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La lluvia es un problema si no te quieres mojar
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El líder de la Familia Gu había muerto.
O al menos era lo que Semi no para de contarles a todos en La Faire, ese bar de mala muerte al que Atsumu llegó hace apenas unas dos semanas con una amnesia desconocida y sin una maldita moneda en los bolsillos de su pantalón.
—Estamos jodidos —oye a Semi, de nuevo, como si estuviera genuinamente asustado por ese hecho pero a Atsumu lo que más le asusta en ese momento es que Madame Yu, la dueña del bar, se aparezca por ahí.
Si se llega a dar cuenta que están cuchicheando en horas de trabajo, los va a mandar a todos sin cenar. Y aunque la comida que ofrece La Faire no es de un restaurante de cinco estrellas, Atsumu se conforma con un trozo de pan y un vaso con agua si le va bien, después de todo cualquier cosa era mejor que no comer o d tener que buscar en la basura, tal y como había estado vagando y sobreviviendo solo un par de días antes de que comenzara a trabajar en ese bar.
No hace mucho que llegó a esa ciudad.
Dios, que parecía estar protagonizando el inicio de temporada de una serie de cataclismo al no recordar ni su nombre, despertando en urgencias mientras gritaba como un lunático y pedía ayuda. ¿Qué hacía ahí? Lo primero que se permitió cerciorar era que todos sus miembros estuviesen en su lugar. Pero es que enserio tenía muchísimo miedo. ¡Lo peor es que ni siquiera recuerda cómo es que terminó así!
Atsumu estuvo histérico esos días en la sala de urgencias de un hospital al que no recuerda haber llegado bajo su propio pie. Su primera teoría era que lo habían drogado y que todavía estaba bajo los efectos de las mismas drogas pero...¿Qué tipo de droga era capaz de borrarte la memoria de forma parcial y dejarte en ese estado? Estuvo muy optimista a pesar de todo creyendo que solo sería cuestión de tiempo para que comenzara a recordar algo por sí mismo.
Al menos, eso era lo que deseaba escuchar del médico que lo atendió. Un señor amable de alrededor de 50 años demasiado comprensivo para la crisis nerviosa con la que Atsumu despertó en esa camilla completamente desorientado.
—Descuida. Estás a salvo ahora —recuerda oírlo decirle con una sonrisa, dándole una resumida historia de cómo fue encontrado, según su versión, debajo de un puente completamente golpeado y deshidratado.
Encontrado. ¿Significaba que alguien lo había llevado hasta ahí?
De nada sirvieron los múltiples intentos que hizo Atsumu por unir piezas para entender por qué se encontraba ahí porque, de hecho, no había piezas que unir.
Blanco.
Por más que se esforzaba, no había nada que pudiera recordar salvo su nombre. A juzgar por su apariencia en ese momento, y por el diagnóstico que el médico había dado luego de valorarlo, padecía amnesia temporal, misma que pudo haber sido producida por algún hecho traumático o de riesgo extremo al que hubiese sido sometido hace poco. Aún con toda esa extensa explicación y recomendaciones a seguir en favor de su bienestar y recuperación, nada de lo que oía de aquél hombre tenía sentido conforme intentaba esforzarse por recordar.
Incluso reconocer la ciudad en la que se encontraba resultó un golpe emocional para él pues no paró de llorar esa primera noche sintiéndose abandonado y completamente indefenso, sin ningún nombre al cual recurrir y llamar tan siquiera en sueños. Algo que le diera una pista de por qué estaba ahí.
Pantalones rotos y una camisa blanca de vestir con los botones arrancados y manchas de sangre eran sus únicas pertenencias, según los internos, cuando llegó. Nada más. Ni identificaciones ni registro, ni número social, nada.
Todo empeoró cuando al ser registrado como una persona desaparecida, añadiendo al campo del formulario que padecía de amnesia, de parte del hospital se le dio aviso a las autoridades para que se procediera a levantar un acta más formal acerca de su caso.
Atsumu entró en pánico inmediatamente. Era como si estuviera predispuesto a que algo malo sucedería si entraba en contacto directo con la policía.
—No te saltes la parte en la que sales de urgencias con medio trasero al aire y con la bata del hospital abierta.
—Bueno, ¿Quién está contando la historia? ¿Tú o yo?
Sí, porque eso fue exactamente lo que pasó luego de que una de las enfermeras le avisara que sería entrevistado por algunos miembros policiacos. No recuerda exactamente por qué lo hizo y por qué le aterró tanto imaginarse a la policía llegar al lugar para llevárselo a quien sabe dónde. Solo recuerda haberse puesto frío de pronto y en cosa de segundos ya estaba fuera del inmueble, corriendo como un imbécil, apenas sosteniendo la ropa con la que había llegado con una de sus manos mientras que con la otra intentaba ponerse los pantalones en medio de su huida.
—Qué idea más brillante, Atsumu. Eres la viva imagen de la discreción —apunta Semi de regreso al presente, a lo que él solo puede mirarlo con una mueca.
Afortunadamente Atsumu solo tuvo que pasar tres días comiendo galletas saladas de los empaques que iba encontrando en la basura de los parques hasta que Semi apareció.
—Le dije que si quería ser su propio jefe y me creyó toda esa charla de estrategia piramidal que leí por ahí —escucha como todos ríen en coro y de repente le dan ganas de hacerlo también porque, bueno, ¿Qué más le queda? Seguiría sonando a tragedia si en realidad siguiera en las calles pero no es así.
Haber seguido a Semi hasta ese bar de mala muerte en un principio le dio la sensación de estar metiéndose en el tipo del lugar del que saldrías sin uno de tus órganos pero en cuestión de minutos se vio completamente entregado a rogarle a Madame Yu para que por favor le dejara, tan siquiera, abanicarla o tallarle los juanetes si con eso le permitía quedarse esa única noche. Claro que el que Semi sintiera lástima por él desde que lo vio hurgando entre la basura y luego abogara por su situación también influyó mucho y, bueno, si ahora ve todo eso desde la ironía, porque de eso ya casi ha pasado medio mes, asear baños y habitaciones en La Faire ha sido más un happy ending a un bad ending.
—Ve el lado bueno, Atsumu. Podrías haber quedado como el líder de la Familia Gu.
El ambiente cambia de repente en cuanto uno de sus compañeros menciona eso, y de hace segundos estarse riendo de las desgracias colectivas que han vivido a lo largo de los años todos ahí, la tensión se siente tan escurridiza entre ellos que ninguno se atreve a decir algo después de eso.
El líder de la Familia Gu.
Hasta donde Atsumu sabe, y eso porque es un recién llegado y no ha tenido el placer de conocer a tal personalidad, es que se trataba de una finísima persona. Y con finísima no se atreve a decir que sea un héroe de la nación sino...todo lo contrario.
Semi fue muy claro con respecto a ofrecerle un trabajo ahí pero Atsumu, en ese momento, estaba más interesado en sobrevivir a considerar si realmente su vida peligraría más ahora que a si siguiera viviendo en las calles. Y es que de ese lado de la ciudad en la que se encontraba La Faire, la policía no ponía ni un pie debido a las organizaciones clandestinas que gobernaban las zonas. Con gran poder económico y político, así como las miles de empresas que fungen bajo el control de cada una de ellas, a quienes desafiaban a los líderes de cada organización solo les esperaba muerte y horror.
A pesar de ello, y de la manera resumida pero a la vez siniestra, en la que Semi le contó todo eso durante su primera noche en La Faire, suponiendo que lo hacía para ver si lo reconsideraba y mejor salía huyendo, Atsumu se quedó.
Allá afuera no tenía un hogar al cual regresar ni gente que recordara por la cual optar decidir otra cosa. Sí, no va a mentir, todo eso sonó tan aterrador desde el primer lugar en el Semi le dijo que La Faire era una de las posesiones de la Familia Gu. Una de las organizaciones más grandes, por no decir de las más temidas de esa región. En aquél momento a Atsumu no se le pasó por la mente la razón por la que una organización tan temida llena de mafiosos pudiese tener interés en un lugar como ese.
