Los personajes de Saint Seiya no me pertenecen, son propiedad de Masami Kurumada y Toei Animation.
La cabeza le dolía y sentía la garganta seca. Esas fueron las primeras cosas que su cerebro registró en cuanto recobró la conciencia; lo segundo fue que había demasiada luz en su habitación, y que su cama estaba muy dura, fue en ese momento cuando decidió abrir los ojos y descubrió que su segundo pensamiento estaba errado.
No estaba en su habitación, de hecho, no estaba en ninguna habitación.
Por completo confundida la pelirroja se sentó y miró a su alrededor. Se encontraba en algún callejón cerrado; cerca de ella estaba un contenedor de basura y varios metros más lejos se encontraba la vista de las personas de la ciudad en movimiento, pasando por la banqueta, ignorando la presencia de esa chica aturdida en medio de ese callejón.
Al tratar de recordar cómo había terminado ahí, se dio cuenta de que tenía lagunas en su memoria, puesto que lo último que recordaba era estar discutiendo con Aioria sobre el pésimo día que había tenido. Fuera de eso se encontraba con una pared en blanco que provocaba que le doliera la cabeza y se sintiera más desorientada de lo que ya se sentía.
Después de un par de minutos mirando al contenedor, donde una rata trataba de salir con lo que parecían los restos de un sándwich, decidió levantarse del suelo, sintiendo casi de inmediato dolor en todo su cuerpo y un cansancio que casi logran desestabilizarla.
Antes de comenzar a caminar, se miró por completo para asegurarse de que todo estuviera en relativo orden; su ropa se veía sucia pero no estaba segura si eso se debía al lugar donde despertó o a las actividades que la llevaron ahí. Mientras se apoyaba en la pared contraria al contenedor, donde la rata finalmente había logrado sacar su comida y hacía un exitoso escape lejos de ahí, metió la mano en su bolsillo izquierdo del pantalón y sacó su celular para llamar a alguno de sus amigos, no tenía ni idea de donde estaba, pero debido a que su último recuerdo era con Aioria le era sencillo suponer que él sabría por donde buscar. Y una vez que la fuera a buscar ella se encargaría de hacerlo pagar por abandonarla en un callejón en medio de la ciudad.
Sus planes se vieron frustrados cuando su celular no encendió, al parecer la batería se había agotado, lo que significaba que tenía que viajar por su cuenta y llegar a su departamento aún sin saber dónde se encontraba.
Mientras guardaba su celular se percató de un reloj que estaba tirado no muy lejos de donde estaba; era un reloj común y corriente que le llamó la atención. Con cuidado se acercó a él y lo levantó, en la parte de la tapa de los engranes tenía grabada las letras "R.W.", y al voltearlo para ver la hora no le sorprendió tanto ver que estaba descompuesto, parado con la manecilla de las horas marcando las 10, mientras la más grande marcaba dos minutos pasando la hora, y la delgada, el segundero, estaba detenido entre el diez y el once.
Estaba cerca de un basurero así que suponía alguien había tirado el reloj o sólo lo había arrojado cerca, así que se acercó para tirarlo dónde pertenecía, pero justo cuando sostuvo el reloj en sobre el contenedor un presentimiento la detuvo. No era una mujer que creyera mucho en esas cosas, pero algo le decía que no debía de deshacerse del averiado reloj, así que, sin comprender su razonamiento, decidió guardarlo en el otro bolsillo de su pantalón sin pensar demasiado en el tema, ya estaba lo suficiente adolorida de la cabeza para sumarle un dolor más.
Comenzó a caminar para salir del callejón y apenas dio un paso fuera de él se percató de lo bulliciosa que estaba la ciudad y lo intenso que era el Sol. Ambas cosas le molestaron en extremo así que se colocó su capucha para al menos cubrirse de una de las cosas que le molestaban.
