Bienvenidos a mi primer ff de Fruits Basket. Esta historia transcurre en un Universo Alterno, así que me voy a tomar varias licencias creativas en cuanto a los vínculos entre personajes (especialmente vínculos familiares entre los numerosos Sohma, para que quizás no sean taaan cercanos)
Disclaimer: Por supuesto que esto no me hace dueña de los personajes de este maravilloso Manga/Anime. Esta humilde historia trata sobre el vínculo de amistad de dos personalidades tan diferentes como la de Tohru y Rin.
Disfruten del viaje!
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.Cabellos al viento.
La joven se alistó cuidadosamente aquella mañana. Estaba muy cansada, pero la falta de sueño para terminar su mini proyecto de moda era un precio mínimo a pagar para la gran oportunidad laboral que yacía ante sus pies. Luego de haberlo perdido casi todo tan solo unos meses atrás, de a poco comenzaba a animarse nuevamente, a contemplar la belleza del mundo que la rodeaba, podía apreciar otra vez el valor de las pequeñas acciones de quienes la rodeaban.Sin dudas no estaba dispuesta a perderse de esta nueva oportunidad.
Canturreó con su voz aguda una pegadiza melodía de la banda de rock del momento.
Sonrió.
Realmente agradecía enormemente la existencia de sus maravillosas mejores amigas. Aunque una de las consecuencias fuera estar todo el día estar cantando un tipo de música que jamás habría pensado en prestarle atención. Pero adoraba a Saki, la chica que para muchos tenía aura oscura. Al final aquella música no era tan mala.
-Tohru. El desayuno está listo.
Arisa, la otra amiga con la que convivía, asomó su cabeza dentro de la habitación de la joven diseñadora y curioseó, sonriendo de inmediato al comprobar que su amiga ya estaba peinando sus largos cabellos castaños.
-Ya voy, Arisa.
-¿Qué tal la noche? Parece que alguien finalmente pudo terminar su proyecto.
Tohru asintió aliviada.
-El café extra fuerte de Saki me ayudó muchísimo.
-Ya veo. La chica del café parece estar durmiendo profundo ahora, espero que no se retrase otra vez para llegar al trabajo.
-Para eso estás tú, Arisa, para despertarnos a tiempo y no echar por la borda nuestros esfuerzos.
-Pero no voy a estar para siempre.
Se echaron a reír y bajaron las escaleras conversando alegremente.
Tohru ingresó a la cocina detrás de su amiga. Observó los platos con comida y las tazas dispuestos ordenadamente en la pequeña mesa. Se sentó ante el desayuno y continuó tarareando la melodía de antes.
Arisa se ubicó justo frente a ella con el té y sirvió la humeante infusión en ambas tazas. Acomodó los cabellos rubios que se escapaban desde detrás de la oreja y controló la disposición de los alimentos en la mesa una vez más.
-Pareces incluso más nerviosa que yo.
-Solo un poco- se excusó la joven y sonrió con un leve dejo de tristeza en su mirada -es que sé lo mucho que este trabajo significará para ti. Estoy orgullosa de ti. Me encanta volver a ver tu luz natural. Llevará tiempo aprender a vivir sin ella, pero estarás bien.
Tohru asintió con un leve nudo en la garganta y notó que ambas dirigieron la vista hacia el pequeño marco que se vislumbraba en una repisa cerca de donde se encontraban, en él se apreciaba la imagen de una mujer jovial y alegre que parecía sonreír con el cuerpo y el alma.
-Estaremos bien. Aunque no logre obtener este empleo, creo que ya es un gran paso.
-Estoy segura de que será tuyo, Tohru. Lo tienes más que merecido por tu esfuerzo.
-Si paso esta prueba, solo quedará una más, la entrevista final, que será personal con la directora de la empresa. Pero solo tres personas pasarán hoy a la última instancia.
-Confía en ti. Lo lograrás – la voz de Saki, que resonó justo detrás de la chica castaña, la sobresaltó.