La Faire era básicamente un burdel administrado por Madame Yu quien, a su vez, parecía tener una buena relación con algunos ejecutivos de la Familia Gu, principalmente con quien era su líder, pero eso no quitaba que dejara de ser un sitio para nada elegante al que gente decente pudiese acudir a entretenerse sino todo lo contrario. Si querías una buena follada, drogarte hasta perder el sentido y de paso vomitar las vísceras, La Faire era tu opción. Y no es que le beneficie hablar mal del lugar que prácticamente le está dando un techo donde dormir y comida caducada pero tiene que ser honesto. ¿Qué de bueno obtendría el líder de la familia Gu al prácticamente comprar ese sitio tan en mal estado y con esa reputación?
Sí, bueno, Atsumu solo pudo pensar en ese momento en que aunque los miembros de la Familia Gu fueran personas temibles con las que no quisieras toparte jamás, seguían siendo hombres de mente simple necesitados de los servicios y entretenimiento —y ¿por qué no? también de los placeres— que un lugar de mala muerte como La Faire podía ofrecer.
Y es que además del show de baile que se ofrecía, la barra libre y el ambiente a depravación que ofrecía ese lugar, Atsumu sabía que las habitaciones traseras que tenía que limpiar todas las mañanas, así como las cabinas para los miembros vip, no eran solo para que los hombres fueran a jugar dominó con los bailarines de La Faire.
Aún así, Atsumu nunca cuestionó ni añadió algún comentario adicional al hecho de que aunque ese definitivamente no era su lugar de trabajo soñado, al menos tenía un pedazo de suelo donde quedarse porque, vamos, él solo trapea los pisos de los baños y recoge, en ocasiones, los vómitos que algunos clientes, o los mismos empleados, dejan al pasarse de copas.
Nada de lo anterior, las organizaciones clandestinas y su estructura, le interesa realmente ni le preocupa porque, al menos en esas dos semanas y media que lleva ahí, no ha tenido el placer de toparse o atender a algún miembro de esa organización porque, literalmente, desde que llegó ha habido una baja de clientes increíble, incluyendo a esa gente.
Según Semi, quien siempre se tomaba una hora antes de dormir para ir hasta su litera y compartirle lo mal que eran los hombres con los que le tocaba estar en su turno de la noche, los miembros de la familia Gu, al menos los que seguían al líder a todos lados, nunca demoraban más de tres días sin ir a La Faire lo cual, para quienes ya estaban acostumbrados a atenderlos en ese corto periodo de tiempo, se les hacía raro no verlos durante esas dos semanas...hasta esa mañana justamente.
Incluso ahora, que ya es casi medio día, a pesar de que la noticia de la muerte del líder de la Familia Gu fue informada desde muy temprano, la sola mención de ese hecho ha dejado, de nuevo, a la mayoría de los que están sentados en esa mesa, una expresión ensombrecida.
Dios, ¿Pues quién era ese sujeto y por qué parece tan trágico que haya muerto?
A tan solo unas horas de abrir el bar, justo en la parte en la que él y su ahora compañero para ordenar las sábanas de las habitaciones de los vip, se encuentran finalizando la última, es que se anima a preguntar.
Shoyo, ese chico bajito de curioso cabello naranja al que conoció el primer día, parece una buena persona, y también parece el indicado para preguntarle sobre ello a juzgar por la expresión entristecida que ha tenido desde la mañana al Semi llevar la noticia de la muerte del líder de la Familia Gu.
—Ese sujeto...¿tan importante era para ustedes? —cuando Atsumu habla, sin embargo, todo es tan dramático que Shoyo incluso detiene sus manos luego de acomodar el último cojín de aquél diván rojo.
—Desde el momento en el que salvó mi vida, lo fue —Shoyo hace una pausa prolongada, soltando una risita triste cargada de lamento—. No, de hecho, el joven amo siempre fue una buena persona a pesar de la clase de familia en la que se crió —Atsumu se apresura a correr al baño para colocar las toallas y el paquete de pañuelos sobre la tapa del inodoro para volver a la habitación y seguir prestándole atención a Shoyo —Umm, supongo que no lo sabes, pero el joven amo de la Familia Gu era el propietario de La Faire desde hace tiempo. Gracias a él y a su protección, ninguna de las otras organizaciones se acercaban aquí —cada que Shoyo hace una pausa, su expresión triste se intensifica todavía más, sacando a relucir en Atsumu su cualidad más detestable: ser chismoso.
—¿Enserio?
—Sí. El joven amo de la familia Gu no era tan malo como los demás.
Vaya, piensa, incrédulo.
De hecho, Atsumu tenía una sola imagen genérica aplicada para cualquier líder de esas organizaciones cada que le mencionaban a alguno de ellos: la de tipos gordos, viejos y perversos, con el fetiche oculto de azotar traseros jóvenes y tener orgías bestiales cada que querían además de ser asesinos y un peligro potencial para la sociedad.
Sin embargo, la imagen que ahora Shoyo le pinta de esa persona en específico es completamente distinta a la que se había imaginado. Aún así...¿por qué parece que Shoyo lamenta más su muerte que ningún otro? Eso es algo que no ha mencionado a nadie pero la mayoría de los que trabajan ahí, exceptuando a las chicas y solo un puñado de chicos, el resto se ve como si...A Atsumu nunca le ha gustado definir a una persona de acuerdo a como luce pero es que la apariencia de la mayoría ahí ni siquiera te da buena espina en un principio.
Cuando pasan varios segundos en los que Atsumu espera más información de parte de su compañero, lo siguiente que oye son sollozos.
—Espera...¿estás llorando? —cuando vuelve a hablar, sin embargo, no se espera verlo con los ojos vidriosos, luchando por contener su llanto. Ah, genial, acaba de hacer llorar al niño bonito.
—Mi novio y yo...—Shoyo hace una pausa dolorosa antes de seguir—. Quiero decir, el chico que me gusta y yo pertenecíamos a la Familia Gu —Atsumu engrandece los ojos, sorprendido, deteniendo la mano con la que anteriormente había comenzado a acariciar la espalda del más bajito.
¿Qué acaba de decir? ¿Que él pertenecía a uno de esos grupos 'buena onda'? ¡Pero si él se ve como si el ser más angelical de ese lugar! ¿Cómo es eso posible?
Con esa corta pero precisa información a Atsumu no le queda duda de que su pensamiento anterior respecto a la apariencia de sus compañeros está ligado a que varios de ellos también debieron pertenecer a algún grupo de esos.
—¿Pertenecían? ¿Cómo fue que terminaste aquí entonces?
—El antiguo líder de la Familia Gu nos echó a ambos cuando supo acerca de nuestra relación. Él no tolera a los homosexuales y...—Shoyo inhala un poco más, secándose las pocas lágrimas que han logrado escurrir por sus mejillas. Viéndolo de esa manera, a Atsumu se le hace increíble el pensar que una persona como él fuese capaz de pertenecer a una organización así—. Sin embargo, su hijo, él siempre nos apoyó —viéndolo sorber una última vez por la nariz con fuerza, la expresión de Shoyo se rigidiza, dándole la auténtica sensación de que está delante de una persona completamente diferente en cuestión de segundos—. Cuando expulsan a alguien de una organización, es básicamente una sentencia de muerte. En realidad, nadie puede salirse una vez que se unen, y aunque uno quisiera hacerlo o lo botaran por traición, para evitar que información confidencial se filtre o se use a favor de otra organización, se recurre a asesinarlos.
Dios, de pronto su cuadro amnésico suena al mismísimo cielo en comparación a lo que está oyendo de la boca de Shoyo.
—Qué horror.
