MSLN Y SUS PERSONAJES NO ME PERTENECEN


Prólogo

Esa mañana del quinto día de mayo había amanecido con un sol deslumbrante. Estaba despejado. Era uno de esos días en los que el cielo está completamente azul, sin nubes. La temperatura era cálida, agradable. Era un bonito domingo para estar en el jardín y disfrutar de la familia. Ese era el plan perfecto para la familia Testarossa.

- ¡Fate! No te alejes demasiado. –gritó la señora peligris.

- Precia, cariño, deja que la niña corra y disfrute de este bonito día. –le dijo su esposo.

- Pero Leonardo… –le puso un dedo en sus labios.

- No le va a pasar nada. El perímetro está asegurado. –le dio un fugaz beso– Vamos a encender la barbacoa. Disfrutemos de nuestro día libre.

Leonardo encendió la barbacoa mientras su esposa colocaba la comida en la mesa junto a la parrilla, pero sin dejar de vigilar a su hija menor. Alicia, su hija mayor, estaba haciendo un pequeño ramito de flores silvestres que encontró cerca mientras que Fate se encontraba corriendo de un lado para otro persiguiendo todos los animales que veía. Precia suspiró. Esa era su felicidad. Ver crecer a sus hijas junto a su esposo. Ese era su hogar, su preciado hogar donde estaba alejada de todas las preocupaciones y peligros a los que se enfrentaba en su trabajo día a día. Disfrutaron de ese agradable día. Comieron hasta hartarse y jugaron todos juntos hasta el atardecer, donde ya, todos exhaustos, entraron a la casa para ducharse y descansar. Leonardo y Precia les dieron un beso en la frente a sus hijas y les desearon una feliz noche antes de irse a dormir ellos también. Las pequeñas sonrieron y durmieron plácidamente.

De madrugada, Fate escuchó un ruido lejano proveniente del lado del jardín donde su habitación se encontraba. Se levantó lentamente, abrió su ventana y se asomó. No podía ver nada, pero seguía escuchando ese ruido ya no tan lejano. Sin pensarlo, corrió hacia el jardín y agudizó su oído para saber con exactitud de dónde provenía ese extraño sonido. Caminó con lentitud para no espantar a lo que fuese que hubiera ahí. Se detuvo tras no escuchar nada. Miró hacia los lados para inspeccionar su alrededor. No podía ver nada. Siguió caminando hacia donde ella creía que era el lugar correcto, pero se detuvo de golpe al encontrarse con la barrera de protección que sus padres siempre activaban para asegurar el perímetro de su hogar. Escuchó una especie de gemido y no lo pensó dos veces. Alguien estaba herido y estaba gimiendo de dolor. Usó un poco de su magia oculta y atravesó la barrera sin mayor complicación a pesar de que tan sólo tenía 9 años. Corrió rápidamente hacia el lugar y abrió los ojos en sorpresa al encontrarse a un cachorrito herido. Era una mezcla de lobo y perro color rojizo con una especie de diamante incrustado en la frente. Fate no lo dudó y lo tomó entre sus brazos para darle calor. El animal empezó a quejarse de dolor y la rubia lo dejó de nuevo sobre la hierba.

- Tranquila, pequeña. No te haré daño. –le dijo suave y le sonrió– Déjame ver tu patita. –el animal se quejó– Estás sangrando. Voy a venderla, ¿de acuerdo? –desgarró un trozo de tela de su pijama y la vendó en la patita– Ya está. Esto servirá hasta que lleguemos a casa, pequeña. –la tomó de nuevo en brazos– Yo cuidaré de ti. –le dio una pequeña caricia y recibió una pequeña lamida en su rostro haciéndola reír.

Caminó de nuevo hacia su hogar. Intentó asegurar de nuevo el perímetro, pero no tenía suficiente magia. Aún no era una maga poderosa y su fuente de magia era muy baja. Caminó más rápido para hacérselo saber a sus padres, pero en el camino, escuchó unos gritos provenientes del interior de su hogar. Se detuvo y abrió los ojos como platos al reconocer los gritos de su madre. Abrazó fuerte al cachorro y corrió lo más rápido que pudo. Entró y corrió a la segunda planta donde debían encontrarse sus padres y hermana.

- Precia, sal de aquí. Protege a Alicia. Encontraré a Fate y nos reuniremos con vosotras. ¡Rápido! –gritó el rubio a su esposa.

- Pero Leonardo… –lo sujetó del brazo.

- No hay tiempo, Precia. No podré retenerlos mucho tiempo más. –le dio un corto pero apasionado beso– Te amo. –miró a su hija– Te quiero, Alicia. Nos vemos muy pronto. –le dio un beso en la frente– Marchaos, Precia. No puedo buscar a Fate si seguís aquí. –abrió un portal de transportación– Iremos tras vosotras.

- Tened cuidado, Leonardo. –le pidió su esposa– Te amo. –le dijo antes de desaparecer por el portal con su hija mayor.

Leonardo comenzó a buscar a su hija. No podía llamarla o sabrían que ella seguía aquí. Debía hacerles creer que no quedaba nadie en casa, sólo él. Corrió hacia la habitación de su hija menor, pero no estaba allí. Vio que la ventana se encontraba abierta. ¿Habría escapado Fate por ahí? No. Eso era imposible. Su hija era demasiado valiente para huir así dejando a su familia atrás. ¿Y si la habían capturado? Palideció al pensar que eso podía ser posible. Salió de la habitación rápidamente para seguir buscándola, pero no hizo falta porque la encontró subiendo las escaleras.

- ¡Fate! –dijo volviendo su alma a su cuerpo al ver a su hija sana y salva– Tenemos que irnos de aquí.

- ¡Padre! ¿Qué está pasando? –preguntó mientras se acercaba a él, pero una explosión se interpuso entre ellos.

- ¡Fate! –gritó su padre.

Fate había caído al suelo con el cachorro. La rubia sólo vio oscuridad. Escuchaba a su padre llamarla, pero era una llamada lejana. No podía ver ni hablar. Repentinamente, todo había oscurecido. Fate había perdido la consciencia.