelirroja le preparó un té de hierbas y siguieron hablando de lo sucedido con el alfa.
—Yo sabía que Zeke se había comprometido hace tres años—dijo Isabel —Su esposa es un amor de persona.
—Siento lástima por ella —dijo Levi cruzándose de brazos— De haberlo sabido nunca me hubiera accedido a esto.
—¿Y tú? —preguntó Farlan—¿Te sucedieron cosas con Zeke? ¿Te llegó a gustar?
—Si se encamó con él algo debió gustarle ¿no?
"En efecto", pensó Levi. El hombre tenía carisma y el buen don del habla. Le atraía la forma empoderada en que manejaba la empresa de su padre, la manera en que lograba convencer a los futuros inversionista y hacerlos ceder con sus propuestas. El hombre desprendía una arrogancia que no le gustaba del todo, pero de alguna forma lograba lucir atractivo ante los ojos del omega. Pese a que sus instintos y su sentido racional le advirtieron de que estaba cometiendo un error cada vez que dejaba que sus manos se pasearan por sus caderas y sus labios por su cuello, el no hizo ni el más mínimo caso. Ahora pagaba las consecuencias de sus actos.
—El silencio otorga— dijo Farlan levantándose de la mesa—Bueno, nosotros tenemos que irnos.
—¿A dónde van?
—Vamos al bar ¿Te animas a ir con nosotros? —preguntó Isabel —Puede que te ayude a distraerte un poco.
—Lo que menos quiero en este momento es sociabilizar— dijo Levi tomando un poco del té de hierbas— pero gracias por la invitación.
—Esta bien, pero cualquier cosa que necesites no dudes en preguntarnos, ¿Ok?
Levi asintió, y observó como la pareja de betas se retiraba de su pequeña morada. Una vez estando completamente solo, suspiró cansadamente y sacó el test que guardaba en el bolsillo. Trató de ser lo más discreto posible para que sus amigos no se dieran cuenta de que había comprado uno, ya tenia suficiente con contarle la polémica relación que había tenido con su jefe y lo que menos quería era estar dando explicaciones sobre un posible embarazo como resultado de toda aquella situación.
Leyó cuidadosamente las instrucciones y se encerró en el baño para seguirlas al pie de la letra. Cuando terminó, dejó el test en el baño y se recostó en su cama para tratar de encontrar un poco de serenidad en su atormentada mente. El tiempo transcurría lento en ese instante. Respiró hondo y pausado generando que su mente evocara cosas que le provocaran paz, como una caliente taza de té de jengibre limón, o bien, el recuerdo de la risa de su madre, o el atrayente aroma a tierra mojada y cedro que había sentido hace unas horas atrás.
. . .
—¡Ves! Te dije que esto podía pasarte— comentó Hange toda eufórica— Quien diría que el hombre que se había reído en mi cara la semana pasada ahora había encontrado a su alma gemela.
—No debí contarte— dijo Erwin soportando a su colega y excompañera de universidad.
—¿Y lo alcanzaste a conocer?
Erwin negó con la cabeza amargadamente. Aun podía recordar el intenso aroma del omega que había estado tan próximo a su posición. Ni siquiera sabia como era el rostro, ni el género de aquella persona. Sin embargo, sentía que lo conocía de toda la vida.
—No te desanimes—dijo Hange con una sonrisa esperanzadora—es posible que puedas hallarlo nuevamente en el supermercado. Solo ten fe.
—Me gusta tu optimismo, de hecho, me encantaría poder decir lo mismo— dijo Erwin posando nuevamente sus ojos en la agenda que tenia en el computador—¿No debes volver a la clínica?
—Cierto, mi corta visita debió haber terminado hace quince minutos— dijo la mujer tomando su pequeño maletín— Sin embargo, me atrapó tu pequeño encuentro con tu destinado.
—Ni siquiera fue un encuentro— dijo el alfa acompañándola hacia la puerta— será mejor que te vayas, tengo un paciente que de seguro ya debe estar por llegar.
—Okay, okay, puedo notar que no me quieres aquí— dijo Hange siendo empujada hacia la puerta— Oye, con Moblit nos juntaremos durante el fin de semana, ¿Te gustaría ir?