—Sí. Afortunadamente el hijo de la Familia Gu nos tomó a mí y a Tobio antes de que eso sucediera. Él...era muy diferente a su padre —Atsumu le concede a Shoyo un par de segundos en los que su mirada parece empaparse de melancolía o quizá de un profundo agradecimiento ante ese hombre.
—Espera...Quien murió fue el líder de ellos, ¿no es así? Y tú estás llorando ahora por su hijo...¿No se supone que a quien mataron fue a su líder, o sea, su padre? —Shoyo niega, como si lamentara que en lugar de tomar la cabeza del padre de la persona que lo salvó a él y a Tobio, hubiese sido justamente la de su hijo.
—El antiguo jefe de la Familia Gu estaba por nombrar a su sucesor antes de que nos echaran a Tobio y a mí de la organización. Cuando Semi llegó con la noticia esta mañana, al principio creí que se trataba de él pero luego... —cuando Shoyo menciona a Semi, una nueva serie de preguntas se instalan en Atsumu. ¿Cómo es que él se enteró tan rápido? Actualmente puede que ni siquiera conozca realmente el tipo de persona que él es además de ser uno de los chicos más cotizados en La Faire. Significa, entonces, ¿que Semi también perteneció a una de esas organizaciones?
—¿Pero cómo sabes que se trata de él realmente? —Aún así, Semi no está ahí en ese momento como para que pueda saciar sus dudas. Quien sí está es Shoyo y quien aparentemente parecía ser un chico tranquilo, ahora es quien está contándole todo.
—El hijo del jefe protegía La Faire a pesar de la oposición de su padre. De hecho, su padre siempre le cuestionó a cerca de porque malgastaba su tiempo y recursos en este lugar. Sin embargo, a pesar de que todos creen que lo hizo solo para molestar al líder, lo hizo por otra razón. Es decir, ¿por qué alguien se interesaría en adquirir la posesión de un lugar así en primer lugar? —En un principio Atsumu hubiese respondido que porque se trataba de un viejo pervertido que solo buscaba entretención y una buena follada pero escuchando todo lo que Shoyo ha dicho y la forma en la que lo mira, Atsumu, termina sintiéndose mal de pronto al haber pensado eso hace un par de minutos. Básicamente lo volvió una especie de refugio para ellos. Para los que eran expulsados de las organizaciones y solo les quedaba esperar morir a mano de sus antiguos compañeros —. El hijo del jefe solo venía de vez en cuando aquí, y cuando lo hacía pasaba la noche en su habitación completamente solo. Nunca solicitaba a ningún chico o bailarín de La Faire a pesar de que muchos quisieron pasar por su cama infinidad de veces —Aquello hace que Atsumu se cuestione de pronto, solo por curiosidad, si el joven líder de la Familia Gu tenía cierta inclinación o preferencia hacia las mujeres en lugar de a los hombres pues casi todo el personal del bar eran chicos.
—Entonces...¿fue él quien te trajo aquí? —Shoyo asiente solamente.
—Aunque sabía que era un riesgo dejarnos a Tobio y a mí en un mismo sitio, a mí me dejó al cuidado de Madame Yu mientras que a Tobio prometió establecerlo en otro lugar. Esto para que no levantáramos sospechas y los miembros de la Familia Gu no nos localizaran —al finalizar su relato, Shoyo simplemente suspira, volviendo a retomar el ritmo normal de su respiración pero dejando un mundo de preguntas en Atsumu tras oírlo.
Cuando se retiran de la habitación, en silencio y asegurándose de que todo esté en su lugar antes de salir, Atsumu casi puede jurar que esa última habitación que han limpiado pertenecía a ese hombre. De otro modo, Shoyo no hubiese acariciado la tela satín de la cama ni hubiese dado una última mirada dentro de esa habitación que vio más noches compartidas en soledad que en compañía de alguien.
Ahora entiende por qué nadie puede creer que esa persona haya muerto.
Ahora entiende por qué tanta apatía y tanto silencio minutos antes de abrir el bar.
Todos lucen enteros y con una actitud deslumbrante pero Atsumu solo ve caras largas, preocupadas y ensombrecidas una vez que el telón se baja luego de finalizar el día, y todos solo pueden rogar que a la mañana siguiente, todos amanezcan con vida.
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Su compañero de cuarto y de litera es Semi, aunque por esa ocasión Atsumu desearía que fuera alguien menos escandaloso. Por un momento piensa en que le gustaría que fuera Shoyo pero enseguida lo descarta pues el chico es incluso más ruidoso y brillante que el Sol que entra a través de esas cortinas percudidas de la ventana que tiene a un lado.
Ahora no hay Sol ni mucho menos, lo que le indica a que ni siquiera ha amanecido como Dios manda pero eso a Semi parece importarle un pepino cuando, exaltado, comienza a abrir la puerta de cada cuarto como un lunático. Cuando llega a la que ellos comparten, Atsumu solo puede asumir —viéndolo todavía usando una de sus ridículas camisas de shakiras brillante— que ni siquiera ha pasado la noche ahí y se ha ido con un cliente a otro sitio a hacer quién sabe qué guarradas. No sería la primera vez, piensa, volviendo a taparse con las sábanas, acción que Semi le frustra cuando prácticamente se las arranca dándole una sonora palmada en el trasero.
—¡¿Pero enloqueciste o qué?! —grita Atsumu, completamente enfadado. ¿Tiene idea de la hora que es? Bueno, él tampoco tiene idea pero está seguro que debe ser de madrugada aún.
—Levántate ahora. Estamos metidos en un problema —un problema, dice pero ¿Qué problema podría necesitar de despertarlos a todos a esa hora de la madrugada que puedan solucionar cuando todos están medio dormidos y soltando, todavía, baba por la barbilla?
Cuando Madame sale de su oficina, sin embargo, a pesar de que luce tan adormilada como todos, su semblante hace que todos entiendan la severidad del asunto.
—El líder de Nohebi viene esta noche —casi de inmediato y en coro, los cuchicheos colectivos se levantan entre todos. Todos a excepción de un desorientado Atsumu que apenas se mantiene en pie conectando una neurona con la otra.
—¿Daisho? —pregunta Shoyo, a su lado, casi sin ningún indicio de seguir dormido ya. Maldita sea, ¿acaso es de batería inagotable o qué?
—No. Su padre —nuevamente los murmullos colectivos se levantan, esta vez más ansiosos y preocupados que antes—. Al parecer somos de lo único que se habla dentro de las organizaciones en este momento —antes de que Atsumu pueda preguntarse el por qué, Shoyo vuelve a hablar solo que esta vez saliéndose un poco del montón en el que están todos, acercándose a Madame Yu y a Semi.
—¿Quieren desaparecer La Faire? —Madame Yu niega y a juzgar por su expresión, pareciera que prefiriera que fuera así y no de otro modo.
—Quieren adueñarse de La Faire.
Adueñarse, dice. ¿Algo así como lo hizo el líder de la Familia Gu? Sin embargo, para Shoyo parece más claro a diferencia del resto, compartiendo su deducción casi en cuestión de segundos, entendiendo claramente lo que el líder de Nohebi pretende.
—Saben de nosotros —durante los primeros segundos, sólo hay silencio, pero una vez que Shoyo vuelve a hablar y se dedica a mirar al resto, el profundo asombro colectivo se vuelve terror en cuestión de segundos—. Saben acerca de que la mayoría de nosotros fuimos expulsados de nuestras familias y que estamos con vida.
—¡Pe-Pero ninguno de nosotros ha infiltrado información de nada! —Haiba Lev, ese poste de mas de dos metros de ascendencia rusa, habla alterado con un muy torpe japonés.
—Eso no importa. Ellos solo quieren tener acceso a la información que cada uno de nosotros posee —cuando Semi se engloba dentro de ese nosotros, para Atsumu es más claro que él también, al igual que Shoyo, perteneció a uno de esos grupos delictivos—. Si se adueñan de La Faire, tendrán acceso a interrogar a cada uno de nosotros con los medios que ellos prefieran. No solo quieren nuestras cabezas, quieren la información que tenemos para usarla a su conveniencia e iniciar una guerra entre organizaciones.
