Estaba Harry dándole vueltas a la imagen de Sirius escupiendo sangre a borbotones y cayendo redondo al suelo y de su infame prima Bellatrix Lestrange saltando de alegría y gritando "yo maté a Sirius Black", e incitándole a ir tras ella, cuando Dumbledore apareció girando en medio de la chimenea.
—Tus amigos están en la enfermería, y te alegrará saber que están bien y que la señorita Granger se curará. En cuanto a Sirius, se lo han llevado a San Mungo. Está grave pero me han garantizado que harán todo lo posible para salvarle.
—Pero entonces, ¿Sirius no está muerto?—Harry sintió que el enorme peso que sentía en el pecho se aliviaba muchísimo.
—No. Pero sé lo que piensas, Harry.
—Usted no sabe una mierda—replicó secamente Harry, que estaba empezando a sentirse terriblemente culpable por todo lo sucedido.
—En parte tienes razón. Pero puedo notar que te culpas por lo que ha pasado. Y no debes hacerlo, Harry, si hay alguien culpable soy yo, por haberte ocultado la verdad y no haber sido franco desde el principio. Por favor, siéntate mientras te cuento todo lo que te he estado ocultando, que además Sirius me lo ha pedido.
—¿Sirius le ha pedido que me lo cuente todo?
—Sí. Es cierto que ha tenido que hacer un esfuerzo tremendo para hacerlo, que casi lo mata, pero me lo ha pedido, y aunque solo sea por él, lo haré.
De modo que Harry se sentó, y vio cómo Dumbledore se sacaba mágicamente un pensamiento de la cabeza y lo depositaba en el Pensadero.
—Voy a mostrarte el contenido de la profecía que desencadenó toda esta serie de acontecimientos.
—Pensé que se había roto.
—No, lo que se rompió fue un registro de la profecía. Pero resulta que yo fui la persona que la escuchó, de hecho, las iniciales que figuraban en ese registro eran las mías.
Harry recordó mentalmente y se dio cuenta de que, en efecto, las iniciales A.P.W.B.D eran las de Dumbledore, las había oído en la farsa de juicio que le montaron a principios de año. Se limitó a asentir.
—Adelante.
Dumbledore tocó el Pensadero, y de allí surgió una vaga imagen fantasmal, que adquirió rápidamente la forma…de la profesora Trelawney. Harry dio un grito de sorpresa.
—¿Fue ella la que pronunció la Profecía?
—Sí. Por eso la contraté, para mantenerla a salvo de Voldemort. ¿Recuerdas que te dije que con la profecía que te hizo al final de tu tercer año ya iban dos profecías auténticas?
—Sí, claro que sí.
—Pues esta que vas a oír fue la primera.
Dumbledore agitó la varita, y la inmóvil imagen fantasmal de la profesora Trelawney pronunció estas palabras:
"El único con poder para derrotar al Señor Tenebroso se acerca..., Nacido de los que lo han desafiado tres veces, vendrá al mundo al concluir el séptimo mes... Y el Señor Tenebroso lo señalará como su igual, pero él tendrá un poder que el Señor Tenebroso no conoce... Y uno de los dos deberá morir a manos del otro, pues ninguno de los dos podrá vivir mientras siga el otro con vida... El único con poder para derrotar al Señor Tenebroso nacerá al concluir el séptimo mes..."
La imagen se desvaneció, y Dumbledore lanzó un suspiro:
—Recuerdo muy bien aquella noche, la profesora Trelawney se había reunido conmigo en el Cabeza de Puerco porque aspiraba a cubrir el puesto de profesor de Adivinación y yo quería entrevistarla. No me quedé muy impresionado y estaba a punto de dar por terminada la entrevista cuando de pronto ella se quedó en trance y me hizo esa profecía que acabas de oír. Ocurrió sin embargo que esa noche había un espía de Voldemort escuchando tras la puerta. Aunque no la pudo escuchar entera porque el tabernero le pilló infraganti y le echó, aún así escuchó una buena parte y se la transmitió a Voldemort, que te identificó como el niño mencionado en la profecía, temió por su vida y trató de matarte creyendo que estaba cumpliendo los términos de la profecía. Descubrió, a su costa, que estaba equivocado, cuando la maldición pretendía matarte a ti. Y así, desde su regreso a su cuerpo, y particularmente desde tu extraordinario escape de él el año pasado, ha estado decidido a escuchar esa profecía en su totalidad. Este es el arma que ha estado buscando tan asiduamente desde su regreso: el conocimiento de cómo destruirte.