Antes de caminar sin rumbo fijo se detuvo a mirar a su alrededor para tratar de ubicarse. Reconoció la tienda de ropa en la esquina, aunque parecía que la habían pintado de otro color, y algunos de los espectaculares que estaban por toda la ciudad estaban cambiados, pero sin duda sabía donde estaba, y se encontró un poco sorprendida al darse cuenta de que su departamento no estaba tan lejos, sólo tres cuadras a la derecha, alojando uno de los espectaculares de Industrias Solo, aunque cuando llegó a su edificio encontró curioso el hecho de que el espectacular estaba anunciando su nueva línea de atunes bajos en grasa y no uno de los paquetes de viajes turísticos que llevaba casi dos meses sobre su edificio, pero le restó importancia, tenía un día extraño desde el momento en que abrió los ojos.
Entró al viejo edificio, sintiéndose deshidratada, además del cansancio de su corta caminata, sumados a las señales que había sentido apenas abrió los ojos, pensó que probablemente había terminado yendo de juerga con Aioria, tal vez estaba cruda y eso explicaba todos los síntomas que tenía. Anotó eso como un punto más para golpear a Aioria en cuanto lo viera.
Por un momento se permitió desear que su castaño amigo tuviera un despertar igual o incluso peor que el que había tenido ella.
Al subir las escaleras que estaban en medio del edificio se encontró con la vecina del piso de abajo, y a pesar de sentirse cansada se permitió sonreírle a la mujer.
- Buen día señora Ann - le dijo mientras se detenía.
La mujer por toda respuesta le frunció el ceño y la miró de arriba abajo, no había reconocimiento en su mirada, pero la chica no se percató de eso.
- Estos chicos de ahora ya no tienen respeto - musitó a un volumen que permitió que la pelirroja escuchara a la perfección las quejas.
La mujer siguió su camino ignorando a la chica, empujándola un poco para poder bajar por las escaleras.
- Alguien está de mal humor.
Dijo la chica, ofendida por el actuar de la mujer que hasta el día anterior se había portado tan amable con ella.
Ignorando el incidente, siguió su camino hasta el piso de arriba, dio la vuelta a la derecha y se detuvo frente a su puerta, que estaba casi en medio de su departamento. El piso tenía sólo cuatro departamentos, ella vivía en el que estaba del lado derecho, a lado de las escaleras, el que estaba frente al suyo estaba vacío y los otros dos estaban ocupados por una pareja y un chico universitario que siempre que la veía la invitaba a salir; a pesar de que ella le dijera que tenía novio.
Aunque con los eventos de las últimas semanas ya no estaba tan segura. Shura llevaba todo ese tiempo portándose seco, argumentando que era por la excesiva carga de trabajo que llevaba en la empresa donde trabajaba, pero ella sabía que mentía, incluso Aioria que no era para nada observador se había dado cuenta del comportamiento cortante del pelinegro hacia su mejor amiga.
Agregando una molestia más a su sentir, se dispuso a abrir la puerta cuando el sonido de la puerta del lado izquierdo de las escaleras hizo eco en todo el pasillo. Ella puso los ojos en blanco y se preparó mentalmente para serie de tonterías que saldrían de la boca del universitario que volvería a invitarla a salir.
Ambos se miraron sin decir nada, el rubio alzó una ceja, pero se dedicó a voltear la mirada a su puerta para cerrarla correctamente antes de caminar hacia las escaleras.
- Buenos días.
Eso fue todo.
Estaba sorprendida del actuar de Hyoga porque no escuchó algo cómo "benditos sean mis ojos porque me permitieron ver a alguien tan hermoso tan temprano" o alguna pregunta mal intencionada sobre dónde estaba Shura, de esas preguntas que últimamente comenzaban a fastidiarla. El día se sentía un poco extraño, pero ella pensó que las cosas al menos estaban mejorando, parecía que Hyoga había desistido de salir con una mujer un poco mayor, cinco años no evitan que ella sintiera que él era aún un niño.
Entonces, ella volteó a su puerta y trató de introducir la llave a la cerradura, pero esta no entró y supo que fue demasiado temprano para comenzar a cantar victoria.
Frunció el ceño, esa era su llave, estaba colgando de su llavero en forma de dona con ojos locos y una gran sonrisa, pero parecía que la chapa no era la misma. Su dolor de cabeza aumentaba cuanto más trataba de introducir la llave para abrir la puerta.