A partir de ahí, todo es confusión para Atsumu.
Los cuchicheos dejan de ser murmullos bajos, volviéndose tonos desesperados de personas que vieron en La Faire una segunda oportunidad para vivir. Ahora, sin embargo, que el principal benefactor y propietario del bar ha fallecido, tal protección parece haberse desvanecido con él dejando tanto al inmueble como a todos los involucrados ahí, desprotegidos.
Atsumu entiende un poco la histeria grupal que se vive las horas siguientes en las que se debaten opciones y se discuten alternativas que los dejen a todos libres de peligro pero la realidad es que mientras más dan opciones, ninguna los salva.
El líder de Nohebi parece ser el primero en querer ir hasta ahí y negociar con Madame Yu. No es difícil imaginar lo que pretende. Solo quiere convencerla de que le ceda los derechos del lugar o ir ofrecer un monto exuberante por cada miembro que quiera llevarse de ahí para sepa Dios qué hacer con ellos en el futuro.
—Incluso si nos convencen de que estaremos a salvo, una vez que pongamos un pie fuera de aquí, y obtengan la información que quieren de nosotros, nos mataran.
Es un hecho, piensan todos.
Y es un hecho horroroso que la cabeza de cada una de esas personas con las que Atsumu ha convivido las últimas semanas tenga precio y hora de muerte a partir de ahora. Aún así, aunque quisiese decir algo esperanzador, no puede; y lo que lo hace sentir peor es que ni siquiera está tan preocupado por sus compañeros como lo está por él mismo en ese momento.
Sí, la mayoría de los empleados de La Faire puede asumir que fueron llevados ahí por el fallecido líder de la Familia Gu para salvar sus cuellos luego de haber sido expulsados de sus organizaciones pero todos ellos al menos saben sostener un arma y propinar golpes...¿Qué hy con él? ¡El primero día que llegó a ese sitio recibió más regaños de Madame Yu que los que una madre le daría a un hijo seguramente! Dios, no...¿Qué pasará con él ahora? Él no pertenece a ninguna de esas organizaciones. ¡Él solo es un chico desafortunado que tiene amnesia y limpia baños sucios y de vez en cuando recoge condones usados!
No lo puede creer. Debió seguir su instinto aquella vez y salir corriendo en cuanto Semi le dijo que no habría vuelta atrás.
Ahora, mientras todos discuten sin llegar a nada y hay un terror grupal sobre el futuro incierto del bar y de sus propias vidas, Atsumu solo quiere salir corriendo de ahí.
—Huir tampoco es una opción. A esta hora deben de haber rastreadores de cada organización siguiendo los pasos de cada uno de nosotros para evitar que escapemos. Tan pronto pongamos un pie fuera de este lugar, un francotirador nos va a clavar una bala en el cráneo.
Por Dios...
Carajo y mil veces carajo.
Atsumu se siente frío de pronto. Frío, con náuseas y seguramente debe lucir pálido.
Ahora entiende tanto a Shoyo hace apenas unas horas. Ahora entiende por qué las caras largas y las expresiones de terror ante la muerte del líder de la familia Gu. Están completamente solos. Ahora que el ancla de todos, su líder protector, su hada madrina o lo que sea, ya no estaba, él y todo La Faire quedaba libre para que cualquier otra organización tomara posesión de ellos y, a juzgar por la forma en la que se expresaban cada uno de los chicos de los líderes y miembros que iban nombrando de las demás organizaciones, el ahora fallecido líder de la Familia Gu parecía un dulce a comparación de los ellos.
Todo está jodido.
Sumamente jodido.
—Atsumu, ¿tienes un minuto? —¿Que si tiene un minuto? Tiene como mas de veinte minutos mirando la pared de su habitación compartida, ahí donde se ha ido a refugiar y a pasar sus, aparentes, últimas horas de vida ahora que todo se ha ido a la mierda.
No recuerda en qué momento se retiró de la reunión y se fue a su habitación pero, honestamente, no tenía nada que aportar al intercambio de palabras de un par de chicos ex miembros de la mafia por lo que simplemente se fue de ahí. Ahora, Semi lo ha seguido hasta allí, seguramente para seguir con las malas noticias.
—¿Qué pasa? —pregunta, intentando dejar ese tic nervioso que tiene con las manos, esperando que hable, cosa que Semi no hace enseguida, estresándolo más—. Ay, por favor, ¿puedes dejar de hacerte el misterioso y decirme con honestidad si ya es un buen momento para comenzar a rezarle al de arriba? —Semi, quien también viene acompañado de Shoyo, distiende una mueca irónica seguramente por la comedia ácida de su comentario.
—Venía a decirte que quizá haya una oportunidad de salvarnos el pellejo todos.
Quizá, dice. Atsumu necesita algo más que un simple quizá para no empezar a disculparse por las pajas silenciosas que se ha hecho en esas literas en esas dos semanas que lleva ahí ante Dios Nuestro Señor.
—Bueno, dila, antes de que te de un golpe por traerme a este maldito infierno.
—El líder de Itachiyama.
—¿Ah? —la reacción desorientada de Atsumu es honesta al menos porque, bueno, ¿Semi piensa que aprenderse todo eso es igual que aprenderse el alfabeto? Pasando a ocupar el lado izquierdo de su cama, mientras Shoyo pasa a ocupar el derecho quedando él en medio, Atsumu espera una explicación un poco más extensa para poder entender a lo que se refiere.
—La familia Gu y la Itachiyama han sido enemigos por años. Sus organizaciones se desean la muerte así como sus líderes.
—Pero el joven líder de la Familia Gu... —eso anterior lo ha captado pero ¿no se supone que el líder de la familia Gu ya fue asesinado? ¿Quiere que el pobre hombre se levante de su tumba y se aparezca ahí en su versión fantasma para asustar a todos?
—Me refiero a su padre. El antiguo líder. El nombramiento del nuevo líder, su hijo, fue algo que tomó por sorpresa a todos. Sus razones habrán tenido pero ese no es el punto. El punto es que el padre del joven amo y el líder de la familia Itachiyama se odian a muerte.
—¿Por qué? —aunque su pregunta es claramente con la intención de seguir un orden a la conversación, Semi niega con la cabeza, quizá con un semblante un poco más estresado que el de él o de Shoyo.
—Atsumu, los detalles no importan ahora. Lo que importa es que podemos usar eso a nuestro favor.
—No veo de qué modo.
—Escucha. Si atraemos la atención del líder de Itachiyama seríamos intocables por un tiempo —Atsumu hace una mueca, inconforme. O sea, ¿le está diciendo que en eso de la jerarquía de los líderes es menos probable que sus cabezas sean arrancadas de sus cuerpos porque hay diferencia de opiniones y poder entre ellos?
—¿Por qué lo dices? —ofendido de imaginarse que Semi está siendo grosero al poner en duda su capacidad intelectual para deducir las cosas, lo mira enfadado—. No sé tú pero todo lo que escuché de los demás líderes y esa basura es que todos son iguales. Ninguno de ellos va a dudar en darlos de comida a las ballenas tan pronto obtengan de ustedes lo que quieren. Arrastrándome a mí, por cierto.
—Es que no conoces al líder de los Itachiyama.
—Oh —sin embargo, cuando Shoyo aporta ese esclarecido y curioso 'oh', Atsumu de nuevo se siente en la misma desventaja a cuando Semi inició hablando. ¿Y ahora qué?
—¿Qué? ¿Y qué con ese 'oh'?
—Al líder de los Itachiyama le gustan los chicos jóvenes —Atsumu se atraganta cuando oye la respuesta de Shoyo pero los ojos casi se le salen cuando Semi completa la oración o, más bien, resume la situación de una forma menos informal.