—No tengo ganas.
—Por dios, Erwin. No puedes ser tan amargado, un par de cervezas no te harán daño. Le diré a Moblit lo emocionado que estas por ir.
—Por supuesto, no sabes la emoción que siento por tocar nuevamente el violín.
La beta se rio y cerró la puerta. El obstetra se sentó en su escritorio y frotó ambas sienes con sus dedos. A veces la mujer podía ser bastante demandante y entrometida, de hecho, había dudado de contarle la extraña situación que había ocurrido en el supermercado. Sin embargo, sus instintos estaban tan revolucionados con todo aquello que necesitaba escuchar la segunda opinión de alguien más.
Desgraciadamente esto solo había ayudado a aumentar su ansiedad. El rico aroma a eucalipto y menta era algo que no podía quitarse de la mente. Cerró los ojos tratando de ignorar aquel sentir, pero le estaba costando muchísimo trabajo. En eso, su citófono sonó y la voz de su secretaria se hizo presente.
—El paciente de las cinco ya se encuentra en la sala de espera—anuncio la beta.
—Hágalo pasar.
Suspiró nuevamente convenciéndose a sí mismo que todo se había tratado de una simple ilusión y que nada de lo que le había dicho Hange era verdad. De seguro fue una mala jugada de su corazón tras años de no haber estado en ningún tipo de relación.
"Si, de seguro es eso", pensó para sí mismo.
Los golpes de la puerta lo alertaron y dio el pase para que su paciente se aproximara. Y entonces nuevamente lo sintió. El característico aroma mentolado se hizo presente y sus instintos se pusieron alerta. La puerta se abrió en cámara lenta y se levantó rápido de su escritorio. Aquella persona que se encontraba detrás de la puerta era la misma que había estado en el supermercado. Era exactamente igual, solo que había un toque distinto. Un ligero toque a leche acompañaba a aquel aroma. Era minúsculo, pero estaba ahí. Entonces, lo vio.
Sus ojos eran grises y de cabello negro y lacio. Era pequeño y de musculatura esbelta. Tenía un rostro inmutable y que carecía de expresión. Sin embargo, pese a esa expresión imperturbable, Erwin notó el miedo en sus ojos.
Fijó la vista en su computador, preguntó:
—¿Levi Ackerman? —el pequeño hombre asintió— tome asiento por favor.
Erwin tragó duramente pensando en lo cruel que podía llegar a ser el destino, dado que una probable razón para que el omega estuviera ahí era uno de los típicos diagnósticos que les daba a sus pacientes.
—Dígame que lo trae por aquí—preguntó queriendo de todo corazón que fuera un error y que sus sospechas no fueran acertadas.
El omega desvió la mirada y se rascó la nuca con incomodidad. Erwin pudo notar que lo que menos quería el pelinegro era estar aquí. Sin embargo, fue paciente y le dio todo el tiempo del mundo para que Levi formulara su inquietud.
—¿Necesita algo de agua? —preguntó el alfa levantándose y dirigiéndose hacia el contenedor de agua—Aquí tiene.
—Gracias— dijo el omega con una voz que a Erwin lo estremeció. No era una voz profunda, pero si le gustó.
Volvió nuevamente a su lugar, y se cruzó de manos para apoyar su mentón y prestarle su exclusiva atención al Levi, quien nerviosamente intentaba formular sus palabras. Tomó un poco de agua y entonces dijo:
—Vengo con la sospecha de un embarazo.
Erwin asintió escuchando la declaración que no quería escuchar. Nunca esperó que su destinado fuera su futuro paciente y mucho menos que esperaba el hijo de otra persona.
Hola a todos, ¿Qué tal están? siento que ha pasado milenios sin publicar.
Ahora que tengo un poquito de tiempo, les traigo un proyecto que lleva meses en mi cabeza. Ojalá les haya sido de su agrado este comienzo y sería muy feliz si me acompañaran al igual que en todas mis ideas. Solo ténganle un poquito de fe.
Quedo atenta a sus comentarios,
¡Nos leemos!