- Mierda, mierda, mierda…
Susurraba sintiendo las punzadas aumentar. Dio un suspiro frustrado y levantó la mano para tocar el marco de la puerta y buscar la llave de emergencia que escondía ahí. No tardó en encontrarla y suspirar de alivio una vez que pudo entrar a su departamento.
Caminó directamente a la cocina, sin percatarse que la decoración de toda la habitación estaba cambiada, ya no estaban sus cuadros de imitación de Monet, sus figurillas de cerámica o su pizarrón justo en la pared que estaba a lado de la puerta de su habitación, donde estaba anotado todo el trabajo que tenía en su nuevo puesto como maestra en el preescolar.
En lugar de todo eso el piso estaba por completo en blanco, había figurillas, pero eran referencias a películas como Depredador o Alíen, y en lugar del pizarrón en la pared había varios cuadros con fotografías.
Fuera de esos pequeños detalles todo parecía estar normal, excepto porque cuando abrió el refrigerador había varias botellas de cerveza que ella no había recordaba haber comprado y estaba casi vacío, lo que era una sorpresa considerando que siempre trataba de estar al día con sus compras, pero no había tiempo para inquietudes. Rápidamente se decantó por una botella de suero oral que comenzó a tomar mientras se dirigía al baño para tomar una ducha rápida, también se aseguró de tomar un par de aspirinas antes de terminar su bebida y entrar por completo al baño.
Se quitó hábilmente la ropa y se metió bajo el chorro de agua fría. El cansancio seguía, pero el dolor disminuía poco a poco; cómo era sábado no vio problema en acostarse a dormir toda la mañana, todavía no sabía qué hora era, pero suponía que no era tan tarde debido a que vio a Hyoga salir de su departamento, por lo regular el chico tenía clases los sábados a las nueve de la mañana.
Miró con el ceño fruncido las toallas que estaban en el gabinete frente a la ducha, todas eran de colores oscuros y ella se preguntó dónde estaban sus toallas blancas. Pero de nuevo le quitó importancia al sentir un leve dolor en la espalda producto de pasar la noche en la calle.
Se envolvió en una de las toallas, tomó otra y entró a su habitación, que estaba a lado del baño. La habitación estaba a oscuras, pero no era un problema para ella; sólo terminó se secarse y abrió el ropero para sacar una de las camisas de Shura que guardaba ahí antes de dejarse caer a la cama.
Había dejado su ropa tirada en el baño, junto con su celular sin batería, pero en cuanto se despertara con nuevas energías se preocuparía por cargarlo y preguntarle a alguno de sus conocidos por los acontecimientos de la noche anterior.
Su último pensamiento antes de dormir fue que la cama tenía una fragancia masculina que no supo identificar, definitivamente no era ella y tenía mucho tiempo desde la última vez que su novio había pasado la noche ahí.
Casi cuatro horas después de que cayera dormida, la puerta del departamento volvió a abrirse, esta vez dándole la entrada a tres jóvenes, uno de ellos cargando una bolsa con comida de uno de los puestos del exterior, otro tenía una mochila y un ánimo decaído mientras el tercero sostenía una un six de latas de cerveza.
- Milo, no sirve de nada detenerte por una entrevista con un mal resultado, tienes otra el lunes, apuesto que en esa sí te irá bien- decía el chico de las cervezas, bastante animado a pesar de las circunstancias que sobrellevaban a su amigo que había dejado su mochila en la mesa baja frente a la pared de fotografías que lo había obligado a colgar su madre.
- Aioria tiene razón, esta sólo es tu… tercera entrevista fallida, aún no es momento de desanimarse- dijo desde la cocina el tercer chico que llevaba la comida.
- Para ustedes es fácil decirlo, señor gerente de la gasolinera Petrogress del centro y señor columnista central del Express.
- Sé que te animará, fútbol, tal vez estén pasando la repetición del Olympiacos contra Aris, voy a buscarlo.
Dicho eso Aioria dejó las cervezas en la mesa y encendió la televisión que estaba a lado de la puerta de entrada. Camus también dejó las dos bolsas con comida en la mesa y miró a su amigo, que aún mantenía una mirada apagada.