—Ya sabes, follar con ellos.
—¿Qué...?
—Si logramos tenerlo de nuestro lado, por el tiempo que nos permita, podríamos asegurar nuestras vidas por-...
—O sea...—antes de que siga, Atsumu se pone de pie, alterado, sacudiendo las manos en un intento de mantenerlas ocupadas en algo más que no sea su tic nervioso de arrascarse y lastimarse sin querer —¿Me estás diciendo quetu plan es que nos follemos a un viejo mafioso?
—¡No! Bueno...¡No pretendía llegar a tanto! El líder de los Itachiyama es conocido por ser un viejo rabo verde con gustos inusuales por los chicos jóvenes pero por lo que he oído nunca maltrata a sus amantes a menos que ellos hagan algo que lo amerite —Atsumu rueda los ojos, irónico, colocando los brazos en jarras en su cintura.
—Wow, Semi, cuánta calma nos das.
—Escucha, el viejo de los Itachiyama podría brindarnos la protección que necesitamos por un tiempo en lo que planeamos cómo salir de este lío. Además, sería un golpe directo al antiguo líder de la Familia Gu si a sus oídos llega que su enemigo jurado, el líder de la Familia Itachiyama, se apodera del bar que administraba su hijo hasta hace poco —Atsumu abre la boca para interrumpir pero Semi lo frena también poniéndose de pie, encarándolo frente a frente—. El antiguo líder de la Familia Gu no busca lo que los demás quieren. A la más mínima oportunidad, él solo vendrá a desaparecer La Faire prendiéndole fuego con nosotros dentro u ordenando una lluvia de disparos sin avisar, te lo aseguro. Además, si se llega a dar cuenta de que Shoyo está aquí, vivito y coleando, y no muerto como se supone debería de estar, ¿Crees que se arriesgaría a dejarlo vivir?
Morir achicharrado, genial. Una de las peores muertes que se le pueden ocurrir a Atsumu tener, ahora que Semi finaliza de hablar tan apasionadamente, hace que esa pesadilla esté próxima a hacerse realidad.
—Si nos hacemos del gusto del viejo de los Itachiyama, no solo ganamos tiempo sino que dejamos de brazos cruzados al viejo de la Familia Gu para que haga un movimiento contra nosotros.
—Aun así, no sé qué pretendes que hagamos —y lo dice con mucha honestidad porque a pesar de que ahora puede que la idea de Semi no suene tan descabellada como lo hizo al inicio, Atsumu no entiende de qué manera podrían convencer al líder de los Itachiyama.
—¿No dijiste que solías bailar? —Atsumu se pone rígido y pálido de pronto. Ay, puta madre.
—Ah, no. Eso sí que no.
—Atsumu...
—¡Dije que parecía recordar que solía bailar! ¡Que parecía! ¡No hay certeza en una simple suposición! ¡¿Acaso enloqueciste?!
—Bueno, dijiste que lo soñaste.
—¡Sí, también soñé que nada de esto pasaba, me despertaba con fajos de dinero en los bolsillos y me iba a vivir a las islas Maldivas! ¡Joder, Semi, eres un bruto! —completamente alterado, Atsumu se toma varios segundos antes de continuar hablando—. Además, ¿para qué quieres que baile? Hay suficientes bailarines en el bar que hacen shows enteros cada noche. Ve y pídeselo a alguno de ellos.
—A todos ellos los matarán en cuanto pongan un pie en el escenario. Sus cabezas son reconocidas por todos solo por haber pertenecido a alguna organización. Además, siendo honestos, ninguno es tan atractivo como lo son tú y Shoyo —Atsumu rueda los ojos. Si lo que quiere es convencerlos a base de halagos, no lo va a lograr.
—Dios, solo óyete.
—Es eso o esperar que el líder de Nohebi se apodere de La Faire y ahí sí tengamos que rezarle a todos nuestros ancestros para que nuestras muertes sean rápidas y sin dolor.—Silencio. Luego de eso nadie dice nada aunque parece que Semi tiene un último comentario que hacer, siendo ese la cereza del pastel y el argumento necesario para que Atsumu enserio considere su propuesta—.Puedes irte despidiendo de los dedos de tus pies, por cierto. El líder de Nohebi es aficionado a arrancarlos y coleccionarlos.
Puta madre.
¡¿No ve que se asusta de todo muy fácilmente!?
—Bien, en el remoto caso que accediera, dijiste que el líder de Nohebi viene hoy. ¿Qué hay con el líder de Itachiyama? ¿También le mandaste una invitación perfumada y toda la cosa como una señorita enamorada?
—Esa es la parte que no te va a gustar.
No lo puede creer.
¿Que le ha dado una fotografía de él?
¡¿Acaso se ha vuelto loco?!
"No perteneces a ninguna organización, básicamente nadie sabe quién eres. Si le envié tu foto solo fue para que se deleite con la mercancía, para que muerda el cebo"
Al menos Semi tuvo la decencia de ponerle un antifaz cuando casi lo forzó a tomarle esa foto vistiendo ese conjunto de látex —diminuto cabe decir—durante la primera semana en la que llegó ahí. Según él como parte de su rito de iniciación muy por aparte de que él no se dedicara a bailar sino a limpiar pisos. Sí, bueno, su rostro no se reconocía gracias a eso pero...
¡Lo peor es que el sinvergüenza tuvo razón! ¡El líder había mordido el cebo mandando su respuesta en cuestión de horas!
—¿Y bien? ¿Quién de todos es el pez gordo? —pregunta Atsumu, intentando concentrarse, horas después, en las luces de neón de los letreros dispersos en las paredes de ladrillo del bar en lugar de en todos esos hombres uniformados con una franja de color amarilla sobre sus elegantes, pero casuales trajes negros.
¿Y si se retracta?
Dios, no. Si lo hace sería lo mismo que esperar su inminente muerte.
Joder, ¡Ni siquiera puede concentrarse en pasar su mirada en cada uno de los que se supone son miembros de Itachiyama por estar estirando los diminutos shorts de cuero negro que apenas están cubriendo lo necesario de su trasero.
No puede ser.
¡¿En qué carajo estaba pensando cuando accedió a hacer esa estupidez?!
—Al parecer no ha llegado —Atsumu voltea a mirar a Semi, quien se encuentra espiando al público de esa noche desde detrás de bambalinas igual que él, con horror.
—¿Cómo? ¿No dijiste que vendría?
—Sus hombres vinieron, asumí que cuando los vi entrar al bar lo vendrían escoltando o algo pero...—viéndolo estrechar sus ojos, Atsumu se une a la búsqueda del hombre aunque solo en apariencia porque en realidad no sabe ni siquiera cómo luce. Shoyo, quien también está a su lado, también estrecha la mirada siendo él de más ayuda porque evidentemente debe conocer casi todos los rostros de la mafia luego de pertenecer a la Familia Gu—. Carajo, ¿Dónde demonios está?
—Semi —llaman al de cabello cenizo a sus espaldas, justo un par de chicos, que también son empleados de La Faire pero que de igual forma parecen ser de la confianza de Semi y lucen también como dignos miembros de la mafia de los grupos a los que pertenecieron hace tiempo—. Todo está listo. Podremos salir seguros por la puerta de atrás. Nos hemos ocupado de los centinelas.
Ah, sí, porque ese es otro temita del que Atsumu no tuvo el tiempo suficiente para discutir y gritarle a la cara a Semi como se debía. ¿Cómo es eso de que él se tiene que quedar a bailarle a un cerdo pervertido y entretenerlo mientras Semi va a interceptar al líder de Nohebi?
