Personajes de CLAMP.


Había sido un día muy pesado. Durante las últimas semanas, el trabajo era cada vez más tedioso y cada vez lo soportaba menos. Ya tenía dos años de haberme graduado de la Facultad de Diseño y por azares del destino había terminado trabajando para un corporativo de más de 500 empleados. Por supuesto, yo era uno más de ellos. Me torturaba la idea de pensar que tendría que seguir trabajando en esa compañía durante el resto de mi vida y esa idea crecía cada vez más dentro de mí.

Me sentía miserable cada día al terminar mi trabajo. Apaga mi computadora, recogía mis cosas y tomaba el tren de regreso a mi pequeño departamento cerca de Shibuya. También odiaba ese departamento, pues era pequeño para un adulto de 25 años, como era mi caso. La mayoría de mis compañeros de la universidad tenían trabajos exitosos en lugares increíbles. Ganaban bien y tenían vidas maravillosas. O al menos eso parecía ante los ojos del mundo.

Para variar, ese día el elevador estaba descompuesto y terminé subiendo las escaleras hasta el octavo piso. A pesar de que salía a correr todas las mañanas, había llegado casi sin aliento al piso ocho. Durante todo el recorrido, me había percatado de que alguien iba delante de mí y me llevaba la ventaja por un par de pisos. Cuando por fin puse un pie en mi piso, noté que había una cartera tirada justo delante de las escaleras. La tomé con cuidado y miré a ambos lados para verificar si era de alguien. Vi a un hombre joven caminando a paso lento y lo vi detenerse en el departamento que se encontraba junto al mío.

¿Era el nuevo inquilino? Ese departamento tenía meses vacío y al parecer por fin se había ocupado. Me acerqué lentamente para no parecer un acosador y hablé en voz baja para no asustarlo.

-Disculpa.-dije aclarando la voz.- Creo que se te cayó tu cartera.

Él se encontraba abriendo la puerta de su departamento y se giró lentamente para mirarme. Su cabello platinado brillaba aún en la oscuridad y cuando nuestras miradas se encontraron, perdí el poco aliento que me quedaba. Era él. Yukito Tsukishiro me miraba igual de sorprendido que yo. En cuanto nuestros ojos se encontraron, sentí que mis piernas se debilitaban y pensé que me desmayaría en cualquier momento. Él seguía utilizando gafas redondas, llevaba el mismo corte de cabello y seguía teniendo esa mirada melancólica. La única diferencia que veía es que ahora era un poco más alto y ya no estaba tan delgado como solía serlo. Yo seguía estando más alto que él, y eso me reconfortó. Me acerqué a él instintivamente y le entregué su cartera. Ninguno de los dos era capaz de emitir ningún sonido. Nos miramos durante un largo rato en silencio y luego él se giró para entrar a su departamento.

-Yuki…-dije rompiendo el silencio.

-Tengo que irme.-dijo él antes de cerrar la puerta.

Entré a mi departamento sintiéndome peor que nunca. De todas las cosas que podían sucederme, jamás pensé que volver a verlo era una de ellas. Me tumbé sobre mi cama y sin darme cuenta las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos. Habían pasado 6 años desde la última vez que nos habíamos visto. Fue exactamente el día de nuestra graduación de preparatoria.

Yukito y yo habíamos sido mejores amigos durante años y años. Nos conocimos cuando estábamos en tercero de primaria. Él llegó a la escuela a mitad del ciclo escolar, y como era de esperarse, no tenía amigos. Recuerdo perfectamente que desde el primer momento en que había entrado al salón de clases me había llamado la atención. Era un niño pequeño, con ojos de perrito asustado. Usaba unas gafas que le quedaban enormes y casi nunca hablaba con nadie, excepto cuando la profesora le hacía preguntas. Como era de esperar, era un niño muy inteligente y entregaba todas sus tareas.