- Mi teléfono se está quedando sin batería, crees que puedas prestarme tu cargador - le preguntó a Milo mientras este se disponía a buscar los platos.
- Claro, está en mi habitación, ve por él.
Camus asintió y se dirigió hacia la habitación; la puerta estaba entreabierta y las cortinas cerradas, no lo sorprendía, Milo solía decir que eso lo ayudaba a dormir mejor, pero Camus sabía que no era necesario, su amigo tenía el sueño tan pesado que incluso el sonido de una bomba no lo despertaría. Conectó su celular en el enchufe que estaba frente a la cama, en el escritorio y estaba por salir de la habitación cuando el sonido de movimiento en la cama lo hizo detenerse.
Lentamente Camus se dio la vuelta y a través de la tenue luz que se filtraba atreves de las cortinas le advirtió de una figura en la cama. El chico palideció ante la presencia del intruso que dormía tan plácidamente en la cama; salió de la habitación tan lento y silencioso como pudo y la cerró con cuidado.
Respiró hondo y se acercó a Aioria para quitarle el control de la televisión y apagarla.
- ¿Qué rayos Camu...?
Camus le tapó la boca con la mano mientras que se llevaba el dedo de la otra a su boca en señal de silencio. Milo, que ya había sacado las charolas con comida de las bolsas vio ese comportamiento extraño, así que se acercó al sofá donde estaban sus otros dos amigos.
- Hay alguien en el cuarto - susurró.
- ¡¿Qué?! - gritaron ambos amigos, aunque la voz de Aioria salió amortiguada por la mano de Camus.
- Shhh - el chico miró a la habitación y al ver que parecía que seguiría cerrada volteó a ver a sus amigos - Milo, llama a la policía, hay alguien en tu cama.
- ¿Es alguna clase de broma? - preguntó el aludido.
Aioria se levantó del sillón y haciendo caso omiso de las advertencias del mayor de sus amigos caminó a la puerta de la habitación y la abrió lentamente mientras asomaba la cabeza. Segundos después regresó con sus amigos igual de pálido.
- ¡Es cierto! – dijo en un susurro - alguien está acostado en tu cama.
Milo entrecerró los ojos y miró a su amigos con una expresión de incredulidad.
- ¿Esto es algo para animarme? Porque no está funcionando, el partido lo hacía, pero esto definitivamente no.
- Viejo, no estamos jugando, alguien entró a tu habitación y está durmiendo en tu cama, lo que déjame decirte es muy perturbador - Aioria trató de explicarle a su amigo mientras sacaba su teléfono.
- ¿Están seguros?
- No jugaría con esto - respondió Camus mientras veía a Aioria marcarle a la policía.
Milo miró a ambos, después de meditarlo le quitó el celular a Aioria y colgó antes de que le contestaran desde la otra línea.
- Tal vez sea Diana, ya saben, la vez pasada Hyoga dijo que la vio merodeando por aquí.
- Te dije que no tuvieras relaciones de una sola noche, uno no sabe cuando se va a encontrar con alguien fuera de lo normal - lo regañó Camus - además, ¿eso que tiene que ver con no llamar a la policía? Esa mujer entró a tu casa sin tu consentimiento.
- Estoy seguro de que hay una razón para ponerse tan intensa, y no quiero meterla en problemas.
- ¿Entonces qué hacemos? - preguntó Aioria.
Los tres se quedaron en silencio mientras planeaban su próximo movimiento, si era la ex amante de Milo lo mejor sería que Aioria la sacara sin problemas, él era el más amable de los tres y encontraría la manera de convencerla de abandonar el lugar mientras que Camus sólo la amenazaría y Milo sólo se sentiría incómodo con la chica, sin ser capaz de decirle "no"; pero si era un desconocido debían de ser rudos y estar atentos para llamar a la policía sin problemas.
Aioria abrió la puerta de la habitación mientras los otros dos se quedaban en el marco de esta, en caso de que las cosas se pusieran serias. El castaño entró siendo lo más silencioso posible y se acercó a la cama antes de voltear a ver a sus amigos, que le levantaron el pulgar en señal de apoyo.