Están haciendo todo eso a espaldas de Madame Yu, todo porque Semi al parecer no confía demasiado en ella como para decirle a cerca de su plan, el cual consiste en ser un loco suicida y hacer que el líder de Nohebi se demore lo suficiente en llegar a La Faire, citando al líder de Itachiyama mucho antes del horario usual en el que el bar abre, dejándole prácticamente la tarea —y la vida y esperanza de todos— a Atsumu para que lo seduzca lo suficiente y lo convenza de hacerse del dominio del bar a cambio de unos buenos morreos.
Dios, no lo puede creer.
Debió dejar que los policías lo interrogaran hace medio mes y se lo llevaran preso o al loquero. Si tan solo lo hubiesen hecho, no estaría ahí apostando por un plan ridículo y arriesgando su vida.
—Semi. Ya es hora. El líder de Nohebi ha comenzado a moverse —dice uno de los muchachos a través de lo que indica es un auricular que tiene en el oído. Atsumu no debería sorprenderse pues se supone que todos son ex miembros de la mafia pero verlos en acción es completamente irreal.
—Ash, lárgate ya. No debe ser tan difícil reconocer al viejo asqueroso una vez que sus hombres se comiencen a mover alrededor de él ¿no? —una deducción bastante rápida de su parte a juzgar que está muerto de miedo por lo que va a suceder en unos minutos—. Además, tengo a Shoyo conmigo. Él me va a cuidar ¿no?
—Claro, pero-... —sin dejarlo terminar de hablar, Atsumu ya está tomando los hombros de Semi, retirándolo de tras bambalinas, empujándolo hacia el pasillo que da hacia la puerta trasera.
—Más te vale retenerlo lo suficiente porque te aviso que mis bailes no son numeritos de amateurs —intentando aminorar la tensión del momento, Atsumu logra su cometido cuando los chicos que acompañarán a Semi sonríeny se ríen un poco—. Ah, y Semi...Más te vale volver con vida.
.
II
.
"—Atsumu..."
¿Qué hacía antes de despertar amnésico?
"—Atsumu"
¿Qué hacía y a qué personas conocía hace tiempo?
"—Atsumu..."
Cada que cierra los ojos, ese único recuerdo, que permanece intacto, se repite en bucle una y otra vez. El recuerdo de unos labios diciendo su nombre con distintos tonos y emociones de voz pero siempre pertenecientes a la misma persona.
Desde luego sería genial si pudiera recordar quién es con solo oírlo pero incluso ese único recuerdo parece estar restringido de tal forma que no puede distinguir algo más que no sean los labios.
No entiende por qué es lo único que recuerda aunque, de hecho, debería sentirse agradecido de que sea debido a ese recuerdo que pudo deducir cuál era su nombre...pero nada más.
Por más que se ha esforzado nunca puede recordar nada más que esos labios.
¿Quién es la persona que pronuncia su nombre de esa forma?
¿Por qué le embarga una profunda melancolía y tristeza cada vez que lo oye en su mente?
¿Por qué siente tantísimas ganas de llorar cada que lo escucha dentro de su cabeza?
Eso es algo que nadie sabe, pues ni siquiera a Semi o a Shoyo se los ha contado. Es un placer y a la vez una angustia ser el único que oye esa voz que lo llama de forma cariñosa y otras veces parece reprenderlo. Es como si conocería a la perfección esa cadencia de voz pero a la vez no.
—Atsumu.
Cuando Shoyo lo llama, sin embargo, es fácil reconocer que no se trata de él—. ¿Estás bien?
—A-Ah, sí. Me distraje un poco, es todo —miente un poco, sacudiendo la cabeza en el proceso. ¿Cuánto tiempo ha pasado ya desde que Semi y los muchachos se fueron? Así como ellos, hay grupos destinados en hacer ciertas tareas específicas ese día, solo para asegurarse que Madame Yu tampoco sospeche nada. Aunque, de hecho, no hay manera de que siquiera sospeche porque prácticamente le han dado la dosis de pastillas para dormir adecuada que harían fácilmente dormir a un elefante.
Dios, cuando se entere de lo que hicieron, si es que tienen éxito y viven para contarlo mañana que amanezca, si no los matan los miembros del grupo Itachiyama o Nohebi, los mata ella misma. Sí, bueno, no es tiempo de pensar en eso.
—¿Enserio va a venir ese hombre? —pregunta Atsumu, desesperado, igual como una forma de mantener su mente en el asunto que debe y no en otro.
El escenario ahora está con unas cuantas bailarinas ocupando el lugar de los chicos que usualmente pasan noche tras noche realizando sus números musicales, y entiende la razón. Todos ellos son rostros conocidos por las organizaciones, y aunque los hombres del Itachiyama lucen como estatuas dispersos y acomodados, algunos de pie y otros ocupando algunos lugares de los sillones, uno nunca sabe lo que podría pasar de reconocerlos.
Por eso esta vez se han decantado por puras chicas. Personas ajenas completamente a todos ellos.
Y, claro, luego está él, sintiéndose, de pronto, vestido y alborotado al no ver el ingreso de ningún hombre que a simple vista grite con su sola presencia que "ese es el pez gordo".
¿Qué pasa si no llega?
¿Y si es una trampa?
¿Y si en realidad el líder de los Itachiyama tiene algún tipo de alianza con otra organización o incluso con el líder de Nohebi? De ser así, todo eso es inútil, y lo único que han ocasionado es que el grupo que acompañó a Semi, y Semi mismo corran peligro.
Solo sería cuestión de tiempo.
Primero rodarán sus cabezas y luego irán por toda la gente del bar. Madame Yu incluida, quien ni siquiera se daría cuenta del momento exacto en el que será enviada al más allá a conocer a sus ancestros.
De pronto siente náuseas.
De pronto todo ese plan se ve ridículo.
De pronto solo quiere salir corriendo.
Empieza a ver borroso, no puede sostenerse, y aunque escucha la voz de Shoyo, a su lado, preocupada, no deja de pensar en que todo eso ha sido una mala idea. De que han ambicionado demasiado y que solo es cuestión de tiempo para que los maten como ratones dentro de la sucia y deshecha ratonera que es La Faire ahora mism-...
"¡Alguien entró!"
Oye en su oído fuerte y claro, tanto que tiene que retirarse un poco el auricular que le proporcionó Semi antes de irse para no quedarse sordo luego de volver a la realidad. Afortunadamente Shoyo no se quita el suyo, atendiendo al aviso de una de las chicas que está en la entrada del bar ante la llegada de alguien más.
"¿Es él, Shoyo-kun?"
Escuchan ambos ahora que Atsumu se ha vuelto a colocar el dispositivo en el oído. Desde luego las chicas solo informan acerca de los movimientos dentro del bar pero no reconocen a nadie de ellos. Están tan desinformadas como lo está él. Sin embargo, Atsumu tiene a Shoyo a su lado, en espera de su señal.
Lo ve estrechar los ojos pero no dice nada de inmediato aunque para Atsumu es bastante claro.
Ese debe ser el pez gordo porque ¿por qué otra razón los hombres que anteriormente estaban quietos sin hacer nada ahora parece que se movilizan alrededor de esa única persona?
Tiene que ser él.
No hay ninguna duda.
Todos parecen abrir filas y despabilarse cuando lo ven pasar entre las mesas vacías hasta instalarse en el sofá más cómodo y más espacioso que hay dentro del lugar. Incluso hay cierta cantidad de hombres, seguramente los más cercanos y fieles a él, que se quedan muy cerca de su lado aunque ninguno comete la imprudencia de invadir su espacio.
—Es él ¿verdad? —debido a las luces de colores y a la poca iluminación que hay en el área de las mesas, Atsumu no puede distinguir si el hombre en serio luce como un pervertido o no, pero bueno, esa no es la cuestión.
La cuestión es que debe salir ahí y...hacer lo que se supone prometió que haría.
Pero las piernas le tiemblan de pronto. Las manos le hormiguean. Todo da vueltas.
¿Tan siquiera sabe bailar?