Un día, unos niños de la clase comenzaron a molestarlo. Se habían esperado a que la profesora saliera del salón para tirar sus cosas al suelo y golpearlo. Le habían quitado su comida y estuvieron a punto de romper sus gafas hasta que decidí intervenir. No soportaba ver cómo lo hacían sufrir, ya que no era la primera vez que lo molestaban. Ese día simplemente mi mente se salió de control. Intervine en la pelea y los golpee a todos con los puños. Yukito me observaba entre asustado e impactado y cuando la profesora llegó, nos llevaron a todos a la dirección. Nos castigaron a todos excepto a Yukito. Al terminar las clases, nos quedamos estudiando hasta tarde por el castigo. Cuando salí del castigo, ya era muy tarde y el sol había comenzado a meterse en el horizonte.

Recuerdo perfectamente que cuando puse un pie afuera de la escuela, Yukito se encontraba ahí. Estaba sentado y cuando me vio se puso de pie. Él me miraba avergonzado y me acerqué a preguntarle por qué no había ido a casa.

-Te… te estaba esperando…-respondió con voz.- Yo… quería decirte gracias por ayudarme…

Por alguna razón, escuchar su voz en ese momento se sintió muy tranquilizador.

-No hay de qué.-dije caminando en dirección a mi casa.

Noté que Yukito caminaba detrás de mí sin decir nada y así fue durante varias cuadras hasta que me detuve y lo enfrenté.

-¿Me estás siguiendo?-dije extrañado.

-Yo… no… yo… soy tu vecino.

-¿Mi… vecino?

Él asintió y agachó la mirada.

-¿Por qué no me habías dicho?

Él desvió la mirada y seguimos caminando, pero esta vez decidí caminar junto a él.

-¿Cómo supiste que somos vecinos?-pregunté después de un rato.

-Yo… te veo salir de tu casa cada mañana.

-Así que… solo caminas detrás de mí en silencio.-dije riendo.- Eso es extraño.

Él esbozó lo que parecía ser una sonrisa y por alguna razón sentí que mi cuerpo se estremecía. Nunca lo había visto hacer esa clase de expresión. Seguimos caminando hasta nuestro vecindario y una vez que llegamos a nuestras casas, él se despidió de mí con la mano. Lo vi caminar a su casa, que estaba frente a la mía, y me di cuenta de que todo estaba oscuro. ¿Dónde estaban sus padres? ¿Tenía hermanos? Algo dentro de mí se sintió mal en ese momento, no quería dejarlo ir solo a su casa.

-Yukito…-dije en voz alta.

Él se detuvo y se giró para mirarme.

-Te invito a cenar a mi casa.-sonreí.

Yukito dudó unos segundos, pero luego aceptó. Ambos entramos a mi casa y mi padre nos saludó con una sonrisa en el rostro. Cenamos todos juntos y luego estuvimos jugando hasta tarde. Así fue como Yukito y yo nos hicimos amigos. Después de ese día, íbamos todos los días juntos a la escuela y también regresábamos juntos. Hacíamos la tarea juntos, jugábamos, pasábamos los fines de semana. No había nada que no hiciéramos juntos. Así fue como supe que Yukito vivía solo con su abuelo, quien trabajaba durante toda la noche y casi todo el día para poder cuidarlo. Mi padre, mi hermana y yo nos habíamos convertido en su familia y él parecía feliz con ello. Así fuimos creciendo juntos. Fuimos a la misma secundaria, luego fuimos a la misma preparatoria.

Sin siquiera darme cuenta, Yukito se había convertido en todo para mí. Ni siquiera podía imaginarme una vida sin él. Yo era muy joven y muy tonto. No sabía casi nada de la sexualidad, pero cada vez que estaba solo con él, cada vez que nuestros ojos se encontraban, cada vez que nuestras manos se rozaban por accidente, yo sentía algo así como mariposas en el estómago. Lidie con ese sentimiento durante años hasta que siendo ya casi un adulto, supe que estaba completamente enamorado de él. El darme cuenta de que era gay fue un golpe fuerte para mí. No podía contárselo a nadie y a la única persona a quien sí hubiera podido decirle era el mismo chico del que estaba enamorado.

Fue así como terminé arruinando nuestra amistad. Cada vez era más difícil para mí ocultar mis sentimientos hacia él. El día de nuestra graduación fue la gota que derramó el vaso. Por primera vez en muchísimos años nos íbamos a separar. Él iría a la Facultad de Ingeniería y yo a la de Diseño. No podríamos vernos todos los días, ni hablar todos los días. Después de la ceremonia de graduación y después de que el profesor nos hubiera mandado a acomodar las cosas a la bodega.