—¿Así que esa es la razón por la que Voldemort intentó matarte cuando yo era solo un bebé? ¿Esa profecía?
—Así es, Harry.
—¿Y por qué no me lo ha dicho hasta ahora?
Dumbledore bajó la mirada.
—Pensaba que el contenido de la profecía era una carga demasiado grande para ti. En tu primer y segundo año pensaba que eras demasiado joven para sobrellevarla, en el tercero y no digamos en el cuarto año habías pasado por tales pruebas que no quería cargarte con más. Esa ha sido también la razón por la que este año no te he nombrado prefecto pese a que tu jefa de casa, la profesora McGonagall, te tenía el primero en su lista de candidatos, pensaba que ya tenías demasiado sobre tus hombros. Pero ese ha sido un gran error por mi parte, Harry, que casi os cuesta la vida a todos y sobre todo a Sirius. Si te hubiera dicho la verdad, habrías sospechado la trampa y no te habrías metido directamente en la boca del lobo.
Harry miró a Dumbledore a los ojos, y lamentó haberlo hecho: Dumbledore, supuestamente el único a quien Voldemort temía, parecía más débil y anciano que nunca. No obstante, decidió apartar ese pensamiento y seguir preguntando.
—¿Qué ha pasado en el Ministerio exactamente? Kreacher me hizo creer que Sirius estaba en manos de Voldemort.
Dumbledore lanzó un suspiro.
—Antes de juzgar con demasiada severidad a ese desdichado elfo, piensa bien que Sirius le trataba muy mal, nunca hizo nada para ganarse su lealtad. En cambio, Narcissa Malfoy, que a fin de cuentas es una Black, y su hermana Bellatrix Lestrange, le trataron con mucha amabilidad y consiguieron ganarse su lealtad. Gracias a eso, consiguieron que Kreacher les revelara un detalle crucial: lo mucho que le importabas a Sirius. Voldemort pensó, correctamente como has podido ver, que si te hacía creer que tu padrino estaba en sus manos irías corriendo a rescatarle, y partiendo de eso montó la trampa.
—Maldito elfo traidor…—masculló Harry. —Sirius tenía razón.
—No—replicó Dumbledore en tono severo. —Es tu amiga Hermione Granger quien tenía razón al intentar ser amable con Kreacher. Si Sirius hubiera tratado bien a Kreacher, nada de esto habría ocurrido. Pero Sirius transfirió a ese elfo todo el odio que sentía por la casa en la que él había pasado una infancia tan desdichada como la tuya, y estas navidades, cuando Sirius le dijo que se fuera, Kreacher lo interpretó como una autorización para salir de Grimmauld Place, y de allí fue a casa de los Malfoy, porque a fin de cuentas, siendo ella como es una Black, servir a Narcissa Malfoy y a su hijo no suponía abandonar su juramento de lealtad a esa familia.
—¿Está diciendo que deberíamos ser amables con Kreacher?—protestó Harry, que no le perdonaba al anciano elfo lo que le había pasado a Sirius.
—Sí, Harry. Mira en cambio lo que pasó hace unos años con Dobby. Tú fuiste bueno con él y el resultado fue que Dobby se jugó el tipo para intentar avisarte de lo que se tramaba. Y no solo eso, el año pasado te ayudó en la segunda prueba, y por lo que me han contado, este año os avisó de que Umbridge venía por vosotros. O mira cómo el año pasado la elfa Winky protegió al falso Moody.
Harry asintió de mala gana.
—Continúe.