-Deja de asustar a Tohru, no queremos que infarte antes de aplicar a su nuevo empleo -dijo Arisa sonriendo divertida ante la reacción de Tohru, que hiperventilaba.
-Lo siento. Habría jurado que se me escuchaba perfectamente. – dijo con extremada calma la chica de intensa mirada oscura, mientras revisaba entre los muebles en busca de una taza para ella.
-El café está aquí, señora de las energías. -dijo burlonamente Arisa, apoyando el mentón en una de sus manos y sonriendo de lado.
Saki se giró lentamente y tomó asiento en el suelo, al lado de la rubia. Sus enigmáticos ojos oscuros escudriñaron atentamente a su amiga Tohru.
-Te ves hermosa, querida Tohru. Los colores oscuros te sientan bien.
-Para ti solo los colores oscuros le sientan bien las personas -murmuró la rubia, con los ojos en blanco justo antes de darle un sorbo a la taza con té que sostenía con cuidado.
-Gracias, Saki. Nos pidieron que fuéramos a la prueba con colores y vestimenta sobrios.
-Entrarás a una empresa de las grandes ligas de la moda. No querrán a cualquier persona, buscarán buena presencia como mínimo.
Tohru asintió. Consultó el reloj de su móvil.
-Iré a aprontarme para salir. – se levantó cuidadosamente y luego de una leve inclinación hacia sus amigas, caminó hasta el baño de la planta baja para cepillar sus dientes y volver a arreglar su cabello.
Contempló su reflejo.
Poco le había faltado para ponerse a llorar como una niña al hablar tan solemnemente con Arisa. Hacía dos meses que su madre había fallecido en un horrible accidente de tránsito, aún le parecía mentira a veces, y la echaba muchísimo de menos.
Respiró profundo. Luego de terminar los detalles del cabello, que decidió recoger en un elegante y discreto moño, tomó un pequeño delineador, un labial claro y la máscara de pestañas para llevar algún tipo de maquillaje discreto. No era usual para ella, pero prefería no llamar la atención por parecer descuidada.
Minutos después, luego de calzarse los zapatos en la entrada de la casa, abrazó fuertemente a sus amigas, quienes le desearon mucha suerte, no sin antes prometerle que aquella noche saldrían las tres a cenar fuera para celebrar el resultado.
Saki y Arisa la vieron alejarse lentamente, cargada con su bolso y una carpeta voluminosa que contenía el proyecto que presentaría para aplicar a su nuevo empleo.
-Espero que lo consiga. De veras lo deseo. Será un cambio fundamental en su vida y necesita sentirse valiosa, ahora más que nunca. – dijo la rubia con los brazos cruzados sobre el pecho.
Saki asintió.
-Estará bien.
-Si. Al menos no llegará tarde como tú.
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Lo que la despertó fue el agradable sonido de las aves. Los cantos lleno de regocijo y el suave sonido del viento entre las tupidas copas de los árboles. Se dejó envolver por el arrullo primaveral y respiró profundo, concentrándose en captar la atmósfera al máximo con sus oídos. Quería registrarlo todo.
Comenzó a toser ruidosamente.
Se agitó violentamente, atorada con algo de su propia saliva en la garganta. Y el agudo dolor de su espalda la hizo retorcerse y lanzar un grito a la habitación.
Finalmente abrió los ojos.
Sentía que algo atravesaba su cuerpo, como un metal hirviendo, como una daga clavándose en su piel y músculos, llenándola de una agónica desesperación.
Escuchó el sonido de una puerta cercana, varias pisadas que se dirigieron hacia ella y un líquido helado que comenzó a recorrer sus venas. Con ojos llorosos finalmente se dedicó a observar a quienes la rodeaban.
