Los personajes principales le pertenecen a Stephanie Meyer la historia es mía queda totalmente prohibida la reproducción total o parcial de la historia sin mi autorización.


Capítulo 1

Bella.

Memorial Day.

Lunes 31 de mayo de 1999.

Nací en una familia en donde la palabra milicia se desayunaba, almorzaba y cenaba. El problema en mi caso es que yo era una mujer. Mi padre no vio un problema en eso en cuanto yo nací como su segunda al mando después de mi hermano mayor Emmett.

El abuelo de mi padre se retiró como un comandante de fuerzas especiales. Mi padre por consiguiente se volvió un boina verde y luego lo siguiente que supe es que mi hermano también se había enlistado para convertirse en uno.

Aprendí lo básico de defensa personal cuando tenía diez años. Me convertí en una conocedora de artes marciales mixtas y una profesional cuando tenía quince. Hoy cumplía 17 y próximo año iba a estudiar para ser médico del ejército de los Estado Unidos. Era una mujer muy inteligente y había sido aceptada en un programa que iba a pagar mis estudios. No podía ser un Green Berets* pero sí podía ser una médico en el extranjero como médico sin fronteras. No iba a poder ser una soldado completa, pero iba a estar en la línea de fuego en algún momento. Sonreí mientras me miraba en un espejo y mi madre tras de mi lo hizo conmigo.

—Bueno mi hija está convirtiéndose en una hermosa mujer.

—Papá va a matarnos cuando me vea así.

—Sabes que ama verte de blanco. Creo que piensa que un día va a verte casada. Además, le diré que este vestido lo envió tu tía Carmen y no tuvimos tiempo de comprar otra cosa.

Asentir hacia mi madre se estaba volviendo una vieja costumbre así que puse mi mejor sonrisa y me giré hacia la salida de nuestra casa. Llevar un vestido blanco no era lo que esperaba, no en mi cumpleaños número 17 y menos para ir a una fiesta de condecoraciones llenas de hombres que exudaban valentía y esteroides. Parecía un fantasma virgen, vestida como chica y para rematar llevaba tacones que bien podrían romperme el cuello. Preferiría unas botas o mis confiables zapatillas, pero no iba a poder usarlos con este vestido.

.

.

—Esta noche estamos presentando honor a los mejores y más buenos luchadores de la patria. Sabemos que son quienes, por amor a su país, luchan cada día para mantener la paz y cuidar del futuro mundo que vamos a ofrecer a nuestros futuros hijos y generaciones. Gracias por su trabajo —todos aplaudimos a mi padre y mi madre le lanzó un beso haciéndolo sonrojarse.

Cuando la fiesta había avanzado lo suficiente, me levanté para ir al baño y salí de la sala de recepciones, girando a la izquierda como me habían indicado.

Entonces lo escuché y me detuve. Porque era una metiche y tenía curiosidad.

—¿Por qué querría esperarte Edward? Lo hice muchísimo tiempo y no volviste. Te dije que no tomaras esa misión. No iba a ser joven para siempre. Tu servicio comunitario con los soldados se acabó hace muchísimo tiempo.

—Nunca fue un servicio comunitario y lo sabes Tanya. Quería una buena vida para mis hijos. Además, estoy aquí solo para desearte buena suerte, no vine pidiéndote explicaciones. Eres tú quien está hablándome de un futuro que nunca tuvimos.

—¡¿Cómo puedes no tener sentimientos después de todo el tiempo que estuvimos juntos?! Yo necesitaba un hombre que me dé una familia, te lo dije. Te fuiste por tres años. Te pedí que no te fueras.

—Creo que es suficiente. Esto no era lo quería, no sé por qué accedí a venir a verte cuando me lo pediste. Basta ya.

Por donde quiera que lo miraras, ellos estaban llamando la atención. Un hombre de uniforme, un uniforme que se ganaba con sudor, lágrimas y sacrificio, y una mujer vestida de novia discutiendo siempre sería algo digno de ver. O increíble. Casi no podía verlos, la espalda del soldado era grande, pero tenían espectadores por todos lados. La gente los miraba con reprobación, sobre todo al hombre que me daba la espalda.