—Snape entendió a la perfección el críptico mensaje que le diste, y se aseguró de que Sirius estaba bien.
—¿Cómo? La red flu estaba vigilada y las lechuzas eran interceptadas.
Dumbledore rió débilmente.
—La Orden del Fénix tiene medios de comunicación más seguros y eficaces que esos, Harry. Snape, luego, al ver que ya no estabas en el despacho de Umbridge fue a buscarte al bosque y allí, al saber que tú y tus amigos os habíais ido, sospechó rápidamente dónde estaríais, y me avisó. Yo mandé por delante a Sirius, Remus, Moody, Tonks y Kingsley al Ministerio, y luego, una vez le sonsaqué todo a Kreacher, fui yo mismo. El resto ya lo sabes.
Harry se quedó pensativo un rato, tratando de digerir aquella masa de información.
—Señor.
—¿Sí?
—¿Y si la profecía no se refiere a mí?
Dumbledore asintió.
—De hecho, había otro posible candidato, tu compañero Neville Longbottom, que nació un día antes que tú. Pero Voldemort te identificó como la posible amenaza, quizá porque tú mismo eras mestizo, al igual que él. Así que sí, eres tú.
—¡Pero yo no tengo ningún "poder que el Señor Oscuro no conoce"!—objetó Harry.
—Sí que lo tienes. ¿Recuerdas lo que te conté sobre por qué la maldición asesina que te lanzó Voldemort cuando eras un bebé no te mató sino que rebotó?
—Fue que al sacrificarse para salvarme mi madre me marcó con una protección mágica especial.
—Así es. Esa protección mágica nació del acto de amor que fue que tu madre se ofreciera a morir en tu lugar. Y yo añado: esa misma protección impidió que Voldemort pudiera poseerte hace un rato en el Ministerio.
—¿Eso es todo?—Harry se sentía decepcionado.
—¿Todo? Harry, el amor encierra en sí mismo una magia increíblemente poderosa y a menudo peligrosa, una magia que Voldemort no comprende y por eso la teme y la odia. Por eso no pudo poseerte, porque tu corazón está rebosante de esa magia que él no puede resistir. Tú no temes a la muerte porque tu corazón está lleno de amor, hacia tus padres aunque no guardes recuerdos de ellos, hacia Sirius, a quien, creo, esperabas volver a ver si morías —Harry asintió— y también hacia tus amigos. Amor que, además, es correspondido. Todos tus amigos darían hasta la última gota de su sangre para protegerte, y lo harían de buen grado porque te quieren muchísimo. Voldemort no tiene nada de eso y por este motivo teme a la muerte más que a nada en este mundo. De hecho, por lo que me han contado mis informantes, su boggart adopta la forma de su cuerpo sin vida.
Justo en ese momento, una luz plateada entró en el despacho, que tomó la forma de un lince. El lince abrió la boca y habló con la voz de Kingsley.
—Director, le comunico que los sanadores de San Mungo me aseguran que Sirius Black vivirá, y que la profesora McGonagall evoluciona bien de la agresión que sufrió.
El lince se deshizo en el aire, y Harry sintió deseos de llorar de alegría. Dumbledore sonrió tristemente.
—Vete, Harry, vete con tus amigos, que seguro que con ellos estarás más a gusto que con este vejestorio.