Sí, recuerda perfectamente haberle dicho a Semi que podía, solo porque en el único recuerdo que tiene, a cerca de esa persona llamándolo por su nombre, también ha podido ver, solo algunas ocasiones contadas y por medio de visajes, el recuerdo de una noche en la playa, de él danzando y dando vueltas, y de esa otra persona sonriendo ligeramente.
Sí, bueno, quizá exageró en el momento en el que dijo que quizá sabía bailar pero ahora no puede retractarse. La vida de todos ahí depende de eso pero...-
"—Atsumu"
Como si fuera un llamado, una sacudida a su voluntad, su mantra a la tranquilidad o su segundo despertar, solo cierra los ojos, deja de temerle a las luces que hay de los reflectores apuntando hacia él y simplemente sale a bailar.
.
III
.
Él no ha escogido la canción ni mucho menos ha memorizado correctamente la coreografía que arduamente los chicos y chicas bailarines de La Faire han pretendido enseñarle en cosa menos de dos horas. Prácticamente era inútil considerando que ni siquiera él sabía, antes de su cuadro amnésico, si solía ser un prodigio del baile así que, honestamente, no tiene ni la más remota idea de lo que su cuerpo se encuentra haciendo cuando la música suena.
El sonido del saxofón, sin embargo, le invita, curiosamente, a sentirse y representar a una mujerzuela. A dar los primeros pasos de acuerdo al ritmo marcado y a acelerar un poco más cuando la melodía se despedaza y cambiar de ritmo, justo cuando entra la voz del vocalista.
Y aunque tampoco ha tenido el tiempo suficiente para aprender a andar sobre tacones altos, Atsumu simplemente sale descalzo con medias negras envolviendo la extensión de sus piernas solo un poco más abajo de dónde inicia la diminuta tela de esos apretados shorts de cuero.
El recurso de utilería que las chicas han dispuesto para él solo lo usa al inicio, sentándose en la única silla colocada delante de la mesa circular con mantel blanco sobre el escenario, recibiendo una copa de vino de parte de una de las chicas que también lo acompañan tanto en la coreografía como en parte del show.
Solo las ha visto bailar unas pocas veces, tanto a ellas como a los chicos, pero es como si su cerebro se hubiese puesto en automático y repitiera cada paso a la perfección.
Coloca su dedo sobre la mesa, retumbándolo como quien está anunciando que el espectáculo va a comenzar, alguien ansioso y predispuesto a la espera de que lo miren y le presten atención, y es que aunque el área donde está ese hombre no está lo suficientemente iluminada como para enfocarlo, Atsumu tiene el descaro de llamarlo con su dedo además, ignorando por completo si su cliente está comenzando a excitarse o simplemente se está riendo de él.
Pero no le importa, tan pronto las chicas retiran la mesa y la silla, él se acomoda y se desliza sobre el escenario, quedando a gatas, levantando su trasero y precipitando toda la curvatura de su cintura hacia abajo como si estuviera recreando ondas y acechando a su presa.
La verdad, solo está improvisando y combinando un poco de lo aprendido pero la sensación de ser visto con lujuria, tiene que admitirlo, le enciende demasiado.
Con las tres chicas que lo acompañan a su espalda, a pesar de que sabe están siguiendo adecuadamente los pasos de la coreografía, misma que debería estar imitando, la verdad es que por mucho que quisiera seguirlas, la sensación de sentirse el centro de atención provocan que empiece a improvisar.
La sensación de sentirse observado por más de una docena de hombres, incluyendo al viejo cerdo ese al que tiene que seducir, le hace sentir caliente.
Las chicas siguen en lo suyo y él de vez en cuando retoma sus pasos pero de la mitad de la canción en adelante hace y deshace de acuerdo al ritmo de la música. Levanta brazos, mueve caderas, lleva dedos dentro de su boca hasta dejarlos cubiertos de saliva, para luego arrastrarlos por encima de su escasa y diminuta ropa mientras la melodía va creciendo.
En su mente, Atsumu está protagonizando toda una película en la que es la mujerzuela encargada de seducir al matón. En su cine mental, ve al hombre rodeado de mujeres y se ve a sí mismo abriéndose paso entre todas ellas, captando su atención por la fuerza. Lo persigue por las románticas calles empedradas de París, llevando su aroma lujurioso y obsceno como si fueran feromonas para atraer al macho mientras baila y se trepa, en el presente, a toda superficie que tiene dispuesta.
Sus acompañantes, en todo momento, lo siguen de cerca pero Atsumu es, sin ninguna duda, quien sobresale de todos, cambiando pasos, reduciendo y aumentando el ritmo a su antojo.
De un momento a otro, abandona el escenario dispuesto a tener un acercamiento mucho más íntimo con su presa, y aunque duda unos segundos cuando unos tres fortachones parecen cerrarle el paso, el gesto de una mano envuelta en un guante negro desde el sofá le conceden el permiso de ser todavía más descarado de lo que ya se muestra.
Y entonces, lo ve.
Y en un segundo la imagen mental de él persiguiendo a un viejo cerdo con una panza abultada y con olor a alcohol cambia de inmediato, haciendo que se estremezca.
Ya no es un hombre maduro y pervertido al que persigue, dentro de su mente lasciva y juguetona por los imaginarios callejones de París, ahora es un hombre joven, de cabello rizado y azabache, con unos poderosos y penetrantes ojos del mismo color, y con unos dos lunares asomándose por encima del hueso de la ceja que parecen haber sido puestos cuidadosamente por un Dios celestial.
Los ojos del hombre y los suyos se conectan rápidamente y toda la ambición, la coquetería y el coraje que tuvo para salir a bailar parecen tambalearse.
Es...demasiado guapo para ser real.
Sin embargo, no tiene tiempo para ir corriendo tras bambalinas o de buscar discretamente con la mirada a Shoyo en busca de una respuesta pues la canción sigue y él se ha congelado por breves segundos.
No.
Tiene que seguir moviéndose o de lo contrario todo se irá a la mierda.
Juntando la adrenalina necesaria para seguir bailando, Atsumu realmente se siente todavía más motivado ahora que sabe que el pez gordo es alguien tan joven y tan guapo. En cuestión de segundos todo ese miedo y esa inseguridad que pudo haber tenido hace segundos, pensando en que básicamente la vida de todos depende de qué tan bien seduzca a ese hombre, deja de importarle ahora que lo ha visto a los ojos.
De ahí en adelante, cada gesto, cada suspiro, cada gemido, cada movimiento y cada roce solo lo hace pensando en la persona que tiene en frente. En lo caliente que se siente y en el deseo hambriento que tiene de que continúe mirándolo solo a él.
Ese hombre que con solo el gesto de una mano le indicó a sus hombres que le permitieran acercarse a él en lugar de apuntarle con una pistola y dispararle. De hecho, Atsumu está consciente de que si llega a cometer alguna imprudencia, ese tipo es capaz de usar esa misma mano para tomarle el cuello y quebrárselo.
La imagen mental, sin embargo, de tener esa poderosa mano, esta vez sin ese guante y completamente desnuda, sobre su cuello, asfixiándolo, hace que se sienta húmedo de pronto.
Dios...¿Siempre ha sido así de...obsceno? ¿Acaso antes de su cuadro amnésico adoraba que lo azotaran y lo dejaran sin aire durante el sexo? Atsumu ni siquiera recuerda si es virgen o no pero a juzgar por lo húmedo que está y lo zorra que está siendo al bailar delante de ese hombre desconocido, no tiene mucha certeza de que sea lo primero.
Se siente tan sucio, tan caliente, tan deseoso a pesar de que el hombre solo tiene esa única expresión hacia él. Está completamente serio pero Atsumu conoce a los de su tipo. Lleva trabajando en ese bar dos semanas. Las suficientes para fijarse hasta en el más mínimo cambio de respiración y en el lenguaje corporal de ese tipo de machos rudos que parece que no se excitan con nada.