—Estoy segura de que dos de esos tres años fueron más que hermosos ¿cierto Edward? —dije sin pensarlo mucho. Mierda estaba a punto de convertirme en una demente. La pareja que discutía se quedó congelada y yo, como un imán atraída hacia el más fuerte metal, hice sonar mis tacones hasta llegar a lado del capitán, Edward, así lo había llamado ella aunque aún no sabía su apellido pero sí que era capaz de identificar su rango por su uniforme aunque solo lo había visto de espaldas.

La mujer frente a mí estaba vestida de novia, Un vestido exageradamente lleno de brillos dorados Y blanco que hacían resaltar sus atributos. Parecía que amaba a un cirujano por el tamaño de sus tetas y las facciones de su rostro, el bótox en sus labios la hacía parecer una de esas muñecas barbies extrañas. Tenía un ramo rosa chillón fuertemente apretado entre sus dedos y si las miradas matasen estoy segura de que no habrían encontrado mi cuerpo. A este punto Edward o bien él podría llamarme loca y seguir peleando con su ex o podía seguirme el juego.

Edward abrió su boca y le puse un dedo en sus labios silenciándolo mientras me colgaba de su brazo. Era alto y muy muy musculoso. Sonreí

—Sabes que odio que me llames Isabella. Y a puesto mi sueldo a que estabas a punto de hacerlo. Te lo he dicho mil veces, es Bella. No hagamos esto frente a tu exnovia, no es educado.

Él cerró su boca rápidamente y luego tomó mi mano para alejarla de su rostro. En contra de lo que cualquiera pensaría, en el momento en el que su mano tocó la mía miles de escalofriantes y locos pensamientos pasaron por mi mente. Ninguno predijo mi futuro en ese momento, ni uno solo me dijo lo que estaba a punto de vivir y si me lo hubieran dicho esta mañana me habría reído como loca tanto que mi padre me habría tenido que enviar a un sanatorio o a un psiquiátrico quizás.

Su mano sostuvo la mía al final, cuando estaba a punto de creer que me llamaría loca y me rechazaría. Él podría haberlo hecho, decirme loca y decir que no me conocía, que era la verdad, pero no lo hizo. Solo sostuvo mi mano como si estuviésemos pegados el uno al otro, como si nos conocíamos de siempre, como si yo fuese su otra mitad. Quise sonreír como la estúpida adolescente que en ese momento era. Era la primera vez que un hombre sostenía mi mano con esa firmeza.

¿Saben lo difícil que es que un chico se te acerque cuando tu padre y tu hermano saben usar un cuchillo como Rambo? O arman bombas con C-4 y un cable de teléfono. Demonios ni siquiera tenía amigos. Todos eran tontos y cobardes o demasiado inteligentes para correr en la dirección contraria cuando descubrían quién era mi padre. Pero Edward se veía como Rambo. Con ropa. Por supuesto, y sin la loca bandana en su frente.

—Así que tú eres la Ex. ¿Debería decir gracias? ¿Crees que será apropiado cariño?

—¿Por qué demonios querrías hacerlo? —preguntó ella mirándome y viendo nuestras manos unidas. Creo que en cualquier momento iba a hacer un berrinche. Sonreí antes de recostarme sobre el gigante a mi lado, era cómodo, y me sentía valiente, aunque sabía muy bien estaba siendo estúpida e impulsiva. ¡Ah! si mi madre salía del salón de condecoraciones yo era una mujer muerta. No quería pensar en las consecuencias de lo que esto iba a traernos. A ambos. La gente susurró empezando a señalarnos mientras cuchicheaban de forma poco educada.

—Bueno, dejaste a Edward libre. Estoy agradecida contigo por eso. Ahora es mío. Así que gracias supongo. Soy la Doctora Isabella Swan.

Me giré hacia Edward dándole la espalda a la chica sin ofrecerle mi mano y lo miré a los ojos. Quise jadear impresionada por el hermoso color de sus ojos. Era una cabeza más alto que yo y sus ojos eran gris oscuro. Quede impactada por su mirada fría y sus facciones perfectas, llevaba una boina verde que lo hacían verse como un soldado de piedra, pero estaba apuesto y mentiría si dijera que no lo era.

¿Así que por esto era todo el alboroto? Vaya.

El tiempo se detuvo cuando nuestras miradas se encontraron. Sonreí y él me frunció el ceño pareciendo confundido o quizás molesto, pero aun así no había soltado mi mano y me estaba mirando a los ojos. Estaba perdida. Dios que ojos más bonitos.