Muchas cosas pasaron en los días siguientes. Dumbledore fue restablecido en todos sus cargos y honores. Umbridge fue rescatada por él de manos de los centauros, pero estaba terriblemente traumatizada, cosa que Harry pudo comprobar personalmente cada vez que iba a visitar a Ron y Hermione al Ala Hospital, donde Cara de Sapo estaba también internada, tanto era así que en más de una ocasión Ginny se divirtió a su costa imitando el sonido de cascos de centauro, cosa que la ponía frenética. Ron y Hermione, gracias a los cuidados de la señora Pomfrey, se fueron restableciendo de sus heridas (sobre todo la segunda), en tanto que Ginny y Neville habían sido ya curados de su torcedura de tobillo y su nariz rota desde el primer momento, sin la menor dificultad. Sirius, como Harry supo por las cartas de Remus, estaba mejor, pero aún muy débil y quizá no le darían de alta hasta el último día del curso. Y además, para gran alegría de Harry, el Ministerio había puesto en marcha su rehabilitación pública, una vez constatado que llegado el momento no se había puesto del lado de los mortífagos. El resto de los alumnos de Hogwarts, impresionados por las cosas que se contaban en el diario El Profeta acerca de él, empezaban a mirarle de otra forma, pero eso a Harry le daba igual. Ya nada importaba, después de lo que había oído y de todo lo que había pasado. Se había convertido en una persona marcada. O mataba a Voldemort o Voldemort le mataba a él, eso decía la siniestra profecía. ¿Pero cómo? Sí, Voldemort había hecho cosas horrorosas, pero, ¿sería capaz de matarle? Y sobre todo, ¿sería capaz de matarle antes de que él le matara? Porque a fin de cuentas, ya se había asegurado de tomar medidas para traspasar la protección mágica que le había otorgado involuntariamente su madre…
—Vaya, vaya, Potter—le dijo de pronto Malfoy, interrumpiendo el curso de los pensamientos de Harry. Estaban en el gran vestíbulo y Harry estaba dándole vueltas a esto. —Muy impresionante, ahora vuelves a ser el gran héroe, y tu padrinito ya no es un criminal.
—¿Qué quieres, Malfoy? —respondió Harry, cruzándose de brazos y sin importarle que fueran tres (Malfoy, Crabbe y Goyle) contra uno.
—Darte una lección. Vas a pagar caro el haber enviado a mi padre a Azkaban.
—Tres contra uno, qué valiente, rubito—replicó Harry con desprecio.
Draco hizo una señal a Crabbe y Goyle, que se apartaron unos pasos. Harry sacó la varita.
—¿Ocurre algo, Potter?—dijo detrás de ellos la susurrante voz de Snape.
—Estaba sopesando qué maldición usar contra Draco—replicó tranquilamente Harry.
—Haciendo magia en los pasillos, ¿eh? —respondió fríamente el profesor, sin levantar la voz lo más mínimo. —Diez puntos menos para Gry…ups, parece que el reloj de arena está vacío y ya no podemos quitar más puntos, así que habrá que…
—¿Añadir unos cuantos, profesor?—dijo la profesora McGonagall, entrando en el vestíbulo. —Hola, Potter. Me complace comunicarle que su padrino estará completamente restablecido dentro de poco y podrá esperarle en Kings Cross el último día del curso. También me complace comunicarle que su rehabilitación es completa, todos los cargos contra él están anulados, y como ya ha pasado doce años en Azkaban no tendrá que cumplir pena por ser un Animago no registrado. Añadiré que yo misma me he ocupado de registrarle debidamente como tal—una sonrisa apareció en el severo rostro de la jefa de Gryffindor.—Venga, vaya a comunicarles la buena noticia a sus amigos.
Radiante de alegría, Harry corrió al Ala Hospital. Sus amigos se alegraron tanto como él.
—¿Ahora podrás vivir con él como querías?—preguntó Ron. —Recuerdo que te lo propuso cuando le conocimos.
—Ojalá—respondió Harry, que no había pensado en esa posibilidad pero que desde luego si se lo proponían diría que sí. —Por supuesto, si me lleva a vivir con él vosotros podréis venir las veces que queráis.
—Te tomo la palabra—asintió Ron. —Sirius me cae bien, colega. Es más, creo que voy a escribir a Fred y George para que le contraten para su tienda, seguro que les da buenas ideas.
Harry recordó entonces que Sirius había sido famoso por sus travesuras cuando estaba en Hogwarts, al igual que los gemelos. Visualizó reuniones en las que su padrino, Fred y George se contaban historias sobre sus hazañas, y sonrió.
—Estoy seguro de que sí.
—Pero que no te oiga mamá, ¿eh, Ron?—intervino Ginny, sonriente.