Sus ojos no se apartan, y a pesar de que Atsumu solo roza sus manos con el rostro de él, todavía siendo más descarado y, por consiguiente, arriesgando su vida más, Atsumu emite un involuntario gemido cuando, finalmente, el hombre se inclina hacia adelante, tocando su mentón por los breves segundos que Atsumu le permite hacerlo antes de apartarse y volver a jugar a restringirle su cuerpo.
Ha sido un solo roce, y lo ha puesto durísimo pero Atsumu se lame los labios cuando dirige sus ojos a la parte baja de su pantalón y descubre que él también lo está.
Dios...¿De qué tamaño lo tendrá? ¿Le estará doliendo mucho contenerlo dentro de sus pantalones? ¿Qué se sentirá envolver ese falo ardiente entre sus manos temblorosas y frías? ¿Cabría dentro de ellas?
La respiración de ambos cambia drásticamente cuando se acerca la última parte del estribillo de la canción, cuando el saxo explota y toda su cordura y moralidad también lo hace.
No hay más oportunidades, se dice Atsumu a sí mismo, y aquello casi suena poético en su cabeza a la vez que no tiene nada por lo que avergonzarse ahora ya que no posee recuerdos que lo limiten.
Nadie lo conoce ahí.
Nadie sabrá lo excitado que se pone —y lo duro también— cuando se acerca a él, retira su mano e invade su espacio colocando una pierna entre el espacio que queda de las suyas, ahí dónde se aprieta deliciosamente los pliegues de su pantalón apretado. Atsumu puede ver de reojo como sus hombres alrededor se tensan por el descaro de casi montarse sobre su jefe seguramente, pero se siente completamente seguro cuando vuelve a conectar sus ojos con los de ese macho alfa, viendo como con solo sus ojos, advierte a sus nombres que no se acerquen.
Aquél juego en el que pone a prueba la fidelidad de sus seguidores y también al hombre que tiene hecho en él un incendio interno, le encanta.
Pero ya no hay tiempo.
Tiene que hacer que se vuelva loco por él.
Que lo huela hasta el cansancio, que se grabe su aroma, que sepa que está ardiendo, que nada de lo que está haciendo se vea como que está mintiendo. Porque no lo está.
Tiene que amarrar al pez gordo de una vez antes de que la canción finalice. Tiene que hacer que se obsesione con él aunque, a estas alturas, mientras lleva su cadera y espalda al límite con el final de la canción, volviéndose un desquiciado montado sobre ese extraño, Atsumu siente que quien se ha obsesionado ha sido él.
El estribillo sube, los sonidos se amplifican, su garganta se incendia y los colores lo marean. Pero las chicas sobre el escenario le hacen la señal que debe volver ahí arriba. Como si estuviera enviciado, Atsumu baja de encima del hombre que lo come con la mirada, volviendo rápidamente al escenario con un contoneo y una rapidez exquisita cayendo en sincronía con el inicio, de nuevo, de la coreografía.
Rompe cosas, estira manteles, recorre su propio cuerpo con una mano como si no se conociera.
La canción dice más.
Y él quiere más.
La canción dice mírame, y él desea que ese extraño no deje de hacerlo.
La canción dice cómeme, y antes de que finalice la canción, Atsumu vuelve hacia él pero sin dejar el escenario. Con la mano estirada hacia donde se encuentra su presa, mirándolo por completo en la inmensidad de ese sofá, es como si solo existieran ellos dos.
La canción ha finalizado hace segundos atrás y Atsumu solo puede intentar desesperadamente regular su respiración después de eso. Sus piernas arden y se sienten débiles, su pecho, ese que se muestra casi desnudo debido al escote del top que tiene puesto, está perlado repleto de sudor.
Sus manos pican, sus labios entreabiertos arden, y sus ojos sobre él.
Seguramente lo que escucha son aplausos, silbidos y gritos detrás suyo pero, por primera vez, se encuentra estático, todo sea porque ese hombre no deje de mirarlo ni un segundo pero, ¿Enserio se queda quieto porque quiere asegurarse de haberlo convencido y embelesado con su baile o lo hace por otra cosa?
A Atsumu le duele la cabeza de pronto, y ese único recuerdo que posee vuelve a tomar posesión de su mente haciéndolo tambalear. Sin embargo, su cuerpo se sacude entero cuando la puerta del bar se viene abajo de un solo golpe y disparos se oyen.
Los gritos agudos de las chicas a sus espaldas lo traen de vuelta a la realidad donde todo cambia en cuestión de segundos.
"—¡Atsumu, sal de ahí! ¡Son los hombres de Nohebi!" , Atsumu entrecierra los ojos fuertemente ante el grito de Shoyo a través del auricular que tiene en el oído pero su voz no lo altera tanto como los disparos que comienzan a efectuarse dentro del bar tanto de los hombres que acaban de ingresar como de parte de los de Itachiyama.
Joder.
¡¿Por qué esas cosas tienen que pasarle a él?!
Sin embargo, cuando está por darse la vuelta e ir a esconderse, una mano toma la suya, deteniéndolo.
El líder de los Itachiyama lo mira fijamente y Atsumu se pregunta si está dispuesto a quedarse quieto únicamente para esperar que una bala le alcance y termine su vida ahí mismo o-...
No tiene tiempo ni de reaccionar porque en cuestión de segundos su rostro está chocando contra un pecho desconocido. Su mano ha sido tirada por él y lo ha bajado casi a tropezones del escenario y ahora su cabeza está apoyada sobre su pecho caliente y fornido aunque el placer le dura poco pues rápidamente pasa a estar oculto debajo de una mesa sintiendo una de las manos del hombre sobre su cabeza para que no se levante. Los disparos se siguen oyendo, cada vez con mayor intensidad y rapidez, así como gritos y golpes.
Santa Mierda.
¡¿Enserio va a morir así?!
¡¿Qué se supone que-...?!
—No levantes la cabeza —finalmente oye su voz, y es incluso más grave y profunda de lo que imaginaba y-...
"—Atsumu..."
No tiene recuerdos.
Los ha perdido hace tiempo.
Y en este momento no los necesita.
Juraba que no los necesitaba.
Entonces...¿por qué...?
¿Por qué cuando vuelve a levantar la cabeza para verlo, los labios de la persona que lo llama en sueños se superpone sobre los del hombre desconocido que ahora lo está protegiendo?
.
.
Notas:
Les aseguro que los demás capítulos serán más cortos que este (?)
Sí, vendo de nuevo a venderles el alma a estos dos a pesar de que tengo montañas de pendientes en el trabajo y actualizaciones de fics pendientes. Me gusta sufrir por lo visto jajaja
Bueno, esta idea ya la tenía desde hace tiempo, y de hecho no iba a ser para este fandom. La habré pensando cuando todavía estaba en la preparatoria y...en fin, a quien le importa. Solo sé que no he parado de escribir desde hace unos días y ayer me puse a editar portada y separadores y bueno, aquí lo tienen. Creo que es la primera vez que me animo a escribir algo de este tipo de género, que es como de organizaciones clandestinas y toda la cosa. Recién me estoy empapando así que pondré todo el esfuerzo del mundo por traer una historia a la altura porque enserio, enserio, últimamente el SakuAtsu lo veo en todos lados. Por eso igual no pude esperar para estrenar esta historia.
Para ser primer capítulo creo que hay mucha información pero espero que esté bien posicionada y les intrigue un poquito (?) Sobre actualizaciones, no tengo ni la más mínima idea. Supongo que será como en Tatemae, escribiendo sobre la marcha. Espero no demorarme tanto tampoco y pues ya, creo que es todo. Que se armen los pinshes shingadazos en el próximo capítulo (?)
Perdón si ofendo a alguien con el Atsumu de este primer capítulo pero...es que lo imaginaba como toda una mujerzuela jajajaja Les aseguro que las apariencias engañan.
Bueno, eso, nos leemos pronto.