—Mi padre está adentro. Así que ¿Vamos?

Luego le di una última mirada a Tanya y le sonreí abiertamente. Edward me sorprendió un poco al dejar una de sus manos caer sobre mi espalda mientras nos mirábamos a los ojos. Parpadee aturdida queriendo alejar esa electricidad que estaba sintiendo.

—Espero seas muy feliz con tu matrimonio. Con permiso —le dije a Tanya.

Intenté comenzar a caminar y quise pasar de Edward. Mi trabajo estaba hecho y necesitaba ir al baño, pero él tomó mi brazo obligándome a mirarlo. Mierda sus ojos. Parpadee perdida en ese color gris y sus ojos brillaron reflejándome. Bueno el posiblemente iba a ser un lindo amor platónico. Si. Ángela iba a amar esta historia loca. Quizás podría usar mi sonrisa para preguntar por el un día. Aunque tenía que averiguar su apellido primero.

—Te olvidas algo Isabella.

Fruncí el ceño cuando me llamo por mi nombre completo y este se escuchó como si estuviera compartiendo conmigo un sucio y oscuro secreto. Su boca se inclinó junto con su rostro hacia mi antes de tocarse el pecho y sacar una caja que parecía valiosa. Era pequeña, no podría ser una bomba, pero yo estaba asustada como si fuera una.

—No llevas puesto el anillo de compromiso.

Escuché a mi madre chillar fuertemente algo que no entendí. Eso me hizo buscarla con la mirada y tras ella, como si el infierno no fuera lo único que ahora podría existir para el soldado que sostenía mi brazo, estaban mi padre y mi hermano. Pero estábamos fingiendo ¿cierto? Era solo una broma ¿no? Yo era quien se había metido en este lío ¿verdad? Bien podía desmentirlo.

Tanya también lanzó un chillido parecido al de un pequeño y ruidoso chihuahua lastimado. Luego le lanzó el ramo de rosas que tenía en sus manos a la espalda de Edward, quien solo se paró firme como si le hubiesen disparado una bala y eso no importará porque estaba dispuesto a recibirla. Por mí. Puesto que evito que me golpeará

—¡TÚ! Infame mujeriego ¡Me engañaste con esta pequeña perr…

—Más te vale que cuides tus palabras, plástica, o la próxima cirugía que te harán será para reconstruir tu rostro. Voy a arrancarte la cabeza como a una barbie barata —le dije adelantándome. Edward me tomó por la cintura y yo me removí en sus brazos queriendo llegar a ella y arrancarle las extensiones

—Basta. Yo no te engañe. Me dejaste. No hay nada que reclamar ahora. Si me permites, tengo que conocer a mis suegros.

Me tensé y me giré a mirarlo antes de susurrar:

—Esto no lo tenía planeado ¿Por qué no te vas?

Edward levantó la ceja en mi dirección tomando mi mano en el proceso y luego miro a mi padre poniéndose tan tenso como debía estarlo desde un principio. Su cara cambió instantáneamente y pareció estar bebiendo un trago de hiel. O quizás una vasija de veneno porque su rostro se volvió ceniciento. Mientras decía mirándome de reojo.

—¿Eres hija de Charles Swan?

Asentí una vez y eso lo hizo gruñir antes de dar un paso al frente y decir:

—Supongo que no puede ser peor ¿o sí?

Cualquiera creería que yo lo soltaría y lo llamaría loco. Seguramente debí haberlo hecho. Debía haber corrido al baño en primer lugar, en dirección contraria, fingir que no lo conocía, lo que en cierto sentido era verdad, o algo así y esperar que él les dijera a mis padres que yo era una loca que solo había querido ayudarlo. En lugar de eso sonreí hacia mis padres apretando su mano, porque él no me había soltado y yo tampoco lo había hecho. Su loca ex estaba tras nosotros aun hablando sobre cómo Edward la había lastimado con uno de los guardias de seguridad del hotel en donde estábamos.

—¿Existe algo peor todavía? Estamos rodeados. Tu estúpida y loca exnovia esta tras nosotros y mis padres al frente. Espero que bajo ese uniforme lleves chaleco antibalas. A puesto ese anillo que mencionaste a que vas a necesitarlo, ya sabes, el chaleco ¿Eres antibombas? ¿Sabes lo que mi padre va a hacerte? ¿Te crees Superman?

