AU! Yakuza & AU!High School: Universo alternativo donde Sukuna e Itadori son gemelos idénticos y se transfieren de escuela, allí conocen a Gojō, a Fushiguro y el resto de estudiantes.
Parejas principales: Ryōmen Sukuna x Fushiguro Megumi; Gojō Satoru x Itadori Yūji.
Advertencias: Contenido sexual explícito; Mención de abuso infantil; Descripciones gráficas de vilencia; Relación profesor-estudiante; Consumo de sustancias tales como alcohol y tabaco por menores de edad
Otras advertencias: Versatilidad por parte de Sukuna y Megumi (lo pongo porque he visto por ahí que muchos prefieren a Sukuna como top, pero aquí, ambos jugarán los dos roles); Comportamiento obsesivo por parte de Gojō; SLOW BURN (si esperas que las ships se den un revolcón apenas se conocen, esta no es tu historia)
PRÓLOGO
—Entonces… —la voz quebradiza de un chico rompió el apesadumbrado silencio del cementerio—, ¿qué vamos a hacer ahora, Sukuna? —al finalizar la pregunta, se limpió los remanentes de lágrimas del rostro con el dorso de la mano y se sorbió los mocos.
El nombrado se retiró la lata de cerveza de los labios y la pasó a su hermano gemelo, Itadori Yūji, quien la recibió con naturalidad y se dio a la tarea de dar el último trago al recipiente para dejarlo vacío. Parecía un acto solidario, pero de experiencias pasadas sabía que Sukuna hacía aquello para quitarse de encima la responsabilidad de depositar la basura en su sitio.
—¿Cómo que qué? —agregó, con una voz rasposa y desinteresada—. Pues lo que hemos hecho hasta ahora, idiota.
—El abuelo…
—Al fin murió —metió las manos en los bolsillos de la sudadera, dio media vuelta y regresó por donde vino—. Aguantó bastante bien para un anciano cascarrabias. Al menos nos dijo dónde tenía todo el dinero guardado.
Itadori se limitó a soltar un suspiro cansado. Aunque fueran gemelos idénticos era evidente que pensaban distinto. Ahora que su abuelo no estaba, Sukuna era su única familia y por todo el tiempo que habían vivido juntos, sabía que este no compartiría su dolor ni lo comprendería. Sukuna parecía no empatizar con las personas en general, que fueran familia no era la excepción, aun así, esperaba que pudiese entender la situación y darle una mano. No se enojaría con él por ser incapaz de hacerlo, pero en esos instantes lo hacía sentir completamente solo; que caminara a su lado no hacía ninguna diferencia. Sin embargo, no se la pasaría llorando todo el día, si el abuelo siguiera con vida, lo golpearía por lamentarse durante tanto tiempo y, bien que mal, todavía tenía un hermano.
Durante una parte del trayecto Itadori fijó la mirada en el piso, no estaba tan decaído como aparentaba, pero varios asuntos rondaban por su cabeza y a veces se detenía, lo que generaba distancia entre él y su hermano. Para evitar alejarse demasiado, decidió tomar un extremo de la playera contraria y dejarse guiar.
—¿Pero qué demonios…? —dijo Sukuna, al sentir peso extra sobre la ropa—. ¿Eres un mocoso ahora?
—¿Preferirías que sostuviera tu mano? —agregó Itadori, intentando tomarle el pelo como siempre.
Sukuna chasqueo la lengua.
—Hazlo si quieres quedar manco.
Los Itadori vivían en una casa tradicional japonesa enorme de múltiples habitaciones, con una zona de entrenamiento en la parte trasera y un amplio jardín por un lado. Pese a vivir juntos, eran pocas las ocasiones en las que compartían un mismo cuarto durante mucho tiempo. Tenían una vida muy independiente.
Apenas entraron, Sukuna decidió dejar las cosas claras, sin dar tiempo a Itadori para respirar o terminar de asimilar la pérdida.
—Iré a ver cuánto dinero dejó el viejo. Tú puedes ordenar sus pertenencias o lo que sea; si te encierras en el cuarto a llorar, no quiero oírte o iré a golpearte por perturbar mi paz.