Respiró hondo y llegó hasta la cabecera de la cama, con cuidado fue recorriendo poco a poco las sábanas hasta que el rostro desconocido de la persona quedó al descubierto. Aunque no se podía apreciar nada Aioria supo de inmediato que se trataba de una chica, así que la teoría de Milo era acertada, lo que lo relajó en cierto momento, era mejor eso que enfrentarse a algún loco que se coló al departamento de su amigo.
Con cuidado puso la mano en el hombro de ella y la movió suavemente para despertarla, eso no funcionó; la movió un poco más fuerte y no provocó que ella se moviera ni un poco; inevitablemente eso el recordó a su amigo que estaba parado en el marco de la puerta, a quien miró brevemente antes de sacudir a la chica más fuerte.
- ¡¿Qué?! - dijo la chica abriendo el ojo derecho, de mal humor por ser levantada tan bruscamente.
-Hola… amm, escucha, esto es incómodo, pero…
Ella reconoció la voz de inmediato, abrió los ojos y se sentó en la cama, mirando a su amigo e interrumpiendo su palabrería, recordó que estaba molesta por abandonarla en un callejón.
- ¡Aioria! – dijo, sin percatarse de la mirada sorprendida del chico - ¡eres un idiota! - le gritó mientras tomaba una de sus almohadas y lo golpeaba con ella - ¿Cómo te atreves a abandonarme en un callejón en medio de la ciudad? Eres tan irresponsable, espera a que le cuente a Marín lo que hiciste.
Tanto Milo como Camus se miraron, antes de que el segundo decidiera intervenir para evitar que asesinaran a su amigo a almohadazos y el primero se acercaba al interruptor de la luz para encenderla, pero no entró por completo a la habitación.
Cuando la luz se encendió todos se quedaron estáticos viéndose entre sí, los chicos se dieron cuenta de que nunca la habían visto en su vida, en especial Aioria, mientras que ella sólo reconoció a su amigo y se preguntó quién era el otro que estaba frente a su cama, antes de percatarse de que estaba prácticamente desnuda frente a un desconocido.
Ella fue la primera en moverse cuando jaló las sábanas y se cubrió con ellas hasta el cuello, sin apartarle la mirada al extraño.
- ¿Quién es él Aioria?
El aludido la miró con la boca abierta, sin recordar de dónde conocía a la extraña pelirroja de cabello corto, tez blanca y ojos también de un llamativo rojo, pero aun así sintiendo que una parte de él, muy mínima, la ubicaba, sólo que no sabía de dónde.
- ¿Quiénes somos nosotros? - Camus encontró su voz y miró a la chica en la cama, había una extraña familiaridad en ella, pero no podía precisar de dónde venía eso - ¿Quién eres tú y qué haces aquí?
A ella no le gustó el tono del chico de cabello largo y lacio que la miraba como si ella fuera una desconocida en su propia casa, así que le devolvió la mirada molesta y sin dejarse intimidar por el idiota amigo de Aioria respondió.
-Soy Milo, Milo Sargas, y este es mi departamento.
Ante sus palabras los dos chicos dentro de la habitación se miraron, antes de dirigir su mirada hacia el tercero que aún seguía en el marco de la puerta, en ese momento fue cuando la chica lo notó.
Por su parte Milo la miró en shock, todo lo que podía pensar era que ese era el nombre de él y por supuesto, su departamento.
COMENTARIOS:
Gracias por leer!
Algunos puntos para entender un par de cosas mencionadas, no son tan importantes para la historia, pero pueden ser tomados como datos que nadie pidió pero que aún así aquí están:
*Petrogress. Es una línea de gasolineras, del estilo de Hidrosina, Petro Seven, aquí en México tenemos Pemex por ejemplo, las otras son como más internacionales.
*Express. Es un periódico griego de índole financiera.
*Sargas. Es una estrella de la constelación de Escorpio.
* Las dos mujeres mencionadas, Ann y Diana, son personajes del infame Saint Seiya Omega.
Una vez más, gracias por leer; esta historia se irá publicando un poco más lento que las demás, de por sí soy una persona algo lenta al momento de actualizar, esta tendrá un tiempo entre capítulos.
Te deseo, querido lector, un buen día!