Lo escuché reírse y me di la oportunidad de mirarlo quedándome muda por lo guapo y joven que su sonrisa lo hizo parecer. Se puso serio de pronto y dio otro paso al frente tirando de mi mano.

—Ni siquiera un búnker me salvaría de lo que se viene. Necesitaríamos refuerzos. Muchísimos refuerzos.

—A puesto mi bolso a que hay un bunker afuera, creo que estaba en exposición o algo así. ¿Puedo ir a ver? ¿Tienes un teléfono contigo? Posiblemente si hicieras unas llamadas en cinco minutos tendrías un helicóptero y unos veinte soldados. Digo, casi pareces importante. ¿Eres un capitán?

Me giré queriendo correr y Edward sostuvo mi brazo.

—¿Eres adicta a las apuestas? ¿Una cobarde? ¿En qué país crees que estamos? Creo que ves mucha televisión ¿Un helicóptero?

—¿Eres retardado mental? ¿un suicida? ¿Quieres morir porque tu exnovia se está casando con otro? Soy mujer muerta y tú no estás lejos de ser un cadáver, creo que ya pareces uno. Estás pálido —repliqué en vez de contestar ninguna de las preguntas.

Edward sacudió la cabeza como si estuviera confundido, que realmente no me extrañaría después de todo lo que estaba sucediendo. Me pareció que tomaba aire y entonces abrió la caja donde había un hermoso collar.

—¿Sabes? Creo que acabas de ganarte un novio. Mentí, no era un anillo. Bueno, técnicamente es un collar que termina con un anillo.

—Y yo creo que tu acabas de ganarte una golpiza. Tengo 17. Cumplo 18 en exactamente doce meses. ¿Crees que quiero casarme? ¡Voy a ser médico! Apenas acaban de aceptarme en la escuela de medicina del ejército.

—Eso es bueno, espero que vayas a estudiar para ser médico forense. ¿Por qué no mencionaste tu edad cuando tomaste mi mano? Ahora estoy más que muerto. ¿Todavía quieres que diga gracias?

—Deberías agradecerme. Ahora mismo podría hacerme pipí porque no fui al baño por tu culpa. Eso me pasa por fingir ser la novia de un mal agradecido.

—Dime que al menos llevas un pañal o algo así. ¿Ibas saliendo del baño? Dios, que asco — Edward me soltó como si mi mano quemara

—¡Isabella Marie Swan! ¡Firme y diez pasos al frente! ¡Tienes diez segundos!

—¿Has escuchado de los escuadrones de fusilamiento? —preguntó Edward mientras comenzábamos a avanzar hacia mis padres. Negué y Edward tomó mi mano mirando al frente empezando a tirar de mí.

—Estamos frente a uno. Tenemos dos segundos.

—¿Por qué estamos avanzando?

—¿Por qué deberíamos detenernos?

—¿No crees que deberíamos responder las preguntas que nos hacemos? ¡Estas completamente loco!

—A puesto mi billetera a que estas a punto de orinarte encima. Por favor deja que me libre de esta antes de hacerlo.

—¿Crees que me crea si finjo desmayarme? Puedo ser muy buena actriz cuando me lo propongo.

—¿Se te ocurren las peores ideas cuando estás a 2 pasos de tu padre? Puede pensar que estás embarazada. ¿Quieres que muera antes de tiempo?

—Dime que no pronunciaste esa palabra frente a mí padre. Realmente estoy muerta. El infierno es nada en comparación a lo que tenemos en frente.

Cuando llegamos frente a mis padres, Edward se encuadro diciendo

—Comandante, mi Nombre es Edward Cullen. Señor. Soy, el prometido de su hija.

Mierda. Palabra que describe en lo que termino siendo mi día.


Hola mis amores, para quienes no lo saben un día como hoy hace ocho años se publicó La maestra de mi hijo. Mi primer bebé y después de eso todo a sido una ruleta rusa de emociones, perfección y aventuras. Gracias a quienes aún están aquí conmigo y bienvenidas y bienvenidos a los demás. Espero que les guste mucho está nueva historia que será mucho amor y muy poco drama. También decirles que esto no sería posible sin una hermosa y grande mujer quien me soporta y edita mis locuras. JPV, cariño, hermana, eres increíble nena.

Sin más que decir, cuéntenme ¿Que les pareció? ¿Review?