—Ok —respondió sin mucho ánimo, encogiéndose de hombros.
En todo ese tiempo ni siquiera le dirigió la mirada, a veces se preguntaba si también llevaba alguna lucha interna. No obstante, no parecía distinto al Sukuna de diario.
Luego de varias horas en las que Itadori durmió, después de acomodar la ropa de su abuelo, se dirigió hacia la sala, pues era de dónde provenía la única luz artificial en esos instantes.
Sukuna ni se inmutó al escuchar pasos poniéndose en su dirección. Itadori se sentó justo a su lado, posando la mirada sobre la pantalla de la laptop y viendo como su hermano acomodaba un montón de números en una hoja de cálculo.
Casi como si gozaran de cierta telepatía, Sukuna respondió una pregunta que su gemelo no tuvo la oportunidad de realizar.
—Distribución de gastos —aclaró—. Ese viejo codo tenía más dinero del que imaginábamos. Jamás comprenderé su terquedad por meternos a una escuela privada tan lejos de casa, así que en la semana haré algo de papeleo para transferirnos a una escuela pública —decretó, sin dar pie a reclamos—. No quiero preguntas molestas, así que cuida a quién le vas a soltar esa información —lo amenazó, tanto con la voz como con la mirada, antes de proseguir—. Podremos vivir un buen tiempo con esto. Tengo contemplados los pagos para los servicios de la casa, las comidas, algunos gastos médicos menores, lo de las preparatorias y una universidad; dado que no tienes más que un par de neuronas, asume que la tuya no es. Aparté un monto para emergencias, pero la ropa y gastos personales no entran en el presupuesto, así que habrá que conseguir un trabajo de medio tiempo.
Itadori dejó escapar un silbido de asombro.
—¿Hasta la universidad? ¿Tantos años podremos vivir así? ¿Acaso el abuelo era gángster?
—Si no sabes tú, menos yo —porque, entre lo que cabía, Itadori era quien mejor se llevaba con el viejo—. De lo único que hay que preocuparse es de que no se incendie la casa.
Sí, todo el dinero estaba escondido en ese lugar. Jamás sabrían por qué el abuelo desconfiaba tanto de los bancos, pero de esa forma, no tendrían que rendirle cuentas a nadie y mientras mantuvieran un perfil bajo, podrían justificar las cosas con trabajos de medio tiempo.
—Dicen qué en escuelas públicas las becas deportivas son mejores que en las privadas —habló Sukuna—, así que puedes probar en el equipo de basquetbol de la nueva escuela si no quieres trabajar por las tardes. Más te vale cuidar bien de tu cuerpo porque con tu cerebro no harás más que centavos.
Itadori hizo un puchero de disgusto al escuchar tales afirmaciones, eran ciertas, aunque le molestaba que le tuviera tan poca fe.
—Yo también puedo hacer dinero de otras formas si me esfuerzo con ello.
—Pero eso está fuera de discusión justo ahora, así que resígnate.
Itadori exhaló con pesadez.
—¿Qué harás tú? ¿Volverás a jugar?
—Es molesto esconder los tatuajes bajo una tricota todo el tiempo.
—Por eso el abuelo te dijo que no te tatuaras —a juego con eso, repasó con el dedo las líneas negras que se dejaban ver bajo las mangas de la playera de Sukuna.
El otro no respondió, tan sólo guardó el documento bajo una contraseña.
—Dime cuánto dinero sacas en cuanto lo hagas. No confío en ti para que modifiques el documento. Yo llevaré la contabilidad.
—Entendido —levantó el pulgar con pereza y recargó la mejilla en el hombro de su hermano.
—Quítate.
—No quiero.
Hubo un segundo de calma previo a la tempestad; de alguna manera, Itadori se aferró al torso de Sukuna en lo que parecía ser un abrazo muy brusco mientras éste último utilizaba toda la fuerza que sus brazos eran capaces de reunir para sacarse al mocoso de encima.
Los gemelos no lo sabían en ese momento, pero lo que cambiaría sus vidas no sería su nueva independencia, sino la escuela a la que estaban por asistir.