Yukito y yo teníamos la costumbre de hacernos cosquillas. Era nuestro juego íntimo. Las reglas eran que el juego comenzaba cuando el otro menos se lo esperara, así que vi mi oportunidad y comencé el juego. Él estaba distraído y comencé a hacerle cosquillas. Yuki me siguió el juego y de pronto terminamos en el suelo, ni siquiera supe cómo sucedió. Yo me encontraba encima de él y hubo un momento en el que nos quedamos en completo silencio mirándonos. Lo único que se escuchaba era nuestra respiración entrecortada y mis ojos no podían apartarse de los suyos. Fue ahí cuando no pude más. No pude contenerme y acerqué mi rostro al suyo. Coloqué suavemente mis labios sobre los de él y por primera vez sentí lo que significaba estar encendido por dentro. Todo dentro de mí parecía explotar de felicidad. Imaginé ese momento miles de veces y cuando por fin sucedió, apenas podía creerlo. Era mi primer beso, también era su primer beso.

Sin embargo, cuando separé mi rostro del de él, Yukito estaba llorando. Me miraba molesto y no hizo más que empujarme y darme una cachetada. Esa fue la última vez que nos vimos. Al día siguiente, Yukito ya se había ido de casa y no había dejado dicho en dónde estaría. Había cambiado su número de teléfono y aunque lo busqué en su escuela, nunca pude encontrarlo. Estuve deprimido alrededor de unos dos años hasta que terminé por aceptar que Yukito se había ido de mi vida para siempre. Primero estuve triste, luego estuve enojado y lastimado. Él era lo que yo más quería.

Volver a verlo después de tantos años había sido tan doloroso como placentero. Seguía siendo el mismo chico tímido y lindo de siempre. Seguía teniendo su mirada melancólica y esos ojos color miel que tanto me encantaban. Ahora la vida volvía a ponernos en el mismo lugar. Volvía a ser mi vecino y volvía a estar cerca de mí. ¿Acaso la vida me estaba jugando una broma pesada? Desde que Yukito me había dejado, yo no paraba de salir con chicos. Uno tras otro. Era como si todo el tiempo estuviera tratando de llenar un vacío dentro de mí. A pesar de que había conocido a muchos hombres, ninguno me llenaba realmente. Y aunque yo juraba que ya lo había superado, el volver a verlo me había dejado claro que lo seguía queriendo tal como hace 6 años.

Las lágrimas no dejaban de salir y un dolor había aparecido en mi pecho. Quería ir a tocarle a su puerta y preguntarle por qué había desaparecido. Quería preguntarle tantas cosas. Quería saber tantas cosas de él. Quería escuchar su voz y ver su sonrisa. Quería tocarlo y saber si era real…

Esa noche me quedé dormido después de tanto llorar. A la mañana siguiente, desperté temprano para ir a correr, como todos los días. Pero esa mañana se sentía diferente. El viento era más caluroso de lo habitual y apenas podía concentrarme. Iba tan distraído que ni siquiera me di cuenta cuando me tropecé con otra persona que venía corriendo en dirección contraría. Ambos caímos al suelo y cuando nos miramos, me di cuenta de que era Yukito. Él se sonrojó y agachó la mirada. Traté de mantener la calma, me puse de pie y le extendí la mano para ayudarlo a pararse. Él dudó unos segundos, pero luego aceptó mi mano. Nos quedamos en silencio unos momentos y luego le di la espalda.

-Touya…-dijo detrás de mí.

Era la primera vez que lo escuchaba decir mi nombre en 6 años. Mi cuerpo se estremeció de pies a cabeza y me detuve.

-¿Sí?-dije dándole la espalda.

Hubo un silencio prolongado. Esperaba de todo corazón que me dijera algo, lo que fuera. Quería escucharlo y quería acercarme a él. Sin embargo, él no dijo ni una sola palabra. Apreté los puños y seguí corriendo sin detenerme. Hice mi mayor esfuerzo por no soltar lágrimas de nuevo, aunque no lo logré.

Solía creer que lo había olvidado y solía creer que mi vida estaría bien sin él. Pero ninguna de las dos cosas eran verdad.