Disclaimer: shingeki no kyojin le pertenece a Hajime Isayama. No gano dinero escribiendo esto, solo pierdo mi tiempo.
Hola! A vos, sí, a vos: quiero saber qué pensás. No importa en qué año o universo alternativo estés leyendo esto, tu opinión me importa y siempre me va a importar s2
Ambientación: capítulo 97 del manga.
Capítulo I: Límite
El metal frío le roza el paladar, es sorpresivamente suave, como una caricia de muerte. Cree que ya no le quedan cuestiones en las que pensar, cree que lo agotó todo, que su existencia ya está acabada. Un sudor frío envuelve sus manos y se pregunta si sería miedo o vestigios de una antigua vanidad.
Piensa en Ymir, piensa en qué habría sentido ella en sus últimos momentos. Ni siquiera habían tenido la decencia de hacerla dormir para que no se enfrentara a las fauces abiertas de un titán. ¿Qué sería lo último en lo que habría pensado? O, mejor dicho, ¿quién? Supone que en Krista, después de todo, escribirle esa carta fue su última voluntad. Sin que llegara a notarlo, finas lágrimas descienden de sus ojos, borrando a su paso los contornos de ese mundo. Ella había muerto con un único deseo que no fue capaz de cumplir, él también tendría su remordimiento: lamentaba haber puesto su fe en la causa incorrecta, en la búsqueda del amor de una persona que nunca lo querría y que en ese entonces él no alcanzó a comprender. O tal vez sí, sí lo entendió, pero no lo quiso aceptar. Porque era doloroso, demasiado doloroso, y fue entrando en un espiral de elecciones que ya no pudo frenar.
Pero, de todas maneras, quizás la única muerte que verdaderamente le dolió fue la de Ymir. En ese momento hasta creyó que podría haber entregado su vida a cambio de la de ella, porque ella era feliz y lo pudo haber seguido siendo, tenía un lugar al que volver y a alguien esperándola. Él no. Ni siquiera su familia lo esperaba porque ellos esperaron a otro, uno que no era él. Se pregunta si alguna vez fue ese al que tanto esperaron, si pudo en algún instante creerse el cuento del guerrero. Los rostros de decepción de Bertolt lo persiguen como terribles fantasmas que no puede evitar. Sabe la respuesta pero elige no responderse, elige dejar los caminos abiertos, elige estar bien con los dioses y los diablos… pero ya no sabe quiénes son cuál.
Piensa en Bertolt. Cree conocer su destino y se lamenta por su compañero fallecido. Al menos, Annie sigue viva, aunque sepa que el tiempo de los portadores sea limitado. Convertirse en titán era firmar su propia sentencia de muerte. Mientras tuviera tiempo y fuerzas, él elegiría cómo morir, no dejaría que su muerte —como su vida— estuviera en manos de otros. Necesita sentir que es, por una vez, el capitán de su nave, el armador de su propio destino. Pone su dedo pulgar izquierdo sobre el gatillo y ejerce algo de presión...
Bertolt quería a Annie. Pensaba en ella, se preocupaba por su bienestar, la miraba con admiración y respeto. Hubo momentos en los que quisiera haber tenido un espejo frente a sí mismo para ver si acaso él no miraba a Bertolt de la misma manera en la que este miraba a Annie. Ya no era tiempo de pensar en esas cosas, los chicos se fijaban en las chicas y los amigos aconsejaban a sus amigos sobre esas chicas. Y los chicos del escuadrón 104° se fijaban en Krista. Era bella, la más bella, era amable, era cálida, era fácil decirse a sí mismo que la miraba como Bertolt miraba a Annie. Era aún más fácil pretender creerlo sabiendo que Krista miraba de esa manera a Ymir, e Ymir a Krista, y tal vez Mikasa a Eren así como Jean a Mikasa. ¿Miraría Eren a alguien de esa forma?
No entiende por qué sigue divagando, creía que ya no le quedaban cuestiones en las que pensar. Espera, con el dedo firme sobre el gatillo, alguna señal que lo lleve en la dirección contraria, algo que lo obligue a permanecer en su desdibujado mundo.
Entonces, escucha un golpe seco afuera seguido por la voz de Falco. Falco. Gabi. Los niños. El metal resbala por su paladar y la punta del arma sale de su boca, dejando atrás un largo rastro de saliva. Ya no siente al metal frío y supone que el calor de su cuerpo lo atemperó. De pronto, se percata de su propia calidez y entiende que, inconscientemente, había decidido permanecer en su boceto de realidad. Todavía tenía que ayudar a los niños o, al menos, a Gabi. Pero tampoco quería entregar a Falco a las fauces de Marley, no quería que arruinaran otra vida más, hasta que un día se encontrara a sí mismo preguntándose por qué hizo todo lo que hizo y si en verdad no tenía escapatoria o alternativa.
Se pone en pie con una fuerza que sabe que no le pertenece, que no puede ser suya si hasta recién había renunciado a todo. Espera que esa fuerza lo acompañe hasta que los niños estén a salvo, hasta que Marley no pueda interferir con la posibilidad de una vida feliz de nadie más.
Antes de salir a la calle, un pensamiento fugaz atraviesa su cabeza: si nunca hubiese sido guerrero, tampoco habría sido soldado. Y no está seguro de arrepentirse de haber sido un soldado.
N/N: si estás acá por el YumiHisu, Ymir está muerta y eso no puede ser deshecho. Esto va sobre Historia reinando a los eldianos y lidiando con su duelo.
Si podés concederme eso, espero que mis palabras sean de tu agrado.