Los enfermeros la contemplaron con cautela, mientras ella iba situándose poco a poco en la escena. Uno de sus brazos tenía algunos leves moretones, las vías en su muñeca se unían a un cable transparente por el cual veía gotear un líquido incoloro. Se hallaba en una cama de hospital. En una pulcra y prolija habitación con paredes, pisos y hasta muebles blancos. Todo impecable. Procuró moverse pero sintió otro pinchazo en la espalda. Dejó escapar un quejido de dolor y finalmente volvió a fijar su mirada oscura en el personal de salud que tenía frente a ella.
-¿Podrían decirme donde estoy?
Ellos asintieron y uno de los jóvenes se adelantó, haciendo una leve inclinación respetuosa.
-Señorita Sohma, se encuentra usted en el Hospital Universitario de Tokio.
Tardó unos segundos en entender lo sucedido.
Poco recordaba.
Había una enorme laguna mental, un vacío en sus recuerdos.
La fiesta.
-¿Qué paso?
-No estamos autorizados a revelárselo. Hay una investigación policial en marcha y los oficiales están esperando a que usted se recupere para esclarecer el hecho.
¿Oficiales? ¿Qué había que esclarecer?
Hizo un esfuerzo por levantarse pero las fuerzas la abandonaron.
El dolor ya no era molesto, pero apenas podía hablar.
Se escuchó una ruidosa discusión al otro lado de la puerta. Gritos y palabras que a la chica le llegaban amortiguadas por la medicación. No entendía nada.
Escuchó abrirse la puerta ruidosamente.
Uno de los enfermeros se adelantó.
-Señor, ya le dijimos que usted no cuenta con autorización para ingresar a esta habitación.
-¡Rin! ¡Hay un error! ¡Diles que soy tu representante!
-Shi... gu… re -murmuró la chica, apenas podía hablar, y sus pensamiento fluían con una lentitud alarmante.
El joven casi llegaba a acercarse a la cama, cuando el otro enfermero se interpuso, lo tomó del brazo y lo apartó.
-No, Shi… gu… esperen- Rin no podía gesticular siquiera, ni gritar.
-¡¡Alejen a este hombre de mi hija!!
La voz que menos habría querido escuchar resonó en la habitación, pero más fuertemente en su cabeza.
Mujer endemoniada. Si estaba segura de no querer que alguien en especial estuviera cerca en aquellos momentos, era precisamente su madre.
La mujer de cabellos tan oscuros como los suyos se acercó, Rin atinó a dirigir sus furiosos ojos negros al otro extremo de la habitación e ignoró la voz estridente que le pedía explicaciones.
Como siempre.
-Isuzu.
La chica continuó ignorándola.
-Rin, hija mía. Por favor.
Volvió el rostro hacia su madre, y por primera vez en años no vio a la mujer insensible y distante que recordaba desde siempre. Vio el dolor en la mirada. El mismo dolor que sus propios ojos siempre habían sentido ante la indiferencia de su madre.
-Madre – susurró. Quizás ella sí podría informarle algo de lo que sucedía allí.
La voz de Shigure se había perdido tras la puerta minutos atrás, acompañada por las voces de los enfermeros que lo habían escoltado fuera de la habitación del hospital. Que ahora permanecía cerrada dándoles privacidad a madre e hija.
-¿Qué pasó? ¿Qué hago aquí?
-Nadie lo sabe con certeza, Rin. Casi mueres. Estabas en una celebración con gente de la discográfica, dicen que estabas alcoholizada, desapareciste y cuando te volvieron a ver, habías caído tres pisos desde un balcón. Nadie sabe qué ocurrió.
-¿Caí?
Su mente atormentada comenzó a recorrer los borrosos recuerdos.
La fiesta otra vez. Pero no recordaba haber bebido. Le gustaba cuidarse.
Una imagen congelada le paralizó el corazón.
Vértigo.
Una sombra desde el balcón. Vio sus propias manos agitándose en el aire, buscando asirse a algo, más no había a qué aferrarse. Lo único que oscilaba a su alrededor, era su larga y oscura cabellera al viento.
...
